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TEMA 4: LAS AGUAS Y LA RED HIDROGRÁFICA (PEVAU).
La hidrología española incluye las aguas superficiales y las aguas subterráneas. Ambas pueden ser
corrientes, como los ríos y arroyos, o estancadas como lagos y humedales.
Un río es una corriente continua de agua, más o menos caudalosa, que desemboca en el mar, en otro
río o en un lago. Los arroyos son ríos pequeños de escaso caudal y profundidad, que puede secarse. Los
lagos son un gran depósito natural de agua en una depresión del terreno, que recoge aguas pluviales,
subterráneas o de uno o varios ríos. Y los humedales son zonas de tierra, generalmente plana, cuya
superficie se inunda de manera permanente o intermitente
4.1. INTRODUCCIÓN.
La disposición del relieve español divide a nuestros ríos en tres vertientes, según el mar al que
desaguan: la Atlántica, la Cantábrica y la Mediterránea. Dentro de estas vertientes, cada río forma parte de
una cuenca hidrográfica, que es el territorio regado por un río principal y sus afluentes y está delimitada
por las líneas de cumbres que conforman su divisoria de aguas. Dentro de cada cuenca, los ríos trazan su
cauce o espacio por el cual circulan. Si el cauce recorre un territorio llano, puede describir grandes curvas
llamadas meandros.
La organización del relieve peninsular provoca los siguientes efectos sobre los ríos españoles:
- Disimetría entre la vertiente atlántica y mediterránea: más de 2/3 de la superficie peninsular
desagua al Atlántico. La causa de esto es el basculamiento del bloque de la Meseta hacia el Oeste y
el plegamiento de su borde oriental durante la orogenia alpina. Los grandes ríos atlánticos nacen en
la Ibérica y recorren alrededor de 1000 Km sobre un terreno de poca pendiente. Reciben largos
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afluentes que regularizan su curso. En cambio, los ríos mediterráneos que nacen en la Ibérica tienen
de 100 a 200 Km, son de pendientes pronunciadas y de régimen irregular.
- Características de los rebordes de la Meseta: la Cordillera Cantábrica, con sus cerca de 2500 m y
muy próxima al mar origina ríos de fuerte pendiente, que salvan a veces 2000 m en menos de 100
Km de recorrido. Son ríos caudalosos, por la abundancia de precipitaciones y de gran potencia
erosiva por su pendiente, cortando el relieve en hoces o desfiladeros profundos y estrechos. Sierra
Morena, apenas un escalón entre la Meseta y la Depresión del Guadalquivir, y con lluvias escasas,
origina cursos mal alimentados y de escaso poder erosivo.
- Disposición de las grandes cordilleras alpinas y sus fosas: en la Depresión del Ebro se reúnen
aguas procedentes del Pirineo y la Ibérica, alimentando el gran colector que es Ebro. En el Valle del
Guadalquivir se recogen las procedentes de Sierra Morena y las Béticas, formando cursos de agua
menos caudalosos que los de la Depresión del Ebro.
Un dato elemental para apreciar la importancia de un río es su caudal, entendido este como la
cantidad de agua que transporta, expresada en metros cúbicos por segundo. Se mide en las estaciones de
aforo que hay distribuidas por la geografía española y los datos recogidos se presentan en sus doce valores
mensuales, o reducidos a la cifra media anual. Son cifras que expresan el caudal absoluto. El río más
caudaloso es el Duero (660m³), seguido del Ebro (614m ³). El caudal guarda relación con el tamaño de los
ríos y que, en general, los más largos son los más caudalosos. Los caudales descienden de norte a sur.
Así, los ríos de mayor caudal (Duero, Ebro) pertenecen al tercio septentrional de la Península; el Tajo
se sitúa en un nivel intermedio; y el Guadiana y el Guadalquivir que son los menos caudalosos, ocupan la
parte meridional.
Aunque los datos de caudal absoluto de los ríos son muy expresivos de su magnitud, no informan
acerca de si la cantidad de agua que transporta un río es consecuencia de la abundancia de precipitaciones o
de que drena una superficie muy grande. Por ello, la noción de caudal absoluto ha de complementarse con la
de caudal relativo, que es la noción que realmente nos permite hablar de la caudalosidad de los cursos de
agua.
Atendiendo a los datos de caudal relativo de los grandes ríos, podemos establecer una jerarquización
de los mismos de acuerdo con su importancia hidrológica y ponerla en relación con los elementos del clima.
Así quedan de manifiesto las diferencias entre ríos muy caudalosos, como el Miño o el Nalón, que drenan
cuencas reducidas de clima oceánico, y ríos de escaso caudal, como el Guadiana y el Júcar, que avenan
cuencas mayores pero de clima mediterráneo. En cuanto al caudal se refiere, también es obligado mencionar
las extraordinarias variaciones de nivel que acusan nuestros ríos. Éstas variaciones de nivel van asociadas a
la persistencia de precipitaciones, a precipitaciones de alta intensidad horaria, a la fusión brusca de nieves,
etc.
4.2. LAS VERTIENTES HIDROGRÁFICAS ESPAÑOLAS.
Una vertiente hidrográfica es el conjunto de cuencas cuyas aguas vierten en el mismo mar. En la
Península se observa una gran disimetría entre las vertientes atlántica y cantábrica (en las que desembocan el
69% de los ríos peninsulares) y la vertiente mediterránea (en la que desagua el 31% restante). La causa es la
inclinación de la Meseta hacia el oeste a partir del Sistema Ibérico.
- Vertiente Cantábrica: los ríos que nacen en la Cordillera Cantábrica son cortos (alrededor de 100
Km), regulares y caudalosos por el clima y de gran poder erosivo por el fuerte desnivel que salvan.
Entre ellos, destacan el Bidasoa, Nervión, Sella y Nalón. A pesar de que esta vertiente solo ocupa un
4% de la superficie peninsular, tiene gran importancia por el elevado volumen de precipitaciones que
recibe.
Los ríos cántabros y vascos son muy regulares, mientras que los asturianos y, sobre todo los gallegos
sufren un corto estiaje. Todos ellos son cursos de gran poder erosivo. En el macizo calizo de los
Picos de Europa algunos han excavado espectaculares cañones o desfiladeros, destacando los del
Cares y el Deva.
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Aunque suelen ser bastante regulares, pueden, ocasionalmente, producir avenidas (crecidas). Los
efectos de estas se agravan por la ocupación humana de los lechos de los ríos o por construcciones
que obstaculizan el cauce. Las crecidas son más habituales en invierno, cuando las lluvias son más
abundantes.
- Vertiente Atlántica: los ríos de esta vertiente suelen ser de considerable longitud, al nacer cerca del
Mediterráneo y desembocar en el Atlántico. Su fuerza erosiva es escasa, dado que discurren por
llanuras en las que apenas se hunden, pero forman barrancos en los desniveles. Su caudal es
abundante, porque tienen numerosos afluentes, pero su régimen es irregular. Presentan estiaje en
verano coincidiendo con el mínimo de precipitación, y crecidas con las lluvias de otoño y primavera
(de diciembre a marzo). De norte a sur, las principales cuencas que la forman son las siguientes:
Miño, Sil, Duero, Tajo, Guadiana y Guadalquivir.
- Vertiente Mediterránea: los ríos de esta vertiente, salvo el Ebro, son los más irregulares y cortos de
la Península porque nacen en montañas próximas al mar. Por este motivo, son ríos abarrancados, que
erosionan violentamente las laderas deforestadas. En verano sufren un fuerte estiaje y muchos de
ellos son ramblas, cauces que suelen estar secos, pero que, tras una fuerte precipitación, pueden
llevar elevados caudales de agua. Si tenemos en cuenta que en el área del mediterránea pueden darse
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precipitaciones torrenciales (situaciones de gota fría), que los ríos son cortos y de pendiente
pronunciada y que la vegetación es escasa, podremos explicarnos que, periódicamente, se produzcan
en ella crecidas e inundaciones catastróficas, generalmente en otoño. Como consecuencia, ha sido
necesario construir embalses para regularizar el caudal y abastecer de agua los núcleos de población,
a la agricultura y a la industria. En la vertiente mediterránea son también frecuentes los torrentes,
cursos intermitentes que solo llevan agua cuando llueve. Gran parte del año, sus cauces o ramblas se
encuentran secos. Describiremos, a continuación, el Río Ebro, los ríos catalanes, los levantinos y los
penibéticos: Ebro, ríos catalanes (Ter y Llobregat), ríos levantinos (Turia, Júcar y Segura) y ríos
penibéticos (Guadalhorce).
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- Baleares y Canarias: carecen de ríos propiamente dichos. Tienen arroyos o corrientes de agua de
escaso caudal, alimentados por manantiales. En Canarias, la sobreexplotación de los acuíferos ha
supuesto que apenas existan arroyos permanentes en la actualidad. Los torrentes también son
frecuentes en ambos archipiélagos.
4.3. LOS RÍOS Y LAS CUENCAS HIDROGRÁFICAS.
La cuenca es el territorio cuyas aguas vierten a un río principal y a sus afluentes. Las cuencas se
caracterizan por los rasgos siguientes:
- Se encuentran separados por divisorias de aguas, formadas por las cumbres de los relieves
montañosos que las delimitan.
- En la cuenca, los ríos circulan por un cauce o lecho, y forman una red organizada jerárquicamente
desde los subafluentes y afluentes hasta
llegar al río principal.
Las cuencas peninsulares más destacadas
son:
- Miño-Sil. Son los ríos gallegos por
excelencia. El Miño nace en las montañas
septentrionales de Galicia, en Pedregal de
Irimia (Meira, Sierra de Meira). Tiene un
recorrido de norte a sur, que atraviesa
Ourense y Tuy, hasta unirse con su principal
afluente, el Sil. Desemboca en el Océano
Atlántico (La Guardia – Caminha), tras
servir en último trecho de frontera entre
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España y Portugal. Tiene una longitud de 343 Km y es uno de los ríos más caudalosos de España,
pese a disponer de una superficie de cuenca muy reducida. Su caudal es regular y considerable, de
unos 350 m3/ seg como media. El principal embalse de su cuenca es el de Belesar, destinado a la
producción eléctrica. En la vertiente Atlántica gallega existen además otros ríos menos importantes
como el Ulla y el Tambre.
- Duero. Es el río de la submeseta
septentrional. Su cuenca hidrográfica es la
mayor de España, aproximadamente unos
100000 Km². Se trata de una cuenca
simétrica, que recibe afluentes importantes
por ambos lados. Sin embargo, son más
caudalosos los de su margen derecha,
procedentes de la cordillera cantábrica. Los
más importantes son el Pisuerga y el Esla, por
el norte, y el Aploja y Tormes, por el sur.
Nace en los Picos de Urbión, en el Sistema
Ibérico, y desemboca en Oporto (Portugal),
tras un recorrido de 913 Km. Su caudal es de
660 m³/s y es nuestro río más caudaloso ya
que tiene una tupida red de afluentes que
recoge aguas de la cordillera Cantábrica, el Sistema Ibérico y el Sistema Central, y es responsable de
su elevado caudal. Pasa por Soria, Aranda del Duero, Toro y Zamora. Su curso sirve de frontera con
Portugal y en este tramo se encaja profundamente en la zona conocida como los Arribes del Duero,
donde se construyó uno de los mayores complejos hidroeléctricos peninsulares. En su cuenca se
localizan importantes embalses (Riaño, Ricobayo, Almendra, Aldeadávila…) destinados a usos
agrícolas y energéticos.
- Tajo. Es el río
más largo de la
península Ibérica
(1202 Km). Nace
en la sierra de
Albarracín
(Teruel), y
discurre entre el
Sistema Central y
los Montes de
Toledo, pasando
por Aranjuez,
Toledo, Talavera
de la Reina y
Alcántara.
Desemboca cerca
de Lisboa, en el
mar de la Paja,
formando el
estuario del
mismo nombre.
Sus principales afluentes son el Jarama, el Guadarrama, el Alberche, El Tiétar y el Alagón. Destacan
en él los embalses de Valdecañas y Alcántara. Parte de sus aguas son desviadas desde su cabecera a
la huerta murciana, mediante el trasvase Tajo-Segura.
- Guadiana. Tradicionalmente se señalaban las lagunas de Ruidera como su lugar de nacimiento. Hoy,
este se sitúa aguas abajo, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha (España), en el
manantial de los Ojos del Guadiana, situado en el término municipal de Villarrubia de los Ojos
(Ciudad Real), a 608 m de altitud. Con una longitud de 840 Km, es el menos caudaloso de los
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grandes ríos peninsulares, pues solo desagua 79 m³/s, lo cual resulta lógico si tenemos en cuenta la
escasa altitud de las montañas que lo rodean. Pasa por Mérida y Badajoz, y desemboca en Vila Real -
Ayamonte, tras formar frontera entre España y
Portugal. Sus principales afluentes por la
derecha son el Záncara y el Cigüela y, por la
izquierda, el Jabalón y el Zújar. En su cuenca se
han construido grandes embalses para la
irrigación agrícola, entre los que destaca el de
La Serena, el mayor de España y uno de los de
mayor capacidad de la Europa occidental.
- Guadalquivir. Nace en la
sierra de Cazorla, provincia de
Jaén, y desemboca en Sanlúcar
de Barrameda tras un recorrido
de 560 Km por las fértiles
tierras de la depresión bética.
Pasa por Andújar, Córdoba y
Sevilla. Recoge aguas de Sierra
Morena a través de los
afluentes de su margen
derecha, que son cortos y
objeto de intensa regulación y
aprovechamiento. Los más
importantes son el Guadalimar,
Jándula, Guadalmellato,
Bembézar y Viar. Por la
margen izquierda recibe al Guadiana Menor y al Genil, que nace en Sierra Nevada y riega la fértil
vega de Granada. Su cuenca estuvo abierta al mar, que todavía penetra por su desembocadura
formando marismas. En ellas se encuentra el Parque Nacional de Doñana.
- Ebro. Es el más importante de los
ríos exteriores a la Meseta. Su cuenca
hidrográfica supera los 95000 Km² y
su caudal es elevado. Nace en las
cercanías de Reinosa (Cantabria),
pasa por Haro, Logroño y Zaragoza,
y desemboca en Deltrebe
(Tarragona), formando el delta que
lleva su nombre. Los principales
afluentes de su izquierda (Aragón,
Gállego, Cinca-Segre…), esto es, del
Pirineo. Los afluentes de la margen
derecha, como el Jalón o el
Guadalope, son menos importantes. Tiene una longitud superior a los 900 Km y representa la
paradoja de ser una vía muy caudalosa sobre una zona muy seca, lo que es posible gracias a los
afluentes de los Pirineos y del Sistema Ibérico. Tiene un régimen complejo, resultante de la
alineación pluvial de su cabecera y nivo-pluvial y pluvio-nival de los afluentes montañosos.
- Segura, Júcar y Turia. Son excelentes ejemplos de ríos mediterráneos, tanto por su moderada
longitud como por su caudal reducido. Su régimen es pluvial y está determinado por el roquedo
calizo de sus lugares de nacimiento. Tienen gran importancia a efectos agrícolas, pues el primero
riega las huertas murcianoalicantinas y los otros dos, la huerta valenciana.
o Turia: Nace en Sierra de Albarracín y atraviesa Teruel y Valencia, donde desemboca.
o Júcar: el más importante tras el Ebro, con un afluente de importancia: el Cabriel. Su cuenca
baja forma una amplia llanura. Nace en Cerro de San Felipe (Sierra de Tragacete, Cuenca) y
desemboca en Cullera (Valencia).
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o Segura: Nace en la Sierra de Segura y riega la huerta murciana hasta desembocar en
Guardarmar del Segura (Alicante).
4.4. LOS REGÍMENES FLUVIALES.
Por régimen fluvial entendemos el comportamiento del caudal medio de un río a lo largo del año, es
decir, el modo habitual de fluencia de sus aguas. Se estudia a partir de los datos de caudal, pero el manejo
directo de estas cifras tiene ciertos inconvenientes, como el de hacer muy difíciles las comparaciones. Los
coeficientes mensuales se pueden representar gráficamente con el fin de obtener una imagen del régimen
fluvial.
Los regímenes fluviales se clasifican, básicamente atendiendo a la procedencia de sus aguas.
Distinguimos un régimen pluvial, en el que el agua que llevan los ríos procede directamente de la lluvia, y
un régimen nival, en el cual las aguas fluviales procederían de la fusión de las nieves. En el primer caso, el
tiempo que media entre la caída del agua y su evacuación por los ríos es muy escaso, siempre y cuando los
suelos se hallen saturados. En el segundo caso pueden transcurrir varios meses, pues depende de la
persistencia de las bajas temperaturas y del momento en que se alcance la fusión de las nieves. Entre unos y
otros regímenes existen situaciones intermedias según predomine en el mismo la nieve o el agua.
La mayoría de los ríos españoles son de alimentación pluvial, por lo que se observan regímenes
diferentes de acuerdo con la variedad climática de la Península.
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- Pluvial: el caudal del río sigue la curva de las precipitaciones, con mínimo estival, muy acusado.
Hay diferentes variantes según las zonas climáticas:
o Régimen pluvial oceánico. Se caracterizan por la abundancia de aguas durante todo el año y
por no tener grandes crecidas ni estiajes, como corresponde a la secuencia anual de las
precipitaciones del clima atlántico. A este tipo pertenecen los ríos cántabros y gallegos, cuya
principal ventaja a efectos de aprovechamiento hidrológico es la regularidad y constancia de
sus caudales.
o Régimen pluvial subtropical o mediterráneo continental. Es propio de las tierras del
interior, de la España seca, en las que la precipitación anual es reducida, está mal distribuida
en el tiempo y presenta una sequía estival muy pronunciada, que se acrecienta por las
elevadas temperaturas. Las diferencias de caudal son notables entre períodos de máxima y
mínima, apareciendo unos coeficientes mensuales tan contrastados como para advertir la
existencia de dos estaciones contrapuestas. La de abundancia de aguas y la de estiaje.
o Régimen pluvial mediterráneo. Se caracteriza por las inflexiones que muestra su gráfica.
Registra un máximo principal en otoño y otro secundario a finales de invierno-primavera,
destacando un mínimo estival menos acusado en duración e intensidad que en el régimen
mediterráneo continental.
- Nival. Se limita a las cumbres centrales pirenaicas. Su característica principal es la de ofrecer un
régimen muy simple, con una estación de aguas muy altas y elevado coeficiente a finales de
primavera y verano, y un prolongado estiaje, de mínimo coeficiente, durante los meses en los que las
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temperaturas son lo suficientemente bajas como para impedir la fusión de las nieves. En las zonas
adyacentes a las grandes cimas aparece el denominado nival de transición, que en realidad es el
régimen nival algo degradado. En las restantes cumbres montañosas, que tienen la altura suficiente
como para recibir precipitación en forma de nieve y retenerla durante varios meses (Sistema Central,
Cordillera Ibérica, Sierra Nevada), surgen los regimenes nivo-pluvial y pluvio-nival, cuyos
caracteres son muy parecidos a los del régimen nival, solo que atenuados en intensidad y con
crecidas levemente anticipadas en el tiempo. Los regímenes fluviales comentados se presentan en
toda su pureza en ríos cortos, pero no así en los largos.
o Nivo-pluvial: en los ríos de montaña entre 2000-2500 m3. Caudal máximo en mayo, debido a
la fusión de las nieves y máximo secundario en otoño, de origen pluvial.
o Pluvio –Nival: entre 1500 – 2000 m3. El máximo nival está más atenuado y aumenta la
influencia de los aportes pluviales. Caudal máximo en marzo – abril.
El régimen de los ríos depende de un conjunto de factores geográficos que son externos al propio
río. Unos son de índole física y otros derivados de la acción humana.
- Factores de índole física:
o El clima es, probablemente, el factor más influyente en el régimen fluvial. Las aguas que
transportan los ríos proceden de la escorrentía, por ello existe una relación directa entre el
total de precipitaciones que registra un clima y el caudal de sus ríos. La secuencia estacional
de las precipitaciones, igualmente, influye en el régimen fluvial, cuyas crecidas y estiajes
coinciden con las estaciones húmedas y secas.
o El relieve, además de condicionar el trazado de los cursos de agua, afecta al régimen fluvial
de forma diversa. La topografía es responsable de la pendiente de un río y de la velocidad de
sus aguas y, consecuentemente, de su fuerza erosiva y de su potencialidad para la producción
de energía hidroeléctrica. El relieve también influye en el clima a través de la altura, e incluso
puede propiciar la aparición de regímenes fluviales de alimentación nival.
o El suelo o sustrato, por su parte, afecta al régimen hidrográfico en virtud de su grado de
permeabilidad. Un sustrato impermeable apenas interfiere en el discurrir de las aguas,
mientras en un sustrato permeable, como el calizo, absorbe y retiene una cantidad importante
de agua, lo que repercute, tanto en el desfase temporal entre el momento de la lluvia y el
crecimiento del caudal como en los efectos beneficiosos que produce el aprovechamiento de
estos manantiales en los meses de sequía.
o La existencia de vegetación evita el desplazamiento rápido de las aguas por las laderas y
ralentiza el proceso de incorporación del agua de lluvia a los cauces, y es un excelente
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atenuador de las crecidas violentas, tan frecuentes en los regímenes mediterráneos. De ahí
que la reforestación de las cuencas altas fuese un anhelo de los naturalistas, tanto para la
protección medioambiental como para la regulación de caudales.
- En lo que se refiere a los factores humanos, ha de entenderse que su interferencia en los regímenes
fluviales deriva de una doble necesidad: la de regular las cuencas hidrográficas para disminuir los
riesgos de inundaciones y los efectos de las crecidas, y la de almacenar agua para consumo humano y
usos agrícolas o industriales. Ello requiere la construcción de embalses y presas de contención. Con
independencia de la merma de caudal que suponen los antedichos usos del agua, su retención en
pantanos altera el régimen del río, cuyas aguas dejan de fluir conforme a las secuencias marcadas por
la naturaleza para hacerlo conforme a la voluntad humana, que ha logrado domesticar a los ríos.
4.5. LOS LAGOS Y HUMEDALES.
Los lagos son masas naturales de agua, dulce o salobre, acumuladas en zonas deprimidas, que
alcanzan cierta profundidad. Las lagunas tienen menor tamaño y profundidad que los lagos, aunque la
diferencia entre ambos no es muy precisa. En España están catalogados 2474 lagos. Este dato no implica una
gran riqueza lacustre, puesto que muchos son de escasa dimensión y de carácter estacional. Además, su vida
suele ser corta por causas naturales, como la colmatación por los aportes de los ríos o de las tierras de los
alrededores; o por causas humanas, como la extracción de agua para el riego, el vertido de escombro o la
desecación por considerarlos espacios insalubres. Según su origen, se distinguen dos tipos de lagos:
endógenos y exógenos.
- Los lagos endógenos están originados por fuerzas del interior de la Tierra:
o Los lagos tectónicos se forman en terrenos hundidos por la acción de pliegues o de fallas,
como la laguna de La Janda, en Cádiz.
o Los lagos volcánicos se alojan en el cráter de un volcán apagado, como los del Campo de
Calatrava, en Ciudad Real.
- Los lagos exógenos están originados por fuerzas externas, como la acción del hielo, el agua o el
viento.
o Los lagos glaciares se forman en las cubetas excavadas por el hielo en el circo del glaciar
(lagos de circo) o en el valle (lagos de valle), como sucede en los lagos pirenaicos. También
pueden deberse a las obstrucciones causadas por las morrenas en el valle glaciar (lagos de
morrena), como los lagos de Sanabria, en Zamora.
o Los lagos cársticos se alojan en las cubetas creadas por la disolución de la caliza o del yeso,
como es el caso de las Lagunas de Ruidera, en Castilla-La Mancha.
o Los lagos endorreicos, son el tipo de lago exógeno más extendido en España. Se forman en
zonas áridas o semiáridas, donde las escasas aguas no tienen fuerza para llegar al mar y se
acumulan en zonas deprimidas o llanas hasta que se evaporan o se reducen notablemente. Sus
aguas suelen ser salobres y de escasa profundidad. Son característicos de las depresiones
interiores y exteriores de la Mesta, como las lagunas manchegas de las Tablas de Daimiel; la
laguna de Sariñena, en Los Monegros, Huesca, y la laguna de Gallocanta, entre Zaragoza y
Teruel.
o Los lagos eólicos ocupan depresiones excavadas por la acción del viento sobre materiales
blandos, como las closes del Ampurdán.
o Los lagos litorales o albuferas son lagos salados separados del mar por un cordón de arena,
como las albuferas del Mar Menor y de Valencia.
Los humedales son extensiones de terreno cubiertas por aguas poco profundas, en muchos casos
de manera intermitente, pues durante el verano baja su nivel e, incluso, pueden llegar a desaparecer.
Comprenden lagunas, marismas, deltas, albuferas y turberas. En España están inventariadas 2559 zonas
húmedas, según datos provisionales del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Es-tas
zonas encharcadas tienen un gran interés biológico por albergar muchas especies adaptadas a vivir en un
medio de transición entre el agua y la tierra y, sobre todo, por ser lugar de anidamiento y de parada para las
aves acuáticas en sus migraciones anuales entre Europa y África. Entre los humedales más destacados de
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España se encuentran los del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel (Ciudad Real); las lagunas de
Toledo, Ciudad Real, Albacete y valle del Ebro; las marismas del Guadalquivir; el delta del Ebro, y las
albuferas de Valencia y del Mar Menor.
4.6. LOS ACUÍFEROS.
Los acuíferos son embolsamientos de agua subterránea. Se forman cuando las aguas de
precipitación se infiltran, encuentran un estrato impermeable y se acumulan sobre él. Pueden descargar sus
aguas a través de ríos y manantiales, o directamente en el mar. Estas aguas presentan algunas ventajas
respecto a las superficiales: suelen carecer de organismos nocivos, por lo que no precisan tratamiento para
su uso; su temperatura y composición permanecen estables a lo largo del tiempo, y complementan a las
aguas destinadas al regadío en los períodos de sequía o estiaje. En la Península Ibérica existen en la
actualidad más de cuatrocientos acuíferos. Se encuentran, principalmente, en las depresiones terciarias
(Duero, Tajo, Guadiana), en las proximidades de los ríos (terrazas y riberas) y en las cabeceras montañosas
húmedas de los principales ríos (Duero, Tajo, Guadiana, Guadalquivir, Ebro, Júcar y Segura). En Baleares y
Canarias, la mayor parte de los recursos hídricos procede de los acuíferos cuya formación se ve favorecida
por la permeabilidad de las rocas calizas y volcánicas, respectivamente. Galería
4.7. USO Y APROVECHAMIENTO DE LAS AGUAS.
El aprovechamiento de los recursos hídricos tiene larga tradición en España. Desde las
construcciones romanas (acueductos, implantación de regadíos,..) a los árabes que implantan una cultura del
agua al servicio de la agricultura. El agua es referente de los ilustrados y regeneracionistas, símbolo de
progreso social y agrícola. Esta línea de pensamiento termina con el Plan Nacional de Obras Públicas de
1933, que contemplaba la construcción de presas, embalses, trasvases,…muchos realizados a partir de 1960.
El uso del agua está ligado a la gran demanda de agua que tiene nuestro país, supera los 30000 hm3,
distribuidos en estos usos:
- Usos agrarios: la sequedad del clima de la mayor parte de España ha llevado desde hace mucho
tiempo a intentar incrementar las producciones agrícolas mediante el regadío. Este representa hoy el
14% de la superficie cultivada, sobrepasando los tres millones de hectáreas. El regadío es el principal
consumidor de agua de nuestro país, representando el 80% del total y el responsable de la
contaminación por nitratos y otros productos químicos de uso agrícola.
- Abastecimientos urbanos: suponen el 14% del consumo, con un promedio de 300 litros
habitante/día que es de los más elevados del mundo. El agua de las ciudades procede normalmente
de embalses, aunque en la actualidad, una parte procede de captaciones subterráneas o trasvases
(Tarragona, Valencia).
- Usos industriales: representan un 6% del total. En algunas zonas, los vertidos industriales han
producido niveles muy altos de contaminación de las aguas.
- Usos energéticos: el agua se utiliza para producir electricidad por medio de centrales hidroeléctricas.
España tiene un gran parque hidroeléctrico, con una potencia instalada de unos 17000 Mw. Más de la
mitad de esta producción se realiza en 22 grandes centrales. El resto se distribuyen principalmente
entre los ríos del Pirineo y las cuencas del Norte.
- Usos ambientales y recreativos: Los ríos, embalses y lagunas se utilizan también para actividades
náuticas, pesca, deportes de aventura… El total de las demandas de agua para los usos anteriores es
superior a los recursos disponibles. En concreto, se calcula un déficit anual de unos 3000 Hm3. Para
intentar paliarlo, se han llevado a cabo diferentes acciones.
La sequía estival ha llevado a aprovechar cuidadosamente el agua caída desde tiempos muy
antiguos: recordemos los acueductos romanos para el suministro de agua de boca o la creación de regadíos
por los árabes en las huertas de Valencia, Aragón, Lérida y Andalucía. Posteriormente, el aprovechamiento
hidroeléctrico y la demanda de las industrias y grandes ciudades han llevado a la construcción de grandes
obras hidráulicas. Casi toda la cuenca Mediterránea, excepto el Ebro, es deficitaria en recursos hídricos; esto
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es, hay más demanda de agua de la disponible. Por el contrario, el Ebro y las vertientes atlántica y cantábrica
tienen superávit. Para compensar, con mejor o peor criterio, estos desequilibrios, las principales actuaciones
han sido:
- Construcción de embalses: durante todo el siglo XX se han ido construyendo embalses en nuestro
país. Ya en 1933, el Plan Nacional de Obras Hidráulicas de Lorenzo Pardo hacía numerosas
propuestas que luego se han llevado a la práctica. En total, disponemos de unos 1000 embalses, con
una capacidad de 50000 Hm3.
Hay embalses de diferentes tipos: pequeños embalses en las cabeceras, para aprovechamiento
hidroeléctrico y regulación de los ríos o grandes pantanos para regadío y aprovechamiento eléctrico.
Los pantanos han disminuido las avenidas catastróficas, pero ha tenido otros efectos negativos:
despoblación de los valles en que se asientan, disminución de los sedimentos transportados en el río,
que se depositan en el vaso de los pantanos (lo que origina, por ejemplo, el retroceso de los deltas
mediterráneos), obstáculos a la navegabilidad y a la vida animal…
Poco a poco, los pantanos, sobre todo si están en áreas deforestadas, se llenan de sedimentos y
vuelve a generarse el problema de aumentar su capacidad (recrecimiento de las presas) o de construir
otros nuevos.
- Otros aprovechamientos hidráulicos: los lagos pirenaicos, situados a gran altura, se aprovechan en
cadena, mediante tuberías forzadas que conducen el agua a centrales situadas en el fondo de los
valles.
- Trasvases: en este momento, los trasvases más importantes son el trasvase del Tajo – Segura (que
traslada aguas del Tajo a las huertas murcianas), el minitrasvase del Ebro a Tarragona, para
abastecimiento de la ciudad y de la industria petroquímica y el canal Júcar-Turia que suministra agua
a la ciudad de Valencia y huertas próximas. En la actualidad, el Plan Hidrológico Nacional plantea la
posibilidad de nuevos trasvases. Algunos registran una fuerte oposición popular, como el proyecto de
trasvase del Ebro a Cataluña, la Comunidad Valenciana, Murcia y Almería, que supone extraer del
río 1000 Hm3 por año.
- Explotación de las aguas subterráneas: aprovechadas algunas de ellas desde antiguo por medio de
norias y pozos, han sufrido un desarrollo espectacular con la introducción de los motores eléctricos,
sobre todo en los últimos 30 años. En la actualidad hay alrededor de medio millón de pozos que
extraen unos 5000 Hm3 de agua anuales. Actualmente, un tercio de la población española se abastece
de aguas subterráneas y estas son también responsables del gran crecimiento de los regadíos en
Valencia, Murcia o La Mancha. Sin embargo, la extracción incontrolada de recursos subterráneos
lleva muchas veces a la sobreexplotación del acuífero. Cuando ésta se produce en áreas costeras, si el
nivel desciende demasiado, el agua del mar se infiltra en el mismo y los pozos se salinizan. También
es necesario un control sobre la calidad de las aguas subterráneas, pues, en ocasiones, se contaminan
por infiltraciones de vertidos sin depurar.
La importancia que tiene el agua en nuestro país nos ha llevado al desarrollo de políticas
hidráulicas. La gestión del agua se enmarca dentro de la Ley de Aguas de 2001, actualmente en proceso de
reforma. Los organismos encargados de gestionar los recursos hídricos son las Confederaciones
Hidrográficas, cuyo ámbito de actuación es la cuenca hidrográfica.
Cada confederación evalúa y planifica sus recursos elaborando los Planes Hidrológicos de Cuenca.
Posteriormente, debe determinarse en el ámbito estatal si puede haber trasvases intercuencas y cómo deben
estar conectadas unas con otras. Todo ello configura el Plan Hidrológico Nacional. El actual tiene como
finalidad principal justificar el trasvase de aguas del Ebro hacia el Mediterráneo para potenciar la agricultura
muy intensiva del SE y, aunque no se diga, para seguir desarrollando masivamente el turismo.
Las consecuencias de un macrotrasvase de este tipo pueden ser muy graves: retroceso del delta y de
las playas próximas, por un menos aporte de sedimentos, con pérdida de tierras de cultivo y de humedales
(muy importantes para las aves migratorias). Y, sobre todo, supone la continuación de un modelo de
desarrollo inaceptable, basado en la masificación de la costa y la destrucción de zonas ecológicamente
valiosas del litoral para construir hoteles, apartamentos o campos de golf.
13. https://clasesconarte.blogspot.com/
PROFESORA: MARÍA TERESA MENA GIL Página 13
En cuanto a la Ley de Aguas como tal, que definía el agua como recurso público, la principal
modificación que está sufriendo es la posibilidad de privatizar este recurso (por ejemplo, permitiendo la
venta de caudales entre concesionarios de los mismos), lo cual es también en estos momentos muy
polémico.
Extraído del libro de texto: MUÑOZ-DELGADO Y MÉRIDA, Mª Concepción.: Geografía, Anaya, 2011.