Sesión de aprendizaje Planifica Textos argumentativo.docx
Presentación pintura barroca española (1)
1. Martirio de San
Felipe. 1639.
Barroco español. Pintura
Óleo sobre lienzo.
234 X 234 cm.
Museo del Prado. Madrid.
José de Ribera, 1591
Xátiva (valencia) 1652
Nápoles (Italia )
Posiblemente pintado para
el rey Felipe IV.
El tema.-
La preparación del martirio
de San Felipe, que
predicaba en la ciudad de
Hiérápolis (Asia Menor). El
santo , joven e imberbe,
fue crucificado amarrado a
la cruz con cuerdas no
clavado con clavos.
Características.-
La acción se desarrolla
al aire libre sobre un
fondo de luminosos
celajes. Las figuras se
despliegan de forma
violenta golpeadas por
una luz cegadora.
2. En la composición predominan amplias diagonales y violentos escorzos.
Plenamente barrocos son ya la sensación de esfuerzo físico de los sayones que elevan el travesaño de la cruz, el
cuerpo en abandono del santo con la expresión de absoluta entrega y las bellísimas figuras secundarias de los que,
a la derecha, observan con curiosidad el martirio o las indiferentes de la izquierda.
El lienzo presenta el martirio como un impresionante drama religioso y humano. San Felipe, explayados sus largos
miembros, se vuelve hacia el cielo impetrando en su angustia la ayuda divina. Pero no hay rompimiento de gloria ni
coro de ángeles; para Ribera el martirio es un espectáculo esencialmente terrenal.
San Felipe es un hombre de mediana edad y fuerte complexión. Sus facciones ordinarias, su rostro curtido por el
sol, el pelo y el bigote cortos, denotan que el santo, como el modelo que empleó Ribera, es de extracción humilde,
como el resto de las figuras, modelos tomados de la calle, sin idealización, influido por el naturalismo de
Caravaggio.
El suelo del patíbulo dispuesto a la altura de los ojos del espectador, haciéndonos partícipes del suceso, es la
teatralidad del barroco.
José de Ribera, conocido en Italia como el “Spagnoletto” ya que desarrolló en Nápoles su actividad como pintor,
evolucionará de un naturalismo tenebrista al estilo de Caravaggio , el apostolado del museo del Prado ,a una pintura
cada vez más luminosa y colorista, “La Inmaculada Concepción “ del convento de las Agustinas Recoletas de
Monterrey en Salamanca.
3.
4. El sueño de Jacob, 1639.
Barroco español, pintura
Óleo sobre lienzo, Alto: 179 cm.; Ancho: 233 cm. Museo del Prado, Madrid.
José de Ribera, 1591 Xátiva (valencia) 1652 Nápoles (Italia ).
El tema.-
Relata el sueño o visión celeste del patriarca Jacob, cuando dormido y recostado en su brazo izquierdo, vio en sueños una
escala celestial por la que subían y bajaban ángeles , en lo más alto de la escalera estaba Dios.
Características.-
En el mundo barroco son frecuentes las representaciones en que la escala se convierte en el elemento protagonista de
la composición. Sin embargo Ribera se centra en el aspecto humano y naturalista del cuerpo de Jacob, sumido en un
profundo sueño, derribado sobre una roca y la escala apenas sugerida dentro de un bellísimo trazo luminoso fundido
en el celaje dorado en el que unas delicadas figuras de ángeles, casi sin materia, resueltos con unos ligeros trazos de
pincel casi del mismo color que el fondo.
La mayor originalidad del pintor consiste precisamente en ese convertir la visión en algo apenas sugerido, frente a la
rotunda materialidad de la figura tendida, cuya poderosa masa se subraya aún más con el rotundo tronco del árbol casi
tendido también, en ángulo con el cuerpo de Jacob.
El cielo llena más de la mitad de la composición de gran belleza por su luminosidad y trasparencia en contraste con la
rotundidad, monumentalidad y solidez de l figura de Jacob..
El tema tuvo, a lo largo de los siglos, diferentes
interpretaciones simbólicas o metafóricas, como la de
san Juan Clímaco, para quien el episodio alude a la
«escala de la virtud» que conduce a Dios a través de la
constante y continua elevación del espíritu.
Ribera comienza a alejarse del tenebrismo y aunque la
figura de Jacob es una figura naturalista, cargada de
humanidad, sin idealización, el fondo ha dejado de ser
oscuro y se transforma en luminoso y colorista.
5. El Patizambo o el niño cojo. 1642.
Barroco español, pintura
Óleo sobre lienzo, Alto: 164 cm.; Ancho: 93 cm. Museo del Louvre,
París.
José de Ribera, 1591 Xátiva (valencia) 1652 Nápoles (Italia ).
El tema.-
En medio de un paisaje natural aparece la figura de un niño o
joven mendigo; observándolo detenidamente vemos como tiene el
pie varo, una enfermedad que le impedía apoyar el talón al
caminar. En su mano porta la muleta que le sirve de apoyo y una
nota o escrito indispensable en la ciudad de Nápoles para que los
mendigos pudieran pedir limosna, en ella se puede leer en latín:
“Denme una limosna, por amor de Dios”. El joven aparece
sonriendo y mirando fijamente al espectador. Sus ropas son sucias
y harapientas y denotan su humilde condición social.
Características.-
El pequeño mendigo ocupa por entero la superficie de la tela,
con un amplio cielo azul de fondo y el horizonte bajo. La
monumental figura vista de abajo arriba, subraya la
deformidad de los pies, representados con minuciosa
objetividad descriptiva.
Pero la imagen no es grotesca, ni responde al interés por lo
insólito y por lo deforme, sino que al “golfillo” se le asigna un
valor emblemático que va más allá de la mísera realidad
cotidiana para convertirse en vehículo de trasmisión de un
mensaje cristiano. A pesar de la deformidad se comunica una
sensación de serenidad y de alegría, subrayada por el vasto
cielo y la amplitud del paisaje.
6. Ribera expresa la solidaridad con el mundo de los desheredados y harapientos al que restituye dignidad y carácter.
Los elementos simbólicos contenidos en la representación , se han hecho derivar del cartelito que sujeta el
muchacho con la mano izquierda, “dame una limosna por amor de Dios”. La teoría reformista de la salvación del
alma por medio de las buenas obras, en oposición al pensamiento protestante de la salvación sólo por la fe.
El tullido encarna el tema de la misericordia: la pobreza entre los desheredados y la caridad como máxima virtud. La
invitación que se hace a los ricos consiste en socorrer a los pobres, el sombrero que lleva en la mano sería una
donación recibida por el muchacho.
La sonrisa abierta que el muchacho nos regala como la forma más eficaz de superar los males de la existencia y de
alcanzar su salvación.
Los modelos tomados de gentes de la
calle y de sectores humildes incluso
marginales.
7. Bodegón con cacharros, 1650. Óleo sobre lienzo. Alto: 46 cm.; Ancho: 84 cm. Museo de El Prado, Madrid.
Pintura barroca española. Naturalismo tenebrista. Bodegón.
Francisco de Zurbarán. 1598, Fuente de Cantos, Badajoz – 1664, Madrid.
El tema.-
Las vasijas escogidas por Zurbarán eran relativamente vulgares en la época, todas ellas de uso cotidiano para contener
agua. Vemos dos alcarrazas blancas, la rechoncha de la derecha llena de agua hasta el borde; una botella de barro rojo
sudamericana (o portuguesa), un bernegal de plata sobredorada y dos platos de peltre pulido.
8. Características.-
Zurbarán pintó sus bodegones siguiendo las mismas fórmulas tenebristas que regían su pintura de figuras, y buscando
efectos pictóricos semejantes para realzar la plasticidad ilusionista de los motivos. En todos ellos los objetos, de color
pálido, destacan en relieve sobre el fondo oscuro, iluminados desde la izquierda por un foco de luz intensa y modelados
con la atención al volumen escultórico que caracteriza al artista.
En este Bodegón los objetos, de tamaño natural, están representados cerca del plano pictórico y desde un punto de
vista bajo, lo que les presta una monumentalidad que no suelen tener las cosas vistas sobre un tablero de mesa.
Zurbarán los ha alineado en una fila sutilmente equilibrada, invitando al espectador a meditar sobre la belleza de cada
uno, como si la razón de su presencia fuera la contemplación visual más que la utilidad.
Hay aquí un par de vasijas flanqueadas por otras dos sobre platos brillantes, objetos autónomos dispuestos sobre el
plano frontal del cuadro como en un sencillo friso que facilita la concentración en sus propiedades formales y en la
variedad de tipos, formas, tamaños y materiales. Estos objetos vulgares parecen haber sido sacados de su contexto
mundano y cotidiano para servir de pretexto a las preocupaciones estéticas del pintor.
Todas las vasijas tienen dos asas, y las asas apuntan en diferentes direcciones, no solo en pos de la variedad, sino para
que el espectador pueda imaginar su giro en el espacio. Las vasijas de la pintura son de tamaño natural, y sin duda una
parte importante del atractivo de la obra estriba en la impresión de tenerlas al alcance de la mano
Entre los protagonistas fundamentales de la obra aparece la luz, que hace emerger esos objetos de las tinieblas y realza
los colores y los volúmenes, pero tal vez el más importante sea el efecto de silencio, que resulta casi palpable; también
lo son la maestría del autor que logra un cuadro intemporal .
El espectador tiene ante sí uno de los bodegones que con más frecuencia ha sido considerado prototípico del Siglo de
Oro español y una obra frecuentemente utilizada por los historiadores del arte para ponderar la sabiduría compositiva
de Zurbarán, su gusto por lo esencial y su tendencia, en ocasiones, al rigor geométrico.
La fuerza expresiva de su pincelada, añadida a su obediencia a la hora de satisfacer los deseos de sus comitentes, lo
convierten en el mejor intérprete de la Reforma católica del siglo de oro español. Recibe encargos de todas las órdenes
religiosas presentes en Andalucía y Extremadura, trabajando también para el mundo americano. Es por tanto su temática
casi exclusivamente religiosa, siendo Zurbarán es, por supuesto, el gran pintor de la vida monástica que él expresa con un
realismo candoroso, y una extrema sencillez.
Zurbarán fue contemporáneo de Alonso Cano y Diego Velázquez.
10. La Sagrada Familia del pajarito. Hacia 1650.
Pintura Barroca Española. Escuela sevillana. Naturalismo. Tema religioso.
Bartolomé Esteban Murillo Sevilla, 1617 - 1682
Óleo sobre lienzo, Alto: 144 cm.; Ancho: 188 cm. Museo del Prado Madrid.
Tema.-
Un interior doméstico, humilde y popular el de esta Sagrada Familia, otorgando Murillo al Niño Jesús el centro de
atención de la escena, describiéndole con bellos y delicados rasgos, en la actitud de estar jugando con un perrito que
permanece atento al pájaro, seguramente regalado por su padre, que sostiene en alto en una de sus manos. San José
ha dejado momentáneamente las tareas de su oficio de carpintero para atender el juego del Niño, bajo la atenta y
complaciente mirada de la Madre.
Características.-
Murillo no tardó en identificar el tipo de pinturas con las que se sentía más a gusto, pues le daban ocasión para
demostrar sus habilidades narrativas, eran magníficamente acogidas por gran parte de la clientela local sevillana y,
según sus biógrafos, se adaptaban plenamente a su carácter: se trata de escenas religiosas de carácter tierno,
interpretadas por personajes en los que se mezcla, de forma muy característica, la idealización con las referencias
realistas, y en las que lo devoto o lo sobrenatural se inscribe en un contexto de encantadora cotidianeidad.
En esta obra de tema aparentemente intrascendente confluyen algunas de las devociones más extendidas de la
época, y que mejor sirven para identificar ciertas facetas de la religiosidad barroca. En primer lugar, la del Niño
Jesús, que se expresó no sólo mediante pinturas, sino a través de una gran cantidad de esculturas de cuerpo entero,
destinadas a ser vestidas y de las que todavía quedan cientos de ejemplares en los conventos femeninos. También
la de San José, que ocupa en este cuadro un lugar principal desde el punto de vista compositivo y narrativo, y cuyo
culto fue especialmente promovido desde finales del siglo XVI. En él se encarnaban valores como la generosidad, la
discreción y la abnegación. Todo el cuadro, además, constituye un canto al trabajo y a la vida familiar y, en ese
sentido, también enlaza con importantes corrientes de la religiosidad contemporánea.
La pintura, contiene características que invitan a incluirla entre la producción temprana de su autor, pudiéndose
situar su ejecución en torno a 1650 , como son el fuerte modelado de las formas, el uso de una luz selectiva como
en el tenebrismo y la utilización de una gama cromática que en su mayor parte se mueve en el entorno de los
pardos, el dibujo, elegante pero un tanto firme, la técnica de la pincelada todavía algo prieta. Pero los tipos
responden a unas figuras idealizadas y bellas.
11. Inmaculada del Escorial. 1660-1665
Pintura Barroca Española. Escuela sevillana. Tema
religioso.
Bartolomé Esteban Murillo. Sevilla, 1617 - 1682
Óleo sobre lienzo. Alto: 206 cm.; Ancho: 144 cm. Museo
del Prado, Madrid.
El tema.-
Es una de las Inmaculadas de Murillo con aspecto más
juvenil, lo que concuerda con la tradición sevillana
encarnada por Zurbarán, y con las recomendaciones sobre
la representación de este tema expresadas por Francisco
Pacheco en su Arte de la pintura (1649).
Características.-
En ella se resume perfectamente la iconografía que
Murillo realiza sobre este tema: imágenes de una
sensual delicadeza, de formas vaporosas y colores
pastosos de gran brillantez, con dominio de los cálidos
y una composición equilibrada que combina la
disposición triangulada de la virgen que la asienta en
una cierta estabilidad, con un movimiento helicoidal
de la túnica, que a su vez subraya el movimiento
ascensional. Todo ello enriquecido con detalles de
gran delicadeza como los propios dedos finísimos de la
Virgen, la melena suelta, la expresión encandilada o el
coro de ángeles niños.
La iconografía se completa en este caso con
querubines que portan los atributos marianos: las
azucenas como símbolo de pureza, las rosas de amor,
la rama de olivo como símbolo de paz y la palma
representando el martirio.
12. La devoción a la Inmaculada Concepción fue un tema polémico durante el siglo XVII, aunque defensores y
detractores del dogma de la Inmaculada, proclamado como tal en el siglo XIX, se remontaban al siglo XIII. Órdenes
religiosas como los franciscanos y los jesuitas, fueron defensores de la Inmaculada Concepción, mientras que los
dominicos rechazaron la posibilidad de que la Virgen hubiera sido concebida sin pecado. Pese a esta polémica, en
España el culto a la Inmaculada alcanzó un gran desarrollo y artistas como Murillo, Zurbarán o Rubens, cultivaron el
tema en sus pinturas.
Sobre cómo representar en imagen algo tan difícil de concretar como la Inmaculada Concepción, fue en los años
finales del siglo XVI cuando comenzaron a aparecer la figura de la Virgen completamente bella rodeada de sus
símbolos , sol, luna, estrellas… , pero la figura de María con la luna a sus pies provendría de un texto del Apocalipsis
de san Juan “Apareció en el cielo una señal grande, una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies y
sobre la cabeza una corona de doce estrellas”
Francisco Pacheco, pintor, suegro de Velázquez, en el “Arte de la Pintura” indicó que la Inmaculada debía pintarse
con una edad de doce o trece años, vestida con una túnica blanca y un manto azul, debía también llevar corona con
doce estrellas formando un nimbo en torno a su cabeza y toda su figura debía estar rodeada con un aura de luz. A
sus pies la luna en cuarto creciente colocada hacia abajo.
Aunque Zurbarán, Roelas, Ribera o Rubens, pintaron Inmaculadas que se convirtieron en modelos de obras
posteriores, Murillo fue el pintor que mejor representó el tema, en las que el movimiento y el dinamismo
sustituyeron la serenidad y el estatismo de pintores como Zurbarán o Pacheco.
Murillo creó unas formas femeninas llenas de vida y movimiento, con una belleza que no sólo se centraba en el
rostro o en los atributos, sino en cuerpos movidos por una fuerza interior a los que se podían plegar los ropajes
recordándonos que estamos ante una mujer.
Redujo notablemente los atributos de aquella mujer que vio san Juan, sólo conservó la luna en cuarto creciente, el
vestido blanco y el manto azul y, sobre todo, la luz dorada que nos recordaba que estaba vestida por el sol
13. Rostro adolescente, casi una niña, de grandes ojos dirigidos hacia arriba. Belleza idealizada
Debe su nombre a que aparece citada por primera vez en las Colecciones Reales en El Escorial en 1788.
14. El sentido ascensional de la figura se
refuerza por las diagonales que forman a
sus pies los ángeles niño que llevan
algunos delos atributos simbólicos de la
Virgen, azucenas, rosas, hojas de palma,
rama de olivo …
15.
16. Los niños de la Concha. Hacia 1670 .
Pintura barroca española. Escuela sevillana. Tema religioso.
Bartolomé Esteban Murillo Sevilla, 1617 - 1682
Óleo sobre lienzo, Alto: 104 cm.; Ancho: 124 cm.. Museo del Prado Madrid.
El tema.-
El Niño Jesús da de beber con una concha a su primo San Juan, identificado por la cruz que lleva y en la filacteriaque
puede leerse Ecce Agnus Dei, y por el cordero. En el cielo, entre un rompimiento de gloria, unos ángeles también niños
presencian la escena.
Características.-
Las luces empleadas justifican la denominación de “vaporoso” con que fue definido el estilo de Murillo en sus
últimos años, pues los contornos parecen diluirse por efecto de una luz que pretende transmitir la impresión de
que no es una escena real sino una visión celestial que sucede delante de nosotros.
El escenario de esta obra no es excesivamente grande y los protagonistas pasan a primer plano ocupando casi todo
el lienzo. Persiste en este cuadro la ordenación decreciente del grupo de los personajes, pero Murillo la enriquece
ahora cruzándola con una diagonal, la formada por el cordero situado en el primer plano y el grupo de ángeles que,
muy esfumados y desplazados hacia la derecha, contemplan la escena.
Murillo juega con el encanto de los temas infantiles, en los que era maestro, pero también introduce un guiño que
cualquier espectador de su tiempo comprendería. En realidad, estamos ante una referencia disfrazada al que sería
el episodio más famoso interpretado conjuntamente por los dos primos: el Bautismo de Cristo a orillas del río
Jordán.
Este tipo de obras, en las que se llega a una perfecta fusión entre el sentimentalismo de su contenido y la suavidad
de su ejecución, fueron las que sirvieron para asentar la gran fama que alcanzó Murillo durante los siglos XVIII y XIX
como pintor devocional, pues se adaptaban a algunas de las formas que estaba adquiriendo el sentimiento religioso
más popular. El fervor católico se encuentra cada vez más atraído por los temas de la infancia de Cristo y de San
Juan Bautista.
17. Niños jugando a los dados. Entre 1670 – 1675.
Pintura barroca española. Escuela sevillana. Tema
costumbrista.
Bartolomé Esteban Murillo Sevilla, 1617 - 1682
Óleo sobre lienzo, Alto: 146 cm.; Ancho: 108 , 5 cm.
Alte Pinakothek, Munich.
El tema.-
Tres niños de la calle, sucios harapientos, mal
vestidos, dos de los chiquillos juegan a los dados
en posturas encontradas mientras que un tercero
come una fruta mientras que un perro le mira. Se
supone que se trata de vendedores de fruta o
aguadores debido a la presencia en primer plano
de una canasta con fruta y una vasija de cerámica,
jugando las escasas monedas conseguidas,
realizados todos los detalles con una impronta
claramente naturalista.
Características.-
Tal vez el Murillo más conocido por el público sea
el de las Inmaculadas, pero hay otro Murillo, el de
los niños de la calle, el de los pilluelos harapientos
y piojosos que se reparten un melón robado,
juegan a los dados o comparten almuerzo en
aquella Sevilla que se hundía en la miseria,
abrumada por los impuestos y la pujante rivalidad
de Cádiz, tras la peste del 49.
No debemos interpretar este cuadro como de
denuncia social, pues a pesar de la situación, los
niños comen y se divierten, incluso apuestan
monedas.
18. Murillo suaviza esta visión de la realidad con luces tamizadas por un cielo nuboso, pincelada más amplia y fluida, que
le permite un esfumado ensoñador, y gestos de una alegría vital que contrasta con los harapos que visten los niños.
Composición en diagonal, uniendo las cabezas de los tres pilluelos y un espléndido bodegón en primer plano.
“El niño espulgándose” o “Los niños comiendo melón y uvas”. Son otras obras de Murillo que encajan dentro de esta
temática.