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EL EVANGELIO DE JUAN VERSÍCULO POR VERSÍCULO (Capítulos 4 al 7) 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 24 
EL EVANGELIO DE JUAN 
VERSÍCULO POR VERSÍCULO 
(Capítulos 4 al 7)
2 
Capítulo 1 
El Agua Viva 
En su prólogo, Juan nos contó que nos diría que, cuando 
las personas respondían a Jesús adecuadamente, nacían de nuevo. 
Lo hizo alegóricamente en el capítulo 2 y, obviamente, éste era su 
objetivo en el capítulo 3, donde describe ese extraordinario 
encuentro que tuvo Jesús con el rabí Nicodemo. 
En el capítulo 4, Juan nos relata el encuentro que tuvo 
Jesús con una mujer en Samaria. Este capítulo comienza 
diciéndonos que Jesús viajaba de Jerusalén a Galilea. Cuando las 
Escrituras nos dan detalles geográficos, suele haber una razón. Si 
usted ha estado en Tierra Santa, sabe que esto significaba que iba 
a tener que recorrer Israel a lo largo. Si uno quiere ir de Jerusalén 
a Galilea, debe pasar por Samaria. 
Debido a los acérrimos prejuicios que había entre judíos y 
samaritanos, los judíos ortodoxos, cuando viajaban a Galilea, 
viajaban muchos kilómetros para dar un rodeo a Samaria. Jesús 
pasó directamente por Samaria. Esto es significativo, porque 
indica que Jesús estaba mostrando algo a sus discípulos acerca de 
los prejuicios. 
Jesús viajó al corazón de Samaria. Estaba en lo que hoy se 
denomina la ciudad de Siquem, donde se encuentra el pozo de 
Jacob. Aparentemente, envió a sus discípulos a una aldea cercana 
para conseguir comida, pero rechazó su comida cuando volvieron. 
Parece que quiso librarse de ellos porque quería tener un 
encuentro privado con una mujer samaritana. 
Podríamos aprender mucho sobre técnicas de entrevistas si 
estudiamos el encuentro que tuvo Jesús con esta mujer. Antes que 
nada, fíjese que Jesús estaba muy dedicado a esta entrevista. La 
palabra “dedicado” significa, literalmente, ‘apoyar’ o ‘poner a un 
costado para un propósito específico’. Jesús puso a un costado los 
prejuicios de su cultura judía y dejó a un lado su propia 
comodidad con motivo de esta entrevista. Leemos que era 
mediodía, y que Él estaba cansado. Muy probablemente hacía 
mucho calor. 
También estaba consagrado a la persona que estaba 
entrevistando. Demostró que estaba consagrado cuando decidió 
entrevistar a esta persona a solas. Cuando nos entrevistamos con 
alguien, es importante recordar que las personas comparten los 
asuntos secretos de su corazón cuando nos encontramos con ellas 
a solas. Hay momentos en que es muy importante estar a solas con 
la persona que estamos entrevistando.
3 
Cuando miramos por sobre el hombro de Jesús, en esta 
entrevista, también debemos observar su discernimiento. 
Entrevistar significa, literalmente, ‘mirar entre’. Jesús 
verdaderamente ‘mira entre’ y ‘escucha entre’ las palabras con 
gran discernimiento cuando entrevista a esta mujer. 
Jesús va al pozo para sacar agua. Tiene sed; la mujer tiene 
sed. Como no está hablando ahora con un distinguido rabí, no usa 
una expresión como “nacer de nuevo”. Estoy persuadido de que a 
esta mujer samaritana le dice lo mismo que le dijo al rabí, pero no 
lo expresa de la misma forma. Él describe la experiencia del 
nuevo nacimiento para esta mujer samaritana en un lenguaje 
figurado que ella puede entender. 
Al pedirle que le dé de beber, Jesús inicia la conversación 
poniéndose en deuda con ella. Dado que los hombres judíos no 
hablaban con samaritanos, especialmente mujeres samaritanas, y, 
mucho menos, con una mujer de su reputación, esto era una 
ruptura total con la cultura y el fuerte prejuicio entre judíos y 
samaritanos. Él centra la conversación en la sed de ella. Se ocupa 
de la realidad de que ella tendrá que volver a este pozo vez tras 
vez para saciar su sed. 
De hecho, le está preguntando: “¿No te gustaría tomar un 
trago que saciará tu sed por el resto de tu vida?”. A menudo me he 
preguntado si la mujer no sería una alcohólica. Si usted fuera un 
alcohólico, ¿no sería esta una buena metáfora del nuevo 
nacimiento: “Un solo trago, y no volverás a tener sed por el resto 
de tu vida”? 
Cuando ella entiende lo que Él está diciendo, le dice: 
“Dame este trago que saciará mi sed por el resto de mi vida”. En 
ese punto, Jesús dice: “Ve y llama a tu esposo”. Ella le contesta: 
“No tengo esposo”. Entonces Él le dice (permítame parafrasear su 
respuesta): “¡Tienes toda la razón! Has tenido cinco esposos, y el 
hombre con el que estas viviendo ahora no es tu esposo, ¿no es 
cierto?”. 
Ahora bien, ¿por qué trajo a colación este tema? Volvemos 
a encontrarnos con el mismo tema que vimos en el encuentro entre 
Jesús y Zaqueo: el arrepentimiento (Lucas 19:8,9). Sin el 
arrepentimiento, ella no puede tomar este único trago, esta Agua 
Viva que saciará su sed por el resto de su vida. 
Al considerar la técnica de entrevista de Jesús, vemos que, 
además de las otras cosas que he señalado, como entrevistador, 
era directo. Para cuando llegó al punto en que estaba siendo 
directo con esta mujer –cuando la confrontó con la cuestión de su 
vida doméstica-, Jesús ya le había comunicado su amor y su 
aceptación incondicionales hacia ella. Si usted y yo queremos
4 
comunicar amor y aceptación incondicionales hacia la persona 
que estamos entrevistando, cuando lleguemos al punto donde 
tenemos que ser directos, descubriremos que esa persona aceptará 
que seamos directos. 
Como entrevistador, Jesús no es solo directo. Es, también, 
directivo. Observe cuán directivo es Jesús en su entrevista con 
esta mujer. La dirigió hacia su problema, que era el pecado. La 
dirigió hacia su solución, que era el Agua Viva. En el momento 
correcto, la dirigió hacia su Salvador. Hacia el final de la 
entrevista, ella dice: “Sé que ha de venir el Mesías, llamado el 
Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le 
dijo: Yo soy, el que habla contigo” (4:26). 
Al decir esto, Jesús obviamente estaba dirigiendo a esta 
mujer samaritana a su Mesías, y claramente estaba afirmando que 
Él era el Mesías. Esta afirmación de Jesús acentúa el argumento 
de Juan –que podemos seguir a lo largo de su Evangelio- de que 
Jesús es el Cristo (el Mesías), el Hijo de Dios. En este contexto, 
Jesús también le dice: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el 
que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva”. 
Cuando oramos, ya que estamos hablando con Dios, ¿qué 
deberíamos pedir al Dios Todopoderoso? Jesús, claramente, está 
diciendo a esta mujer que Él es el Mesías, y que si ella lo supiera 
y lo creyera, le pediría vida eterna, salvación, Agua Viva, porque 
ese único trago saciaría su sed por el resto de su vida. 
Cuando le dijo que llamara a su esposo, dirigiéndola hacia 
su pecado y su necesidad de arrepentimiento, la mujer hizo lo que 
las personas suelen hacer cuando son confrontadas con su pecado 
y su necesidad de arrepentimiento: hizo una pregunta teológica 
difícil y polémica. Le preguntó, en esencia: “Ustedes, los judíos, 
creen que Dios tiene su sede en Jerusalén, pero nosotros, los 
samaritanos, creemos que Él debe ser adorado aquí, en el monte 
Gerizim. Ahora bien, ¿cuál es tu posición al respecto?”. Esto es 
como decir: “Siempre me he preguntado: ¿quién tiene razón: los 
presbiterianos, los metodistas, los bautistas o los católicos? ¡Es 
que estoy tan confundida!”. ¿Le ha pasado encontrarse con 
personas que plantean preguntas difíciles cuando no quieren 
enfrentarse a la dura realidad de su pecado y su necesidad de 
arrepentimiento? 
Note que, cuando ella planteó estos temas, Jesús siguió 
siendo directivo y la dirigió más allá de las instituciones religiosas 
de ese tiempo. Jesús le dijo, en esencia: “Dios es un Espíritu. 
Nadie puede limitar a Dios. Ustedes, los samaritanos, no tienen a 
Dios allá en el monte Gerizim; nosotros, los judíos, no lo tenemos 
en Jerusalén. Dios es un Espíritu, ¡y quienes lo adoran en Espíritu
5 
y en verdad pueden adorarlo en Espíritu y verdad en cualquier 
parte!”. Cuando le dijo estas palabras, Jesús dirigió a esta mujer 
samaritana más allá de la religión institucional al Dios que es un 
Espíritu. 
Uno de los aspectos más hermosos de esta entrevista es 
relatado en la “lengua de señas” simbólica de Juan. Como señalé 
anteriormente en mi introducción a este Evangelio, siempre 
debemos buscar el significado más profundo cuando leemos los 
escritos del apóstol Juan. Aquí, él usa un lenguaje simbólico 
cuando escribe acerca del cántaro de agua de la mujer. 
Cuando ella llega a la entrevista, su cántaro de agua es un 
símbolo de su sed y, por supuesto, la sed que tiene es por algo 
mucho más que simplemente agua. El hecho de que haya tenido 
cinco esposos y que estuviera viviendo con un hombre que no era 
su esposo sugiere un tipo de sed más profunda. Al principio de la 
entrevista, la mujer se maravilla de que Jesús no tenga un cántaro. 
Dado que el cántaro es símbolo de sed, o necesidad, entonces 
podríamos decir que Jesús está siendo descrito en esta entrevista 
como un Hombre sin un cántaro; un Hombre que no tiene la sed 
que representa la necesidad de salvación de esta mujer. 
El pasaje más hermoso de esta entrevista es este: 
“Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los 
hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he 
hecho. ¿No será éste el Cristo?” (28, 29). 
Cuando la mujer nació de nuevo, Jesús le dio un 
ministerio. Es significativo el hecho de que, cuando fue a la 
ciudad, se dirigió a los hombres. ¿Qué hombres? Bueno, 
obviamente eran hombres que conocía. Tal vez conocía a muchos 
hombres de la ciudad. Dado que las mujeres no se relacionaban 
libremente con los hombres en esa cultura samaritana, creo que 
esta observación de Juan sugiere que era una prostituta. Va a los 
hombres de Samaria y les dice, básicamente: “Vengan a ver a un 
verdadero Hombre. Vengan a ver a un Hombre que me dijo todo 
lo que he hecho jamás. Abrió los pensamientos de mi corazón. 
Habló a mi corazón. Vengan a ver a este Hombre”. 
El texto dice que los hombres fueron. Escucharon a Jesús 
por lo que había dicho la mujer. Pero, luego, al encontrarse con 
Él, dijeron: “Ya no creemos solamente por tu dicho, porque 
nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste 
es el Salvador del mundo, el Cristo” (42). En su relato inspirado 
de esta entrevista, Juan nos dice nuevamente lo que nos dijo que 
nos contaría: cuando las personas respondían a Jesús, nacían de 
nuevo. Este capítulo relata el nuevo nacimiento de una mujer 
samaritana y de los hombres que alcanzó en la ciudad de Samaria.
6 
La entrevista de Jesús registrada en este capítulo es una 
descripción de las dos mayores experiencias de la vida: nacer de 
nuevo y ser el instrumento a través del cual otras personas nacen 
de nuevo. Jesús describió a esta mujer las dos mayores 
experiencias de la vida, alegóricamente. Dijo, básicamente: 
“Mujer, si tomas este único trago, el Agua Viva no solo saciará tu 
sed, sino que se convertirá en una fuente de agua a la que vendrán 
otras personas para tomar”. 
En otras palabras: “No solo nacerás de nuevo y saciarás tu 
propia sed de vida. Te convertirás en una fuente, un manantial, a 
la que acudirán otras personas para saciar su sed nacer de nuevo”. 
Todo esto le ocurre a esta mujer. Una vez que experimenta el 
nuevo nacimiento ella misma, recorre toda Samaria y alcanza a los 
hombres para Cristo. 
Al resumir esta larga entrevista que, si incluimos la 
respuesta posterior, ocupa 42 versículos, hágase las preguntas que 
estamos usando para estudiar el Evangelio de Juan. ¿Quién es 
Jesús? En esta entrevista, Él es el Agua Viva. La sed es una de las 
necesidades básicas que tenemos como seres humanos. Jesús es el 
agua viva que puede saciar nuestra sed. 
Y, en esta entrevista, ¿qué es la fe? Debemos contestar la 
pregunta con lo que Jesús dice a esta mujer: “Si conocieras con 
Quién estás hablando, si conocieras el Don de Dios, ¡oh, lo que le 
pedirías!”. La fe es darse cuenta de que, cuando le pedimos algo a 
Dios, nos estamos dirigiendo al Rey del universo, Aquel que tiene 
recursos infinitos y poder ilimitado. Esta entrevista nos da otra 
respuesta a la pregunta: “¿Qué es la fe?”. Cada vez que tomamos 
un vaso de agua, creemos que el vaso de agua que sostenemos en 
la mano saciará nuestra sed. Demostramos nuestra fe en esa 
realidad cuando tomamos, efectivamente, ese vaso de agua. De 
manera similar, muchos creen que Jesús puede saciar su sed, pero 
nunca toma, por fe, el Agua Viva. 
Cuando Jesús dice a la mujer que llame a su esposo si 
realmente quiere el Agua Viva, tenemos otra respuesta más a la 
pregunta de Juan acerca de lo que es la fe. Es necesario encarar el 
tema del arrepentimiento con relación a la fe. En todas las 
entrevistas de Jesús, tanto las registradas por Juan como en los 
otros Evangelios, no existe la fe salvadora sin el arrepentimiento. 
Como vimos en las entrevistas que tuvo con Zaqueo y el joven 
rico, Jesús les dijo que debían arrepentirse, y solo después de esto 
anunció que había habido salvación (Lucas 18:18-23; 19:8,9). 
Luego, cuando leemos el relato que Juan hace de esta 
entrevista, debemos preguntarnos: “¿Qué es la vida?”. La vida es 
experimentar estas dos cosas: nacer de nuevo nosotros y luego
7 
convertirnos en instrumentos a través de los cuales otras personas 
nacen de nuevo. La vida también podría consistir en deshacernos 
de nuestros “cántaros de agua” –nuestras viejas formas de saciar 
nuestra sed- cuando se sacian las cosas de nuestra vida que nos 
dan sed y nos convertimos en recipientes de los cuales otros 
pueden beber y nacer de nuevo. 
¿Ha sido saciada su sed? ¿Ha creído que Jesús puede 
saciar su sed, pero nunca ha tomado, por fe, ese trago del Agua 
Viva? Si usted no ha experimentado esta gran alegría, arrepiéntase 
de su pecado, deje sus viejos “cántaros de agua” y acepte a Jesús 
como su Agua Viva. Mi oración es que si usted ha nacido de 
nuevo y Él es su Fuente de Agua Viva, usted experimente esta 
segunda alegría al compartir las Buenas Nuevas con otros, aun 
con los que son despreciados por su cultura y su sociedad. 
Capítulo 2 
En su cosecha 
Ahora quisiera considerar los versículos que relatan cómo 
Jesús y los apóstoles responden a esta entrevista con la mujer de 
Samaria. A partir del versículo 27, leemos: “En esto vinieron sus 
discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin 
embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? 
Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los 
hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he 
hecho. ¿No será éste el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y 
vinieron a él. 
“Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, 
come. El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros 
no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá 
traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la 
voluntad del que me envió, y que acabe su obra. ¿No decís 
vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He 
aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya 
están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge 
fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente 
con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el 
que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo 
que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis 
entrado en sus labores. 
“Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron 
en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me
8 
dijo todo lo que he hecho. Entonces vinieron los samaritanos a él 
y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y 
creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya 
no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos 
hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador 
del mundo, el Cristo” (27-42). 
Cuando volvieron, los discípulos se asombraron porque 
Jesús estaba hablando con una mujer, especialmente esta mujer 
samaritana, pero ninguno se atrevió a preguntarle: “¿Qué haces?” 
o “¿Por qué hablas con esta mujer?”. Tenemos aquí un ejemplo 
del hecho de que, cuando Jesús entrevistaba a personas como 
Nicodemo y esta mujer, tenía el discernimiento perfecto. 
Compare el discernimiento de Jesús y el discernimiento de 
los apóstoles. ¿Qué vieron los apóstoles? Vieron a una mujer 
samaritana, una mujer ignorante, y vieron una mujer de reputación 
dudosa, una mujer pecadora. Pero, ¿qué vio Jesús? Él vio a una 
mujer sedienta; una mujer que estaba lista para recibir la 
experiencia del nuevo nacimiento. Jesús vio a una mujer que 
alcanzaría a toda Samaria luego que Él hubiera pasado por la 
región. 
Cuando los apóstoles instaron a Jesús a que comiera, Él hizo 
dos grandes afirmaciones; primero: “Yo tengo una comida que 
comer, que vosotros no sabéis”. Los apóstoles tomaron estas 
palabras literalmente, y pensaron que alguien le había traído 
comida. Jesús hizo, luego, una segunda gran afirmación: “Mi 
comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su 
obra”. 
En el Evangelio de Juan, Jesús es un Hombre con una 
misión, y un hombre que sabe cuál es su misión. Fíjese con qué 
frecuencia hace referencia a las obras que el Padre quiere que haga. 
Dice: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre 
tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” 
(9:4). Aquí, dice: “Mi comida es que haga la voluntad del que me 
envió, y que acabe su obra” (4:34). 
Cuando Jesús concluye sus tres años de ministerio público, 
ora al Padre: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra 
que me diste que hiciese” (17:4). Al lograr la salvación en la cruz, 
sus últimas palabras son un grito triunfal: “¡Consumado es!” 
(19:30). 
Estas declaraciones de misión del Señor deberían 
desafiarnos a finalizar, cada día, las tareas que Dios nos asigne. La 
declaración más profunda que hizo Jesús acerca de la dinámica del 
ministerio de evangelización que nos encomendó como sus 
discípulos se encuentra en los versículos que siguen a esta dinámica
9 
entrevista con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob, cuando 
pasó por Samaria. 
Siembra y cosecha 
Nuestro estudio del Evangelio de Juan nos trae ahora al 
punto en que Jesús ha finalizado su entrevista con la mujer de 
Samaria, que nació de nuevo como resultado de esa entrevista. Lo 
que tenemos ante nosotros es una gran declaración acerca del 
ministerio hacia el que quiere dirigirnos el Señor a todos nosotros 
(4:35-42). Jesús dirigió a la mujer samaritana hacia ese ministerio y 
luego entrenó a los apóstoles compartiendo con ellos una visión del 
milagro que llevó a la mujer samaritana al Agua Viva. 
Como la mayoría de las personas de ese entorno cultural, 
estos hombres que viajaban con Jesús muy probablemente eran 
campesinos y tal vez tenían huertas para dar de comer a sus 
familias. En este sentido, eran todos agricultores. Esto significa 
que estos hombres entendían claramente y fácilmente cuando 
Jesús usaba metáforas, como la del campesino que siembra 
semillas en diferentes tipos de suelos, como en su Parábola del 
Sembrador. Entendieron fácilmente cuando Jesús habló de las 
malezas en su jardín en su Parábola del Trigo y la Cizaña. 
Aparentemente, habían estado hablando de que se 
acercaba el tiempo de la cosecha, en cuatro meses, y cuán 
importante era que estuvieran en sus casas para ese momento. Yo 
estoy seguro que Jesús hace referencia a su conversación en este 
sentido cuando les dice, básicamente: “¿No dicen ustedes: ‘Aún 
faltan cuatro meses para que llegue la cosecha?’ Miren, yo les 
digo: ‘Alcen sus ojos y miren los campos, porque ya están blancos 
(maduros por demás) para la siega, simplemente esperando que 
venga un siervo del Señor para cosecharlos’”. 
Este es el contexto de una de las grandes exhortaciones de 
Jesús: “Alzad vuestros ojos y (luego) mirad los campos”. ¿Qué lo 
motivó a decir esto? Acababa de tener una entrevista con la mujer 
samaritana. Cuando Jesús y los apóstoles se encontraron con esa 
mujer junto al pozo de Samaria, todo lo que vieron los apóstoles 
fue una mujer samaritana pecadora. Jesús dice, en esencia: “Alcen 
sus ojos antes de mirar a una mujer así. Dios les dará 
discernimiento si miran hacia arriba antes de mirar a las personas. 
Esto se cumple especialmente cuando uno mira a las personas 
desde arriba. Vean a las personas como Dios las ve”. Esta es la 
esencia de lo que dice Jesús en estos magníficos versículos de las 
Escrituras. 
Jeremías nos da una razón por la que simplemente debemos 
hacer esto, cuando dice: “Engañoso es el corazón más que todas las
10 
cosas, y perverso”. Luego pregunta: “¿Quién lo conocerá?”. Y 
contesta su propia pregunta diciéndonos enfáticamente que sólo 
Dios conoce el corazón humano (Jeremías 17:9.10). 
Soy pastor desde 1956. No pasó mucho tiempo antes que me 
diera cuenta de que Jeremías tenía razón: yo no conocía mi propio 
corazón, y no conocía el corazón de mi gente. En mi ignorancia, 
había dicho muchas veces: “Para amar a una persona, solo hace falta 
entenderla”. No pasó mucho tiempo antes que conociera algunas 
personas que pensaba que yo entendía muy bien, pero que me 
resultaba difícil amar. Estoy muy agradecido porque en mis 
primeros años de pastor Jesús me enseñó a mirar hacia arriba antes 
de mirar a la gente. Hice el gran descubrimiento de que, si miramos 
hacia arriba antes de mirar a nuestro alrededor, veremos personas 
como la mujer samaritana de la forma que la vio Jesús, en vez de la 
forma que la vieron los apóstoles. 
Algunos tal vez pregunten: “¿Mira Jesús con amor a los 
pecadores que cometen crímenes horribles y que hacen enormes 
daños?”. La respuesta a esa pregunta viene envuelta en una hermosa 
palabra de la Biblia: misericordia. Esta palabra se encuentra 366 
veces en la Biblia, una para cada día, además de un día más para los 
años bisiestos. 
¿Qué es la misericordia? Es el amor incondicional de Dios. 
La misericordia es el atributo de Dios que no nos da lo que 
merecemos. La gracia de Dios es el atributo de Dios que da y 
provee, y aun prodiga sobre nosotros, toda clase de bendiciones que 
no merecemos. La gracia de Dios es la obra de Dios dentro de 
nosotros, sin intervención nuestra. La gracia de Dios es el amor de 
Dios que recibimos. La palabra “misericordia” es la palabra bíblica 
que describe la forma en que Dios no nos da lo que merecemos. La 
misericordia nos demuestra cómo ama Dios. La misericordia es 
simplemente la palabra bíblica que nos dice que el amor de Dios es 
incondicional. 
Jesús nos recuerda que: “Vuestro Padre que está en los 
cielos ... hace salir su sol sobre malos y buenos, y ... hace llover 
sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Simplemente, nos está 
recordando el hecho que Dios ama incondicionalmente. David 
escribe que, de hecho, el bien y la misericordia (amor 
incondicional) de Dios lo seguirían todos los días de su vida 
(Salmos 23:6). 
Una vez escuché a una persona que había sido juez por 
cincuenta años decir que la mayoría de las personas que 
comparecían ante su tribunal no estaban interesadas en la justicia, 
porque eran culpables y lo sabían. Por lo tanto, estaban
11 
interesados en la misericordia. La última vez que escuché la 
predicación de un gran pastor que fue un modelo para mi 
ministerio, él tenía ochenta y un años. Lo primero que dijo fue: 
“Soy muy viejo ahora y, al prepararme para estar con mi Señor, 
me interesa un solo concepto: ¡la misericordia de Dios!”. 
No habría salvación para ninguno de nosotros si no fuera por 
la misericordia de Dios. Por lo tanto, debemos agradecerle por su 
misericordia y por la bendita realidad de que Dios mira a los 
pecadores con amor incondicional. Así que, si usted y yo alzamos la 
vista antes de mirar a las personas, nunca miraremos desde arriba a 
una persona que no podemos amar, si estamos unidos a Cristo y 
tenemos el amor de Dios. 
Esta gran exhortación que oímos de Jesús es su respuesta a 
la experiencia del nuevo nacimiento de la mujer samaritana. 
Palabras más, palabras menos, está diciendo a sus apóstoles: 
“Ustedes siempre están hablando de la cosecha. ¿No se dan cuenta 
de que la cosecha es cada día? Alcen sus ojos, y luego miren a las 
personas, y verán que son como frutos maduros, más que listos para 
ser cosechados”. 
Así como esta mujer estaba sedienta y más que lista para el 
Agua Viva, hay muchas personas hoy que están listas y esperando 
que algún siervo de Cristo las coseche. Si simplemente alzáramos 
nuestra vista antes de mirar a las personas, descubriríamos que estas 
palabras de Jesús son tan dinámicamente ciertas hoy como lo fueron 
junto a ese pozo de Samaria, dos mil años atrás. 
Me pregunto si alguna persona ha creído alguna vez por su 
palabra de testimonio acerca de lo que Cristo significa para usted. 
¿Ha encontrado usted el Agua Viva? ¿Ha saciado Él su sed? Si lo ha 
hecho, recuerde que el plan de Cristo es que, al tomar del Agua 
Viva, esta se convierta en usted en agua a la que otras personas 
puedan acudir y beber de ella. ¿Hay alguien que cree en usted 
porque ya no necesita sus “cántaros”? 
Note también lo siguiente: luego de que los hombres de 
Samaria fueron a Cristo por las palabras de la mujer, dijeron: “Ya 
no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos 
hemos oído, y sabemos [esta es una palabra que significa conocer 
por experiencia y relación] que verdaderamente éste es el 
Salvador del mundo, el Cristo”. 
Cuando tenemos el privilegio de cosechar, es sumamente 
importante que guiemos a las personas hacia Cristo y no hacia 
nosotros. Nuestro objetivo debe ser que ellas puedan decir que ya no 
es cuestión de nuestra palabra de testimonio. Debemos orar 
diligentemente para que las escuchemos decir la esencia de lo que 
estos hombres de Samaria dijeron a esta mujer: “Lo hemos oído
12 
nosotros mismos, y sabemos (por relación) que éste es el Cristo, el 
Mesías, el Salvador del mundo y nuestro Salvador personal”. 
Lo que estos hombres de Samaria dijeron también sigue el 
argumento sistemático del apóstol Juan en este Evangelio. Recuerde 
que el propósito de Juan al escribir este Evangelio es convencernos 
de que Jesús es el Cristo, el Mesías y el Hijo de Dios. Juan quiere 
que creamos su argumento sistemático, porque creer en su 
argumento abre la puerta para el Agua Viva, vida eterna para 
nosotros (20:30, 31). 
Jesús enseña, también: “El que cosecha recibe paga, y 
recoge fruto para vida eterna, para que tanto el que siembra como el 
que cosecha puedan regocijarse juntos”. Según Jesús, cuando 
tenemos la experiencia de ser el vehículo a través de quien otra 
persona descubre las dos mayores experiencias de la vida, recibimos 
paga. Esta paga no es dinero, ¡pero es paga! Esta es la paga más 
gratificante que pueda recibir jamás un ser humano: saber que 
nuestra vida sirvió para algo, saber que significó algo para toda la 
eternidad para la persona con quien nos cruzamos –que, antes de 
mirarla, miramos hacia arriba-, que fuimos para ella el agente 
humano de las dos mayores experiencias de la vida. Esta es la paga 
más gratificante y satisfactoria que podamos ganar jamás en este 
mundo. 
¿Qué siente usted con relación a la persona que lo llevó a 
Cristo? ¿Qué sienten las personas que usted ha llevado a Cristo con 
relación a usted? Piénselo por un minuto y vea si no encuentra 
significado en las siguientes palabras: “El que cosecha recibe paga y 
recoge fruto para la vida eterna”. ¿Cómo puede usted influir en la 
calidad de su eternidad por medio de la forma en que usa su tiempo 
en esta vida? Una forma es: “El que gana almas es sabio” 
(Proverbios 11:30). 
En Lucas, capítulo 16, el Señor dijo que es posible que 
hagamos amigos, que nos estarán esperando, en habitaciones 
eternas, en el estado eterno. Según Jesús, estos amigos nos darán la 
bienvenida al estado eterno y dirán: “No estaríamos aquí, en estas 
habitaciones eternas, si tú no hubieras sido el agente humano de 
nuestra salvación”. Esto es, ciertamente, dar propósito, significado, 
definición y dirección a la vida humana, ¿no es cierto? ¿Qué cosa 
podría hacer usted que diera más propósito y significado a su vida y 
a las vidas de otros que compartir las Buenas Nuevas de que ellos 
pueden recibir la misericordia y la gracia de Dios? 
Cuando el apóstol Pablo agradeció a los filipenses por 
apoyar su ministerio, que estaba llevando a cientos de gentiles a 
Cristo, dijo a su iglesia favorita que no deseaba sus regalos, sino que 
deseaba que el fruto abundara en su cuenta en el estado eterno. Eso
13 
fue lo que enseñó Jesús, en el capítulo 16 de Lucas, cuando presentó 
su profunda parábola del mayordomo infiel. No podemos llevarnos 
nuestro dinero con nosotros, pero podemos “comprar acciones en el 
cielo”, según Jesús y Pablo. 
Jesús luego nos dice que cuando se reciba esta paga y el 
fruto sea recogido por la eternidad, tanto el que siembra como el que 
cosecha se regocijarán juntos, porque en este ministerio de llevar 
gente al Agua Viva, es cierto que uno siembra y otro cosecha. 
Al reflexionar sobre esta metáfora, hágase la siguiente 
pregunta: ¿Quién lo llevó a Cristo? ¿Quién lo llevó a la fe? Tal vez 
piense en una persona. Pero, en realidad, ¿fue una persona, un 
programa de radio que usted escuchó, un tratado evangelístico que 
leyó, o fue toda una sucesión de personas que plantaron semillas, 
que sembraron la verdad del Evangelio en su vida, mucho antes de 
que llegara a su vida el siervo del Señor que cosechó su salvación? 
¿Podría ser que Dios haya usado a un padre, una madre, un 
abuelo, una abuela, un amigo, un vecino, un maestro de Escuela 
Dominical o un pastor piadoso para sembrar la Palabra de Dios en 
su vida? Si lo piensa, tal vez se dé cuenta de que toda clase de 
personas plantaron semillas en su vida hasta que un día alguien vino 
e hizo que su fe llegara a dar fruto. Esa persona cosechó su 
salvación. La persona que vemos como el ganador de almas, el que 
hace discípulos, es el cosechador en esta enseñanza de Jesús. 
Cada vez que alguien “lleva a una persona al Señor”, según 
nuestra expresión, o tiene esta experiencia de cosechar, esa persona 
debería darse cuenta de esto: que uno siembra y otro cosecha. Jesús 
entrenaba a sus discípulos para que fueran cosechadores, pero les 
dijo: “Yo los he enviado a ustedes a cosechar lo que no les costó 
ningún trabajo. Otros se han fatigado trabajando, y ustedes han 
cosechado el fruto de ese trabajo” (38, NVI). 
Cuando usted tiene el gozo de cosechar, cuando tiene el 
gozo de llevar a alguien a la fe, ¡qué cosa maravillosa es ser el 
agente humano del nuevo nacimiento! Tal vez usted sea un pastor, 
un evangelista, un maestro o un creyente que presenta el Evangelio a 
las personas individualmente. Su mayor experiencia en la vida es su 
propia experiencia del nuevo nacimiento. Cuando usted presenta el 
Evangelio a alguien, sea de uno por vez o a un grupo, y las personas 
nacen de nuevo, esto es, para usted, la segunda mayor experiencia 
de la vida. 
Pero, recuerde esto: cada vez que usted cosecha, es probable 
que otra persona haya sembrado. El apóstol Pablo escribe que en la 
eternidad conoceremos a Dios tan completamente como Él nos 
conoce a nosotros (1 Corintios 13:12). Cuando conozcamos como
14 
Dios nos conoce a nosotros, sabremos que muchas personas 
sembraron para que nosotros pudiéramos cosechar. Cuando 
cosechamos, otros han trabajado y nosotros cosechamos el fruto de 
ese trabajo que es una larga procesión de siembra fiel de testigos 
fieles que sembraron para que nosotros pudiéramos experimentar el 
gozo de cosechar. 
En resumen, en esta entrevista y la respuesta a la entrevista, 
¿ve usted las respuestas a las preguntas clave que revelan para 
nosotros la verdad de este evangelio? De nuevo, esas preguntas son: 
“¿Quién es Jesús?”, “¿Qué es la fe?” y “¿Qué es la vida?”. 
¿Quién es Jesús? Es el Agua Viva. Jesús es el Cristo, que 
habla a su corazón. Es el Mesías. 
¿Qué es la fe? La fe es arrepentimiento (“Ve, llama a tu 
marido”). Como estos hombres de Samaria y los apóstoles que se 
encontraron con Jesús por primera vez, la fe significa encontrarse 
con Jesús. La fe es preguntarse: “Si sabes a Quién le estás orando, 
¿qué deberías pedirle?”. La fe es dejar su cántaro de agua, el 
símbolo de su sed, y reemplazar los síntomas de su sed por el Agua 
Viva de Cristo. 
¿Qué es la vida? La vida es saciar su sed. La vida es el Agua 
Viva. La vida es aquellas dos grandes experiencias: su propia 
experiencia personal del nuevo nacimiento y, luego, ser el agente 
humano a través del cual otros nacen de nuevo. 
Creer para ver 
El cuarto capítulo del Evangelio de Juan concluye con la 
historia de otra señal, una evidencia milagrosa, que sigue la línea 
de razonamiento del apóstol Juan. Jesús continuó su viaje de 
Judea a Galilea luego de su fructífero ministerio en Samaria a 
través de la mujer con la que se encontró junto al pozo de Jacob. 
Vuelve a Caná de Galilea, donde convirtió el agua en vino. Dado 
que Nazaret no está muy lejos de Caná, esto significa que vuelve a 
su casa. Había dejado Galilea porque “no hay profeta sin honra 
sino en su propia tierra” (Marcos 6:4). El milagro de Caná se 
indica como su primera señal, y al volver ahora realizará la 
segunda señal o milagro registrado por el apóstol Juan. 
Hay un hombre en Capernaum que es un noble – 
literalmente, un hombre del rey- y tiene un hijo con una fiebre 
terrible que lo ha llevado casi a la muerte. Este padre perturbado 
deja el lecho de su hijo moribundo y viaja 30 kilómetros a Caná, 
porque oye que Jesús está allí. Este padre es un hermoso ejemplo 
de otra respuesta a la pregunta: “¿Qué es la fe?”.
15 
Él sabía adónde ir cuando tenía un problema. Fue a Jesús 
cuando tuvo un problema que no podía resolver. Tomó muy en 
serio el hecho de acudir a Jesús con su problema. Dejó el lecho de 
un hijo moribundo para ir a Jesús con su problema. ¿Qué cosa 
haría que usted dejara a un hijo moribundo? Él encaró el problema 
con toda seriedad. Dejó el lecho de muerte de su hijo moribundo 
porque creía que Jesús representaba la única esperanza para su 
hijo. 
Estaba convencido de que tenía que persuadir a Jesús para 
que fuera Capernaum personalmente para ministrar sanidad a su 
hijito. Sin embargo, en realidad se convierte en un ejemplo de fe 
cuando tiene su entrevista con Jesús. 
Jesús prueba la fe de este padre cuando dice: “Ve, tu hijo 
vive”. El padre no protesta ni insiste en que Jesús lo acompañe a 
su casa. Simplemente hace lo que Jesús le ordena. Una visión 
secular de la fe es “ver para creer”. El espíritu de este enfoque es 
que “voy a creer cuando lo vea”. La Biblia enseña 
invariablemente que el creer es (nos lleva a) ver. David anuncia: 
“Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de 
Jehová en la tierra de los vivientes” (Salmos 27:13). 
Este padre sabía dónde ir cuando tenía un problema. Fue a 
Jesús con su problema. Acudió a Jesús con toda seriedad. Creyó lo 
que veía cuando acudió a Jesús con su problema. Cuando iba 
camino a su casa –obedeciendo lo que Jesús le había ordenado-vio 
lo que creía cuando acudió a Jesús. Sus siervos se encontraron 
con él y le dijeron: “¡Tu hijo vive!”. Estas eran exactamente las 
mismas palabras de Jesús le había dicho a este padre. Entonces, 
creyó él con toda su casa. 
¿Sabe usted dónde ir cuando tiene un problema? ¿Acude a 
Jesús cuando tiene un problema que no puede resolver? ¿Toma en 
serio el hecho de acudir a Jesús con su problema? ¿Cree lo que ve 
cuando acude a Jesús con su problema? Si es así, como este padre, 
usted verá lo que cree cuando acuda a Jesús con los problemas 
que no puede resolver. No se trata de ver para creer. El creer es 
(nos lleva a) ver. Como David y como este padre, crea para ver la 
bondad del Señor en su experiencia de vida. 
Capítulo 3 
El hombre del estanque 
Nuestro estudio del Evangelio de Juan nos lleva al capítulo 
5, y vemos nuevamente lo que vimos en los primeros cuatro
16 
capítulos. Casi parece redundante, pero el tema de cada capítulo 
de este evangelio se presenta en forma constante y hermosa. 
Recuerde nuevamente que en el prólogo nos dijo que, cuando las 
personas respondían correctamente a Jesucristo, nacían de nuevo. 
Juan nos va a volver a decir esto cuando comenzamos a leer el 
capítulo 5. 
Este capítulo comienza diciéndonos que, cuando Jesús fue 
a Jerusalén, tuvo que pasar por un lugar desgarrador llamado el 
“estanque de Betesda”. Leemos que alrededor de los pórticos de 
este estanque yacía una gran cantidad de personas débiles, que 
sufrían todo tipo de enfermedades. Estas personas desesperadas y 
desvalidas creían en algo que podría haber sido una superstición: 
estaban tendidas alrededor del estanque porque creían que, si el 
agua se movía, era porque un ángel la había tocado, y, cuando 
ocurría esto, el primero en entrar al estanque sería sanado. Este 
repentino movimiento del agua era causado por las fuentes que 
proveían de agua a este estanque. 
Los religiosos también pasaban junto a ese estanque cada 
vez que iban a adorar. Jesús no podía pasar al lado del estanque de 
Betesda sin detenerse. Simplemente, debía detenerse. Jesús 
atravesó esta gran multitud de personas débiles hasta que encontró 
un hombre que, tal vez, era el más débil. Había sido un inválido 
durante 38 años. Sin embargo, cada vez que el agua se movía, no 
tenía a nadie que lo ayudara a entrar al agua. Siempre había 
alguien que entraba al estanque antes que él. Lo que le pasaba era 
que no podía ser el primero en entrar al estanque. Le dijo a Jesús: 
“No tengo a nadie que me ayude”. 
Es triste pensar que no tenía a ningún amigo o familiar que 
lo quisiera lo suficiente como para ayudarlo. Jesús encuentra a 
este hombre y le hace una pregunta que nos suena extraña: 
“¿Quieres ser sano?”. Ahora bien, el hombre le podría haber 
contestado: “¿Qué te parece? Hace 38 años que estoy aquí. ¡Por 
supuesto que quiero ser sano!”. Pero no lo dijo. 
Los profesionales de la salud encuentran que esta pregunta 
es muy pertinente, porque hay personas que no quieren sanarse. 
No sabrían qué hacer si se sanaran. Toda su vida parece girar 
alrededor del hecho de que están enfermas. Son hipocondríacas 
con complejo de mártir y, claramente, quieren estar enfermas. 
Parecen encontrar su identidad como “personas enfermas”. 
¿Por qué les gusta a las personas hablar acerca de sus 
operaciones? ¿Por qué nos gusta dar un “concierto de órganos” 
(órgano por órgano)? Se llama “complejo de mártir”. Así que la 
pregunta de Jesús –“¿Quieres ser sano?”- era muy apropiada.
17 
Cuando Jesús sana al hombre, éste está acostado sobre su 
lecho. Es el día de reposo. No se les permitía a los judíos llevar 
cargas el día de reposo. Pero Jesús le dice, básicamente: “Levanta 
tu lecho, colócalo sobre tu espalda y avanza por la calle, justo 
delante del templo”. 
Esto inicia el diálogo que tiene Jesús con la jerarquía 
religiosa y que continúa hasta el capítulo 9. Este diálogo es 
importante porque el Espíritu Santo dedica cinco capítulos de las 
inspiradas Escrituras a registrar su contenido, para nuestro bien. 
Note que Jesús inició este diálogo cuando le dijo a este hombre 
que levantara su lecho y lo llevara por la calle, violando la ley del 
día de reposo. No estaba violando las leyes escritas por Moisés, 
sino los cientos de leyes que los fariseos y escribas habían 
agregado a las leyes del día de reposo de Moisés. 
El hecho de que el hombre había estado acostado sobre un 
lecho, enfermo, durante 38 años y ahora está lo suficientemente 
sano como para caminar por la calle delante del templo no parece 
ser importante para estos líderes religiosos. Yo, que estoy en una 
cama o en una silla de ruedas desde comienzos de la década de los 
ochenta, hubiera esperado que dijeran: “¡Miren eso! ¡Ese es el 
hombre del estanque de Betesda! Ha estado ahí tanto tiempo que 
casi forma parte del decorado. ¡Mírenlo! ¡Camina! ¡Qué 
maravilloso!”. 
Pero no fue eso lo que dijeron. Su respuesta fue: “¡Estás 
rompiendo una regla! ¡Estás cargando tu lecho en el día de 
reposo!”. Querían saber quién le había dicho que llevara su lecho. 
Él les contestó que la persona que lo había sanado se lo había 
dicho. Entonces, ellos se trabaron con Jesús en este diálogo hostil, 
algo que Jesús obviamente quería. 
Quisiera darle una tarea que nos lleva al corazón del 
Evangelio: al leer el relato de Juan de este diálogo, tome una 
lapicera y un anotador y escriba todo lo que dice Jesús acerca de sí 
mismo. Cada vez que Él dice algo de sí, de quién es o de lo que 
está haciendo aquí, en este diálogo, póngalo por escrito. 
Según C. S. Lewis, el gran profesor de la literatura del 
Renacimiento, cuando uno llega al final del capítulo 8 y reflexiona 
sobre lo que ha escrito, tendrá tres opciones: puede decir que 
Jesús era un mentiroso, puede ser benévolo y llamarlo un lunático, 
o puede llamarlo Señor, postrarse y adorarlo. Estas son las únicas 
tres opciones que Él le dará para cuando haga una lista de las 
cosas que Jesús dice de sí en este diálogo. 
Obviamente, Jesús incita a la jerarquía religiosa a entrar en 
este diálogo. Está preparado para hacer estas afirmaciones y las
18 
precede con un milagro que las certifica. El milagro mismo es una 
historia hermosa que nos lleva a un nivel de verdad más profundo 
del Evangelio de Juan. 
En Apocalipsis, Juan nos dice en el primer capítulo que las 
iglesias son como siete candelabros de oro y, en el medio de estos 
candelabros, ve a uno que es como el Hijo del Hombre. Ve a 
Cristo en medio de los candelabros. En esa hermosa lengua de 
señas judía, Juan nos dice que Jesús puede ser encontrado hoy en 
el medio de todas sus iglesias. Mateo relata que, cuando nació 
Cristo, los magos vinieron con la pregunta: “¿Dónde está [Él]?”. 
Jesús contesta esa pregunta en Apocalipsis. Por lo menos una 
respuesta a esa pregunta de los magos es que Jesucristo está en 
medio de sus iglesias. 
Juan nos da otra hermosa alegoría cuando describe la gran 
multitud de personas débiles alrededor del estanque de Betesda. 
Alguien dijo que esta gran multitud de personas débiles es una 
buena imagen de la iglesia. Pensamos que las grandes cantidades 
nos dan fuerza. En algunas partes del mundo, nos entusiasmamos 
porque hay muchas personas que asisten a iglesias evangélicas 
hoy. 
Sin embargo, cuando uno tiene una multitud de personas 
débiles, eso no es una iglesia; ¡es una buena descripción de un 
hospital! Un hospital podría denominarse ‘una gran multitud de 
personas débiles’. ¿Creemos que tenemos fortaleza porque 
tenemos muchas debilidades? Si esta es la aplicación aquí, 
entonces, cuando vea a Jesús entre esa gran multitud de personas 
débiles, debería verlo en medio de sus iglesias. 
Es allí donde se encuentra Cristo hoy, y es allí donde a Él 
le gustaría encontrarlo a usted. Al ver a Cristo que encuentra a 
este hombre impotente, que ha estado en el estanque de Betesda 
más tiempo que ninguna otra persona, el más débil de todos, ¿me 
permite una aplicación personal? ¿Es usted el más débil de una 
gran multitud de personas débiles? ¿Es usted, tal vez, el más débil 
de todos? ¿Ha estado usted débil más tiempo que nadie más, y 
está harto de estar débil? Bueno, entonces la aplicación de esta 
historia es para usted. El Jesucristo resucitado, vivo, sanador está 
en medio de sus iglesias hoy y lo está buscando a usted. Cuando 
Jesús lo encuentre, quiere preguntarle: “¿Estás harto de ser débil? 
¿Quieres ser sano?”. 
Me he preguntado a menudo por qué Jesús no sanó a todos 
en el estanque de Betesda. No hay duda de que Él podría haber 
sanado a todos alrededor de ese estanque. ¿Por qué no se dirigió a 
toda esa multitud y dijo: “¡Sean sanos! Levanten sus lechos y 
vayan por la calle frente delante del templo”? ¡Eso hubiera
19 
impactado realmente a la jerarquía religiosa! ¿Por qué sanó Jesús 
solo a este hombre? Estoy persuadido de que la respuesta a esta 
pregunta está en que el hombre había renunciado al estanque de 
Betesda. Se había dado cuenta de que no había esperanza para él 
en el estanque de Betesda. 
Estoy convencido de que esas pobres y confundidas 
personas realmente creían en una superstición cuando pensaban 
que el primero que entraba en el estanque sería sanado. El 
estanque de Betesda ilustra alegóricamente los lugares donde las 
personas buscan ser sanadas y que nunca podrán darles el 
bienestar o la integridad que están buscando. Tratan de buscar 
sanidad o vida abundante o eterna en muchos lugares y de muchas 
formas. Esos lugares y sus formas de sanar suelen ser “estanques 
de Betesda”. 
Al moverse Jesús, entonces, entre personas débiles e 
indefensas hoy, está buscando personas que se han dado cuenta de 
que sus “estanques de Betesda” no las sanarán. La droga no los 
sanará. El alcohol no les dará vida eterna. No encontrarán sanidad 
o integridad en las personas; no las encontrarán en aquello 
esquivo que buscan cuando tienen amoríos o pecan, y no 
encontrarán la sanidad en el dinero, el éxito, el prestigio, el estatus 
o el poder. 
Cuando las personas hayan probado con todos sus 
“estanques de Betesda” y saben que jamás encontrarán vida eterna 
en esos lugares, están listas para Jesús. A Él le gusta moverse 
entre gente débil hasta que encuentra el más débil. Entonces, le 
gusta preguntarle al más débil: “¿Sabes que es posible que mi 
fortaleza se perfeccione en tu debilidad? Si acudes a mí y confías 
en mí, ¡puedo sanarte!”. Esa verdad, que describe hermosamente 
el apóstol Pablo, es lo que se nos ilustra en la sanidad del hombre 
débil del estanque de Betesda. 
La historia de este hombre es, también, una ilustración de 
lo que significa nacer de nuevo. Véase usted en este hombre 
impotente del estanque de Betesda. Tal vez sea físicamente débil. 
Tal vez lo sea espiritualmente. Tal vez encuentre en su debilidad 
la fortaleza de Jesucristo. Renuncie a sus “estanques de Betesda” 
y acuda a Jesús. Dígale: “Sí, quiero ser sano. Quiero que me 
sanes”.
20 
Capítulo 4 
¿Mentiroso, lunático o Señor? 
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece 
que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan 
testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” 
(5:39,40). 
Esta es la forma en que Jesús comienza su diálogo con 
estos líderes religiosos. La sanidad del hombre del estanque fue lo 
que podríamos llamar una sanidad estratégica, porque fue el 
catalizador que creó el foro donde Jesús se presentó ante los 
líderes espirituales de los judíos. 
Como señalé, hubiéramos pensado que la jerarquía 
religiosa estaría eufórica por el hecho de que ese hombre pudiera 
caminar. Pero no lo vieron de esta forma. Cuando lo vieron 
llevando su lecho, le dijeron: “Oye, ¡estás quebrantando la ley!”. 
Esto nos demuestra cuán lejos estaban de lo que el apóstol Pablo 
llamaba “el espíritu de la ley”. Jesús sanó a este hombre de la 
forma en que lo hizo porque en este punto de su ministerio, 
obviamente, quería trabarse en un diálogo con los líderes 
religiosos. 
Aprendimos en los evangelios sinópticos que Jesús enseña 
a través de sermones, discursos y parábolas. Enseña mediante sus 
entrevistas con personas y sus tres años de diálogo continuo con 
los apóstoles. 
Jesús también nos enseña a nosotros en su diálogo hostil 
con la jerarquía religiosa. Especialmente en los capítulos 5 a 8 de 
este Evangelio, Juan nos da su relato preciso de este largo diálogo 
entre Jesús y la jerarquía religiosa. El entorno del diálogo cambia 
a veces. Gira alrededor de los milagros que hace Jesús -el hombre 
del estanque, la alimentación de la multitud, la sanidad espiritual 
de la mujer sorprendida en adulterio, el hombre que nació ciego- y 
esta es la forma en que comienzan los capítulos 5 a 9. 
Cuando haga su lista de lo que dijo de sí Jesús en el 
capítulo 5, descubrirá que, en esencia, Él decía: “Todo juicio me 
ha sido encomendado. Yo soy el Hijo, y mi Padre Dios no juzgará 
a nadie en el día final. Me lo ha entregado todo a mí. Yo juzgaré a 
todos”. Jesús también dice que Él puede hacer todas las obras que 
el Padre puede hacer. 
Jesús relaciona atributos del Padre consigo mismo. Lo que 
pasa es que si alguien dijera que es Dios, una pregunta que 
podrían hacerle es: “Ah, ¿así que tú eres Dios? Bueno, déjame 
hacerte una pregunta. ¿Puedes crear? Dios crea; ¿puedes tú 
crear?”. Jesús ahora dice que Él es el Creador. Nosotros diríamos:
21 
“Bueno, Dios es eterno. Dios siempre fue. Él es ahora, siempre 
fue, y siempre será. ¿Eres tú eterno?”. 
Al final de este diálogo hostil, los religiosos se vuelven a 
Jesús y dicen: “Pero si no tienes ni cincuenta años y actúas como 
si conocieras a Abraham”. Jesús contesta: “Antes que Abraham 
fuese, yo soy”. Luego leemos que tomaron piedras para apedrearlo 
por blasfemia. No había ninguna duda en la mente de estos líderes 
religiosos que escucharon estas afirmaciones de Jesús en cuanto a 
lo que Él quería decir. 
No dijeron: “Bueno, no podrías ser todas esas cosas que 
dices, pero eres un hombre maravilloso”. No podían hacerlo. 
Algunos querían apedrearlo, y leemos que, cuando terminó 
diciendo estas cosas, “muchos creyeron en Él”. Jesús se dirigió a 
los que creyeron en Él y les dijo, básicamente: “Ahora, 
permanezcan en mi Palabra y conviértanse verdaderamente en mis 
discípulos. Entonces conocerán la Verdad, y la Verdad los hará 
libres. Y cuando el Hijo, que es la Verdad, los haga libres, ustedes 
serán verdaderamente libres”. Algunos intentaron apedrearlo, pero 
otros lo llamaron “Señor”, lo siguieron y se convirtieron 
verdaderamente en discípulos suyos. 
Anteriormente le pedí que haga una lista con todas las 
cosas que Jesús dijo que era en estos capítulos del Evangelio de 
Juan. Ahora piense en lo que ha escrito. Luego de pensar en las 
cosas que dijo Jesús que era, creo que descubrirá que usted solo 
tiene las tres opciones que le dije que había presentado C. S. 
Lewis. Así que sea intelectualmente sincero, y llame a Jesús 
“mentiroso”, “lunático” o su Salvador, Señor y Dios. 
Luego de decir estas cosas en el capítulo 5, ya que habían 
deducido que no había evidencias que probaran que Jesús era 
quien decía ser, Él les dice, en esencia: “A ustedes, en realidad, no 
les faltan pruebas ara creer en todas estas cosas”. Jesús les dijo, en 
un momento de ese diálogo hostil: “El problema de ustedes no es 
básicamente intelectual; es moral, y una cuestión de lo que van a 
escoger deliberadamente”. 
Lo que Jesús les dijo, en realidad, fue esto: “Si realmente 
quisieran creer mis afirmaciones, hay pruebas suficientes. Por 
ejemplo, Juan el Bautista, a quien usted respetan, dijo cosas 
sumamente hermosas acerca de mí”. Todos reconocían que Juan 
el Bautista era un profeta. Jesús dijo: “Juan dio testimonio de mí”. 
Vimos esto en el relato de Juan del Bautista. 
Luego Jesús dijo: “Ustedes tienen las obras que he hecho”. 
Jesús hizo muchas obras milagrosas. Al final del capítulo 2, 
leemos que realizó muchos milagros en Jerusalén, y algunas 
personas creyeron gracias a estos milagros. Jesús ahora recuerda a
22 
estos líderes religiosos esos milagros cuando dice: “Tienen mis 
milagros. Sané a este hombre aquí, en el estanque de Betesda. Mis 
obras demuestran lo que digo”. 
Luego Jesús dijo: “Tienen el testimonio del Padre mismo 
en mi bautismo. Cuando fui bautizado, el Padre mismo habló y 
dijo: ‘Este es mi hijo bienamado’. Tienen el testimonio de Dios el 
Padre”. 
Luego mencionó las Escrituras y nos dio dos versículos 
que, según el escritor de devocionales inglés, Oswald Chambers, 
son la clave que revela la verdad de toda la Biblia para nosotros. 
En esencia, Jesús dice a estas personas, que eran expertos de la 
Biblia: “Ustedes buscan en las Escrituras porque creen que ser 
expertos en la Biblia les dará vida eterna”. Dijo: “Ellas [las 
Escrituras] son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a 
mí para que tengáis vida”. 
Otra traducción dice así: “Ustedes buscan, investigan y 
consideran cuidadosamente las Escrituras con gran diligencia 
porque suponen que tienen vida eterna a través de ellas. Pero estas 
mismas Escrituras dan testimonio de mí, y aun así no están 
dispuestos, sino se rehúsan a acudir a mí para que tengan vida”. El 
texto griego original, aquí, de hecho, sugiere algo así: “Ustedes no 
acuden a mí porque no quieren”. Lo que Jesús está diciendo es lo 
siguiente: “La cuestión no es intelectual; es una cuestión moral, y 
el problema es que están tomando la decisión deliberada de no 
acudir a mí”. 
A principios de la década del sesenta, yo estaba dirigiendo 
un debate de un grupo de estudiantes en una facultad de leyes de 
Florida. Me encontraba en una discusión acalorada con uno de 
esos estudiantes. En un punto, en vez de discutir –lo que había 
estado haciendo por un tiempo bastante prolongado- sentí que 
debía decir: “Bueno, el tema aquí no es intelectual; en realidad, es 
una cuestión moral, de elección. La verdadera pregunta es si usted 
quiere aceptar las consecuencias morales de creer en Cristo y 
seguirlo”. 
Por las reacciones de los demás estudiantes, pude percibir 
que había llegado, de alguna forma, al verdadero problema. 
Luego, varios de ellos se me acercaron y me dijeron: “El asunto es 
ese. Todos sabemos que tiene una amante. El verdadero problema 
era su estilo de vida. No se trataba de todos esos argumentos 
teológicos y filosóficos a los que quería arrastrarlo a usted. 
Cuando usted dijo que el problema no era intelectual, sino sus 
elecciones morales, estaba encarando el verdadero problema”. 
Aprendí esto del diálogo que tuvo Jesús con estos líderes 
religiosos. Era lo que estaba haciendo Jesús cuando les dijo: “No
23 
les faltan pruebas a ustedes. Lo que pasa es que no quieren acudir 
a mí. Por eso no acuden a mí”. Jesús les dio cinco testigos 
infalibles. Dijo: “Si quieren pruebas, tienen suficientes. Ustedes 
no vienen a mí para tener vida eterna porque no quieren acudir a 
mí”. 
Jesús también hizo a los líderes religiosos una pregunta 
profunda: “¿Cómo pueden creer mientras siempre están buscando 
la aprobación mutua en vez de la aprobación que viene de Dios?”. 
Creo que les estaba diciendo: “Están jugando un juego mundano y 
secular: el juego de buscar la aprobación mutua. Ni siquiera se les 
ocurre buscar la aprobación que viene de Dios o preguntarse: 
‘¿Cómo se siente Dios con relación a lo que estoy haciendo?’”. La 
esencia de su pregunta era: “Si ustedes están viviendo sus vidas en 
el nivel horizontal, buscando la aprobación mutua, ¿cómo pueden 
decir que creen en Dios? Ni siquiera les interesa la mirada 
vertical, hacia arriba, o si están agradando a Dios”. 
En el capítulo 5, Juan realmente contesta la pregunta: 
“¿Quién es Jesús?”. Recuerde que, al comenzar mi comentario del 
Evangelio de Juan, lo desafié a contestar tres preguntas en cada 
capítulo de este Evangelio. Juan ciertamente contesta la primera 
de estas preguntas: “¿Quién es Jesús?”, cuando registra para 
nosotros este diálogo que comienza en el capítulo 5. Sus 
respuestas a esa primera pregunta son tremendas en este capítulo. 
Él es: El Hijo que es uno con su Padre Dios, es amado por su 
Padre, y puede hacer todas las obras que puede hacer su Padre. El 
Hijo que juzgará a todos. Es el Hijo que ha sido enviado por su 
Padre para levantar a los muertos y dar vida eterna a quienes Él se 
la quiere dar. Es el Sanador del más débil de los hombres. Toda la 
Biblia trata de Él, y debemos acudir a Él para recibir vida eterna. 
En realidad, dice que Él es eterno. 
La segunda pregunta que lo desafié a contestar a lo largo 
de todo este Evangelio es: “¿Qué es la fe?”. Esta pregunta aparece 
contestada para nosotros aquí también. La fe es, esencialmente, 
moral y una cuestión de elección deliberada, según el quinto 
capítulo del Evangelio de Juan. 
¿Y qué pasa con la tercera pregunta: “¿Qué es la vida?” 
en el capítulo 5? La respuesta a esa pregunta nos lleva 
nuevamente, por supuesto, al hombre que fue sanado en el 
estanque de Betesda. La vida es bienestar. Jesús nos dice que la 
vida es nacer de nuevo; la vida es acudir a Cristo, intercambiar 
nuestra debilidad y enfermedad por su bienestar y salud; estar 
relacionados con Él y saber que contamos con su aprobación. 
Estas son las respuestas de Jesús a la pregunta: “¿Qué es la vida?” 
en el capítulo 5.
24 
Capítulo 5 
La parábola de la visión misionera de Jesús 
El capítulo 6 comienza con un milagro: la alimentación de 
los cinco mil. Vimos ese milagro cuando hicimos un estudio de 
los evangelios sinópticos. Por lo tanto, no lo veremos en 
profundidad aquí. Pero, después del milagro en que Jesús da de 
comer a cinco mil hombres hambrientos y sus familias –tal vez 
veinte mil personas-, da un gran discurso. Este discurso forma 
parte, también, de su diálogo hostil con los líderes religiosos. Se 
lo llama “el discurso del Pan de Vida”. 
En este discurso, Jesús dice que Él es el Pan de Vida. En el 
capítulo 4, Jesús dijo dogmáticamente que era el Agua Viva al 
hablar de una de las necesidades básicas, la sed. Jesús dijo: “Yo 
soy el Agua Viva que puede saciar tu sed para siempre”. Por 
supuesto, cuando Jesús dijo esto se refería al nuevo nacimiento y 
la vida eterna que Juan desea tanto que experimentemos nosotros. 
En este discurso, que se considera el más difícil de 
entender de Jesús, Él habló de otra necesidad básica del hombre, 
el hambre. Jesús dice, básicamente: “Yo puedo satisfacer tu 
hambre por el resto de tu vida”. En el contexto de esa afirmación, 
da su discurso del Pan de Vida. Cuando termina este discurso 
leemos: “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron 
atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: 
¿Queréis acaso iros también vosotros?” (66, 67). 
Es aquí donde encontramos, en palabras de Pedro, una de 
las respuestas más agudas a la pregunta: “¿Qué es la fe?”. Cuando 
Jesús pregunta a los apóstoles si ellos también lo van a dejar, 
Pedro dice: “¿Adónde iremos? Tú tienes palabras de vida”. Pedro 
no entendió este difícil discurso, pero escogió seguir por fe. 
Al final del discurso del Pan de Vida, Jesús dijo: “A 
menos que coman mi sangre y mi carne, no tendrán vida eterna”. 
Algunos pensaban que estaba enseñando canibalismo. Por esta 
razón, muchos se alejaron. Estoy seguro de que este discurso pasó 
por encima de la cabeza de Pedro como una bandada de pájaros. 
Pedro no entendió lo que estaba diciendo Jesús. Pero es aquí 
donde encontramos una buena respuesta a la pregunta: “¿Qué es la 
fe?”. A veces, la fe es creer cuando no entendemos. 
Isaías nos dijo que Dios no piensa como un hombre ni 
actúa como un hombre. Por lo tanto, no debemos esperar entender 
a Dios, según Isaías (Isaías 55). Sin embargo, él sigue diciéndonos
25 
que la Palabra de Dios alineará y adecuará nuestros pensamientos 
a los de Dios. Por esta razón Isaías predicó la Palabra de Dios, y 
por eso debemos hacerlo nosotros, y también leer y estudiar su 
Palabra. 
Sin embargo, al llegar a Dios a través de su Palabra, no 
siempre debemos esperar entender todo lo que leemos acerca de 
Dios, porque Él no es hombre; Él es infinitamente diferente del 
hombre. Dado que Jesús fue la mayor revelación de Dios que este 
mundo recibió jamás, no debemos sorprendernos al leer que hubo 
ocasiones en que los pescadores analfabetos no entendieron a 
Jesús. 
Piense en la sabiduría de Salomón cuando dice en 
Proverbios 20:24: De Jehová son los pasos del hombre; ¿Cómo, 
pues, entenderá el hombre su camino?”. Si Dios no actúa como un 
hombre ni piensa como un hombre, no siempre deberíamos 
esperar entender lo que nos ocurre al ser guiados por Él. 
Pedro demuestra una gran sabiduría cuando responde al 
discurso del Pan de Vida de Jesús diciendo, básicamente: “No 
entiendo lo que dices, pero te creo y te sigo igual”. 
Jesús no solo nos dio una figura del nuevo nacimiento 
cuando habló del Agua Viva y el Pan de Vida, sino que nos dio 
respuestas hermosas a la pregunta: “¿Qué es la fe?”. Como señalé, 
cada vez que bebemos un vaso de agua tenemos una imagen de lo 
que es la fe. Imagine que está muriéndose de sed. Tiene en su 
mano un vaso de agua que cree que puede saciar su sed y salvar su 
vida. ¿Cómo demostrará la realidad de que cree realmente que esa 
agua puede saciar su sed y salvar su vida? Lo demostrará al tomar 
esa agua. 
Jesús está diciendo: “Yo soy el Agua Viva, y ustedes 
tienen una sed de vida. Yo soy el Pan de Vida, y ustedes tienen 
hambre de una vida real, eterna y abundante. ¿Cómo van a 
demostrar la realidad de que creen que puedo saciar su sed de vida 
y su hambre de vida? ¿Cómo van a ordenar su vida según la mía 
de manera de poder saciar su sed y su hambre? Bueno, así como 
beben el agua para demostrar la realidad de que creen que un vaso 
de agua puede saciar su sed, deben apropiarse de mí, recibirme a 
mí, creer en mí y relacionarse adecuadamente conmigo. Deben 
seguirme”. 
Esto es lo que Jesús estaba diciendo en la parte más difícil 
de su discurso del Pan de Vida, cuando habla de beber su sangre y 
comer su carne. Al usar estas dos metáforas, estaba enseñando, en 
realidad: “Todo lo que fue logrado por mi muerte, y todo lo que 
mi muerte puede significar para ustedes, lo deben tomar; deben 
realmente creer, deben apropiárselo. Deben experimentar en sus
26 
vidas todo lo que Dios quiere darles a través de mi muerte, que 
está representada por mi sangre y simbolizada por el vino de la 
Cena del Señor, que estableceré horas antes de morir en mi cruz. 
Ustedes simbolizan y expresan su fe en todo lo que significa mi 
muerte cuando beben el vino de la Cena del Señor”. 
La otra gran realidad acerca de Jesús fue la vida que vivió. 
Él vivió una vida fantástica aquí en la tierra, y mientras vivió esa 
vida nos demostraba verdad y nos daba gracia para aplicar la 
verdad que ejemplificaba y enseñaba. Nos estaba mostrando la 
vida que Dios quiso que viviéramos y dándonos el poder para 
vivirla. La vida de Cristo que aparece en los Evangelios es una 
muestra de la vida eterna. La vida eterna es, esencialmente, 
calidad de vida y cantidad de vida. 
Cuando Jesús dice: “Deben comer mi carne”, nos da otra 
ilustración de la fe. Nos dice en este discurso: “Yo soy el Pan de 
Vida, y ustedes tienen hambre. ¿Cómo pueden comer pan cuando 
tienen hambre y relacionarse con ese pan de forma tal que el pan 
satisfaga su hambre? Ustedes comen el pan; se apropian del pan; 
reciben el pan”. 
“Mi pan, la vida que estoy viviendo aquí durante 33 años, 
les demuestra cómo satisfacer su hambre de vida. Mi vida les 
demuestra cómo mi Padre Dios quería que vivieran sus vidas. 
Deben responder adecuadamente a mi vida. Deben apropiarse de 
mi vida. Deben demostrar simbólicamente su fe en mi vida y todo 
lo que puede significar mi vida para ustedes cuando comen el pan 
de la Cena del Señor”. 
“En otras palabras, deben comer mi carne (representada 
por el pan) y beber mi sangre (representada por el vino o la copa); 
si no, no tendrán vida eterna”. Jesús no enseña aquí que comer el 
pan y tomar el vino nos dará vida eterna. Enseña que el hecho de 
creer en lo que representan ese pan y ese vino nos dará vida 
eterna. Cuando Pedro escribe que el bautismo puede salvarnos, 
quiere decir que lo que profesamos creer cuando somos 
bautizados nos salva (1 Pedro 3:21). 
Sin embargo, Pedro y sus otros discípulos no entendieron 
lo que acabo de explicar. Leemos que muchos de los discípulos de 
Jesús se fueron y ya no lo siguieron, porque su idea de la fe era la 
siguiente: “Solo creo lo que entiendo”. Recuerde que había una 
diferencia entre un discípulo y un apóstol. Los discípulos eran 
seguidores, pero los apóstoles eran discípulos que Jesús comisionó 
para que fueran apóstoles o sus mensajeros especiales. 
Muchos discípulos se alejaron de Jesús en este punto, pero 
todos sus apóstoles siguieron el ejemplo de Pedro y siguieron a 
Jesús, aun cuando no entendieron su discurso. Pedro tenía el don
27 
de una fe ejemplar cuando dijo: “No entiendo, pero, de todas 
maneras, creo”. 
Cuando llegamos al punto donde no entendemos, debemos 
construir el puente de la fe desde lo que entendemos hacia lo que 
no entendemos. Algunas veces caminamos en la luz, por vista, 
pero hay veces cuando debemos caminar en la oscuridad por fe. 
Si bien se lo llama el discurso del Pan de Vida, el tema 
principal no es el pan. En cierto sentido, el discurso trata, en 
realidad, del trabajo significativo. Fíjese en el contexto del 
discurso. Jesús reanuda su diálogo hostil con estos líderes acerca 
del trabajo de ellos. Jesús les dice cosas muy duras: “Su trabajo no 
tiene significado y, además, hacen ese trabajo sin sentido con una 
motivación errada”. 
Ellos le contestan: “Bueno, entonces ¿qué es trabajo 
significativo? ¿Cuál es el trabajo de Dios?”. Jesús les dice: 
“Ustedes crean en mí y yo les mostraré lo que es el trabajo 
significativo”. Luego ellos de dicen, básicamente: “¿Qué haces 
todo el día? Si eres tú quien puede decirnos lo que es el trabajo 
significativo, ¿qué haces todo el día?”. 
En este discurso del Pan de Vida, Jesús nos da, en forma 
elocuente, su filosofía del ministerio. Les cuenta de su trabajo, y 
lo que dice es profundo. Quisiera parafrasear y resumir la esencia 
de lo que dijo Jesús: “Esto es lo que hago: al ir por este mundo, 
cuando mi Padre me dice que diga palabras, las digo. Hablo lo que 
mi Padre me dice que diga. Algunas personas rechazan mis 
palabras. No están sintonizados con Dios, y no escuchan mis 
palabras para nada. Pero cuando hablo estas mismas palabras que 
el Padre me dice que diga, las personas que son atraídas al Padre 
por el Espíritu Santo descubren que esas palabras son Espíritu y 
son Vida. Esas personas acuden a Dios cuando escuchan estas 
palabras. Esto es lo que hago todo el día”. 
Jesús les dice a esas personas, y a usted y a mí, algo muy 
apasionante. Nos dirá lo mismo en el discurso del Aposento Alto, 
más adelante en el Evangelio de Juan. Es posible ser un vehículo a 
través de quien Dios hace su obra. El trabajo de Dios es el trabajo 
más significativo que usted o yo podríamos hacer jamás. Eso no 
significa que todos sean llamados a ser predicadores o misioneros. 
Sin embargo, creo que significa que, no importa lo que hagamos, 
deberíamos hacerlo porque creemos que es el trabajo que Dios nos 
ha dado para hacer. 
Dios, tal vez, lo puso en el mundo de los negocios o en una 
profesión. Tal vez hizo que fuera un ama de casa y una madre, lo 
que significa que la ha llamado a ser una formadora de hombres, 
de personas, de hogares y de recuerdos. Dios, tal vez, lo llamó a
28 
ser un mecánico. No importa lo que sea usted, debe tener la 
convicción de que está donde Dios lo ha llamado a estar para 
hacer el trabajo que Dios le ha asignado. 
Dios quiere que estemos donde esté la necesidad. Una 
forma en que Dios nos lleva a donde está la gente que necesita a 
Cristo es arreglar las cosas de tal forma que debamos ganarnos el 
sustento para mantener una familia. Eso nos fuerza a salir y estar 
junto a personas que necesitan vida eterna y necesitan tener fe en 
Jesús. Ese es el trabajo significativo del que Jesús habló en el 
discurso del Pan de Vida. 
Basándome en mi propia experiencia de trabajar con 
muchos hombres durante varias décadas, creo que una de las 
grandes plagas de nuestro tiempo es el aburrimiento. Me asombra 
la cantidad de hombres que están aburridos, hombres que pensaría 
que deberían estar satisfechos porque hacen trabajos muy 
interesantes. Sin embargo, cuando llego a conocerlos encuentro 
que muchos están aburridos con lo que están haciendo. 
Me encontré con la siguiente cita varios años atrás. 
Expresa lo que he oído decir a muchos hombres. Un político 
inglés de 88 años escribió estas palabras en su diario mucho 
tiempo atrás: “Al mirar atrás, a la edad de 88 años, a más de 57 
años de mi vida política en Inglaterra, teniendo en cuenta lo que 
yo considero que son los mejores resultados, y meditando en la 
historia de Gran Bretaña y el mundo desde 1914, veo claramente 
que no he logrado prácticamente nada. El mundo y la historia del 
hormiguero humano durante los últimos 57 años serían 
exactamente iguales que ahora si me hubiera dedicado a jugar al 
ping pong en vez de asistir a comisiones y escribir libros y 
memorandos. Por lo tanto, debo hacer la confesión -algo 
ignominiosa- ante mí mismo y ante los que leen esto, de que, en 
mi larga vida, debo de haber realizado entre 150.000 y 200.000 
horas de trabajo totalmente sin sentido”. 
Cuando Jesús vino a salvarnos, lo hizo para salvarnos de 
varias cosas. Una de esas cosas es el agonizante aburrimiento del 
“trabajo totalmente sin sentido”. No creo que nadie que entienda 
quién es Jesús, lo que es la fe y lo que es la vida eterna tenga 
escrito en su epitafio: “Toda mi vida de trabajo, mi carrera de 57 
años, fue simplemente una cuestión de trabajar sin sentido”. 
Según mi opinión, nuestro Señor Jesucristo no quiere que 
tengamos un epitafio así a los 88 años. Por eso nos dio el discurso 
del Pan de Vida. En el corazón mismo de este discurso, Jesús está 
hablando, en realidad, del trabajo significativo.
29 
Capítulo 6 
La enseñanza de Dios 
Juan continúa relatando el diálogo hostil entre Jesús y los 
líderes religiosos en el séptimo capítulo de este Evangelio. El 
diálogo se interrumpe en ocasiones, pero luego aparece en otro 
contexto. Cuando se reanuda, leemos que Jesús hace otra 
afirmación dogmática: “Yo soy un Maestro que vino de Dios. Mi 
enseñanza no es mía. Es la enseñanza del Padre”. En otras 
palabras, está diciendo lo siguiente: “Yo no soy simplemente un 
rabino autoproclamado. Mi enseñanza es la enseñanza de Dios”. 
Este hijo de un carpintero de Nazaret decía que su enseñanza era 
la santa e inspirada Palabra de Dios. 
Por supuesto, los líderes religiosos cuestionaron esa 
afirmación. Palabras más, palabras menos, el espíritu de su 
afirmación era: “¿Cómo podemos saberlo? ¡Solo tenemos tu 
palabra al respecto!”. Esta es una pregunta que enfrentamos hoy. 
Decimos que la Biblia es la Palabra de Dios. Hay muchos que 
dicen: “¿Cómo sabemos que esa afirmación es verdadera? ¿Cómo 
sabemos que no son solamente las opiniones de personas que 
vivieron hace dos mil años? ¿Cómo sabemos realmente que la 
Biblia es la inspirada Palabra de Dios?”. 
Satanás hizo básicamente la misma pregunta en el tercer 
capítulo del Libro de Génesis: “¿Conque Dios os ha dicho...? ¿Ha 
dicho Dios realmente algo? Bueno, si lo ha dicho, no es cierto”. 
Ese el truco más antiguo que ha usado el diablo, y sigue usándolo 
hoy, todo el día, todos los días. Satanás cuestiona este tema: ¿Es la 
Biblia realmente la Palabra de Dios? Cuando cuestionaron a Jesús 
en este punto, como vimos en el capítulo 5, Él les dijo, 
básicamente: “La proposición que deben aceptar es que la fe no 
es, principalmente, un asunto intelectual. La fe es, principalmente, 
una decisión que uno debe tomar, una decisión moral”. 
Jesús lo expresó, en esencia, de esta forma: “Si algún 
hombre acude a mis enseñanzas con el deseo de hacer la voluntad 
de Dios, pidiéndole que lo ayude a hacer su voluntad que se revela 
en mis enseñanzas, en llevar a cabo mis enseñanzas, llegará a 
tener el conocimiento de que mis enseñanzas son, realmente, la 
Palabra misma de Dios”. 
En otras palabras, Jesús dijo: “Las únicas palabras 
calificadas para expresar una opinión sobre la inspiración de mis 
enseñanzas son las de quienes han acudido a mis enseñanzas con 
el deseo y el compromiso de hacer la voluntad de Dios y dicen: 
‘Dios, quiero hacer lo correcto’”.
30 
A diferencia del estudiante de leyes que mencioné antes y 
de la mujer samaritana, que presentan una cortina de humo 
intelectual para eludir las consecuencias morales de la fe, Jesús 
dice a estos líderes que deben acudir a su enseñanza en este 
espíritu: “Realmente quiero hacer lo correcto, a medida que 
encuentro la forma correcta de vivir de acuerdo con las 
enseñanzas de Jesús”. He descubierto personalmente que si 
acudimos a toda la Biblia de la forma en que Jesús nos desafió a 
encarar sus enseñanzas, haremos el mismo descubrimiento acerca 
de toda la Biblia que Jesús nos invitó a hacer acerca de sus 
enseñanzas. 
Jesús dijo: “Si acuden a mis enseñanzas sinceramente, con 
el deseo y el compromiso de aplicar y experimentar la verdad que 
encuentran en ellas, al aplicarlas y experimentarlas, tendrán 
confirmación intelectual de que mis enseñanzas son la enseñanza 
de Dios”. 
Por ejemplo, imagínese que usted y su cónyuge van a ver a 
su pastor porque su matrimonio está en un vacío estéril, porque 
ambos se han casado por lo que cada uno podía obtener del otro. 
Ninguno de ustedes está dando nada, y ninguno está recibiendo 
nada. 
Ahora imagine que van a su pastor y él, que es un hombre 
de Dios, les dice: “¿Saben una cosa? Jesús dijo: ‘Más 
bienaventurado es dar que recibir’. Lo que quiso decir con esto es 
que hay más felicidad en dar que en recibir”. El pastor le habla a 
usted como esposo: “Si estás viviendo con tu esposa por lo que 
puedes recibir de ella, entonces ella no está recibiendo nada de ti”. 
El pastor luego se dirige a la esposa: “Si estás viviendo con tu 
esposo por lo que puedes recibir de él, entonces él no está 
recibiendo nada de ti”. 
El pastor explica entonces que, cuando dos personas así se 
encuentran al final del día, van camino a un choque, porque ambas 
quieren recibir, y ninguna siquiera está pensando en dar. El pastor 
entonces desafía a la pareja a imaginarse lo opuesto. Suponga que 
la pareja aplica el consejo del pastor y, mientras el hombre llega a 
su casa, está pensando en su esposa. Mientras la esposa llega a 
casa de su trabajo, o está haciendo su trabajo de la casa, piensa en 
lo que puede hacer por su esposo. Él piensa en la realidad de que 
ella ha estado trabajando duro también, y él debe expresarle su 
aprecio y ofrecerle ayuda de cualquier forma que pueda. Tal vez 
piense: “Voy a hacer algo especial para ella, no importa cuán 
cansado me encuentre”.
31 
Y suponga que ella esté pensando: “¡Pobre, mi esposo! 
Tiene que trabajar duro todo el día. Está allá afuera trabajando 
duro para mantenerme a mí y a su familia. Necesita estar en casa 
para descansar y tener una buena comida”. Cuando se encuentran 
al final del día, ella insiste en que tengan una noche tranquila en 
su casa, y él insiste en salir para hacer algo que a ella le guste. 
Discusiones como éstas no destruyen los matrimonios. Es una 
hermosa discusión. 
Como pastor, he tenido parejas que vienen a mí y me 
dicen: “Sabe, pastor, que ese pensamiento que ha revolucionado 
nuestra relación: estar centrado en el otro en vez de estar centrado 
en uno mismo. Es sorprendente cuánta vida tenemos en nuestro 
matrimonio ahora, gracias a esta esa enseñanza”. Les he dicho: 
“Bueno, hay 500 enseñanzas de Jesús, ¡así que tengo 499 más 
como esta!”. 
Jesús nos dijo cómo podríamos probar que sus enseñanzas 
vienen de Dios y que sus enseñanzas son la Palabra de Dios 
(7:17). Nos dice que acudamos a sus enseñanzas con el deseo de 
aplicarlas. En otras palabras, Jesús dice: ““Si ustedes aplican un 
enfoque intelectual a mi enseñanza, no podrán comprobar que es 
la enseñanza de Dios”. El intelectual siempre ha dicho: “Cuando 
llegues a mi mente, llegarás a mi voluntad. Convence a mi 
intelecto, y te entregaré mi voluntad y tomaré las decisiones 
morales correctas”. Jesús dice, básicamente: “No. Es al revés. 
Tomen la decisión deliberada de aplicar la verdad que enseña 
Jesús, y la prueba intelectual vendrá después del compromiso de 
su voluntad. Si algún hombre quiere hacer la voluntad de Dios, 
según la voluntad de Dios se revela en mis enseñanzas, cuando lo 
haga sabrá si mis enseñanzas son de Dios o del hombre”. 
El apóstol Pablo escribe que toda Escritura nos es dada por 
Dios por inspiración (2 Timoteo 3:16). Pedro nos dice lo que es la 
inspiración cuando escribe que hombres santos de Dios 
escribieron movidos por el Espíritu Santo (2 Pedro 1:21). En el 
espíritu de esta enseñanza de Jesús, que nos dice cómo encarar sus 
enseñanzas, veo dos definiciones de lo que llamamos la 
inspiración de las Escrituras. Ambas definiciones son 
completamente verdaderas y válidas pero, en mi opinión, una de 
ella es más madura que la otra. La primera afirmación acerca de la 
inspiración de las Escrituras es esta: “La Biblia es cierta porque es 
inspirada”. Esta forma de ver la inspiración dice: “Lo que diga la 
Biblia es cierto porque la Biblia es inspirada. Cuando leo en las 
Escrituras que es más bienaventurado dar que recibir, creo que esa 
proposición es cierta porque la Biblia lo dice; lo creo y, eso pone 
punto final al asunto”.
32 
La segunda forma de ver la inspiración es esta: “La Biblia 
es inspirada porque es verdadera”. Este punto de vista de la 
inspiración de las Escrituras tiene dos fundamentos. La primera, 
es que creo que las Escrituras son inspiradas. Por lo tanto, todo lo 
que diga la Biblia es verdadero porque la Biblia lo dice. Este 
punto de vista concuerda con el primero. Sin embargo, este 
segundo punto de vista va un paso más allá. La persona que 
sostiene este punto de vista puede decir: “Creo que es más 
bienaventurado dar que recibir porque la Biblia lo dice, y porque 
experimenté una revolución dinámica y positiva en mi relación 
matrimonial cuando apliqué esta hermosa verdad a mi 
matrimonio”. 
Estas dos filosofías de las Escrituras podrían expresarse de 
otras formas también. La primera, dice: “Es verdadero porque la 
Biblia lo dice”. La segunda, dice: “Es verdad; por eso lo dice la 
Biblia”. Ambos puntos de vista de las Escrituras concuerdan con 
la proposición: “La Biblia lo dice, yo lo creo, y eso pone punto 
final al asunto”. Sin embargo, la persona que sostiene el segundo 
punto de vista puede hablar con una mayor convicción acerca de 
la inspiración de las Escrituras, y tiene un punto de vista más 
maduro de la inspiración. 
En el capítulo 17 de Juan, en el versículo 17, Jesús dice, 
mientras ora: “...tu palabra es verdad.”. Cuando ponemos este 
profundo versículo junto al versículo 17 de Juan 7, encontramos 
un enfoque de las Escrituras que es similar al de Cristo, porque así 
nos enseñó Él, y nos mostró por su ejemplo cómo encaraba las 
Escrituras. Basándonos en estos dos pasajes, deberíamos 
acercarnos a las Escrituras buscando la verdad. El tema prioritario 
no es la forma literaria en que se encuentra la verdad. Siempre 
deberíamos buscar la verdad cuando leemos la Biblia, porque la 
Palabra de Dios es verdad. Sin embargo, antes de descubrir esa 
verdad, debemos comprometernos, en nuestro corazón, a aplicar la 
verdad que estamos buscando, una vez que el Espíritu Santo nos 
revele esa verdad. 
De acuerdo con los escritos de los apóstoles Pablo y Juan, 
no podemos discernir la verdad en las Escrituras a menos que el 
Espíritu Santo nos enseñe. Muchos pasajes bíblicos nos dicen que 
no podemos aplicar la verdad de las Escrituras sin la ayuda de 
Aquel que “produce así el querer como el hacer” toda la verdad 
que se encuentra en la inspirada Palabra de Dios (Juan 17:17; 
7:17; 1 Corintios 2:9-16; 1 Juan 2:20, 27; Filipenses 2:13). 
Hay algunos otros pasajes en el capítulo 7 del Evangelio 
que debo abordar. El capítulo comienza con los hermanos
33 
terrenales de Jesús, que le indican cuál debería ser su plan de 
trabajo y su programa. Lamentablemente, en este momento, ellos 
no creen. En realidad, creen que su hermano ha perdido la razón 
(Marcos 3:21). Uno de ellos, Santiago, creerá luego de su 
resurrección y se convertirá en uno de los más fuertes líderes de la 
iglesia que nos describe el Libro de Hechos. 
Ellos le sugieren que asista a la fiesta de los Tabernáculos, 
que se celebra en Jerusalén, que realice milagros allí y reciba 
reconocimiento y aprobación de la gente de este mundo. Él 
responde diciendo que su misión y sus planes no consisten en 
buscar la aprobación de la gente de este mundo. Da a entender que 
no asistirá a la fiesta; sin embargo, luego que se van ellos, Jesús 
asiste y predica a grandes multitudes allí. Jesús dice, en el 
próximo capítulo, que siempre hace lo que le agrada al Padre 
(8:29). Obviamente, no puede hacer lo que le agrada al Padre y 
luego agradar a sus hermanos terrenales, o a la gente secular, ni 
tampoco podemos hacerlo nosotros. 
En la fiesta, dice que es un Maestro enviado por Dios, y 
que su enseñanza es la enseñanza de Dios. También leemos: “En 
el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, 
diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en 
mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua 
viva” (7:37,38). Luego el apóstol Juan agrega el comentario de 
que Jesús hablaba del Espíritu Santo, que aún no había sido dado. 
Esta fiesta se celebraba durante una semana, y la liturgia 
incluía agradecer a Dios por el agua que había sido provista 
sobrenaturalmente de una roca en el desierto. Se extraía agua del 
pozo de Siloé y era derramada como una ofrenda a Dios, mientras 
toda la gente recitaba: “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de 
la salvación” (Isaías 12:3). En el último día de la fiesta, la liturgia 
finalizaba con todo el pueblo marchando alrededor del altar siete 
veces, lo que simbolizaba la victoria en Jericó, cuando toda la 
nación marchó alrededor de esa ciudad siete veces. 
Jesús escogió ese momento para predicar su gran sermón 
sobre el Espíritu Santo. En esencia, dijo que si alguien tenía sed 
de agua de las fuentes de la salvación, debía acudir a Él, porque Él 
era el Salvador del mundo. Este sermón presenta una metáfora que 
es la continuación de la metáfora que usó en su entrevista con la 
mujer samaritana. Él le había prometido que un sorbo del Agua de 
Vida se convertiría, en ella, en una fuente en la que otros saciarían 
su sed y nacerían de nuevo. La metáfora se expande ahora, de una 
fuente a un río. 
Algunos estudiosos creen que el Cristo resucitado y vivo 
es el Río de Agua Viva que vive en el creyente y expresa su vida a
34 
través de él. Estas dos referencias metafóricas al Espíritu Santo se 
entenderán mejor más adelante, cuando les hable del Espíritu 
Santo que vendrá, a quien Él llama el Consolador o Ayudador 
(14:15-17; 16:7-14). Obviamente, Juan comprobó que esto era 
cierto. La palabra que usa Jesús para describir al Espíritu Santo es, 
en realidad, paracleto, que significa: ‘uno que se pone al lado de 
nosotros y se adosa a nosotros con el propósito de ayudarnos’. 
Al aumentar la hostilidad con los líderes religiosos, los 
soldados del templo reciben la orden de arrestar a Jesús. Cuando 
vuelven sin el Prisionero, su única explicación por no poder 
arrestarlo es: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este 
hombre!”. Esto nos da una idea de lo que tiene que haber sido 
escuchar predicar a Jesús. Tal vez escucharon a Jesús predicar ese 
poderoso mensaje acerca del Espíritu Santo en el último día de la 
fiesta. Por esto estoy convencido de que Jesús predicó ese sermón 
con gran poder y con una poderosa unción del Espíritu Santo. 
En este capítulo, Jesús es el Maestro enviado por Dios con 
la enseñanza de Dios. ¡Es, también, el poderoso Predicador que 
predicó como ningún hombre había predicado! La fe es acercarse 
a la enseñanza de Jesús con el deseo de hacer la voluntad de Dios 
al aplicar la verdad que enseña Jesús. La fe precede a la 
confirmación intelectual, lo que prueba que la enseñanza de Jesús 
es enseñanza de Dios, con el compromiso de aplicar la enseñanza 
a nuestras vidas. La vida es el Agua Viva que sacia nuestra sed y 
luego se convierte en un río de Agua Viva que fluye de nuestras 
vidas. 
¿Está usted, todavía, haciendo juegos intelectuales y 
diciéndole a Jesús: “Convence a mi mente, y, entonces, mis 
decisiones y compromisos morales vendrán como consecuencia”? 
¿Está dispuesto a acercarse personalmente a la enseñanza de Jesús 
buscando la verdad para aplicar a su vida y a sus relaciones? ¿Ha 
tomado usted un sorbo del Agua Viva que se convierte en una 
fuente y luego en un río, fluyendo de su vida, en el cual otros 
sacian su sed de vida y nacen de nuevo? ¿Conoce usted 
personalmente a Jesús como el Maestro que vino de Dios y como 
el Agua Viva? 
Espero que el Evangelio de Juan y nuestro estudio le estén 
llevando a conocer a Jesús, el Cristo. Lo invito a solicitar el 
próximo fascículo, donde continuaremos nuestro estudio con el 
capítulo 8 de este maravilloso Evangelio de Juan.

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  • 1. EL EVANGELIO DE JUAN VERSÍCULO POR VERSÍCULO (Capítulos 4 al 7) INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 24 EL EVANGELIO DE JUAN VERSÍCULO POR VERSÍCULO (Capítulos 4 al 7)
  • 2. 2 Capítulo 1 El Agua Viva En su prólogo, Juan nos contó que nos diría que, cuando las personas respondían a Jesús adecuadamente, nacían de nuevo. Lo hizo alegóricamente en el capítulo 2 y, obviamente, éste era su objetivo en el capítulo 3, donde describe ese extraordinario encuentro que tuvo Jesús con el rabí Nicodemo. En el capítulo 4, Juan nos relata el encuentro que tuvo Jesús con una mujer en Samaria. Este capítulo comienza diciéndonos que Jesús viajaba de Jerusalén a Galilea. Cuando las Escrituras nos dan detalles geográficos, suele haber una razón. Si usted ha estado en Tierra Santa, sabe que esto significaba que iba a tener que recorrer Israel a lo largo. Si uno quiere ir de Jerusalén a Galilea, debe pasar por Samaria. Debido a los acérrimos prejuicios que había entre judíos y samaritanos, los judíos ortodoxos, cuando viajaban a Galilea, viajaban muchos kilómetros para dar un rodeo a Samaria. Jesús pasó directamente por Samaria. Esto es significativo, porque indica que Jesús estaba mostrando algo a sus discípulos acerca de los prejuicios. Jesús viajó al corazón de Samaria. Estaba en lo que hoy se denomina la ciudad de Siquem, donde se encuentra el pozo de Jacob. Aparentemente, envió a sus discípulos a una aldea cercana para conseguir comida, pero rechazó su comida cuando volvieron. Parece que quiso librarse de ellos porque quería tener un encuentro privado con una mujer samaritana. Podríamos aprender mucho sobre técnicas de entrevistas si estudiamos el encuentro que tuvo Jesús con esta mujer. Antes que nada, fíjese que Jesús estaba muy dedicado a esta entrevista. La palabra “dedicado” significa, literalmente, ‘apoyar’ o ‘poner a un costado para un propósito específico’. Jesús puso a un costado los prejuicios de su cultura judía y dejó a un lado su propia comodidad con motivo de esta entrevista. Leemos que era mediodía, y que Él estaba cansado. Muy probablemente hacía mucho calor. También estaba consagrado a la persona que estaba entrevistando. Demostró que estaba consagrado cuando decidió entrevistar a esta persona a solas. Cuando nos entrevistamos con alguien, es importante recordar que las personas comparten los asuntos secretos de su corazón cuando nos encontramos con ellas a solas. Hay momentos en que es muy importante estar a solas con la persona que estamos entrevistando.
  • 3. 3 Cuando miramos por sobre el hombro de Jesús, en esta entrevista, también debemos observar su discernimiento. Entrevistar significa, literalmente, ‘mirar entre’. Jesús verdaderamente ‘mira entre’ y ‘escucha entre’ las palabras con gran discernimiento cuando entrevista a esta mujer. Jesús va al pozo para sacar agua. Tiene sed; la mujer tiene sed. Como no está hablando ahora con un distinguido rabí, no usa una expresión como “nacer de nuevo”. Estoy persuadido de que a esta mujer samaritana le dice lo mismo que le dijo al rabí, pero no lo expresa de la misma forma. Él describe la experiencia del nuevo nacimiento para esta mujer samaritana en un lenguaje figurado que ella puede entender. Al pedirle que le dé de beber, Jesús inicia la conversación poniéndose en deuda con ella. Dado que los hombres judíos no hablaban con samaritanos, especialmente mujeres samaritanas, y, mucho menos, con una mujer de su reputación, esto era una ruptura total con la cultura y el fuerte prejuicio entre judíos y samaritanos. Él centra la conversación en la sed de ella. Se ocupa de la realidad de que ella tendrá que volver a este pozo vez tras vez para saciar su sed. De hecho, le está preguntando: “¿No te gustaría tomar un trago que saciará tu sed por el resto de tu vida?”. A menudo me he preguntado si la mujer no sería una alcohólica. Si usted fuera un alcohólico, ¿no sería esta una buena metáfora del nuevo nacimiento: “Un solo trago, y no volverás a tener sed por el resto de tu vida”? Cuando ella entiende lo que Él está diciendo, le dice: “Dame este trago que saciará mi sed por el resto de mi vida”. En ese punto, Jesús dice: “Ve y llama a tu esposo”. Ella le contesta: “No tengo esposo”. Entonces Él le dice (permítame parafrasear su respuesta): “¡Tienes toda la razón! Has tenido cinco esposos, y el hombre con el que estas viviendo ahora no es tu esposo, ¿no es cierto?”. Ahora bien, ¿por qué trajo a colación este tema? Volvemos a encontrarnos con el mismo tema que vimos en el encuentro entre Jesús y Zaqueo: el arrepentimiento (Lucas 19:8,9). Sin el arrepentimiento, ella no puede tomar este único trago, esta Agua Viva que saciará su sed por el resto de su vida. Al considerar la técnica de entrevista de Jesús, vemos que, además de las otras cosas que he señalado, como entrevistador, era directo. Para cuando llegó al punto en que estaba siendo directo con esta mujer –cuando la confrontó con la cuestión de su vida doméstica-, Jesús ya le había comunicado su amor y su aceptación incondicionales hacia ella. Si usted y yo queremos
  • 4. 4 comunicar amor y aceptación incondicionales hacia la persona que estamos entrevistando, cuando lleguemos al punto donde tenemos que ser directos, descubriremos que esa persona aceptará que seamos directos. Como entrevistador, Jesús no es solo directo. Es, también, directivo. Observe cuán directivo es Jesús en su entrevista con esta mujer. La dirigió hacia su problema, que era el pecado. La dirigió hacia su solución, que era el Agua Viva. En el momento correcto, la dirigió hacia su Salvador. Hacia el final de la entrevista, ella dice: “Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo” (4:26). Al decir esto, Jesús obviamente estaba dirigiendo a esta mujer samaritana a su Mesías, y claramente estaba afirmando que Él era el Mesías. Esta afirmación de Jesús acentúa el argumento de Juan –que podemos seguir a lo largo de su Evangelio- de que Jesús es el Cristo (el Mesías), el Hijo de Dios. En este contexto, Jesús también le dice: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva”. Cuando oramos, ya que estamos hablando con Dios, ¿qué deberíamos pedir al Dios Todopoderoso? Jesús, claramente, está diciendo a esta mujer que Él es el Mesías, y que si ella lo supiera y lo creyera, le pediría vida eterna, salvación, Agua Viva, porque ese único trago saciaría su sed por el resto de su vida. Cuando le dijo que llamara a su esposo, dirigiéndola hacia su pecado y su necesidad de arrepentimiento, la mujer hizo lo que las personas suelen hacer cuando son confrontadas con su pecado y su necesidad de arrepentimiento: hizo una pregunta teológica difícil y polémica. Le preguntó, en esencia: “Ustedes, los judíos, creen que Dios tiene su sede en Jerusalén, pero nosotros, los samaritanos, creemos que Él debe ser adorado aquí, en el monte Gerizim. Ahora bien, ¿cuál es tu posición al respecto?”. Esto es como decir: “Siempre me he preguntado: ¿quién tiene razón: los presbiterianos, los metodistas, los bautistas o los católicos? ¡Es que estoy tan confundida!”. ¿Le ha pasado encontrarse con personas que plantean preguntas difíciles cuando no quieren enfrentarse a la dura realidad de su pecado y su necesidad de arrepentimiento? Note que, cuando ella planteó estos temas, Jesús siguió siendo directivo y la dirigió más allá de las instituciones religiosas de ese tiempo. Jesús le dijo, en esencia: “Dios es un Espíritu. Nadie puede limitar a Dios. Ustedes, los samaritanos, no tienen a Dios allá en el monte Gerizim; nosotros, los judíos, no lo tenemos en Jerusalén. Dios es un Espíritu, ¡y quienes lo adoran en Espíritu
  • 5. 5 y en verdad pueden adorarlo en Espíritu y verdad en cualquier parte!”. Cuando le dijo estas palabras, Jesús dirigió a esta mujer samaritana más allá de la religión institucional al Dios que es un Espíritu. Uno de los aspectos más hermosos de esta entrevista es relatado en la “lengua de señas” simbólica de Juan. Como señalé anteriormente en mi introducción a este Evangelio, siempre debemos buscar el significado más profundo cuando leemos los escritos del apóstol Juan. Aquí, él usa un lenguaje simbólico cuando escribe acerca del cántaro de agua de la mujer. Cuando ella llega a la entrevista, su cántaro de agua es un símbolo de su sed y, por supuesto, la sed que tiene es por algo mucho más que simplemente agua. El hecho de que haya tenido cinco esposos y que estuviera viviendo con un hombre que no era su esposo sugiere un tipo de sed más profunda. Al principio de la entrevista, la mujer se maravilla de que Jesús no tenga un cántaro. Dado que el cántaro es símbolo de sed, o necesidad, entonces podríamos decir que Jesús está siendo descrito en esta entrevista como un Hombre sin un cántaro; un Hombre que no tiene la sed que representa la necesidad de salvación de esta mujer. El pasaje más hermoso de esta entrevista es este: “Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (28, 29). Cuando la mujer nació de nuevo, Jesús le dio un ministerio. Es significativo el hecho de que, cuando fue a la ciudad, se dirigió a los hombres. ¿Qué hombres? Bueno, obviamente eran hombres que conocía. Tal vez conocía a muchos hombres de la ciudad. Dado que las mujeres no se relacionaban libremente con los hombres en esa cultura samaritana, creo que esta observación de Juan sugiere que era una prostituta. Va a los hombres de Samaria y les dice, básicamente: “Vengan a ver a un verdadero Hombre. Vengan a ver a un Hombre que me dijo todo lo que he hecho jamás. Abrió los pensamientos de mi corazón. Habló a mi corazón. Vengan a ver a este Hombre”. El texto dice que los hombres fueron. Escucharon a Jesús por lo que había dicho la mujer. Pero, luego, al encontrarse con Él, dijeron: “Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo” (42). En su relato inspirado de esta entrevista, Juan nos dice nuevamente lo que nos dijo que nos contaría: cuando las personas respondían a Jesús, nacían de nuevo. Este capítulo relata el nuevo nacimiento de una mujer samaritana y de los hombres que alcanzó en la ciudad de Samaria.
  • 6. 6 La entrevista de Jesús registrada en este capítulo es una descripción de las dos mayores experiencias de la vida: nacer de nuevo y ser el instrumento a través del cual otras personas nacen de nuevo. Jesús describió a esta mujer las dos mayores experiencias de la vida, alegóricamente. Dijo, básicamente: “Mujer, si tomas este único trago, el Agua Viva no solo saciará tu sed, sino que se convertirá en una fuente de agua a la que vendrán otras personas para tomar”. En otras palabras: “No solo nacerás de nuevo y saciarás tu propia sed de vida. Te convertirás en una fuente, un manantial, a la que acudirán otras personas para saciar su sed nacer de nuevo”. Todo esto le ocurre a esta mujer. Una vez que experimenta el nuevo nacimiento ella misma, recorre toda Samaria y alcanza a los hombres para Cristo. Al resumir esta larga entrevista que, si incluimos la respuesta posterior, ocupa 42 versículos, hágase las preguntas que estamos usando para estudiar el Evangelio de Juan. ¿Quién es Jesús? En esta entrevista, Él es el Agua Viva. La sed es una de las necesidades básicas que tenemos como seres humanos. Jesús es el agua viva que puede saciar nuestra sed. Y, en esta entrevista, ¿qué es la fe? Debemos contestar la pregunta con lo que Jesús dice a esta mujer: “Si conocieras con Quién estás hablando, si conocieras el Don de Dios, ¡oh, lo que le pedirías!”. La fe es darse cuenta de que, cuando le pedimos algo a Dios, nos estamos dirigiendo al Rey del universo, Aquel que tiene recursos infinitos y poder ilimitado. Esta entrevista nos da otra respuesta a la pregunta: “¿Qué es la fe?”. Cada vez que tomamos un vaso de agua, creemos que el vaso de agua que sostenemos en la mano saciará nuestra sed. Demostramos nuestra fe en esa realidad cuando tomamos, efectivamente, ese vaso de agua. De manera similar, muchos creen que Jesús puede saciar su sed, pero nunca toma, por fe, el Agua Viva. Cuando Jesús dice a la mujer que llame a su esposo si realmente quiere el Agua Viva, tenemos otra respuesta más a la pregunta de Juan acerca de lo que es la fe. Es necesario encarar el tema del arrepentimiento con relación a la fe. En todas las entrevistas de Jesús, tanto las registradas por Juan como en los otros Evangelios, no existe la fe salvadora sin el arrepentimiento. Como vimos en las entrevistas que tuvo con Zaqueo y el joven rico, Jesús les dijo que debían arrepentirse, y solo después de esto anunció que había habido salvación (Lucas 18:18-23; 19:8,9). Luego, cuando leemos el relato que Juan hace de esta entrevista, debemos preguntarnos: “¿Qué es la vida?”. La vida es experimentar estas dos cosas: nacer de nuevo nosotros y luego
  • 7. 7 convertirnos en instrumentos a través de los cuales otras personas nacen de nuevo. La vida también podría consistir en deshacernos de nuestros “cántaros de agua” –nuestras viejas formas de saciar nuestra sed- cuando se sacian las cosas de nuestra vida que nos dan sed y nos convertimos en recipientes de los cuales otros pueden beber y nacer de nuevo. ¿Ha sido saciada su sed? ¿Ha creído que Jesús puede saciar su sed, pero nunca ha tomado, por fe, ese trago del Agua Viva? Si usted no ha experimentado esta gran alegría, arrepiéntase de su pecado, deje sus viejos “cántaros de agua” y acepte a Jesús como su Agua Viva. Mi oración es que si usted ha nacido de nuevo y Él es su Fuente de Agua Viva, usted experimente esta segunda alegría al compartir las Buenas Nuevas con otros, aun con los que son despreciados por su cultura y su sociedad. Capítulo 2 En su cosecha Ahora quisiera considerar los versículos que relatan cómo Jesús y los apóstoles responden a esta entrevista con la mujer de Samaria. A partir del versículo 27, leemos: “En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él. “Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores. “Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me
  • 8. 8 dijo todo lo que he hecho. Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. Y creyeron muchos más por la palabra de él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo” (27-42). Cuando volvieron, los discípulos se asombraron porque Jesús estaba hablando con una mujer, especialmente esta mujer samaritana, pero ninguno se atrevió a preguntarle: “¿Qué haces?” o “¿Por qué hablas con esta mujer?”. Tenemos aquí un ejemplo del hecho de que, cuando Jesús entrevistaba a personas como Nicodemo y esta mujer, tenía el discernimiento perfecto. Compare el discernimiento de Jesús y el discernimiento de los apóstoles. ¿Qué vieron los apóstoles? Vieron a una mujer samaritana, una mujer ignorante, y vieron una mujer de reputación dudosa, una mujer pecadora. Pero, ¿qué vio Jesús? Él vio a una mujer sedienta; una mujer que estaba lista para recibir la experiencia del nuevo nacimiento. Jesús vio a una mujer que alcanzaría a toda Samaria luego que Él hubiera pasado por la región. Cuando los apóstoles instaron a Jesús a que comiera, Él hizo dos grandes afirmaciones; primero: “Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis”. Los apóstoles tomaron estas palabras literalmente, y pensaron que alguien le había traído comida. Jesús hizo, luego, una segunda gran afirmación: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”. En el Evangelio de Juan, Jesús es un Hombre con una misión, y un hombre que sabe cuál es su misión. Fíjese con qué frecuencia hace referencia a las obras que el Padre quiere que haga. Dice: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (9:4). Aquí, dice: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (4:34). Cuando Jesús concluye sus tres años de ministerio público, ora al Padre: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (17:4). Al lograr la salvación en la cruz, sus últimas palabras son un grito triunfal: “¡Consumado es!” (19:30). Estas declaraciones de misión del Señor deberían desafiarnos a finalizar, cada día, las tareas que Dios nos asigne. La declaración más profunda que hizo Jesús acerca de la dinámica del ministerio de evangelización que nos encomendó como sus discípulos se encuentra en los versículos que siguen a esta dinámica
  • 9. 9 entrevista con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob, cuando pasó por Samaria. Siembra y cosecha Nuestro estudio del Evangelio de Juan nos trae ahora al punto en que Jesús ha finalizado su entrevista con la mujer de Samaria, que nació de nuevo como resultado de esa entrevista. Lo que tenemos ante nosotros es una gran declaración acerca del ministerio hacia el que quiere dirigirnos el Señor a todos nosotros (4:35-42). Jesús dirigió a la mujer samaritana hacia ese ministerio y luego entrenó a los apóstoles compartiendo con ellos una visión del milagro que llevó a la mujer samaritana al Agua Viva. Como la mayoría de las personas de ese entorno cultural, estos hombres que viajaban con Jesús muy probablemente eran campesinos y tal vez tenían huertas para dar de comer a sus familias. En este sentido, eran todos agricultores. Esto significa que estos hombres entendían claramente y fácilmente cuando Jesús usaba metáforas, como la del campesino que siembra semillas en diferentes tipos de suelos, como en su Parábola del Sembrador. Entendieron fácilmente cuando Jesús habló de las malezas en su jardín en su Parábola del Trigo y la Cizaña. Aparentemente, habían estado hablando de que se acercaba el tiempo de la cosecha, en cuatro meses, y cuán importante era que estuvieran en sus casas para ese momento. Yo estoy seguro que Jesús hace referencia a su conversación en este sentido cuando les dice, básicamente: “¿No dicen ustedes: ‘Aún faltan cuatro meses para que llegue la cosecha?’ Miren, yo les digo: ‘Alcen sus ojos y miren los campos, porque ya están blancos (maduros por demás) para la siega, simplemente esperando que venga un siervo del Señor para cosecharlos’”. Este es el contexto de una de las grandes exhortaciones de Jesús: “Alzad vuestros ojos y (luego) mirad los campos”. ¿Qué lo motivó a decir esto? Acababa de tener una entrevista con la mujer samaritana. Cuando Jesús y los apóstoles se encontraron con esa mujer junto al pozo de Samaria, todo lo que vieron los apóstoles fue una mujer samaritana pecadora. Jesús dice, en esencia: “Alcen sus ojos antes de mirar a una mujer así. Dios les dará discernimiento si miran hacia arriba antes de mirar a las personas. Esto se cumple especialmente cuando uno mira a las personas desde arriba. Vean a las personas como Dios las ve”. Esta es la esencia de lo que dice Jesús en estos magníficos versículos de las Escrituras. Jeremías nos da una razón por la que simplemente debemos hacer esto, cuando dice: “Engañoso es el corazón más que todas las
  • 10. 10 cosas, y perverso”. Luego pregunta: “¿Quién lo conocerá?”. Y contesta su propia pregunta diciéndonos enfáticamente que sólo Dios conoce el corazón humano (Jeremías 17:9.10). Soy pastor desde 1956. No pasó mucho tiempo antes que me diera cuenta de que Jeremías tenía razón: yo no conocía mi propio corazón, y no conocía el corazón de mi gente. En mi ignorancia, había dicho muchas veces: “Para amar a una persona, solo hace falta entenderla”. No pasó mucho tiempo antes que conociera algunas personas que pensaba que yo entendía muy bien, pero que me resultaba difícil amar. Estoy muy agradecido porque en mis primeros años de pastor Jesús me enseñó a mirar hacia arriba antes de mirar a la gente. Hice el gran descubrimiento de que, si miramos hacia arriba antes de mirar a nuestro alrededor, veremos personas como la mujer samaritana de la forma que la vio Jesús, en vez de la forma que la vieron los apóstoles. Algunos tal vez pregunten: “¿Mira Jesús con amor a los pecadores que cometen crímenes horribles y que hacen enormes daños?”. La respuesta a esa pregunta viene envuelta en una hermosa palabra de la Biblia: misericordia. Esta palabra se encuentra 366 veces en la Biblia, una para cada día, además de un día más para los años bisiestos. ¿Qué es la misericordia? Es el amor incondicional de Dios. La misericordia es el atributo de Dios que no nos da lo que merecemos. La gracia de Dios es el atributo de Dios que da y provee, y aun prodiga sobre nosotros, toda clase de bendiciones que no merecemos. La gracia de Dios es la obra de Dios dentro de nosotros, sin intervención nuestra. La gracia de Dios es el amor de Dios que recibimos. La palabra “misericordia” es la palabra bíblica que describe la forma en que Dios no nos da lo que merecemos. La misericordia nos demuestra cómo ama Dios. La misericordia es simplemente la palabra bíblica que nos dice que el amor de Dios es incondicional. Jesús nos recuerda que: “Vuestro Padre que está en los cielos ... hace salir su sol sobre malos y buenos, y ... hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Simplemente, nos está recordando el hecho que Dios ama incondicionalmente. David escribe que, de hecho, el bien y la misericordia (amor incondicional) de Dios lo seguirían todos los días de su vida (Salmos 23:6). Una vez escuché a una persona que había sido juez por cincuenta años decir que la mayoría de las personas que comparecían ante su tribunal no estaban interesadas en la justicia, porque eran culpables y lo sabían. Por lo tanto, estaban
  • 11. 11 interesados en la misericordia. La última vez que escuché la predicación de un gran pastor que fue un modelo para mi ministerio, él tenía ochenta y un años. Lo primero que dijo fue: “Soy muy viejo ahora y, al prepararme para estar con mi Señor, me interesa un solo concepto: ¡la misericordia de Dios!”. No habría salvación para ninguno de nosotros si no fuera por la misericordia de Dios. Por lo tanto, debemos agradecerle por su misericordia y por la bendita realidad de que Dios mira a los pecadores con amor incondicional. Así que, si usted y yo alzamos la vista antes de mirar a las personas, nunca miraremos desde arriba a una persona que no podemos amar, si estamos unidos a Cristo y tenemos el amor de Dios. Esta gran exhortación que oímos de Jesús es su respuesta a la experiencia del nuevo nacimiento de la mujer samaritana. Palabras más, palabras menos, está diciendo a sus apóstoles: “Ustedes siempre están hablando de la cosecha. ¿No se dan cuenta de que la cosecha es cada día? Alcen sus ojos, y luego miren a las personas, y verán que son como frutos maduros, más que listos para ser cosechados”. Así como esta mujer estaba sedienta y más que lista para el Agua Viva, hay muchas personas hoy que están listas y esperando que algún siervo de Cristo las coseche. Si simplemente alzáramos nuestra vista antes de mirar a las personas, descubriríamos que estas palabras de Jesús son tan dinámicamente ciertas hoy como lo fueron junto a ese pozo de Samaria, dos mil años atrás. Me pregunto si alguna persona ha creído alguna vez por su palabra de testimonio acerca de lo que Cristo significa para usted. ¿Ha encontrado usted el Agua Viva? ¿Ha saciado Él su sed? Si lo ha hecho, recuerde que el plan de Cristo es que, al tomar del Agua Viva, esta se convierta en usted en agua a la que otras personas puedan acudir y beber de ella. ¿Hay alguien que cree en usted porque ya no necesita sus “cántaros”? Note también lo siguiente: luego de que los hombres de Samaria fueron a Cristo por las palabras de la mujer, dijeron: “Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos [esta es una palabra que significa conocer por experiencia y relación] que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo”. Cuando tenemos el privilegio de cosechar, es sumamente importante que guiemos a las personas hacia Cristo y no hacia nosotros. Nuestro objetivo debe ser que ellas puedan decir que ya no es cuestión de nuestra palabra de testimonio. Debemos orar diligentemente para que las escuchemos decir la esencia de lo que estos hombres de Samaria dijeron a esta mujer: “Lo hemos oído
  • 12. 12 nosotros mismos, y sabemos (por relación) que éste es el Cristo, el Mesías, el Salvador del mundo y nuestro Salvador personal”. Lo que estos hombres de Samaria dijeron también sigue el argumento sistemático del apóstol Juan en este Evangelio. Recuerde que el propósito de Juan al escribir este Evangelio es convencernos de que Jesús es el Cristo, el Mesías y el Hijo de Dios. Juan quiere que creamos su argumento sistemático, porque creer en su argumento abre la puerta para el Agua Viva, vida eterna para nosotros (20:30, 31). Jesús enseña, también: “El que cosecha recibe paga, y recoge fruto para vida eterna, para que tanto el que siembra como el que cosecha puedan regocijarse juntos”. Según Jesús, cuando tenemos la experiencia de ser el vehículo a través de quien otra persona descubre las dos mayores experiencias de la vida, recibimos paga. Esta paga no es dinero, ¡pero es paga! Esta es la paga más gratificante que pueda recibir jamás un ser humano: saber que nuestra vida sirvió para algo, saber que significó algo para toda la eternidad para la persona con quien nos cruzamos –que, antes de mirarla, miramos hacia arriba-, que fuimos para ella el agente humano de las dos mayores experiencias de la vida. Esta es la paga más gratificante y satisfactoria que podamos ganar jamás en este mundo. ¿Qué siente usted con relación a la persona que lo llevó a Cristo? ¿Qué sienten las personas que usted ha llevado a Cristo con relación a usted? Piénselo por un minuto y vea si no encuentra significado en las siguientes palabras: “El que cosecha recibe paga y recoge fruto para la vida eterna”. ¿Cómo puede usted influir en la calidad de su eternidad por medio de la forma en que usa su tiempo en esta vida? Una forma es: “El que gana almas es sabio” (Proverbios 11:30). En Lucas, capítulo 16, el Señor dijo que es posible que hagamos amigos, que nos estarán esperando, en habitaciones eternas, en el estado eterno. Según Jesús, estos amigos nos darán la bienvenida al estado eterno y dirán: “No estaríamos aquí, en estas habitaciones eternas, si tú no hubieras sido el agente humano de nuestra salvación”. Esto es, ciertamente, dar propósito, significado, definición y dirección a la vida humana, ¿no es cierto? ¿Qué cosa podría hacer usted que diera más propósito y significado a su vida y a las vidas de otros que compartir las Buenas Nuevas de que ellos pueden recibir la misericordia y la gracia de Dios? Cuando el apóstol Pablo agradeció a los filipenses por apoyar su ministerio, que estaba llevando a cientos de gentiles a Cristo, dijo a su iglesia favorita que no deseaba sus regalos, sino que deseaba que el fruto abundara en su cuenta en el estado eterno. Eso
  • 13. 13 fue lo que enseñó Jesús, en el capítulo 16 de Lucas, cuando presentó su profunda parábola del mayordomo infiel. No podemos llevarnos nuestro dinero con nosotros, pero podemos “comprar acciones en el cielo”, según Jesús y Pablo. Jesús luego nos dice que cuando se reciba esta paga y el fruto sea recogido por la eternidad, tanto el que siembra como el que cosecha se regocijarán juntos, porque en este ministerio de llevar gente al Agua Viva, es cierto que uno siembra y otro cosecha. Al reflexionar sobre esta metáfora, hágase la siguiente pregunta: ¿Quién lo llevó a Cristo? ¿Quién lo llevó a la fe? Tal vez piense en una persona. Pero, en realidad, ¿fue una persona, un programa de radio que usted escuchó, un tratado evangelístico que leyó, o fue toda una sucesión de personas que plantaron semillas, que sembraron la verdad del Evangelio en su vida, mucho antes de que llegara a su vida el siervo del Señor que cosechó su salvación? ¿Podría ser que Dios haya usado a un padre, una madre, un abuelo, una abuela, un amigo, un vecino, un maestro de Escuela Dominical o un pastor piadoso para sembrar la Palabra de Dios en su vida? Si lo piensa, tal vez se dé cuenta de que toda clase de personas plantaron semillas en su vida hasta que un día alguien vino e hizo que su fe llegara a dar fruto. Esa persona cosechó su salvación. La persona que vemos como el ganador de almas, el que hace discípulos, es el cosechador en esta enseñanza de Jesús. Cada vez que alguien “lleva a una persona al Señor”, según nuestra expresión, o tiene esta experiencia de cosechar, esa persona debería darse cuenta de esto: que uno siembra y otro cosecha. Jesús entrenaba a sus discípulos para que fueran cosechadores, pero les dijo: “Yo los he enviado a ustedes a cosechar lo que no les costó ningún trabajo. Otros se han fatigado trabajando, y ustedes han cosechado el fruto de ese trabajo” (38, NVI). Cuando usted tiene el gozo de cosechar, cuando tiene el gozo de llevar a alguien a la fe, ¡qué cosa maravillosa es ser el agente humano del nuevo nacimiento! Tal vez usted sea un pastor, un evangelista, un maestro o un creyente que presenta el Evangelio a las personas individualmente. Su mayor experiencia en la vida es su propia experiencia del nuevo nacimiento. Cuando usted presenta el Evangelio a alguien, sea de uno por vez o a un grupo, y las personas nacen de nuevo, esto es, para usted, la segunda mayor experiencia de la vida. Pero, recuerde esto: cada vez que usted cosecha, es probable que otra persona haya sembrado. El apóstol Pablo escribe que en la eternidad conoceremos a Dios tan completamente como Él nos conoce a nosotros (1 Corintios 13:12). Cuando conozcamos como
  • 14. 14 Dios nos conoce a nosotros, sabremos que muchas personas sembraron para que nosotros pudiéramos cosechar. Cuando cosechamos, otros han trabajado y nosotros cosechamos el fruto de ese trabajo que es una larga procesión de siembra fiel de testigos fieles que sembraron para que nosotros pudiéramos experimentar el gozo de cosechar. En resumen, en esta entrevista y la respuesta a la entrevista, ¿ve usted las respuestas a las preguntas clave que revelan para nosotros la verdad de este evangelio? De nuevo, esas preguntas son: “¿Quién es Jesús?”, “¿Qué es la fe?” y “¿Qué es la vida?”. ¿Quién es Jesús? Es el Agua Viva. Jesús es el Cristo, que habla a su corazón. Es el Mesías. ¿Qué es la fe? La fe es arrepentimiento (“Ve, llama a tu marido”). Como estos hombres de Samaria y los apóstoles que se encontraron con Jesús por primera vez, la fe significa encontrarse con Jesús. La fe es preguntarse: “Si sabes a Quién le estás orando, ¿qué deberías pedirle?”. La fe es dejar su cántaro de agua, el símbolo de su sed, y reemplazar los síntomas de su sed por el Agua Viva de Cristo. ¿Qué es la vida? La vida es saciar su sed. La vida es el Agua Viva. La vida es aquellas dos grandes experiencias: su propia experiencia personal del nuevo nacimiento y, luego, ser el agente humano a través del cual otros nacen de nuevo. Creer para ver El cuarto capítulo del Evangelio de Juan concluye con la historia de otra señal, una evidencia milagrosa, que sigue la línea de razonamiento del apóstol Juan. Jesús continuó su viaje de Judea a Galilea luego de su fructífero ministerio en Samaria a través de la mujer con la que se encontró junto al pozo de Jacob. Vuelve a Caná de Galilea, donde convirtió el agua en vino. Dado que Nazaret no está muy lejos de Caná, esto significa que vuelve a su casa. Había dejado Galilea porque “no hay profeta sin honra sino en su propia tierra” (Marcos 6:4). El milagro de Caná se indica como su primera señal, y al volver ahora realizará la segunda señal o milagro registrado por el apóstol Juan. Hay un hombre en Capernaum que es un noble – literalmente, un hombre del rey- y tiene un hijo con una fiebre terrible que lo ha llevado casi a la muerte. Este padre perturbado deja el lecho de su hijo moribundo y viaja 30 kilómetros a Caná, porque oye que Jesús está allí. Este padre es un hermoso ejemplo de otra respuesta a la pregunta: “¿Qué es la fe?”.
  • 15. 15 Él sabía adónde ir cuando tenía un problema. Fue a Jesús cuando tuvo un problema que no podía resolver. Tomó muy en serio el hecho de acudir a Jesús con su problema. Dejó el lecho de un hijo moribundo para ir a Jesús con su problema. ¿Qué cosa haría que usted dejara a un hijo moribundo? Él encaró el problema con toda seriedad. Dejó el lecho de muerte de su hijo moribundo porque creía que Jesús representaba la única esperanza para su hijo. Estaba convencido de que tenía que persuadir a Jesús para que fuera Capernaum personalmente para ministrar sanidad a su hijito. Sin embargo, en realidad se convierte en un ejemplo de fe cuando tiene su entrevista con Jesús. Jesús prueba la fe de este padre cuando dice: “Ve, tu hijo vive”. El padre no protesta ni insiste en que Jesús lo acompañe a su casa. Simplemente hace lo que Jesús le ordena. Una visión secular de la fe es “ver para creer”. El espíritu de este enfoque es que “voy a creer cuando lo vea”. La Biblia enseña invariablemente que el creer es (nos lleva a) ver. David anuncia: “Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes” (Salmos 27:13). Este padre sabía dónde ir cuando tenía un problema. Fue a Jesús con su problema. Acudió a Jesús con toda seriedad. Creyó lo que veía cuando acudió a Jesús con su problema. Cuando iba camino a su casa –obedeciendo lo que Jesús le había ordenado-vio lo que creía cuando acudió a Jesús. Sus siervos se encontraron con él y le dijeron: “¡Tu hijo vive!”. Estas eran exactamente las mismas palabras de Jesús le había dicho a este padre. Entonces, creyó él con toda su casa. ¿Sabe usted dónde ir cuando tiene un problema? ¿Acude a Jesús cuando tiene un problema que no puede resolver? ¿Toma en serio el hecho de acudir a Jesús con su problema? ¿Cree lo que ve cuando acude a Jesús con su problema? Si es así, como este padre, usted verá lo que cree cuando acuda a Jesús con los problemas que no puede resolver. No se trata de ver para creer. El creer es (nos lleva a) ver. Como David y como este padre, crea para ver la bondad del Señor en su experiencia de vida. Capítulo 3 El hombre del estanque Nuestro estudio del Evangelio de Juan nos lleva al capítulo 5, y vemos nuevamente lo que vimos en los primeros cuatro
  • 16. 16 capítulos. Casi parece redundante, pero el tema de cada capítulo de este evangelio se presenta en forma constante y hermosa. Recuerde nuevamente que en el prólogo nos dijo que, cuando las personas respondían correctamente a Jesucristo, nacían de nuevo. Juan nos va a volver a decir esto cuando comenzamos a leer el capítulo 5. Este capítulo comienza diciéndonos que, cuando Jesús fue a Jerusalén, tuvo que pasar por un lugar desgarrador llamado el “estanque de Betesda”. Leemos que alrededor de los pórticos de este estanque yacía una gran cantidad de personas débiles, que sufrían todo tipo de enfermedades. Estas personas desesperadas y desvalidas creían en algo que podría haber sido una superstición: estaban tendidas alrededor del estanque porque creían que, si el agua se movía, era porque un ángel la había tocado, y, cuando ocurría esto, el primero en entrar al estanque sería sanado. Este repentino movimiento del agua era causado por las fuentes que proveían de agua a este estanque. Los religiosos también pasaban junto a ese estanque cada vez que iban a adorar. Jesús no podía pasar al lado del estanque de Betesda sin detenerse. Simplemente, debía detenerse. Jesús atravesó esta gran multitud de personas débiles hasta que encontró un hombre que, tal vez, era el más débil. Había sido un inválido durante 38 años. Sin embargo, cada vez que el agua se movía, no tenía a nadie que lo ayudara a entrar al agua. Siempre había alguien que entraba al estanque antes que él. Lo que le pasaba era que no podía ser el primero en entrar al estanque. Le dijo a Jesús: “No tengo a nadie que me ayude”. Es triste pensar que no tenía a ningún amigo o familiar que lo quisiera lo suficiente como para ayudarlo. Jesús encuentra a este hombre y le hace una pregunta que nos suena extraña: “¿Quieres ser sano?”. Ahora bien, el hombre le podría haber contestado: “¿Qué te parece? Hace 38 años que estoy aquí. ¡Por supuesto que quiero ser sano!”. Pero no lo dijo. Los profesionales de la salud encuentran que esta pregunta es muy pertinente, porque hay personas que no quieren sanarse. No sabrían qué hacer si se sanaran. Toda su vida parece girar alrededor del hecho de que están enfermas. Son hipocondríacas con complejo de mártir y, claramente, quieren estar enfermas. Parecen encontrar su identidad como “personas enfermas”. ¿Por qué les gusta a las personas hablar acerca de sus operaciones? ¿Por qué nos gusta dar un “concierto de órganos” (órgano por órgano)? Se llama “complejo de mártir”. Así que la pregunta de Jesús –“¿Quieres ser sano?”- era muy apropiada.
  • 17. 17 Cuando Jesús sana al hombre, éste está acostado sobre su lecho. Es el día de reposo. No se les permitía a los judíos llevar cargas el día de reposo. Pero Jesús le dice, básicamente: “Levanta tu lecho, colócalo sobre tu espalda y avanza por la calle, justo delante del templo”. Esto inicia el diálogo que tiene Jesús con la jerarquía religiosa y que continúa hasta el capítulo 9. Este diálogo es importante porque el Espíritu Santo dedica cinco capítulos de las inspiradas Escrituras a registrar su contenido, para nuestro bien. Note que Jesús inició este diálogo cuando le dijo a este hombre que levantara su lecho y lo llevara por la calle, violando la ley del día de reposo. No estaba violando las leyes escritas por Moisés, sino los cientos de leyes que los fariseos y escribas habían agregado a las leyes del día de reposo de Moisés. El hecho de que el hombre había estado acostado sobre un lecho, enfermo, durante 38 años y ahora está lo suficientemente sano como para caminar por la calle delante del templo no parece ser importante para estos líderes religiosos. Yo, que estoy en una cama o en una silla de ruedas desde comienzos de la década de los ochenta, hubiera esperado que dijeran: “¡Miren eso! ¡Ese es el hombre del estanque de Betesda! Ha estado ahí tanto tiempo que casi forma parte del decorado. ¡Mírenlo! ¡Camina! ¡Qué maravilloso!”. Pero no fue eso lo que dijeron. Su respuesta fue: “¡Estás rompiendo una regla! ¡Estás cargando tu lecho en el día de reposo!”. Querían saber quién le había dicho que llevara su lecho. Él les contestó que la persona que lo había sanado se lo había dicho. Entonces, ellos se trabaron con Jesús en este diálogo hostil, algo que Jesús obviamente quería. Quisiera darle una tarea que nos lleva al corazón del Evangelio: al leer el relato de Juan de este diálogo, tome una lapicera y un anotador y escriba todo lo que dice Jesús acerca de sí mismo. Cada vez que Él dice algo de sí, de quién es o de lo que está haciendo aquí, en este diálogo, póngalo por escrito. Según C. S. Lewis, el gran profesor de la literatura del Renacimiento, cuando uno llega al final del capítulo 8 y reflexiona sobre lo que ha escrito, tendrá tres opciones: puede decir que Jesús era un mentiroso, puede ser benévolo y llamarlo un lunático, o puede llamarlo Señor, postrarse y adorarlo. Estas son las únicas tres opciones que Él le dará para cuando haga una lista de las cosas que Jesús dice de sí en este diálogo. Obviamente, Jesús incita a la jerarquía religiosa a entrar en este diálogo. Está preparado para hacer estas afirmaciones y las
  • 18. 18 precede con un milagro que las certifica. El milagro mismo es una historia hermosa que nos lleva a un nivel de verdad más profundo del Evangelio de Juan. En Apocalipsis, Juan nos dice en el primer capítulo que las iglesias son como siete candelabros de oro y, en el medio de estos candelabros, ve a uno que es como el Hijo del Hombre. Ve a Cristo en medio de los candelabros. En esa hermosa lengua de señas judía, Juan nos dice que Jesús puede ser encontrado hoy en el medio de todas sus iglesias. Mateo relata que, cuando nació Cristo, los magos vinieron con la pregunta: “¿Dónde está [Él]?”. Jesús contesta esa pregunta en Apocalipsis. Por lo menos una respuesta a esa pregunta de los magos es que Jesucristo está en medio de sus iglesias. Juan nos da otra hermosa alegoría cuando describe la gran multitud de personas débiles alrededor del estanque de Betesda. Alguien dijo que esta gran multitud de personas débiles es una buena imagen de la iglesia. Pensamos que las grandes cantidades nos dan fuerza. En algunas partes del mundo, nos entusiasmamos porque hay muchas personas que asisten a iglesias evangélicas hoy. Sin embargo, cuando uno tiene una multitud de personas débiles, eso no es una iglesia; ¡es una buena descripción de un hospital! Un hospital podría denominarse ‘una gran multitud de personas débiles’. ¿Creemos que tenemos fortaleza porque tenemos muchas debilidades? Si esta es la aplicación aquí, entonces, cuando vea a Jesús entre esa gran multitud de personas débiles, debería verlo en medio de sus iglesias. Es allí donde se encuentra Cristo hoy, y es allí donde a Él le gustaría encontrarlo a usted. Al ver a Cristo que encuentra a este hombre impotente, que ha estado en el estanque de Betesda más tiempo que ninguna otra persona, el más débil de todos, ¿me permite una aplicación personal? ¿Es usted el más débil de una gran multitud de personas débiles? ¿Es usted, tal vez, el más débil de todos? ¿Ha estado usted débil más tiempo que nadie más, y está harto de estar débil? Bueno, entonces la aplicación de esta historia es para usted. El Jesucristo resucitado, vivo, sanador está en medio de sus iglesias hoy y lo está buscando a usted. Cuando Jesús lo encuentre, quiere preguntarle: “¿Estás harto de ser débil? ¿Quieres ser sano?”. Me he preguntado a menudo por qué Jesús no sanó a todos en el estanque de Betesda. No hay duda de que Él podría haber sanado a todos alrededor de ese estanque. ¿Por qué no se dirigió a toda esa multitud y dijo: “¡Sean sanos! Levanten sus lechos y vayan por la calle frente delante del templo”? ¡Eso hubiera
  • 19. 19 impactado realmente a la jerarquía religiosa! ¿Por qué sanó Jesús solo a este hombre? Estoy persuadido de que la respuesta a esta pregunta está en que el hombre había renunciado al estanque de Betesda. Se había dado cuenta de que no había esperanza para él en el estanque de Betesda. Estoy convencido de que esas pobres y confundidas personas realmente creían en una superstición cuando pensaban que el primero que entraba en el estanque sería sanado. El estanque de Betesda ilustra alegóricamente los lugares donde las personas buscan ser sanadas y que nunca podrán darles el bienestar o la integridad que están buscando. Tratan de buscar sanidad o vida abundante o eterna en muchos lugares y de muchas formas. Esos lugares y sus formas de sanar suelen ser “estanques de Betesda”. Al moverse Jesús, entonces, entre personas débiles e indefensas hoy, está buscando personas que se han dado cuenta de que sus “estanques de Betesda” no las sanarán. La droga no los sanará. El alcohol no les dará vida eterna. No encontrarán sanidad o integridad en las personas; no las encontrarán en aquello esquivo que buscan cuando tienen amoríos o pecan, y no encontrarán la sanidad en el dinero, el éxito, el prestigio, el estatus o el poder. Cuando las personas hayan probado con todos sus “estanques de Betesda” y saben que jamás encontrarán vida eterna en esos lugares, están listas para Jesús. A Él le gusta moverse entre gente débil hasta que encuentra el más débil. Entonces, le gusta preguntarle al más débil: “¿Sabes que es posible que mi fortaleza se perfeccione en tu debilidad? Si acudes a mí y confías en mí, ¡puedo sanarte!”. Esa verdad, que describe hermosamente el apóstol Pablo, es lo que se nos ilustra en la sanidad del hombre débil del estanque de Betesda. La historia de este hombre es, también, una ilustración de lo que significa nacer de nuevo. Véase usted en este hombre impotente del estanque de Betesda. Tal vez sea físicamente débil. Tal vez lo sea espiritualmente. Tal vez encuentre en su debilidad la fortaleza de Jesucristo. Renuncie a sus “estanques de Betesda” y acuda a Jesús. Dígale: “Sí, quiero ser sano. Quiero que me sanes”.
  • 20. 20 Capítulo 4 ¿Mentiroso, lunático o Señor? “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (5:39,40). Esta es la forma en que Jesús comienza su diálogo con estos líderes religiosos. La sanidad del hombre del estanque fue lo que podríamos llamar una sanidad estratégica, porque fue el catalizador que creó el foro donde Jesús se presentó ante los líderes espirituales de los judíos. Como señalé, hubiéramos pensado que la jerarquía religiosa estaría eufórica por el hecho de que ese hombre pudiera caminar. Pero no lo vieron de esta forma. Cuando lo vieron llevando su lecho, le dijeron: “Oye, ¡estás quebrantando la ley!”. Esto nos demuestra cuán lejos estaban de lo que el apóstol Pablo llamaba “el espíritu de la ley”. Jesús sanó a este hombre de la forma en que lo hizo porque en este punto de su ministerio, obviamente, quería trabarse en un diálogo con los líderes religiosos. Aprendimos en los evangelios sinópticos que Jesús enseña a través de sermones, discursos y parábolas. Enseña mediante sus entrevistas con personas y sus tres años de diálogo continuo con los apóstoles. Jesús también nos enseña a nosotros en su diálogo hostil con la jerarquía religiosa. Especialmente en los capítulos 5 a 8 de este Evangelio, Juan nos da su relato preciso de este largo diálogo entre Jesús y la jerarquía religiosa. El entorno del diálogo cambia a veces. Gira alrededor de los milagros que hace Jesús -el hombre del estanque, la alimentación de la multitud, la sanidad espiritual de la mujer sorprendida en adulterio, el hombre que nació ciego- y esta es la forma en que comienzan los capítulos 5 a 9. Cuando haga su lista de lo que dijo de sí Jesús en el capítulo 5, descubrirá que, en esencia, Él decía: “Todo juicio me ha sido encomendado. Yo soy el Hijo, y mi Padre Dios no juzgará a nadie en el día final. Me lo ha entregado todo a mí. Yo juzgaré a todos”. Jesús también dice que Él puede hacer todas las obras que el Padre puede hacer. Jesús relaciona atributos del Padre consigo mismo. Lo que pasa es que si alguien dijera que es Dios, una pregunta que podrían hacerle es: “Ah, ¿así que tú eres Dios? Bueno, déjame hacerte una pregunta. ¿Puedes crear? Dios crea; ¿puedes tú crear?”. Jesús ahora dice que Él es el Creador. Nosotros diríamos:
  • 21. 21 “Bueno, Dios es eterno. Dios siempre fue. Él es ahora, siempre fue, y siempre será. ¿Eres tú eterno?”. Al final de este diálogo hostil, los religiosos se vuelven a Jesús y dicen: “Pero si no tienes ni cincuenta años y actúas como si conocieras a Abraham”. Jesús contesta: “Antes que Abraham fuese, yo soy”. Luego leemos que tomaron piedras para apedrearlo por blasfemia. No había ninguna duda en la mente de estos líderes religiosos que escucharon estas afirmaciones de Jesús en cuanto a lo que Él quería decir. No dijeron: “Bueno, no podrías ser todas esas cosas que dices, pero eres un hombre maravilloso”. No podían hacerlo. Algunos querían apedrearlo, y leemos que, cuando terminó diciendo estas cosas, “muchos creyeron en Él”. Jesús se dirigió a los que creyeron en Él y les dijo, básicamente: “Ahora, permanezcan en mi Palabra y conviértanse verdaderamente en mis discípulos. Entonces conocerán la Verdad, y la Verdad los hará libres. Y cuando el Hijo, que es la Verdad, los haga libres, ustedes serán verdaderamente libres”. Algunos intentaron apedrearlo, pero otros lo llamaron “Señor”, lo siguieron y se convirtieron verdaderamente en discípulos suyos. Anteriormente le pedí que haga una lista con todas las cosas que Jesús dijo que era en estos capítulos del Evangelio de Juan. Ahora piense en lo que ha escrito. Luego de pensar en las cosas que dijo Jesús que era, creo que descubrirá que usted solo tiene las tres opciones que le dije que había presentado C. S. Lewis. Así que sea intelectualmente sincero, y llame a Jesús “mentiroso”, “lunático” o su Salvador, Señor y Dios. Luego de decir estas cosas en el capítulo 5, ya que habían deducido que no había evidencias que probaran que Jesús era quien decía ser, Él les dice, en esencia: “A ustedes, en realidad, no les faltan pruebas ara creer en todas estas cosas”. Jesús les dijo, en un momento de ese diálogo hostil: “El problema de ustedes no es básicamente intelectual; es moral, y una cuestión de lo que van a escoger deliberadamente”. Lo que Jesús les dijo, en realidad, fue esto: “Si realmente quisieran creer mis afirmaciones, hay pruebas suficientes. Por ejemplo, Juan el Bautista, a quien usted respetan, dijo cosas sumamente hermosas acerca de mí”. Todos reconocían que Juan el Bautista era un profeta. Jesús dijo: “Juan dio testimonio de mí”. Vimos esto en el relato de Juan del Bautista. Luego Jesús dijo: “Ustedes tienen las obras que he hecho”. Jesús hizo muchas obras milagrosas. Al final del capítulo 2, leemos que realizó muchos milagros en Jerusalén, y algunas personas creyeron gracias a estos milagros. Jesús ahora recuerda a
  • 22. 22 estos líderes religiosos esos milagros cuando dice: “Tienen mis milagros. Sané a este hombre aquí, en el estanque de Betesda. Mis obras demuestran lo que digo”. Luego Jesús dijo: “Tienen el testimonio del Padre mismo en mi bautismo. Cuando fui bautizado, el Padre mismo habló y dijo: ‘Este es mi hijo bienamado’. Tienen el testimonio de Dios el Padre”. Luego mencionó las Escrituras y nos dio dos versículos que, según el escritor de devocionales inglés, Oswald Chambers, son la clave que revela la verdad de toda la Biblia para nosotros. En esencia, Jesús dice a estas personas, que eran expertos de la Biblia: “Ustedes buscan en las Escrituras porque creen que ser expertos en la Biblia les dará vida eterna”. Dijo: “Ellas [las Escrituras] son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida”. Otra traducción dice así: “Ustedes buscan, investigan y consideran cuidadosamente las Escrituras con gran diligencia porque suponen que tienen vida eterna a través de ellas. Pero estas mismas Escrituras dan testimonio de mí, y aun así no están dispuestos, sino se rehúsan a acudir a mí para que tengan vida”. El texto griego original, aquí, de hecho, sugiere algo así: “Ustedes no acuden a mí porque no quieren”. Lo que Jesús está diciendo es lo siguiente: “La cuestión no es intelectual; es una cuestión moral, y el problema es que están tomando la decisión deliberada de no acudir a mí”. A principios de la década del sesenta, yo estaba dirigiendo un debate de un grupo de estudiantes en una facultad de leyes de Florida. Me encontraba en una discusión acalorada con uno de esos estudiantes. En un punto, en vez de discutir –lo que había estado haciendo por un tiempo bastante prolongado- sentí que debía decir: “Bueno, el tema aquí no es intelectual; en realidad, es una cuestión moral, de elección. La verdadera pregunta es si usted quiere aceptar las consecuencias morales de creer en Cristo y seguirlo”. Por las reacciones de los demás estudiantes, pude percibir que había llegado, de alguna forma, al verdadero problema. Luego, varios de ellos se me acercaron y me dijeron: “El asunto es ese. Todos sabemos que tiene una amante. El verdadero problema era su estilo de vida. No se trataba de todos esos argumentos teológicos y filosóficos a los que quería arrastrarlo a usted. Cuando usted dijo que el problema no era intelectual, sino sus elecciones morales, estaba encarando el verdadero problema”. Aprendí esto del diálogo que tuvo Jesús con estos líderes religiosos. Era lo que estaba haciendo Jesús cuando les dijo: “No
  • 23. 23 les faltan pruebas a ustedes. Lo que pasa es que no quieren acudir a mí. Por eso no acuden a mí”. Jesús les dio cinco testigos infalibles. Dijo: “Si quieren pruebas, tienen suficientes. Ustedes no vienen a mí para tener vida eterna porque no quieren acudir a mí”. Jesús también hizo a los líderes religiosos una pregunta profunda: “¿Cómo pueden creer mientras siempre están buscando la aprobación mutua en vez de la aprobación que viene de Dios?”. Creo que les estaba diciendo: “Están jugando un juego mundano y secular: el juego de buscar la aprobación mutua. Ni siquiera se les ocurre buscar la aprobación que viene de Dios o preguntarse: ‘¿Cómo se siente Dios con relación a lo que estoy haciendo?’”. La esencia de su pregunta era: “Si ustedes están viviendo sus vidas en el nivel horizontal, buscando la aprobación mutua, ¿cómo pueden decir que creen en Dios? Ni siquiera les interesa la mirada vertical, hacia arriba, o si están agradando a Dios”. En el capítulo 5, Juan realmente contesta la pregunta: “¿Quién es Jesús?”. Recuerde que, al comenzar mi comentario del Evangelio de Juan, lo desafié a contestar tres preguntas en cada capítulo de este Evangelio. Juan ciertamente contesta la primera de estas preguntas: “¿Quién es Jesús?”, cuando registra para nosotros este diálogo que comienza en el capítulo 5. Sus respuestas a esa primera pregunta son tremendas en este capítulo. Él es: El Hijo que es uno con su Padre Dios, es amado por su Padre, y puede hacer todas las obras que puede hacer su Padre. El Hijo que juzgará a todos. Es el Hijo que ha sido enviado por su Padre para levantar a los muertos y dar vida eterna a quienes Él se la quiere dar. Es el Sanador del más débil de los hombres. Toda la Biblia trata de Él, y debemos acudir a Él para recibir vida eterna. En realidad, dice que Él es eterno. La segunda pregunta que lo desafié a contestar a lo largo de todo este Evangelio es: “¿Qué es la fe?”. Esta pregunta aparece contestada para nosotros aquí también. La fe es, esencialmente, moral y una cuestión de elección deliberada, según el quinto capítulo del Evangelio de Juan. ¿Y qué pasa con la tercera pregunta: “¿Qué es la vida?” en el capítulo 5? La respuesta a esa pregunta nos lleva nuevamente, por supuesto, al hombre que fue sanado en el estanque de Betesda. La vida es bienestar. Jesús nos dice que la vida es nacer de nuevo; la vida es acudir a Cristo, intercambiar nuestra debilidad y enfermedad por su bienestar y salud; estar relacionados con Él y saber que contamos con su aprobación. Estas son las respuestas de Jesús a la pregunta: “¿Qué es la vida?” en el capítulo 5.
  • 24. 24 Capítulo 5 La parábola de la visión misionera de Jesús El capítulo 6 comienza con un milagro: la alimentación de los cinco mil. Vimos ese milagro cuando hicimos un estudio de los evangelios sinópticos. Por lo tanto, no lo veremos en profundidad aquí. Pero, después del milagro en que Jesús da de comer a cinco mil hombres hambrientos y sus familias –tal vez veinte mil personas-, da un gran discurso. Este discurso forma parte, también, de su diálogo hostil con los líderes religiosos. Se lo llama “el discurso del Pan de Vida”. En este discurso, Jesús dice que Él es el Pan de Vida. En el capítulo 4, Jesús dijo dogmáticamente que era el Agua Viva al hablar de una de las necesidades básicas, la sed. Jesús dijo: “Yo soy el Agua Viva que puede saciar tu sed para siempre”. Por supuesto, cuando Jesús dijo esto se refería al nuevo nacimiento y la vida eterna que Juan desea tanto que experimentemos nosotros. En este discurso, que se considera el más difícil de entender de Jesús, Él habló de otra necesidad básica del hombre, el hambre. Jesús dice, básicamente: “Yo puedo satisfacer tu hambre por el resto de tu vida”. En el contexto de esa afirmación, da su discurso del Pan de Vida. Cuando termina este discurso leemos: “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?” (66, 67). Es aquí donde encontramos, en palabras de Pedro, una de las respuestas más agudas a la pregunta: “¿Qué es la fe?”. Cuando Jesús pregunta a los apóstoles si ellos también lo van a dejar, Pedro dice: “¿Adónde iremos? Tú tienes palabras de vida”. Pedro no entendió este difícil discurso, pero escogió seguir por fe. Al final del discurso del Pan de Vida, Jesús dijo: “A menos que coman mi sangre y mi carne, no tendrán vida eterna”. Algunos pensaban que estaba enseñando canibalismo. Por esta razón, muchos se alejaron. Estoy seguro de que este discurso pasó por encima de la cabeza de Pedro como una bandada de pájaros. Pedro no entendió lo que estaba diciendo Jesús. Pero es aquí donde encontramos una buena respuesta a la pregunta: “¿Qué es la fe?”. A veces, la fe es creer cuando no entendemos. Isaías nos dijo que Dios no piensa como un hombre ni actúa como un hombre. Por lo tanto, no debemos esperar entender a Dios, según Isaías (Isaías 55). Sin embargo, él sigue diciéndonos
  • 25. 25 que la Palabra de Dios alineará y adecuará nuestros pensamientos a los de Dios. Por esta razón Isaías predicó la Palabra de Dios, y por eso debemos hacerlo nosotros, y también leer y estudiar su Palabra. Sin embargo, al llegar a Dios a través de su Palabra, no siempre debemos esperar entender todo lo que leemos acerca de Dios, porque Él no es hombre; Él es infinitamente diferente del hombre. Dado que Jesús fue la mayor revelación de Dios que este mundo recibió jamás, no debemos sorprendernos al leer que hubo ocasiones en que los pescadores analfabetos no entendieron a Jesús. Piense en la sabiduría de Salomón cuando dice en Proverbios 20:24: De Jehová son los pasos del hombre; ¿Cómo, pues, entenderá el hombre su camino?”. Si Dios no actúa como un hombre ni piensa como un hombre, no siempre deberíamos esperar entender lo que nos ocurre al ser guiados por Él. Pedro demuestra una gran sabiduría cuando responde al discurso del Pan de Vida de Jesús diciendo, básicamente: “No entiendo lo que dices, pero te creo y te sigo igual”. Jesús no solo nos dio una figura del nuevo nacimiento cuando habló del Agua Viva y el Pan de Vida, sino que nos dio respuestas hermosas a la pregunta: “¿Qué es la fe?”. Como señalé, cada vez que bebemos un vaso de agua tenemos una imagen de lo que es la fe. Imagine que está muriéndose de sed. Tiene en su mano un vaso de agua que cree que puede saciar su sed y salvar su vida. ¿Cómo demostrará la realidad de que cree realmente que esa agua puede saciar su sed y salvar su vida? Lo demostrará al tomar esa agua. Jesús está diciendo: “Yo soy el Agua Viva, y ustedes tienen una sed de vida. Yo soy el Pan de Vida, y ustedes tienen hambre de una vida real, eterna y abundante. ¿Cómo van a demostrar la realidad de que creen que puedo saciar su sed de vida y su hambre de vida? ¿Cómo van a ordenar su vida según la mía de manera de poder saciar su sed y su hambre? Bueno, así como beben el agua para demostrar la realidad de que creen que un vaso de agua puede saciar su sed, deben apropiarse de mí, recibirme a mí, creer en mí y relacionarse adecuadamente conmigo. Deben seguirme”. Esto es lo que Jesús estaba diciendo en la parte más difícil de su discurso del Pan de Vida, cuando habla de beber su sangre y comer su carne. Al usar estas dos metáforas, estaba enseñando, en realidad: “Todo lo que fue logrado por mi muerte, y todo lo que mi muerte puede significar para ustedes, lo deben tomar; deben realmente creer, deben apropiárselo. Deben experimentar en sus
  • 26. 26 vidas todo lo que Dios quiere darles a través de mi muerte, que está representada por mi sangre y simbolizada por el vino de la Cena del Señor, que estableceré horas antes de morir en mi cruz. Ustedes simbolizan y expresan su fe en todo lo que significa mi muerte cuando beben el vino de la Cena del Señor”. La otra gran realidad acerca de Jesús fue la vida que vivió. Él vivió una vida fantástica aquí en la tierra, y mientras vivió esa vida nos demostraba verdad y nos daba gracia para aplicar la verdad que ejemplificaba y enseñaba. Nos estaba mostrando la vida que Dios quiso que viviéramos y dándonos el poder para vivirla. La vida de Cristo que aparece en los Evangelios es una muestra de la vida eterna. La vida eterna es, esencialmente, calidad de vida y cantidad de vida. Cuando Jesús dice: “Deben comer mi carne”, nos da otra ilustración de la fe. Nos dice en este discurso: “Yo soy el Pan de Vida, y ustedes tienen hambre. ¿Cómo pueden comer pan cuando tienen hambre y relacionarse con ese pan de forma tal que el pan satisfaga su hambre? Ustedes comen el pan; se apropian del pan; reciben el pan”. “Mi pan, la vida que estoy viviendo aquí durante 33 años, les demuestra cómo satisfacer su hambre de vida. Mi vida les demuestra cómo mi Padre Dios quería que vivieran sus vidas. Deben responder adecuadamente a mi vida. Deben apropiarse de mi vida. Deben demostrar simbólicamente su fe en mi vida y todo lo que puede significar mi vida para ustedes cuando comen el pan de la Cena del Señor”. “En otras palabras, deben comer mi carne (representada por el pan) y beber mi sangre (representada por el vino o la copa); si no, no tendrán vida eterna”. Jesús no enseña aquí que comer el pan y tomar el vino nos dará vida eterna. Enseña que el hecho de creer en lo que representan ese pan y ese vino nos dará vida eterna. Cuando Pedro escribe que el bautismo puede salvarnos, quiere decir que lo que profesamos creer cuando somos bautizados nos salva (1 Pedro 3:21). Sin embargo, Pedro y sus otros discípulos no entendieron lo que acabo de explicar. Leemos que muchos de los discípulos de Jesús se fueron y ya no lo siguieron, porque su idea de la fe era la siguiente: “Solo creo lo que entiendo”. Recuerde que había una diferencia entre un discípulo y un apóstol. Los discípulos eran seguidores, pero los apóstoles eran discípulos que Jesús comisionó para que fueran apóstoles o sus mensajeros especiales. Muchos discípulos se alejaron de Jesús en este punto, pero todos sus apóstoles siguieron el ejemplo de Pedro y siguieron a Jesús, aun cuando no entendieron su discurso. Pedro tenía el don
  • 27. 27 de una fe ejemplar cuando dijo: “No entiendo, pero, de todas maneras, creo”. Cuando llegamos al punto donde no entendemos, debemos construir el puente de la fe desde lo que entendemos hacia lo que no entendemos. Algunas veces caminamos en la luz, por vista, pero hay veces cuando debemos caminar en la oscuridad por fe. Si bien se lo llama el discurso del Pan de Vida, el tema principal no es el pan. En cierto sentido, el discurso trata, en realidad, del trabajo significativo. Fíjese en el contexto del discurso. Jesús reanuda su diálogo hostil con estos líderes acerca del trabajo de ellos. Jesús les dice cosas muy duras: “Su trabajo no tiene significado y, además, hacen ese trabajo sin sentido con una motivación errada”. Ellos le contestan: “Bueno, entonces ¿qué es trabajo significativo? ¿Cuál es el trabajo de Dios?”. Jesús les dice: “Ustedes crean en mí y yo les mostraré lo que es el trabajo significativo”. Luego ellos de dicen, básicamente: “¿Qué haces todo el día? Si eres tú quien puede decirnos lo que es el trabajo significativo, ¿qué haces todo el día?”. En este discurso del Pan de Vida, Jesús nos da, en forma elocuente, su filosofía del ministerio. Les cuenta de su trabajo, y lo que dice es profundo. Quisiera parafrasear y resumir la esencia de lo que dijo Jesús: “Esto es lo que hago: al ir por este mundo, cuando mi Padre me dice que diga palabras, las digo. Hablo lo que mi Padre me dice que diga. Algunas personas rechazan mis palabras. No están sintonizados con Dios, y no escuchan mis palabras para nada. Pero cuando hablo estas mismas palabras que el Padre me dice que diga, las personas que son atraídas al Padre por el Espíritu Santo descubren que esas palabras son Espíritu y son Vida. Esas personas acuden a Dios cuando escuchan estas palabras. Esto es lo que hago todo el día”. Jesús les dice a esas personas, y a usted y a mí, algo muy apasionante. Nos dirá lo mismo en el discurso del Aposento Alto, más adelante en el Evangelio de Juan. Es posible ser un vehículo a través de quien Dios hace su obra. El trabajo de Dios es el trabajo más significativo que usted o yo podríamos hacer jamás. Eso no significa que todos sean llamados a ser predicadores o misioneros. Sin embargo, creo que significa que, no importa lo que hagamos, deberíamos hacerlo porque creemos que es el trabajo que Dios nos ha dado para hacer. Dios, tal vez, lo puso en el mundo de los negocios o en una profesión. Tal vez hizo que fuera un ama de casa y una madre, lo que significa que la ha llamado a ser una formadora de hombres, de personas, de hogares y de recuerdos. Dios, tal vez, lo llamó a
  • 28. 28 ser un mecánico. No importa lo que sea usted, debe tener la convicción de que está donde Dios lo ha llamado a estar para hacer el trabajo que Dios le ha asignado. Dios quiere que estemos donde esté la necesidad. Una forma en que Dios nos lleva a donde está la gente que necesita a Cristo es arreglar las cosas de tal forma que debamos ganarnos el sustento para mantener una familia. Eso nos fuerza a salir y estar junto a personas que necesitan vida eterna y necesitan tener fe en Jesús. Ese es el trabajo significativo del que Jesús habló en el discurso del Pan de Vida. Basándome en mi propia experiencia de trabajar con muchos hombres durante varias décadas, creo que una de las grandes plagas de nuestro tiempo es el aburrimiento. Me asombra la cantidad de hombres que están aburridos, hombres que pensaría que deberían estar satisfechos porque hacen trabajos muy interesantes. Sin embargo, cuando llego a conocerlos encuentro que muchos están aburridos con lo que están haciendo. Me encontré con la siguiente cita varios años atrás. Expresa lo que he oído decir a muchos hombres. Un político inglés de 88 años escribió estas palabras en su diario mucho tiempo atrás: “Al mirar atrás, a la edad de 88 años, a más de 57 años de mi vida política en Inglaterra, teniendo en cuenta lo que yo considero que son los mejores resultados, y meditando en la historia de Gran Bretaña y el mundo desde 1914, veo claramente que no he logrado prácticamente nada. El mundo y la historia del hormiguero humano durante los últimos 57 años serían exactamente iguales que ahora si me hubiera dedicado a jugar al ping pong en vez de asistir a comisiones y escribir libros y memorandos. Por lo tanto, debo hacer la confesión -algo ignominiosa- ante mí mismo y ante los que leen esto, de que, en mi larga vida, debo de haber realizado entre 150.000 y 200.000 horas de trabajo totalmente sin sentido”. Cuando Jesús vino a salvarnos, lo hizo para salvarnos de varias cosas. Una de esas cosas es el agonizante aburrimiento del “trabajo totalmente sin sentido”. No creo que nadie que entienda quién es Jesús, lo que es la fe y lo que es la vida eterna tenga escrito en su epitafio: “Toda mi vida de trabajo, mi carrera de 57 años, fue simplemente una cuestión de trabajar sin sentido”. Según mi opinión, nuestro Señor Jesucristo no quiere que tengamos un epitafio así a los 88 años. Por eso nos dio el discurso del Pan de Vida. En el corazón mismo de este discurso, Jesús está hablando, en realidad, del trabajo significativo.
  • 29. 29 Capítulo 6 La enseñanza de Dios Juan continúa relatando el diálogo hostil entre Jesús y los líderes religiosos en el séptimo capítulo de este Evangelio. El diálogo se interrumpe en ocasiones, pero luego aparece en otro contexto. Cuando se reanuda, leemos que Jesús hace otra afirmación dogmática: “Yo soy un Maestro que vino de Dios. Mi enseñanza no es mía. Es la enseñanza del Padre”. En otras palabras, está diciendo lo siguiente: “Yo no soy simplemente un rabino autoproclamado. Mi enseñanza es la enseñanza de Dios”. Este hijo de un carpintero de Nazaret decía que su enseñanza era la santa e inspirada Palabra de Dios. Por supuesto, los líderes religiosos cuestionaron esa afirmación. Palabras más, palabras menos, el espíritu de su afirmación era: “¿Cómo podemos saberlo? ¡Solo tenemos tu palabra al respecto!”. Esta es una pregunta que enfrentamos hoy. Decimos que la Biblia es la Palabra de Dios. Hay muchos que dicen: “¿Cómo sabemos que esa afirmación es verdadera? ¿Cómo sabemos que no son solamente las opiniones de personas que vivieron hace dos mil años? ¿Cómo sabemos realmente que la Biblia es la inspirada Palabra de Dios?”. Satanás hizo básicamente la misma pregunta en el tercer capítulo del Libro de Génesis: “¿Conque Dios os ha dicho...? ¿Ha dicho Dios realmente algo? Bueno, si lo ha dicho, no es cierto”. Ese el truco más antiguo que ha usado el diablo, y sigue usándolo hoy, todo el día, todos los días. Satanás cuestiona este tema: ¿Es la Biblia realmente la Palabra de Dios? Cuando cuestionaron a Jesús en este punto, como vimos en el capítulo 5, Él les dijo, básicamente: “La proposición que deben aceptar es que la fe no es, principalmente, un asunto intelectual. La fe es, principalmente, una decisión que uno debe tomar, una decisión moral”. Jesús lo expresó, en esencia, de esta forma: “Si algún hombre acude a mis enseñanzas con el deseo de hacer la voluntad de Dios, pidiéndole que lo ayude a hacer su voluntad que se revela en mis enseñanzas, en llevar a cabo mis enseñanzas, llegará a tener el conocimiento de que mis enseñanzas son, realmente, la Palabra misma de Dios”. En otras palabras, Jesús dijo: “Las únicas palabras calificadas para expresar una opinión sobre la inspiración de mis enseñanzas son las de quienes han acudido a mis enseñanzas con el deseo y el compromiso de hacer la voluntad de Dios y dicen: ‘Dios, quiero hacer lo correcto’”.
  • 30. 30 A diferencia del estudiante de leyes que mencioné antes y de la mujer samaritana, que presentan una cortina de humo intelectual para eludir las consecuencias morales de la fe, Jesús dice a estos líderes que deben acudir a su enseñanza en este espíritu: “Realmente quiero hacer lo correcto, a medida que encuentro la forma correcta de vivir de acuerdo con las enseñanzas de Jesús”. He descubierto personalmente que si acudimos a toda la Biblia de la forma en que Jesús nos desafió a encarar sus enseñanzas, haremos el mismo descubrimiento acerca de toda la Biblia que Jesús nos invitó a hacer acerca de sus enseñanzas. Jesús dijo: “Si acuden a mis enseñanzas sinceramente, con el deseo y el compromiso de aplicar y experimentar la verdad que encuentran en ellas, al aplicarlas y experimentarlas, tendrán confirmación intelectual de que mis enseñanzas son la enseñanza de Dios”. Por ejemplo, imagínese que usted y su cónyuge van a ver a su pastor porque su matrimonio está en un vacío estéril, porque ambos se han casado por lo que cada uno podía obtener del otro. Ninguno de ustedes está dando nada, y ninguno está recibiendo nada. Ahora imagine que van a su pastor y él, que es un hombre de Dios, les dice: “¿Saben una cosa? Jesús dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir’. Lo que quiso decir con esto es que hay más felicidad en dar que en recibir”. El pastor le habla a usted como esposo: “Si estás viviendo con tu esposa por lo que puedes recibir de ella, entonces ella no está recibiendo nada de ti”. El pastor luego se dirige a la esposa: “Si estás viviendo con tu esposo por lo que puedes recibir de él, entonces él no está recibiendo nada de ti”. El pastor explica entonces que, cuando dos personas así se encuentran al final del día, van camino a un choque, porque ambas quieren recibir, y ninguna siquiera está pensando en dar. El pastor entonces desafía a la pareja a imaginarse lo opuesto. Suponga que la pareja aplica el consejo del pastor y, mientras el hombre llega a su casa, está pensando en su esposa. Mientras la esposa llega a casa de su trabajo, o está haciendo su trabajo de la casa, piensa en lo que puede hacer por su esposo. Él piensa en la realidad de que ella ha estado trabajando duro también, y él debe expresarle su aprecio y ofrecerle ayuda de cualquier forma que pueda. Tal vez piense: “Voy a hacer algo especial para ella, no importa cuán cansado me encuentre”.
  • 31. 31 Y suponga que ella esté pensando: “¡Pobre, mi esposo! Tiene que trabajar duro todo el día. Está allá afuera trabajando duro para mantenerme a mí y a su familia. Necesita estar en casa para descansar y tener una buena comida”. Cuando se encuentran al final del día, ella insiste en que tengan una noche tranquila en su casa, y él insiste en salir para hacer algo que a ella le guste. Discusiones como éstas no destruyen los matrimonios. Es una hermosa discusión. Como pastor, he tenido parejas que vienen a mí y me dicen: “Sabe, pastor, que ese pensamiento que ha revolucionado nuestra relación: estar centrado en el otro en vez de estar centrado en uno mismo. Es sorprendente cuánta vida tenemos en nuestro matrimonio ahora, gracias a esta esa enseñanza”. Les he dicho: “Bueno, hay 500 enseñanzas de Jesús, ¡así que tengo 499 más como esta!”. Jesús nos dijo cómo podríamos probar que sus enseñanzas vienen de Dios y que sus enseñanzas son la Palabra de Dios (7:17). Nos dice que acudamos a sus enseñanzas con el deseo de aplicarlas. En otras palabras, Jesús dice: ““Si ustedes aplican un enfoque intelectual a mi enseñanza, no podrán comprobar que es la enseñanza de Dios”. El intelectual siempre ha dicho: “Cuando llegues a mi mente, llegarás a mi voluntad. Convence a mi intelecto, y te entregaré mi voluntad y tomaré las decisiones morales correctas”. Jesús dice, básicamente: “No. Es al revés. Tomen la decisión deliberada de aplicar la verdad que enseña Jesús, y la prueba intelectual vendrá después del compromiso de su voluntad. Si algún hombre quiere hacer la voluntad de Dios, según la voluntad de Dios se revela en mis enseñanzas, cuando lo haga sabrá si mis enseñanzas son de Dios o del hombre”. El apóstol Pablo escribe que toda Escritura nos es dada por Dios por inspiración (2 Timoteo 3:16). Pedro nos dice lo que es la inspiración cuando escribe que hombres santos de Dios escribieron movidos por el Espíritu Santo (2 Pedro 1:21). En el espíritu de esta enseñanza de Jesús, que nos dice cómo encarar sus enseñanzas, veo dos definiciones de lo que llamamos la inspiración de las Escrituras. Ambas definiciones son completamente verdaderas y válidas pero, en mi opinión, una de ella es más madura que la otra. La primera afirmación acerca de la inspiración de las Escrituras es esta: “La Biblia es cierta porque es inspirada”. Esta forma de ver la inspiración dice: “Lo que diga la Biblia es cierto porque la Biblia es inspirada. Cuando leo en las Escrituras que es más bienaventurado dar que recibir, creo que esa proposición es cierta porque la Biblia lo dice; lo creo y, eso pone punto final al asunto”.
  • 32. 32 La segunda forma de ver la inspiración es esta: “La Biblia es inspirada porque es verdadera”. Este punto de vista de la inspiración de las Escrituras tiene dos fundamentos. La primera, es que creo que las Escrituras son inspiradas. Por lo tanto, todo lo que diga la Biblia es verdadero porque la Biblia lo dice. Este punto de vista concuerda con el primero. Sin embargo, este segundo punto de vista va un paso más allá. La persona que sostiene este punto de vista puede decir: “Creo que es más bienaventurado dar que recibir porque la Biblia lo dice, y porque experimenté una revolución dinámica y positiva en mi relación matrimonial cuando apliqué esta hermosa verdad a mi matrimonio”. Estas dos filosofías de las Escrituras podrían expresarse de otras formas también. La primera, dice: “Es verdadero porque la Biblia lo dice”. La segunda, dice: “Es verdad; por eso lo dice la Biblia”. Ambos puntos de vista de las Escrituras concuerdan con la proposición: “La Biblia lo dice, yo lo creo, y eso pone punto final al asunto”. Sin embargo, la persona que sostiene el segundo punto de vista puede hablar con una mayor convicción acerca de la inspiración de las Escrituras, y tiene un punto de vista más maduro de la inspiración. En el capítulo 17 de Juan, en el versículo 17, Jesús dice, mientras ora: “...tu palabra es verdad.”. Cuando ponemos este profundo versículo junto al versículo 17 de Juan 7, encontramos un enfoque de las Escrituras que es similar al de Cristo, porque así nos enseñó Él, y nos mostró por su ejemplo cómo encaraba las Escrituras. Basándonos en estos dos pasajes, deberíamos acercarnos a las Escrituras buscando la verdad. El tema prioritario no es la forma literaria en que se encuentra la verdad. Siempre deberíamos buscar la verdad cuando leemos la Biblia, porque la Palabra de Dios es verdad. Sin embargo, antes de descubrir esa verdad, debemos comprometernos, en nuestro corazón, a aplicar la verdad que estamos buscando, una vez que el Espíritu Santo nos revele esa verdad. De acuerdo con los escritos de los apóstoles Pablo y Juan, no podemos discernir la verdad en las Escrituras a menos que el Espíritu Santo nos enseñe. Muchos pasajes bíblicos nos dicen que no podemos aplicar la verdad de las Escrituras sin la ayuda de Aquel que “produce así el querer como el hacer” toda la verdad que se encuentra en la inspirada Palabra de Dios (Juan 17:17; 7:17; 1 Corintios 2:9-16; 1 Juan 2:20, 27; Filipenses 2:13). Hay algunos otros pasajes en el capítulo 7 del Evangelio que debo abordar. El capítulo comienza con los hermanos
  • 33. 33 terrenales de Jesús, que le indican cuál debería ser su plan de trabajo y su programa. Lamentablemente, en este momento, ellos no creen. En realidad, creen que su hermano ha perdido la razón (Marcos 3:21). Uno de ellos, Santiago, creerá luego de su resurrección y se convertirá en uno de los más fuertes líderes de la iglesia que nos describe el Libro de Hechos. Ellos le sugieren que asista a la fiesta de los Tabernáculos, que se celebra en Jerusalén, que realice milagros allí y reciba reconocimiento y aprobación de la gente de este mundo. Él responde diciendo que su misión y sus planes no consisten en buscar la aprobación de la gente de este mundo. Da a entender que no asistirá a la fiesta; sin embargo, luego que se van ellos, Jesús asiste y predica a grandes multitudes allí. Jesús dice, en el próximo capítulo, que siempre hace lo que le agrada al Padre (8:29). Obviamente, no puede hacer lo que le agrada al Padre y luego agradar a sus hermanos terrenales, o a la gente secular, ni tampoco podemos hacerlo nosotros. En la fiesta, dice que es un Maestro enviado por Dios, y que su enseñanza es la enseñanza de Dios. También leemos: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (7:37,38). Luego el apóstol Juan agrega el comentario de que Jesús hablaba del Espíritu Santo, que aún no había sido dado. Esta fiesta se celebraba durante una semana, y la liturgia incluía agradecer a Dios por el agua que había sido provista sobrenaturalmente de una roca en el desierto. Se extraía agua del pozo de Siloé y era derramada como una ofrenda a Dios, mientras toda la gente recitaba: “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación” (Isaías 12:3). En el último día de la fiesta, la liturgia finalizaba con todo el pueblo marchando alrededor del altar siete veces, lo que simbolizaba la victoria en Jericó, cuando toda la nación marchó alrededor de esa ciudad siete veces. Jesús escogió ese momento para predicar su gran sermón sobre el Espíritu Santo. En esencia, dijo que si alguien tenía sed de agua de las fuentes de la salvación, debía acudir a Él, porque Él era el Salvador del mundo. Este sermón presenta una metáfora que es la continuación de la metáfora que usó en su entrevista con la mujer samaritana. Él le había prometido que un sorbo del Agua de Vida se convertiría, en ella, en una fuente en la que otros saciarían su sed y nacerían de nuevo. La metáfora se expande ahora, de una fuente a un río. Algunos estudiosos creen que el Cristo resucitado y vivo es el Río de Agua Viva que vive en el creyente y expresa su vida a
  • 34. 34 través de él. Estas dos referencias metafóricas al Espíritu Santo se entenderán mejor más adelante, cuando les hable del Espíritu Santo que vendrá, a quien Él llama el Consolador o Ayudador (14:15-17; 16:7-14). Obviamente, Juan comprobó que esto era cierto. La palabra que usa Jesús para describir al Espíritu Santo es, en realidad, paracleto, que significa: ‘uno que se pone al lado de nosotros y se adosa a nosotros con el propósito de ayudarnos’. Al aumentar la hostilidad con los líderes religiosos, los soldados del templo reciben la orden de arrestar a Jesús. Cuando vuelven sin el Prisionero, su única explicación por no poder arrestarlo es: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!”. Esto nos da una idea de lo que tiene que haber sido escuchar predicar a Jesús. Tal vez escucharon a Jesús predicar ese poderoso mensaje acerca del Espíritu Santo en el último día de la fiesta. Por esto estoy convencido de que Jesús predicó ese sermón con gran poder y con una poderosa unción del Espíritu Santo. En este capítulo, Jesús es el Maestro enviado por Dios con la enseñanza de Dios. ¡Es, también, el poderoso Predicador que predicó como ningún hombre había predicado! La fe es acercarse a la enseñanza de Jesús con el deseo de hacer la voluntad de Dios al aplicar la verdad que enseña Jesús. La fe precede a la confirmación intelectual, lo que prueba que la enseñanza de Jesús es enseñanza de Dios, con el compromiso de aplicar la enseñanza a nuestras vidas. La vida es el Agua Viva que sacia nuestra sed y luego se convierte en un río de Agua Viva que fluye de nuestras vidas. ¿Está usted, todavía, haciendo juegos intelectuales y diciéndole a Jesús: “Convence a mi mente, y, entonces, mis decisiones y compromisos morales vendrán como consecuencia”? ¿Está dispuesto a acercarse personalmente a la enseñanza de Jesús buscando la verdad para aplicar a su vida y a sus relaciones? ¿Ha tomado usted un sorbo del Agua Viva que se convierte en una fuente y luego en un río, fluyendo de su vida, en el cual otros sacian su sed de vida y nacen de nuevo? ¿Conoce usted personalmente a Jesús como el Maestro que vino de Dios y como el Agua Viva? Espero que el Evangelio de Juan y nuestro estudio le estén llevando a conocer a Jesús, el Cristo. Lo invito a solicitar el próximo fascículo, donde continuaremos nuestro estudio con el capítulo 8 de este maravilloso Evangelio de Juan.