En Chile, se ha escrito bastante sobre vida y obra científica de Ignacio Domeyko (1802 – 1889). Seguramente, hay más inquietud por este científico que por otros sabios del siglo XIX, porque se desempeñó en dos ámbitos públicos: la ingeniería en minas y la educación superior. Así, cuando nos encontramos con los trabajos de sus biógrafos contemporáneos, éstos enfatizan las virtudes humanas del polaco, tanto en su personalidad magnánima y en sus rasgos característicos; tales como, su condición de individuo solidario, modesto, o bien de su manifiesto desinterés por la riqueza material. No obstante, su labor científica es sintetizada por un correlato de los conocimientos que él manejaba y de los aspectos de interacción dialéctica entre las ciencias de la tierra, la educación, la sociología, y los diversos aspectos humanistas. De este modo, se pretende exponer un Domeyko más centrado en las expresiones del saber y de la vinculación epistémica, propia del ejercicio de su profesión y de una construcción de ciencia en Chile. La joven república de Chile decidió contratar a extranjeros, por lo cual, realizó contactos con Europa en 1830. En sí, buscando investigadores de elite que pudieran asumir actividades científicas y educacionales, para contribuir tanto a la formación de una masa crítica y educada, que logrará impulsar una educación nacional, que actuaran como ejes de un efectivo conocimiento del cuerpo físico del país. En este marco de preocupaciones gubernativas, ya existía una experiencia, con la contratación de Claudio Gay (naturalista e historiador francés), lo que, se le solicita al diplomático radicado en Paris, Carlos Lambert, que busque el profesional más adecuado para enseñar mineralogía y dirigir la Escuela de Minas de La Serena. Lambert, se comunica con Ellie de Beaumont, uno de los más destacados científicos franceses; quien le recomienda, que se contacte con Ignacio Domeyko, uno de sus antiguos y más destacados alumnos. Así, el polaco científico, arriba a tierras chilenas en 1838, donde de inmediato comienza su labor en el Chile desconocido, pero su Espíritu Inquieto , a pesar de las ideologías políticas que trasciende toda ontología, lo lleva también a interesarse en otras áreas de la cultura, tales como: educación, metodología, sociología, antropología, difusión científica y otros.
En Chile, se ha escrito bastante sobre vida y obra científica de Ignacio Domeyko (1802 – 1889). Seguramente, hay más inquietud por este científico que por otros sabios del siglo XIX, porque se desempeñó en dos ámbitos públicos: la ingeniería en minas y la educación superior. Así, cuando nos encontramos con los trabajos de sus biógrafos contemporáneos, éstos enfatizan las virtudes humanas del polaco, tanto en su personalidad magnánima y en sus rasgos característicos; tales como, su condición de individuo solidario, modesto, o bien de su manifiesto desinterés por la riqueza material. No obstante, su labor científica es sintetizada por un correlato de los conocimientos que él manejaba y de los aspectos de interacción dialéctica entre las ciencias de la tierra, la educación, la sociología, y los diversos aspectos humanistas. De este modo, se pretende exponer un Domeyko más centrado en las expresiones del saber y de la vinculación epistémica, propia del ejercicio de su profesión y de una construcción de ciencia en Chile. La joven república de Chile decidió contratar a extranjeros, por lo cual, realizó contactos con Europa en 1830. En sí, buscando investigadores de elite que pudieran asumir actividades científicas y educacionales, para contribuir tanto a la formación de una masa crítica y educada, que logrará impulsar una educación nacional, que actuaran como ejes de un efectivo conocimiento del cuerpo físico del país. En este marco de preocupaciones gubernativas, ya existía una experiencia, con la contratación de Claudio Gay (naturalista e historiador francés), lo que, se le solicita al diplomático radicado en Paris, Carlos Lambert, que busque el profesional más adecuado para enseñar mineralogía y dirigir la Escuela de Minas de La Serena. Lambert, se comunica con Ellie de Beaumont, uno de los más destacados científicos franceses; quien le recomienda, que se contacte con Ignacio Domeyko, uno de sus antiguos y más destacados alumnos. Así, el polaco científico, arriba a tierras chilenas en 1838, donde de inmediato comienza su labor en el Chile desconocido, pero su Espíritu Inquieto , a pesar de las ideologías políticas que trasciende toda ontología, lo lleva también a interesarse en otras áreas de la cultura, tales como: educación, metodología, sociología, antropología, difusión científica y otros.