El documento discute las crisis y contradicciones que estrangulan a la Unión Europea, comparándolas con el mítico nudo gordiano. Propone varias soluciones como mutualizar deuda, crear un presupuesto y parlamento centrales de la eurozona, y una mayor transferencia de soberanía a nivel europeo, pero reconoce la complejidad de lograr un consenso dado los intereses encontrados.
1. El nudo gordiano de Europa
Manfred Nolte
Según una tradición recogida por Plutarco, en la antigua capital de Frigia se
guardaba un carro propiedad de un tal Gordias amarrado a su yugo por un nudo
inextricable . El oráculo pronosticaba que quien consiguiera desatarlo sería el
dueño de Asia. En el año 333 AC, Alejandro Magno intentó deshacerlo y al no
hallar los cabos, lo cortó a mandobles con su espada. Tal acción se conoce desde
entonces como la “solución alejandrina” al mítico nudo gordiano.
El nudo que estrangula al euro está compuesto por sucesivos bucles sin solución
de continuidad: primero la hidra de múltiples cabezas, crisis de deuda soberana,
crisis bancaria y crisis macroeconómica. Lo particularmente dañino del caso es
que las crisis se refuerzan y alimentan mutuamente produciendo finalmente una
ausencia de confianza que cuestiona abiertamente la misma existencia de la
Unión monetaria.
Si lo anterior constituye el cupo de adversidades atribuibles al carruaje, cabe
citar otra lacra que cubre el yugo de la moneda comunitaria: la cainita
catalogación de los países que la detentan entre deudores y acreedores,
superavitarios y deficitarios, austeros y vividores, eficientes y ramplones, en
resumen: centrales y periféricos en dos comunidades donde los recelos mutuos
parecen irreversibles.
La desafección de los ciudadanos hacia los políticos e Instituciones
comunitarias, les lleva a abordar soluciones individuales a la vez comprensibles
y dañinas, arbitrando planes de contingencia que agudizan las desigualdades
entre países. Las naciones más ricas registran una afluencia masiva de fondos y
se financian gratis. Las más vulnerables pagan tipos estratosféricos, contemplan
impasibles el saqueo de sus balanzas de capitales y se vuelven
(drogo)dependientes de la liquidez del BCE y del Target 2, el sistema de
compensación de los bancos europeos.
La mitificación de las reglas fiscales –materializada a finales de 2011 en el
llamado „six pack‟- y el empeoramiento de las condiciones económicas en todo
Europa reabren diariamente el debate entre disciplina fiscal y crecimiento, dos
objetivos tan deseables como contradictorios, provocando una oleada de críticas
en relación al „timing‟ o calendario de implementación.
Unamos a todo ello las contradicciones de un área monetaria ineficiente, mal
concebida en sus orígenes, distante del área óptima preconizada por Robert
Mundel, donde primaba una absoluta movilidad de los factores de la producción
y tendremos todos los elementos para construir un rascacielos político tan frágil
como amenazador. Sin actuación sobre el tipo de cambio o los tipos de interés,
sin un prestamista de última instancia, solo la solidez y la tradición del modelo
heredado de la Europa de mediados del siglo XX ha contribuido a que en
algunos países no se repitan los colapsos registrados en la Unión Soviética y
otros similares.
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2. Lo que podía constituir simplemente un lío fenomenal, traspasa el umbral de la
amenaza y se erige en la cruda realidad diaria del paro y la recesión, donde la
carga disciplinaria recae en quienes más necesitan crecer, recuperarse y crear
puestos de trabajo.
„El noble experimento del Euro‟, en palabras de Alan Greenspan, puede venirse
abajo. El sueño europeo se desvanece. Esta Europa ya no funciona y corre el
grave peligro de su fragmentación o desintegración. Segar el nudo de todas las
contradicciones. Una solución alejandrina. Reinventar Europa, he ahí el dilema.
El divorcio entre la sociedad civil –Academia y „Think Tanks‟ incluidos – y la
oficialidad comunitaria – que no es otra que la oficialidad alemana y la de sus
halcones- es patente. Frente a la empecinamiento del poder teutón –austeridad
a ultranza- se alzan voces e iniciativas clarividentes.
Bruegel (setiembre 2012) propone un programa de acción comunitaria basado
en priorizar la vigilancia y acompañamiento en los países periféricos (acción de
tutela y preventiva), más que insistir en la amenaza sancionadora de déficits
excesivos.
Un elenco de expertos, el ICEC, destaca la imposibilidad de construir
mecanismos de largo plazo en tanto el saldo (legacy overhang) de los
desequilibrios en deuda externa, competitividad e inadecuación de capital en las
instituciones financieras impiden una trayectoria de avance hacia una Europa
saneada. Es responsabilidad de todas las naciones, deudoras y acreedoras, que
contribuyeron al deficiente diseño europeo, contribuir a la solución previa de
aquellos problemas. En ausencia de un esfuerzo colectivo la zona euro se
desintegrará rápidamente.
El informe de los „Consejo alemán de expertos’ se prologa con el
diagnóstico habitual: unos países en dificultades que deben superar tres
problemas básicos: una deuda soberana asfixiante, bancos insuficientemente
capitalizados para amortiguar los choques graves y competitividad deficiente
que conduce a un crecimiento potencial bajo. La prevalencia asfixiante de las
políticas de austeridad ha conducido a un punto muerto entre las medidas
destinadas a la estabilización a corto plazo y la provisión de la base estructural
de prosperidad a largo plazo. La propuesta del Consejo pasa por tender un
puente entre la estabilización a corto plazo y la gobernanza a largo plazo: El
„Pacto de Redención Europea‟, uno de cuyos elementos es el „Fondo de
Redención Europeo‟. De hecho, el Pacto se basa en tres pilares: un Fondo de
Redención confiando en mutualizar parte de la deuda de la zona euro, el Pacto
Fiscal, en particular el compromiso de limites al endeudamiento
preferiblemente a nivel constitucional, y la instalación de un mecanismo de
resolución de crisis, con medidas para la posible participación del sector privado
en las crisis futuras.
En un ensayo publicado en el „New York Times‟ el multimillonario y filántropo
George Soros apunta a los acreedores ricos de la eurozona, en particular a
Alemania, para que acompañen las responsabilidades financieras de los estados
deudores. “En mi opinión procede persuadir a Alemania para que elija entre ser
un mecenas benevolente o abandonar el euro”, escribe Soros. Esta última
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3. opción no exenta de inconvenientes salvaría la eurozona, a consecuencia de una
deprecación del euro, en la que los deudores ganarían competitividad y los
acreedores incurrirían en pérdidas, alcanzando un nuevo nivel de equilibrio.
El Club de Berlín, un grupo de 11 ministros de asuntos exteriores liderado por
el alemán Westerwelle, lanza la propuesta de „más Europa‟ con el horizonte del
federalismo, otorgando más poderes al Parlamento y nombrando un Presidente
de la Comisión por sufragio universal.
En la misma línea se mueve Durao Barroso cuando en el reciente „Discurso
sobre el estado de la Unión‟ „hace un llamamiento “a la creación de una
Federación de Estados nación. No de un súper-Estado, sino de una Federación
democrática de Estados nación que puedan abordar nuestros problemas
comunes compartiendo soberanía de modo que cada país y cada ciudadano
disponga de mejores medios para controlar su propio destino. Se trata de la
Unión con los Estados miembros, no contra los Estados miembros. En la era de
la globalización, unir soberanías significa más poder, no menos.”
Este menú se une a la última propuesta Van Rompuy, de plantear en la
cumbre de octubre la creación de un presupuesto central para la eurozona y la
emisión “limitada” de deuda conjunta para reforzar la Unión Económica y
Monetaria.
Si se sabe leer, el eslogan „más Europa‟ solo es compatible con mayores registros
de mutualización de los países de los periféricos deudores, quienes a su vez
deben asumir una pérdida gradual de soberanía.
Pero la actual tesitura es enormemente complicada. Como ha señalado Iñaki
Caminos, “La gestión política de la crisis ha ido creando un choque de trenes:
estrategias contrarias respaldadas por instituciones y opiniones públicas
democráticas compitiendo en un campo institucional en el que los europeos no
creen porque la refundación europea no ha alcanzado la legitimidad suficiente
para liderar una salida a la crisis.”
Necesitamos un líder que, como Alejandro Magno, no se deje amedrentar por
los aparentemente insalvables absurdos del sistema.
Títulos alternativos:
Reinventar Europa
Una nueva visión de Europa
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