Si detectamos y clarificamos qué esperamos de los demás, podemos hablarlo, pedirlo o reflexionar al respecto. La incapacidad o dificultad para regular, de forma apropiada, emociones como la ira puede conducirnos a la violencia. Por lo tanto, la violencia es también producto de no conocer, no comprender ni saber manejar emociones como la ira: de dónde vienen, qué sentimientos forman y qué consecuencias generan en nosotros y en otras personas.