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Los años formativos de la logopedia
La logopedia evolucionó notablemente durante el siglo XX, pudiendo constatar cuatro
periodos, como son:
1. Los años formativos (1900-1945).
2. El periodo del procesamiento (1945-1965).
3. La era lingüística (1965-1975).
4. La revolución pragmática.
A principios del siglo XX aparecieron trabajos muy interesantes sobre el lenguaje, de
autores como: F. de Saussure, que desarrolla unas teorías sobre el lenguaje y los caracte-
res del lenguaje infantil; A. Gram. Bell publicó unas Lecturas sobre el mecanismo del len-
guaje, en 19061
, y H. Delacroix hizo una valiosa aportación al tratamiento de los trastor-
nos del lenguaje (1930)2
.
Durante los años formativos se realizaron diversos estudios sobre las alteraciones del
lenguaje, como eran: disfonía; alteraciones del ritmo; tartamudez; alteraciones del len-
guaje oral: audiomudez, afasia; y alteraciones del lenguaje escrito: dislexia. En relación
con la disfonía, los primeros autores que estudiaron las disfunciones vocales emplearon
La intervención educativa en el tratamiento de los
trastornos del lenguaje en el siglo XX
Natividad Araque Hontangas
Universidad Complutense de Madrid
1. Bell, A. G. (1906). Lectures upon the mecanism of speech. New York: Ed. Funk.
2. Delacroix, H. (1930). La Langage et la pensée. París: PUF.
NATIVIDAD ARAQUE HONTANGAS
584
el término “fonastenia”, al referirse a la fatiga vocal causada por el exceso de trabajo. En
este aspecto, G. Lamarque, en 1926, afirmó que todos los trastornos funcionales no co-
rregidor y no reeducados llevaban finalmente a la fonastenia. Por otro lado, G. Parrel, en
1934, señalaba que la fatiga vocal era un síndrome de hipotonía muscular y de desequi-
librio funcional del aparato vocal, provocado por un mal uso del mismo.
La tartamudez pensaban que se debía a causas psicológicas como: ansiedad, fobias, his-
terias etc. E. W. Scripture pensaba que esta alteración comenzaba como una respuesta de
rechazo para convertirse en una neurosis. Trommer estableció cuatro niveles: las puramen-
te somáticas, las dinámicas, las moralizantes, y las que provenían de causas funcionales psi-
cógenas. En Barcelona, Rius Borrell publicó un tratado, en 1900, sobre la tartamudez.
En relación con la audiomudez se publicaron varios trabajos, como el de J. Gordon
sobre Progresos de la instrucción del sordomudo en los Estados Unidos, de 1901. M. A. Golds-
tein también escribió una obra titulada Problemas del sordo, en 1933. También surgieron
nuevos trabajos sobre la afasia, como los de Wernicke, en 1904, que estableció la exis-
tencia de una lesión en los tractos nerviosos que unían la circunvalación temporal iz-
quierda con la tercera frontal, de manera que no se podían conducir los estímulos, el pa-
ciente fallaba en tareas de repetición de palabras o frases.
La dislexia fue tratada por E. L. Thorndike, en 1927, identificando tres tipos de erro-
res: a) Identificación del significado correcto de una palabra; b) Asignación de impor-
tancia a una palabra o a una idea, y c) Errores al hacer conclusiones3
. Por otro lado, S.T.
Orton, en 1920, la describió como una dominancia lateral y expuso el riesgo de los zur-
dos, formulando una teoría unifactorial, al sugerir que la causa de los trastornos de lec-
tura venían a ser un retraso evolutivo que dificultaba la dominancia hemisférica, puesto
que se producía una disfunción en la percepción y en la memoria visual.
Por último, se consideraban trastornos permanentes a la sordera y al autismo. Raw-
lings y E. Scuri, entre 1937 y 1938, señalaron algunas características propias de los sor-
dos, como eran: a) La expresión oral del sordo se caracterizaba por su lentitud y laborio-
sidad; b) La expresión del sordo era jadeante porque derrochaba al hablar una excesiva
cantidad de aire; c) Su lenguaje se caracterizaba por una anormalidad rítmica; d) Su mo-
dulación era monótona, provocada por la posición de la glotis; e) La fraseología era me-
diocre; f) Era muy deficiente su inteligibilidad y articulación lingüística, y g) El ritmo y
la articulación consonántica influían en la inteligibilidad de la expresión oral en mayor
grado que las vocales. En España, M. Granell Forcadell publicó una breve historia sobre
el funcionamiento del Colegio Nacional de Sordomudos4
. También, F. Barberá dirigió
una publicación del Tratado Legal sobre los Mudos de 19165
. Además, el jurisconsulto Ál-
varo López Núñez publicó un libro sobre los derechos del mudo titulado El mundo si-
lencioso, en 1914, que se basaba en la obra de Pedro Ponce6
.
3. Thorndike, E. L. y Lorge, I. (1927). The teacher’s word book of 30.000 words. New York: Appleton.
4. Granell Forcadell, M. (1932). Historia de la enseñanza del Colegio Nacional de Sordomudos desde 1794 a
1932. Madrid: Colegios Nacional de Sordomudos.
5. Barberá, F. (1916). Tratado legal sobre los mudos. Valencia: Rev. Valenciana de Ciencias Médicas.
6. López Núñez, A. (1914). El mundo silencioso. Ensayo para la vulgarización de los problemas de la sordo-
mudez. Madrid.
INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN EL TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DEL LENGUAJE EN EL SIGLO XX
585
El primer autor que emplea el término autismo en la literatura psiquiátrica, fue E.
Bleuler, en 1906. Esta alteración fue estudiada por Leo Kanner, en 1943, el cual partió
del estudio de once casos, en los que reconocía la existencia de un aislamiento social des-
de el nacimiento, atribuyendo esta patología a una disfunción biológica. En este sentido,
R. Bender, en 1947, llega a definirlo como una esquizofrenia infantil, y B. Rank, en
1949, lo considera un desarrollo atípico de la personalidad o del “yo” del individuo.
En lo que respecta a la intervención educativa, resultan especialmente importantes las
aportaciones de psicólogos como el belga Ovide Decroly (1871-1932), que realizó un es-
tudio del niño anormal, considerando que se iniciaba a la actividad intelectual mediante
los juegos educativos7
. También, resulta especialmente interesante la labor pedagógica de
la italiana María Montessori (1870-1952), que fue la primera mujer graduada en Medi-
cina por la Universidad de Roma, la cual estudió a los niños con deficiencias de comu-
nicación. En este aspecto, durante mucho tiempo, utilizó los materiales educativos que
eran obra de Séguin. Se consideraba necesario conducir como de la mano, de la educa-
ción del sistema muscular a la del sistema nervioso y sensorial8
.
El periodo de procesamiento y el de la era lingüística
En el periodo de procesamiento y el de la era lingúística el tratamiento de los trastornos
del habla se perfeccionó. J. S. Bruner en su escrito Estudios sobre desarrollo cognitivo, se
interpreta que el lenguaje es todo un agente de desarrollo cognitivo. De manera, que a
más desarrollo del lenguaje, el individuo adquiría más capacidad de aprendizaje y más
vocabulario. Proponía la estimulación logopédica mediante la comprensión de textos
(lenguaje), la expresión oral (exámenes) y la redacción (pruebas escritas). Por otro lado,
Jakobson introduce un nuevo concepto “contraste fonológico (de rasgos)” demostrando
que el niño adquiere el sistema fonológico de su lengua. De ahí que, los errores tan co-
munes como la sustitución de fonemas en las dislalias, o la no discriminación de rasgos
fonológicos, enseñan al logopeda a entender la utilización de “poto” en lugar de moto, y
a utilizar medidas terapéuticas como los ejercicios de discriminación auditiva, por pares
de fonemas opuestos: sordo-sonoro, nasal-oral, etc.
Los métodos de intervención que se utilizaban en las disfonías, se pueden conocer a
través de la obra de E. Jacobson, que concreta un programa de terapia de voz. A. J. Ya-
tes, en 1973, y W. S. Agras, en 1975, defienden un tratamiento psicológico, cuyos obje-
tivos eran: la reducción de conductas ligadas a la ansiedad, eliminación de conductas pa-
tológicas y desarrollo de otras conductas adaptativas9
.
Surgieron nuevos medios técnicos para el tratamiento de la afasia, elaborando
pruebas para su análisis, como eran las baterías formales de tests, destacando: tests de
modalidades del lenguaje para la afasia, de Wepman y Jones (1961); test de Boston pa-
7. Décroly, O. (1928). El niño anormal. Madrid: Francisco Beltrán.
8. Montessori, M. (1913). El método de escritura espontánea: cómo lo descubrí. BILE, 37, 327-333.
9. Jacobson, E. (1964). The self and the object World. Nueva York: Int. University Press.
NATIVIDAD ARAQUE HONTANGAS
586
ra el examen de la afasia, de Goodman y Kaplan (1972); Multilingual Aphasia Exa-
mination, etc.
En lo relativo a la dislexia, resulta especialmente interesante la aportación de A. Ja-
doulle, que en su escrito sobre Aprendizaje de la lectura y dislexia, dedica el quinto capítu-
lo a la Pedagogía, conteniendo apartados relativos a la preparación para la lectura, críticas
al método global y aplicación del aprendizaje de la lectura por el método global. Además,
en este época comienzan a utilizarse los recursos informáticos, hasta el punto de que M.
L. Albert pensaba en la reeducación del lenguaje mediante el microordenador.
Respecto a la sordera, la publicación de L. Di Carlo, en 1959, resume el estado de la
investigación sobre sordera y sobre dureza de oído10
. También, podemos contar con las
aportaciones de A. Davis y R. Galambos, que proponían estudios sobre las adaptaciones
a realizar en ciertos períodos críticos de la vida del sordo. Se señalaban los progresos que
se habían obtenido a nivel de educación preescolar, porque había mejorado el uso de pró-
tesis auditivas con transistores, y había un mayor interés por la audiofonología11
. En 1963,
aparecen los trabajos de H. Lane, K. Mangan y S. Quigley. El primero, entre otras cosas
describía trabajos realizados sobre reacciones audiométricas, agudeza auditiva y fiabilidad
de los tests. El segundo resumía los estudios dedicados a la inteligencia, adaptación y edu-
cación de los sordos, entre 1918 y 1960. Por su parte, Quigley, entre otras cosas, revisó
los trabajos sobre la dureza del oído aparecidos entre 1931 y 1960. Otros autores, como
Sutherland y Beckett, en 1969, hablan sobre el uso de signos manuales para lograr la co-
municación de los sujetos que tenían sordera y deficiencia mental. Los ejercicios de co-
municación con chimpancés fueron llevados a cabo por D. Premack, y R. Deich y P.
Hodges escribieron sobre la transferencia de esta aplicación a los seres humanos12
.
La revolución pragmática
A partir de 1975 comenzó un cambio desde la definición del lenguaje, pasando de sus
aspectos formales de sintaxis y fonología, y en su contenido (semántica) a definirlo en
términos de uso. Esta evolución comenzó a fraguarse con la teoría de los actos del habla
que propuso el filósofo del lenguaje John Austín en 1962, y, posteriormente, John Sear-
le en 1969. La teoría puso de relieve el aspecto instrumental de la comunicación, que
Lois Bloom y Margaret Lahey denominaron “uso del lenguaje”13
.
Inicialmente, los trabajos sobre gramática intentaron identificar las funciones de los
primeros intentos comunicativos de los niños. Algunos investigadores, como Dore y Ha-
lliday, en 1974 y 1975 respectivamente, clasificaron los primeros gestos y expresiones co-
municativas en grupos funcionales tales como: comentarios, peticiones, saludos, etc. Es-
tas agrupaciones de actos comunicativos, llamados después intenciones o funciones
comunicativas, se usaron para el diseño de instrumentos de evaluación dirigidos a des-
cubrir si los niños con sospechas de dificultades en el aprendizaje del lenguaje tenían los
10. Di Carlo, L. (1959). The deaf and hard of hearing. Rev. Educ. Res. 5, 497-518.
11. Davis, A. (1966). The language of signs. New York: Englewood.
12. Premack, D. (1971). Language in chimpaces. Science, 172, 808-822.
13. Bloom, L. (1978). Language development and language disorders. New York: John Wiley & Sons.
mismos tipos de intenciones comunicativas que los niños normales y si no, cómo y en
qué medida diferían dichas intenciones. También se intentó descubrir las intenciones
subyacentes de las conductas no convencionales, tales como la ecolalia en los niños au-
tistas (Prizant y Duchan, 1981) o las conductas aberrantes no verbales en niños con dis-
capacidades comunicativas severas.
Los logopedas dispusieron de un medio para descubrir los problemas de sus clientes
con el uso del lenguaje, empezaron a desarrollar vías para remediarlos. Algunos progra-
mas proponían elicitación y modelado de intenciones específicas para enseñar a los ni-
ños intenciones, tales como la petición. Al añadir estas técnicas con la estimulación in-
directa desarrolladas al inicio de los años 70, surgieron las llamadas técnicas de sabotaje,
en las que los clínicos demoraban los objetivos que pretendía el niño e intentaban que
éste pidiera algo o protestara antes de darles aquello que querían.
La teoría de los actos del habla sirvió para establecer la pragmática como un área in-
dependiente de interés clínico, considerándola fuera de la lingüística estructural, pero
dentro de la comunicación. Se incluyeron otras áreas de la comunicación, que no enca-
jaban en el análisis lingüístico tradicional (conversación, tipos de discurso, interacción
social y participación en situaciones), las cuales modificaron la práctica clínica a través de
su inclusión en la evaluación y el tratamiento, comenzando a denominarse “revolución
pragmática” (Duchan, 1984).
Cuando los individuos eran capaces de manifestar en su habla sus habilidades recien-
temente adquiridas en contextos clínicos altamente controlados, se les pedía que usaran
estas habilidades en contextos conversacionales más libres, de tal manera que si daba re-
sultado se procedía a la fase final de la terapia, que consistía en aplicar los aprendizajes te-
rapéuticos al “habla conexa”. A finales de los años 70 y principios de los 80, la conversa-
ción abandonó su anterior bajo estatus de última etapa de la terapia y comenzó a
considerarse como un dominio importante de la comunicación con sus propios requisitos
de aprendizaje y de actuación. Los clínicos decían que para conseguir que sus clientes lle-
gasen a ser unos conversadores competentes necesitaban desarrollar una gran variedad de
destrezas conversacionales, como la participación activa en los intercambios conversacio-
nales, el desarrollo de las destrezas de respeto a los turnos de habla, de iniciación y man-
tenimiento de temas de conversación y reparación de los intercambios tras una ruptura
conversacional. Con la evaluación se trataba de identificar las deficiencias de los clientes
en estas áreas conversacionales y los programas de intervención se diseñaron para propor-
cionar una serie de destrezas necesarias para mejorar las áreas deficitarias identificadas.
La conversación fue el primer tipo de discurso que atrajo la atención de clínicos e in-
vestigadores, seguido de la narrativa, siendo Graybeal, 1979, uno de los pioneros en este
sentido. En lo relativo a la narrativa resulta interesante la aportación de Stein y Glenn
(1979) de que las narraciones que los niños creaban y comprendían se componían de ele-
mentos específicos, consistentemente ordenados. Las historias se juzgaban como anor-
males si no constaban de una situación, un evento iniciador que planteaba el problema y
un intento o acción por parte del protagonista por resolver dicho problema, una respuesta
subjetiva del protagonista y una consecuencia o resultado del intento de solución de di-
cho problema (Johnston, 1982). Se decía que estos elementos constituían la “gramática
de la historia” y se convirtieron en uno de los modelos para evaluar y enseñar narrativa.
INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN EL TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DEL LENGUAJE EN EL SIGLO XX
587
NATIVIDAD ARAQUE HONTANGAS
588
Las terapias diseñadas para ayudar a los niños en la construcción, comprensión y
recuento de las narraciones incluían una orientación del lenguaje total así como un
entrenamiento en “destrezas específicas de narrativa”. El enfoque del lenguaje total
trataba las narraciones como gestalts, y les proporcionaba a los niños experiencias pa-
ra comprenderlas y producirlas. La orientación de destrezas se dirigía a enseñar las
destrezas psicolingüísticas prerrequisitas necesarias para comprender y generar narra-
ciones.
Los trabajos realizados en los años 80 sobre la disfemia o tartamudez, están enca-
bezados por D. Crystal, el cual señala algunas características como: una cantidad
anormal de repetición de segmentos, sílabas, palabras o frases; obstrucción del flujo
del aire durante el habla con espasmos faciales y muecas, movimientos de la cabeza y,
en general, de todo el cuerpo, que perjudican la dicción, etc14
. En relación con los ele-
mentos que caracterizan el habla tartamuda, han tratado P. Fiedler y R. Standop15
.
Por otra parte, S. B. Resmick defiende que los niños tartamudos que son objeto de
una excesiva atención se hacen más críticos con sus propios errores. Incluso se llegó a
sugerir el tratamiento de esta deficiencia a través de la utilización de “estimulación
magnética cerebral”.
El mutismo selectivo presenta un cuadro de caracteres negativos, que suele aparecer
hacia los seis años. Para explicar su posible causa se han formulado distintas teoría que
hacen referencia, tanto a una superprotección materna, como a trastornos del lenguaje,
cierto retraso mental leve, períodos largos de hospitalización, etc.
El retraso simple del lenguaje, según J. Ajuriaguerra y A. Marcelli (1987), se carac-
teriza por la ausencia de perturbaciones del mismo en un niño sin retraso mental, ni sor-
dera grave, ni organización psicótica16
. Mientras que para D. Porot (1980) se trata de una
deficiencia que pasa desapercibida y que se detecta sólo al comienzo de la escolariza-
ción17
. Por otro lado, F. Estienne (1988), señala que este tipo de retrasos esta referido a
niños normales, que tienen un desfase en la elaboración del lenguaje en relación con la
cronología habitual en las adquisiciones. Otros autores, como P. Aimard, C. Launay, etc.,
hablan de trastornos de la organización o de la adquisición del lenguaje, es decir, tras-
tornos sin alteración fisiológica, sensorial ni neurológica18
. De tal manera que Estienne
describe como caracteres propios del retraso simple19
:
a) Los signos lingüísticos.
b) Los signos de acompañamiento.
c) El proceso evolutivo.
Resulta muy difícil establecer su diagnóstico antes de los seis años de edad, por lo
que esta autor considera necesario que la evaluación esté basada en tres tipos de exá-
menes:
14. Cristal, D. (1983). Patología del lenguaje. Madrid: Cátedra.
15. Fiedler, P. A. y Standop, R. (1984). La tartamudez. Barcelona: Herder.
16. Ajuriaguerra, J. (1980). Manual de Psiquiatría Infantil. Barcelona: Toray-Masson.
17. Porot, D. (1980). Los trastornos del lenguaje. Barcelona: Oikos-Tau.
18. Morgon, A., Aimard, P. y Daudet, N. (1984). Educación precoz del niño sordo. Barcelona: Masson.
19. Gutiérrez Zuloaga, I. (1987). Introducción a la Historia de la Logopedia (p. 168). Madrid: Ed. Narcea.
INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN EL TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DEL LENGUAJE EN EL SIGLO XX
589
a) Examen médico general.
b) Examen psicológico.
c) Examen logopédico.
La audiomudez, a partir de 1987, fue considerada como un trastorno que presentan
los niños de más de seis años, cuyo lenguaje es prácticamente inexistente, sin que se ob-
serve en ellos ni deficiencia intelectual profunda, ni déficit auditivo, ni organización psi-
cótica de la personalidad, según narra J. Ajuriaguerra (1987). Otros autores, como F. Es-
tienne (1988) lo califica como síndrome raro, en el que se conjugan las formas más
severas de alteraciones de la organización del lenguaje. Sin embargo, D. Porot (1980), es-
tima que cuando las primeras expresiones verbales comprensibles no aparecen sino des-
pués de los cinco años y se realizan muy lentamente, la evolución del lenguaje manifies-
ta un trastorno de la expresión verbal y de la percepción auditiva.
La disfasia es considerada como un trastorno funcional del lenguaje, pero carente
de sustrato lesional orgánico que pueda clínicamente detectarse, según Estienne
(1988). Sin embargo, Porot (1980) la conceptúa como un caso de elaboración tardía
e imperfecta del lenguaje, sin sustrato de lesión orgánica que pueda ser detectada clí-
nicamente.
Rapin y Allen realizaron las clasificaciones siguientes20
:
a) Agnosia verbal auditiva.
b) Dispraxia verbal.
c) Déficit fonológico-sintáctico.
d) Déficit léxico sintáctico.
e) Déficit semántico-pragmático.
En cuanto a las dificultades lecto-escritoras, algunos autores consideran que la lec-
tura es una conducta que mira hacia delante, por la cual reflexionamos, decidimos, etc.
Para Rusik (1983), leer es una estructura operativa cognitiva por la cual se adquieren
modos y estilos de conducta, que ayudan al ser humano a descifrar códigos visuales. Por
otro lado, J. Kennedy (1984) entendía que es una actividad relacionada con el pensa-
miento.
Según Baddeley (1983), las bases previas para realizar la actividad lectora eran: la co-
ordinación vasomotora, la atención, la codificación, la decodificación, la percepción y la
memoria. En lo que respecta a los procesos que intervienen en la lectura, algunos auto-
res destacan los procesos perceptivos, para los cuales, Vellutino (1982), se basa en el re-
conocimiento previo de las letras. Por último, Macneill, Anderson y Pearson (1984), es-
tablecen la importancia de la interacción entre el lector, el texto y el escritor, defendiendo
la teoría del “esquema”21
.
La dislexia fue definida por Vellutino (1987), como una desviación leve del lenguaje,
que limita su capacidad para codificar otros tipos de información22
. Según Pavlidis
20. Ibídem, p. 169.
21. Anderson, S. R. (1990). La fonología en el siglo XX. Madrid: Visor.
22. Vellutino, F. (1987). Dislexia: teory and research. Cambridge: The Mit Press.
NATIVIDAD ARAQUE HONTANGAS
590
(1990), es un síndrome caracterizado por un severo retraso de lectura, encontrando en el
movimiento de los ojos, un indicio relevante de la detección del disléxico.
La mayoría de los autores coinciden en la aplicación de unas normas metodológicas
de reeducación, para los disléxicos, tales como el reforzamiento inmediato de toda res-
puesta, aprendizaje pluridimensional, aprendizaje mnemotécnico, que pasa por cuatro
periodos:
a) Acercamiento al paciente.
b) Áreas y conceptos básicos.
c) Rehabilitación de la lectura.
d) Rehabilitación de la escritura.
En cuanto al autismo, en la década de los 80, se destaca el déficit social como carac-
terística fundamental del autismo por autores como Lord y Schopler (1982); y también
por O’Connor y Hermelin (1988), los cuales resaltan la incapacidad de los autistas para
entender los significados sociales. Por otro lado, Hobson (1989) se interesa por la causa
de la alteración y piensa que las deficiencias que padecen estos niños están relacionadas
con el desarrollo social y afectivo. Se ha discutido mucho sobre si los autistas tienen emo-
ciones o no. Según Hopkins (1981), hay varias diferencias entre ellos; Clark (1981) ex-
tiende esas diferencias de matices tanto a la responsabilidad social, como a los tonos de
voz o a la demanda interpersonal. Algunos autores encuentran en estos sujetos una rela-
ción de dependencia con sus cuidadores, como es el caso de M. Sigman (1984). Sin em-
bargo, C. Cohen (1988) manifiesta que el autista, durante toda su vida, tiene una im-
portante incapacidad para participar en la interacción personal recíproca.
La faceta clínica y pedagógica para atender el desarrollo del primer lenguaje fue tra-
tada por el inglés J. Harris, en su libro sobre este proceso y sobre las implicaciones tan-
to educativas como clínicas que estarían asociadas23
. El estudio realizado por Cole y
Clair, nos muestra la importancia de la conducta comunicativa preverbal en relación con
el desarrollo del lenguaje, en su artículo Conducta interactiva educador-niño: un procedi-
miento clínico para el desarrollo del lenguaje hablado en los niños24
. Estos autores aducen que,
cuando la adquisición del lenguaje se hace problemática debido a una deficiencia auditi-
va, la importancia de la comunicación preverbal es todavía mayor. De tal manera, que los
autores ofrecen un método clínico que analiza la interacción entre el niño y el personal,
tanto clínico como educador, que está a su alrededor.
En los años 80 se produjo un cambio en los modelos de intervención sobre el autis-
mo. De tal manera, que ya no se consideraba, en los trabajos de modificación de con-
ducta, la culpabilidad de los padres, puesto que se observaba que, en la mayoría de los ca-
sos, las anomalías se daban desde el nacimiento, según afirma Wing25
. Sin embargo, más
23. Harris, J. (1990). El desarrollo del primer lenguaje: Implicaciones para la práctica clínica y educativa. Lon-
dres-New York.
24. Cole, E. B. y St. Clair, J. S. (1984). Caregiver-child interactive behaviours. British Journal of Audio-
logy, 18, 7-16.
25. Wing, L. (1989). The diagnosis of autism. En Gillberg, C. (Ed.), Diagnosis and treatment of autism.
New York: Plenum Press.
INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN EL TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DEL LENGUAJE EN EL SIGLO XX
591
que los modelos de tratamiento conductuales, se hablaba de modelos de tratamiento de
la comunicación, siguiendo las pautas de Schopler y Meisibov, cuyos puntos más impor-
tantes son26
:
a) Principios generales de la intervención desde el modelo de tratamiento de la co-
municación.
b) Intervención en el componente formal, con programas de entrenamiento en imi-
tación vocálica.
c) Programas de intervención en el componente pragmático, entre los cuales, el pro-
cedimiento de entrenamiento es idéntico al del habla signada de la función de pe-
tición de Schaeffer (1980).
d) Programas basados en sistemas alternativos de comunicación, entre los que se en-
cuentra el programa de comunicación total de R. Schaeffer (1980), que engloba el
conjunto de otros dos términos, el del habla signada y el de comunicación simul-
tánea.
La prioridad educativa consiste en mejorar la habilidad del niño autista para comu-
nicarse en cada situación, según J. Watson (1985). De tal manera que, la intención co-
municativa, debe ser considerada como un prerrequisito para el habla referencial de los
autistas, según A. M. Wetherby (1984).
Según R.L. Schiefelbusch, para conseguir el uso generalizado el habla y el lenguaje
en estos niños, sugiere las estrategias siguientes27
:
a) El entrenamiento debe realizarse en condiciones diferentes y por distintos educa-
dores.
b) El niño debe ser expuesto a condiciones estimulantes semejantes a las sesiones de
entrenamiento.
c) Evaluación de las funciones que el autista emplea espontáneamente.
d) Realización de un registro de esfuerzos.
e) Delinear los procedimientos a seguir, entrenando previamente la producción de
peticiones espontáneas y generalizándolas después a cualquier situación del en-
torno.
26. Schopler, E. y otros (1988). Stratégies éducatives de l’autisme. París: Masson.
27. Schiefelbusch, R. L. (1986). Bases de la intervención en el lenguaje. Madrid: Alambra

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Disfemia historia

  • 1. 583 Los años formativos de la logopedia La logopedia evolucionó notablemente durante el siglo XX, pudiendo constatar cuatro periodos, como son: 1. Los años formativos (1900-1945). 2. El periodo del procesamiento (1945-1965). 3. La era lingüística (1965-1975). 4. La revolución pragmática. A principios del siglo XX aparecieron trabajos muy interesantes sobre el lenguaje, de autores como: F. de Saussure, que desarrolla unas teorías sobre el lenguaje y los caracte- res del lenguaje infantil; A. Gram. Bell publicó unas Lecturas sobre el mecanismo del len- guaje, en 19061 , y H. Delacroix hizo una valiosa aportación al tratamiento de los trastor- nos del lenguaje (1930)2 . Durante los años formativos se realizaron diversos estudios sobre las alteraciones del lenguaje, como eran: disfonía; alteraciones del ritmo; tartamudez; alteraciones del len- guaje oral: audiomudez, afasia; y alteraciones del lenguaje escrito: dislexia. En relación con la disfonía, los primeros autores que estudiaron las disfunciones vocales emplearon La intervención educativa en el tratamiento de los trastornos del lenguaje en el siglo XX Natividad Araque Hontangas Universidad Complutense de Madrid 1. Bell, A. G. (1906). Lectures upon the mecanism of speech. New York: Ed. Funk. 2. Delacroix, H. (1930). La Langage et la pensée. París: PUF.
  • 2. NATIVIDAD ARAQUE HONTANGAS 584 el término “fonastenia”, al referirse a la fatiga vocal causada por el exceso de trabajo. En este aspecto, G. Lamarque, en 1926, afirmó que todos los trastornos funcionales no co- rregidor y no reeducados llevaban finalmente a la fonastenia. Por otro lado, G. Parrel, en 1934, señalaba que la fatiga vocal era un síndrome de hipotonía muscular y de desequi- librio funcional del aparato vocal, provocado por un mal uso del mismo. La tartamudez pensaban que se debía a causas psicológicas como: ansiedad, fobias, his- terias etc. E. W. Scripture pensaba que esta alteración comenzaba como una respuesta de rechazo para convertirse en una neurosis. Trommer estableció cuatro niveles: las puramen- te somáticas, las dinámicas, las moralizantes, y las que provenían de causas funcionales psi- cógenas. En Barcelona, Rius Borrell publicó un tratado, en 1900, sobre la tartamudez. En relación con la audiomudez se publicaron varios trabajos, como el de J. Gordon sobre Progresos de la instrucción del sordomudo en los Estados Unidos, de 1901. M. A. Golds- tein también escribió una obra titulada Problemas del sordo, en 1933. También surgieron nuevos trabajos sobre la afasia, como los de Wernicke, en 1904, que estableció la exis- tencia de una lesión en los tractos nerviosos que unían la circunvalación temporal iz- quierda con la tercera frontal, de manera que no se podían conducir los estímulos, el pa- ciente fallaba en tareas de repetición de palabras o frases. La dislexia fue tratada por E. L. Thorndike, en 1927, identificando tres tipos de erro- res: a) Identificación del significado correcto de una palabra; b) Asignación de impor- tancia a una palabra o a una idea, y c) Errores al hacer conclusiones3 . Por otro lado, S.T. Orton, en 1920, la describió como una dominancia lateral y expuso el riesgo de los zur- dos, formulando una teoría unifactorial, al sugerir que la causa de los trastornos de lec- tura venían a ser un retraso evolutivo que dificultaba la dominancia hemisférica, puesto que se producía una disfunción en la percepción y en la memoria visual. Por último, se consideraban trastornos permanentes a la sordera y al autismo. Raw- lings y E. Scuri, entre 1937 y 1938, señalaron algunas características propias de los sor- dos, como eran: a) La expresión oral del sordo se caracterizaba por su lentitud y laborio- sidad; b) La expresión del sordo era jadeante porque derrochaba al hablar una excesiva cantidad de aire; c) Su lenguaje se caracterizaba por una anormalidad rítmica; d) Su mo- dulación era monótona, provocada por la posición de la glotis; e) La fraseología era me- diocre; f) Era muy deficiente su inteligibilidad y articulación lingüística, y g) El ritmo y la articulación consonántica influían en la inteligibilidad de la expresión oral en mayor grado que las vocales. En España, M. Granell Forcadell publicó una breve historia sobre el funcionamiento del Colegio Nacional de Sordomudos4 . También, F. Barberá dirigió una publicación del Tratado Legal sobre los Mudos de 19165 . Además, el jurisconsulto Ál- varo López Núñez publicó un libro sobre los derechos del mudo titulado El mundo si- lencioso, en 1914, que se basaba en la obra de Pedro Ponce6 . 3. Thorndike, E. L. y Lorge, I. (1927). The teacher’s word book of 30.000 words. New York: Appleton. 4. Granell Forcadell, M. (1932). Historia de la enseñanza del Colegio Nacional de Sordomudos desde 1794 a 1932. Madrid: Colegios Nacional de Sordomudos. 5. Barberá, F. (1916). Tratado legal sobre los mudos. Valencia: Rev. Valenciana de Ciencias Médicas. 6. López Núñez, A. (1914). El mundo silencioso. Ensayo para la vulgarización de los problemas de la sordo- mudez. Madrid.
  • 3. INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN EL TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DEL LENGUAJE EN EL SIGLO XX 585 El primer autor que emplea el término autismo en la literatura psiquiátrica, fue E. Bleuler, en 1906. Esta alteración fue estudiada por Leo Kanner, en 1943, el cual partió del estudio de once casos, en los que reconocía la existencia de un aislamiento social des- de el nacimiento, atribuyendo esta patología a una disfunción biológica. En este sentido, R. Bender, en 1947, llega a definirlo como una esquizofrenia infantil, y B. Rank, en 1949, lo considera un desarrollo atípico de la personalidad o del “yo” del individuo. En lo que respecta a la intervención educativa, resultan especialmente importantes las aportaciones de psicólogos como el belga Ovide Decroly (1871-1932), que realizó un es- tudio del niño anormal, considerando que se iniciaba a la actividad intelectual mediante los juegos educativos7 . También, resulta especialmente interesante la labor pedagógica de la italiana María Montessori (1870-1952), que fue la primera mujer graduada en Medi- cina por la Universidad de Roma, la cual estudió a los niños con deficiencias de comu- nicación. En este aspecto, durante mucho tiempo, utilizó los materiales educativos que eran obra de Séguin. Se consideraba necesario conducir como de la mano, de la educa- ción del sistema muscular a la del sistema nervioso y sensorial8 . El periodo de procesamiento y el de la era lingüística En el periodo de procesamiento y el de la era lingúística el tratamiento de los trastornos del habla se perfeccionó. J. S. Bruner en su escrito Estudios sobre desarrollo cognitivo, se interpreta que el lenguaje es todo un agente de desarrollo cognitivo. De manera, que a más desarrollo del lenguaje, el individuo adquiría más capacidad de aprendizaje y más vocabulario. Proponía la estimulación logopédica mediante la comprensión de textos (lenguaje), la expresión oral (exámenes) y la redacción (pruebas escritas). Por otro lado, Jakobson introduce un nuevo concepto “contraste fonológico (de rasgos)” demostrando que el niño adquiere el sistema fonológico de su lengua. De ahí que, los errores tan co- munes como la sustitución de fonemas en las dislalias, o la no discriminación de rasgos fonológicos, enseñan al logopeda a entender la utilización de “poto” en lugar de moto, y a utilizar medidas terapéuticas como los ejercicios de discriminación auditiva, por pares de fonemas opuestos: sordo-sonoro, nasal-oral, etc. Los métodos de intervención que se utilizaban en las disfonías, se pueden conocer a través de la obra de E. Jacobson, que concreta un programa de terapia de voz. A. J. Ya- tes, en 1973, y W. S. Agras, en 1975, defienden un tratamiento psicológico, cuyos obje- tivos eran: la reducción de conductas ligadas a la ansiedad, eliminación de conductas pa- tológicas y desarrollo de otras conductas adaptativas9 . Surgieron nuevos medios técnicos para el tratamiento de la afasia, elaborando pruebas para su análisis, como eran las baterías formales de tests, destacando: tests de modalidades del lenguaje para la afasia, de Wepman y Jones (1961); test de Boston pa- 7. Décroly, O. (1928). El niño anormal. Madrid: Francisco Beltrán. 8. Montessori, M. (1913). El método de escritura espontánea: cómo lo descubrí. BILE, 37, 327-333. 9. Jacobson, E. (1964). The self and the object World. Nueva York: Int. University Press.
  • 4. NATIVIDAD ARAQUE HONTANGAS 586 ra el examen de la afasia, de Goodman y Kaplan (1972); Multilingual Aphasia Exa- mination, etc. En lo relativo a la dislexia, resulta especialmente interesante la aportación de A. Ja- doulle, que en su escrito sobre Aprendizaje de la lectura y dislexia, dedica el quinto capítu- lo a la Pedagogía, conteniendo apartados relativos a la preparación para la lectura, críticas al método global y aplicación del aprendizaje de la lectura por el método global. Además, en este época comienzan a utilizarse los recursos informáticos, hasta el punto de que M. L. Albert pensaba en la reeducación del lenguaje mediante el microordenador. Respecto a la sordera, la publicación de L. Di Carlo, en 1959, resume el estado de la investigación sobre sordera y sobre dureza de oído10 . También, podemos contar con las aportaciones de A. Davis y R. Galambos, que proponían estudios sobre las adaptaciones a realizar en ciertos períodos críticos de la vida del sordo. Se señalaban los progresos que se habían obtenido a nivel de educación preescolar, porque había mejorado el uso de pró- tesis auditivas con transistores, y había un mayor interés por la audiofonología11 . En 1963, aparecen los trabajos de H. Lane, K. Mangan y S. Quigley. El primero, entre otras cosas describía trabajos realizados sobre reacciones audiométricas, agudeza auditiva y fiabilidad de los tests. El segundo resumía los estudios dedicados a la inteligencia, adaptación y edu- cación de los sordos, entre 1918 y 1960. Por su parte, Quigley, entre otras cosas, revisó los trabajos sobre la dureza del oído aparecidos entre 1931 y 1960. Otros autores, como Sutherland y Beckett, en 1969, hablan sobre el uso de signos manuales para lograr la co- municación de los sujetos que tenían sordera y deficiencia mental. Los ejercicios de co- municación con chimpancés fueron llevados a cabo por D. Premack, y R. Deich y P. Hodges escribieron sobre la transferencia de esta aplicación a los seres humanos12 . La revolución pragmática A partir de 1975 comenzó un cambio desde la definición del lenguaje, pasando de sus aspectos formales de sintaxis y fonología, y en su contenido (semántica) a definirlo en términos de uso. Esta evolución comenzó a fraguarse con la teoría de los actos del habla que propuso el filósofo del lenguaje John Austín en 1962, y, posteriormente, John Sear- le en 1969. La teoría puso de relieve el aspecto instrumental de la comunicación, que Lois Bloom y Margaret Lahey denominaron “uso del lenguaje”13 . Inicialmente, los trabajos sobre gramática intentaron identificar las funciones de los primeros intentos comunicativos de los niños. Algunos investigadores, como Dore y Ha- lliday, en 1974 y 1975 respectivamente, clasificaron los primeros gestos y expresiones co- municativas en grupos funcionales tales como: comentarios, peticiones, saludos, etc. Es- tas agrupaciones de actos comunicativos, llamados después intenciones o funciones comunicativas, se usaron para el diseño de instrumentos de evaluación dirigidos a des- cubrir si los niños con sospechas de dificultades en el aprendizaje del lenguaje tenían los 10. Di Carlo, L. (1959). The deaf and hard of hearing. Rev. Educ. Res. 5, 497-518. 11. Davis, A. (1966). The language of signs. New York: Englewood. 12. Premack, D. (1971). Language in chimpaces. Science, 172, 808-822. 13. Bloom, L. (1978). Language development and language disorders. New York: John Wiley & Sons.
  • 5. mismos tipos de intenciones comunicativas que los niños normales y si no, cómo y en qué medida diferían dichas intenciones. También se intentó descubrir las intenciones subyacentes de las conductas no convencionales, tales como la ecolalia en los niños au- tistas (Prizant y Duchan, 1981) o las conductas aberrantes no verbales en niños con dis- capacidades comunicativas severas. Los logopedas dispusieron de un medio para descubrir los problemas de sus clientes con el uso del lenguaje, empezaron a desarrollar vías para remediarlos. Algunos progra- mas proponían elicitación y modelado de intenciones específicas para enseñar a los ni- ños intenciones, tales como la petición. Al añadir estas técnicas con la estimulación in- directa desarrolladas al inicio de los años 70, surgieron las llamadas técnicas de sabotaje, en las que los clínicos demoraban los objetivos que pretendía el niño e intentaban que éste pidiera algo o protestara antes de darles aquello que querían. La teoría de los actos del habla sirvió para establecer la pragmática como un área in- dependiente de interés clínico, considerándola fuera de la lingüística estructural, pero dentro de la comunicación. Se incluyeron otras áreas de la comunicación, que no enca- jaban en el análisis lingüístico tradicional (conversación, tipos de discurso, interacción social y participación en situaciones), las cuales modificaron la práctica clínica a través de su inclusión en la evaluación y el tratamiento, comenzando a denominarse “revolución pragmática” (Duchan, 1984). Cuando los individuos eran capaces de manifestar en su habla sus habilidades recien- temente adquiridas en contextos clínicos altamente controlados, se les pedía que usaran estas habilidades en contextos conversacionales más libres, de tal manera que si daba re- sultado se procedía a la fase final de la terapia, que consistía en aplicar los aprendizajes te- rapéuticos al “habla conexa”. A finales de los años 70 y principios de los 80, la conversa- ción abandonó su anterior bajo estatus de última etapa de la terapia y comenzó a considerarse como un dominio importante de la comunicación con sus propios requisitos de aprendizaje y de actuación. Los clínicos decían que para conseguir que sus clientes lle- gasen a ser unos conversadores competentes necesitaban desarrollar una gran variedad de destrezas conversacionales, como la participación activa en los intercambios conversacio- nales, el desarrollo de las destrezas de respeto a los turnos de habla, de iniciación y man- tenimiento de temas de conversación y reparación de los intercambios tras una ruptura conversacional. Con la evaluación se trataba de identificar las deficiencias de los clientes en estas áreas conversacionales y los programas de intervención se diseñaron para propor- cionar una serie de destrezas necesarias para mejorar las áreas deficitarias identificadas. La conversación fue el primer tipo de discurso que atrajo la atención de clínicos e in- vestigadores, seguido de la narrativa, siendo Graybeal, 1979, uno de los pioneros en este sentido. En lo relativo a la narrativa resulta interesante la aportación de Stein y Glenn (1979) de que las narraciones que los niños creaban y comprendían se componían de ele- mentos específicos, consistentemente ordenados. Las historias se juzgaban como anor- males si no constaban de una situación, un evento iniciador que planteaba el problema y un intento o acción por parte del protagonista por resolver dicho problema, una respuesta subjetiva del protagonista y una consecuencia o resultado del intento de solución de di- cho problema (Johnston, 1982). Se decía que estos elementos constituían la “gramática de la historia” y se convirtieron en uno de los modelos para evaluar y enseñar narrativa. INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN EL TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DEL LENGUAJE EN EL SIGLO XX 587
  • 6. NATIVIDAD ARAQUE HONTANGAS 588 Las terapias diseñadas para ayudar a los niños en la construcción, comprensión y recuento de las narraciones incluían una orientación del lenguaje total así como un entrenamiento en “destrezas específicas de narrativa”. El enfoque del lenguaje total trataba las narraciones como gestalts, y les proporcionaba a los niños experiencias pa- ra comprenderlas y producirlas. La orientación de destrezas se dirigía a enseñar las destrezas psicolingüísticas prerrequisitas necesarias para comprender y generar narra- ciones. Los trabajos realizados en los años 80 sobre la disfemia o tartamudez, están enca- bezados por D. Crystal, el cual señala algunas características como: una cantidad anormal de repetición de segmentos, sílabas, palabras o frases; obstrucción del flujo del aire durante el habla con espasmos faciales y muecas, movimientos de la cabeza y, en general, de todo el cuerpo, que perjudican la dicción, etc14 . En relación con los ele- mentos que caracterizan el habla tartamuda, han tratado P. Fiedler y R. Standop15 . Por otra parte, S. B. Resmick defiende que los niños tartamudos que son objeto de una excesiva atención se hacen más críticos con sus propios errores. Incluso se llegó a sugerir el tratamiento de esta deficiencia a través de la utilización de “estimulación magnética cerebral”. El mutismo selectivo presenta un cuadro de caracteres negativos, que suele aparecer hacia los seis años. Para explicar su posible causa se han formulado distintas teoría que hacen referencia, tanto a una superprotección materna, como a trastornos del lenguaje, cierto retraso mental leve, períodos largos de hospitalización, etc. El retraso simple del lenguaje, según J. Ajuriaguerra y A. Marcelli (1987), se carac- teriza por la ausencia de perturbaciones del mismo en un niño sin retraso mental, ni sor- dera grave, ni organización psicótica16 . Mientras que para D. Porot (1980) se trata de una deficiencia que pasa desapercibida y que se detecta sólo al comienzo de la escolariza- ción17 . Por otro lado, F. Estienne (1988), señala que este tipo de retrasos esta referido a niños normales, que tienen un desfase en la elaboración del lenguaje en relación con la cronología habitual en las adquisiciones. Otros autores, como P. Aimard, C. Launay, etc., hablan de trastornos de la organización o de la adquisición del lenguaje, es decir, tras- tornos sin alteración fisiológica, sensorial ni neurológica18 . De tal manera que Estienne describe como caracteres propios del retraso simple19 : a) Los signos lingüísticos. b) Los signos de acompañamiento. c) El proceso evolutivo. Resulta muy difícil establecer su diagnóstico antes de los seis años de edad, por lo que esta autor considera necesario que la evaluación esté basada en tres tipos de exá- menes: 14. Cristal, D. (1983). Patología del lenguaje. Madrid: Cátedra. 15. Fiedler, P. A. y Standop, R. (1984). La tartamudez. Barcelona: Herder. 16. Ajuriaguerra, J. (1980). Manual de Psiquiatría Infantil. Barcelona: Toray-Masson. 17. Porot, D. (1980). Los trastornos del lenguaje. Barcelona: Oikos-Tau. 18. Morgon, A., Aimard, P. y Daudet, N. (1984). Educación precoz del niño sordo. Barcelona: Masson. 19. Gutiérrez Zuloaga, I. (1987). Introducción a la Historia de la Logopedia (p. 168). Madrid: Ed. Narcea.
  • 7. INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN EL TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DEL LENGUAJE EN EL SIGLO XX 589 a) Examen médico general. b) Examen psicológico. c) Examen logopédico. La audiomudez, a partir de 1987, fue considerada como un trastorno que presentan los niños de más de seis años, cuyo lenguaje es prácticamente inexistente, sin que se ob- serve en ellos ni deficiencia intelectual profunda, ni déficit auditivo, ni organización psi- cótica de la personalidad, según narra J. Ajuriaguerra (1987). Otros autores, como F. Es- tienne (1988) lo califica como síndrome raro, en el que se conjugan las formas más severas de alteraciones de la organización del lenguaje. Sin embargo, D. Porot (1980), es- tima que cuando las primeras expresiones verbales comprensibles no aparecen sino des- pués de los cinco años y se realizan muy lentamente, la evolución del lenguaje manifies- ta un trastorno de la expresión verbal y de la percepción auditiva. La disfasia es considerada como un trastorno funcional del lenguaje, pero carente de sustrato lesional orgánico que pueda clínicamente detectarse, según Estienne (1988). Sin embargo, Porot (1980) la conceptúa como un caso de elaboración tardía e imperfecta del lenguaje, sin sustrato de lesión orgánica que pueda ser detectada clí- nicamente. Rapin y Allen realizaron las clasificaciones siguientes20 : a) Agnosia verbal auditiva. b) Dispraxia verbal. c) Déficit fonológico-sintáctico. d) Déficit léxico sintáctico. e) Déficit semántico-pragmático. En cuanto a las dificultades lecto-escritoras, algunos autores consideran que la lec- tura es una conducta que mira hacia delante, por la cual reflexionamos, decidimos, etc. Para Rusik (1983), leer es una estructura operativa cognitiva por la cual se adquieren modos y estilos de conducta, que ayudan al ser humano a descifrar códigos visuales. Por otro lado, J. Kennedy (1984) entendía que es una actividad relacionada con el pensa- miento. Según Baddeley (1983), las bases previas para realizar la actividad lectora eran: la co- ordinación vasomotora, la atención, la codificación, la decodificación, la percepción y la memoria. En lo que respecta a los procesos que intervienen en la lectura, algunos auto- res destacan los procesos perceptivos, para los cuales, Vellutino (1982), se basa en el re- conocimiento previo de las letras. Por último, Macneill, Anderson y Pearson (1984), es- tablecen la importancia de la interacción entre el lector, el texto y el escritor, defendiendo la teoría del “esquema”21 . La dislexia fue definida por Vellutino (1987), como una desviación leve del lenguaje, que limita su capacidad para codificar otros tipos de información22 . Según Pavlidis 20. Ibídem, p. 169. 21. Anderson, S. R. (1990). La fonología en el siglo XX. Madrid: Visor. 22. Vellutino, F. (1987). Dislexia: teory and research. Cambridge: The Mit Press.
  • 8. NATIVIDAD ARAQUE HONTANGAS 590 (1990), es un síndrome caracterizado por un severo retraso de lectura, encontrando en el movimiento de los ojos, un indicio relevante de la detección del disléxico. La mayoría de los autores coinciden en la aplicación de unas normas metodológicas de reeducación, para los disléxicos, tales como el reforzamiento inmediato de toda res- puesta, aprendizaje pluridimensional, aprendizaje mnemotécnico, que pasa por cuatro periodos: a) Acercamiento al paciente. b) Áreas y conceptos básicos. c) Rehabilitación de la lectura. d) Rehabilitación de la escritura. En cuanto al autismo, en la década de los 80, se destaca el déficit social como carac- terística fundamental del autismo por autores como Lord y Schopler (1982); y también por O’Connor y Hermelin (1988), los cuales resaltan la incapacidad de los autistas para entender los significados sociales. Por otro lado, Hobson (1989) se interesa por la causa de la alteración y piensa que las deficiencias que padecen estos niños están relacionadas con el desarrollo social y afectivo. Se ha discutido mucho sobre si los autistas tienen emo- ciones o no. Según Hopkins (1981), hay varias diferencias entre ellos; Clark (1981) ex- tiende esas diferencias de matices tanto a la responsabilidad social, como a los tonos de voz o a la demanda interpersonal. Algunos autores encuentran en estos sujetos una rela- ción de dependencia con sus cuidadores, como es el caso de M. Sigman (1984). Sin em- bargo, C. Cohen (1988) manifiesta que el autista, durante toda su vida, tiene una im- portante incapacidad para participar en la interacción personal recíproca. La faceta clínica y pedagógica para atender el desarrollo del primer lenguaje fue tra- tada por el inglés J. Harris, en su libro sobre este proceso y sobre las implicaciones tan- to educativas como clínicas que estarían asociadas23 . El estudio realizado por Cole y Clair, nos muestra la importancia de la conducta comunicativa preverbal en relación con el desarrollo del lenguaje, en su artículo Conducta interactiva educador-niño: un procedi- miento clínico para el desarrollo del lenguaje hablado en los niños24 . Estos autores aducen que, cuando la adquisición del lenguaje se hace problemática debido a una deficiencia auditi- va, la importancia de la comunicación preverbal es todavía mayor. De tal manera, que los autores ofrecen un método clínico que analiza la interacción entre el niño y el personal, tanto clínico como educador, que está a su alrededor. En los años 80 se produjo un cambio en los modelos de intervención sobre el autis- mo. De tal manera, que ya no se consideraba, en los trabajos de modificación de con- ducta, la culpabilidad de los padres, puesto que se observaba que, en la mayoría de los ca- sos, las anomalías se daban desde el nacimiento, según afirma Wing25 . Sin embargo, más 23. Harris, J. (1990). El desarrollo del primer lenguaje: Implicaciones para la práctica clínica y educativa. Lon- dres-New York. 24. Cole, E. B. y St. Clair, J. S. (1984). Caregiver-child interactive behaviours. British Journal of Audio- logy, 18, 7-16. 25. Wing, L. (1989). The diagnosis of autism. En Gillberg, C. (Ed.), Diagnosis and treatment of autism. New York: Plenum Press.
  • 9. INTERVENCIÓN EDUCATIVA EN EL TRATAMIENTO DE LOS TRASTORNOS DEL LENGUAJE EN EL SIGLO XX 591 que los modelos de tratamiento conductuales, se hablaba de modelos de tratamiento de la comunicación, siguiendo las pautas de Schopler y Meisibov, cuyos puntos más impor- tantes son26 : a) Principios generales de la intervención desde el modelo de tratamiento de la co- municación. b) Intervención en el componente formal, con programas de entrenamiento en imi- tación vocálica. c) Programas de intervención en el componente pragmático, entre los cuales, el pro- cedimiento de entrenamiento es idéntico al del habla signada de la función de pe- tición de Schaeffer (1980). d) Programas basados en sistemas alternativos de comunicación, entre los que se en- cuentra el programa de comunicación total de R. Schaeffer (1980), que engloba el conjunto de otros dos términos, el del habla signada y el de comunicación simul- tánea. La prioridad educativa consiste en mejorar la habilidad del niño autista para comu- nicarse en cada situación, según J. Watson (1985). De tal manera que, la intención co- municativa, debe ser considerada como un prerrequisito para el habla referencial de los autistas, según A. M. Wetherby (1984). Según R.L. Schiefelbusch, para conseguir el uso generalizado el habla y el lenguaje en estos niños, sugiere las estrategias siguientes27 : a) El entrenamiento debe realizarse en condiciones diferentes y por distintos educa- dores. b) El niño debe ser expuesto a condiciones estimulantes semejantes a las sesiones de entrenamiento. c) Evaluación de las funciones que el autista emplea espontáneamente. d) Realización de un registro de esfuerzos. e) Delinear los procedimientos a seguir, entrenando previamente la producción de peticiones espontáneas y generalizándolas después a cualquier situación del en- torno. 26. Schopler, E. y otros (1988). Stratégies éducatives de l’autisme. París: Masson. 27. Schiefelbusch, R. L. (1986). Bases de la intervención en el lenguaje. Madrid: Alambra