La ira es una emoción compleja que involucra respuestas corporales, cognitivas y conductuales. Se experimenta cuando nos sentimos tratados injustamente o cuando vemos obstaculizados nuestros objetivos. Aunque la ira es normal, su expresión agresiva depende de los aprendizajes. El tratamiento busca mejorar la comprensión de la ira, enseñar técnicas de relajación y pensamiento alternativo para controlar la ira de forma adaptativa.
1. UNIVERSIDAD YACAMBU
FACULTAD DE HUMANIDADES
CARRERA DE PSICOLOGIA
FISIOLOGIA Y CONDUCTA
AUTOR:
SUSANA A. GUILLEN R.
EXPEDIENTE: HPS-171-00086V
PROF. XIOMARA RODRIGUEZ
OCTUBRE, 2017
2. La ira es una emoción que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. No en vano, la ira siempre esta presente
en situaciones de conflicto, ya sean con otros o con nosotros mismos y puede oscilar desde una leve irritación hasta el más
profundo de los odios.
Cuando percibimos que somos tratados injustamente, cuando nos sentimos heridos o cuando vemos
dificultada la consecución de alguna meta importante, sentimos ira. Sentir esta emoción en estas circunstancias nos
predispone a la acción en un intento de protegernos de aquello que nos hace daño y que es el origen de esta emoción.
La ira como todas las demás emociones es una reacción compleja en la que se ponen en funcionamiento tres
tipos de respuestas.
La primera es una respuesta corporal, en la que nuestro cuerpo se activa para la defensa o el ataque. Nuestro
ritmo cardiaco aumenta al igual que nuestra respiración se acelera, nuestros músculos se tensan y el flujo sanguíneo se
dispara preparándonos para actuar ante una amenaza percibida.
Cuando este estado de excitación permanece estamos más predispuestos a actuar de forma impulsiva
llegando a emitir conductas agresivas.
La segunda es una respuesta cognitiva, es decir, depende de nuestra manera de interpretar las situaciones.
Cuando estamos inmersos en una situación, esta por si sola no tiene ningún valor emocional, es la valoración personal que
hacemos de ella la que le confiere un significado. De esta manera, las emociones están en función de nuestros
pensamientos, así que cuando interpretamos una situación como un abuso, una injusticia, una falta de respeto o como un
obstáculo para conseguir una meta, sentimos ira.
Pensamientos del tipo "esto es intolerable", "como se atreven a tratarme así" "pero quien se cree que es", "la
vida se empeña en ponerme trabas" etc, son el combustible perfecto para incrementar y prolongar los sentimientos de ira
aumentando la posibilidad de ser agresivos.
La última respuesta de la ira tiene que ver con la gestión conductual en estas situaciones. La conducta en
estas circunstancias está orientada para defendernos de aquello que se interpone un nuestro camino y para ello se genera
una energía interna que mueve a la "destrucción" del obstáculo. Ahora bien, no debemos confundir la emoción de la ira con
la agresividad, ya que ésta es una de las múltiples maneras de gestión emocional. Experimentar y expresar la ira a través
de la agresividad depende de las conductas que hayamos aprendido a lo largo de nuestra vida.
3. La inducción de emociones genera cambios profundos en el sistema
nervioso autónomo y en el sistema endocrino, destacando que se altera también la
actividad cerebral, en especial en los lóbulos frontales y temporales. Tal como Charles
Darwin (1809-1882) señaló, que cada una de las seis emociones básicas entre ellas la
ira se acompaña de patrones de respuesta fisiológica específicos.
El cerebro muestra una mayor alteración del hemisferio izquierdo.
4. - La ira dificulta la asimilación de conocimientos, en muchas ocasiones impidiendo totalmente el
proceso de aprendizaje.
- La ira desvía la atención y paraliza la memoria activa vital para aprender.
- Los centros nerviosos y los neurotransmisores que regulan las emociones y la motivación están
involucrados en el proceso de aprendizaje también.
- Es necesario regular la intensidad de la emoción (ira) para evitar el bloqueo inconsciente de la
información.
5. El objetivo del manejo de la ira es reducir sus sentimientos emocionales y el despertar fisiológico que
provoca. Cuando usted no puede quitarse de encima, o evitar, las cosas o las personas que a usted le enfurecen, ni
se pueden cambiar, usted puede aprender a controlar sus reacciones.
¿Está usted demasiado enojado?
Hay pruebas psicológicas que miden la intensidad de los sentimientos de ira, ¿qué propensión tiene usted a la ira?
¿Cómo la maneja usted?. Es muy probable que si usted tiene un problema con la ira, usted ya lo sepa. Si usted en
ocasiones actúa de forma incontrolada y aterradora, es posible que necesite ayuda para encontrar mejores formas
de lidiar con esta emoción.
¿Por qué algunas personas se enojan más que otras?
Según Jerry Deffenbacher, un psicólogo que se especializa en el manejo de la ira, algunas personas realmente son
más "exaltadas" que otras , se enfadan con más facilidad y más intensamente que la mayoría. También están
aquellos que no muestran su ira en voz alta de manera espectacular, pero están crónicamente irritables y gruñones.
Irritarse no solamente significa maldecir y tirar cosas, a veces se aíslan socialmente, se muestran de mal humor, o
se ponen físicamente enfermos.
Las personas que se enojan con facilidad suelen tener lo que algunos psicólogos llaman una baja tolerancia a la
frustración. Lo que significa simplemente que sienten que no deberían tener que ser sometidos a frustraciones,
incomodidades o molestias. No pueden tomarse las cosas con calma, y se enfurecen particularmente si la situación
parece de alguna manera injusta: por ejemplo, ser corregido por un error de poca importancia.
6. Varias son las posibles causas. Una puede ser genética o fisiológica: Hay evidencia de que algunos niños nacen
irritables, quisquillosos, y se encolerizan más fácilmente, y que estos signos están presentes desde una edad
muy temprana. Otra puede ser sociocultural. La ira es a menudo considerado como negativa; se nos enseña el
derecho a expresar la ansiedad, depresión, u otras emociones, pero no a expresar la ira. Como resultado, no
aprendemos cómo manejarla o canalizarla constructivamente.
La investigación también ha encontrado que los antecedentes familiares juegan un papel. Normalmente, las
personas que se enojan con facilidad vienen de familias que son perjudiciales, caóticas, y no saben gestionar
correctamente las comunicaciones emocionales.
7. El trastorno explosivo intermitente es un trastorno del control de impulsos en que la persona que lo
padece sufre de episodios repetidos de comportamiento impulsivo, agresivo y violento o explosiones verbales
enojadas en las que el afectado reacciona bruscamente y de manera desproporcionada a la situación.
Las conductas agresivas, el abuso doméstico, tirar o romper objetos, o bien otros signos de pataletas
pueden ser síntomas de trastorno explosivo intermitente.
Un pequeño incidente puede desencadenar este episodio de agresividad desmedida, pasando
después a un estado de ánimo deprimido y de culpa o de cansancio o alivio.
Entre explosiones explosivas, la persona puede estar irritable, impulsiva, agresiva o enojada.
Uno de los costes más frecuentes es el daño que causa a las relaciones personales, y precisamente a
las relaciones que tienen más valor para la persona como son la familia, la pareja y los amigos.
8. El enfado crónico es un estado de ira permanente que se aplaca y se agrava según las circunstancias
pero que siempre está ahí. Son personas que nos hacen pensar que su forma de ser es estar enfadados ya sea con
los demás o con uno mismo.
Estas personas tienen muchas dificultades en sus relaciones sociales porque pasan la mayor parte del
tiempo enfadadas y descargan su energía negativa y su mal humor con los demás.
Si la persona vive enfadada consigo misma de manera crónica, experimenta una lucha interior constante
que produce un gran desgaste personal.
Son estados en los que las emociones y los pensamientos negativos nos tienen completamente
controlados.
En ocasiones, la ira crónica se debe a desencadenantes externos que han provocado que acaben siendo
de esa manera.
Sin embargo, hay personas que debido a un aprendizaje erróneo la única expresión emocional que se
permiten expresar es la ira. El hecho de sólo permitirnos expresar la emoción de ira provoca un desequilibrio, ya que
al no poder expresar la emoción genuina (tristeza o miedo), esta se va acumulando y por más que expresemos rabia,
nunca desaparece el malestar, convirtiéndose en un enfado crónico.
En este caso el enfado crónico está relacionado con la creencia errónea que asocia mostrar tristeza o
miedo con debilidad ante los demás o ante uno mismo, mientras que mostrar ira se asocia a un sentimiento de
fortaleza.
9. De forma más concreta, los objetivos que se persiguen en el tratamiento de la ira y de las conductas agresivas son los
siguientes:
• Mejorar el conocimiento sobre las emociones y en concreto sobre la ira para facilitar la comprensión del problema.
• Conocer la naturaleza de la agresividad así como el ciclo que caracteriza su presencia en las relaciones humanas.
• Dotar a la persona de técnicas de relajación para controlar la activación fisiológica y emocional asociada a la experiencia
de ira.
• Proporcionar estrategias externas y de control de pensamiento para reducir los estímulos y situaciones que actúan como
desencadenantes.
• Modificar los pensamientos y actitudes disfuncionales asociados a la ira para desarrollar un patrón de pensamiento
alternativo y funcional que permita poner en marcha conductas más adaptativas y la vivencia de emociones más
ajustadas.
• Aprender formas de comunicación asertiva de cara a sustituir la agresividad como forma de lograr objetivos.
• Desarrollar un plan de prevención de situaciones futuras difíciles.
En algunos casos será necesario complementar estos objetivos con el tratamiento de la empatía, o la
capacidad para ponerse en la situación del otro; la mejora de la autoestima; el incremento de las habilidades de negociación
o el desarrollo de habilidades de afrontamiento de los problemas cotidianos y el estrés.