3. 3
A principios de los años ochenta del
siglo pasado, México padeció una de
sus más graves crisis económica de
su historia postdesarrollista. El
complejo entramado internacional era
adverso para el país, y éste
enfrentaba la ominosa gravedad de
su deuda externa. Las tasas de
interés mundiales se elevaron, bajó
el precio de las materias primas
como el petróleo —principal producto
de exportación— y los bancos
comerciales dejaron de conceder
préstamos.
E s t a s c i r c u n s t a n c i a s
internacionales desfavorables
agravaron las consecuencias de los
d e s e q u i l i b r i o s i n t e r n o s q u e
contribuyeron al aceleramiento de la
inflación, a la fuga de capitales y al
caos en los mercados financieros y
de divisas.
No había duda que se estaban
mostrando las evidencias de que la
crisis de insolvencia que había
estallado en 1982 no era un
problema coyuntural, sino el
traumático final de un modelo de
desarrollo económico sustentado en
la protección y el activismo del
Estado. La crisis del modelo de
sustitución de importaciones, o
también denominado de crecimiento
hacia adentro, ya expresaba sus
límites estructurales desde los años
setenta, con débiles integraciones
industriales, sobreendeudamiento
externo, inflación galopante que
rebasaba los linderos de control, una
precaria productividad de la planta
productiva, déficit en balanza de
p a g o s , d e c r e c i m i e n t o d e l a
producción en el campo, ineficiencia
económica en general, entre otros
indicadores
Solo por abundar un poco más,
diremos que la economía se había
configurado, en las últimas décadas,
en un contexto macroeconómico de
sobreprotección con el exterior y
c u y o s d i v i d e n d o s d a b a n y
alcanzaban para dar cumplimiento
con los recursos destinados a, lo que
el gobierno mexicano siempre llamó,
la justicia social, es decir, una política
distributiva, cuya dotación de
recursos indefectiblemente vinieron
del gasto público, mismo que se
financió con la deuda pública
gubernamental, y no de recursos
provenientes de una economía
desarrollada y productiva. Fue una
economía que vivió del crédito y llegó
a su límite empezando la década de
los ochenta, rompiéndose por el
eslabón más débil, que fue el
agotamiento de recursos para pagar
la deuda con el exterior, y su
ejercicio, en una economía frágil y
desequilibrada, sin desarrollo
industrial competitivo y dependiente
tecnológicamente.
4. 4
A n t e t a l e s p r o b l e m a s d e
precariedad del sistema económico
y la crisis de pagos, el gobierno
mexicano modificó las coordenadas
de las políticas estratégicas, a fin de
enfrentar las fuertes adversidades
en las que se encontró el país, y las
vías para reorientarlo con otros
mecanismos y otras decisiones y
procesos de acción de las
autoridades para hacer frente a la
crisis.
El nuevo modelo conocido como el
proyecto modernizador, estuvo
fincado en la apertura económica,
privatización y reestructuración
e m p r e s a r i a l , c o m p e t e n c i a
internacional y una disminución
drástica del sector público. Un
modelo económico para empatar y
coordinar la entrada de la economía
nacional a la dinámica mundial del
capitalismo en su dimensión
globalizadora.
Uno de los rasgos de esta
perspectiva se sostiene en el
pensamiento de que el Estado
d i s m i n u y a s u i n t e r v e n c i ó n
m e d i a d o r a a f a v o r d e u n
entendimiento directo entre los
diversos agentes económicos, dado
que considera que existen fuerzas
económicas con potencial suficiente
para sustituir al sector de la
empresa pública como motor del
desarrollo económico: la inversión
privada nacional y extranjera. De
ahí la urgencia de establecer
n u e v a s b a s e s y n u e v o s
instrumentos de intervención
económica estatal. Entre éstos se
cuenta la reducción del tamaño del
Estado mediante la venta de los
activos de las paraestatales, la
redefinición de su papel en un
sentido regulatorio, la canalización
de recursos hacia regiones y
sectores de bajos ingresos. En esta
concepción, el Estado debe asumir
u n i m p o r t a n t e p a p e l c o m o
proveedor de reglas claras del juego
económico que incluyen la
construcción de incentivos a través
de la simplificación normativa y la
especificación de los derechos de
propiedadª. En esta lógica, las
decisiones relevantes debían
apuntar a generar certidumbre al
libre mercado y a la apertura
económica.
ªValdés, Francisco, “Concepto y estrategia de la
reforma del Estado”, en: Revista Mexicana de
Sociología, vol. 55, n. 2, 1993, p. 325.
5. 5
La reestructuración productiva
estuvo enfocada a buscar, entre
otros objetivos, una nueva forma de
insertarse en la dinámica mundial.
Para ello debía pasarse de una
política económica que permitió la
industrialización por la vía de la
sustitución de importaciones a otra
que estuviese fundada en las
exportaciones manufacturadasª.
Tanto las políticas de estabilización
(reducción del déficit público, la
búsqueda de equilibrio de la cuenta
corriente de la balanza de pagos y
combate a la escalada de precios),
como las estructurales, llamadas de
primera generación (apertura del
mercado interno, desregulación y
privatización), implicaba un viraje del
papel del Estado en el conjunto del
sistema económico, se pasaba de
un Estado impulsor del crecimiento
a otro que contribuyera a los
equilibrios macroeconómicos y
control de los flujos inflacionarios.
Ello no implicaba que el Estado no
interviniera en la economía, sino que
lo hiciera pero con mayor calidad,
que se abocara más en el control de
los flujos monetarios y cada vez
menos como productor de bienes y
servicios.
ªAboites A., Jaime y Guzmán Chávez, Alenka,
“Desempleo del sector manufacturero”, en El
Cotidiano, n. 58, octubre-noviembre 1993, p. 103.
6. 6
El giro neoliberal del Estado
mexicano, desde los años
ochenta, del siglo anterior, era
parte de los novedosos vientos de
la época, llevaba consigo la
derrota sindical, ya que el
d e b i l i t a m i e n t o d e s u s
organizaciones representó un
elemento clave en dicho proceso.
Al privilegiarse estrategias de
competitividad sustentadas en una
alta productividad, junto a una
severa precarización laboral y
d i s m i n u i d o s s a l a r i o s , e l
desmantelamiento y erosión del
poder sindical constituyó un
objetivo prioritario, en la medida
en que un interlocutor sindical
fuerte, legítimo y con capacidad
propositiva, suponía un poderoso
impedimento para el desarrollo de
e s t e t i p o d e e s t r a t e g i a s
empresariales unilaterales y
verticalesª, empujadas desde la
visión de las autoridades
estatales.
ªBayón, María Cristina, El sindicalismo
automotriz mexicano frente a un nuevo
escenario: una perspectiva desde los liderazgos,
México, Juan Pablo/FLACSO, 1997, p.14
7. 7
De ahí que los imperativos
empresariales de competitividad en
aquellos sectores productivos de
mayor articulación en el mercado
internacional, han privilegiado la
búsqueda de una creciente
productividad junto a bajos salarios y
sueldos, y precariedad en las formas
de acceso y salida del empleo,
acotando, si no es que cerrando, los
límites de la acción colectiva y la
factibilidad de acercar los consensos
entre los trabajadores, así como
obstruyendo la posibilidad de un
reparto equilibrado de las ventajas y
costos emergentes de los procesos
de reestructuración productiva e
integración regional. Ahora bien,
como el Estado ya no ejerce la tutela
de los asalariados, una distribución
más equitativa de los resultados de
la producción requiere —no hay otra
opción— de un relativo equilibrio en
la capacidad de negociación de los
actores sociales, lo que plantea, de
entrada, la necesidad de un
replanteamiento en la redefinición de
las relaciones, así como de cambio
en las decisiones en torno a la
defensa de sus respectivos y
prioritarios interesesª.
El modelo instrumentado imponía
fuertes y drásticos ajustes en el
sistema económico, colocando a la
política modernizadora frente a la
constitución corporativa del trabajo,
en los siguientes puntos de conflicto.
a) La reestructuración de las
empresas y servicios que
prestaba el Estado implicaba
afectación al cúmulo de
intereses y poderes acumulados
de las burocracias sindicales.
b) La modernización demandaba
nuevas formas de organización
del trabajo, algunas de ellas
desconocidas y otras opuestas a
las típicamente practicadas por
e l t r a d i c i o n a l e s t i l o d e
organización del sistema
corporativista mexicano.
c) La diferenciación en las
r e l a c i o n e s l a b o r a l e s e n
contraposición a la tendencia
homogeneizadora que siempre
han establecido o buscado las
burocracias obreras.
d) La revisión y refuncionalización
del papel jugado por la
contratación colectiva.
e) La descentralización del poder
sindical como condición para
elevar la productividad, la
calidad, la competitividad y la
pronta resolución de los
problemas que se originan en los
centros de trabajo y las
empresas.
ªBayón, María Cristina, El sindicalismo automotriz
mexicano frente a un nuevo escenario: una
perspectiva desde los liderazgos, México, Juan
Pablo/FLACSO, 1997, p.14
8. 8
En fin, emprender la modernización
mexicana aparentemente requería
de otro tipo de organización del
trabajo y de los trabajadores, puesto
q u e l a e x i s t e n t e p a r e c í a
incompatible con el proyecto. Sin
embargo, la vieja estructura fue
u t i l i z a d a p a r a i m p o n e r l a s
restricciones económicas que
d e r i v a b a n d e l n u e v o p l a n
modernizador y fue utilizado como
vehículo para la puesta en marcha
del mismo. Además la propia actitud
colaboracionista que siempre han
asumido las burocracias sindicales
para cualquier proyecto o iniciativa
provenientes del gobierno, porque
el mismo diseño y configuración de
las corporaciones sindicales se
prestan para tal propósito, pues por
la experiencia histórica conocida, en
la práctica, el sistema de relaciones
laborales, han hecho posible
adaptarse a los distintos ambientes
sociales y económicos, que
corrieron buena parte del siglo XX,
como la industrialización orientada
en la sustitución de importaciones,
la crisis de la década de los años
ochenta y el nuevo modelo de
d e s a r r o l l o b a s a d o e n l a s
exportaciones, cobijado en lo que
s e h a d a d o e n l l a m a r e l
neoliberalismo.
9. 9
Con relación a este último tramo
histórico —la época neoliberal—
enfrentó oposición y resistencia
por parte de las burocracias
sindicales, pues para éstas
significó disminución de espacios
de negociación, merma de
recursos y fuerza política que
atentaban a sus intereses, y
desplazamiento de los centros de
decisión, aunque se les siguió
privilegiando como el único canal
para la implantación de los
programas y pactos como
instrumentos del proyecto
estratégico de las distintas élites
políticas. En otras palabras, no
obstante las limitaciones e
imposiciones a las que se vio
sujeto el corporativismo, éste
siguió siendo funcional y efectivo
al proyecto económico transexenal
de los últimos treinta años, sin que
hasta ahora se le encuentre algún
sustituto.
10. 10
Ahora bien, como lo señala el
investigador Javier Aguilar,
La nueva actuación de los representantes del
Estado responde a la idea de modernizar las
estructuras económicas, políticas y sindicales,
e imponer un nuevo modelo de desarrollo, sin
considerar el peso o la figura de las
corporaciones sindicales y sus líderes. El
Estado y los patrones impulsan la
modernización, que implica procesos como el
cambio tecnológico, la liberación de las
fronteras comerciales, la mayor inversión
extranjera, la exportación de productos
manufacturados. En consonancia con estos
procesos los representantes patronales y
estatales pretenden un nuevo modelo de las
relaciones laborales, donde una política
tradicional como la cetemista ya no tiene
cabida; de este modo, el corporativismo ha
sido cuestionado duramente en su política
laboral.ª
Efectivamente el corporativismo no
goza de buena imagen ni de estima
pública, pero las burocracias, que
saben muy bien de la mala
reputación, entendieron que corren
nuevos tiempos, que había que
atrincherarse, y no tanto por la
rebelión de las masas desde sus
bases, sino por los golpes certeros
que los neoliberales les podían
asestar incluso dentro del propio
PRI, sobre todo de algunas
facciones o grupos, y desde el
Estado, cuyas riendas ya están
pasando a manos de otros partidos
en estados y municipios. En el fondo,
lo que ha venido ocurriendo es una
pérdida de funciones en cuanto a la
c a p a c i d a d d e n e g o c i a c i ó n
contractual y de las políticas
laborales a nivel nacional, por ello, lo
que hicieron fue adoptar el programa
neoliberal y prestarse a aplicar la
desregulación a cambio de
permanecer al mando de sus
sindicatosº.
ªAguilar, Javier, “El Estado mexicano y las
agrupaciones sindicales en el siglo XX”, en:
Quivera, nueva época, año 7, n. 2005-2, UAEM/
Facultad de Planeación Urbana y Regional, 2006,
pp. 274-275.
ºRendón Corona, Armando, Sindicalismo
corporativo. La crisis terminal, México, H. Cámara
de Diputados, LIX Legislatura/UAM-Iztapalapa/
Porrúa, 2005, pp. 67-68.
11. 11
A pesar de estas líneas generales
de actuación y decisión del
corporativismo, y ante el nuevo
estado de cosas, el punto es que en
la situación en la que quedó
colocado el sistema organizativo del
sindicalismo puede ser leída como
una zona de inmovilidad ante una
s o c i e d a d e n a c e l e r a d a
metamorfosis y su incapacidad para
acuñar y postular un proyecto
alternativo al de la élite estatal, por
su precaria representatividad y
credibilidad hacia sus propios
cuerpos organizativos, por su
misma configuración desalentada
—y ha desalentado— toda
posibilidad de instaurar una vía
opcional a la que se dio, o su
rezago respecto a otras áreas del
sistema político, como han sido las
varias reformas electorales y la
creciente conformación de un
sistema de partidos.
Sin embargo, la nueva situación y
sus consecuencias a costa de las
p o l í t i c a s d e d e s a r r o l l o
macroeconómico, los sindicatos y
los trabajadores fueron circunscritos
a un contexto de imperativos de
mayor exigencia, eficacia técnica y
productividad económica que
implicaron nuevos desafíos y retos
tecnológicos y organizativos que
hicieron evidentes todos sus
problemas, inercias e incapacidad
para hacer una propuesta distinta y
alterna a las políticas estatales y
empresariales llevadas a cabo.
12. 12
Lo que se ha observado, y que es
constatable, ha sido la estrategia de
a j u s t a r l o s a l a s n u e v a s
características del contexto y
requerimientos de encadenar la
economía a la apertura externa,
pero los grupos corporativos, las
redes, los hábitos y los intereses no
han desaparecido del todo; a pesar
del acuse en contra del bienestar
del trabajador, se han ajustado y
mostrado su utilidad en la puesta en
m a r c h a d e l a d i n á m i c a
modernizadora.
Las relaciones, en el encuadre
corporativo, se expresaban —y se
siguen expresando en varios
sentidos— de manera privilegiada
en ciertos espacios institucionales
muy puntuales: a) La Secretaría del
Trabajo y Previsión Social, en el
cual se define la política laboral (en
e s t a l ó g i c a , s e i n t e r p r e t a
administrativamente la legislación),
s e r e s u e l v e n l a s p u g n a s
intersindicales, el registro del
sindicato y la toma de nota y se
realiza el control de los sindicatos
en términos de política laboral; b)
las Juntas de Conciliación y
Arbitraje, federales y estatales, en
las cuales se dirimen los conflictos
obrero-patronales y los gobiernos
establecen los equilibrios deseados;
c) los organismos tripartitas de
salud, habitación, salarios mínimos,
en los cuales se definen las
políticas asistenciales del Estado
para los trabajadores; d) la
Secretaría de Gobernación, en
donde se establece el control
político de las organizaciones
sindicales; e) dicha secretaría y el
PRI, donde se llevan a cabo las
políticas de participación en los
procesos electorales (en estos
últimos años ha sido con el PAN) y,
finalmente, f) las secretarías del
ramo económico, en las que se
toman las decisiones referentes a la
política económica. La Presidencia
de la República sólo interviene
cuando sus instancias anteriores
fallan y su arbitraje se vuelve
indispensable, pero por medio de
sus discursos e intervenciones
refuerza o debilita la identidad de
algunas organizaciones sindicales y
de algunos líderesª.
En la actualidad, ese corporativismo
está atravesando por un periodo de
agotamiento que se expresa por su
incapacidad para mantener su
antigua posición de fuerza en los
procesos de negociación con el
Estado. De ahí que deriven varios
factores en este momento de
desgaste.
ªDurand, Víctor, “El papel de los sindicatos en la
transición”, en: Revista Mexicana de Sociología,
año LVI, núm. 1, 1994, p. 32
13. 13
En primer lugar, la crisis económica y
la política económica implementada
desde los ochenta, del siglo pasado,
la élite política ha dado un
tratamiento a la crisis que ha
replanteado el pacto tradicional con
las organizaciones obreras.
En segundo lugar, la pérdida de
credibilidad pasa por un creciente
desprestigio que aminora su
capacidad de negociación y que
cuestiona cada vez más su función
de producir consenso para las élites
políticas gobernantes.
En tercer lugar, el surgimiento de
nuevos actores sociales, mismos
que son producto de los procesos de
modernización a los que ha arribado
México en los años recientes, la
aparición y/o consolidación de
organizaciones y movimientos
sociales e independientes que tienen
una versión anticorporativa o pos-
corporativa de la vida social y de la
vida colectiva y organizacional.
Esta situación hace que, hoy en día,
las organizaciones laborales hayan
quedado a la zaga, marginadas de
muchos proyectos, decisiones y
políticas estatales que se han
instrumentado en los últimos años —
a pesar de que, sin ellas, era difícil
pensar que se hubieran dado—, y
que han tomado rumbos y senderos
distintos, tiempos atrás impensables,
que inclusive atentaron contra su
propia existencia, como son los
procesos de restructuración
económica, la reforma del Estado, la
t r a n s i c i ó n p o l í t i c a y o t r a s
operaciones relevantes de la vida
pública.
La posición pragmática asumida en
las acciones de las corporaciones
burocráticas frente a los cambios, no
ha sido de obstáculo, en ocasiones,
ni de resistencia férrea, incluso han
flexibilizado su postura ante los
distintos eventos,
[…] primero la reforma del Estado y, ahora, la
profunda crisis económica colocaron en el
ocaso al sindicalismo mexicano. El margen de
maniobra no sólo de las 34 organizaciones
reunidas en el Congreso del Trabajo sino de
los sindicatos independientes es, en la
actualidad, prácticamente inexistente. […]
Ahora, simplemente son aliados informales del
gobierno federal que requiere de las
organizaciones laborales […] para garantizar la
viabilidad de su proyecto de nación.ª
ªAcevedo, Luis, “Los sindicatos desamparan”, en: El
Financiero, mayo 1994, p. 36.
14. 14
No obstante, y sumados todos los
problemas que enfrentan, las
corporaciones no están tocando su
fin, a pesar de que se esté
verificando, sin duda, un menoscabo
de la centralidad de este tipo de
mediaciones, y es claro que en la
geometría macroeconómica no
ocupa el lugar —por demás
excepcional— que tuvo en las
décadas anteriores. Empero, los
a c o n t e c i m i e n t o s n o s o n
homogéneos, y allí donde ha tenido
sus expresiones más “fuertes”, el
corporativismo no cede con facilidad.
Por otra parte, las tendencias
evocadas no tienen necesariamente
consecuencias terminales o
terminativas, por lo que es lícito
pensar que —como ha ocurrido
antes, en otros tramos y curvas de la
historia— asistimos, más que al
entierro, a una transformación de las
relaciones corporativas.
Es evidente que el modelo viene
acompañado de una serie de
prácticas que modifican la forma de
las relaciones entre los diversos
agentes involucrados, tendiendo a
s i m p l i f i c a r l a s e s t r u c t u r a s
administrativas. En el nivel de la
línea de producción se desarrollan
nuevas formas de organización del
trabajo que impactan al conjunto de
las relaciones laborales, al requerir
otro tipo de negociación entre los
agentes, otro tipo de contratación
colectiva y una forma distinta de
relación salarialª
ªPozas, Ma. de los Ángeles, Modernización de la
industria y relaciones de trabajo, México, Fundación
Friedrich Ebert Stiftung, 1994, pp. 101-104.
15. 15
Durante todo el proceso de
cambios, la correlación de fuerzas
han cambiado sustancialmente,
limitando espacios de intervención
sindical que anteriormente rindieron
frutos para los sindicatos. La
capacidad y la interlocución
sindicales de orientar la política
e c o n ó m i c a h a n d i s m i n u i d o
drásticamente, lo mismo que en la
política social y no se deja en la
política electoral.
A pesar de todas estas limitaciones
a las que se ha visto sujeto el
corporativismo, éste siguió
cumpliendo algunas funciones
económico– administrativas muy
importantes como legitimar los
pactos y los acuerdos económicos,
avalar y apoyar a los funcionarios y
dirigentes políticos, controlar las
demandas de aumentos salariales,
ser un contrapeso ante otras
organizaciones sindicales
opositoras a la política laboral de la
tecnocracia, así como convertirse
en un punto de equilibrio en las
n e g o c i a c i o n e s c o n l o s
empresariosª.
Sin embargo, en el ámbito político,
el corporativismo dejó de cumplir
cabalmente su función político–
electoral, pues en este terreno fue
donde se han presentado las
mayores dificultades para los lideres
sindicales, ante la apertura a una
mayor participación política de
diversos sectores sociales, las
fracturas en la burocracia política,
a s í c o m o l a s c o n d i c i o n e s
económicas precarias y el deterioro
del nivel de vida en general,
influyen en los trabajadores para
que éstos escindieran sus
preferencias políticas de sus
derechos laborales, votando
contrariamente a como lo indican
los controles corporativosº.
ªVargas Guzmán, Reyna, El corporativismo
sindical mexicano en la transición, hacia la
democratización del régimen político 1988-2000.
Tesis de Maestría en Estudios políticos y sociales,
México, UNAM/Facultad de Ciencias Políticas y
Sociales, 2003, p. 47.
ºVargas Guzmán, Reyna, El corporativismo
sindical mexicano…, op. cit., p. 47.
16. 16
Otra línea de efectos de la
modernización económica para los
trabajadores son la deslocalización
del trabajo, la precariedad, la
subcontratación, la recomposición
sindical forzada y con frecuencia
rezagada ante estos fenómenos, y
la negociación colectiva empresa
por empresa y no sector por sector,
pero todo amarrada a una tasa fija
de incremento estipulada por la
autoridad central, como política
indicada general para establecer
losª límites de la regulación salarial,
y los porcentajes en la que se
mueven los tabuladores de
incrementos a salarios y sueldos,
variable, además, estratégica para
el gobierno para controlar otras
variables de la política económica
fundamental de los últimos
gobiernos de todos los colores.
Pero, además, otras cuestiones
como el costo de la mano de obra,
los niveles de protección y
seguridad social y el bienestar de
l o s t r a b a j a d o r e s h a n s i d o
modificados, cada vez dependen
menos de la negociación entre el
Estado y sindicatos, ahora tratan de
e s t a b l e c e r s e p o r c r i t e r i o s
empresariales de productividad y
competitividad de la estructura
económica y de cada unidad
empresarial y de servicios,
agregando, a ello, del desaliento
por la sindicalizaciónª.
ªAyerve, Oscar, “La modernización del Estado y
sus efectos sociales” en: Mundo Laboral,
sindicalismo y educación en los umbrales del
nuevo siglo. Ajustes desajustes de la
globalización. Memoria, Tomo I, México, SNTE,
1994, p. 128.
17. 17
En esta perspectiva, la tasa de
sindicalización ha mostrado una
tendencia a la declinación en forma
significativa a partir de los inicios de
los años ochenta del siglo pasado.
Con base en la Encuesta Nacional de
Ingreso y Gasto de los Hogares,
referida en 2003, se estimó que la
densidad sindical, considerando a los
trabajadores asalariados mayores de
16 años, pasó de un 30 % en 1984 a
un 20%, con una caída muy
pronunciada entre 1984 y 1994, y una
relativa estabilización posteriorª.
Adicionalmente se enfrentan a una
m a s i v a d e s i n d i c a l i z a c i ó n ,
principalmente en sectores modernos
de la economía, donde la fuerza de
trabajo joven y ajena a las tradiciones
y organizaciones colectivas, que sólo
tienen en su memoria los aspectos
más negativos del corporativismo
sindical puestos de manifiesto en los
años recientes, porque lo consideran
culpable del deterioro en sus niveles
de vida y de la reducción de sus
expectativas de promoción social.
Varios estudiosos y actores de textos
han escrito y opinado que el
desarrollo económico dio lugar a que
surgiera un sector cada vez más
nutrido de la población que nunca ha
e s t a d o i n t e g r a d o a l m o d e l o
corporativo. Esta población se ubica
básicamente en los medios urbanos;
s e b a s t a d e p r o f e s i o n i s t a s ,
empleados que laboran en el
comercio y los servicios, de mujeres
que se han incorporado al empleo,
ubicadas en sectores económicos
donde la tasa de sindicación es baja
(el comercio, los servicios y las
maquiladoras) y, por último, los
millones de jóvenes que no tienen
empleo o que están subempleados. O
aquellos grupos crecientes que se
dedican, y que cada día aumenta
más el número, a la llamada
e c o n o m í a i n f o r m a l r e s u l t a n
incompatibles con los esquemas
tradicionales de la organización de la
fuerza laboral. Y no se diga de los
jóvenes que se agrupan en las filas
del crimen organizado o de otro tipo
de actividades ilícitas.
ªBensusán, Graciela, “Relación Estado-sindicatos:
oportunidades para la renovación durante el primer
gobierno de alternancia”, en: González Guerra y
Gutiérrez Castro (coords.), El sindicalismo en
México. Historia, crisis y perspectivas, México,
Fundación Konrad Adenauer/Centro Nacional de
Promoción Social, A. C. /Plaza y Valdés, 2006, p.
266.
18. 18
En fin, aunque la estructura formal
de los sindicatos cambió muy poco a
través del tiempo, la reestructuración
e c o n ó m i c a q u e p l a n t e ó l a
modernización neoliberal tuvo un
enorme efecto sobre el poder de
éstos; han perdido recursos
económicos, afiliados, poder político
e influencia social, abandonando el
centro del escenario del movimiento
social, el cual fue ocupado por otros
y nuevos actores sociales, políticos,
c u l t u r a l e s , c i u d a d a n o s ,
organizaciones no gubernamentales
e institucionales.
Ahora bien, sobre la dinámica laboral
en estas circunstancias en la que
quedó colocada, requiere considerar,
en principio, el efecto en tres
factores macrosociales; en primer
lugar, los cambios en el perfil
sociodemográfico, una de cuyas
consecuencias se refleja en la
composición del mercado de trabajo;
en segundo lugar, la persistencia de
desajustes macroecómicos en el
nivel nacional, para el conjunto de la
oferta y calidad del empleo; y en
tercer lugar, la profundización, en
todos los años de los noventa, de un
modelo de desarrollo neoliberal, que
asume una creciente importancia de
los mercados internacionales, la
vigencia de nuevos criterios para la
localización de las actividades
económicas y el impulso empresarial
a favor de condiciones laborales
c a d a v e z m á s p r e c a r i a s y
unilaterales. De los tres factores
señalados destaca el modelo de
desarrollo por su mayor incidencia
en el comportamiento de la
sindicalización y en el patrón de la
regulación laboral.
19. 19
En sentido estricto, se trata de una
relación estrecha entre el modelo
e c o n ó m i c o i n s t a u r a d o , l a
disminución absoluta y relativa de la
población sindicalizada, y el
deterioro de las organizaciones de
los trabajadores para regular de
manera bilateral las condiciones de
trabajo. Los investigadores Javier
Aguilar y Roberto Zepeda plantean
el asunto de esta manera:
[…] Los cambios en la composición de los
mercados laborales también impactaron en la
organización sindical. La incorporación de las
mujeres y los jóvenes a la fuerza laboral se
expandió en la segunda mitad del siglo
pasado y el número de empleos en servicios
se disparó, mientras que al mismo tiempo se
dio una expansión más lenta de los hombres
a la fuerza laboral y los empleos en la
industria declinaron en su participación
porcentual en el contingente laboral. La
terciarización de la economía ha desalentado
la organización sindical ya que el bastión del
sindicalismo se ha localizado en el sector
industrial. […]ª
ªAguilar, Javier y Zepeda, Roberto, Globalización,
política neoliberal y tasa sindical en Estados
Unidos, Canadá, México, Reino Unido, Francia y
España: 1980-2008, México, UACM/Plaza y
Valdés, 2011, p. 17.
20. 20
Otro aspecto a considerar, y que es
pertinente mencionar, es lo que se
puede llamar “una crisis del trabajo”,
la cual no tiene nada que ver con la
d i s m i n u c i ó n d e p l a z a s u
ocupaciones por el uso de más y
mejor tecnología, sino de algo
referido a la supervivencia de la
clase obrera por la venta de su
fuerza de trabajo. Hay una fuerte
tendencia de que la mayoría de los
trabajadores en México no pueden
sobrevivir con el ingreso de un sólo
integrante de la familia. Una buena
parte de los trabajadores son
pobres, por su precaria percepción
salarial, y esto no tiene relación
directa con su productividad ni
tampoco con la existencia del sector
no estructurado de la economía.
Esta situación de crisis ha estado
paliándose por la diversificación de
las fuentes de ingreso familiar,
especialmente por la participación
de otros de los miembros de la
unidad doméstica en el llamado
“sector informal”, sólo por
mencionar una de las alternativas
elegidas.
21. 21
Pero además, podemos agregar
que ese mismo modelo neoliberal
tampoco articuló el aparato
económico como un todo, más o
menos integrado con todos los
componentes, áreas, sectores y
agentes, puesto que se hicieron
notorias las diferencias entre
empresas exportadas y no
exportadas, así como las empresas
de capital nacional y los de capital
extranjeroª.
Adicionalmente, el porcentaje de
empresas manufactureras grandes
en la década de los noventa
disminuyeron ya que pasaron de
1.5% del total en 1988 a 0.9 en
1998, las medianas también
disminuyeron, así como las
pequeñas, no así las micro, que
f u e r o n l a s ú n i c a s q u e
incrementaron su presencia en el
total, sobre todo aquellas de
menos de cinco trabajadores,
convirtiéndose en una estrategia
de sobrevivencia ante la falta de
creación de fuentes de trabajo y
con buena paga.
ªDe la Garza, Enrique, “La crisis de los modelos
sindicales en México y sus opciones” en: De la
Garza, Enrique y Salas, Carlos (coords.), La
situación del trabajo en México, México, Plaza y
Valdés, 2003, p. 266.
22. 22
En
fin,
se
ha
marcado
una
fuerte
tendencia
a
la
disminución
drás>ca
de
la
tasa
de
sindicalización,
el
decremento
del
número
de
sindicatos
y
del
número
de
afiliados,
afectando
a
todos
los
asalariados
y
a
todas
las
corrientes
sindicales.
En
el
fondo
de
todo
ello,
lo
reiteramos,
están
las
transformaciones
en
la
vida
económica
y
polí>ca,
entre
las
que
son
de
destacar
el
ámbito
tecnológico
y
de
la
organización
del
proceso
de
trabajo,
y
la
transición
polí>ca,
que
determinan
una
redacción
del
>empo
de
trabajo
y,
por
lo
tanto,
una
merma
del
empleo.
Es
la
disminución
de
la
demanda
de
“trabajo
vivo”
lo
que
ha
permi>do
a
los
empresarios
reorganizar
la
disposición
y
uso
de
la
fuerza
de
trabajo,
haciendo
difusa
la
frontera
entre
t r a b a j o
f o r m a l
e
i n f o r m a l .
Manifestaciones
de
ello
son
el
trabajo
precario,
el
subempleo
y
el
desempleo
duradero,
mecanismos
que
reducen
el
estrato
y
el
estatus
de
los
trabajadores
sindicalizables
y
empleables
de
manera
formal
y
con>nuaº.
En
síntesis,
la
fragmentación
del
mercado
de
trabajo
y
a
la
heterogeneidad
de
intereses,
surgida
de
esa
diversidad
de
situaciones
laborales
junto
a
la
incidente
desocupación,
plantea
una
serie
de
desaNos
y
retos
que
no
son
abordables
dentro
del
marco
corpora>vo
de
la
representación
sindical
tradicional.
ºRendón Corona, Armando, Sindicalismo corporativo.
La crisis terminal, México, H. Cámara de Diputados,
LIX Legislatura/UAM-IZTAPALAPA/ Porrúa, 2005, p.
63.
23. 23
Los cambios generados tanto en la
estructura social como en los
mercados de trabajo, requieren de
nuevas formas de organización y
representación, que implica, de una
apertura de los sindicatos hacia la
sociedad, la constitución de nuevas
relaciones y solidaridad con diversos
sectores, que trasciendan el
u n i v e r s o e x c l u s i v o d e s u s
agremiados. En este sentido,
destaca la importancia de un
formato sindical de tipo societal,
sobre todo en contextos en los que
prevalece una actitud empresarial
hostil a las organizaciones sindicales
y el Estado adquiere una política
fuertemente inclinada a favor de los
patrones, en el cual una mayor
conexión y articularidad con los
distintos sectores sociales permitiría
incrementar, no sólo los recursos de
poder en el nivel organizacional,
sino también de incidir en la
fortaleza de estos movimientosª.
ªBayón, María Cristina, El sindicalismo automotriz
mexicano frente a un nuevo escenario: una
perspectiva desde los liderazgos, p. 177.
Profesor Juan Bravo
24. 24
COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL DE CENTRO POLÍTICO
MEXICANO
2011- 2014
Presidente
Profesor.
José
Alberto
Mejía
Mendoza
Vicepresidente
Lic.
Virgilio
Onofre
Or>z
Consejero
General
Lic.
Isabel
Mendoza
García
Coordinador
General
C.
Pedro
Jesús
Sánchez
Román
Secretario
General
C.
Víctor
Federico
Pons
Iniestra