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M.ª Teresa Méndez Picazo*
ÉTICA Y RESPONSABILIDAD
SOCIAL CORPORATIVA
Desde las dos últimas décadas del pasado siglo, el comportamiento de las empresas está
evolucionando hacia una competitividad empresarial que se basa no sólo en la
obtención de beneficios económicos, sino también en actuaciones que favorezcan su
entorno social y medioambiental, mediante la adopción de políticas de mejora de las
condiciones laborales, respeto a los derechos humanos, desarrollo de programas de
recuperación de los entornos naturales, etcétera. En la actualidad, el término
«responsabilidad social corporativa» es utilizado de forma generalizada para designar
el compromiso de las empresas respecto a estas cuestiones demandadas por la sociedad.
Este artículo relaciona los aspectos éticos y morales con este cambio en el
comportamiento empresarial.
Palabras clave: ética, empresa, responsabilidad social corporativa, gestión empresarial.
Clasificación JEL: A13, M14.
1. Introducción
Si nos planteamos el significado de la ética, como la
parte de la filosofía que trata del bien y del mal en los ac-
tos humanos, podemos decir que ésta surge de la teori-
zación y la reflexión sobre el comportamiento moral, de-
finiendo moral como el conjunto de principios y reglas
morales que regulan el comportamiento y las relaciones
humanas. La ética, por tanto, se caracteriza por su ge-
neralidad, estudiando el comportamiento humano consi-
derado en su totalidad, es decir, generalizando lo que es
bueno o malo, correcto o incorrecto para cualquier tipo
de moral.
Todo esto nos lleva a un intento previo por clarificar
los conceptos de los que vamos a tratar, ya que, a pe-
sar de que frecuentemente se utiliza el término «ética»
para relacionarlo con el ámbito económico, en realidad
se hace erróneamente y, en su lugar, debería utilizarse
el término «moral», puesto que muchas veces de lo
que se está tratando es del comportamiento de los indi-
viduos en el ámbito empresarial ante determinadas si-
tuaciones, y eso pertenece al campo de la moral y no
de la ética.
En el desarrollo de este trabajo, en primer lugar, nos
hemos preguntado si el capitalismo, en el que han teni-
do su origen y su razón de ser las empresas tal y como
las conocemos en la actualidad, parte de principios éti-
cos, y si éstos generan comportamientos morales en las
personas que toman las decisiones. En segundo lugar,
nos hemos ocupado del ámbito empresarial y su rela-
ción con los principios ético-morales. En tercer lugar,
hemos analizado el concepto de responsabilidad social
corporativa y las implicaciones que tiene sobre las pro-
ÉTICA Y ECONOMÍA
Junio 2005. N.º 823 141ICE
* Universidad Complutense de Madrid.
pias empresas y sobre todos aquellos que, por distintos
motivos, tienen interés en las mismas. En tercer lugar, y
derivado de lo anterior, hemos relacionado la responsa-
bilidad social corporativa con la transparencia en la in-
formación ofrecida por las empresas. Por último, hemos
realizado algunas reflexiones que se han derivado del
desarrollo de lo anterior, a modo de conclusión.
2. Principios éticos en la economía
La economía, como ciencia social, está relacionada
con los principios morales de la sociedad en la que se
desarrolla. Por un lado, las relaciones económicas influ-
yen en la moral imperante de la sociedad, y por otro,
plantean problemas de orden moral (Sánchez Vázquez,
1999, 35). Por ello podemos decir que la ética, conside-
rada como la ciencia del comportamiento moral, está re-
lacionada con la economía, tanto en sus orígenes como
en su desarrollo.
Según esto, el capitalismo, como tipo de sistema eco-
nómico imperante en el momento actual, condiciona los
comportamientos morales de los individuos que se de-
senvuelven en él. Si consideramos sus orígenes, uno de
los aspectos que se relaciona directamente con este
condicionamiento es la ruptura que supuso respecto a la
sociedad tradicional existente hasta aquel momento. En
primer lugar, generó cambios en la concepción de la
economía, que hasta entonces se desarrollaba a un ni-
vel básico, necesario para garantizar la supervivencia
de los individuos, transformándola en independiente y
sustituyendo el objetivo de supervivencia por el de ri-
queza. En segundo lugar, esto provocó un importante
crecimiento, que a su vez generó grandes avances en el
desarrollo y progreso social. A través de la moderniza-
ción y la racionalización, basadas en la libertad de ac-
tuación para desarrollar las actividades económicas, se
impone el objetivo de maximización del beneficio, que
da origen a una moral en la que predominan el egoísmo
y el ánimo de lucro, que es legitimada por el mercado,
donde encuentra su razón de ser (Montalvo, 1997, 31).
En este marco, no es la bondad del hombre la que ga-
rantiza la supervivencia y la generación de riqueza, sino
su propio egoísmo, que repercute en la obtención del
bien general.
Esto no significa que los individuos formados en esta
sociedad hayan abandonado su aspiración de alcanzar
la felicidad, identificable en el capitalismo con la obten-
ción de la mayor riqueza posible. Sin embargo, no todos
los individuos identifican la felicidad con la riqueza. Si
bien son necesarias una cierta seguridad económica y
libertad personal para alcanzar la felicidad, como plan-
teaba Aristóteles, hay que cuestionarse en todo caso,
qué tipo de felicidad se persigue, ya que se trata de un
valor subjetivo porque es diferente para cada individuo.
Por ello, una cuestión importante que subyace en esto
es el concepto de felicidad, que va unido a los mismos
orígenes de la filosofía ¿Sirve la economía a este objeti-
vo? Para Sen (2001, 38-39), los planteamientos econó-
micos según los cuáles los individuos se comportan de
manera racional intentando maximizar su propio interés
resultan de una errónea interpretación de las teorías de
Adam Smith. Por otro lado, según Sen (2001, 27), no
sólo la ética tiene relación con la economía, sino que
ésta, a su vez, se ha enriquecido considerablemente
con algunos de los métodos utilizados por la economía.
Por lo tanto, el distanciamiento entre ambas no es tan
acusado como habitualmente se piensa.
Cortina señala (2000, 55-64), que el capitalismo va
acompañado de la moral y por ello existe una concep-
ción moral del capitalismo que ha ido cambiando a me-
dida que éste iba evolucionando. En este sentido, en
países occidentales donde coexisten diversas confesio-
nes religiosas, Weber (1999, 40-41) liga el capitalismo a
la moral protestante, para la cuál la laboriosidad y la ra-
cionalidad económica son valores que conducen a la fe-
licidad de los individuos. Por su parte, la moral utilitaris-
ta, ligada también al capitalismo y defendida por Bent-
ham (1991) y Mill (2002), también buscaba la felicidad,
en este caso, del mayor número de individuos, aunque
el interés de la mayoría puede generar desigualdad e in-
justicia. Sin embargo, el utilitarismo ha sufrido duras crí-
ticas, como las de Moore (2002). Rawls (1986), en con-
142 ÉTICA Y ECONOMÍA
Junio 2005. N.º 823
M.ª TERESA MÉNDEZ PICAZO
ICE
traposición al utilitarismo, se apoya en el concepto de
justicia distributiva. Otros autores más actuales como
Koslowski (1986) consideran que es necesaria una ética
del capitalismo, ya que existiendo una gran libertad, los
valores morales mejoran la eficiencia, compensan fallos
del mercado y favorecen la integración social. Según
esto, la ética del capitalismo consiste en la combinación
entre moral y economía a través de la eficiencia en la
coordinación de los fines individuales, libertad de consu-
mo, de producción y de acción y justicia distributiva.
Este proceso de transformación experimentado por el
capitalismo ha afectado también en gran medida a la
empresa, la cual ha sufrido una importante evolución,
como destacaremos a continuación.
3. Ética y empresa
En el entorno de la empresa, también se plantean
problemas de carácter moral que afectan a los indivi-
duos que se relacionan con ella, porque el comporta-
miento moral es propio de las relaciones sociales y la
empresa es un lugar de encuentro entre individuos y
grupos con distintos intereses y objetivos.
En los inicios del capitalismo, la empresa era única-
mente una organización creada con fines productivos,
cuyo objetivo último estaba en la obtención del máximo
beneficio, en la que no tenían cabida actuaciones de otro
carácter que no fuera económico, y en la que los intentos
de mejora social no eran considerados, ya que los únicos
intereses contemplados eran los de los accionistas.
La evolución de la sociedad y el desarrollo de siste-
mas legales adaptados a la misma han llevado a dar ca-
bida a los intereses de otros individuos, también relacio-
nados con la empresa, de una forma más o menos di-
recta. En la actualidad las empresas, como agentes
económicos que son, y de acuerdo a la visión tradicio-
nal, se comportan de forma racional y persiguen un fin
que, en principio, no pretende beneficiar a la sociedad,
como es la obtención de resultados. De no ser así, per-
derían la confianza de sus inversores actuales y poten-
ciales y quedarían apartadas del mercado.
Sin embargo, el cambio que se ha producido en la
economía de mercado de los países más avanzados ha
sido sustancial ya que para poder cumplir dicho objeti-
vo, las empresas no pueden ya ceñirse únicamente a
criterios económicos, sino que deben tener en cuenta
factores que no habían sido considerados anteriormen-
te, como son los sociales y los medioambientales.
De este modo las empresas han dejado de marcar las
normas del mercado a las que debían atenerse todos
los interesados en ella, cediéndolo a los grupos de inte-
rés o stakeholders1, que también buscan sus fines parti-
culares.
En este sentido, y por lo que se refiere a uno de los
grupos internos de interés de la empresa, como son los
trabajadores, estos buscan en la empresa algo más que
la obtención de un salario que les permita cierta calidad
de vida a ellos y sus familias2. También buscan que el
desarrollo de su trabajo cumpla sus expectativas de sa-
tisfacción con la actividad que desempeñan en la em-
presa, sentirse valorados dentro de la organización, y
estar orgullosos de que se les identifique como parte in-
tegrante de la misma. No es que el salario haya dejado
de tener importancia, sino que éste sirve para cubrir las
necesidades básicas del individuo, por un lado y, por
otro, como demostración de la valoración que se otorga
a las funciones que desempeña dentro de la misma.
Por tanto, de la concepción tradicional según la cual
sólo eran fuerza de trabajo sustituible al servicio de la
ÉTICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA
ÉTICA Y ECONOMÍA
Junio 2005. N.º 823 143ICE
1
AECA (2004, 29-34) define los grupos de interés, partes interesadas
o stakeholders como «... aquellos grupos sociales e individuos afectados
de una u otra forma por la existencia y acción de la empresa, con un
interés legítimo, directo o indirecto, por la marcha de ésta, que influyen
a su vez en la consecución de los objetivos marcados y su
supervivencia. Pueden también identificarse como grupo de interés las
generaciones venideras». Entre ellos están los empleados, los
accionistas/propietarios, los clientes, los proveedores, los competidores,
los agentes sociales (como sindicatos de trabajadores, asociaciones de
consumidores, cámaras de comercio, organismos normalizadores,
medios de comunicación, analistas, lobbies y organizaciones no
gubernamentales, entre otros), las Administraciones públicas, la
comunidad local, la sociedad y el público en general, así como el medio
ambiente y las generaciones futuras.
2
Sobre la importancia de la valoración de los trabajadores, ver
BATSTONE (2004, 155-187).
empresa, cuya única contraprestación hacia ellos era un
salario y unas condiciones laborales mínimas reguladas
por la ley, han pasado a ser protagonistas en dos ámbi-
tos: en primer lugar, como factor productivo que genera
valor dentro de la empresa si sus intereses se ven satis-
fechos, y en segundo lugar, como consumidor final del
producto, función de la que hablaremos más adelante.
Todo esto ha provocado que la opinión de los trabaja-
dores tenga un peso decisivo en las decisiones tomadas
por la empresa, ya que de ellas depende en buena parte
la reputación de la misma, elemento sustancial en las
relaciones de mercado actuales.
Por lo que se refiere a los propios ejecutivos de las
empresas, si bien su principal objetivo en el trabajo es
cumplir las expectativas de resultados exigidas por los
accionistas, como individuos y trabajadores tienen sus
propios intereses y criterios morales, de modo que si las
decisiones que adoptan para favorecer la obtención de
los resultados están de acuerdo con su propia forma de
actuar como individuo, esto redundará en una mayor
productividad. Pero, ¿puede existir esto si la empresa,
para la obtención de beneficio perjudica gravemente los
intereses de otros grupos de interés en la empresa?
Existen sobrados ejemplos de que una mala actuación
por parte de la empresa, según los criterios morales de
la sociedad en la que desarrolla sus actividades, no sólo
no conlleva la obtención de mayores beneficios, sino
que, al destruir su reputación conseguirá que éstos dis-
minuyan o desaparezcan.
Sin embargo, en este proceso de evolución de la eco-
nomía de mercado, también han cobrado una enorme
importancia los movimientos de otros grupos de interés
externos a la misma, como son los consumidores. En la
actualidad, son ellos los que crean la demanda de los
productos y servicios exigiendo de las empresas que no
sólo respeten una adecuada relación entre precio y cali-
dad, sino que se observen en su elaboración o presta-
ción criterios morales, como la preservación del medio
ambiente para ellos y las generaciones futuras, unas
condiciones laborales dignas de los trabajadores de las
mismas, o la supresión de la experimentación con ani-
males. En este sentido, la presión de los consumidores
es muy grande y en un mercado fuertemente competiti-
vo optan por aquellos productos o servicios que no sólo
satisfacen sus necesidades materiales, sino también las
morales. Por ello, en las empresas existe cada vez un
interés más acentuado por las demandas de los consu-
midores, que les ha llevado a establecer departamentos
con personal destinado a atenderlas.
Esta cesión de una parte del protagonismo de la em-
presa a favor de los grupos de interés se ha debido a va-
rios factores:
· Por un lado, al crecimiento económico, que ha ge-
nerado una mayor renta disponible para los individuos y
la posibilidad de mayor bienestar.
· Por otro lado, la evolución de la sociedad en mate-
ria de educación, derivada de lo anterior, que ha permiti-
do a los grupos de interés elegir los productos y servi-
cios que consume, no sólo en función de su renta, sino
también basándose en criterios morales.
En la actualidad, satisfacer las expectativas de los
consumidores conlleva dificultades cada vez mayores
para las empresas, que han tenido que entrar en el «jue-
go moral» para salvarlas.
Es en este ámbito en el que podemos hablar del con-
cepto de responsabilidad corporativa de la empresa, ya
que desde este punto de vista, las organizaciones pro-
ductivas tienen carácter social, porque la producción
económica es un entramado de relaciones humanas
(AECA, 2004, 11).
4. La responsabilidad social corporativa
Hemos mencionado varias veces el concepto de re-
putación de la empresa3. Tal y como lo expresa Batsto-
ne (2004, 24), «la reputación es el carácter que el públi-
co atribuye a una compañía», asemejándolo al carácter
de una persona. Su importancia reside en la confianza y
144 ÉTICA Y ECONOMÍA
Junio 2005. N.º 823
M.ª TERESA MÉNDEZ PICAZO
ICE
3
Sobre la reputación de las empresas, ver VILLAFAÑE (2004),
FRANCÉS (2004) y BATSTONE (2004).
fidelidad que crea en el consumidor y es tanta que cons-
tituye un activo intangible de gran peso en las relaciones
con su entorno, ya que no sólo afecta a los consumido-
res, sino que también constituye un poderoso imán para
los accionistas actuales y los potenciales, así como para
los proveedores, clientes, trabajadores, etcétera.
Ante este panorama, las empresas han integrado
comportamientos morales por parte de sus componen-
tes entre sus principales estrategias de mercado (Trevi-
ño, 2002, 226). La construcción de una reputación sóli-
da mediante actuaciones socialmente responsables se
ha convertido no sólo en deseable, sino en obligatoria
para hacer frente a la fuerte competencia para captar a
los grupos de interés y convertirlos en consumidores.
A su vez, las presiones de los grupos de interés han
tenido como consecuencia, especialmente en regíme-
nes democráticos, que se hayan creado leyes en defen-
sa de sus intereses, de modo que el poder que han ad-
quirido sobre las empresas no ha sido sólo social, sino
también, y derivado de ellos, legal. De ese modo, se han
creado organismos reguladores encargados de que las
empresas cumplan dichas normativas y ofrezcan infor-
mación transparente sobre sus actividades. Así, las em-
presas que no observan un comportamiento socialmen-
te responsable, son penalizadas por el mercado, que
hace que sus resultados se vean disminuidos.
Por tanto, una de las explicaciones del comporta-
miento moral empresarial reside en la idea expuesta de
que la mejora de sus resultados, en la actualidad, pasa
necesariamente por las actuaciones de carácter moral4,
que por tanto se constituyen en una estrategia más en la
persecución del fin tradicional de satisfacer a los accio-
nistas ofreciéndoles los resultados esperados.
Sin embargo, hay otra explicación que se comple-
menta con ésta. Si contemplamos la empresa desde el
punto de vista de los individuos que la componen, el
comportamiento de los mismos condiciona en gran me-
dida el crecimiento de los resultados, ya que, como he-
mos destacado anteriormente, la satisfacción en el tra-
bajo no sólo estriba en la remuneración obtenida, sino
también en otros aspectos entre los cuales se encuentra
la justicia en la retribución y en las ventajas sociales, así
como en la reputación de la cual se sienten responsa-
bles y orgullosos. Por ello, factores como las excesivas
desigualdades salariales entre ejecutivos y trabajadores
de base5 y los sistemas de promoción que no tengan su
justificación en la productividad y la creación de valor
para la empresa, pueden llevar a situaciones de desmo-
tivación que hagan empeorar los resultados.
Del mismo modo, debe haber una coherencia entre
las actuaciones que llevan a cabo los directivos que
gestionan la empresa y su comportamiento moral indivi-
dual, los cuales no deben entrar en colisión. Por otro
lado, comportamientos ejecutivos que persiguen única-
mente el lucro personal, han llevado a crisis empresaria-
les tan importantes como las de Enron, WorlCom o Par-
malat, de modo que en estos extremos, los comporta-
mientos no son ya inmorales, sino claramente delictivos,
si bien hay que tener en cuenta que no sólo son respon-
sables las principales cabezas visibles de dichas corpo-
raciones, sino también todos los grupos de interés que
cerraron los ojos ante la opacidad informativa que des-
plegaron estas empresas durante sus supuestos bue-
nos tiempos.
Por tanto, si bien en el comportamiento de los indivi-
duos siempre reside el propio interés, este se suele ver li-
mitado por el interés de los demás individuos, de modo
que la pugna no suele ser productiva, pero sí la colabora-
ción. Hoy en día no se pueden obtener resultados ópti-
mos prescindiendo de la satisfacción de los grupos de in-
terés, lo cuál nos lleva a la cuestión siguiente: ¿Es moral-
mente aceptable combinar la persecución del máximo
beneficio con los principios morales de los individuos? Si
el comportamiento moralmente correcto conlleva un au-
ÉTICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA
ÉTICA Y ECONOMÍA
Junio 2005. N.º 823 145ICE
4
Sobre el particular, ver CARROLL (2002, 141-150) y FRANCÉS
(2004, 25-26).
5
Sobre el particular, ver ÁLVAREZ y DE LA TORRE (2004, 49),
BATSTONE (2004, 45), COLLINS (1997, 4) y BYRNE (2002, 72).
mento de los beneficios y una mayor implantación en el
mercado para las empresas, construyendo así una repu-
tación sólida, es lícito utilizarlo como una estrategia, que
de manera indirecta resulta beneficiosa para todos los
grupos de interés. Y no sólo utilizarlo, sino reconocerlo
como estrategia (Francés, 2004, 72-73).
En definitiva, como expusimos anteriormente, el fin úl-
timo de los individuos es la felicidad, y si ésta se alcanza
con la ayuda de un comportamiento moralmente acep-
table en el seno de la empresa, que no sólo permita sa-
tisfacer las necesidades materiales sino también las es-
pirituales, sin perjuicio de otros grupos de interés, no
debe negarse su validez. Esto implica asumir por parte
de las empresas no sólo objetivos económicos, sino
también otros, como la conservación del medio ambien-
te o el compromiso para mejorar la calidad de vida de
los individuos que se relacionan con ellas. En la práctica
hay casos relevantes que apoyan esta idea, como los
de Johnson&Johnson o Shell. Por otro lado, una visión
diferente es la que considera que las empresas tienen el
deber de comportarse moralmente con la sociedad que
les otorga el derecho de llevar a cabo sus actividades
(Batstone, 2004). Para ello no basta la buena reputación
de la empresa y su imagen, que son conceptos sociales,
sino también que el objetivo de generación de riqueza
no debe limitarse al momento presente, sino ser exten-
sivo a la riqueza futura. La importancia que está cobran-
do la ampliación de este objetivo ha generado que la so-
ciedad haya empezado a plantearse como principio éti-
co el de la sostenibilidad, en el cual las empresas
desempeñan un papel relevante en tres aspectos: eco-
nómico, medioambiental y social.
Esto lleva al concepto de responsabilidad social cor-
porativa, que AECA (2004, 21) define como «el compro-
miso voluntario de las empresas con el desarrollo de la
sociedad y la preservación del medio ambiente, desde
su composición social y un comportamiento responsa-
ble hacia las personas y grupos sociales con quienes in-
teractúa».
De este modo se persigue la mejora sustancial de la
sociedad mediante la conjunción entre el crecimiento
económico, la protección medioambiental y la cohesión
social (Álvarez y De la Torre, 2004, 141). Si considera-
mos que la actuación socialmente responsable de las
empresas lleva aparejada la transparencia de las mis-
mas, no podemos dejar de destacar la importancia de la
contribución que tiene la información contable para lo-
grar este propósito.
Sin embargo, el panorama que hemos expuesto, pue-
de llevarnos a caer en el error de considerar que en la
actualidad esto está ocurriendo a nivel global. De hecho
esto no es así, ya que esta situación sólo se está produ-
ciendo en la actualidad en economías avanzadas perte-
necientes a países con regímenes democráticos y un
alto grado de desarrollo social, cultural y legal. En otros
muchos países, la empresa no ha perdido su protago-
nismo como agente económico, desde el punto de vista
tradicional. En estas sociedades, las necesidades mate-
riales de los individuos aún no se hallan cubiertas ni tie-
nen otras opciones de subsistencia, de modo que se ha-
cen muy difíciles los avances sociales, y la influencia de
los grupos de interés es prácticamente inexistente. De
este modo, prima el objetivo de máximo beneficio y los
asalariados son sólo fuerza de trabajo. La corrupción
imperante impide que pueda desarrollarse una adecua-
da legislación no sólo en materia social, sino también
medioambiental.
En este ámbito, algunas empresas multinacionales
han contribuido en el pasado reciente a la mala situa-
ción de estos países. De este modo, empresas que res-
petan la normativa legal en sus países de origen, desa-
rrollan comportamientos inmorales en otros países cuya
legislación al respecto es escasa y en muchos casos
inexistente, aprovechando la connivencia de gobiernos
corruptos. Sin embargo, esto suele trascender a los paí-
ses de origen y la penalización de los grupos de interés
suele ser dura. En este caso, la argumentación en de-
fensa de esta actitud se basa en las ideas desarrolladas
por Friedman (1970), según el cual la única obligación
moral de la empresa es la creación de riqueza a través
del desarrollo de sus actividades económicas. En este
sentido cabe preguntarse si las empresas deben perma-
146 ÉTICA Y ECONOMÍA
Junio 2005. N.º 823
M.ª TERESA MÉNDEZ PICAZO
ICE
necer al margen de los movimientos políticos y sociales
de los países en los que realizan actividades, si bien hay
casos tanto de intervencionismo como de ausencia del
mismo que no favorecen la reputación de las empresas
implicadas. Por otro lado, la posibilidad de producir a un
menor coste conlleva el abaratamiento del producto,
que de este modo puede ser adquirido por más consu-
midores, aumentando la demanda, con lo que se poten-
cia la producción y la posibilidad de mejoras salariales.
Frente a este aspecto positivo desde el punto de vista
económico, también hay aspectos negativos, ya que en
muchos casos se vulnera el principio ético de justicia.
5. La transparencia informativa
y la información contable
Uno de los factores más importantes de la reputa-
ción de las empresas es la transparencia en el desarro-
llo de sus actividades. El hecho de que los grupos de
interés confíen en la empresa no significa que tengan
una fe ciega. Es necesario que dispongan de datos sig-
nificativos y veraces de las actividades para que vayan
construyendo su confianza. En este sentido los escán-
dalos ya mencionados de Enron o WorldCom han da-
ñado considerablemente ese delicado intangible que
es la confianza. Si los inversores no creen en la veraci-
dad de los datos y en la existencia de mecanismos de
control que detecten y penalicen actitudes fraudulentas
por parte de los directivos retirarán sus inversiones.
Del mismo modo, los trabajadores necesitan confiar en
la solidez de la empresa y en la estabilidad de sus
puestos de trabajo, y los consumidores en la calidad de
los productos que adquieren y en su elaboración según
criterios higiénicos y sanitarios. El mecanismo de infor-
mación más extendido es la información económica fi-
nanciera que hacen pública las empresas a través de
su contabilidad.
Según Max Weber (1999, 29), el capitalismo occiden-
tal se caracteriza por la racionalización del trabajo y por
la separación entre la economía doméstica y la activi-
dad industrial, y la consiguiente contabilidad racional.
La contabilidad tiene la responsabilidad de ser el regis-
tro de todos los aspectos en que las organizaciones ge-
neran valor. Ello no debería limitarse al ámbito económi-
co-financiero, como ocurre actualmente, sino que está
imponiéndose con fuerza la idea de la contabilización de
los intangibles, de los que forman parte los aspectos que
reflejan actuaciones socialmente responsables en el
seno de las empresas. Las dificultades en este sentido
son grandes, porque los sistemas contables no están aún
preparados para registrar dichos valores.
Sin embargo, a lo largo del tiempo, la contabilidad ha
ido evolucionando como respuesta a las demandas de
información del entorno, es decir, es una consecuencia
de dicha demanda y por lo tanto su desarrollo ha depen-
dido de la evolución económica y social. En la adapta-
ción de los sistemas contables intervienen los grupos
sociales interesados en la transformación de la cultura
corporativa, tanto internos como externos.
Ejemplo de su influencia son las diferencias en la le-
gislación laboral, en los mercados de capitales, etcéte-
ra. En este sentido, la información sobre las actuacio-
nes socialmente responsables requiere una normaliza-
ción que tiene que partir, en primer lugar, del consenso
de los grupos de interés acerca de la información a su-
ministrar y, en segundo lugar, de una legislación que
regule la presentación de la misma. En este punto la
contabilidad desempeña un importante papel como
mecanismo de información tradicional y generalmente
aceptado.
En el caso de la información medioambiental de las
empresas existen iniciativas para desglosar en las
cuentas anuales datos referentes a este ámbito. Con-
cretamente, en España, el Instituto de Contabilidad y
Auditoría de Cuentas obliga a hacerlo desde que en
2002 emitió normas al respecto (ICAC, 2002).
La transparencia, como ya hemos apuntado, es un re-
quisito fundamental de la responsabilidad social corpo-
rativa, y también de la contabilidad empresarial, que
debe reflejar la imagen fiel del patrimonio, la situación fi-
nanciera y los resultados. Sin embargo, para que la in-
formación contable esté a la altura del compromiso so-
ÉTICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA
ÉTICA Y ECONOMÍA
Junio 2005. N.º 823 147ICE
cial que van adquiriendo las empresas, debe ser capaz
de reflejar su comportamiento, no sólo desde el punto
de vista económico-financiero, sino también social y
medioambiental6. Esto supone la cuantificación de as-
pectos que muchas veces son difícilmente cuantifica-
bles, como son las actuaciones socialmente responsa-
bles. Para que la información acerca de las mismas
pueda ser incluida como información contable, deben
cumplir, al menos, como recoge Ibáñez (2004, 170), los
siguientes requisitos:
1. Los aspectos objeto de medición deben ser con-
gruentes, lo que significa que hay que establecer pará-
metros para medir las distintas áreas de responsabili-
dad, como son la medioambiental, la laboral, etcétera.
2. Los resultados deben ser publicados para que
puedan ser conocidos por todos los grupos de interés,
contribuyendo así a la transparencia necesaria.
3. Los datos que se reflejen deben ser veraces y se-
guir fielmente los mecanismos de medición y registro
establecidos.
4. Los resultados obtenidos deben ser perfectamen-
te verificables y los datos que permitan llegar a dichos
resultados deben ser los adecuados y estar registrados
de acuerdo a las normas contables.
Existen distintos planteamientos acerca de cómo
podría presentarse dicha información7. Una de ellas
es continuar elaborando las cuentas anuales de las
empresas según la normativa contable existente y
complementarlas con otros documentos que recojan
estos aspectos de carácter social y medioambiental
elaborados según reglas previamente establecidas
para registrar este tipo de información. En este caso,
cabe destacar dos problemas. Por un lado, aún no
existen dichos parámetros de medición puesto que no
hay normas reguladoras de la misma; por otro lado,
dicha información no es actualmente de obligada pre-
sentación. Esto condiciona y limita la obtención de la
misma por parte de los grupos de interés, que depen-
den para disponer de ella de la «buena voluntad» de
las empresas a la hora de proporcionarla. Algunas
empresas ya lo están llevando a cabo, elaborando sus
cuentas anuales según la normativa contable comple-
tándolas con documentos cuyos nombres varían al no
estar regulada, como decíamos anteriormente, su ela-
boración y presentación. Esta fórmula es la más sen-
cilla, aunque para ser efectiva y que pueda cumplir
con otro requisito indispensable de la información
contable debe ser comparable, lo que hace indispen-
sable la uniformidad en los criterios de elaboración y
presentación de la misma, lo que lleva a una normati-
va específica al respecto.
Otra forma, que implica cambios mucho más profun-
dos, es la que propugna la integración completa de la in-
formación social corporativa en la información económi-
co-financiera. Ello requiere normas contables capaces
de medir elementos y aspectos de carácter intangible
que no se incluyen en la actualidad en ninguno de los
estados de las cuentas anuales con la suficiente exten-
sión y rigor y supone una mayor importancia de la valo-
ración cualitativa en las mismas. Aquí pueden englobar-
se los modelos denominados de Triple Cuenta de Re-
sultados o Triple Balance (Triple Bottom Line), que
recoge información financiera, social y medioambiental,
si bien la forma más sencilla de llevarlo a cabo es me-
diante la ampliación de los contenidos de la memoria8,
donde, de acuerdo con la IAS 1, pueden registrarse in-
formaciones de carácter no financiero. Sin embargo, si
se refleja únicamente en la memoria, persiste el proble-
ma que está distanciando cada vez más el valor conta-
ble de las empresas de su valor real, que es la valora-
ción de intangibles, en los que se integra la responsabili-
148 ÉTICA Y ECONOMÍA
Junio 2005. N.º 823
M.ª TERESA MÉNDEZ PICAZO
ICE
6
En este sentido, destaca el documento de AECA (1996) sobre
contabilidad de gestión medioambiental y otros de carácter tanto
nacional como internacional, como son los trabajos de las NACIONES
UNIDAS (1990,1991, 1992), el LIBRO VERDE DE LA COMISIÓN DE
LAS COMUNIDADES EUROPEAS (2001) o la RESOLUCIÓN DEL ICAC
de 25 de marzo de 2002.
7
Sobre la forma de integración de esta información en los estados
contable, ver HERNÁNDEZ (1999) y DE LARA (2003). 8
Sobre el particular, ver BONILLA et al. (1999).
dad social corporativa. Dichos valores tienen una
incidencia sobre los resultados de la empresa que no
está recogida actualmente y que podría cambiar radical-
mente, por un lado, dicha cifra y, por otro, las decisiones
que tomen los usuarios de la información financiera, que
forman parte de los grupos de interés.
6. Conclusiones
Como hemos señalado a lo largo del desarrollo de
este trabajo, la responsabilidad social corporativa ha
empezado a ocupar un importante espacio en las rela-
ciones entre los distintos agentes económicos. En este
sentido, la transparencia en la actuación de las empre-
sas y en la información clara, veraz y oportuna sobre la
misma se ha convertido en un factor relevante. Como
hemos visto, el comportamiento moral en la empresa
suele utilizarse como estrategia y estar acompañado
de una mejora en los resultados, pero no existe regula-
ción sobre la elaboración y presentación de esta infor-
mación.
Sin embargo, existen importantes esfuerzos en este
sentido, especialmente en cuanto a la valoración de in-
tangibles y a los efectos medioambientales. Pero si
realmente se pretende que la información sobre actua-
ciones morales en las empresas sea de utilidad para
los usuarios, debe valorarse e integrarse en el sistema
contable, de forma que las cuentas anuales sirvan no
sólo para reflejar la imagen fiel de su patrimonio, su si-
tuación financiera y sus resultados, sino también sus
actuaciones en materia medioambiental y social.
En este momento, las Normas Internacionales de
Contabilidad, adoptadas por la Unión Europea, aunque
suponen la imposición en la información contable del
paradigma de la utilidad, no contemplan suficientemen-
te estos aspectos. En este sentido, y dado que los pro-
pietarios e inversores son, de entre todos los usuarios
de la información contable, los destinatarios más des-
tacados, está en sus manos exigir información conta-
ble que abarque más aspectos que los resultados eco-
nómicos.
Referencias bibliográficas
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ÉTICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA
ÉTICA Y ECONOMÍA
Junio 2005. N.º 823 149ICE
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150 ÉTICA Y ECONOMÍA
Junio 2005. N.º 823
M.ª TERESA MÉNDEZ PICAZO
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  • 1. M.ª Teresa Méndez Picazo* ÉTICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA Desde las dos últimas décadas del pasado siglo, el comportamiento de las empresas está evolucionando hacia una competitividad empresarial que se basa no sólo en la obtención de beneficios económicos, sino también en actuaciones que favorezcan su entorno social y medioambiental, mediante la adopción de políticas de mejora de las condiciones laborales, respeto a los derechos humanos, desarrollo de programas de recuperación de los entornos naturales, etcétera. En la actualidad, el término «responsabilidad social corporativa» es utilizado de forma generalizada para designar el compromiso de las empresas respecto a estas cuestiones demandadas por la sociedad. Este artículo relaciona los aspectos éticos y morales con este cambio en el comportamiento empresarial. Palabras clave: ética, empresa, responsabilidad social corporativa, gestión empresarial. Clasificación JEL: A13, M14. 1. Introducción Si nos planteamos el significado de la ética, como la parte de la filosofía que trata del bien y del mal en los ac- tos humanos, podemos decir que ésta surge de la teori- zación y la reflexión sobre el comportamiento moral, de- finiendo moral como el conjunto de principios y reglas morales que regulan el comportamiento y las relaciones humanas. La ética, por tanto, se caracteriza por su ge- neralidad, estudiando el comportamiento humano consi- derado en su totalidad, es decir, generalizando lo que es bueno o malo, correcto o incorrecto para cualquier tipo de moral. Todo esto nos lleva a un intento previo por clarificar los conceptos de los que vamos a tratar, ya que, a pe- sar de que frecuentemente se utiliza el término «ética» para relacionarlo con el ámbito económico, en realidad se hace erróneamente y, en su lugar, debería utilizarse el término «moral», puesto que muchas veces de lo que se está tratando es del comportamiento de los indi- viduos en el ámbito empresarial ante determinadas si- tuaciones, y eso pertenece al campo de la moral y no de la ética. En el desarrollo de este trabajo, en primer lugar, nos hemos preguntado si el capitalismo, en el que han teni- do su origen y su razón de ser las empresas tal y como las conocemos en la actualidad, parte de principios éti- cos, y si éstos generan comportamientos morales en las personas que toman las decisiones. En segundo lugar, nos hemos ocupado del ámbito empresarial y su rela- ción con los principios ético-morales. En tercer lugar, hemos analizado el concepto de responsabilidad social corporativa y las implicaciones que tiene sobre las pro- ÉTICA Y ECONOMÍA Junio 2005. N.º 823 141ICE * Universidad Complutense de Madrid.
  • 2. pias empresas y sobre todos aquellos que, por distintos motivos, tienen interés en las mismas. En tercer lugar, y derivado de lo anterior, hemos relacionado la responsa- bilidad social corporativa con la transparencia en la in- formación ofrecida por las empresas. Por último, hemos realizado algunas reflexiones que se han derivado del desarrollo de lo anterior, a modo de conclusión. 2. Principios éticos en la economía La economía, como ciencia social, está relacionada con los principios morales de la sociedad en la que se desarrolla. Por un lado, las relaciones económicas influ- yen en la moral imperante de la sociedad, y por otro, plantean problemas de orden moral (Sánchez Vázquez, 1999, 35). Por ello podemos decir que la ética, conside- rada como la ciencia del comportamiento moral, está re- lacionada con la economía, tanto en sus orígenes como en su desarrollo. Según esto, el capitalismo, como tipo de sistema eco- nómico imperante en el momento actual, condiciona los comportamientos morales de los individuos que se de- senvuelven en él. Si consideramos sus orígenes, uno de los aspectos que se relaciona directamente con este condicionamiento es la ruptura que supuso respecto a la sociedad tradicional existente hasta aquel momento. En primer lugar, generó cambios en la concepción de la economía, que hasta entonces se desarrollaba a un ni- vel básico, necesario para garantizar la supervivencia de los individuos, transformándola en independiente y sustituyendo el objetivo de supervivencia por el de ri- queza. En segundo lugar, esto provocó un importante crecimiento, que a su vez generó grandes avances en el desarrollo y progreso social. A través de la moderniza- ción y la racionalización, basadas en la libertad de ac- tuación para desarrollar las actividades económicas, se impone el objetivo de maximización del beneficio, que da origen a una moral en la que predominan el egoísmo y el ánimo de lucro, que es legitimada por el mercado, donde encuentra su razón de ser (Montalvo, 1997, 31). En este marco, no es la bondad del hombre la que ga- rantiza la supervivencia y la generación de riqueza, sino su propio egoísmo, que repercute en la obtención del bien general. Esto no significa que los individuos formados en esta sociedad hayan abandonado su aspiración de alcanzar la felicidad, identificable en el capitalismo con la obten- ción de la mayor riqueza posible. Sin embargo, no todos los individuos identifican la felicidad con la riqueza. Si bien son necesarias una cierta seguridad económica y libertad personal para alcanzar la felicidad, como plan- teaba Aristóteles, hay que cuestionarse en todo caso, qué tipo de felicidad se persigue, ya que se trata de un valor subjetivo porque es diferente para cada individuo. Por ello, una cuestión importante que subyace en esto es el concepto de felicidad, que va unido a los mismos orígenes de la filosofía ¿Sirve la economía a este objeti- vo? Para Sen (2001, 38-39), los planteamientos econó- micos según los cuáles los individuos se comportan de manera racional intentando maximizar su propio interés resultan de una errónea interpretación de las teorías de Adam Smith. Por otro lado, según Sen (2001, 27), no sólo la ética tiene relación con la economía, sino que ésta, a su vez, se ha enriquecido considerablemente con algunos de los métodos utilizados por la economía. Por lo tanto, el distanciamiento entre ambas no es tan acusado como habitualmente se piensa. Cortina señala (2000, 55-64), que el capitalismo va acompañado de la moral y por ello existe una concep- ción moral del capitalismo que ha ido cambiando a me- dida que éste iba evolucionando. En este sentido, en países occidentales donde coexisten diversas confesio- nes religiosas, Weber (1999, 40-41) liga el capitalismo a la moral protestante, para la cuál la laboriosidad y la ra- cionalidad económica son valores que conducen a la fe- licidad de los individuos. Por su parte, la moral utilitaris- ta, ligada también al capitalismo y defendida por Bent- ham (1991) y Mill (2002), también buscaba la felicidad, en este caso, del mayor número de individuos, aunque el interés de la mayoría puede generar desigualdad e in- justicia. Sin embargo, el utilitarismo ha sufrido duras crí- ticas, como las de Moore (2002). Rawls (1986), en con- 142 ÉTICA Y ECONOMÍA Junio 2005. N.º 823 M.ª TERESA MÉNDEZ PICAZO ICE
  • 3. traposición al utilitarismo, se apoya en el concepto de justicia distributiva. Otros autores más actuales como Koslowski (1986) consideran que es necesaria una ética del capitalismo, ya que existiendo una gran libertad, los valores morales mejoran la eficiencia, compensan fallos del mercado y favorecen la integración social. Según esto, la ética del capitalismo consiste en la combinación entre moral y economía a través de la eficiencia en la coordinación de los fines individuales, libertad de consu- mo, de producción y de acción y justicia distributiva. Este proceso de transformación experimentado por el capitalismo ha afectado también en gran medida a la empresa, la cual ha sufrido una importante evolución, como destacaremos a continuación. 3. Ética y empresa En el entorno de la empresa, también se plantean problemas de carácter moral que afectan a los indivi- duos que se relacionan con ella, porque el comporta- miento moral es propio de las relaciones sociales y la empresa es un lugar de encuentro entre individuos y grupos con distintos intereses y objetivos. En los inicios del capitalismo, la empresa era única- mente una organización creada con fines productivos, cuyo objetivo último estaba en la obtención del máximo beneficio, en la que no tenían cabida actuaciones de otro carácter que no fuera económico, y en la que los intentos de mejora social no eran considerados, ya que los únicos intereses contemplados eran los de los accionistas. La evolución de la sociedad y el desarrollo de siste- mas legales adaptados a la misma han llevado a dar ca- bida a los intereses de otros individuos, también relacio- nados con la empresa, de una forma más o menos di- recta. En la actualidad las empresas, como agentes económicos que son, y de acuerdo a la visión tradicio- nal, se comportan de forma racional y persiguen un fin que, en principio, no pretende beneficiar a la sociedad, como es la obtención de resultados. De no ser así, per- derían la confianza de sus inversores actuales y poten- ciales y quedarían apartadas del mercado. Sin embargo, el cambio que se ha producido en la economía de mercado de los países más avanzados ha sido sustancial ya que para poder cumplir dicho objeti- vo, las empresas no pueden ya ceñirse únicamente a criterios económicos, sino que deben tener en cuenta factores que no habían sido considerados anteriormen- te, como son los sociales y los medioambientales. De este modo las empresas han dejado de marcar las normas del mercado a las que debían atenerse todos los interesados en ella, cediéndolo a los grupos de inte- rés o stakeholders1, que también buscan sus fines parti- culares. En este sentido, y por lo que se refiere a uno de los grupos internos de interés de la empresa, como son los trabajadores, estos buscan en la empresa algo más que la obtención de un salario que les permita cierta calidad de vida a ellos y sus familias2. También buscan que el desarrollo de su trabajo cumpla sus expectativas de sa- tisfacción con la actividad que desempeñan en la em- presa, sentirse valorados dentro de la organización, y estar orgullosos de que se les identifique como parte in- tegrante de la misma. No es que el salario haya dejado de tener importancia, sino que éste sirve para cubrir las necesidades básicas del individuo, por un lado y, por otro, como demostración de la valoración que se otorga a las funciones que desempeña dentro de la misma. Por tanto, de la concepción tradicional según la cual sólo eran fuerza de trabajo sustituible al servicio de la ÉTICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA ÉTICA Y ECONOMÍA Junio 2005. N.º 823 143ICE 1 AECA (2004, 29-34) define los grupos de interés, partes interesadas o stakeholders como «... aquellos grupos sociales e individuos afectados de una u otra forma por la existencia y acción de la empresa, con un interés legítimo, directo o indirecto, por la marcha de ésta, que influyen a su vez en la consecución de los objetivos marcados y su supervivencia. Pueden también identificarse como grupo de interés las generaciones venideras». Entre ellos están los empleados, los accionistas/propietarios, los clientes, los proveedores, los competidores, los agentes sociales (como sindicatos de trabajadores, asociaciones de consumidores, cámaras de comercio, organismos normalizadores, medios de comunicación, analistas, lobbies y organizaciones no gubernamentales, entre otros), las Administraciones públicas, la comunidad local, la sociedad y el público en general, así como el medio ambiente y las generaciones futuras. 2 Sobre la importancia de la valoración de los trabajadores, ver BATSTONE (2004, 155-187).
  • 4. empresa, cuya única contraprestación hacia ellos era un salario y unas condiciones laborales mínimas reguladas por la ley, han pasado a ser protagonistas en dos ámbi- tos: en primer lugar, como factor productivo que genera valor dentro de la empresa si sus intereses se ven satis- fechos, y en segundo lugar, como consumidor final del producto, función de la que hablaremos más adelante. Todo esto ha provocado que la opinión de los trabaja- dores tenga un peso decisivo en las decisiones tomadas por la empresa, ya que de ellas depende en buena parte la reputación de la misma, elemento sustancial en las relaciones de mercado actuales. Por lo que se refiere a los propios ejecutivos de las empresas, si bien su principal objetivo en el trabajo es cumplir las expectativas de resultados exigidas por los accionistas, como individuos y trabajadores tienen sus propios intereses y criterios morales, de modo que si las decisiones que adoptan para favorecer la obtención de los resultados están de acuerdo con su propia forma de actuar como individuo, esto redundará en una mayor productividad. Pero, ¿puede existir esto si la empresa, para la obtención de beneficio perjudica gravemente los intereses de otros grupos de interés en la empresa? Existen sobrados ejemplos de que una mala actuación por parte de la empresa, según los criterios morales de la sociedad en la que desarrolla sus actividades, no sólo no conlleva la obtención de mayores beneficios, sino que, al destruir su reputación conseguirá que éstos dis- minuyan o desaparezcan. Sin embargo, en este proceso de evolución de la eco- nomía de mercado, también han cobrado una enorme importancia los movimientos de otros grupos de interés externos a la misma, como son los consumidores. En la actualidad, son ellos los que crean la demanda de los productos y servicios exigiendo de las empresas que no sólo respeten una adecuada relación entre precio y cali- dad, sino que se observen en su elaboración o presta- ción criterios morales, como la preservación del medio ambiente para ellos y las generaciones futuras, unas condiciones laborales dignas de los trabajadores de las mismas, o la supresión de la experimentación con ani- males. En este sentido, la presión de los consumidores es muy grande y en un mercado fuertemente competiti- vo optan por aquellos productos o servicios que no sólo satisfacen sus necesidades materiales, sino también las morales. Por ello, en las empresas existe cada vez un interés más acentuado por las demandas de los consu- midores, que les ha llevado a establecer departamentos con personal destinado a atenderlas. Esta cesión de una parte del protagonismo de la em- presa a favor de los grupos de interés se ha debido a va- rios factores: · Por un lado, al crecimiento económico, que ha ge- nerado una mayor renta disponible para los individuos y la posibilidad de mayor bienestar. · Por otro lado, la evolución de la sociedad en mate- ria de educación, derivada de lo anterior, que ha permiti- do a los grupos de interés elegir los productos y servi- cios que consume, no sólo en función de su renta, sino también basándose en criterios morales. En la actualidad, satisfacer las expectativas de los consumidores conlleva dificultades cada vez mayores para las empresas, que han tenido que entrar en el «jue- go moral» para salvarlas. Es en este ámbito en el que podemos hablar del con- cepto de responsabilidad corporativa de la empresa, ya que desde este punto de vista, las organizaciones pro- ductivas tienen carácter social, porque la producción económica es un entramado de relaciones humanas (AECA, 2004, 11). 4. La responsabilidad social corporativa Hemos mencionado varias veces el concepto de re- putación de la empresa3. Tal y como lo expresa Batsto- ne (2004, 24), «la reputación es el carácter que el públi- co atribuye a una compañía», asemejándolo al carácter de una persona. Su importancia reside en la confianza y 144 ÉTICA Y ECONOMÍA Junio 2005. N.º 823 M.ª TERESA MÉNDEZ PICAZO ICE 3 Sobre la reputación de las empresas, ver VILLAFAÑE (2004), FRANCÉS (2004) y BATSTONE (2004).
  • 5. fidelidad que crea en el consumidor y es tanta que cons- tituye un activo intangible de gran peso en las relaciones con su entorno, ya que no sólo afecta a los consumido- res, sino que también constituye un poderoso imán para los accionistas actuales y los potenciales, así como para los proveedores, clientes, trabajadores, etcétera. Ante este panorama, las empresas han integrado comportamientos morales por parte de sus componen- tes entre sus principales estrategias de mercado (Trevi- ño, 2002, 226). La construcción de una reputación sóli- da mediante actuaciones socialmente responsables se ha convertido no sólo en deseable, sino en obligatoria para hacer frente a la fuerte competencia para captar a los grupos de interés y convertirlos en consumidores. A su vez, las presiones de los grupos de interés han tenido como consecuencia, especialmente en regíme- nes democráticos, que se hayan creado leyes en defen- sa de sus intereses, de modo que el poder que han ad- quirido sobre las empresas no ha sido sólo social, sino también, y derivado de ellos, legal. De ese modo, se han creado organismos reguladores encargados de que las empresas cumplan dichas normativas y ofrezcan infor- mación transparente sobre sus actividades. Así, las em- presas que no observan un comportamiento socialmen- te responsable, son penalizadas por el mercado, que hace que sus resultados se vean disminuidos. Por tanto, una de las explicaciones del comporta- miento moral empresarial reside en la idea expuesta de que la mejora de sus resultados, en la actualidad, pasa necesariamente por las actuaciones de carácter moral4, que por tanto se constituyen en una estrategia más en la persecución del fin tradicional de satisfacer a los accio- nistas ofreciéndoles los resultados esperados. Sin embargo, hay otra explicación que se comple- menta con ésta. Si contemplamos la empresa desde el punto de vista de los individuos que la componen, el comportamiento de los mismos condiciona en gran me- dida el crecimiento de los resultados, ya que, como he- mos destacado anteriormente, la satisfacción en el tra- bajo no sólo estriba en la remuneración obtenida, sino también en otros aspectos entre los cuales se encuentra la justicia en la retribución y en las ventajas sociales, así como en la reputación de la cual se sienten responsa- bles y orgullosos. Por ello, factores como las excesivas desigualdades salariales entre ejecutivos y trabajadores de base5 y los sistemas de promoción que no tengan su justificación en la productividad y la creación de valor para la empresa, pueden llevar a situaciones de desmo- tivación que hagan empeorar los resultados. Del mismo modo, debe haber una coherencia entre las actuaciones que llevan a cabo los directivos que gestionan la empresa y su comportamiento moral indivi- dual, los cuales no deben entrar en colisión. Por otro lado, comportamientos ejecutivos que persiguen única- mente el lucro personal, han llevado a crisis empresaria- les tan importantes como las de Enron, WorlCom o Par- malat, de modo que en estos extremos, los comporta- mientos no son ya inmorales, sino claramente delictivos, si bien hay que tener en cuenta que no sólo son respon- sables las principales cabezas visibles de dichas corpo- raciones, sino también todos los grupos de interés que cerraron los ojos ante la opacidad informativa que des- plegaron estas empresas durante sus supuestos bue- nos tiempos. Por tanto, si bien en el comportamiento de los indivi- duos siempre reside el propio interés, este se suele ver li- mitado por el interés de los demás individuos, de modo que la pugna no suele ser productiva, pero sí la colabora- ción. Hoy en día no se pueden obtener resultados ópti- mos prescindiendo de la satisfacción de los grupos de in- terés, lo cuál nos lleva a la cuestión siguiente: ¿Es moral- mente aceptable combinar la persecución del máximo beneficio con los principios morales de los individuos? Si el comportamiento moralmente correcto conlleva un au- ÉTICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA ÉTICA Y ECONOMÍA Junio 2005. N.º 823 145ICE 4 Sobre el particular, ver CARROLL (2002, 141-150) y FRANCÉS (2004, 25-26). 5 Sobre el particular, ver ÁLVAREZ y DE LA TORRE (2004, 49), BATSTONE (2004, 45), COLLINS (1997, 4) y BYRNE (2002, 72).
  • 6. mento de los beneficios y una mayor implantación en el mercado para las empresas, construyendo así una repu- tación sólida, es lícito utilizarlo como una estrategia, que de manera indirecta resulta beneficiosa para todos los grupos de interés. Y no sólo utilizarlo, sino reconocerlo como estrategia (Francés, 2004, 72-73). En definitiva, como expusimos anteriormente, el fin úl- timo de los individuos es la felicidad, y si ésta se alcanza con la ayuda de un comportamiento moralmente acep- table en el seno de la empresa, que no sólo permita sa- tisfacer las necesidades materiales sino también las es- pirituales, sin perjuicio de otros grupos de interés, no debe negarse su validez. Esto implica asumir por parte de las empresas no sólo objetivos económicos, sino también otros, como la conservación del medio ambien- te o el compromiso para mejorar la calidad de vida de los individuos que se relacionan con ellas. En la práctica hay casos relevantes que apoyan esta idea, como los de Johnson&Johnson o Shell. Por otro lado, una visión diferente es la que considera que las empresas tienen el deber de comportarse moralmente con la sociedad que les otorga el derecho de llevar a cabo sus actividades (Batstone, 2004). Para ello no basta la buena reputación de la empresa y su imagen, que son conceptos sociales, sino también que el objetivo de generación de riqueza no debe limitarse al momento presente, sino ser exten- sivo a la riqueza futura. La importancia que está cobran- do la ampliación de este objetivo ha generado que la so- ciedad haya empezado a plantearse como principio éti- co el de la sostenibilidad, en el cual las empresas desempeñan un papel relevante en tres aspectos: eco- nómico, medioambiental y social. Esto lleva al concepto de responsabilidad social cor- porativa, que AECA (2004, 21) define como «el compro- miso voluntario de las empresas con el desarrollo de la sociedad y la preservación del medio ambiente, desde su composición social y un comportamiento responsa- ble hacia las personas y grupos sociales con quienes in- teractúa». De este modo se persigue la mejora sustancial de la sociedad mediante la conjunción entre el crecimiento económico, la protección medioambiental y la cohesión social (Álvarez y De la Torre, 2004, 141). Si considera- mos que la actuación socialmente responsable de las empresas lleva aparejada la transparencia de las mis- mas, no podemos dejar de destacar la importancia de la contribución que tiene la información contable para lo- grar este propósito. Sin embargo, el panorama que hemos expuesto, pue- de llevarnos a caer en el error de considerar que en la actualidad esto está ocurriendo a nivel global. De hecho esto no es así, ya que esta situación sólo se está produ- ciendo en la actualidad en economías avanzadas perte- necientes a países con regímenes democráticos y un alto grado de desarrollo social, cultural y legal. En otros muchos países, la empresa no ha perdido su protago- nismo como agente económico, desde el punto de vista tradicional. En estas sociedades, las necesidades mate- riales de los individuos aún no se hallan cubiertas ni tie- nen otras opciones de subsistencia, de modo que se ha- cen muy difíciles los avances sociales, y la influencia de los grupos de interés es prácticamente inexistente. De este modo, prima el objetivo de máximo beneficio y los asalariados son sólo fuerza de trabajo. La corrupción imperante impide que pueda desarrollarse una adecua- da legislación no sólo en materia social, sino también medioambiental. En este ámbito, algunas empresas multinacionales han contribuido en el pasado reciente a la mala situa- ción de estos países. De este modo, empresas que res- petan la normativa legal en sus países de origen, desa- rrollan comportamientos inmorales en otros países cuya legislación al respecto es escasa y en muchos casos inexistente, aprovechando la connivencia de gobiernos corruptos. Sin embargo, esto suele trascender a los paí- ses de origen y la penalización de los grupos de interés suele ser dura. En este caso, la argumentación en de- fensa de esta actitud se basa en las ideas desarrolladas por Friedman (1970), según el cual la única obligación moral de la empresa es la creación de riqueza a través del desarrollo de sus actividades económicas. En este sentido cabe preguntarse si las empresas deben perma- 146 ÉTICA Y ECONOMÍA Junio 2005. N.º 823 M.ª TERESA MÉNDEZ PICAZO ICE
  • 7. necer al margen de los movimientos políticos y sociales de los países en los que realizan actividades, si bien hay casos tanto de intervencionismo como de ausencia del mismo que no favorecen la reputación de las empresas implicadas. Por otro lado, la posibilidad de producir a un menor coste conlleva el abaratamiento del producto, que de este modo puede ser adquirido por más consu- midores, aumentando la demanda, con lo que se poten- cia la producción y la posibilidad de mejoras salariales. Frente a este aspecto positivo desde el punto de vista económico, también hay aspectos negativos, ya que en muchos casos se vulnera el principio ético de justicia. 5. La transparencia informativa y la información contable Uno de los factores más importantes de la reputa- ción de las empresas es la transparencia en el desarro- llo de sus actividades. El hecho de que los grupos de interés confíen en la empresa no significa que tengan una fe ciega. Es necesario que dispongan de datos sig- nificativos y veraces de las actividades para que vayan construyendo su confianza. En este sentido los escán- dalos ya mencionados de Enron o WorldCom han da- ñado considerablemente ese delicado intangible que es la confianza. Si los inversores no creen en la veraci- dad de los datos y en la existencia de mecanismos de control que detecten y penalicen actitudes fraudulentas por parte de los directivos retirarán sus inversiones. Del mismo modo, los trabajadores necesitan confiar en la solidez de la empresa y en la estabilidad de sus puestos de trabajo, y los consumidores en la calidad de los productos que adquieren y en su elaboración según criterios higiénicos y sanitarios. El mecanismo de infor- mación más extendido es la información económica fi- nanciera que hacen pública las empresas a través de su contabilidad. Según Max Weber (1999, 29), el capitalismo occiden- tal se caracteriza por la racionalización del trabajo y por la separación entre la economía doméstica y la activi- dad industrial, y la consiguiente contabilidad racional. La contabilidad tiene la responsabilidad de ser el regis- tro de todos los aspectos en que las organizaciones ge- neran valor. Ello no debería limitarse al ámbito económi- co-financiero, como ocurre actualmente, sino que está imponiéndose con fuerza la idea de la contabilización de los intangibles, de los que forman parte los aspectos que reflejan actuaciones socialmente responsables en el seno de las empresas. Las dificultades en este sentido son grandes, porque los sistemas contables no están aún preparados para registrar dichos valores. Sin embargo, a lo largo del tiempo, la contabilidad ha ido evolucionando como respuesta a las demandas de información del entorno, es decir, es una consecuencia de dicha demanda y por lo tanto su desarrollo ha depen- dido de la evolución económica y social. En la adapta- ción de los sistemas contables intervienen los grupos sociales interesados en la transformación de la cultura corporativa, tanto internos como externos. Ejemplo de su influencia son las diferencias en la le- gislación laboral, en los mercados de capitales, etcéte- ra. En este sentido, la información sobre las actuacio- nes socialmente responsables requiere una normaliza- ción que tiene que partir, en primer lugar, del consenso de los grupos de interés acerca de la información a su- ministrar y, en segundo lugar, de una legislación que regule la presentación de la misma. En este punto la contabilidad desempeña un importante papel como mecanismo de información tradicional y generalmente aceptado. En el caso de la información medioambiental de las empresas existen iniciativas para desglosar en las cuentas anuales datos referentes a este ámbito. Con- cretamente, en España, el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas obliga a hacerlo desde que en 2002 emitió normas al respecto (ICAC, 2002). La transparencia, como ya hemos apuntado, es un re- quisito fundamental de la responsabilidad social corpo- rativa, y también de la contabilidad empresarial, que debe reflejar la imagen fiel del patrimonio, la situación fi- nanciera y los resultados. Sin embargo, para que la in- formación contable esté a la altura del compromiso so- ÉTICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA ÉTICA Y ECONOMÍA Junio 2005. N.º 823 147ICE
  • 8. cial que van adquiriendo las empresas, debe ser capaz de reflejar su comportamiento, no sólo desde el punto de vista económico-financiero, sino también social y medioambiental6. Esto supone la cuantificación de as- pectos que muchas veces son difícilmente cuantifica- bles, como son las actuaciones socialmente responsa- bles. Para que la información acerca de las mismas pueda ser incluida como información contable, deben cumplir, al menos, como recoge Ibáñez (2004, 170), los siguientes requisitos: 1. Los aspectos objeto de medición deben ser con- gruentes, lo que significa que hay que establecer pará- metros para medir las distintas áreas de responsabili- dad, como son la medioambiental, la laboral, etcétera. 2. Los resultados deben ser publicados para que puedan ser conocidos por todos los grupos de interés, contribuyendo así a la transparencia necesaria. 3. Los datos que se reflejen deben ser veraces y se- guir fielmente los mecanismos de medición y registro establecidos. 4. Los resultados obtenidos deben ser perfectamen- te verificables y los datos que permitan llegar a dichos resultados deben ser los adecuados y estar registrados de acuerdo a las normas contables. Existen distintos planteamientos acerca de cómo podría presentarse dicha información7. Una de ellas es continuar elaborando las cuentas anuales de las empresas según la normativa contable existente y complementarlas con otros documentos que recojan estos aspectos de carácter social y medioambiental elaborados según reglas previamente establecidas para registrar este tipo de información. En este caso, cabe destacar dos problemas. Por un lado, aún no existen dichos parámetros de medición puesto que no hay normas reguladoras de la misma; por otro lado, dicha información no es actualmente de obligada pre- sentación. Esto condiciona y limita la obtención de la misma por parte de los grupos de interés, que depen- den para disponer de ella de la «buena voluntad» de las empresas a la hora de proporcionarla. Algunas empresas ya lo están llevando a cabo, elaborando sus cuentas anuales según la normativa contable comple- tándolas con documentos cuyos nombres varían al no estar regulada, como decíamos anteriormente, su ela- boración y presentación. Esta fórmula es la más sen- cilla, aunque para ser efectiva y que pueda cumplir con otro requisito indispensable de la información contable debe ser comparable, lo que hace indispen- sable la uniformidad en los criterios de elaboración y presentación de la misma, lo que lleva a una normati- va específica al respecto. Otra forma, que implica cambios mucho más profun- dos, es la que propugna la integración completa de la in- formación social corporativa en la información económi- co-financiera. Ello requiere normas contables capaces de medir elementos y aspectos de carácter intangible que no se incluyen en la actualidad en ninguno de los estados de las cuentas anuales con la suficiente exten- sión y rigor y supone una mayor importancia de la valo- ración cualitativa en las mismas. Aquí pueden englobar- se los modelos denominados de Triple Cuenta de Re- sultados o Triple Balance (Triple Bottom Line), que recoge información financiera, social y medioambiental, si bien la forma más sencilla de llevarlo a cabo es me- diante la ampliación de los contenidos de la memoria8, donde, de acuerdo con la IAS 1, pueden registrarse in- formaciones de carácter no financiero. Sin embargo, si se refleja únicamente en la memoria, persiste el proble- ma que está distanciando cada vez más el valor conta- ble de las empresas de su valor real, que es la valora- ción de intangibles, en los que se integra la responsabili- 148 ÉTICA Y ECONOMÍA Junio 2005. N.º 823 M.ª TERESA MÉNDEZ PICAZO ICE 6 En este sentido, destaca el documento de AECA (1996) sobre contabilidad de gestión medioambiental y otros de carácter tanto nacional como internacional, como son los trabajos de las NACIONES UNIDAS (1990,1991, 1992), el LIBRO VERDE DE LA COMISIÓN DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS (2001) o la RESOLUCIÓN DEL ICAC de 25 de marzo de 2002. 7 Sobre la forma de integración de esta información en los estados contable, ver HERNÁNDEZ (1999) y DE LARA (2003). 8 Sobre el particular, ver BONILLA et al. (1999).
  • 9. dad social corporativa. Dichos valores tienen una incidencia sobre los resultados de la empresa que no está recogida actualmente y que podría cambiar radical- mente, por un lado, dicha cifra y, por otro, las decisiones que tomen los usuarios de la información financiera, que forman parte de los grupos de interés. 6. Conclusiones Como hemos señalado a lo largo del desarrollo de este trabajo, la responsabilidad social corporativa ha empezado a ocupar un importante espacio en las rela- ciones entre los distintos agentes económicos. En este sentido, la transparencia en la actuación de las empre- sas y en la información clara, veraz y oportuna sobre la misma se ha convertido en un factor relevante. Como hemos visto, el comportamiento moral en la empresa suele utilizarse como estrategia y estar acompañado de una mejora en los resultados, pero no existe regula- ción sobre la elaboración y presentación de esta infor- mación. Sin embargo, existen importantes esfuerzos en este sentido, especialmente en cuanto a la valoración de in- tangibles y a los efectos medioambientales. Pero si realmente se pretende que la información sobre actua- ciones morales en las empresas sea de utilidad para los usuarios, debe valorarse e integrarse en el sistema contable, de forma que las cuentas anuales sirvan no sólo para reflejar la imagen fiel de su patrimonio, su si- tuación financiera y sus resultados, sino también sus actuaciones en materia medioambiental y social. En este momento, las Normas Internacionales de Contabilidad, adoptadas por la Unión Europea, aunque suponen la imposición en la información contable del paradigma de la utilidad, no contemplan suficientemen- te estos aspectos. En este sentido, y dado que los pro- pietarios e inversores son, de entre todos los usuarios de la información contable, los destinatarios más des- tacados, está en sus manos exigir información conta- ble que abarque más aspectos que los resultados eco- nómicos. Referencias bibliográficas [1] ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE CONTABILIDAD Y AD- MINISTRACIÓN DE EMPRESAS (AECA) (2004): Marco con- ceptual de la responsabilidad social corporativa, Documentos AECA, Serie Responsabilidad Social Corporativa, Documento número 1, Madrid. [2] ÁLVAREZ, D. y DE LA TORRE, J. (2004): 100 preguntas básicas sobre ética de la empresa, 1.ª ed., Dykinson, Madrid. [3] BATSTONE, D. (2004): Salvar el alma de la empresa, 1.ª ed., Empresa Activa, Madrid. [4] BENTHAM, J. (1991): Antología/Bentham, 1.ª ed., Tex- tos Cardinales, Península, Barcelona. [5] BONILLA, M. J.; OLÍAS DE LIMA, R. y TORVISCO, B. (1999): «Algunas reflexiones en torno a la necesidad de am- pliar el contenido de la memoria», Técnica Contable, diciem- bre, páginas 841-854, Madrid. [6] BYRNE, J. A. (2002): «How to Corporate Governance», Business Week, 6 de mayo, página 72. [7] CARROLL, A. B. (2002): «Ethics in Management», A Companion of Business Ethics, 2.ª ed., Blackwell, Oxford, pá- ginas 141-152. [8] COLLINS, C. (1997): «Let’s Close the CEO Salary Loophole», Dollars and Sense, julio-agosto, página 4. [9] COMISIÓN DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS (2001): Libro Verde «Fomentar un marco europeo para la res- ponsabilidad social de las empresas», Bruselas, 18 de julio, COM (2001) 366 final, http://www.europa.eu.int/eurlex/es/con/ gpr/2001/com2001_0366es01.pdf. [10] CORTINA, A. (2000): Ética de la empresa, 1.ª ed., Co- lección Estructuras y Procesos Serie Filosofía, Trotta, Madrid. [11] DE LARA, M. I. (2003): La responsabilidad social de la empresa, 1.ª ed., Edisofer, Madrid. [12] FRANCÉS, P. (2004): La ética de los negocios, 1.ª ed., Colección Ética Aplicada, Editorial Desclée de Brouwer, Bilbao. [13] FRIEDMAN, M. (1970): «The Social Responsibility of Business is to its Increase Profits», The New York Times Ma- gazine, 13 de septiembre. [14] HERNÁNDEZ, M. C. (1999): «Respuesta del sistema contable a la responsabilidad social de la empresa: especial referencia a España», Técnica Contable, mayo, pági- nas 375-394, Madrid. [15] IBÁÑEZ, E. M. (2004): «Transparencia e integridad con- table: función creadora de valor en las memorias de sostenibili- dad o balances sociales», en IBÁÑEZ, J. W. (coord.): Respon- sabilidad social de la empresa y finanzas sociales, Universidad Internacional de Andalucía/Akal, páginas 165-184. [16] INSTITUTO DE CONTABILIDAD Y AUDITORÍA DE CUENTAS (ICAC) (2002): «Resolución de 25 de marzo de 2002, por la que se aprueban normas para el reconocimiento, valoración e información de los aspectos medioambientales ÉTICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA ÉTICA Y ECONOMÍA Junio 2005. N.º 823 149ICE
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