1. F E B R E R O , 2 0 1 6
MAESTRÍA EN EDUCACIÓN. TERCER CUATRIMESTRE.
UNID SEDE TAPACHULA. CURRICULUM.
ALUMNA: BELLA VILLALOBOS.
ASESORA: BLANCA ESTHELERA LÓPEZ CITALÁN.
2. La información, la comunicación, la educación y el conocimiento
son esenciales para la iniciativa, el progreso y el bienestar de las
sociedades. A su vez, las tecnologías de la información y la comunicación
(TIC) que potencian esos cuatro conceptos, tienen inmensas repercusiones
en prácticamente todas las dimensiones de nuestras vidas. La capacidad
de las tecnologías digitales para superar o, en todo caso, reducir las
consecuencias de muchos obstáculos tradicionales, especialmente los que
suponen el tiempo y la distancia, ha propiciado que, por primera vez en la
historia, el vasto potencial de estas tecnologías sea utilizado por millones
de personas en todo el mundo y en beneficio de ellas.
En efecto, nos encontramos en la sociedad de la información, en la
sociedad red, en la sociedad del aprendizaje, en la sociedad del
conocimiento. Bien sabemos que a través de la información surge el
conocimiento, una vez que aquella ha dado significado a los datos, con el
apoyo inexcusable de la educación, de las experiencias previas y de los
valores asumidos. Cierto que el conocimiento se produce por una
confluencia, entre otros, de dos factores sustanciales, la indicada
información (búsqueda, procesamiento, almacenamiento) y la
comunicación (distribución e intercambio de información).
Estos procesos se activan de forma sistemática a través de la
educación para lo que entendemos que se hace preciso el uso adecuado
de los recursos, Sociedad del Conocimiento y Educación, herramientas,
aplicaciones, redes y entornos tecnológicos que configuran elementos
esenciales de esta sociedad. Pero esas posibilidades no son universales, no
todos disponen de ellas.
Existe la brecha digital. Cuando el acceso a esas herramientas y
soportes está limitado para determinados sectores de la población
3. venimos hablando, en efecto, de brecha digital. Pero esas desigualdades
entre los que tienen acceso y los que no, no debe frenar nuestra defensa a
ultranza de unas tecnologías digitales usadas adecuadamente, en lo que
más nos importa ahora, a efectos educativos.
Hemos de recordar que brecha, aunque no digital, la hubo siempre,
por ejemplo, entre los que sabían y podían leer y los que no, entre los que
sabían y podían escribir y los que no, entre los que iban a la escuela y los
que no. ¿No eran éstas unas brechas tan dolorosas que marcaban
nítidamente fronteras de desigualdades lacerantes? ¿Debe preocuparnos
la brecha digital?, ¿cómo no?, pero no sólo esa, la referida a las
posibilidades de acceso o no a las tecnologías digitales.
Existen otras brechas, digitales también, en las sociedades
desarrolladas. Por ejemplo, en el campo que nos ocupa, la brecha
generacional con implicaciones, sin duda, en los centros educativos y
aquella existente entre los ciudadanos que usan estas tecnologías de
forma adecuada y aquellos otros que aún disponiendo de ellas o
pudiendo acceder a las mismas sin grave dificultad, no lo hacen o no las
usan adecuadamente.
En este último caso la escuela tiene un buen reto por delante. Bien
sabemos que en los países desarrollados nuestros niños, adolescentes y
jóvenes viven en la red o, al menos, rodeados de artefactos y artilugios
digitales. Gran parte de ellos se engancharon a la red, en ocasiones en
contra de las sugerencias que desde sus centros educativos se les
marcaban o, en todo caso, en contra de las prácticas de esos centros
docentes.
Si además de la convivencia tradicional, la de las relaciones
presenciales, nuestros alumnos viven en los ambientes y redes virtuales, ¿no
sería bueno que en la escuela atendiéramos los dos ambientes de
habitabilidad real de nuestros estudiantes y no sólo uno de ellos? Sería de
desear que en todos los países e instalaciones educativas (muchos están
lejos de lograrlo) nuestros niños y adolescentes finalizasen sus estudios de
enseñanza primaria, cuánto más de la secundaria, plenamente
alfabetizados en la imprescindible lectoescritura, en el inevitable lenguaje
audiovisual y en todo lo que suponen los nuevos códigos tecnológicos e
4. informacionales de los sistemas digitales, cada vez más necesarios. Este
último tipo de alfabetización, la digital, debería permitir a quienes salen de
la escuela una relación y participación con los otros miembros que
pueblan la red, utilizando las herramientas apropiadas para cada tipo de
relación o actividad que se desee emprender. Los filtros que desde la
escuela se pueden establecer, sin duda que enriquecerán el uso ideal de
dispositivos, herramientas y aplicaciones digitales.
La sociedad del Conocimiento difiere de la sociedad de la
información por su énfasis en la importancia de los derechos humanos y en
el carácter participativo de la sociedad civil: libertad de opinión, derecho
a la educación derecho a la participación libre en la vida cultural, las artes
y el avance científico, el uso del conocimiento como auxiliar en la lucha
por abatir la pobreza, etc. Existen conceptos deferentes y debatidos por la
sociedad del conocimiento: La educación es algo que se recibe en un
momento determinado de la vida (educación para toda la vida).
Quien produzca o tenga la información tiene el poder, recordemos
que la información no es conocimiento y el poder reside en quien use la
información. El mejoramiento de los desempeños y habilidades de la gente
depende de su aprendizaje disciplina, además de las nuevas funciones
para la educación así como la relación estrecha entre la educación y la
vida para incrementar aspectos sociales, económicos, políticos y culturales
y así poder pasar de una sociedad de la información a una sociedad del
conocimiento.