El documento describe un bodegón pintado por Zurbarán en el que representa varias vasijas y objetos alineados sobre un fondo oscuro. Zurbarán ilumina los objetos desde la izquierda creando volumen escultórico. Aunque son objetos comunes, los representa de tamaño natural y desde abajo para darles monumentalidad. El espectador puede concentrarse en las formas, tamaños y materiales de cada objeto como si su propósito fuera la contemplación estética más que el uso práctico.
Fase 1, Lenguaje algebraico y pensamiento funcional
Presentación pintura barroca española. velázquez
1. Características.-
Zurbarán pintó sus bodegones siguiendo las mismas fórmulas tenebristas que regían su pintura de figuras, y buscando
efectos pictóricos semejantes para realzar la plasticidad ilusionista de los motivos. En todos ellos los objetos, de color
pálido, destacan en relieve sobre el fondo oscuro, iluminados desde la izquierda por un foco de luz intensa y modelados
con la atención al volumen escultórico que caracteriza al artista.
En este Bodegón los objetos, de tamaño natural, están representados cerca del plano pictórico y desde un punto de
vista bajo, lo que les presta una monumentalidad que no suelen tener las cosas vistas sobre un tablero de mesa.
Zurbarán los ha alineado en una fila sutilmente equilibrada, invitando al espectador a meditar sobre la belleza de cada
uno, como si la razón de su presencia fuera la contemplación visual más que la utilidad.
Hay aquí un par de vasijas flanqueadas por otras dos sobre platos brillantes, objetos autónomos dispuestos sobre el
plano frontal del cuadro como en un sencillo friso que facilita la concentración en sus propiedades formales y en la
variedad de tipos, formas, tamaños y materiales. Estos objetos vulgares parecen haber sido sacados de su contexto
mundano y cotidiano para servir de pretexto a las preocupaciones estéticas del pintor.
Todas las vasijas tienen dos asas, y las asas apuntan en diferentes direcciones, no solo en pos de la variedad, sino para
que el espectador pueda imaginar su giro en el espacio. Las vasijas de la pintura son de tamaño natural, y sin duda una
parte importante del atractivo de la obra estriba en la impresión de tenerlas al alcance de la mano
Entre los protagonistas fundamentales de la obra aparece la luz, que hace emerger esos objetos de las tinieblas y realza
los colores y los volúmenes, pero tal vez el más importante sea el efecto de silencio, que resulta casi palpable; también
lo son la maestría del autor que logra un cuadro intemporal .
El espectador tiene ante sí uno de los bodegones que con más frecuencia ha sido considerado prototípico del Siglo de
Oro español y una obra frecuentemente utilizada por los historiadores del arte para ponderar la sabiduría compositiva
de Zurbarán, su gusto por lo esencial y su tendencia, en ocasiones, al rigor geométrico.
La fuerza expresiva de su pincelada, añadida a su obediencia a la hora de satisfacer los deseos de sus comitentes, lo
convierten en el mejor intérprete de la Reforma católica del siglo de oro español. Recibe encargos de todas las órdenes
religiosas presentes en Andalucía y Extremadura, trabajando también para el mundo americano. Es por tanto su temática
casi exclusivamente religiosa, siendo Zurbarán es, por supuesto, el gran pintor de la vida monástica que él expresa con un
realismo candoroso, y una extrema sencillez.
Zurbarán fue contemporáneo de Alonso Cano y Diego Velázquez.
2. El aguador de Sevilla, 1620.
Óleo sobre lienzo. 106,7 cm × 81 cm. Colección
Apsley House, Londres.
Diego Velázquez. Etapa sevillana. Pintura de
género.
El tema.-
un anciano aguador vestido con un capote pardo,
bajo el que asoma una camisa blanca y limpia, y el
muchacho que de él recibe una copa de cristal fino
llena de agua. El muchacho, vestido de negro y con
amplio cuello blanco, inclina la cabeza para recoger
la copa con gesto grave, sin cruzarse las miradas.
Entre ellos, casi confundido en las sombras del
fondo de color tierra oscuro, otro hombre de
mediana edad bebe en lo que parece una jarrilla de
loza.
Características.-
Considerada la obra maestra de la etapa
sevillana de Velázquez, una especie de
compendio de los conocimientos adquiridos en
el taller de Francisco Pacheco, llamando la
atención, desde el primer momento las
cualidades táctiles de los objetos
representados, el agua resbalando por la panza
del cántaro en primer plano, la transparencia
del vaso de cristal en el centro del cuadro y la
monumentalidad del aguador.
Quizás Velázquez se sirvió de un tipo popular
en Sevilla llamado el Corzo por su origen corso,
vendedor ambulante de agua que ofrece un
3. vaso al joven, mientras que al fondo un hombre de más edad bebe con fruición.
Las figuras tratadas con gran realismo, iluminadas con la luz dirigida y recortadas sobre un fondo oscuro y neutro,
a la manera del naturalismo tenebrista de Caravaggio.
El cuadro ha sido interpretado como una alegoría de la sed, o más propiamente de las edades del hombre en una
suerte de ceremonia iniciática: el hombre de edad, el aguador, tiende la copa del conocimiento y quizá del amor
al más joven pues a él ya no le sirve, mientras tras ellos un sujeto de mediana edad bebe agua .
La obra fue adquirida por uno de los primeros protectores de Velázquez, el canónigo sevillano Juan de Fonseca
que medió para que Velázquez pudiera pintar en Madrid para el rey de España. El cuadro fue robado por el rey
Francés José I Bonaparte y apresado por el vencedor de la batalla de Vitoria Arturo Wellesley, preguntando al
gobierno español qué hacer con el cuadro, Fernando VII se lo regaló con otras obras destacadas.
4.
5. Los borrachos o el triunfo de Baco. 1628 – 1629
Pintura barroca española.
Óleo sobre lienzo. Alto: 165 cm.; Ancho: 225 cm. Museo del Prado. Madrid.
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Sevilla, 1599 - Madrid, 1660.
El tema.-
El personaje principal es Baco, que dio al pintor la oportunidad de representar uno de sus primeros desnudos masculinos,
y domina la composición con la luminosidad de su cuerpo y sus vestiduras. A la izquierda un sátiro desnudo levanta una
fina copa de cristal y nos sitúa en el mundo de los seres y las historias fabulosos, mientras que a la derecha se agolpan un
mendigo y cuatro hombres de capas pardas, rostros curtidos y expresión achispada, que constituyen un contrapunto
cotidiano, verídico y realista. Ante ellos se interpone la figura de un joven que se encuentra de rodillas y está siendo
coronado por el dios.
Características.-
A partir de 1636 se sabe que colgaba en el dormitorio del rey, Felipe IV, en su cuarto de verano.
Era la primera vez que se enfrentaba a una fábula mitológica, y para ello recuperó gamas cromáticas, métodos
descriptivos y tipos humanos propios de sus años sevillanos, que conviven con importantes novedades formales. Esas
circunstancias convierten Los borrachos en una obra fronteriza, que inaugura una temática que estará presente hasta
los últimos años de la carrera del pintor, y al mismo tiempo mantiene numerosas deudas con su pasado.
Tradicionalmente se ha llamado la atención sobre la voluntad realista con que están descritos los personajes de la
derecha y la “vulgaridad” del dios Baco, lo que ha dado pie a una lectura de la escena como una desmitificación de la
fábula clásica e, incluso, una burla de la Antigüedad.
En el lado derecho del cuadro, mucho más abarrotado, pintado en tonos más pardos y con menos luz, Velázquez ha
situado al genial grupo de borrachos que da título a la obra, con sus rostros enrojecidos, sonriendo felices. El artista los
retrata con gran realismo, pero sin gota de crítica. Consigue que nos caigan simpáticos y que empaticemos con ellos.
De hecho, es uno de estos hombres el que establece contacto visual con nosotros para invitarnos a la fiesta, dejando
ver un diente torcido que le hace aún más humano.
Se ha interpretado el cuadro como una alegoría sobre el vino, que no sólo tiene la capacidad de alegrar el ánimo de los
hombres y llevarle a estados no racionales, sino que constituye un estímulo para la creación poética, colocando Baco
al joven arrodillado no hojas de vid, como las que luce él mismo en su cabeza, sino de hiedra, atributo con el que se
relacionaba con los poetas como recordaban numerosos escritores españoles de la época de Velázquez.
Sin forzar excesivamente su sentido se podría interpretar Los borrachos como una alegoría de la protección
dispensada por la Corona española a la creación artística.
6. Desde 1623 Velázquez es pintor en la Corte
de Felipe IV y con la visita de Rubens a
Madrid, Velázquez le habría visto pintar
retratos reales y copiar cuadros de Tiziano,
aumentando al contemplarle su
admiración para con los dos pintores que
más influencia tendrían sobre su propia
obra. Su ejemplo inspiró, sin duda, su
primer cuadro mitológico “El triunfo de
Baco o los borrachos” (1628-1629).
7.
8. La fragua de Vulcano. 1630.
Pintura barroca española.
Tema mitológico. Óleo sobre lienzo. Alto: 223 cm.; Ancho: 290 cm. Museo del Prado. Madrid.
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Sevilla, 1599 - Madrid, 1660.
El tema.-
Cuenta Ovidio en las Metamorfosis (IV) que Apolo, el resplandeciente dios del sol, fue al taller del herrero de los dioses del
Olimpo, Vulcano, para darle la humillante noticia de que su mujer, Venus, estaba cometiendo adulterio con el dios
guerrero Marte, para el que precisamente está forjando una armadura (moderna). Velázquez representa la reacción del
estupefacto y airado esposo, así como la turbación de quienes le asisten en la fragua, esos cíclopes míticos a los que el
pintor ha concedido un segundo ojo.
Características.-
La fragua de Vulcano, el segundo lienzo que Velázquez trajo a Madrid después de su primera estancia en Italia,
adquirido con su pareja La túnica de José para las colecciones reales en 1634 y destinado al Palacio del Buen Retiro.
Fueron pintados por iniciativa personal del pintor.
Velázquez reduce los elementos sobrenaturales del tema para potenciar su dimensión costumbrista, combinando el
estudio del natural con ecos de la escultura grecorromana sólo traicionada por los atributos clásicos del divino Apolo.
el pintor se interesa por captar un momento crítico de alto contenido emocional que le permite desplegar con
brillantez toda una variedad de actitudes y gestos en el mismo lienzo, mostrando a todos los personajes pendientes
del mensajero, Velázquez conecta sus reacciones, haciéndolos actuar entre sí. Ante la sorpresa de las palabras de
Apolo, han detenido su trabajo.
El lienzo es un verdadero tratado de anatomía, hasta el punto de que el cojo y contrahecho Vulcano parece un efebo.
Seguramente influenciado por el estudio de la estatuaria clásica en Italia, Velázquez se preocupa por el desnudo y la
anatomía humana en esta composición. Todos los desnudos del cuadro son académicos, y aunque la escena tiene una
apariencia similar a un friso romano, el pintor no se conforma con eso y enfrenta a un Apolo con cuerpo y rostro de
adolescente y piel blanca con Vulcano y los cíclopes representados como un grupo de hombres curtidos, con rostros
de gente del pueblo, barbudos y con la piel morena, sin ninguna idealización, parecen gente normal y corriente de la
calle.
El interior de la fragua se prestaba bien a las luces del tenebrismo dominado por Velázquez en Sevilla, sin embargo
abandona esa manera de luces dirigidas con violentos contrastes y organiza tres focos principales, uno rojizo sobre el
yunque, otro al fondo en la fragua y un tercero en torno a la cabeza de Apolo.
9. Conserva su interés a la hora de representar la
textura y el aspecto de los objetos como
vemos en la pieza roja de metal sobre el
yunque, la brillante y fría coraza y la vasija de
cerámica sobre la leja del fondo.
También comienzan a aparecer colores nuevos
en su paleta, la túnica de Apolo de un cálido
naranja o el azul del lazo de las sandalias del
dios.
10.
11. La rendición de Breda o las lanzas. 1634-35.
Pintura barroca española.
Tema histórico. Óleo sobre lienzo. Alto: 307cm.; Ancho: 367 cm. Museo del Prado. Madrid.
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Sevilla, 1599 - Madrid, 1660.
Pintado para el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro.
El tema.-
“Marqués, tomad a Breda. Yo el rey”. Este lacónico mensaje era enviado por su majestad Felipe IV al General de los Tercios
de Flandes Ambrosio de Spínola en 1624. . La ciudad se rindió en junio de 1625. Este hecho de armas se encuadra en las
guerras contra la insurrección de los Países Bajos que concluyó con la independencia de Holanda en 1648; pero este
triunfo de las tropas españolas fue especialmente celebrado. Velázquez nos cuenta el momento en que Justino de Nassau,
gobernador de la ciudad entrega las llaves a Ambrosio de Spinola, general italiano que dirigía el ejército español.
Características.-
La representación de Velázquez, lejos de seguir el guión histórico, está inspirada en una obra teatral de Calderón de la
Barca, El sitio de Breda, que se estrenó en la corte algunos meses después del suceso. El texto de Calderón suministra
el motivo central de la pintura, la entrega de las llaves de la ciudad por el comandante vencido Justino de Nassau al
general Spínola. En la obra Ambrosio de Spínola pronuncia estas palabras en alusión a la valentía de los vencidos:
“Justino, yo las recibo/ y conozco que valiente/ sois, que el valor del vencido/ hace famoso al que vence.”
En La rendición de Breda, Spínola ha desmontado para indicar su respeto y literalmente sale al encuentro de Nassau
en pie de igualdad. En el momento en que el holandés empieza a doblar la rodilla y entrega las llaves de la ciudad,
Spínola lo detiene poniéndole una mano en el hombro. Ese gesto caballeroso revela un espíritu noble que es el
complemento del poder de los ejércitos españoles.
En ambos lados de la composición Velázquez muestra pequeños contingentes de los ejércitos enfrentados. El lado
español, a la derecha del espectador, está cuajado de lanzas que han dado al cuadro su nombre popular y sugieren la
imbatibilidad de las armas españolas. Al otro lado un grupo más pequeño de infantes holandeses parece un tanto
desorganizado; algunos de esos soldados están abstraídos en sus pensamientos, como si meditaran sobre las fortunas
de la guerra.
El centro de la composición es la llave, que se recorta sobre un segundo plano, muy luminoso, de los soldados que
desfilan. Detrás de Spinola se agolpan los militares españoles, tras ellos los temidos soldados de los Tercios y sobre sus
sombreros las lanzas que han dado sobrenombre al cuadro. Tras Justino están los hoandeses, más escasos y
desperdigados con las lanzas y las alabardas más cortas y desordenadas y fuertes contrastes de luz y posiciones.
12. Ambrosio de Spinola contaba cincuenta y tantos años de edad al ganar Breda, Nassau que le llevaba diez , parece
tener menos edad; Velázquez no le conoció , por ello dejo sus facciones ligeramente escorzadas; sí a Ambrosio de
Spínola con el que compartió pasaje a Italia en 1629 y pudo realizar algún apunte del general.
La impresión de aire libre y degradación de tonos y sombras conforme figuras y paisaje se alejan se apoya en una
alternancia e luces y claros que prolonga la ilusión de profundidad y de la que Velázquez se superará después al
pintar las Meninas y las Hilanderas; es la perspectiva atmosférica leonardesca aprendida por Velázquez en Italia.
En esta obra maestra la libertad del pintor en relación con la técnica que emplea no es uniforme, sino que se adapta
maravillosamente a las calidades visuales y táctiles de los materiales representados, siendo compacta en el capote
de ante del holandés vuelto de espaldas a la izquierda, acuarelada en el holandés de blanco, chisporoteante en la
armadura damasquinada y banda de Spinola, seguida y larga en la grupa del caballo.
Carl Justi , gran hispanista alemán, buen conocedor de la obra de Velázquez, afirmó que :
“La Rendición de Breda es el mejor cuadro de Historia que se ha pintado en el mundo”.
13. El príncipe Baltasar Carlos a
caballo. 1635-1636.
Pintura Barroca Española. Retrato ecuestre.
Óleo sobre lienzo, 209 cm. X 173 cm. Museo
del Prado, Madrid.
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez.
Sevilla, 1599 - Madrid, 1660.
Pintado para el Salón de Reinos del Palacio
del Buen Retiro.
El tema.-
Retrato ecuestre del príncipe Baltasar Carlos
cuando sólo contaba unos seis años de
edad, sobre una jaca que necesariamente
debía de ser pequeña dado el tamaño del
niño. Al aire libre y con la sierra de
Guadarrama al fondo.
Características.-
Para explicar la extraña perspectiva de
caballo y caballero, hay que tener
presente el lugar de colocación del
cuadro, a elevada altura y sobre una
puerta, pareciendo saltar sobre las
cabezas de los visitantes.
El príncipe viste con lujo como militar
con banda carmesí cruzando su pecho,
bastón de mando y espada. Nos mira con
cierta arrogancia desde su elevada
posición, con seriedad y majestad como
es debido a su posición de heredero al
trono de España.
14. El atuendo subraya así la idea de
continuidad, dinástica haciendo referencia a
las futuras responsabilidades militares del
príncipe.
Sus aparatosas galas multicolores, verde
oro, carmesí, ocres, …has sido realizados
por Velázquez con un toque impresionista,
sugiriendo los detalles sin entrar en
definirlos.
El paisaje no es un mero fondo al retrato de
Baltasar Carlos sino protagonista segundo
en la obra. Una luminosa mañana de
primavera, con las cumbres de la sierra
todavía cubiertas de nieve y los campos
empezando a verdear.
Velázquez logra en esta obra , como con las
lanzas y otros retratos en el exterior, el
dominio de la pintura del aire, efectos
luminosos y atmosféricos extraordinarios e
insuperables.
Las esperanzas de continuidad dinástica
depositadas en este niño se vieron frustradas
diez años más tarde cuando falleció ,de manera
repentina, poco antes de cumplir los diecisiete
años. Fue enterrado en el Panteón de El
Escorial.
15. El Salón de Reinos fue el gran salón de ceremonias y fiestas del Buen Retiro, el palacio que el conde-duque de Olivares
mandó construir como casa de recreo para Felipe IV a las afueras de Madrid, junto a la iglesia de San Jerónimo el Real, en la
década de 1630. Su complejo programa decorativo, que evocaba el pasado, el presente y el futuro de la Casa de Austria y
celebraba los triunfos del reinado, era una afirmación resonante del poder de la monarquía española, para este Salón
Velázquez pintó también “La Rendición de Breda” y entre los otros pintores que evocaban los triunfos de la monarquía
española en los campos de batalla, hay que tener en cuenta a Francisco de Zurbarán con “La defensa de Cádiz contra los
Ingleses”.
.
Reconstrucción del muro
del Salón de Reinos y la
colocación original del
retrato del Príncipe
Baltasar Carlos sobre una
puerta de acceso y
flanqueado por los retratos
ecuestres de sus padres
Felipe IV y la reina Isabel
de Francia, realizados
también por Velázquez
aunque el de la reina debió
terminarlo otro pintor
menos dotado que el
sevillano
16. La Venus del espejo. 1648-1650. Pintura barroca española. Mitología. Óleo sobre lienzo. 122 cm. X 177 cm.
National Gallery, Londres. Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Sevilla, 1599 - Madrid, 1660.
17. El tema.-
En una estancia privada Velázquez pinta a Venus, diosa de la belleza y del amor, desnuda, vuelta de espaldas al
espectador. Recostada sobre un lecho cubierto con un paño de color oscuro, mirándose en un espejo que le sostiene
cupido.
Características.-
El desnudo no era un tema frecuente en la pintura española, pero sí en ambientes cortesanos y aristocráticos, por
ello debemos pensar que era un encargo privado por un particular para disfrutarlo en la privacidad de su vivienda.
Justifica esta tesis el primer propietario del cuadro el Marqués de Heliche, D. Gaspar Méndez de Haro y Guzmán.
Desconocemos la modelo que posó para Velázquez, el pintor difuminó su rostro en el espejo hasta hacerla
irreconocible, quizás la esposa del marqués, mujer de renombrada belleza, o la pintora italiana Lavinia Triunfi a quien
Velázquez retrató en su segundo viaje a Italia. De lo que no hay lugar a dudas es de que la figura que pinta Velázquez
es la de una mujer real.
A pesar de ello el pintor fue especialmente cuidadoso ; como ha demostrado la reconstrucción fotográfica del lienzo,
si hubiera seguido las leyes de la reflexión, el espejo no revelaría el rostro sino parte de la cadera y el pubis.
No obstante la Venus velazqueña posee un poder de atracción tan especial, la belleza del cuerpo es tan irresistible y
el ambiente está cargado de un erotismo tan refinado, que hacen innecesarias las disquisiciones.
Posiblemente Velázquez realizara otros desnudos femeninos pero el único conservado de su mano es la Venus del
espejo. Se trata de una obra de ricas resonancias, una vez más, de Tiziano y los desnudos femeninos conservados en
las colecciones reales y de las pinturas y estatuas antiguas que el pintor vio en Italia, pero el concepto de una diosa
en forma de mujer viva es característico del lenguaje personal del maestro español, único en su tiempo. Las alas del
niño que sostiene el espejo son el único elemento que nos traslada al mito.
Destacan en cuanto a los colores la luminosidad de la piel de Venus sobre el gris oscuro en que recuesta su cuerpo,
la cortina roja del fondo que acentúa la intimidad de la estancia y el azul y rosa de las cintas que lleva Cupido.
La luz que cae desde la izquierda sobre el cuerpo de Venus y Cupido, dejando en sombra el rostro de ambos, es
fuerte, dejando zonas en penumbra y sugiriendo el espacio y el aire entre figuras y la cortina y pared de la derecha.
18. Las Meninas. 1656
Pintura barroca española. Retrato.
Óleo sobre lienzo. 318 cm X 276 cm.
Museo del Prado Madrid.
Diego Rodríguez de Silva y
Velázquez. Sevilla, 1599 - Madrid, 1660.
El tema.-
Es un retrato de grupo realizado en un
espacio concreto y protagonizado por
personajes identificables que llevan a
cabo acciones comprensibles.
Se trata de una visita de la Infanta
Margarita, indiscutible protagonista de la
pintura, al lugar en que Velázquez está
pintando para verle trabajar. Ella solicita
agua para refrescarse, y una dama,
María Agustina Sarmiento, se la ofrece
con gran reverencia en una jarra sobre
una bandeja dorada, pero entonces
llegan los reyes cuyos rostros vemos
reflejados en el espejo del fondo, Felipe
IV y Mariana de Austria, padres de la
infanta y testigos de la escena. La otra
menina es Isabel de Velasco haciendo un
acto de reverencia al darse cuenta de la
presencia de los reyes. Tras ella la enana
Maribarbola y otro enano Nicolás
Pertusato que instiga a un enorme
mastín. En segundo término una mujer
19. con hábitos monjiles , es Marcela de Ulloa y junto a ella Diego Pérez de Azcona, guardadamas de la reina. Al fondo
destacando su silueta sobre la puerta aparece el mayordomo de la reina, José Nieto, que retira una cortina para que
penetre la luz. Y por supuesto el pintor, Diego Velázquez delante de un enorme lienzo, luciendo en su pecho la cruz de
caballero de Santiago.
Características.-
Estos once personajes se distribuyen a lo largo y a lo ancho del espacio abarcado, cuya profundidad y altura de techo
generan un gran vacío por encima de las cabezas, pero cuya penumbra ambiental está sabiamente animada por un haz
luminoso lateral, que, procedente de una ventana a nuestra derecha, incide de lleno sobre la infanta Margarita,
mientras que otro eje luminoso atraviesa la escena, en este caso, procedente de la radiante puerta del fondo y, a su
vez, del halo que, desde el foco que irradia el entorno virtual de los reyes, rebota en el espejo.
Estos efectos claroscuristas y la superposición de sendas perspectivas, lineal y aérea, logran una sensación de realidad
casi mágica. “¿Dónde está el cuadro?, exclamó Teófilo Gautier cuando lo vio quedando sorprendido por el realismo de
éste.
La técnica de Las meninas se corresponde con la utilizada por el artista en la década de los años cincuenta en la que se
data la obra, caracterizada por una mayor soltura en la aplicación de los recursos pictóricos. Es una pintura que se
puede calificar de borrones, en la más pura tradición tizianesca. Al utilizar una mayor dilución de los pigmentos,
Velázquez consigue un prodigioso adelgazamiento de la capa pictórica. Aplica el pincel con un toque desenfadado y
libre de forma que las pinceladas apenas dejan huellas. Como consecuencia, se produce una reducción o purificación
en su pintura, que se traduce en «lograr más con menos». Su costumbre de pintar espontáneamente sobre el motivo
alla prima, le lleva a realizar la obra con increíble rapidez. Esa delgadez y rapidez, al aligerar la materia pictórica, la
hacen inaprensible produciendo, al mismo tiempo, la sensación de abocetamiento y verismo prodigioso.
Con la visita del rey a su lugar de trabajo Velázquez nos ofrece su discurso fundamental: la valoración de la pintura
como arte noble y digno, no mecánica y manual. Se presenta a sí mismo, de pie con la paleta en la mano izquierda y el
pincel suspendido en la derecha, en actitud de pensar, mostrando que la actividad artística es para él producto del
intelecto antes que de la habilidad de la mano que la realiza que está supeditada a aquél.
20. La situación de la infanta Margarita en el
centro del primer plano del lienzo, donde se
cruzan los ejes frontal y transversal, evidencia
que ella es el principal objeto de atención del
cuadro. Su protagonismo reside,
precisamente, en ser centro de atención de
los demás; tanto Velázquez como el rey la
miran depositando en su frágil figura la
esperanza de la posible salvación del futuro
de una dinastía cada vez más amenazada.
Nacida el año 1651, fruto del segundo
matrimonio del monarca Felipe IV con su
sobrina Mariana de Austria, cuando se pintó
el cuadro todavía no había nacido Felipe
Próspero, que lo haría el año 1657 y cuya
temprana muerte, acaecida en 1661,
truncaría la sucesión de un varón en el trono,
aunque se vería garantizada ese mismo año
con el nacimiento del príncipe Carlos que
reinaría más tarde como Carlos II y con el que
se extinguiría definitivamente la dinastía
austriaca en España.
21.
22. Las hilanderas o la fábula de Aracne. 1655-1660
Pintura barroca española. Mitología.
Óleo sobre lienzo, tamaño original 167 cm X 252 cm . Con los añadidos alto: 220 cm.; ancho: 289 cm. Museo del Prado.
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. Sevilla, 1599 - Madrid, 1660.
El tema.-
Como en otras ocasiones Velázquez realiza un cuadro dentro del cuadro y el tema central en una escena secundaria, en
este caso la del fondo. Tres jóvenes de Lidia asisten como jueces a la disputa entre Palas Atenea o Minerva, hábil en
todas las artes, y Aracne, doncella lidia que, tras presumir de ser la mejor tejedora, se había atrevido a confeccionar un
tapiz en el que Júpiter, el padre de Minerva, adoptaba la forma de toro para raptar a Europa y poseerla. En efecto el tapiz
del fondo de la estancia es copia de un cuadro de Tiziano “El rapto de Europa”. Minerva está a punto de castigar a la
indiscreta artesana convirtiéndola en araña. En un primer plano Velázquez sitúa un obrador, con cinco mujeres
ocupadas en las tareas de hilado. A nuestra izquierda, una mujer con la cabeza cubierta , mueve una rueca mientras
mantiene una conversación con una joven que descorre una cortina roja. A la derecha, una mujer, de espaldas al
espectador, hila un ovillo de lana, mientras por nuestra derecha aparece de medio cuerpo una joven rubia portando un
cesto. En el centro de la composición, otra joven, de la que apenas vemos los rasgos, se agacha para recoger los restos de
lana junto a un gato adormilado.
Características.-
Velázquez compone el cuadro con dos espacios claramente diferenciados por el uso de la perspectiva lineal y
atmosférica, pero unidos a través de los escalones centrales, la mirada de la joven de la derecha y la luz .
La paleta de colores aparece muy reducida: ocres, marrones, rojos y azulados; aplicados los pigmentos muy
disueltos, con pinceladas sueltas y aplicando capas de color que, de cerca, solo parecen manchas inconexas, pero
que cobran sentido al alejarnos de la misma, dando forma a figuras y objetos. Los contornos de las figuras aparecen
pocos definidos como consecuencia de la manera de trabajar del pintor en estos momentos, rápida, con seguridad
en la pincelada, con un dominio absoluto del color y la pincelada sobre la línea y el dibujo.
Es curioso que este cuadro no fuera pintado para el rey sino para su montero D. Pedro de Arce.
Al tamaño original del cuadro se le añadieron en el siglo XVIII más de cincuenta cm. Por la parte superior y treinta y
siete por los laterales lo que altera mucho la composición y contribuye a restar protagonismo al plano del fondo, tan
importante desde el punto de vista de la narración, aunque gana en “aire” con la añadidura.
23. El cuadro con su tamaño original. Alto 167cm x ancho 252 cm.
24. La escena del fondo de las Hilanderas con el tapiz tejido por Aracne con el rapto de Europa. La figura de la derecha nos
mira y nos invita a penetrar en el espacio pictórico. En primer plano y a contraluz los rostros de algunas de las operarias
del taller de hilado.
25. Algunos historiadores sostienen que los personajes de ambas escenas son los mismos. Las dos mujeres de la escena
central son también Minerva y Aracne y representan a las artes manuales o menores (la artesanía), mientras que al
fondo simbolizan a las artes mayores, en las que la idea domina sobre la ejecución (Aracne es la pintura y las
doncellas la arquitectura, la escultura y la música). Así la luz del arte (el segundo plano) ilumina el oficio servil del
primer término. Según esta tesis, las Hilanderas se convertirían como Las Meninas, en un alegato a favor de la
nobleza y la exención de impuestos de la pintura frente a los oficios manuales.
26. Representación del veloz movimiento de la rueca y de
la mano de la mujer que la acciona. La rueca va tan
aprisa que sus radios desaparecen al impulso de una
mano que ya no es más que una mancha: increíble
representación dinámica, dos siglo y medio antes de
que la pintura europea se propusiera, con los
futuristas en particular, la expresión visual del
movimiento.
27. Rubens,
Copia del rapto de
Europa de Tiziano.
Museo del Prado.
Madrid.
Velázquez utilizó
este tema en el
fondo del cuadro
de las Hilanderas,
el tapiz tejido por
Aracne.