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Ideologia malvada
1. Ideología Malvada
A propósito del Centro de Memoria Histórica en Colombia y de otros asuntos del
gobierno de Iván Duque Márquez
Como si dijéramos que todo estaba dicho. Sin embargo, los momentos como que se apeñuscan.
Y, en veces como que se enredan màs. Pero, en ejercicio de la palabra; van fluyendo los
acontecimientos. Como que, en veces, los momentos nuevos, validan la necesidad de decir lo
que queda por ahí, suelto. De tiempo atrás he planteado lo relacionado con el entendido de
derechos humanos. No tanto, en esa fantasía en boca de “los medios” y de los analistas
encasillados en una proclama que los hace ver como meros repetidores. Y de “orientadores de
la opinión pública. Cuando, en marzo de 2019, publiqué algunos escritos referidos a la
orquestación destemplada e infame por parte del gobierno del señor presidente Iván Duque
Márquez y de sus amigos del Grupo de Lima y del “patrón” Donald Trump. Relacionada con “el
corredor humanitario”; refiriéndose a a la situación del pueblo venezolano y del presidente
Nicolás Maduro Moros. Y hubo de todo en lo que los instrumentadores de la vergüenza han
dado en llamar “vamos a tumbar el régimen oprobioso del chavismo”. Y, entonces, echaron a
volar todo tipo de epítetos y de fórmulas salvadoras. Y que, una de ellas, tendría que ser el
reconocimiento del Juan Guaidò como presidente legítimo. Por pequeña que sea la estatura
de la inteligencia; cualquier expresión mundana (de los de a pie que han dado en
llamar “los medios” la participación ciudadana) recaba en una simpleza teórica: eso
es intromisión en los asuntos internos de Venezuela. Pero pasa, que ideas y léxico como
que se atrofian. Como que, según el árbol, la sombra es màs o menos amplia y grande. Pues sí
que, conocido el informe de la delegación de la Comisión de Derechos Humanos de ONU, se
desgranan, paso a paso, lo que ha sido evidente en Colombia. Yo decía, entonces, “ a los
dirigentes, lideres, lideresas los están matando”. Y, en particular, el énfasis lo sitúe en
términos de nuestras etnias. De lo que estaba pasando alrededor de la Minga
Indígena. Y que sigue y seguirá pasando. En precisión, además, refería a lo que ha estado
sucediendo respecto a quienes se desmovilizaron a partir del acuerdo entre el gobierno de Juan
Manuel Santos Calderón y las FARC. Y, en mi escrito al respecto, decía “la deserción es la
alternativa, ya que la matanza ha empezado; asì como con la Unión Patriótica”.
Ahora se trata de establecer los términos de referencia, a partir de los cuales se configura la
presencia y las acciones del colectivo; como sujeto pleno que trasciende a la individualidad pero
no la puede subsumir.
Desde una interpretación etimológica, sujeto colectivo se entiende como figura plural. Es decir,
se asume su configuración como sumatoria, simple o compleja, de individualidades con
presencia en un determinado escenario, ámbito o territorio. También involucra un concepto
adjunto, que da cuenta de una posición asimilada a la conciencia y a su significado. Algo así
como entender al sujeto colectivo en condición vinculante con respecto a una visión (o visiones)
y a una interpretación de la exterioridad que lo circunda. El problema radica en la posibilidad
efectiva para precisar el nexo entre esa figura colectiva y la individualidad, sin que implique la
disolución. Porque, a partir de una interpretación centrada en el estricto comportamiento
mecánico; podría pensarse en una dicotomía elemental, en donde la conciencia colectiva es una
expresión que traduce los acumulados históricos, en cuanto vivencias, como información
procesada que induce a una definición desde la perspectiva cultural.
De todas maneras, la interpretación de lo colectivo, supone un imaginario. Este, a su vez, debe
estar asociado al concepto de espacio físico. Algo así como establecer una dinámica en la cual
aparece la interrelación entre los (as) sujetos (as) individuales, asociados e integrados con
respecto a determinados códigos reconocidos como válidos. Ya decíamos ante, en esta misma
línea de reflexión: los referentes, entendidos como códigos, pueden ejercer como punto de
equilibrio; a través del cual se expresan las coincidencias. Ahora bien, la complejidad en la
interpretación del significado y alcance de este equilibrio, está dado por el análisis del recorrido
2. previo para acceder al mismo. Tal parece que se presentan dos opciones en la interpretación.
Una de ellas tiene que ver la identidad pasiva que realiza cada sujeto individual con los códigos
o referentes generales que inducen al equilibrio. La otra tiene que ver con la coacción, con la
imposición, por la vía de acciones ejercidas por parte de quien o quienes se erijan como centro
y/o como intérpretes únicos de esos códigos.
La primera opción supone un tránsito no traumático, mediante el cual cada sujeto asume la
identificación con los códigos (conciente o inconsciente). Es de suponer que, ya ahí en ese
tránsito hacia la identificación o reconocimiento, se configura una ruptura con respecto al yo
absoluto. Se traslada parte de la identidad personal, a la identidad colectiva; como condición
indispensable para acceder al equilibrio. Se entiende y acepta esa necesidad, en una
perspectiva grupal, plural. Ahora bien, los códigos pueden adquirir características religiosas, o
de simples premisas para el trabajo asociado; o de compromisos para establecer una figura
colectiva relacionada con el ordenamiento global de obligaciones; o una sumatoria compleja de
todas estas las anteriores. Lo cierto es que la aceptación se expresa como actitud soportada en
la libertad para definir.
La segunda opción supone la presencia de posiciones previas; en las cuales es evidente una
diferenciación en términos no solo de interpretación y elaboración con respecto a la
exterioridad; sino también en términos de apropiación unilateral de los acumulados históricos
de las vivencias entendidas como insumos para la construcción de los códigos, referentes. O
paradigmas. Aquí, entonces, se configura un recorrido traumático; por cuanto supone la
restricción impuesta a las posibilidades individuales. No es ya la aceptación en libertad; es por
el contrario la imposición a reconocer, tanto los referentes en sí, como también a quien o
quienes los representan y los imponen.
Pero, el señor presidente de Colombia, trata de cuestionar el informe. Aduciendo “intromisión
en los asuntos internos del país”. Y vuela, de nuevo la memoria. Y me sitúa, otra vez en los
sucesos de febrero y marzo de 2019. Y, como insumos adicionales, el vuelo de memoria
aterriza en el entendido de memoria histórica por parte del presidente, Álvaro Uribe y de todos
y todas militantes en el promiscuo “Centro Democrático”. Y, entonces, se instala como director
del Centro de Memoria Histórica a quien, habiendo dejado correr el tiempo y a punta de
silogismos desvergonzados, hizo tránsito desde la izquierda, hasta la versión màs diabólica y
mendaz relacionada con el conflicto en nuestro país. Y uno como que se pone a escudriñar. Y
uno como que va recordando a los miles de muertos. Matanzas infames. Casi desde que la
dirigencia en la lucha por la libertad, se instalaron en el poder. Y todo lo corrido en lo que
quedaba del Siglo XIX. Y que comenzaría el Siglo XX. Matanzas y màs matanzas. Y, llegado el
medio siglo, se exacerbarían. Y, en las décadas que corrieron se irían incrementando. Y ese
periodo pérfido entre 1940 y 1970. Y los campesinos y campesinas, bombardeados y
masacrados a nombre “de la paz”. Diría uno, asì como a vuelo de pájaro. ¿eso no ha sido y es
un conflicto?
Y, entonces, instalados en la historia del hoy por hoy, como que vuelve la memoria. Y, si tratara
de decantar, me encontraría en algo asì como una situación que precisa de una interpretación.
De los hechos a las palabras y de estas a la casuística. En política las cosas que se dicen,
debieran ser situadas en contextos. Y, en el contexto social, la política deviene en posibilidades
abiertas; de tal manera que, palabras, hechos y política, confluyan en interpretaciones. Y, para
el caso, las hay filosóficas, en lógica que se avenga a nutrir la teoría del conocimiento. Y las
habrá insidiosas soportada en estulticia. Esta última es como sacar a la venta la elaboración de
discursos. Hechos para justificar la perfidia. Y, en ésta interpretación, cabrán todo tipo de
variables. Para tratar de encasillar el lenguaje y las ideas. Para vender al público elucubraciones
afines a la vulneración de la historia y de la gente en ella. Yo la situaría en términos de Ludwig
J. Wittgenstein. Cito, a propósito una parte de mi escrito pasado acerca de su caracterización
de la realidad, a partir del discurso.
3. 2.1 La interpretación del mundo.
Considero pertinente comenzar con la siguiente aseveración de Wittgenstein: “…El mundo es la
totalidad de los hechos, no de las cosas. El hecho, es el darse efectivo de los estados de cosas;
mientras que dicho estado de cosas es una conexión de objetos (cosas). En consecuencia, el
mundo será la totalidad del darse efectivo de conexiones entre objetos…” 1
Toda su construcción teórica, al menos en el Tractatus, involucra la noción de lenguaje. De la
manera cómo es posible acceder a la interpretación del mundo, por la vía de asociar hechos y,
secundariamente, las cosas percibidos y/o conocidos. Al mismo tiempo, como elemento
colateral fundamental, la posibilidad de transferir esa interpretación por la vía de las palabras.
Es ahí, en ese proceso de transferir, en donde reside la razón básica del conocimiento. Al
menos en lo que este tiene de lógico y comprensible.
El lenguaje, como asociación de palabras con contenido que sirve para comunicar una
determinada idea o un determinado concepto; supone la existencia y/o la construcción de
referentes precisos. Wittgenstein los vincula con la noción de proposición. Es algo así como
entender la indagación, por la vía de los hechos, acerca del mundo (de la naturaleza misma),
como proceso que, a su vez, está soportado en una especie de método que permite articular y
cifrar los contenidos de la proposición, como insumo necesario. Como punto de comienzo, para
realizar la búsqueda. Es decir, darle un contenido con sentido al proceso. Pero, por esto mismo,
adquirir la capacidad de discernimiento que nos permita tipificar al lenguaje mismo, con sus
posibilidades y con sus limitaciones
Por esta vía, Wittgenstein, desemboca en postulados heréticos (si se observan desde la
perspectiva de la clásica noción de la teoría del conocimiento). Veamos esto, en sus palabras:
“…Me es indiferente que el científico occidental típico me comprenda o me valore, ya que no
comprende el espíritu con el que escribo. Nuestra civilización se caracteriza por la palabra
‘progreso’. El progreso es su forma, no una de sus cualidades. Esta forma es típicamente
constructiva. Su actividad estriba en construir un producto cada vez más complicado. Y, aun
cuando la claridad y la transparencia, estén al servicio de este fin, no son un fin en si mismas.
Para mí, por el contrario, la claridad, la transparencia, son un fin en sí…”2
Sin embargo, considero pertinente un interrogante, en torno a esta noción de claridad y de
transparencia, en términos de la interpretación del mundo, a partir de los hechos y del
lenguaje. ¿La transparencia, la claridad son, en sí, una postura ética?. ¿O, también, están
asociadas (como concepto), a una expresión que se infiere de la indagación y compromete a
una visión integral del mundo?
Retomando el hilo, lo del Centro de Memoria Histórica en Colombia, ha devenido en puro pulso
politico. Las víctimas. Todo lo escrito en relación al conflicto en nuestro país. El seguimiento de
las matanzas; de los desaparecidos y desaparecidas. Los desplazamientos forzados. La violencia
oficial, sistemática y selectiva Como que desaparecen, de un día para otro. Siendo asì,
entonces, las historias de vida; las recopilaciones, lugar por lugar. Hechos tras hechos.
Documentada y expresada a viva voz y en documentos válidos. Se han convertido en meros
reflejos manipulados. El director del Centro de Memoria Histórica, recaba, para sí, la lógica e
interpretación de los procesos. Lo suyo es solo réplica de la versión oficial acerca de la
violencia. Es algo asì como la nueva ideología. La de Álvaro Uribe y la de su partido.
Hace ya algunos años, el historiador británico Hugh Trevor-Roper dedicó a la epidemia de la
brujería en Europa de los siglos XVI y XVII un estudio que respondía a todos los cánones
habituales de historiografía, en el sentido de que el contexto social e intelectual del fenómeno
estaba perfectamente descrito en la obra: algunas nociones maniqueas antiguas al igual que
1 Ludwig J., Wittgenstein,“Tractatus lógico-philosophicus” (1.1, 2, 2.01)
2 Ludwig, J., Wittgenstein “Aforismos, cultura y valor, 30.
4. diversas tradiciones paganas perduraron en el seno de grupos marginales que la cristiandad
feudal solo muy parcialmente , en especial en las regiones montañosas de Europa. Obrando en
el contexto de una lucha generalizada contra las herejías, los dominicos, buscando delimitar y
eliminar estas creencias heterodoxas erigieron un sistema a partir de nociones difusas y crearon
de esta manera una mitología de complejidad creciente respecto a las prácticas de la brujería y
a la naturaleza de las brujas. Pero, mientras màs refinaban los defensores de la fe su mitología,
ésta, por su parte, atraía a màs psicópatas de todo género (según Trevor-Roper),
contribuyendo asì a su propia propagación. (Saúl Friedlander. Historia y Psicoanálisis-ensayo
sobre posibilidades y los límites de la Psicohistoria-, Centro Editorial Universidad Nacional de
Colombia. Primera edición, 1989. ).
Ahora bien, el ditirambo del presidente de Colombia, ya ha entrado de lleno en la pretensión de
consolidar la ideología de Centro Democrático. Unas ínfulas de petimetre que reclama la vocería
del màs puro nervio hitleriano y fascista.
Sus fuentes, en lo que la teoría del conocimiento implica y asociado a la construcción de sujetos
limpios, sólidos y de connotación humana. En lo que esta tiene y debiera tener siempre, de
agregados imprescindibles al momento de postular determinados modelos, creativos.
Soportados en el pleno conocimiento de la teoría económica, sociológica y política. Esas, sus
fuentes, han sido y siguen siendo constitutivas de la versión màs retrógrada y mediática de la
teoría del capitalismo. Es aquella que condujo a la crisis entre 1929 y 1934 que sacudió todas
las bases fundamentales de este modo de producción. Teoría de libre mercado absoluta. Sin
ningún tipo de fibra, teoría y principios asociados, siquiera, a la necesidad de la búsqueda del
equilibrio propio del sistema como tal. Y no porque sea mi aseveración, asì, sin màs. John
Maynard Keynes (Cambridge, 5 de junio de 1883, Trillón 21 de abril de 1948); en su obra
fundamental “Teoría General del Empleo, el interés y el Dinero”, redefine algunos de los
postulados originarios de la teoría general del capitalismo. Asocia la caracterización de las crisis
tendenciales del capitalismo al estudio de su dinámica interna. Rehaciendo la iconografía y
proponiendo modelo de intervención estatal; en la perspectiva de alcanzar el equilibrio básico
necesario y que conlleva a desmitificar la economía de mercado absoluta, pétrea, inhumana.
Este sujeto, Álvaro Uribe Vélez, fuera de todo, hizo suya la peor versión del dogmatismo
capitalista en términos de economía de mercado. Esa escuela que fuera definida como “Escuela
de Chicago”. Una versión del neoliberalismo propuesta como paradigma y modelo, a finales de
la década de 1960 y comienzos de la década de 1990. Una combinación de exaltación del
capitalismo financiero y su rol en el desarrollo del capitalismo llamado moderno. Volver a la
teoría básica que reclama la ausencia absoluta del estado en los procesos propios de la
exultación del libre mercado, absoluto, bárbaro. Si se quiere, el sujeto aludido, apenas si fuera
(en su momento) aprendiz de la política implementada por César Gaviria Trujillo, en el modelo
que postuló e implementó durante su mandato (1990-1994). Es decir las aplicaciones màs
idólatras del neoliberalismo (en su versión màs nefasta). Este, Cesar Gaviria Trujillo, hizo de la
intervención del Estado, apenas si garante de la extensión en nuestro País y de mesonero en
América Latina. Quiero decir, por lo tanto, que el sujeto Álvaro Uribe Vélez, haría la segunda, la
tercera, la cuarta, la…enésima como mero copión. Puro corifeo de postulados. Sin nada propio,
en términos de teoría. Solo sujeto ñurido, repetidor de acertijos.
Ahora bien, el problema (…yo diría, el maldito problema, como impronta vesánica) es que le ha
causado un profundo, casi que irreversible, daño al país. Y al concepto de Estado Social de
Derecho. Y al humanismo. Y a la política (como ciencia, para la conducción de procesos y de
administración, al menos no miserable). Ha sido y sigue siendo un imbécil que se ha creído el
cuento de que es muy buen dirigente. Y que se niega, a sí mismo, la verdad de lo que es y ha
sido: aprendiz (…y muy malo, por cierto) del Nacionalsocialismo Hitleriano; del Fascismo de
Mussolini; del Neoliberalismo (en su versión màs apocada y pútrida). Nada en este sujeto ha
sido ni es original. Ni siquiera la huella doliente relacionada con la muerte de su padre. Porque,
otro maldito problema con el que tuvimos que cargar y que nos causó también daños
irreversibles como país, como nación, como estado. Etcéteras.
5. Yo creo que la historia de este sujeto malvado. Ha sido y será (…y tal parece que se prolongará
en el escenario que han venido construyendo sus seguidores y seguidoras. En un Movimiento
Politico-Centro Democrático; que yo llamo “Antro Democrático”, refugio de viejos (as)
vocingleros (as) de toda esa heredad de perfidia, de insania, de criminales que han contribuido
a la destrucción de todos los valores elementales asociados al humanismo. Y Antro en el que se
están formando aquellos y aquellas sujetos y sujetas que darán continuidad a la procacidad del
sujeto pervertido. Puro Antro Politico, promiscuo, perverso.
Lo que pasa, también, es que esa textura ideológica, ha encontrado voceros a gratuidad. Tal
vez, el caso màs notable por estos días, tiene que ver con el alcalde de Medellín, Daniel
Quintero Calle. A éste le ha dado por reinterpretar el artículo 69 de la Constitución Política de
Colombia. Con múrida argumentación soportada en lo que se ha convertido en versión oficial
del orden público. Yo he postulado una interpretación de las movilizaciones. Particularmente en
lo que tiene que ver con el movimiento estudiantil universitario. A manera de ejemplo, he
señalado que no se pueda confundir con acciones de minorías supuestamente anarquistas. El
anarquismo, a propósito, es una ideología y cuerpo politico. En la Guerra Civil Española, fueron
los anarquistas, a través de la construcción de las comisiones obreras en Cataluña. Lo suyo (de
las minorías que pareciera ser que dan pie al fortalecimiento de las visiones retardatarias de la
derecha) no es otra cosa que puro engarce vandálico.
Pero una cosa es esta interpretación mía y otra cosa la opción de Daniel Quintero Calle; lo
mismo que, en su momento, fuera la visión de Enrique Peñaloza. Entonces, haría dos
acotaciones. Una la autonomía universitaria y el respeto a los campus universitarios està
soportada en el artículo 69 de la Constitución Política de Colombia. La otra: pura extensión de la
anterior, precisando que: no le està dado a ningún presidente, gobernador o alcalde, atribuirse
competencia para ordenar el allanamiento, por parte de la policía, el ejército o el Esmad.
La actitud asumida por parte del señor vicerrector de la Universidad Nacional de Colombia-Sede
Medellín; en el sentido de impedir el allanamiento, por parte del Esmad, al campus universitario
(marzo 3 de 2020) ha sido, en mucho tiempo, la màs vehemente y libertaria defensa de la
autonomía universitaria. Muy distinta, por demás, al lánguido, insípido e inocuo comunicado de
la rectora de la Universidad Nacional de Colombia, el día 20 de febrero de 2020.
Digo yo, con el alcalde de Medellín, Daniel Quintero Calle, no hay nada que hablar,
respecto a la autonomía universitaria y el respeto a los campus.