1. ELOGIO DEL EUROPEISMO
MANFRED NOLTE
La mitología describe a Zeus disfrazado de dócil toro blanco con el propósito de
seducir a la hermosa doncella Europa. Prendada esta de la suavidad del animal
consintió en subir a sus lomos, oportunidad que el voluptuosodioshelénico
aprovechó para raptarla mar adentro y convertirla en reina de Creta.
A escasos meses de las elecciones europeas, es tiempo de rescatar la idea de
Europa de manos de euroescépticos agoreros, enemigos declarados y
energúmenos de diverso pelaje que predican a sus anchas incluso en las
cámaras de Bruselas o Estrasburgo. Es tiempo de arrancar a Europa de los
prejuicios de opiniones infundadas y de encuestas ambiguas u oportunistas y
alertar del puesto que Españadesea ocupar en la estrategia del europeísmo si
queremos escalar las posiciones que a todos nos convienen y formar parte activa
de un club privilegiado: 500 millones de habitantes –el 7% del planeta-, la
primera potencia económica y comercial del mundo que genera el 20% de su
PIB y el 50% de su gasto social. A pesar de la crisis, triplica la producción final
de China y encabeza la lista de regiones en respeto a las libertades y a los
derechos humanos, en la ayuda a los países más vulnerables y en criterios de
desarrollo sostenible. Su signo monetario, el euro, es la segunda moneda del
mundo en número de transacciones y en 2012 alrededor del 25% de las reservas
mundiales de divisas estaban cifradas en euros.Más allá de la coyuntura actual,
Europasigue manteniendo, como referencia para casi todo el planeta, un
envidiable estado del bienestar.En un escenario global que cada vez se dibuja
más exigente y competitivo no cabe el aislamiento y la pasividad.Pertenecer y
contribuir a Europa resulta, en consecuencia, imperativo.
La historia de la España comunitaria ha sido una historia de europeísmo
declarado. Desde la transición política hasta la firma de adhesión a la
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2. Comunidad económica europea en junio de 1985, España superó todo tipo de
trabas abriéndose incondicionalmente a cuantos requisitos le eran exigidos en
relación a los comunes valores europeos. Su indomable voluntad de figurar en el
pelotón de salida de la aventura del euro fue suficiente para superar la reticencia
de los lobbies centroeuropeos –predominantemente financieros- que no
deseaban verse flanqueados por los socios mediterráneos. Los escasos años de
andadura de la moneda única le han consagrado como un socio comprometido y
leal.Sin embargo, otros mostraron desde antes incluso de la crisis económica
una actitud menos complaciente con la Unión. Recuérdese que en 2005, Irlanda,
Francia y Países Bajos, rechazaron en un referéndum popular una propuesta de
Tratado constitucional europeo. Por no citar la peculiar idiosincrasia del Reino
Unido cuando David Cameron saboteó en diciembre de 2011la reforma del
Tratado en materia de pacto fiscal. O la actitud beligerante hacia Bruselas
mostrada en países de reciente incorporación como la República Checa o
Hungría. En lo álgido de la crisis europea circularon incluso rumores -nunca
desmentidos- acerca de un país miembro que había instruido a sus embajadas
sobre cómo asistir a sus nacionales en el caso de un colapso del euro.
La historia de la España comunitaria también ha sido una historia de éxito. La
década que culmina en 2008 supone para España una trayectoria de
crecimiento medio del 3,5% Nos hemos acostumbrado, sin valorarlo
suficientemente, a la ausencia de fronteras, pero también a la ausencia de
inflación y de riesgo de cambio y a unos tipos de interés desconocidos por bajos.
Solamente recordar que entre 1961 y 1991 la inflación media en España superó
el 10% anual. En 2014 solamente una región española disfrutará de los fondos
de cohesión europeos: una estupenda mala noticia. Aun así seguirá siendo el
tercer receptor neto de fondos estructurales hasta 2020 dentro del quinto
presupuesto plurianual.
Porque no cabe ocultar que España ha recibido ingentes muestras de
solidaridad por parte de Bruselas. Desde la entrada en vigor del tratado de
adhesión en 1986 hasta el 2011 España se ha beneficiado de ayudas que superan
los 135.000 millones de euros en forma de fondos estructurales y fondos de
cohesión a los que hay que sumar una importante lista de subvenciones
sectoriales, contribuyendo en más de un 0,6% al crecimiento medio anual del
PIB durante el referido periodo, y al correspondiente sostenimiento de cientos
de miles de empleos. Estos fondos han favorecido la convergencia de la
economía española con sus socios más prósperos pasando de una renta per
cápita 1986 equivalente al 75% de la Comunidad europea al 89% de la Unión
europea en 1990 y al 102,9 en 2007, aunque la crisis haya supuesto un retroceso.
Como se ha dicho, el quinto presupuesto plurianual de la Unión reduce sus
aportaciones a España, al no calificarse ya en los programas de cohesioón, pero
seguirá contando con una recepción neta de 25.000 millones de euros hasta el
2020.
Aparte de la liquidez ilimitada en las subastas ordinarias, en diciembre de 2011
y enero de 2012, la pertenencia al euro permitió a los bancos españoles disponer
de 400.000 millones de euros de otra Institución europea, el Banco Central
Europeo, a 3 años al 1% evitando que nuestro sistema financiero saltara por los
aires. La misma instituciónatajaría meses después el episodio más severo de
nuestra refinanciación de deuda soberana –la prima de riesgo alcanzó los 649
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3. puntos básicos- amenazando a los mercados con una intervención incondicional
que posteriormente se concretaría en el llamado programa ‘OMT’ de compra de
bonos en los mercados secundarios. El último gesto de Bruselas ha consistido en
una línea de crédito para rescatar al sistema financiero a 15 años y a un tipo del
0,5 por ciento. No está mal.
Todo ello no nos impide diagnosticar determinados fallos en la construcción
europea que han contribuido en alguna manera a la feroz crisis que ha azotado a
los países periféricos y en particular a España. Pero a Dios lo que es de Dios y al
César lo del César. La crisis no ha hecho sino revelar una situación insostenible.
Debemos colaborar decididamente con las Instituciones europeas y los países
miembros de la Unión para superar sobre todo la fragmentación financiera que
penaliza severamente a nuestras empresas. Para ello es vital la coronación del
proyecto en curso de una unión bancaria, como antesala de un única autoridad
fiscal.A ello debe agregarse los pilares de un renovado proyecto político
europeo: el fomento de una cultura y valores comunes europeos y el refuerzo de
la representatividad y legitimidad democráticas: una Europa de los ciudadanos
que la vivan como cosa propia y que se sientan representados en sus
Instituciones.
Pero entretanto España tiene que encarar sus propias responsabilidades en
términos de consolidación fiscal y reformas estructurales. No podemos edificar
el futuro acumulando más deuda sobre las espaldas de generaciones venideras y
el ajuste en la oferta de hoy es la capacidad de producir del mañana. Esta justa
condicionalidad impuesta por la vigente generosidad europea, solo puede
beneficiarnos a nosotros mismos en el medio plazo, recuperando la
competitividad perdida y ofreciendo-como ya empieza a ser el caso- un entorno
favorable para acoger inversiones que generen crecimiento y empleo. Europa es
el objetivo, pero los medios están en nuestras manos.
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