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Emoción

En este libro se ha dedicado mucho espacio a procesos tales como la percepción, la
atención, el aprendizaje o la memoria. Son procesos encaminados a la adquisición y el
procesamiento de distintos tipos de información. Se trata de operaciones similares en sus
fines, no en sus detalles, a las que realizan los ordenadores y otras máquinas de pro-
cesamiento de datos.
     Pero está claro que el ser humano no se limita a dichos procesos. Entre las carac-
terísticas que nos hacen humanos está la capacidad de sentir emociones. En este capítulo
intentaremos afrontar una serie de interrogantes: ¿qué es una emoción?, ¿de qué factores
depende?, ¿cómo se relaciona con otros procesos psicológicos?
     Empezaremos abordando una cuestión básica: ¿cómo se desencadena la emoción? A
primera vista se trata de una cuestión obvia. Nos entristecemos porque sufrimos una
experiencia desagradable, tenemos miedo porque hay algo que nos asusta, nos alegramos
cuando se produce una situación placentera. Sin embargo, no todos respondemos de la
misma forma. Un adicto al puenting disfruta de experiencias que darían miedo a otros, una
persona aquejada de depresión experimenta tristeza en situaciones que a otra persona le
parecerían neutras, etc.
     Además, en ocasiones es posible controlar la emoción. Hasta cierto punto podemos
dominar el miedo y olvidar la tristeza. Si la emoción fuera una reacción automática ante un
estímulo no se darían diferencias tan acusadas y resultaría incontrolable. Parece ser que
hay algo más. Entre el estímulo y la emoción existen procesos internos que vamos a tratar
de encontrar.
     Si los encontramos habremos alcanzado un conocimiento más profundo de la emoción
y con él una idea más clara de lo que significa ser humano. Pero no se trata tan sólo de una
cuestión académica. Constantemente hay personas que sufren a causa de trastornos
emocionales. La fobia, la depresión, la obsesión o la manía son un grave problema para un
gran número de personas. El conocimiento de los mecanismos emocionales ha ayudado y
seguirá ayudando a paliarlos.
     Vamos a abordar el estudio de la emoción en tres etapas. Empezaremos viendo la
relación entre la emoción y la actividad biológica. Es evidente que se producen cambios
fisiológicos cuando se experimenta una emoción pero no está clara cuál es la relación entre
los dos fenómenos. A continuación analizaremos un experimento clave que hace pensar
que también los pensamientos pueden influir en la emoción. Por último veremos con más
detalle las formas en que emoción y pensamiento se combinan y cómo ese conocimiento
puede ayudar a entender más y mejor la experiencia emocional.

FACTORES FISIOLÓGICOS

Factores periféricos
¿Qué hay entre el estímulo y la emoción? Los factores más evidentes son los fisiológicos. A
finales del siglo XIX, dos autores propusieron independientemente una curiosa teoría sobre
la emoción basada en respuestas fisiológicas periféricas. Eran Carl Lange (1885), un
fisiólogo danés, y William James (1890), americano, uno de los psicólogos más influyentes
de todos los tiempos.
     La teoría James-Lange da la vuelta a la forma habitual de pensar en la emoción. ¿Qué
ocurre si nos dan un susto? Sentimos una emoción que podríamos definir como miedo o, al
menos, como sobresalto. Además, se producen reacciones corporales: aumento de la tasa
cardiaca, sudoración de las manos... ¿Qué relación hay entre la emoción y la reacción
corporal? Contrariamente al sentido común, James y Lange consideran que la tasa
cardíaca y la sudoración son la causa de la emoción. James ejemplificó su teoría con una
de las imágenes más famosas de la historia de la psicología:
     El sentido común dice que perdemos nuestra fortuna, nos ponemos tristes y lloramos; nos encontramos
     con un oso, tenemos miedo y corremos; somos insultados por un rival, nos enfadamos y golpeamos. La
hipótesis que va a defenderse aquí dice que este orden secuencial es incorrecto, [oo.] que nos
     ponemos tristes porque lloramos, nos enfadamos porque golpeamos, tenemos miedo porque
     temblamos [...] (James, 1890, capítulo XXV).
    Es importante destacar los puntos esenciales de la teoría James-Lange: La emoción
depende de reacciones fisiológicas periféricas (concretamente, Lange dio gran importancia
a los factores relacionados con el sistema circulatorio: tasa cardíaca, presión sanguínea,
etc.). Sin éstas otra no habría emociones. Además, la emoción concreta que se expe-
rimente depende de diferencias en el patrón de dichas respuestas fisiológicas. Así pues, el
miedo debería producirse por respuestas distintas a las que hacen surgir la cólera, éstas
deberían diferir de las que provocan el amor, etc.
    La teoría James-Lange es llamativa, simple y sometible a comprobación experimental.
Pero ¿es correcta? Los primeros experimentos que pusieron directamente la teoría a
prueba fueron realizados por Cannon y colaboradores en 1927 (Cannon, Lewis y Britton,
1927) con animales. En ellos se destruían partes de los sistemas nerviosos simpático y
parasimpático que conectan las vísceras con el sistema nervioso central. Esta primera
prueba no fue positiva para la teoría. Los animales sometidos a las operaciones seguían
actuando de la misma forma que los animales intactos. Cannon acumuló una impresionante
cantidad de datos contrarios a las hipótesis de James y Lange.
     Sin embargo, los resultados de Cannon no son concluyentes. Por ejemplo, se sabe que
los animales no pueden aprender a escapar de un castigo cuando se extirpan sus
conexiones nerviosas viscerales, aunque puedan mantener la conducta si la aprendieron
antes de la extirpación. No obstante, la principal crítica que puede hacerse a Cannon es
que sus estudios se basan en la conducta de los animales. Aunque el comportamiento no
varíe, es posible que la experiencia emocional se haya alterado. Es imposible averiguarlo
en estudios con animales.

     La confirmación más espectacular de las ideas de James y Lange procede de los
trabajos de Hohmann (1966) con pacientes afectados por secciones de la médula espinal.
El mismo Hohmann era parapléjico y tenía razones para creer que las lesiones disminuían
la emoción. Una serie de cuestionarios revelaron, efectivamente, que las emociones eran
más débiles. La ira, por ejemplo, se percibía como una emoción «mental». Además, la
fuerza de las emociones dependían de la altura a la que la médula se hubiera lesionado.
Por su propia naturaleza, los resultados de Hohmann han sido difíciles de replicar y pueden
depender de factores como la sugestión y las expectativas de los pacientes pero, al menos
en principio, aportan evidencia favorable para la teoría JamesLange.
     ¿Pueden explicar las ideas de James y Lange toda la gama de emociones humanas?
Para ello sería necesario que cada emoción se diera junto con una respuesta fisiológica
diferente. Se trata de otro aspecto controvertido. Por ejemplo, el miedo y la ira parecen
asociarse con las mismas reacciones corporales. Ax (1953) merece citarse no sólo por sus
conclusiones sobre este tema sino también por" su curioso procedimiento experimental.
Decía a los sujetos que iban a participar en un estudio sobre hipertensión. A continuación
los conectaba a los electrodos y aparatos que debían registrar su actividad fisiológica. Se
indujo la sensación de miedo a un grupo de sujetos fingiendo que los aparatos estaban
averiados y existía peligro de muerte por electrocución. Un cómplice de Ax se encargó de
insultar a otro grupo de sujetos para producir ira. Aunque éticamente dudoso, el estudio de
Ax demostró que ambas emociones se diferenciaban en siete de las catorce variables
fisiológicas medidas. Así la situación de ira produjo menor incremento de la tasa cardíaca,
mayor actividad electrodermal (asociada con la sudoración) y mayor actividad
electromiográfica (relacionada con la conexión entre el sistema nervioso y los músculos).
     Este estudio y otros similares apoyan las ideas básicas de James y Lange, aunque no
siempre estén de acuerdo con los detalles. En concreto, las variables relacionadas con el
aparato circulatorio no son las más fiables a la hora de diferenciar las emociones ya que se
ven afectadas por otros factores como el tipo de respuesta que deba darse. Las medidas
relacionadas con respuestas musculares se relacionan más directamente con la emoción.
Por ello se propuso la hipótesis del biofeedback facial para explicar la emoción.
     La hipótesis se basa en la misma lógica que la teoría James-Lange. La emoción estaría
causada por los movimientos de los músculos con los que se expresa la emoción, en
particular con los músculos de la cara: no sonreímos porque estamos alegres sino que
estamos alegres porque notamos que estamos sonriendo. Los antecedentes de la idea
proceden de los trabajos de Darwin, que comparaban la expresión de la emoción en el ser
humano y los animales, aunque su impulso principal se produjo a partir de los años sesenta
y setenta.
     Schwartz y colaboradores (1979) analizaron la actividad eléctrica de los músculos
faciales cuando los sujetos imaginaban situaciones de alegría, tristeza e ira. Se descubrió
que cada emoción se asociaba con diferentes respuestas musculares, respuestas que muy
a menudo no eran apreciables externamente. Además, las emociones positivas parecían
corresponderse a respuestas musculares del lado derecho de la cara y las negativas a
actividad de la mitad izquierda. Por otro lado, las personas aquejadas de depresión
mostraban menor actividad muscular en las emociones alegres y mayor en las emociones
negativas.
    La hipótesis del biofeedback facial se ve asimismo apoyada por estudios que manipulan
la expresión facial. Por ejemplo, se han realizado estudios en que se exponía a los sujetos
a descargas eléctricas. A un grupo se le decía que expresaran sus sentimientos de forma
que alguien que los observara pudiera apreciar la intensidad de la descarga. A otro grupo
se le aconsejó que ocultara sus sentimientos de forma que un observador no pudiera
adivinar la intensidad de la descarga. La intensidad del dolor sufrido por el segundo grupo
(medido tanto fisiológicamente como mediante informes de los sujetos) fue menor que en el
primero.
    También se ha manipulado la expresión facial mediante instrucciones. Se dice al sujeto
que contraiga ciertos músculos faciales, de forma que adopte una cierta expresión (de
alegría, tristeza, ira...). A continuación es más difícil hacerle sentir emociones contrarias al
tipo de expresión que ha adoptado.

Factores centrales
No sólo los fenómenos fisiológicos periféricos se han asocjado con la emoción. También-
parece influir la actividad del sistema nervioso central. Más en concreto, se ha intentado
relacionar la emoción con el concepto de activación (<<arousal» en inglés).
    Suponga que está en casa una noche y de repente oye un ruido. Su corazón comienza
a latir más rápido, sus músculos se tensan, comienza a sudar. Se dispone a averiguar la
causa del ruido. Se acerca a la puerta y se prepara para lo que pueda ocurrir. Si en ese
momento es necesario realizar una acción (defenderse de un ladrón, disponerse a apagar
un fuego, etc.) ésta se hará más rápida y eficazmente que si no se hubiera oído el ruido y
su organismo no se hubiera preparado para la acción.
    La activación hace referencia a un estado general de alerta debida a la acción de
ciertas áreas del cerebro (la formación reticular, por ejemplo). Se produce como resultado
de la acción de dos fuerzas contrarias: una excitatoria que tiende a aumentar el nivel de
activación y otra inhibitoria que tiende a reducirlo. Es general porque afecta a todo el
organismo (corazón, músculos, glándulas...) y porque sirve para prepararse ante cualquier
tipo de acción (luchar, huir, pensar...). La activación es un concepto motivacional, es decir,
se trata de una fuerza que estimula al organismo a actuar, lo predispone a emprender
acciones más rápida y eficientemente de lo habitual.
    El nivel de activación tiene una relación compleja con el grado de eficacia de nuestras
acciones. Cuando la activación es muy baja (estamos «dormidos») somos menos eficaces,
pero también desciende la eficacia cuando estamos demasiado tensos. Existe un nivel
intermedio de activación que produce resultados óptimos: si representamos la eficacia en
función del grado de activación obtenemos una gráfica en forma de U invertida. A esta
relación se la denomina ley de Yerkes-Dodson (Figura 11.1).

    Algunos autores han intentado explicar la emoción en términos de activación. La
activación cortical produciría distintas respuestas periféricas y también experiencias
subjetivas. Cada emoción se podría situar dentro de un continuo de activación que iría
desde una sensación de sueño hasta emociones muy intensas como el pánico. Las sen-
saciones más positivas se situarían en los puntos intermedios del continuo.
La mayor parte de la investigación sobre este tipo de formulaciones de la emoción se ha
centrado en el estudio de la ansiedad. Se suelen distinguir dos tipos diferentes de ansiedad.
Por un lado, hay personas que presentan una mayor tendencia a estar ansiosas. Se trata
de un aspecto más o menos permanente de la personalidad que puede medirse mediante
tests y se denomina ansiedad rasgo. Por otro lado, por muy tranquila que sea una persona
es posible que ciertas situaciones le produzcan ansiedad. Esa ansiedad no es propia de la
personalidad, sino que se debe al ambiente, se trata de la ansiedad estado. Para
simplificar, se puede decir que la primera indica que somos ansiosos y la segunda que
estamos ansiosos.
    Podemos preguntamos si alguno de los dos tipos de ansiedad se asocia con la acti-
vación. Katkin (1975) sometió a dos grupos de sujetos, uno de alta y otro de baja ansiedad
rasgo, a situaciones de alto o bajo estrés. Se descubrió que la activación fisiológica general
dependía de la situación, pero no del tipo de personalidad. Así pues, la activación se asocia
con la ansiedad estado, no con la ansiedad rasgo.
    La investigación de Katkin demuestra que existe una correlación entre situación de
ansiedad y activación fisiológica, pero no estudia si dicha activación se corresponde con
experiencias emocionales subjetivas. Se puede ilustrar esta cuestión con un experimento
de Fenz y Epstein (1967). En él se midieron tanto cambios fisiológicos (tasa cardíaca,
sudoración, respiración) como la sensación subjetiva de miedo (mediante cuestionarios) en
dos grupos de paracaidistas: uno con experiencia previa y otro sin ella. Los resultados
mostraron que había claras diferencias entre un grupo y otro. Los paracaidistas sin
experiencia presentaban un escaso nivel de miedo al comienzo del día, pero éste iba
aumentando hasta alcanzar su nivel máximo justo antes del salto. Los paracaidistas con
experiencia mostraban el patrón inverso: mayor miedo al inicio del día que descendía
gradualmente hasta llegar al mínimo antes de saltar. Lo más interesante es que se
encontraba el mismo patrón en las distintas medidas fisiológicas y en los cuestionarios. El
experimento demuestra también que es posible modificar la respuesta emocional mediante
el aprendizaje.

Teoría de los procesos opuestos
Parece ser que las respuestas fisiológicas contribuyen en alguna medida a la emoción.
¿Cómo lo hacen?
    La teoría de los procesos opuestos describe los mecanismos que subyacen a la for-
mación de las emociones. Se basa en el concepto de homeostasis, o sea, de la búsqueda
de un equilibrio por parte del organismo. Un ejemplo claro de homeostasis puede
observarse en relación con la temperatura. Si hace demasiado calor nuestro organismo
reacciona (p. ej. dilatando los vasos sanguíneos y segregando sudor) para enfriarse. Si
hace mucho frío se producen las reacciones inversas (vasoconstricción, ausencia de sudor)
para aumentar la temperatura corporal. Al igual que en el caso de la temperatura, el
organismo reacciona con frecuencia intentando mantenerse constante frente a las
variaciones del ambiente. Lo consigue buscando el efecto contrario a la variación externa:
se enfría cuando hace calor y se calienta cuando hace frío.
    Algunos autores (Solomon, 1980, es el fundador de la teoría) creen que el mismo
proceso de homeostasis se desencadena cuando se produce una emoción, ya sea agra-
dable o desagradable. Si estamos tristes se produce una inhibición que reduce la activación
cortical. El organismo intenta aumentarla excitando las áreas corticales hasta que se vuelve
a un punto de equilibrio. Si, por el contrario, nos encontramos en un estado de excitación, el
organismo inhibe la corteza cerebral para alcanzar el equilibrio.
    Así pues cada situación emocional da lugar a dos tipos de reacción. Por un lado, la
derivada directamente de la situación, como la inhibición cortical asociada con la tristeza y,
por otro, la generada por el organismo, de signo contrario y que tiende a contrarrestar a la
anterior. A la primera reacción se la llama afecto primario o proceso A, a la segunda afecto
secundario o proceso B. Los dos tipos de proceso muestran características diferentes: los
procesos A se producen más rápidamente pero también desaparecen antes que los
procesos B (Figura 11.2). La interacción entre ellos produce efectos curiosos y muy útiles
para explicar gran número de experiencias emocionales.
Volvamos a considerar el ejemplo de los paracaidistas sin experiencia, como los que
participaron en el experimento de Fenz y Epstein (1967). El salto produce una sensación de
miedo (probablemente asociada con una excesiva activación). Se trata de un proceso A. Al
poco tiempo el organismo reacciona desencadenando un proceso B que acaba
contrarrestando la sensación de miedo. Así, durante el salto el miedo desaparece o al
menos disminuye. Cuando se toca tierra, la situación de miedo desaparece y con ella el
proceso A pero el proceso B continúa aún durante cierto tiempo. Por ello se experimenta
una sensación opuesta al miedo: alivio e incluso una cierta euforia, en suma, una emoción
agradable. A la aparición de esa sensación contraria después de una situación emocional
se la denomina contraste hedónico.
     En el mundo animal se produce también este fenómeno. Starr (1978) ha estudiado la
conducta de los patos recién nacidos con relación a su madre. Si a una cría de pato se le
presenta una hembra de pato adulta, se producen unas series de conductas que muestran
excitación: observan a la pata y comienzan a seguirla. Si se retira la «madre», la cría no
vuelve a un estado neutro sino que emite los típicos sonidos de malestar de los miembros
de su especie.
     Otra diferencia importante entre los procesos A y los procesos B se evidencia cuando
consideramos el efecto de la práctica. Los procesos A tienden a reducirse cuando se repite
la situación emocional, denominándose a esta tendencia habituación hedónica. Los
procesos B, en cambio, no sólo se fortalecen, sino que se inician antes, se trata de la
retirada hedónica (Figura 11.3).
     Cuando se han realizado muchos saltos en paracaídas el miedo inicial (proceso A) se
va haciendo menor. En cambio la sensación agradable que se experimenta al llegar a tierra
es cada vez mayor. De esta forma puede explicarse por qué experiencias que en comienzo
producen emociones desagradables (paracaidismo, puenting, alpinismo...) pueden llegar a
ser una fuente de satisfacción. Además, como el proceso B se va anticipando, el curso
temporal del miedo se va modificando tal como indicaban los datos de Fenz y Epstein.
     De nuevo, Starr (1978) ha detectado la habituación y la retirada hedónicas en la
conducta de los patos recién nacidos. Cuando se les presenta la madre en diferentes
ocasiones, la excitación (proceso A) disminuye, pero los sonidos de malestar que se
observan cuando se retira (proceso B) aumentan.
     La aplicación más importante de la teoría es la explicación de los estados emocionales
y motivacionales asociados con la drogadicción. Al principio, la acción fisiológica de la
droga produce una sensación agradable (ya sea de relajación como en el caso de la
heroína, o de energía, como en el caso de la cocaína) pero, al tratarse de un proceso A, se
va debilitando (habituación hedónica) por lo que es necesaria una mayor cantidad de droga
para que se produzca el mismo efecto. Por otro lado, las sensaciones desagradables que
se sienten cuando pasa el efecto (retirada hedónica) se van fortaleciendo, dando lugar al
síndrome de abstinencia.
     Lo curioso es que la teoría predice una evolución similar de emociones muy diferentes.
Por ejemplo, la sensación de alegría ante la visión de una persona va descendiendo
conforme se alarga la relación con ella. En cambio, la sensación de tristeza ante la
separación es mayor cuanto más prolongada es la relación.
     En resumen, la teoría de los procesos opuestos da una imagen general tanto de los
mecanismos de diversas emociones como de la forma en que éstos se ven afectados por el
aprendizaje.

FACTORES COGNITIVOS
El experimento de Schachter y Singer
Los procesos fisiológicos parecen ser elementos importantes para la aparición de la
emoción. ¿Son el único factor o hay algo más? El intento de responder a esta pregunta dio
como resultado una de las investigaciones más conocidas de la historia de la psicología: el
experimento llevado a cabo por Schachter y Singer en 1967. En él se analiza la relación
entre las reacciones fisiológicas y procesos psicológicos superiores.
Schachter y Singer reunieron a varios voluntarios con la excusa de realizar un estudio
sobre los efectos de un complejo vitamínico llamado «suproxin». Se les pedía permiso para
inyectarles el producto. En realidad lo que se inyectaba era adrenalina, una hormona que
produce efectos fisiológicos similares a los que acompañan a algunas emociones: temblor,
sudoración, aumento de la tasa cardíaca, etc.
     Los sujetos se dividían en dos grupos: al primero se le informaba de las reacciones
fisiológicas que producía la inyección (grupo informado); al segundo se le decía que la
inyección no producía ningún efecto secundario (grupo no informado).
     A continuación se pedía a los sujetos que aguardasen en una sala de espera hasta que
la inyección hiciera efecto, mientras rellenaban un cuestionario. En la sala se encontraba un
cómplice del investigador que fingía experimentar una emoción. Cada uno de los dos
grupos de sujetos se dividía en otros dos subgrupos. A uno de ellos se les ponía en una
situación diseñada para producir euforia y a otro en una situación que intentaba provocar
cólera. En la situación de euforia, el sujeto se encontraba en la sala de espera con un
cómplice del investigador que se entretenía haciendo aviones de papel y haciéndolos volar
y que jugaba al baloncesto lanzando papeles arrugados a la papelera mientras invitaba al
sujeto a jugar con él. En la situación de cólera, el cuestionario que debía rellenarse estaba
destinado a producir enfado. Por ejemplo, se preguntaba con cuántos hombres se había
acostado la madre del sujeto después de su matrimonio. Un cómplice del experimentador
que se encontraba en la sala fingía enfadarse, rompía el cuestionario y se iba de la
habitación lanzando insultos y dando un portazo.
     Así pues, contamos con cuatro grupos experimentales: informado con situación de
euforia, informado con situación de cólera, no informado con situación de euforia y no
informado con situación de cólera. Los resultados mostraron que los sujetos del grupo no
informado tendían a mostrar las mismas emociones que el cómplice: jugaban con él en la
situación de euforia y se enfadaban en la situación de cólera. En cambio, el grupo
informado solía continuar rellenando el cuestionario sin experimentar las emociones del
cómplice.
     ¿Cómo pueden interpretarse los resultados? Hay que tener en cuenta que tanto el
grupo informado como el no informado estaban sometidos a los mismos cambios fisio-
lógicos, puesto que a ambos se les había inyectado la adrenalina. Parece ser que cuando
los sujetos conocen la causa de la activación fisiológica es difícil inducirles un estado
emocional. En cambio, cuando no existe explicación para los cambios fisiológicos, hay una
clara tendencia a responder a los estímulos emocionales sintiendo la emoción
correspondiente.
     Schachter y Singer propusieron una teoría según la cual la emoción surge por la acción
conjunta de la activación fisiológica y de procesos psicológicos qué intentan detectar la
causa de la activación (cogniciones). Cuando los sujetos conocían los efectos de la
inyección disponían de una explicación de su estado fisiológico, por lo que no era necesario
intentar buscar las causas en el entorno. En cambio, los sujetos no informados desconocían
los motivos de sus reacciones físicas, por lo que los buscaban en el medio ambiente. Si el
entorno predisponía a la euforia interpretaban su propio estado como de alegría, si el
entorno llevaba a la cólera se sentían enfadados.
     Es importante recalcar que, según la interpretación de Schachter y Singer, los dos
factores son necesarios. La activación previa induce un estado emocional, pero son las
cogniciones las que indican si la emoción es de euforia, de cólera o incluso neutra
cuando hay información sobre los efectos de la inyección. La necesidad de la activación
previa se comprobó insertando un grupo control al que se le inyectaba un placebo en
vez de la adrenalina. Este grupo no presentó señales ni de euforia ni de cólera.
     Existen diversas variaciones del experimento original de Schachter y Singer. Se ha
comprobado, por ejemplo, que es posible invertir el fenómeno: si se dice a un sujeto que
una cierta inyección produce activación fisiológica (aunque en realidad se trate de un
placebo), esta persona sentirá menos dolor cuando se le someta a descargas eléctricas.
Otro fenómeno curioso es el de transferencia de excitación. La activación causada por
una situación puede contribuir a aumentar la emoción en una nueva situación. Por ejem-
plo, el aumento de tasa cardíaca y de sudoración producido por el ejercicio físico inten-
sifica los sentimientos de ira y la conducta agresiva en situaciones posteriores. También
incrementa la excitación sexual. La aplicación del descubrimiento es inmediata: si que-
remos «ligar» con alguien, tenemos más posibilidades inmediatamente después de que
él o ella hayan estado en el gimnasio, o después de que haya subido a una montaña
rusa, o en cualquier situación que produzca un incremento de la activación. Aunque hay
que tener en cuenta un aspecto importante: es necesario esperar a que los signos más
evidentes de la activación hayan pasado y sólo quede una activación residual más débil.
    La investigación posterior al experimento de Schachter y Singer ha restringido la
aplicación de su teoría. La interacción de las cogniciones con la activación fisiológica
para producir emoción puede observarse únicamente en condiciones muy particulares.
Muchas experiencias emocionales parecen producirse sin que contribuyan aspectos
cognitivos. Es especialmente claro el caso de los bebés, que todavía no poseen la capa-
cidad de descubrir relaciones causales complejas como las que intervienen en la
teoríade Schachter y Singer. Sin embargo, los procesos cognitivos sí pueden influir en la
emoción en ciertos casos y ese hecho permite entender e incluso controlar la emoción
mediante la manipulación de los procesos superiores.


Influencia de la emoción sobre la cognición

La relación entre cognición y emoción no se reduce a una influencia de la primera sobre la
segunda, también se da el proceso inverso. Ya en los capítulos dedicados a la memoria
pudimos ver que se recuerda mejor si se está en el mismo estado emocional que se tenía
en el momento del aprendizaje. Cuando estamos alegres recordamos mejor lo sucedido en
momentos alegres, cuando estamos tristes tendemos a recordar lo relacionado con
situaciones tristes.
    No es éste el único ejemplo de este fenómeno. Se ha podido comprobar también que el
estado emocional afecta a muchos otros procesos, como la percepción o el pensamiento.
En este tipo de investigaciones es especialmente conocido el trabajo de Gordon H. Bower.
    Por ejemplo, un experimento de Bower (1981) utilizó el Test de Apercepción Temática.
Se trata de un test muy utilizado en la práctica clínica y en el estudio de la motivación. En él
se presentan una serie de imágenes y el paciente debe elaborar una historia a partir de
ellas. En el experimento se había inducido a los sujetos una emoción bien de alegría o bien
de tristeza mediante sugestión posthipnótica. Se pudo comprobar que los sujetos tristes
contaban historias tristes y los sujetos alegres historias alegres. A conclusiones parecidas
se ha llegado utilizando asociaciones de palabras en vez del Test de Apercepción
Temática.
    También se ha averiguado que el estado emocional afecta a nuestras expectativas
sobre acontecimientos futuros. En un estudio (Bower, 1981) se compararon una serie de
sujetos, a los que se había inducido hipnóticamente un estado alegre o triste, con un grupo
control. Se les presentó una serie de acontecimientos de carácter personal, nacional o
mundial. De ellos la mitad era agradable y la mitad desagradable. Los sujetos debían
evaluar en una escala de 1 a 100 la probabilidad de que cada acontecimiento se produjese.
Los sujetos alegres veían más probables los acontecimientos agradables que los
desagradables, los sujetos tristes presentaban el patrón contrario y el grupo control tendía a
dar la misma probabilidad para ambos tipos de sucesos.
    La valoración de conductas sociales se ve asimismo influida por la emoción. En una
investigación, Bower (1981) hizo recordar (mediante hipnosis) a un grupo de sujetos una
situación de éxito social y a otro grupo una situación en la que se hubieran visto
socialmente rechazados. A continuación se pedía a los sujetos que evaluaran una serie de
conductas grabadas en vídeo diciendo si eran socialmente adecuadas o inadecuadas. Los
sujetos que habían recordado la situación de éxito valoraban las conductas de forma más
positiva que aquéllos que habían recordado la situación de rechazo.
    Todos estos casos de influencia de la emoción en procesos cognitivos han llevado a
Bower (Bower y Cohen, 1982) a concluir que las distintas emociones están representadas
dentro de la memor:ia semántica. Al igual que las sensaciones y los conceptos están
almacenados dentro de una estructura de red que los relaciona unos con otros, también
existen nodos de la red que representan el miedo, la ira, la alegría, la tristeza, etcétera.
Cuando uno de esos nodos alcanza un cierto nivel de activación, se experimenta la
emoción correspondiente. Las emociones pueden activarse tanto por estímulos fisiológicos
como por cogniciones. De esta forma se combinan las dos influencias que, según hemos
visto, afectan a la emoción.
    Esta estructura de la memoria semántica, en la que se entrelazarían las emociones con
los conceptos, explica muchos de los fenómenos a los que nos hemos referido. Por
ejemplo, lo mismo que un concepto puede relacionarse con otro (p. ej., el concepto de
caballo se asocia con el concepto de animal), también es posible asociar un concepto con
una emoción. Así, si nos presentan a alguien en una fiesta, nos resultará más fácil
recordarlo en otro momento alegre que en un momento de tristeza, porque la emoción
activa todos los recuerdos relacionados con la emoción correspondiente. El nombre de la
persona se ha asociado con la emoción del momento.
    En general, si se produce la activación de una emoción, ésta se difunde a toda la
memoria semántica, determinando los recuerdos que ocupan nuestra conciencia y afec-
tando a los juicios y pensamientos actuales. Las repercusiones de este estado de cosas
son amplias e importantes. Por ejemplo, una persona depresiva tiende a recordar acon-
tecimientos tristes de su experiencia pasada, que acentúan su depresión. Los recuerdos, a
su vez, le hacen creer que las experiencias desagradables son más frecuentes que las
agradables, con lo que se alteran sus expectativas sobre el futuro. También llevan a valorar
la propia conducta y la conducta de los demás de forma más negativa. Se desarrolla así un
círculo vicioso que debe romperse si se quiere mejorar el estado anímico de esa persona.
Para ello, es necesario obligarse a recordar acontecimientos felices que permitan mejorar la
valoración del presente y del futuro.

Influencia de la cognición sobre la emoción
En resumen, hasta ahora hemos visto que la emoción, lejos de ser una reacción automática
e incontrolable ante ciertas situaciones o estímulos internos, está a menudo mediada por
otro tipo de factores. En concreto, existen procesos fisiológicos tanto periféricos como
centrales que la afectan, y también los procesos cognitivos influyen en la emoción y se ven
afectados por ella. La teoría de los procesos opuestos permite comprender mejor cómo
surge la emoción a partir de las reacciones fisiológicas y cómo se ve afectada por el
aprendizaje. Los trabajos de Bower arrojan luz sobre la forma en que la emoción influye
sobre la cognición.
Nos queda por averiguar cómo se desarrolla el proceso inverso ¿Qué mecanismos
permiten alterar la emoción a partir de procesos cognitivos como la memoria, el pen-
samiento o la imaginación? Conocer la respuesta nos permitiría ejercer control sobre las
emociones. En particular, podríamos aliviar las emociones desagradables típicas de gran
número de trastornos psicológicos.
       En este campo son especialmente relevantes los estudios llevados a cabo por Meter
Lang. Lang ha conseguido unificar las investigaciones sobre la emoción en los campos de
la psicofisiología, de los procesos cognitivos y de la psicología clínica.
El punto de arranque de la obra de Lang fue un estudio sobre desensibilización sistemática.
Se trata de una técnica clínica encaminada a la curación de fobias. Si un paciente padece
fobia a las serpientes, una forma de curarlo es irle presentando serpientes de forma
gradual. Al principio se utilizan situaciones que produzcan un nivel reducido de miedo. Se
puede presentar la serpiente a gran distancia o utilizar una serpiente pequeña o de aspecto
poco amenazador. El paciente debe controlar su sensación de miedo mediante técnicas de
relajación. Cuando ha aprendido a controlar su emoción se pasa a presentar serpientes
cada vez mayores y a menor distancia, hasta que se consigue la desensibilización
completa.
Lang (Lang, Melamed y Hart, 1970) estudió la posibilidad de empezar la técnica no con
serpientes reales sino simplemente imaginando que se está en presencia de la serpiente,
con el fin de que el desarrollo de la técnica fuera más gradual. Sus resultados indicaron que
la simple imagen mental del estímulo fóbico puede provocar efectos emocionales tanto
fisiológicos como subjetivos. Además, pueden crearse emociones de diferente intensidad y
se consigue un efecto terapéutico similar al que provocan las presentaciones reales. Se
demostraba así la posibilidad de controlar la emoción mediante la imaginación.
Posteriormente (Lang, Kozak. Miller, Levin y McLean, 1983) se han ido acumulando
pruebas que demuestran la potencia de la imagen como forma de provocar y de controlar la
emoción. Se ha comprobado, por ejemplo, que la imaginación de un estímulo fóbico
produce respuestas emocionales similares (aunque menos intensas) que la exposición real
a dicho estímulo. El efecto emocional, tanto de miedo inicial como de curación de la fobia
después del tratamiento, es mayor en personas de alta capacidad imaginativa.
¿Qué son exactamente esas imágenes capaces de provocar una emoción? En realidad no
se trata necesariamente de impresiones de tipo fotográfico (Lang, 1979, 1984). Son, más
bien, unas estructuras de infonnación procedentes de la memoria, en las que intervienen
tanto conceptos de la memoria semántica como programas motores de la memoria
procedimental. En las imágenes se agrupa información sobre percepciones (la serpiente ha
empezado a arrastrarse hacia mí, ha abierto la boca, es de color verdoso con rayas
negras...), sobre respuestas fisiológicas (he empezado a sudar, mi corazón late más
rápido...) y sobre significado, que sirven para valorar la situación, determinar sus causas y
prever las consecuencias (si mi corazón se acelera es que tengo miedo, si la serpiente abre
la boca es que va a morderme...).
Si se unen esos elementos se produce la emoción, tanto si proceden de la imaginación
como si son reales. La intensidad depende de lo completa y lo consistente que sea la
imagen. Cualquier incongruencia reduce la experiencia subjetiva. Por ello, si la información
perceptual no es clara (bien sea porque la serpiente está lejos u oculta o porque
consigamos no prestar atención a los detalles de su aspecto) la emoción disminuye.
También es menor si se controla la respuesta fisiológica, por ejemplo si conseguimos
disminuir la tasa cardíaca mediante técnicas de relajación. La eliminación de los
pensamientos sobre lo que va a ocurrir o sobre nuestras respuestas fisiológicas permite
asimismo controlar la emoción.
Otro intento de aplicar nuestros conocimientos sobre emoción a la práctica clínica es la
terapia racional-emotiva. Se basa en el control del pensamiento como forma de evitar la
aparición de emociones negativas. Si preguntamos a un depresivo por qué se siente mal,
probablemente dé una serie de razones objetivas para su estado de ánimo. Puede haber
tenido problemas en el trabajo o discusiones familiares. Sin embargo, no toda persona que
padece esos problemas desarrolla una depresión. Según Ellis (1962), el fundador de la
terapia racional-emotiva, la diferencia está en el tipo de pensamientos o creencias que se
producen ante cada situación.
Imagine que tiene que arreglar un grifo que gotea. No lo ha hecho nunca y, a pesar de
intentarlo, no lo consigue. A veces ocurre que ese acontecimiento mínimo produce tristeza
y sensación de fracaso ¿Por qué? El motivo no es la situación mínima sino lo que,
inconscientemente, pensamos sobre ella. Es posible que nos digamos: «soy un torpe, no
sirvo para nada». El motivo está en una creencia irracional, internamente pensamos que
hay que hacer bien cualquier cosa que nos propongamos.
Ellis ha identificado doce tipos de pensamientos o creencias irracionales que median entre
la situación y la emoción. Por ejemplo, considerar que la felicidad procede del exterior de la
persona y se debe únicamente al azar, necesitar ser amado por todo el mundo, pensar que
es mejor evitar los problemas que afrontarlos, etc.
Para evitar que todas esas emociones se acumulen y acaben perjudicando a la misma
salud mental es necesario combatir las creencias erróneas. Esta es la base de la terapia
racional-emotiva que se ha aplicado no sólo a la depresión sino también a muchos otros
trastornos emocionales. Como se ve, se trata de usar un proceso cognitivo (el
pensamiento) como forma de controlar la experiencia emocional.

CONCLUSIONES
La emoción es un fenómeno complejo. En él se interrelacionan el resultado de los procesos
fisiológicos con la interpretación cognitiva de esos procesos y de los acontecimientos que
los provocaron. La psicología ha sido capaz de comenzar a entender los mecanismos que
provocan, mantienen y modifican la experiencia emocional. El resultado muestra una
interacción constante entre nuestro funcionamiento biológico, nuestros sentimientos y
nuestros pensamientos.
     Los fenómenos fisiológicos reaccionan ante los estímulos externos y los pensamientos
internos, creando un estado de activación que predispone a la experiencia emocional. Al
mismo tiempo, nuestra forma de ver el mundo (nuestras cogniciones), incluyendo los
recuerdos de nuestra experiencia pasada, cambia constantemente en función de la
emoción que nos domine en cada instante. Por último, el sistema cognitivo integra los
mecanismos biológicos, la emoción, los recuerdos y las creencias en imágenes que
modifican tanto la emoción como las respuestas biológicas. Se cierra así un bucle que se
ocupa de crear y mantener los tres tipos de experiencia interna: biológica, emocional y
cognitiva.


PLANTEAMIENTO DEL CAPÍTULO

En este capítulo hemos abordado cómo surge la emoción y qué relación tiene con la
cognición. Para ello hemos pasado revista a varias concepciones clásicas sobre el tema,
empezando por la teoría de James-Lange y terminando con los estudios de Lang, que
están entre los más influyentes de la investigación actual.
    Debe tenerse en cuenta que la investigación sobre emoción no se limita al estudio de
sus determinantes fisiológicos y cognitivos. Existen otros temas de gran importancia que no
se han tocado. En particular, no se han mencionado los trabajos sobre la especificidad de la
emoción, que se ocupan de los factores que distinguen una emoción de otra, qué diferencia
la alegría de la tristeza o de la ira, etc. Los dos capítulos que el profesor Vila (en Tudela,
1983) dedica al estudio de la emoción en sus dos vertientes de generalidad y especificidad
son una buena introducción al tema para el lector interesado.
    El último apartado del capítulo está directamente relacionado con el concepto de
«inteligencia emocional», que se trata en el capítulo anterior (pág. 209).


PARA SABER MÁS

Por desgracia, no hay gran cantidad de información en español asequible para el lector no
especializado. Una fuente adecuada podría ser el volumen sobre motivación y emoción
editado por Palafox y Vila (1990). Algunos aspectos discutidos aquí, especialmente el
experimento de Schachter y Singer, están expuestos de forma muy clara y amena en
Lindsay y Nonnan (1977~. En inglés, un texto asequible y relativamente completo es Evans
(1989). Una referencia muy completa y actualizada es Lewis y Haviland (1993).


PREGUNTAS DE ESTUDIO
 1. ¿Cuáles son las ideas principales de la teoría de James-Lange?
 2. ¿Es posible encontrar estados fisiológicos diferentes para cada emoción subjetiva? 3.
 ¿Qué propone la hipótesis del biofeedback facial?
 4. ¿Qué es la activación o arousal?
 5. ¿Qué relación mantiene con la ejecución? (ley de Yerkes-Dodson).
 6. ¿Cómo se pueden relacionar las variaciones de activación con las distintas emociones
 subjetivas?
 7. Define ansiedad rasgo y ansiedad estado.
 8. ¿Qué es la homeostasis?
 9. ¿Qué propone la teoría de los procesos oponentes?
10. ¿Qué es el contraste hedónico?
11. ¿Qué es la habituación hedónica?
12. ¿Qué es la retirada hedónica?
13. Describe los cambios que se dan en las emociones subjetivas como resultado de los
procesos A y B a lo largo de la experiencia repetida con la situación emocional. Aplícalo a
ejemplos diferentes de los del texto.
14. ¿Qué propone la teoría de Schachter y Singer sobre la relación entre cambios
fisiológicos y procesos superiores?
15. ¿En qué consiste el fenómeno de transferencia de excitación?
16. ¿Cómo afecta el estado emocional a la creatividad, a las expectativas sobre
acontecimientos futuros y a la valoración de situaciones sociales?
17. ¿Qué propone la teoría semántica de la emoción de Gordon y Bower?
18. ¿Qué son las «imágenes» a las que se refiere Peter Lang? ¿Qué relación tienen con las
imágenes de la Agenda Visoespacial que estudiamos en el Capítulo 5?
19. ¿Cómo se pueden utilizar las imágenes de Lang para controlar la emoción? 20.
¿Cuáles son las ideas centrales de la terapia racional-emotiva de EIlis?

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Emoción, procesamiento de la información

  • 1. Emoción En este libro se ha dedicado mucho espacio a procesos tales como la percepción, la atención, el aprendizaje o la memoria. Son procesos encaminados a la adquisición y el procesamiento de distintos tipos de información. Se trata de operaciones similares en sus fines, no en sus detalles, a las que realizan los ordenadores y otras máquinas de pro- cesamiento de datos. Pero está claro que el ser humano no se limita a dichos procesos. Entre las carac- terísticas que nos hacen humanos está la capacidad de sentir emociones. En este capítulo intentaremos afrontar una serie de interrogantes: ¿qué es una emoción?, ¿de qué factores depende?, ¿cómo se relaciona con otros procesos psicológicos? Empezaremos abordando una cuestión básica: ¿cómo se desencadena la emoción? A primera vista se trata de una cuestión obvia. Nos entristecemos porque sufrimos una experiencia desagradable, tenemos miedo porque hay algo que nos asusta, nos alegramos cuando se produce una situación placentera. Sin embargo, no todos respondemos de la misma forma. Un adicto al puenting disfruta de experiencias que darían miedo a otros, una persona aquejada de depresión experimenta tristeza en situaciones que a otra persona le parecerían neutras, etc. Además, en ocasiones es posible controlar la emoción. Hasta cierto punto podemos dominar el miedo y olvidar la tristeza. Si la emoción fuera una reacción automática ante un estímulo no se darían diferencias tan acusadas y resultaría incontrolable. Parece ser que hay algo más. Entre el estímulo y la emoción existen procesos internos que vamos a tratar de encontrar. Si los encontramos habremos alcanzado un conocimiento más profundo de la emoción y con él una idea más clara de lo que significa ser humano. Pero no se trata tan sólo de una cuestión académica. Constantemente hay personas que sufren a causa de trastornos emocionales. La fobia, la depresión, la obsesión o la manía son un grave problema para un gran número de personas. El conocimiento de los mecanismos emocionales ha ayudado y seguirá ayudando a paliarlos. Vamos a abordar el estudio de la emoción en tres etapas. Empezaremos viendo la relación entre la emoción y la actividad biológica. Es evidente que se producen cambios fisiológicos cuando se experimenta una emoción pero no está clara cuál es la relación entre los dos fenómenos. A continuación analizaremos un experimento clave que hace pensar que también los pensamientos pueden influir en la emoción. Por último veremos con más detalle las formas en que emoción y pensamiento se combinan y cómo ese conocimiento puede ayudar a entender más y mejor la experiencia emocional. FACTORES FISIOLÓGICOS Factores periféricos ¿Qué hay entre el estímulo y la emoción? Los factores más evidentes son los fisiológicos. A finales del siglo XIX, dos autores propusieron independientemente una curiosa teoría sobre la emoción basada en respuestas fisiológicas periféricas. Eran Carl Lange (1885), un fisiólogo danés, y William James (1890), americano, uno de los psicólogos más influyentes de todos los tiempos. La teoría James-Lange da la vuelta a la forma habitual de pensar en la emoción. ¿Qué ocurre si nos dan un susto? Sentimos una emoción que podríamos definir como miedo o, al menos, como sobresalto. Además, se producen reacciones corporales: aumento de la tasa cardiaca, sudoración de las manos... ¿Qué relación hay entre la emoción y la reacción corporal? Contrariamente al sentido común, James y Lange consideran que la tasa cardíaca y la sudoración son la causa de la emoción. James ejemplificó su teoría con una de las imágenes más famosas de la historia de la psicología: El sentido común dice que perdemos nuestra fortuna, nos ponemos tristes y lloramos; nos encontramos con un oso, tenemos miedo y corremos; somos insultados por un rival, nos enfadamos y golpeamos. La
  • 2. hipótesis que va a defenderse aquí dice que este orden secuencial es incorrecto, [oo.] que nos ponemos tristes porque lloramos, nos enfadamos porque golpeamos, tenemos miedo porque temblamos [...] (James, 1890, capítulo XXV). Es importante destacar los puntos esenciales de la teoría James-Lange: La emoción depende de reacciones fisiológicas periféricas (concretamente, Lange dio gran importancia a los factores relacionados con el sistema circulatorio: tasa cardíaca, presión sanguínea, etc.). Sin éstas otra no habría emociones. Además, la emoción concreta que se expe- rimente depende de diferencias en el patrón de dichas respuestas fisiológicas. Así pues, el miedo debería producirse por respuestas distintas a las que hacen surgir la cólera, éstas deberían diferir de las que provocan el amor, etc. La teoría James-Lange es llamativa, simple y sometible a comprobación experimental. Pero ¿es correcta? Los primeros experimentos que pusieron directamente la teoría a prueba fueron realizados por Cannon y colaboradores en 1927 (Cannon, Lewis y Britton, 1927) con animales. En ellos se destruían partes de los sistemas nerviosos simpático y parasimpático que conectan las vísceras con el sistema nervioso central. Esta primera prueba no fue positiva para la teoría. Los animales sometidos a las operaciones seguían actuando de la misma forma que los animales intactos. Cannon acumuló una impresionante cantidad de datos contrarios a las hipótesis de James y Lange. Sin embargo, los resultados de Cannon no son concluyentes. Por ejemplo, se sabe que los animales no pueden aprender a escapar de un castigo cuando se extirpan sus conexiones nerviosas viscerales, aunque puedan mantener la conducta si la aprendieron antes de la extirpación. No obstante, la principal crítica que puede hacerse a Cannon es que sus estudios se basan en la conducta de los animales. Aunque el comportamiento no varíe, es posible que la experiencia emocional se haya alterado. Es imposible averiguarlo en estudios con animales. La confirmación más espectacular de las ideas de James y Lange procede de los trabajos de Hohmann (1966) con pacientes afectados por secciones de la médula espinal. El mismo Hohmann era parapléjico y tenía razones para creer que las lesiones disminuían la emoción. Una serie de cuestionarios revelaron, efectivamente, que las emociones eran más débiles. La ira, por ejemplo, se percibía como una emoción «mental». Además, la fuerza de las emociones dependían de la altura a la que la médula se hubiera lesionado. Por su propia naturaleza, los resultados de Hohmann han sido difíciles de replicar y pueden depender de factores como la sugestión y las expectativas de los pacientes pero, al menos en principio, aportan evidencia favorable para la teoría JamesLange. ¿Pueden explicar las ideas de James y Lange toda la gama de emociones humanas? Para ello sería necesario que cada emoción se diera junto con una respuesta fisiológica diferente. Se trata de otro aspecto controvertido. Por ejemplo, el miedo y la ira parecen asociarse con las mismas reacciones corporales. Ax (1953) merece citarse no sólo por sus conclusiones sobre este tema sino también por" su curioso procedimiento experimental. Decía a los sujetos que iban a participar en un estudio sobre hipertensión. A continuación los conectaba a los electrodos y aparatos que debían registrar su actividad fisiológica. Se indujo la sensación de miedo a un grupo de sujetos fingiendo que los aparatos estaban averiados y existía peligro de muerte por electrocución. Un cómplice de Ax se encargó de insultar a otro grupo de sujetos para producir ira. Aunque éticamente dudoso, el estudio de Ax demostró que ambas emociones se diferenciaban en siete de las catorce variables fisiológicas medidas. Así la situación de ira produjo menor incremento de la tasa cardíaca, mayor actividad electrodermal (asociada con la sudoración) y mayor actividad electromiográfica (relacionada con la conexión entre el sistema nervioso y los músculos). Este estudio y otros similares apoyan las ideas básicas de James y Lange, aunque no siempre estén de acuerdo con los detalles. En concreto, las variables relacionadas con el aparato circulatorio no son las más fiables a la hora de diferenciar las emociones ya que se ven afectadas por otros factores como el tipo de respuesta que deba darse. Las medidas relacionadas con respuestas musculares se relacionan más directamente con la emoción. Por ello se propuso la hipótesis del biofeedback facial para explicar la emoción. La hipótesis se basa en la misma lógica que la teoría James-Lange. La emoción estaría causada por los movimientos de los músculos con los que se expresa la emoción, en
  • 3. particular con los músculos de la cara: no sonreímos porque estamos alegres sino que estamos alegres porque notamos que estamos sonriendo. Los antecedentes de la idea proceden de los trabajos de Darwin, que comparaban la expresión de la emoción en el ser humano y los animales, aunque su impulso principal se produjo a partir de los años sesenta y setenta. Schwartz y colaboradores (1979) analizaron la actividad eléctrica de los músculos faciales cuando los sujetos imaginaban situaciones de alegría, tristeza e ira. Se descubrió que cada emoción se asociaba con diferentes respuestas musculares, respuestas que muy a menudo no eran apreciables externamente. Además, las emociones positivas parecían corresponderse a respuestas musculares del lado derecho de la cara y las negativas a actividad de la mitad izquierda. Por otro lado, las personas aquejadas de depresión mostraban menor actividad muscular en las emociones alegres y mayor en las emociones negativas. La hipótesis del biofeedback facial se ve asimismo apoyada por estudios que manipulan la expresión facial. Por ejemplo, se han realizado estudios en que se exponía a los sujetos a descargas eléctricas. A un grupo se le decía que expresaran sus sentimientos de forma que alguien que los observara pudiera apreciar la intensidad de la descarga. A otro grupo se le aconsejó que ocultara sus sentimientos de forma que un observador no pudiera adivinar la intensidad de la descarga. La intensidad del dolor sufrido por el segundo grupo (medido tanto fisiológicamente como mediante informes de los sujetos) fue menor que en el primero. También se ha manipulado la expresión facial mediante instrucciones. Se dice al sujeto que contraiga ciertos músculos faciales, de forma que adopte una cierta expresión (de alegría, tristeza, ira...). A continuación es más difícil hacerle sentir emociones contrarias al tipo de expresión que ha adoptado. Factores centrales No sólo los fenómenos fisiológicos periféricos se han asocjado con la emoción. También- parece influir la actividad del sistema nervioso central. Más en concreto, se ha intentado relacionar la emoción con el concepto de activación (<<arousal» en inglés). Suponga que está en casa una noche y de repente oye un ruido. Su corazón comienza a latir más rápido, sus músculos se tensan, comienza a sudar. Se dispone a averiguar la causa del ruido. Se acerca a la puerta y se prepara para lo que pueda ocurrir. Si en ese momento es necesario realizar una acción (defenderse de un ladrón, disponerse a apagar un fuego, etc.) ésta se hará más rápida y eficazmente que si no se hubiera oído el ruido y su organismo no se hubiera preparado para la acción. La activación hace referencia a un estado general de alerta debida a la acción de ciertas áreas del cerebro (la formación reticular, por ejemplo). Se produce como resultado de la acción de dos fuerzas contrarias: una excitatoria que tiende a aumentar el nivel de activación y otra inhibitoria que tiende a reducirlo. Es general porque afecta a todo el organismo (corazón, músculos, glándulas...) y porque sirve para prepararse ante cualquier tipo de acción (luchar, huir, pensar...). La activación es un concepto motivacional, es decir, se trata de una fuerza que estimula al organismo a actuar, lo predispone a emprender acciones más rápida y eficientemente de lo habitual. El nivel de activación tiene una relación compleja con el grado de eficacia de nuestras acciones. Cuando la activación es muy baja (estamos «dormidos») somos menos eficaces, pero también desciende la eficacia cuando estamos demasiado tensos. Existe un nivel intermedio de activación que produce resultados óptimos: si representamos la eficacia en función del grado de activación obtenemos una gráfica en forma de U invertida. A esta relación se la denomina ley de Yerkes-Dodson (Figura 11.1). Algunos autores han intentado explicar la emoción en términos de activación. La activación cortical produciría distintas respuestas periféricas y también experiencias subjetivas. Cada emoción se podría situar dentro de un continuo de activación que iría desde una sensación de sueño hasta emociones muy intensas como el pánico. Las sen- saciones más positivas se situarían en los puntos intermedios del continuo.
  • 4. La mayor parte de la investigación sobre este tipo de formulaciones de la emoción se ha centrado en el estudio de la ansiedad. Se suelen distinguir dos tipos diferentes de ansiedad. Por un lado, hay personas que presentan una mayor tendencia a estar ansiosas. Se trata de un aspecto más o menos permanente de la personalidad que puede medirse mediante tests y se denomina ansiedad rasgo. Por otro lado, por muy tranquila que sea una persona es posible que ciertas situaciones le produzcan ansiedad. Esa ansiedad no es propia de la personalidad, sino que se debe al ambiente, se trata de la ansiedad estado. Para simplificar, se puede decir que la primera indica que somos ansiosos y la segunda que estamos ansiosos. Podemos preguntamos si alguno de los dos tipos de ansiedad se asocia con la acti- vación. Katkin (1975) sometió a dos grupos de sujetos, uno de alta y otro de baja ansiedad rasgo, a situaciones de alto o bajo estrés. Se descubrió que la activación fisiológica general dependía de la situación, pero no del tipo de personalidad. Así pues, la activación se asocia con la ansiedad estado, no con la ansiedad rasgo. La investigación de Katkin demuestra que existe una correlación entre situación de ansiedad y activación fisiológica, pero no estudia si dicha activación se corresponde con experiencias emocionales subjetivas. Se puede ilustrar esta cuestión con un experimento de Fenz y Epstein (1967). En él se midieron tanto cambios fisiológicos (tasa cardíaca, sudoración, respiración) como la sensación subjetiva de miedo (mediante cuestionarios) en dos grupos de paracaidistas: uno con experiencia previa y otro sin ella. Los resultados mostraron que había claras diferencias entre un grupo y otro. Los paracaidistas sin experiencia presentaban un escaso nivel de miedo al comienzo del día, pero éste iba aumentando hasta alcanzar su nivel máximo justo antes del salto. Los paracaidistas con experiencia mostraban el patrón inverso: mayor miedo al inicio del día que descendía gradualmente hasta llegar al mínimo antes de saltar. Lo más interesante es que se encontraba el mismo patrón en las distintas medidas fisiológicas y en los cuestionarios. El experimento demuestra también que es posible modificar la respuesta emocional mediante el aprendizaje. Teoría de los procesos opuestos Parece ser que las respuestas fisiológicas contribuyen en alguna medida a la emoción. ¿Cómo lo hacen? La teoría de los procesos opuestos describe los mecanismos que subyacen a la for- mación de las emociones. Se basa en el concepto de homeostasis, o sea, de la búsqueda de un equilibrio por parte del organismo. Un ejemplo claro de homeostasis puede observarse en relación con la temperatura. Si hace demasiado calor nuestro organismo reacciona (p. ej. dilatando los vasos sanguíneos y segregando sudor) para enfriarse. Si hace mucho frío se producen las reacciones inversas (vasoconstricción, ausencia de sudor) para aumentar la temperatura corporal. Al igual que en el caso de la temperatura, el organismo reacciona con frecuencia intentando mantenerse constante frente a las variaciones del ambiente. Lo consigue buscando el efecto contrario a la variación externa: se enfría cuando hace calor y se calienta cuando hace frío. Algunos autores (Solomon, 1980, es el fundador de la teoría) creen que el mismo proceso de homeostasis se desencadena cuando se produce una emoción, ya sea agra- dable o desagradable. Si estamos tristes se produce una inhibición que reduce la activación cortical. El organismo intenta aumentarla excitando las áreas corticales hasta que se vuelve a un punto de equilibrio. Si, por el contrario, nos encontramos en un estado de excitación, el organismo inhibe la corteza cerebral para alcanzar el equilibrio. Así pues cada situación emocional da lugar a dos tipos de reacción. Por un lado, la derivada directamente de la situación, como la inhibición cortical asociada con la tristeza y, por otro, la generada por el organismo, de signo contrario y que tiende a contrarrestar a la anterior. A la primera reacción se la llama afecto primario o proceso A, a la segunda afecto secundario o proceso B. Los dos tipos de proceso muestran características diferentes: los procesos A se producen más rápidamente pero también desaparecen antes que los procesos B (Figura 11.2). La interacción entre ellos produce efectos curiosos y muy útiles para explicar gran número de experiencias emocionales.
  • 5. Volvamos a considerar el ejemplo de los paracaidistas sin experiencia, como los que participaron en el experimento de Fenz y Epstein (1967). El salto produce una sensación de miedo (probablemente asociada con una excesiva activación). Se trata de un proceso A. Al poco tiempo el organismo reacciona desencadenando un proceso B que acaba contrarrestando la sensación de miedo. Así, durante el salto el miedo desaparece o al menos disminuye. Cuando se toca tierra, la situación de miedo desaparece y con ella el proceso A pero el proceso B continúa aún durante cierto tiempo. Por ello se experimenta una sensación opuesta al miedo: alivio e incluso una cierta euforia, en suma, una emoción agradable. A la aparición de esa sensación contraria después de una situación emocional se la denomina contraste hedónico. En el mundo animal se produce también este fenómeno. Starr (1978) ha estudiado la conducta de los patos recién nacidos con relación a su madre. Si a una cría de pato se le presenta una hembra de pato adulta, se producen unas series de conductas que muestran excitación: observan a la pata y comienzan a seguirla. Si se retira la «madre», la cría no vuelve a un estado neutro sino que emite los típicos sonidos de malestar de los miembros de su especie. Otra diferencia importante entre los procesos A y los procesos B se evidencia cuando consideramos el efecto de la práctica. Los procesos A tienden a reducirse cuando se repite la situación emocional, denominándose a esta tendencia habituación hedónica. Los procesos B, en cambio, no sólo se fortalecen, sino que se inician antes, se trata de la retirada hedónica (Figura 11.3). Cuando se han realizado muchos saltos en paracaídas el miedo inicial (proceso A) se va haciendo menor. En cambio la sensación agradable que se experimenta al llegar a tierra es cada vez mayor. De esta forma puede explicarse por qué experiencias que en comienzo producen emociones desagradables (paracaidismo, puenting, alpinismo...) pueden llegar a ser una fuente de satisfacción. Además, como el proceso B se va anticipando, el curso temporal del miedo se va modificando tal como indicaban los datos de Fenz y Epstein. De nuevo, Starr (1978) ha detectado la habituación y la retirada hedónicas en la conducta de los patos recién nacidos. Cuando se les presenta la madre en diferentes ocasiones, la excitación (proceso A) disminuye, pero los sonidos de malestar que se observan cuando se retira (proceso B) aumentan. La aplicación más importante de la teoría es la explicación de los estados emocionales y motivacionales asociados con la drogadicción. Al principio, la acción fisiológica de la droga produce una sensación agradable (ya sea de relajación como en el caso de la heroína, o de energía, como en el caso de la cocaína) pero, al tratarse de un proceso A, se va debilitando (habituación hedónica) por lo que es necesaria una mayor cantidad de droga para que se produzca el mismo efecto. Por otro lado, las sensaciones desagradables que se sienten cuando pasa el efecto (retirada hedónica) se van fortaleciendo, dando lugar al síndrome de abstinencia. Lo curioso es que la teoría predice una evolución similar de emociones muy diferentes. Por ejemplo, la sensación de alegría ante la visión de una persona va descendiendo conforme se alarga la relación con ella. En cambio, la sensación de tristeza ante la separación es mayor cuanto más prolongada es la relación. En resumen, la teoría de los procesos opuestos da una imagen general tanto de los mecanismos de diversas emociones como de la forma en que éstos se ven afectados por el aprendizaje. FACTORES COGNITIVOS El experimento de Schachter y Singer Los procesos fisiológicos parecen ser elementos importantes para la aparición de la emoción. ¿Son el único factor o hay algo más? El intento de responder a esta pregunta dio como resultado una de las investigaciones más conocidas de la historia de la psicología: el experimento llevado a cabo por Schachter y Singer en 1967. En él se analiza la relación entre las reacciones fisiológicas y procesos psicológicos superiores.
  • 6. Schachter y Singer reunieron a varios voluntarios con la excusa de realizar un estudio sobre los efectos de un complejo vitamínico llamado «suproxin». Se les pedía permiso para inyectarles el producto. En realidad lo que se inyectaba era adrenalina, una hormona que produce efectos fisiológicos similares a los que acompañan a algunas emociones: temblor, sudoración, aumento de la tasa cardíaca, etc. Los sujetos se dividían en dos grupos: al primero se le informaba de las reacciones fisiológicas que producía la inyección (grupo informado); al segundo se le decía que la inyección no producía ningún efecto secundario (grupo no informado). A continuación se pedía a los sujetos que aguardasen en una sala de espera hasta que la inyección hiciera efecto, mientras rellenaban un cuestionario. En la sala se encontraba un cómplice del investigador que fingía experimentar una emoción. Cada uno de los dos grupos de sujetos se dividía en otros dos subgrupos. A uno de ellos se les ponía en una situación diseñada para producir euforia y a otro en una situación que intentaba provocar cólera. En la situación de euforia, el sujeto se encontraba en la sala de espera con un cómplice del investigador que se entretenía haciendo aviones de papel y haciéndolos volar y que jugaba al baloncesto lanzando papeles arrugados a la papelera mientras invitaba al sujeto a jugar con él. En la situación de cólera, el cuestionario que debía rellenarse estaba destinado a producir enfado. Por ejemplo, se preguntaba con cuántos hombres se había acostado la madre del sujeto después de su matrimonio. Un cómplice del experimentador que se encontraba en la sala fingía enfadarse, rompía el cuestionario y se iba de la habitación lanzando insultos y dando un portazo. Así pues, contamos con cuatro grupos experimentales: informado con situación de euforia, informado con situación de cólera, no informado con situación de euforia y no informado con situación de cólera. Los resultados mostraron que los sujetos del grupo no informado tendían a mostrar las mismas emociones que el cómplice: jugaban con él en la situación de euforia y se enfadaban en la situación de cólera. En cambio, el grupo informado solía continuar rellenando el cuestionario sin experimentar las emociones del cómplice. ¿Cómo pueden interpretarse los resultados? Hay que tener en cuenta que tanto el grupo informado como el no informado estaban sometidos a los mismos cambios fisio- lógicos, puesto que a ambos se les había inyectado la adrenalina. Parece ser que cuando los sujetos conocen la causa de la activación fisiológica es difícil inducirles un estado emocional. En cambio, cuando no existe explicación para los cambios fisiológicos, hay una clara tendencia a responder a los estímulos emocionales sintiendo la emoción correspondiente. Schachter y Singer propusieron una teoría según la cual la emoción surge por la acción conjunta de la activación fisiológica y de procesos psicológicos qué intentan detectar la causa de la activación (cogniciones). Cuando los sujetos conocían los efectos de la inyección disponían de una explicación de su estado fisiológico, por lo que no era necesario intentar buscar las causas en el entorno. En cambio, los sujetos no informados desconocían los motivos de sus reacciones físicas, por lo que los buscaban en el medio ambiente. Si el entorno predisponía a la euforia interpretaban su propio estado como de alegría, si el entorno llevaba a la cólera se sentían enfadados. Es importante recalcar que, según la interpretación de Schachter y Singer, los dos factores son necesarios. La activación previa induce un estado emocional, pero son las cogniciones las que indican si la emoción es de euforia, de cólera o incluso neutra cuando hay información sobre los efectos de la inyección. La necesidad de la activación previa se comprobó insertando un grupo control al que se le inyectaba un placebo en vez de la adrenalina. Este grupo no presentó señales ni de euforia ni de cólera. Existen diversas variaciones del experimento original de Schachter y Singer. Se ha comprobado, por ejemplo, que es posible invertir el fenómeno: si se dice a un sujeto que una cierta inyección produce activación fisiológica (aunque en realidad se trate de un placebo), esta persona sentirá menos dolor cuando se le someta a descargas eléctricas. Otro fenómeno curioso es el de transferencia de excitación. La activación causada por una situación puede contribuir a aumentar la emoción en una nueva situación. Por ejem- plo, el aumento de tasa cardíaca y de sudoración producido por el ejercicio físico inten- sifica los sentimientos de ira y la conducta agresiva en situaciones posteriores. También incrementa la excitación sexual. La aplicación del descubrimiento es inmediata: si que-
  • 7. remos «ligar» con alguien, tenemos más posibilidades inmediatamente después de que él o ella hayan estado en el gimnasio, o después de que haya subido a una montaña rusa, o en cualquier situación que produzca un incremento de la activación. Aunque hay que tener en cuenta un aspecto importante: es necesario esperar a que los signos más evidentes de la activación hayan pasado y sólo quede una activación residual más débil. La investigación posterior al experimento de Schachter y Singer ha restringido la aplicación de su teoría. La interacción de las cogniciones con la activación fisiológica para producir emoción puede observarse únicamente en condiciones muy particulares. Muchas experiencias emocionales parecen producirse sin que contribuyan aspectos cognitivos. Es especialmente claro el caso de los bebés, que todavía no poseen la capa- cidad de descubrir relaciones causales complejas como las que intervienen en la teoríade Schachter y Singer. Sin embargo, los procesos cognitivos sí pueden influir en la emoción en ciertos casos y ese hecho permite entender e incluso controlar la emoción mediante la manipulación de los procesos superiores. Influencia de la emoción sobre la cognición La relación entre cognición y emoción no se reduce a una influencia de la primera sobre la segunda, también se da el proceso inverso. Ya en los capítulos dedicados a la memoria pudimos ver que se recuerda mejor si se está en el mismo estado emocional que se tenía en el momento del aprendizaje. Cuando estamos alegres recordamos mejor lo sucedido en momentos alegres, cuando estamos tristes tendemos a recordar lo relacionado con situaciones tristes. No es éste el único ejemplo de este fenómeno. Se ha podido comprobar también que el estado emocional afecta a muchos otros procesos, como la percepción o el pensamiento. En este tipo de investigaciones es especialmente conocido el trabajo de Gordon H. Bower. Por ejemplo, un experimento de Bower (1981) utilizó el Test de Apercepción Temática. Se trata de un test muy utilizado en la práctica clínica y en el estudio de la motivación. En él se presentan una serie de imágenes y el paciente debe elaborar una historia a partir de ellas. En el experimento se había inducido a los sujetos una emoción bien de alegría o bien de tristeza mediante sugestión posthipnótica. Se pudo comprobar que los sujetos tristes contaban historias tristes y los sujetos alegres historias alegres. A conclusiones parecidas se ha llegado utilizando asociaciones de palabras en vez del Test de Apercepción Temática. También se ha averiguado que el estado emocional afecta a nuestras expectativas sobre acontecimientos futuros. En un estudio (Bower, 1981) se compararon una serie de sujetos, a los que se había inducido hipnóticamente un estado alegre o triste, con un grupo control. Se les presentó una serie de acontecimientos de carácter personal, nacional o mundial. De ellos la mitad era agradable y la mitad desagradable. Los sujetos debían evaluar en una escala de 1 a 100 la probabilidad de que cada acontecimiento se produjese. Los sujetos alegres veían más probables los acontecimientos agradables que los desagradables, los sujetos tristes presentaban el patrón contrario y el grupo control tendía a dar la misma probabilidad para ambos tipos de sucesos. La valoración de conductas sociales se ve asimismo influida por la emoción. En una investigación, Bower (1981) hizo recordar (mediante hipnosis) a un grupo de sujetos una situación de éxito social y a otro grupo una situación en la que se hubieran visto socialmente rechazados. A continuación se pedía a los sujetos que evaluaran una serie de conductas grabadas en vídeo diciendo si eran socialmente adecuadas o inadecuadas. Los sujetos que habían recordado la situación de éxito valoraban las conductas de forma más positiva que aquéllos que habían recordado la situación de rechazo. Todos estos casos de influencia de la emoción en procesos cognitivos han llevado a Bower (Bower y Cohen, 1982) a concluir que las distintas emociones están representadas dentro de la memor:ia semántica. Al igual que las sensaciones y los conceptos están almacenados dentro de una estructura de red que los relaciona unos con otros, también existen nodos de la red que representan el miedo, la ira, la alegría, la tristeza, etcétera. Cuando uno de esos nodos alcanza un cierto nivel de activación, se experimenta la emoción correspondiente. Las emociones pueden activarse tanto por estímulos fisiológicos
  • 8. como por cogniciones. De esta forma se combinan las dos influencias que, según hemos visto, afectan a la emoción. Esta estructura de la memoria semántica, en la que se entrelazarían las emociones con los conceptos, explica muchos de los fenómenos a los que nos hemos referido. Por ejemplo, lo mismo que un concepto puede relacionarse con otro (p. ej., el concepto de caballo se asocia con el concepto de animal), también es posible asociar un concepto con una emoción. Así, si nos presentan a alguien en una fiesta, nos resultará más fácil recordarlo en otro momento alegre que en un momento de tristeza, porque la emoción activa todos los recuerdos relacionados con la emoción correspondiente. El nombre de la persona se ha asociado con la emoción del momento. En general, si se produce la activación de una emoción, ésta se difunde a toda la memoria semántica, determinando los recuerdos que ocupan nuestra conciencia y afec- tando a los juicios y pensamientos actuales. Las repercusiones de este estado de cosas son amplias e importantes. Por ejemplo, una persona depresiva tiende a recordar acon- tecimientos tristes de su experiencia pasada, que acentúan su depresión. Los recuerdos, a su vez, le hacen creer que las experiencias desagradables son más frecuentes que las agradables, con lo que se alteran sus expectativas sobre el futuro. También llevan a valorar la propia conducta y la conducta de los demás de forma más negativa. Se desarrolla así un círculo vicioso que debe romperse si se quiere mejorar el estado anímico de esa persona. Para ello, es necesario obligarse a recordar acontecimientos felices que permitan mejorar la valoración del presente y del futuro. Influencia de la cognición sobre la emoción En resumen, hasta ahora hemos visto que la emoción, lejos de ser una reacción automática e incontrolable ante ciertas situaciones o estímulos internos, está a menudo mediada por otro tipo de factores. En concreto, existen procesos fisiológicos tanto periféricos como centrales que la afectan, y también los procesos cognitivos influyen en la emoción y se ven afectados por ella. La teoría de los procesos opuestos permite comprender mejor cómo surge la emoción a partir de las reacciones fisiológicas y cómo se ve afectada por el aprendizaje. Los trabajos de Bower arrojan luz sobre la forma en que la emoción influye sobre la cognición. Nos queda por averiguar cómo se desarrolla el proceso inverso ¿Qué mecanismos permiten alterar la emoción a partir de procesos cognitivos como la memoria, el pen- samiento o la imaginación? Conocer la respuesta nos permitiría ejercer control sobre las emociones. En particular, podríamos aliviar las emociones desagradables típicas de gran número de trastornos psicológicos. En este campo son especialmente relevantes los estudios llevados a cabo por Meter Lang. Lang ha conseguido unificar las investigaciones sobre la emoción en los campos de la psicofisiología, de los procesos cognitivos y de la psicología clínica. El punto de arranque de la obra de Lang fue un estudio sobre desensibilización sistemática. Se trata de una técnica clínica encaminada a la curación de fobias. Si un paciente padece fobia a las serpientes, una forma de curarlo es irle presentando serpientes de forma gradual. Al principio se utilizan situaciones que produzcan un nivel reducido de miedo. Se puede presentar la serpiente a gran distancia o utilizar una serpiente pequeña o de aspecto poco amenazador. El paciente debe controlar su sensación de miedo mediante técnicas de relajación. Cuando ha aprendido a controlar su emoción se pasa a presentar serpientes cada vez mayores y a menor distancia, hasta que se consigue la desensibilización completa. Lang (Lang, Melamed y Hart, 1970) estudió la posibilidad de empezar la técnica no con serpientes reales sino simplemente imaginando que se está en presencia de la serpiente, con el fin de que el desarrollo de la técnica fuera más gradual. Sus resultados indicaron que la simple imagen mental del estímulo fóbico puede provocar efectos emocionales tanto fisiológicos como subjetivos. Además, pueden crearse emociones de diferente intensidad y se consigue un efecto terapéutico similar al que provocan las presentaciones reales. Se demostraba así la posibilidad de controlar la emoción mediante la imaginación. Posteriormente (Lang, Kozak. Miller, Levin y McLean, 1983) se han ido acumulando pruebas que demuestran la potencia de la imagen como forma de provocar y de controlar la
  • 9. emoción. Se ha comprobado, por ejemplo, que la imaginación de un estímulo fóbico produce respuestas emocionales similares (aunque menos intensas) que la exposición real a dicho estímulo. El efecto emocional, tanto de miedo inicial como de curación de la fobia después del tratamiento, es mayor en personas de alta capacidad imaginativa. ¿Qué son exactamente esas imágenes capaces de provocar una emoción? En realidad no se trata necesariamente de impresiones de tipo fotográfico (Lang, 1979, 1984). Son, más bien, unas estructuras de infonnación procedentes de la memoria, en las que intervienen tanto conceptos de la memoria semántica como programas motores de la memoria procedimental. En las imágenes se agrupa información sobre percepciones (la serpiente ha empezado a arrastrarse hacia mí, ha abierto la boca, es de color verdoso con rayas negras...), sobre respuestas fisiológicas (he empezado a sudar, mi corazón late más rápido...) y sobre significado, que sirven para valorar la situación, determinar sus causas y prever las consecuencias (si mi corazón se acelera es que tengo miedo, si la serpiente abre la boca es que va a morderme...). Si se unen esos elementos se produce la emoción, tanto si proceden de la imaginación como si son reales. La intensidad depende de lo completa y lo consistente que sea la imagen. Cualquier incongruencia reduce la experiencia subjetiva. Por ello, si la información perceptual no es clara (bien sea porque la serpiente está lejos u oculta o porque consigamos no prestar atención a los detalles de su aspecto) la emoción disminuye. También es menor si se controla la respuesta fisiológica, por ejemplo si conseguimos disminuir la tasa cardíaca mediante técnicas de relajación. La eliminación de los pensamientos sobre lo que va a ocurrir o sobre nuestras respuestas fisiológicas permite asimismo controlar la emoción. Otro intento de aplicar nuestros conocimientos sobre emoción a la práctica clínica es la terapia racional-emotiva. Se basa en el control del pensamiento como forma de evitar la aparición de emociones negativas. Si preguntamos a un depresivo por qué se siente mal, probablemente dé una serie de razones objetivas para su estado de ánimo. Puede haber tenido problemas en el trabajo o discusiones familiares. Sin embargo, no toda persona que padece esos problemas desarrolla una depresión. Según Ellis (1962), el fundador de la terapia racional-emotiva, la diferencia está en el tipo de pensamientos o creencias que se producen ante cada situación. Imagine que tiene que arreglar un grifo que gotea. No lo ha hecho nunca y, a pesar de intentarlo, no lo consigue. A veces ocurre que ese acontecimiento mínimo produce tristeza y sensación de fracaso ¿Por qué? El motivo no es la situación mínima sino lo que, inconscientemente, pensamos sobre ella. Es posible que nos digamos: «soy un torpe, no sirvo para nada». El motivo está en una creencia irracional, internamente pensamos que hay que hacer bien cualquier cosa que nos propongamos. Ellis ha identificado doce tipos de pensamientos o creencias irracionales que median entre la situación y la emoción. Por ejemplo, considerar que la felicidad procede del exterior de la persona y se debe únicamente al azar, necesitar ser amado por todo el mundo, pensar que es mejor evitar los problemas que afrontarlos, etc. Para evitar que todas esas emociones se acumulen y acaben perjudicando a la misma salud mental es necesario combatir las creencias erróneas. Esta es la base de la terapia racional-emotiva que se ha aplicado no sólo a la depresión sino también a muchos otros trastornos emocionales. Como se ve, se trata de usar un proceso cognitivo (el pensamiento) como forma de controlar la experiencia emocional. CONCLUSIONES La emoción es un fenómeno complejo. En él se interrelacionan el resultado de los procesos fisiológicos con la interpretación cognitiva de esos procesos y de los acontecimientos que los provocaron. La psicología ha sido capaz de comenzar a entender los mecanismos que provocan, mantienen y modifican la experiencia emocional. El resultado muestra una interacción constante entre nuestro funcionamiento biológico, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos. Los fenómenos fisiológicos reaccionan ante los estímulos externos y los pensamientos internos, creando un estado de activación que predispone a la experiencia emocional. Al
  • 10. mismo tiempo, nuestra forma de ver el mundo (nuestras cogniciones), incluyendo los recuerdos de nuestra experiencia pasada, cambia constantemente en función de la emoción que nos domine en cada instante. Por último, el sistema cognitivo integra los mecanismos biológicos, la emoción, los recuerdos y las creencias en imágenes que modifican tanto la emoción como las respuestas biológicas. Se cierra así un bucle que se ocupa de crear y mantener los tres tipos de experiencia interna: biológica, emocional y cognitiva. PLANTEAMIENTO DEL CAPÍTULO En este capítulo hemos abordado cómo surge la emoción y qué relación tiene con la cognición. Para ello hemos pasado revista a varias concepciones clásicas sobre el tema, empezando por la teoría de James-Lange y terminando con los estudios de Lang, que están entre los más influyentes de la investigación actual. Debe tenerse en cuenta que la investigación sobre emoción no se limita al estudio de sus determinantes fisiológicos y cognitivos. Existen otros temas de gran importancia que no se han tocado. En particular, no se han mencionado los trabajos sobre la especificidad de la emoción, que se ocupan de los factores que distinguen una emoción de otra, qué diferencia la alegría de la tristeza o de la ira, etc. Los dos capítulos que el profesor Vila (en Tudela, 1983) dedica al estudio de la emoción en sus dos vertientes de generalidad y especificidad son una buena introducción al tema para el lector interesado. El último apartado del capítulo está directamente relacionado con el concepto de «inteligencia emocional», que se trata en el capítulo anterior (pág. 209). PARA SABER MÁS Por desgracia, no hay gran cantidad de información en español asequible para el lector no especializado. Una fuente adecuada podría ser el volumen sobre motivación y emoción editado por Palafox y Vila (1990). Algunos aspectos discutidos aquí, especialmente el experimento de Schachter y Singer, están expuestos de forma muy clara y amena en Lindsay y Nonnan (1977~. En inglés, un texto asequible y relativamente completo es Evans (1989). Una referencia muy completa y actualizada es Lewis y Haviland (1993). PREGUNTAS DE ESTUDIO 1. ¿Cuáles son las ideas principales de la teoría de James-Lange? 2. ¿Es posible encontrar estados fisiológicos diferentes para cada emoción subjetiva? 3. ¿Qué propone la hipótesis del biofeedback facial? 4. ¿Qué es la activación o arousal? 5. ¿Qué relación mantiene con la ejecución? (ley de Yerkes-Dodson). 6. ¿Cómo se pueden relacionar las variaciones de activación con las distintas emociones subjetivas? 7. Define ansiedad rasgo y ansiedad estado. 8. ¿Qué es la homeostasis? 9. ¿Qué propone la teoría de los procesos oponentes? 10. ¿Qué es el contraste hedónico? 11. ¿Qué es la habituación hedónica? 12. ¿Qué es la retirada hedónica? 13. Describe los cambios que se dan en las emociones subjetivas como resultado de los procesos A y B a lo largo de la experiencia repetida con la situación emocional. Aplícalo a ejemplos diferentes de los del texto. 14. ¿Qué propone la teoría de Schachter y Singer sobre la relación entre cambios fisiológicos y procesos superiores? 15. ¿En qué consiste el fenómeno de transferencia de excitación?
  • 11. 16. ¿Cómo afecta el estado emocional a la creatividad, a las expectativas sobre acontecimientos futuros y a la valoración de situaciones sociales? 17. ¿Qué propone la teoría semántica de la emoción de Gordon y Bower? 18. ¿Qué son las «imágenes» a las que se refiere Peter Lang? ¿Qué relación tienen con las imágenes de la Agenda Visoespacial que estudiamos en el Capítulo 5? 19. ¿Cómo se pueden utilizar las imágenes de Lang para controlar la emoción? 20. ¿Cuáles son las ideas centrales de la terapia racional-emotiva de EIlis?