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Textos y Fotografías de Fernando de Alarcón
Nueva época - Vol. II No. 38 Agosto de 2012
Apuesta por la Felicidad
¿Se puede partir de cero después de haber invertido en una vi-
vencia mucho tiempo, recursos, energía, expectativas y emocio-
nes? Sí, sí se puede; y además, se debe. El mundo tiene muchas
voces y el alma tiene sus horas y momentos para cada cosa. En
la vida, se da y se toma, se pelea y se disfruta, se ríe y se llora; y
todo debe ser registrado. La existencia es producto de los valores
y no de los sentimientos; es decir, es resultado de la responsabili-
dad personal y de las actitudes. Por eso es que se deben subor-
dinar las emociones a la inteligencia.
Realizar pruebas piloto, a la hora de vivir, permite pequeños fra-
casos. Nuestra mayor debilidad consiste en rendirnos y la mane-
ra más segura de triunfar es tratar, siempre, sólo una vez más.
La mayor experiencia espiritual de que somos capaces los seres
humanos es siempre una reconciliación entre la razón y el respe-
to, un reconocimiento profundo de igualdad entre las grandes
contradicciones. La acción y el cambio ocurren exclusivamente
en el ser humano, y no pueden tener lugar con ayuda de teore-
mas, sino mediante la propia experiencia. Encarar la vida, tal cual
es, es un buen camino para medir la propia personalidad y darse
cuenta de las propias capacidades. Porque ante lo inevitable,
están los valores de actitud. A todos nos toca experimentar eta-
pas de vivir y etapas de sobrevivir.
Y aunque en el mundo actual reina una extraña confusión, una
preocupación es como un sentido nuevo que se abre en nuestro
espíritu y que nos permite percibir mil cosas, ignoradas para
quien pasa distraído al lado del problema que nos obsesiona.
Hay que aprender a apreciar las partes que la vida nos muestra;
y, si es posible, apreciar el todo. En el momento en que uno com-
prende la conciencia, ésta surge. La ecuanimidad es la acepta-
ción voluntaria de las cosas que nos son asignadas por la natura-
leza global.
No podemos tener miedo a apostar por nuestra felicidad. Siem-
pre se debe enriquecer nuestra propia verdad, porque hasta que
la mente no sepa lo que es la felicidad, no podrá plantear objeti-
vos claros. La felicidad es lo único que permite tener objetivos
claros, y eso sólo se logra venciendo la negatividad.
Pero como la gente, en lugar de aprender de los golpes, llora por
los golpes, nunca aprender a crecer. Sin embargo, ¿por qué, si
en un momento se produce la desesperación, no debe darse en
un momento la alegría? Comprender esto nos debe permitir vivir
abiertos a todas las posibilidades. Esta conciencia genera e im-
pulsa nuestro optimismo: la búsqueda de lo óptimo, de lo mejor,
del desarrollo.
Uno tiene que saber quién es para poder construir; encontrar la
esencia de nuestra vida para saber dirigir nuestros propios pro-
yectos. Existe una actitud que consiste en descubrir en cada ins-
tante muchos aspectos de los objetos, lugares, personas y expe-
riencias conocidas, en lugar de tenerlas por consabidas y de que
la vista los relegue a la condición neutral; este hecho, esta acti-
tud, se llama interiorizarse en las cosas y es una tarea de amor
puro.
El espíritu, lo que es el espíritu, es como la luz; tan tranquilo y
sensible, tan elástico y penetrante, tan poderoso e imperceptible-
mente activo como este precioso elemento lumínico que se re-
parte sobre todas las cosas en la justa y exacta medida, y que las
hace aparecer a todos con una encantadora variedad.
No debemos temer ni creer ilícito nada de lo que nuestra alma
desea de nosotros. Nunca se debe perder la confianza en la vida;
ella sabe lo que hace. Pero se necesita serenidad; es decir, con-
trol de las propias emociones. No es algo que esté fuera de nues-
tro control. Creo en el amor, en la paz, en el pensamiento positi-
vo. Mientras hay vida hay esperanza. En mi caso, nacida del
amor, la tristeza y los presentimientos, creció la conciencia.
Me place hundir el alma en el océano de la vida; pero algunas veces
pierdo el sentimiento del eje y del norte, sin llegar a perderme yo mismo
ni a sentir vacilar la conciencia de mi propia naturaleza y de mi vocación.
El torbellino del judío errante y del anacoreta me arrebata y me hace
recorrer todos los imperios humanos, después de haberme arrancado de
mi pequeño recinto familiar. En mi abandono voluntario a la generalidad,
a la universalidad y al infinito, mi yo particular, como una gota de agua
en un horno se evapora; no se condensa de nuevo sino al regreso del
frío, después de que se extingue el entusiasmo y vuelve otra vez el sen-
timiento de la realidad.
Expansión y condensación, abandono y readquisición del yo, conquista
del mundo y exploración profunda de la conciencia; tal es el movimiento
de la vida interior, la marcha del espíritu microcósmico, el enlace del
alma individual con el alma universal y el de lo infinito con lo finito, de
donde nace el progreso intelectual del ser humano. Otros esponsales
unen al alma a Dios y la conciencia religiosa con lo divino, en tanto que
aquellos son la historia de la voluntad. Y lo que precede a la voluntad es
el sentimiento, precedido a su vez por el instinto.
El ser humano sólo es lo que llega a ser, verdad profunda, pero no llega
a ser sino lo que es, verdad más profunda todavía. ¿Quién eres?
¡Temible pregunta! Problema de la predestinación, del nacimiento y de la
libertad: el abismo. Sin embargo, es preciso hundirse en él, y en él me
he hundido; pero no hoy, eso nos llevaría muy lejos.
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De mi
Libreta de Apuntes
De mi
Libreta de Apuntes
“ ¿Cómo cambio?...
Si me siento deprimido, cantaré.
Si me siento triste, reiré.
Si me siento enfermo, duplicaré mis actividades.
Si siento miedo, seguiré hacia adelante.
Si me siento inferior, usaré ropa nueva.
Si me siento incierto, levantaré mi voz.
Si siento pobreza, pensaré en la riqueza por venir.
Si me siento incompetente, pensaré en el éxito pasado.
Si me siento insignificante, recordaré mis metas.
Hoy seré el amo de mis emociones.”
Og Mandino.
©
Banco de Historia VisualBanco de Historia Visual
Nácar
Vuelan la gaviotas
tan alto y con gracia.
Semejan sueños
de nuestra vida.
Sin ser nostalgia,
crean suspiros;
sin ser respuestas,
llevan la calma.
Cada una de ellas
toma como pareja
a una ola
de la marea;
y engendran estrellas de mar,
Fernando de Alarcón / Banco de Historia Visual ©
AeroShow, California - 1999