2. Todos los domingos celebramos la Eucaristía
como el centro de ese día; pero hoy celebramos
especialmente la fiesta de la Eucaristía.
3. Jesús subió al cielo;
pero quiso quedarse
entre nosotros. Está
en las personas, está
en su palabra, en la
comunidad que ora…;
Pero de una manera
más real está en la
Eucaristía.
4. Al hablar de la
Eucaristía podemos
fijarnos en el hecho de
que el pan se convierte
en el Cuerpo de Jesús;
podemos fijarnos en el
amor de Jesús cuando
le recibimos en la
comunión. Hoy nos
fijamos principalmente
en que la permanencia
de Jesús continúa en la
Eucaristía, aun
después de la Misa.
5. En la edad Media hubo la herejía de un
tal Berengario, persona influyente, que
negaba la presencia real de Jesús en la
Eucaristía. Afirmaba que Jesús estaba
sólo en símbolo.
Por eso la
Iglesia estudió
más
profundamente
el misterio y las
palabras de
Jesús.
6. Y la reacción de los católicos fue adorar más a
Jesús presente en la Eucaristía. Y vino la fiesta del
Corpus y el acompañar a Jesús por las calles,
cuando sale en procesión.
7. Y vino un
resurgir de
la fe por la
adoración a
Cristo en la
Eucaristía.
Y fue el
cantar a
Cristo, que
es el Amor
de los
amores,
porque
“Dios está
aquí”.
19. En este año, que es del ciclo B, el evangelio nos
narra la institución de la Eucaristía, según el
evangelista san Marcos.
Mc 14, 12-
16, 22-26
Dice así:
20. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero
pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: "¿Dónde quieres que
vayamos a prepararte la cena de Pascua?" Él envió a dos
discípulos, diciéndoles: "Id a la ciudad, encontraréis un hombre
que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre,
decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación
en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará
una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes.
Preparadnos allí la cena." Los discípulos se marcharon, llegaron a
la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena
de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: "Tomad, esto es mi
cuerpo." Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la
dio, y todos bebieron. Y les dijo: "Ésta es mi sangre, sangre de la
alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber
del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino
de Dios." Después de cantar el salmo, salieron para el monte de
los Olivos.
21. Era el jueves santo. Jesús realizó lo que había
prometido, que era quedarse entre nosotros de una
manera muy especial debido a su inmenso amor.
22. En aquella tarde de intimidades y amor profundo
realiza Jesús la Eucaristía. Pero no era para
quedarse muy íntimamente sólo con los
apóstoles aquel día, sino para perpetuarse como
alimento entre nosotros.
23. Es la
manifestación
más sublime
del amor,
donde no sólo
nos unimos
con Cristo,
sino también
entre nosotros
porque
recibimos el
mismo
alimento.
Pero en este ciclo B, por medio de las tres lecturas nos
vamos a fijar en un tema: la Alianza.
24. Lo cual indica que hubo antes otra alianza entre Dios y
su pueblo, que no respondió a las exigencias que Dios
quería.
Al instituir
la
Eucaristía,
Jesús
toma el
cáliz y
dice que
es su
“sangre
de la
nueva
alianza”.
25. La Eucaristía va a
ser la nueva
alianza. Dios
pone su infinito
amor; pero
nosotros
debemos
corresponder:
Cuando
comulgamos
dignamente
sellamos esa
nueva alianza.
30. En los
tiempos de
Moisés hubo
una alianza
entre Dios y
su pueblo. De
ello nos habla
la 1ª lectura:
Ex 24, 3-8.
31. En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo
que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el
pueblo contestó a una: "Haremos todo lo que dice el
Señor." Moisés puso por escrito todas las palabras del
Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda
del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y
mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor
holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó
la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad
la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de
la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual
respondió: "Haremos todo lo que manda el Señor y lo
obedeceremos." Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo,
diciendo: "Ésta es la sangre de la alianza que hace el
Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos."
32. Aquella alianza se hacía al estilo popular, según un
ritual primitivo, sellada por el derramamiento de una
sangre, símbolo de la vida. Se derramaba sobre el altar,
que representaba a Dios, y sobre el pueblo.
33. Intentaba realizar
una comunidad de
vida entre Dios y
los hombres. Esa
alianza venía
reforzada con el
banquete posterior,
comiendo el pueblo
de la carne que
había sido
sacrificada. Aunque
corroborada con
sangre de animales,
Dios se
compromete a
ayudar.
34. Hay algo importante
en esa alianza: el
pueblo se
compromete a hacer
lo que diga el Señor.
Y lo repite dos veces.
Sabemos que el
pueblo no fue fiel a
los compromisos
pactados. El rito de la
sangre quería decir
que una misma
sangre debería correr
por las venas de Dios
y del pueblo.
35. En la Eucaristía sí se
da una verdadera
alianza de amor y de
sangre. Una misma
sangre y una misma
vida alimenta a Dios
y a los hombres. No
es la sangre de
animales lo que les
une, sino la sangre
de Cristo, Dios y
hombre verdadero.
36. Fue necesaria la
muerte de Cristo
para sellar tan
inmensa y profunda
alianza. Por ese
sacrificio de Jesús,
nosotros podemos
llegar a tener la
herencia eterna. Así
nos lo dice hoy san
Pablo en la 2ª
lectura.
Heb 9, 11-15:
37. Hermanos: Cristo ha venido como sumo sacerdote de los
bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más
perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de
este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni
de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el
santuario una vez para siempre, consiguiendo la
liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de
toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen
poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la
pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en
virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como
sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia
de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.
Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella
ha habido una muerte que ha redimido de los pecados
cometidos durante la primera alianza; y así los llamados
pueden recibir la promesa de la herencia eterna.
38. A Dios no le satisfacen los sacrificios y holocaustos de
animales. Dios quiere el sacrificio de nuestra voluntad.
Será real nuestro sacrificio, cuando unimos nuestra
voluntad a la de Cristo.
39. Por eso nuestra
respuesta tiene que
ser de amor, el más
grande que
podamos. Lo menos
que podemos hacer
es asistir a la
Eucaristía. Quizá no
se nos pida sangre
propia, pero sí algo
que nos cueste
como la sangre.
40. En la Eucaristía
tenemos la mejor
manera de unir nuestra
vida con la muerte y
resurrección de Cristo,
porque ya decía san
Pablo que cada vez que
comemos el pan , que
es el Cuerpo de Cristo y
bebemos el vino, que
es su Sangre,
anunciamos su muerte.
51. La muerte de
Cristo nos enseña
cómo el bien
supera al mal
hecho por el
hombre. Jesús
expía el pecado
por el camino del
amor. Él ha hecho
lo más; pero
nosotros
debemos unirnos.
Y la Eucaristía es
el camino
verdadero.
52. Hoy, día del Corpus, día de la Eucaristía, si podemos
asistir a algún acto solemne en que adoramos a Cristo
Jesús sintamos que es el grado mayor de amor
expresado en esa entrega continua mientras nos
acompaña en nuestro caminar de la vida.
53. Hoy, ante la
presencia de
Cristo
eucarístico, se
nos invita a un
acto más
profundo de fe. Y
una fe no es
verdadera si no
está unida al
amor.
54. La Eucaristía no es una devoción más. Es la vida de Dios
que penetra en nosotros, como individuos y como
miembros de una comunidad.
Porque el
Cuerpo y
la Sangre
de Cristo
es el
vínculo
de la
unidad.
55. Si nos sentimos
unidos con Cristo, no
podemos consentir
que haya tantas
personas con tantas
carencias y con tanto
sufrimiento. No se
puede comulgar y
seguir tan cómodos y
tan orgullosos. Amar
a Cristo es amar a los
que Él ama.
56. En aquella alianza
del Ant. Testamento
la gente se
comprometió a
cumplir lo que dice
el Señor. Hoy
debemos estar
atentos para ver
qué nos dice Jesús
desde la Eucaristía.
57. A principios del siglo
IV son célebres los
mártires de Abitinia,
en el norte de África.
Y decían al morir:
“Sin el Domingo no
podemos vivir”.
Porque ¿Para qué
querían la vida sin la
verdadera Vida?.
En tiempos de persecuciones había cristianos que
se jugaban la vida para asistir a la Eucaristía.
58. Terminamos hoy con
lo que nos dice el
salmo responsorial. Es
la respuesta de la
persona fiel al bien
que Dios le ha hecho.
Ante tanta bondad de
Jesús en la Eucaristía
¿qué estamos
dispuestos a hacer?
59. Por lo menos
asistamos con fe
a la Eucaristía.
Viene a ser lo
que dice el
salmista: “Alzaré
la copa de la
salvación”.