Larry Summers desafía al establishment académico anunciando que vamos a vivir una época de crecimiento muy bajo, de naturaleza estructural, sumidos en una trampa de liquidez.
1. ¿TIEMPO DE DESOLACION?
Manfred Nolte
La economía mundial, y en consecuencia la de las grandes regiones del planeta,
esto es la emergente dinámica asiática, la norteamericana o la europea viven en
mayor o menor medida dominados por una corriente de opinión pesimista. Las
nubes de una probable recesión se divisan cada vez con mayor cercanía y las
razones son tan evidentes que es difícil alinearse en las filas de la resistencia a un
talante negativo generalizado. La guerra comercial entre las dos superpotencias,
los conflictos geopolíticos, el reduccionismo de la multilateralidad y la involución
hacia los neonacionalismos, los populismos, la posible explosión de la bomba de
un Brexit duro y la propia dinámica del ciclo económico que alterna fases de
bonanza con otras de crisis y depresión alertan a la opinión pública y privada. La
actitud de cautela y prevención no es en si mismo perversa sino todo lo contrario.
Las grandes crisis de 1929 o de 2008 estuvieron precedidas de una extravagancia
y un optimismo desmesurados, los mismo que llevaron al Titanic a las
profundidades del océano. La pregunta en esta ocasión es de otra naturaleza. ¿La
evidente desaceleración que se observa en la economía planetaria y de sus
regiones conducen a una nueva e irremediable crisis? ¿U obedece esta
ralentización a otras razones que es necesario asumir y que sitúan el problema
del decrecimiento en otra órbita conceptual?
Los datos de coyuntura no son halagüeños. El más representativo de los índices,
el llamado PMI manufacturero habla de recesión en la práctica totalidad del
mundo. El PMI manufacturero global elaborado por JP Morgan se sitúa en
2. setiembre en 49,7, pero lleva ya medio año por debajo del registro de 50, línea
que separa la fase expansiva de la contractiva del ciclo económico. En Estados
Unidos marca un 47,8, el valor más bajo en los últimos 10 años. Registros
parecidos son aplicables a China y a la Unión Europea. El termómetro central de
cualquier coyuntura, el PIB mundial, cotizará por debajo del 3% anual en 2019
en una tónica de descensos en los últimos 24 meses. En Japón y en la Unión
Europea está en crecimientos cercanos a cero. En España es posible que 2019
cierre con un aumento del 2% o inferior, muy por debajo de los años de la
recuperación incapaz de crear empleo adicional. La inflación simplemente ha
desaparecido de occidente y los bancos centrales anestesian la anémica actividad
de la economía real con océanos de liquidez y tipos de interés negativos.
¿Es este panorama artificialmente simplificado el rostro de la nueva crisis que
amenaza con destruir lo edificado en esta última década de reconstrucción o es el
anticipo de una nueva era y de unas nuevas resultantes del sistema económico?
¿Acaso vivimos ya las presentes generaciones en un ‘estancamiento secular’?
La tesis del estancamiento secular proviene de Alvin Hansen en la estela de la
gran depresión americana de 1930 y discurre veladamente entre las páginas de la
‘Teoría General’ de J.M.Keynes. Su contenido resurge con la publicación por
parte del Club de Roma en 1972 de la obra titulada ‘Los limites del Crecimiento’
pero cobra su mayor notoriedad a partir de 2013 de la mano de Larry Summers,
secretario del Tesoro americano con Bill Clinton quien a su vez preconizó un
colapso en los tipos ‘naturales’ de interés a corto plazo.
Allan Sweezy ha descrito certeramente el nuevo escenario: “mientras que la teoría
del ciclo económico trata la depresión como un fenómeno temporal, aunque
recurrente, la teoría del estancamiento secular pone de manifiesto la posibilidad
de que la depresión se convierta en la condición normal de la economía".
Presumiblemente, un modelo de tipos de interés nulos o negativos aborta la
capacidad de los bancos centrales para estimular la economía, condenándola a
una demanda lánguida, a un alejamiento de la producción potencial óptima y en
última instancia a un paro doloroso. El estancamiento secular obedece a un
conjunto de ingredientes inestables de origen demográfico, educacional, de
paradoja digital, de ausencia de inflación, de déficit del consumo promovido por
la desigualdad y de disgregación social. La economía estaría dominada por una
‘trampa de liquidez’ en la que la política monetaria arrastra al tipo ‘natural’ de
interés – el tipo que iguala el ahorro y la inversión planeadas - a un irreversible
nivel negativo.
Si esto es así, la recesión pudiera ser solamente una amenaza, pero el ritmo de la
actividad económica y del empleo resultarán famélicos y por lo tanto
‘secularmente’ insatisfactorios. Entretanto la demanda global no se estimula, se
produce un déficit de inversión, no hay rendimiento para los activos, los
ahorradores son expoliados y la economía favorece la creación de burbujas. Pero,
si hay regulación suficiente, la crisis tal vez se aplace. El riesgo está en la deflación
que es otra forma de chantaje sistémico.
Larry Summers advierte: “ El estancamiento secular, un período prolongado en
el que un crecimiento satisfactorio solo puede lograrse mediante condiciones