En el congelador de una nevera vivía con su familia una paleta llamada Paulina. A ella le costaba escuchar y llegar a acuerdos. No admitía que nadie la cuestionara y, tampoco ofrecía disculpas cuando cometía errores.
Su testarudez estaba acompañada por un fuerte carácter y pensamientos rígidos.
En el momento en que alguien se acercaba para expresarle otra manera de ver las cosas, se mostraba muy susceptibles e incluso irritada.
Aunque reconocía sus limitaciones no le gustaba que nadie se las recordara, la hiciera sentir vulnerable y señalada.
Ella iniciaba una discusión incluso antes de que su interlocutor pronunciara alguna palabra.
La comunicación con Paulina se tornaba complicada, ya que siempre manifestaba tener la razón.
En el momento en que discutía con alguien que no estaba de acuerdo con su posición, solicitaba razones de peso que la convencieran, aunque se trataba de una tarea casi imposible porque Paulina no estaba dispuesta a cambiar de opinión.
Tras esa coraza de paleta fría e implacable se escondía alguien inseguro, que no sabía manejar sus miedos de otra forma que no fuera colocando barreras entre ella y los demás.
Prefería pasar por altanera que mostrarse vulnerable, porque esos eran síntomas de debilidad.
Cierto día tomó la determinación de salir al mundo para conquistarlo, sin tener las precauciones necesarias, a pesar de los consejos de sus padres y amigos.
Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento.
1. Así como en el desarrollo de políticas dirigidas a la
formación académica, las Universidades tienen el
compromiso de centrar su atención en los estudiantes
como los ejes transformadores de la sociedad, de igual
manera por ser éstos los protagonistas principales tienen
la responsabilidad y el reto de aportar herramientas que
les permitan interactuar armónicamente con las
instituciones educativas.
Es por ello que desde las aulas de clase se debe gestar la
investigación dirigida hacia la construcción de valores
fundamentales que tengan como resultado la formación
de profesionales íntegros. Por tal razón este Código de
Ética va dirigido a los estudiantes de educación superior,
su finalidad es contribuir a la orientación de los
comportamientos individuales y colectivos, enfatizar en
los derechos, el cumplimiento de los deberes
procurando entregar un contenido crítico que permita
adoptar posiciones que impulsen la toma de decisiones
que beneficien al grueso de la población estudiantil.
David Francisco Camargo Hernández. Nacionalidad Colombiano.
Escritor, humanista y economista con especialización, maestría y
doctorado. Artista plástico. Inventor. Guionista. Becario de
universidades europeas. Director Fundación Sueños de Escritor y
ediciones Dafra. Premios literarios y académicos en los años 2001-
2005-2008-2010-2016-2017 en eventos internacionales. Profesor de
posgrado. Investigador CVLAC Colciencias. Conferencista
internacional basando los temas en sus propios libros. Propende
por una economía «más humana, más igualitaria, capaz de
contribuir a mejorar la calidad de vida de la comunidad». En 2010
algunas de sus publicaciones fueron traducidas a varios idiomas.
Una de las más destacadas se titula: “cómo regionalizar el país”. Y
por «su sobresaliente trayectoria literaria y pensamiento
comprometido con los problemas de la cotidianidad».
En el congelador de una nevera vivía con su familia una paleta llamada
Paulina. A ella le costaba escuchar y llegar a acuerdos. No admitía que nadie la
cuestionara y, tampoco ofrecía disculpas cuando cometía errores.
Su testarudez estaba acompañada por un fuerte carácter y pensamientos
rígidos.
En el momento en que alguien se acercaba para expresarle otra manera de
ver las cosas, se mostraba muy susceptibles e incluso irritada.
Aunque reconocía sus limitaciones no le gustaba que nadie se las recordara, la
hiciera sentir vulnerable y señalada.
Ella iniciaba una discusión incluso antes de que su interlocutor pronunciara
alguna palabra.
La comunicación con Paulina se tornaba complicada, ya que siempre
manifestaba tener la razón.
En el momento en que discutía con alguien que no estaba de acuerdo con su
posición, solicitaba razones de peso que la convencieran, aunque se trataba
de una tarea casi imposible porque Paulina no estaba dispuesta a cambiar de
opinión.
Tras esa coraza de paleta fría e implacable se escondía alguien inseguro, que
no sabía manejar sus miedos de otra forma que no fuera colocando barreras
entre ella y los demás.
Prefería pasar por altanera que mostrarse vulnerable, porque esos eran
síntomas de debilidad.
Cierto día tomó la determinación de salir al mundo para conquistarlo, sin
tener las precauciones necesarias, a pesar de los consejos de sus padres y
amigos.
Así comienza este cuento que no es cuento y por eso lo cuento.