2. Ira es un término de origen latino que se
refiere a la furia y la violencia. Se trata de
una conjunción de sentimientos
negativos que genera enojo e
indignación.
Es un estado emocional que varía en
intensidad. Varía desde una irritación
leve hasta una furia e ira intensa. Como
otras emociones, está acompañada de
cambios psicológicos y biológicos.
La Ira
Izard (1977, 1991) la describe como una
emoción primaria que se presenta
cuando un organismo es bloqueado en
la consecución de una meta o en la
obtención o satisfacción de una
necesidad
3. Está al servicio de nuestra
supervivencia a partir de tres funciones:
1. La facilitación del desarrollo rápido
de conductas de defensa-ataque
2. La vigorización de nuestra conducta
3. La regulación de la interacción
social. Es universal porque cualquier
miembro de la especie sano
experimenta ira
4. La psicología recomienda exteriorizar la ira de alguna manera, para evitar que ésta devenga en
enfermedad. Es importante señalar que existen diversas formas no violentas de canalizar un
sentimiento negativo; actividades tan sanas como la práctica de algún deporte o tan enriquecedoras
como el estudio de música y la ejecución de un instrumento representan algunas de las decisiones
más adecuadas para convertir al ira en algo positivo.
Dado que se trata de una cuestión interna, la visión que cada persona tiene de la ira es
potencialmente diferente, independientemente de la definición oficial que le haya dado la
psicología. Del mismo modo, los disparadores de esta sensación y las formas en la que reaccionan
ante su aparición varían de individuo en individuo. En general, la ira se encuentra íntimamente
ligada a la frustración, dado que surge como una combustión ante la imposibilidad de resolver algo.
5. Podemos distinguir, a grandes rasgos, entre un tipo de ira que persiste a lo largo del tiempo, que
aparece como respuesta a un suceso negativo del pasado que aún no haya sido resuelto, y otro
pasajero, puntual, provocado por un conflicto bien definido y que tenga lugar en el presente. En el
primer caso, se conoce que quienes han sufrido abusos, ya sea sexuales o psicológicos, durante la
infancia y no hayan tenido la oportunidad de enfrentar a sus agresores suelen presentar brotes de
ira a lo largo de toda su vida.
Aquí entra de nuevo la frustración, dado que la víctima siente una gran angustia ante la injusticia
que vivió y el hecho de no poder cambiar su pasado, y esto se convierte en un cúmulo de violencia
que jamás logrará desatar contra la o las personas responsables de su dolor, por lo cual la explosión
tendrá lugar de forma casi cíclica año tras año. Esto no significa que esta ira acumulada no pueda
encausarse y canalizarse de una forma no dañina para el sujeto.
8. La inducción de emociones genera cambios profundos en el sistema nervioso autónomo y en el
sistema endocrino. Se altera también la actividad cerebral, en especial en los lóbulos frontales y
temporales. Tal como Charles Darwin ya señaló, cada una de las seis emociones básicas —felicidad,
tristeza, sorpresa, aversión (asco), miedo e ira— se acompaña de patrones de respuesta fisiológica
específicos.
Así, en el caso concreto de la ira, la respuesta fisiológica se caracteriza por un incremento de la
frecuencia cardiaca y la tensión arterial sistólica, además de un aumento de la resistencia
vascular periférica, de modo que la tensión arterial diastólica sube.
En el sistema neuroendocrino, el efecto de la ira y de la agresión ofensiva (en humanos y en
primates no humanos) supone unos niveles altos de testosterona (hormona vinculada a la
conducta agresiva y dominante), así como niveles bajos de cortisol.
9. En el sistema neuroendocrino, el efecto de la ira y de la agresión ofensiva (en humanos y en
primates no humanos) supone unos niveles altos de testosterona (hormona vinculada a la
conducta agresiva y dominante), así como niveles bajos de cortisol.
Ya en el sistema nervioso central, destaca la actividad cerebral asimétrica de los lóbulos frontales
que se produce cuando experimentamos emociones. En este contexto, existen dos modelos
conceptuales. Por un lado, el modelo de valencia emocional, según el cual la región frontal
izquierda del cerebro se halla implicada en la experiencia de emociones positivas, mientras que la
región frontal derecha se relaciona más con las emociones negativas. El segundo modelo, de
dirección motivacional, vincula la región frontal izquierda con la experiencia de emociones que
provocan el acercamiento, y la región frontal derecha con las emociones que incitan a la retirada.
En general, las emociones positivas, como la felicidad, se asocian con una motivación de
acercamiento; las negativas, como el miedo o la tristeza, con la retirada. Sin embargo, al
experimentar ira, ambos modelos entran en contradicción.
10.
11. Científicos de la Universidad de Iowa
realizaron un estudio en el que se les
pidió a los participantes realizar una
tarea, con la finalidad de rechazarla sin
ningún fundamento y así provocar su
enojo. Al causar el enfado de los
participantes, captaron el momento
justo en el que en el cerebro se
activaron dos zonas: la corteza
cingulada anterior y la corteza dorso
lateral prefrontal.
La corteza cingulada anterior del
cerebro se encarga del control de las
emociones y la corteza dorso lateral
prefrontaldel cerebro, de la toma de
decisiones racionales, por lo que
impide que resalten los impulsos. Sin
embargo, en un estado de enfado
puede llegar a agotarse y deja de
funcionar.
Para las neurociencias de este último tiempo, la
región del córtex frontal también se encarga de
regular la agresión y los impulsos violentos
cuando las señales neurocerebrales que van
desde el tálamo a la amígdala se desvían hacia él
para generar procesos relacionados con la
racionalidad, la lógica, la ética, la moral y la
conciencia humana.
Otras función que compete al lóbulo frontal es
inhibición de la conducta ocasional a través de
un proceso que la ciencia denomina "control del
impulso". Este proceso impide que nuestras
acciones sean llevadas a cabo, lo mismo que
nuestros pensamientos sin pensar en las
consecuencias. Esta es la razón por la cual los
adolescentes son demasiado impulsivos, debido
a que el lóbulo frontal madura
neurológicamente, aproximadamente, a los 25
años de edad.
12. El cerebro trabaja en red —explica Manes—. Cuando se experimenta una emoción no se activa una
sola área, sino varias, pero generalmente hay una que tiene mayor protagonismo. En el caso de la
ira, esa zona crítica es la región del estriado ventral. Los científicos partieron de todo este corpus de
conocimiento. Sabían, además, que en especies animales el núcleo estriado ventral cumple una
función importante en la agresión. Si Darwin tenía razón, cabía esperar que en los seres humanos
tuviera una función similar...
Las pruebas decisivas llegaron a través del análisis de tres tipos de sujetos: unos con lesiones
focalizadas en la región del estriado ventral como consecuencia de un accidente vascular; otros que
habían padecido lesiones posteriores, y otros sanos.
"Cuando se les mostraban rostros con distintas expresiones las personas del segundo y tercer grupo
reconocían bien la ira —detalla el investigador—. Pero los del primer grupo mostraron un déficit
desproporcionado en la codificación de señales de agresión. Los pacientes reconocían que una cara
expresaba miedo, la otra disgusto y la tercera era neutral, pero no podían identificar la ira. Tampoco
podían experimentar esa emoción."
13. Según el científico, estos resultados ofrecen la primera evidencia de un déficit desproporcionado en
la regulación de señales humanas de agresión, particularmente de expresiones faciales, tras un daño
focal en la región del estriado ventral. En cambio, el daño en regiones más dorsales de los ganglios
basales no tuvo un impacto significativo en el procesamiento de la ira.
"Creemos que la región del estriado ventral no sólo participa en el reconocimiento de señales
humanas de agresión, sino que también desempeña un papel más general en la coordinación de la
conducta relevante para la adquisición y protección de valores naturales, como la defensa de la
pareja o el alimento", enfatiza Manes.
Y enseguida aclara: "Este estudio no contesta por qué ciertas personas son más agresivas que otras.
Muchas veces las investigaciones científicas no pueden extrapolarse directamente a la vida real. Pero
pensamos que este trabajo es pionero y seguramente abrirá la puerta a numerosas investigaciones".
15. Modificaciones y tolerancia
Expresando la ira
La manera instintiva, natural de expresar nuestra ira es responder agresivamente. La ira es una
respuesta natural, de adaptación a las amenazas, nos inspira poder, agresividad, sentimientos y
conductas, que nos permiten luchar y defendernos. Una cierta cantidad de ira, por lo tanto, es
necesaria para nuestra supervivencia.
Por otra parte, no podemos agredir a cada persona u objeto que nos irrita o nos molesta. Las
leyes, las normas sociales, y el sentido común establecen los límites sobre nuestras expresiones de
rabia. Las personas utilizan una variedad de procesos conscientes e inconscientes para lidiar con
sus sentimientos de enfado. Los tres principales son expresar, reprimir y calmarse. Expresar los
sentimientos de enfado de manera asertiva es lo más adecuado. Para ello hay que aprender a
dejar claro cuáles son nuestras necesidades, y cómo conseguir resolverlas sin herir al otro. Ser
asertivo no significa ser agresivo o exigente, significa ser respetuoso con uno mismo y con los
demás.
16. La ira puede ser suprimida, para poder convertirla o redirigirla. Esto ocurre cuando dejamos de
focalizar nuestro sentimiento de enfado y tratamos de centrarnos en algo positivo. El objetivo es
inhibir o reprimir la rabia y convertirla en un comportamiento más constructivo. El peligro en este
tipo de respuesta es que si no se permite su expresión externa, la ira puede volverse contra uno
mismo. La ira hacia adentro puede causar hipertensión, presión arterial alta o depresión. También
puede crear otros problemas o expresiones patológicas de la ira, tales como el comportamiento
pasivo-agresivo.O una personalidad que parece cínica y hostil. Las personas que están
constantemente molestando a los demás, criticando todo y haciendo comentarios cínicos no han
aprendido a expresar su ira de manera constructiva. Esto hace poco probable que tengan muchas
relaciones exitosas.
Por último, puede calmarse en el interior. Esto significa no sólo controlar su conducta externa, sino
también controlar sus respuestas internas, tomando medidas para reducir el ritmo cardíaco, calmarse
y dejar que los sentimientos desaparezcan.
17. Manejo de la Ira
El objetivo del manejo de la ira es reducir los
sentimientos y el despertar fisiológico que
veces no podemos deshacernos de las cosas o las
personas que nos enfurecen, ni se pueden cambiar,
pero podemos aprender a controlar nuestras
emociones
Estrategias para mantener el control
Relajación: control de la respiración y la
visualización de imágenes agradables, se han
demostrado muy eficaces así como, ejercicios de
control como el yoga y la meditación.
18. Reestructuración cognitiva: significa “cambiar la forma de pensar”. Las personal coléricas
tienden a maldecir, jurar y expresarse en términos muy alterados que reflejan sus pensamientos
internos. Cuando estamos enfadados los pensamientos suelen ser muy exagerados y
dramáticos. Se trataría de sustituir estos pensamientos por otros más racionales y adaptativos,
huyendo de descalificaciones y términos “absolutos” que no nos permiten procesar con
relatividad la situación que desencadena nuestra rabia. Es normal que tengamos sentimientos
encontrados con alguna persona o situación, es lógico sentirse frustrado, decepcionado o
dolido con ello pero sin llegar a generar ira o emociones tan desproporcionadas. Este proceso
no es fácil ni automático, es más bien el resultado de un esfuerzo y un cambio gradual para el
que podemos necesitar la ayuda de un especialista.
19. Mejorar la comunicación: Las personas enojadas tienden a centrarse en los hechos y en las
conclusiones que, muchas veces son del todo inexactas. Lo primero que debemos hacer en una
discusión acalorada es reducir la velocidad y el volumen de nuestro discurso y pensar bien lo que
decimos, no decir lo primero que se nos venga a la cabeza. Al mismo tiempo hay que escuchar al
otro y tomarnos nuestro tiempo antes de contestar. Es normal ponerse a la defensiva cuando nos
sentimos criticados, pero no “luchar”. Mantener la calma puede prevenir que la conversación no
acabe siendo un desastre.
Usar el humor: A veces el humor puede ayudar a calmar la rabia, nos ofrece una perspectiva más
equilibrada y relativiza los hechos. El doctor Deffenbacher comenta que el discurso subyacente
de las personas enfurecidas suele coincidir con afirmaciones como “las cosas son como yo digo”
“es lo lógico, lo moralmente correcto” cambiar de opinión para ellos es una humillación
insoportable. El doctor nos anima a imaginarnos que no poseemos verdades absolutas, no
somos dioses.
20. Solución de problemas: En ocasiones la ira y la
frustración son causadas por problemas reales e
ineludibles de nuestras vidas, son respuestas naturales.
También aumenta la frustración la falsa creencia de que
todo problema tiene una solución, cuando descubrimos
que este no es el caso, resulta más adaptativo dejar de
centrarse en la búsqueda de la solución y buscar las
estrategias para manejar y enfrentar el problema. Se
trata de hacer un plan y controlar su evolución a lo
largo del proceso, no tanto de encontrar salidas
inmediatas al problema evitando creencias del tipo
“todo o nada”
21. Cambiar el entorno: A veces es nuestro entorno inmediato el que nos da motivos para estar
irritados, las responsabilidades y los problemas pueden convertirse en “trampas” llenas de
acontecimientos y personas que nos alteran. Es necesario tomarse un descanso que podemos
programar en las horas más estresantes de la jornada. Se pueden establecer códigos como
el dedicarnos a nosotros mismos unos minutos después del trabajo y antes de afrontar las
rutinas caseras y las demandas de los demás componentes del núcleo familiar. Se pueden
controlar variables del ambiente como el hecho de evitar discutir si nos encontramos cansados,
basta con cambiar los tiempos dedicados a hablar de hechos relevantes, para que la
conversación no se convierta en discusión. Se puede moderar el volumen de la comunicación,
se pueden plantear alternativas de cambio, modificar los espacios para conversar, no
centrarnos selectivamente aquello que nos irrita, etcétera. El objetivo es mantener la calma.