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Revista de Ciencia y Tecnología
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indo,
Los resultados del trabajo científico
están condicionados por factores
ideológicos, Gregorio Klimovsky
explica y discute ese condicionamiento
en las páginas 12 a 21.
Enrique Boschi
Gregorio Klimovsky
Roger Bannister
D. W. Sciama
G. E. C. S.
Julio Moreno
Luis F. Rocha
Manuel Risueño
3
4
5
6
12
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33
33
3 4
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63
Revista
de ciencia y tecnología
Planes que no son tales
Congresos a granel
La Universidad olvidada
Biología marina y recursos pesqueros
Ciencia e ideología
Fisiología del record deportivo
El resurgimiento de la cosmología observacional
Respuesta a Metegol N9 5
Metegol N9 6
Ciencia dependiente en la Argentina
Humor nuevo
Comunicación oral entre hombres y máquinas
Novedades de Ciencia y Tecnología
1. Otra "interminable"
2. Gusto eléctrico
3. El primer elemento superpesado
4. Manzanas sin manzanos
5. Calcitonina: Una hormona recientemente descubierta
6. Proteínas primitivas: catálisis por arcillas
7. El diagnóstico de la leucemia
Cuadrillas
El filtro de las noticias
Cursos y reuniones científicas
Libros nuevos
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Planes que no son tales
La Secretaría del Consejo Nacional de Ciencia y Téc-
nica ha elevado a la Presidencia de la Nación un ambi-
cioso Plan Nacional de actividades científicas y tecnoló-
gicas que comienza por una evaluación de la situación
actual en esas áreas. El documento de la SECONACYT,
cuyo estudio en profundidad podría estar sólo al alcance
de los sectores más específicamente afectados, muestra
sin embargo algunas carencias y simplicidades a nivel
elemental. ,
Es evidente y claro que ningún plan puede elabo-
rarse que no tenga como punto de partida una ^evalua-
ción objetiva de la situación actual y esto es válido en
cualquier campo o actividad. Así lo reconoce la orga-
nización del citado documento y por ello las críticas
que se sitúen sobre la calidad de realización de esta
etapa previa, adquieren magnitud fundamental, porque
los errores cuestionan la validez de todo el plan que
se estructure a partir de este supuesto.
El documento de la SECONACYT parece negar im-
portancia a esta evaluación previa ya que, en general,
no explícita las fuentes y menos aún los mecanismos
utilizados para deducir cifras e informaciones sobre la
situación actual de la ciencia y la tecnología en el país.
Por ejemplo, no surge del informe la distribución
entre las distintas disciplinas científicas y técnicas de
los equipos y de los recursos humanos que están a
disposición y en uso actualmente, información! que
parece básica, elemental e indispensable para lanzar
toda planificación. En algún momento sostiene —sin
fundamentación analítica— que el sistema universita-
rio nacional "...facilita la corrección de deficiencias
y amplía las posibilidades de crecimiento de todo el
sistema". Ni siquiera en ciertos sectores universitarios
bien identificados e identificados con la actual conduc-
ción universitaria nacional, se podría originar una afir-
mación tan temeraria acerca de un sector que es esen-
cial al desarrollo científico y que vive en estado de
perpetua crisis, agravada por las consecuencias —en
el plano profesional y en el ideológico— de la interven-
ción violenta de 1966.
En resumen y en cuanto a la valoración del sistema ac-
tual de ciencia y técnica, el documento no pasa de ser
una suma de datos —cuando los hay— que no llega a
intentar un verdadero análisis. C r r n M i m
En otra parte, el documento de la bhCUJNAL,ii
señala dos objetivos para la política científica nacional.
Antepone la creación de una adecuada estructura cien-
tífica; pone en segundo lugar la orientación de los
esfuerzos hacia la aceleración del desarrollo.
La planificación a largo plazo de la infraestructura
científica no es exactamente un objetivo o, mejor aún,
requiere el preestablecimiento de objetivos a cuyo servi-
cio estará esa infraestructura y toda la evolución pos-
terior que su existencia y funcionamiento condiciona.
Hecha esta inversión conceptual que coloca las cosas
en su justo lugar, los verdaderos objetivos que deter-
minarán el planteo de arranque y el ajuste de esa in-
fraestructura, no se mencionan en el referido plan.
El segundo objetivo, planificado a mediano y corto
plazo —la aceleración del desarrollo— es no sólo previo
a la planificación de una infraestructura, sino que ade-
más es válido especialmente a largo plazo, si se preten-
de que los resultados coincidan con las necesidades del
país al que pretenden ser aplicadas c ™ M A r v T
La parte programática del plan de la b t C U N A C l x
destaca la importancia de alcanzar las metas fijadas en
materia de recursos humanos. Pero las estimaciones
que aporta en esta materia no pueden siquiera conside-
rarse optimistas, son irrealizables.
La SECONACYT estima el potencial científico ac-
tual del país en 33.315 personas —12.596 calificados
como "personal científico"— y pretende alcanzar la
cifra de 44.300 investigadores en 1980. Ni las canti-
dades ni los plazos parciales están conectados con la
realidad cuando se las compara con la producción ac-
tual de profesionales universitarios, el necesariamente
pequeño porcentaje de ellos que se vuelca a la investi-
gación científica y el tiempo inevitablemente necesario ;
para la 'formación de estos investigadores.
Si la demostración de lo enunciado precedentemente
requiere el manejo de cifras que excedería las posibili-
dades de este análisis crítico, resulta evidente en cam-
bio que el plan no especifica en qué áreas y en que
especialidades serán distribuidos estos recursos huma-
nos y ni siquiera —y esto resulta especialmente signi-
ficativo— qué papel le corresponderá a la universidad
en la formación de los postgraduados. Todo esto no :
hace sino reafirmar la falta de objetivos concretos de
" Tan importante le parece a la SECONACYT la for-
mación de recursos humanos que olvida que sin ins-
trumental y sin edificios ese potencial humano resulta
inútil. Todos los organismos científicos argentinos, casi
sin excepción, están limitados en su desarrollo por xa
carencia de equipos adecuados y de lugar físico donde
desenvolverse. En 1980 —siempre según el plan— ha-
brá casi cuatro veces más personal trabajando con esos
equipos y en esos laboratorios. ¿Con qué instrumental
trabajarán? ¿En qué lugares serán ubicados? ¿En qué
plazos se comprarán esos equipos y se construirán o
adecuarán esas instalaciones? Son todas preguntas que
no tienen respuesta dentro del plan, son interrogantes
que sus realizadores no se propusieron.
Cómo no pensaron, asimismo, en la formación y ni
siquiera en la necesidad de personal técnico auxiliar
para los laboratorios, cuya carencia es ya mismo un
grave problema en la actividad científica nacional.
Otro aspecto del plan que analizamos, se refiere a
la transferencia inmediata del producido científico a
los sectores económicos correspondientes. Este objeti-
vo de índole social que marca la trascendencia esencial
del trabajo científico, tampoco ha sido suficientemente
elaborado en el plan que aquí analizamos. Es difícil
entender, por ejemplo, cómo puede estar dirigido al
desarrollo nacional sin prever el concurso y la partici-
pación de la industria manufacturera.
El plan de la SECONACYT legisla en forma omní-
moda sobre el futuro de la investigación científica na-
cional y requerirá para ello un enorme esfuerzo econó-
mico. Sin embargo fue realizado exclusivamente por la
Secretaría del CONACYT sin consulta cqn los orga-
nismos de investigación, centros, comisiones, universi-
dades y demás entidades directamente afectadas. Claro
que siempre la SECONACYT ha procedido así y es
ahora una excepción que las conclusiones hayan sido
elevadas —una vez finalizado el trabajo— a conoci-
miento de los directamente interesados. Es la primera
vez que esto sucede. Pero no por ello deja de parecer
increible el hecho de que no se haya llamado a la
comunidad científica a participar en la elaboración del
plan, desde sus formulaciones más elementales.
Nuestro propósito no es, por supuesto, realizar un
análisis exhaustivo del plan de la SECONACYT, sino
marcar algunas de las carencias y contradicciones más
evidentes que hacen resaltar la escasa profundidad en
el análisis y en el proyecto de la política de desarrollo
de un sector de la actividad nacional, cuyo trabajo es
fundamental para la proyección futura del país.
Tampoco es nuestra tarea proponer respuesta a estos
interrogantes a través de un análisis como el que la
SECONACYT ha omitido. Pero no dudamos que la
comunidad científica argentina tiene esas respuestas y
que se brindaría con entusiasmo a su discusión.
Sólo es necesario que se reconozca que son prefe-
rentemente los científicos a quienes corresponde parti-
cipar en el análisis de la problemática y la proyección
de su propia actividad. Y es a partir de y juntamen-
te con ese análisis que debe integrarse el proyecto en
el contexto social, político y económico que otros orga-
nismos deben programar para el futuro argentino. O
Congresos a granel
¿Para qué sirven los congresos científicos? La eviden-
te respuesta no resulta tan evidente si nos guiamos por
el cuestionario —y sus respuestas— que la revista
norteamericana Industrial Research' presentó a sus lec-
tores.
La segunda pregunta, por ejemplo, planteada con
sangre fría anglosajona, va directamente al grano: ¿Qué
es lo que lo impulsa a frecuentar este tipo de reunio-
nes? Quizá algunos juzguen insolente la lista de res-
puestas posibles que sugiere que se puede ir a un con-
greso para hablar u oir hablar de su tema de trabajo,
pero también para conseguir un nuevo empleo... o
para "otra cosa".
La "otra cosa", no lo dudemos, es el turismo. Es
inútil negar las evidencias; hace mucho tiempo que los
científicos se han dado cuenta que hay una multiplica-
ción de congresos en lugares de interés turístico y en
las épocas más agradables. La revista francesa La Re-
cherche comentaba hace poco la monstruosidad de cier-
tas reuniones, por ejemplo el» Octavo Congreso Inter-
nacional de Bioquímica que necesitó tres ciudades para
su sede.
Por supuesto que es necesario favorecer la comuni-
cación entre científicos y no creemos conveniente cri-
ticar el principio de este tipo de reuniones. Pero hay
que evitar aberraciones, aún en el interés de esa misma
comunicación y del trabajo de investigación. Por eso
mismo Industrial Research pregunta acerca de la limi-
tación de participantes y del número de congresos por
año.
El turismo científico es bueno —eso es evidente, al
menos para los científicos—. Para la ciencia es menos
evidente.
Los congresos, como los dinosaurios, sufren de gi-
gantismo. Recordemos lo que les pasó a los dino-
saurios. <C>
4
La Universidad olvidada
i n
• j
X
1
X
El 19 de abril último, el doctor Andrés Santas, de-
signado por el Poder Ejecutivo para actuar como rector
de la Universidad de Buenos Aires, declaró que "la
universidad argentina necesita —y con urgencia— mo-
dificaciones substanciales. Si ellas no se producen, será
superada por los acontecimientos y desaparecerán las
posibilidades de un acelerado desarrollo nacional pol-
la ausencia de quien tiene la obligación de promoverlo
y dirigirlo". Placiendo caso omiso de la afirmación
aristocratizante que implica que el desarrollo nacional
debe ser promovido y dirigido por la Universidad, lo
cual merecería discusión especial, interesa aquí señalar
la "urgencia" repentina de "modificaciones substan-
ciales".
No se trata tanto de averiguar si la Universidad
funciona más o menos bien ahora que antes de julio
de 1966. Esto conduce, irremediablemente, a una dis-
cusión bizantina y, en definitiva, permite a los actuales
responsables de la conducción universitaria admitir, sin
mayor dificultad, que es verdad que ahora hay proble-
mas pero que antes también los hubo.
La cuestión es enteramente otra. Independientemen-
te del juicio de valor que permitiría apreciar si era
buena o no la Universidad anterior al 66 y de la validez
universal de la autonomía universitaria —que aquí y
ahora juzgamos imprescindible— lo que ahora interesa
es otra cosa. Hasta 1966 había una Universidad gober-
nada por representantes de tres claustros. Después de
cinco años de tropiezos e ineptitud y andando contra
la corriente mundial que ha impuesto en todos los paí-
ses la necesidad de incorporar la representación estu-
diantil en el gobierno universitario, las actuales autori-
dades universitarias tienen como objetivo poner difi-
cultosamente en funcionamiento una Ley Universitaria
que autoriza al Poder Ejecutivo a nombrar rectores y
decanos por otros cinco años, independientemente del
consenso de los claustros.
Lo peor son los magros frutos de tantos retrocesos.
Es verdad que, si se considera "excepciones" —según
la definición del ex ministro Cantini, quinto de los
hasta ahora seis— a los numerosos grupos de investi-
gación que se desintegraron en 1966, hay otros grupos
que siguen investigando, pero la sumisión de unos, el
sofocado rencor de otros y la apatía de los más, no
parece haber creado el clima universitario más propicio.
Hay un personaje singular dentro del actual elenco
de autoridades universitarias, que permite dar una idea
de ese clima. Se trata del geólogo Raúl Alberto Zardini
que oficia de decano de la Facultad de Ciencias Exactas.
Hace pocas semanas, a raíz de declaraciones formuladas
por el ex Rector de la Universidad de Buenos Aires,
doctor Julio IT. G. Olivera, el señor Zardini aclaró
públicamente que la Universidad no fue intervenida en
1966 y se espantó ante la posibilidad que pudiera du-
darse de la legitimidad de los concursos realizados con
posterioridad a esa fecha. Pero no se limitan a eso sus
extrañas concepciones. Poco después consiguió asom-
brar a la opinión pública con sus fantásticos juicios
sobre el segundo pabellón de la Ciudad Universitaria
de Núñez y el terror que le inspiran los estudiantes.
Dijo:
"Lo que pasa es que fue hecho (se refiere al edificio
que fue proyectado por especializados arquitectos ar-
gentinos de renombre internacional) con intenciones po-
líticas, por los comunistas, durante el gobierno tripar-
tito. Tiene sólo dos entradas para 4 ó 5.000 alumnos y
de los 70.000 metros cuadrados que ocupa, más de la
mitad se reparten en pasillos y un inmenso patio central
que —a mi juicio— tiene un sólo objeto: bien puede
servir a concentraciones. Nadie se puede engañar sobre
la situación universitaria mundial. No existe control,
no es posible en tamaño edificio; es una fantástica
concentración de alumnos (como es la Ciudad Univer-
sitaria) que se convierte en un lugar ideal para guerri-
lleros urbanos. Fíjese que las calderas (el corazón del
edificio) están separadas del corredor, al que da una
serie de aulas, por sólo un vidrio".
No es necesario juzgar al señor Zardini; basta con
dejarlo opinar. Y en eso estamos. A 150 años de la
creación de la Universidad de Buenos Aires, la opinión
pública no logra entender qué se proponen las autori-
dades nacionales err el campo de la enseñanza superior.
Los funcionarios que ejercen cargos al frente de las
universidades salen de su mutismo y expresan sus pre-
ocupaciones como si no tuvieran responsabilidad algu-
na en lo que ha ocurrido y ocurre. El decano Zardini
habla como un alucinado de los propósitos siniestros
que inspiraron la construcción de la Ciudad Universi-
taria, mientras la comunidad universitaria sigue sin par-
ticipar en la elaboración de una salida para esta crítica
situación. O
Biología Marina
y recursos pesqueros
Entrevista
a Enrique Boschi
CIENCIA NUEVA: Doctor Boschi, ¿cuál es la finalidad
del Instituto de Biología Marina?
Enrique E. Boschi: El Instituto tiene por finalidad la
investigación en las ciencias del mar, tanto en el aspec-
to puro como el aplicado; aplicado en el sentido de la
evaluación de los recursos pesqueros y la explotación
racional del mar y puro en la que respecta a los proble-
mas básicos de la biología marina en sí, sin relación
con una utilización inmediata. El Instituto desarrolla
asimismo una labor docente, al mayor nivel que es
posible ofrecer, es decir, enseñanza de pos-grado o para
alumnos que estén por terminar la carrera. En cuanto
a investigación, se ha desarrollado una labor que con-
sideramos bastante importante y en estos diez años se
han publicado más de 170 trabajos relacionados con
diversos aspectos de las ciencias del mar.
C. IV.; ¿Con qué fondos cuenta el Instituto y cómo está
organizado?
E. B.: Los cuatro organismos de los cuales depende
contribuyen económicamente, tanto para instalaciones
y equipos, como para sueldos y gastos administrativos.
La contribución no es igual; en este momento el mayor
aporte viene de la Universidad de Buenos Aires. La
Comisión de Investigaciones de la Provincia de Buenos
Aires también nos alienta mucho, tanto desde el punto
de vista económico como moral. Nuestro presupuesto
en 1969 fue de 40 millones de pesos moneda nacional
y el de 1970 de 60 millones. En cuanto a la organiza-
ción, en el cuadro figuran los diversos laboratorios y la
función de cada uno de ellos; como verán todos con-
vergen a una actividad general. En líneas generales po-
Enrique Boschi es doctor en Ciencias Biológicas,
egresado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales
de la UBA, en cuyo Departamento de Biología
es profesor titular. Está especializado en biología marina
y biología pesquera, estudió Ciencias del Mar
en el Institute of Marine Sciences de la University of
Miami. Actualmente está a cargo de las investigaciones
camaroneras del Proyecto de la FAO en la Argentina
y desde 1966 se desempeña como director del Instituto
de Biología Marina al que pertenece
desde su fundación.
demos decir que estamos estudiando los moluscos, los
peces, los crustáceos, su importancia comerdal, su com-
posición química, se están haciendo también estudios
microbiológicos, especialmente relacionados con las bac-
terias que se desarrollan durante el deterioro del pes-
cado, así como estudios de los lípidos de ciertos orga-
nismos marinos que se alimentan de fitoplancton, estu-
dios de la productividad del mar, e inclusive cultivo en
laboratorio de algunos organismos del fitoplancton. En
especial, se están haciendo estudios del plancton marino
en relación con algunos organismos típicos como los
copépodos (pequeños crustáceos) y los eufausidos
(crustáceos muy importantes en la alimentación de al-
gunos peces y otros animales marinos, como las balle-
nas). Además se están llevando a cabo estudios sobre
el desarrollo gonadal de las especies de interés comer-
cial, es decir, se está interpretando su ciclo de repro-
ducción. También se lleva a cabo en forma permanen-
te el estudio de los desembarques en el puerto de Mar
del Plata para lograr información sobre la captura: ta-
maños, distribución, sexo, edad, etcétera, de la pobla-
ción en explotación.
C. N.: ¿Qué relación hay con el Proyecto de Desarrollo
Pesquero de la FAO?
E. B.: El trabajo que hemos realizado en colaboración
con el Proyecto de Desarrollo Pesquero de la FAO ha
reforzado mucho nuestra actividad en los últimos años.
Este proyecto se inició en 1966 y tiene por finalidad
la evaluación de la riqueza pesquera de la Argentina,
Nosotros hemos colaborado con la FAO en los aspec-
tos biológicos y al hacerlo, tuvimos la ventaja de poder
utilizar embarcaciones de pesca y de investigación pes-
quera para recorrer el mar en distintas latitudes. No-
sotros esperamos disponer dentro de pocos meses de
nuestra pequeña embarcación propia.
C. N,: La organización del Instituto en diversos laborato-
rios, ¿está decidida en base a una planificación con miras
a determinados objetivos, o parte del interés de uno o un
grupo de investigadores?
E. B.: El Instituto comenzó a funcionar —como la ma-
yor parte de las instituciones del país— por iniciativa
6
de un grupo de interesados en la ciencia del mar. Ese
primer grupo de personas organizó los primeros labo-
ratorios, de acuerdo con las posibilidades humanas dis-
ponibles en ese momento. Pero ahora la investigación
se va orientando según una planificación bastante co-
ordinada y está dirigida en gran medida hacia lo que
es la evaluación de recursos. Si alguien desea estudiar,
por ejemplo, la estructura de un pequeño animal ma-
rino, podemos pensar que su intención es buena, pero
para los fines del Instituto quizás resulta difícil ubicarlo
en nuestra actual organización. En este momento el Ins-
tituto tiene estos diez laboratorios y tenemos pensado
ampliarnos y enfocar otros aspectos, pero siempre den-
tro de estos lincamientos generales.
C. N.: ¿Quiere decir entonces que el común denomina-
dor de todas las actividades es la evaluación de nuestros
recursos pescfueros?
E. B.: Exactamente, pero sólo en líneas generales, por-
que hay otros aspectos que aparentemente no tienen
importancia directa pero en realidad la tienen, como el
estudio de los organismos que sirven de alimento a los
peces o a los crustáceos y tenemos gente estudiando
eso. O la composición química de un organismo, o la
identificación de otro. Nosotros tenemos bastante am-
plitud y permitimos que los investigadores puedan mo-
verse dentro de esas líneas un poco de acuerdo con sus
propias inquietudes y más de uno —incluyendo los de
mi grupo que trabaja en crustáceos superiores— ha-
cemos cosas que no tienen importancia directa, como
estudiar el desarrollo larval de un crustáceo que no re-
viste interés comercial. Pero, naturalmente, se da pre-
ferencias al estudio de especies de interés comercial, con
el objetivo de conocer sus reales potencialidades.
C, IV/: ¿Trabajan por zonas?
E. B.: Naturalmente, como el Instituto depende en gran
parte de la Provincia de Buenos Aires, tiene como re-
comendación particular estudiar en primer lugar el li-
toral de esta provincia. Y eso es lo que hemos hecho,
porque por otra parte la mayor producción pesquera se
lleva a cabo en esta región. Lo cual no significa que no
vayamos más lejos: en el caso de los camarones y lan-
gostinos, por ejemplo, Rawson ha sido y es un impor-
tante centro de producción y allí vamos muchas veces.
Con el buque de investigaciones "Cruz del Sur" hici-
mos algunas campañas bastante amplias, a latitudes ma-
yores. Naturalmente, el grueso de nuestro trabajo se
desarrolla en el litoral de la Provincia de Buenos Ai-
res, porque nuestra misión es ésta y además porque
es la región de mayor captura comercial en la actuali-
dad, pero ciertos peces, como la anchoita, a veces mi-
gran hacia el norte, a veces hacia el sur, y hay que
seguirlos en sus migraciones, aún si sobrepasan los lí-
mites marinos de dicha provincia.
C. N.: ¿Significa esto que la plataforma submarina de la
Provincia de Buenos Aires es la más rica o que es la más
explotada?
E. B.: Es la más rica en peces, especialmente en el sec-
tor entre 200 y 400 m, donde se encqentra el mayor
El Instituto de Biología
Marina
Por acuerdo entre la Universidad de Buenos Ai-
res, la Universidad Nacional de La Plata, la Uni-
versidad Nacional del Sur y la Gobernación de la
Provincia de Buenos Aires, firmado el 17 de no-
viembre de 1960, se creó el Instituto de Biología
Marina, con la finalidad de estudiar los problemas
del mar en el más alto nivel científico, así como
los aspectos tecnológicos y culturales conexos. La
Provincia de Buenos Aires, como principal aporte,
cedió el edificio que es actual sede del Instituto,
ubicado en Playa Grande, Mar del Plata. El pri-
mer director del Instituto fue el doctor Santiago
R. Olivier.
El Instituto de Biología Marina depende de la
Universidad de Buenos Aires por intermedio de la
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, de la
Universidad de La Plata por intermedio de la Fa-
cultad de Ciencias Naturales y Museo, de la Uni-
versidad del Sur por intermedio de su rectorado, y
de la Provincia de Buenos Aires por intermedio
de la Comisión de Investigaciones Científicas. Su
autoridad máxima es el Consejo Directivo, inte-
grado por un miembro titular y uno suplente de
cada una de las instituciones nombradas, el cual
elige al Director del Instituto. Un Estatuto rige
las actividades docentes, científicas y administra-
tivas. Actualmente trabajan en el Instituto 24 in-
vestigadores universitarios con dedicación exclusi-
va, muchos de los cuales se han especializado en el
extranjero, así como 28 técnicos y ayudantes de
laboratorio, y una pequeña organización adminis-
trativa.
La actividad docente comprende un curso anual
de Oceanografía Biológica, además de numerosos
seminarios, cursos especiales y traToajos de tesis.
La relación con la FAO, con sede en Roma, es
muy estrecha: el convenio con el Proyecto de De-
sarrollo Pesquero data de 1966. En setiembre de
1970 un investigador del Instituto fue invitado a
dictar un curso sobre Evaluación de Recursos Ca-
maroneros en México. También hay actividades
conjuntas con la UNESCO, como el Curso Latino-
americano de Planctología realizado en 1965 y los
cursos anuales de ictiología. El Instituto posee una
biblioteca especializada que recibe más de 400 re-
vistas de todo el mundo, edita como órgano oficial
un Boletín, del cual ya se han publicado 20 núme-
ros, y un Boletín Informativo. Las contribuciones
a revistas especializadas, principalmente del extran-
jero, suman más de 170.
El director del Instituto de Biología Marina es
el doctor Enrique E. Boschi. O ,
7
INSTITUTO DE
BIOLOGIA MARINA
U n i v e r s i d a d e s n a c i o n a l e s d e
B u e n o s Aires, Ln Plata y d e l Sdt
G o b i e r n o de ta Pela. do Bs. As.
l a b .
Z O O P I A N C T O H
L¿b.
E C O L O G I A
E E N T O M C A
Lab.
C A R C I N O L O G 1 A
Lao.
B I O L O G I A DE
P E C E S
Lab.
B I O L O G I A
P E S Q U E R A
L a b .
Q U I M I C A DEL
A G U A DE M A R
Lab.
B I O Q U I M I C A
1
Lab.
B I O Q U I M I C A
II
Lab.
H I S T O L O G I A
Lab.
B I O E S T A O I S T I C A
! 1 ! 1 l i l i 1 1
iiír.tiidio ü(? copé-
p o d o s .
T a x o n o m í a .
Disíribui'.ion
Zonacion ¡doral.
C o m u n i d a d e s ma-
rina'.;.
Incrustaciones.
p e d o s - B i o l o g í a
pesquera.
í ' o e r j e o g r a f i a .
Biología.
E v a l u a c i ó n .
üt>sarrollo y
a b u n d a n c i a d o
h u e v o s y larvas
d o peef¡8 c o r n e r -
cinlos.
e v a l u a c i ó n .
B i o l o g í a d e o;;po-
ciG3 c o m o r c i a l e s .
M e r l u z a .
Coba lia.
A n c h o i t a .
E v a l u a c i ó n .
C o m p o s i c i ó n quí-
m i c a d e l a g u a
d o m a r .
N u t r i e n t e s .
G a s e s d i s u e l t o s .
P r o d u c t i v i d a d .
C o m p o s i c i ó n quí-
m i c a d o h a r i n a s
d o p e s c a d o .
Lípidoa.
F r e s c u r a d e pas-
c a d o .
B i o m a s a z o o -
p l a n c t ó n i c a .
P r o d u c t i v i d a d .
D e s a r r o l l o g o n a -
d a l d s e s p e c i e s
d o p e c e s c o m e r -
c i a l e s .
C á i c u l o e s t a d í s -
t i c o a p l i c a d o a
la b i o l o g í a p e s -
q u e r a v e c o l o g í a
C u r s o s u n i v e r s i t a r i o s y s e m i n a r i o s -
C a m p a n o s o c e a n o g r á f i c a s -
C o l a b o r a c i ó n c o n i n s t i t u c i o n e s n a c i o n a l e s
e i n t e r n a c i o n a l e s { b e c a s , c u r s o s , etc.) -
A s e s o r a m i e n t o a e m p r e s a s p e s q u e r a s -
C o n v e n i o c o n el P r o y e c t o d e D e s a r r o l l o
P e s q u e r o (FAO) en la A r g e n t i n a •
D i v u l g a c i ó n c i e n t i l i c a - e x t e n s i ó n c u l t u r a l -
rendimiento en peces demersales, que son los que vi-
ven cerca del fondo, como la merluza, la castañeta, el
abadejo, el róbalo, etcétera. Además hay en esta región
una gran riqueza en peces pelágicos, como la anchoíta,
la caballa, el bonito y otros, que son muy abundantes
desde el norte de la Patagonia hasta la boca del Río de
la Plata. Por eso nuestro mayor esfuerzo se lleva a
cabo en esta región, especialmente en aguas marinas.
C. N.: Para estos estudios, ¿aporta la FAO al Instituto
recursos económicos directos?
E. B.; En el proyecto en colaboración con la FAO
hay un aporte total de unos 3 millones de dólares;
nuestro gobierno pone 1.600.000 dólares y el Fondo
Especial de la FAO un millón y medio de dólares,
aproximadamente. El gobierno nacional ha puesto ade-
más las instituciones permanentes, como el Servicio de
Hidrografía Naval, el Instituto de Biología Marina y
otras. La FAO ha puesto los barcos de investigación
y pesca, los expertos y algunos equipos que tenemos
aquí en consignación. Los expertos de la FAO tienen
su sede aquí en el Instituto. Cada experto tiene su
contraparte, según lo establecido en el proyecto; esta
contraparte es en cada caso un egresado de nuestras
facultades y este sistema ha dado muy buenos resulta-
dos. En ciertos casos, como la investigación en crus-
táceos comerciales, no hubo necesidad de ningún ex-
perto porque había ya expertos en el país.
C. ZV.: La información que surge de estos trabajos, ¿es
utilizable por la industria pesquera? En otras palabras,
los pescadores y las empresas pesqueras, ¿se benefician
con estas investigaciones?
E. B.: El problema de la industria pesquera es muy
complejo. Nosotros ni siquiera tenemos mucha autori-
dad para opinar sobre las razones del porqué se consu-
me poco pescado. Lo cierto es que la producción pes-
quera ha disminuido. ¿Por qué se pesca menos? No
necesariamente porque haya menos pescado; se pesca
menos porque hay menos demanda. Y hay menos de-
manda por muchas razones, sobre todo de tipo econó-
mico, de distribución, de buena administración, de
competencia con las carnes rojas, de una propaganda
correcta, en fin, de una serie de factores. Lo que yo
puedo decir es que el Instituto, junto con otras or-
ganizaciones, está haciendo un valioso aporte a los co-
nocimientos de los recursos pesqueros y ha brindado
gran información a nuestra industria pesquera, especial-
mente en lo que respecta a localización de cardúmenes,
mejores épocas de captura, composición química .del
pescado y de la harina con él elaborada, migraciones de
diversas especies, etcétera. Ahora ya sabemos con bas-
tante certeza cuáles son las características migratorias
de la anchoíta, por ejemplo, que es una de las mayores
riquezas marinas que tiene el país. Sabemos el compor-
tamiento de los camarones y los langostinos, estamos
haciendo estudios sobre la reproducción de los peces,
se ha estudiado a fondo la almeja amarilla y se comien-
8
44'
<8°
S2°
Sede del Instituto de Biología Marina en Playa
Grande (Mar del Plata), donde están ubicados
la administración y los laboratorios.
za a estudiar la vieira del golfo de San Matías. Claro
que para que toda esta información sea útil a la indus-
tria pesquera se requiere en muchos casos un proceso
lento y complejo, pero esta información es la base de.
todo estudio serio sobre la pesca comercial. Esta acu-
mulación de datos, ordenados y sistematizados, es lo
que quedará y surge de un proceso que podríamos llamar
de maduración, que se ve desarrollando día tras día.
Porque para poder llevar a cabo la captura racional de
un pez, hay que conocer su ritmo de crecimiento, hay
que saber cómo migra. Y para estudiar las migraciones
hay que marcar los peces (con colorantes, marcas plás-
ticas u otros sistemas) y seguirlos adonde vayan. Aho-
ra bien, el problema de factibilidad, es decir, si una
anchoíta, por ejemplo pescada a los tres o a los seis
días de navegación es económicamente útil o no, es un
problema que no nos corresponde analizar.
C. N.: ¿Existe alguna evaluación de la potencialidad de
nuestra plataforma submarina en lo que a pesca comer-
cial se refiere?
E. B.: Sí, inclusive hay evaluaciones por especies. La
anchoíta, como ya he dicho, es una de las especies más
importantes; se usa para preparar conservas, salados,
consumo en frasco y para fabricar harina para alimento
de animales. Se están pescando de 40 a 50.000 tone-
ladas anuales de anchoíta y se supone que hay uan ri-
queza de unos 8 millones de toneladas, solamente fren-
te a las costas de la Provincia de Buenos Aires. Las
estimaciones realizadas hasta el momento se basan en
una serie de datos —cuya obtención sería muy largo
detallar aquí— que son analizados y sistematizados por
medio de una computadora con que cuenta el Instituto.
Para los recursos demersales se estima, para esta región
del Atlántico Sur, una extracción anual entre las 400.000
y^las 500.000 toneladas. En cuanto a los recursos pe-
lágicos (que incluyen la anchoíta, la caballa, el bonito,
la sardina, el pejerrey, etc.), es razonable estimar una
captura de 600.000 a 800.000 toneladas anuales como
mínimo y es posible que estas cifras puedan ampliarse,
de acuerdo con los nuevos hallazgos. Hay inclusive mu-
chas especies interesantes que no se explotan, como la
sardina fueguina, por ejemplo. Debemos incluir tam-
bién en estas cifras la captura de mariscos, como me-
jillón, calamar, langostino, camarón, centolla, vieira,
cholga, etcétera, cuya producción actual es de unas doce
mil toneladas anuales, pero que podrían llegar fácil-
mente a ser 30 o 40 mil. En conclusión, la producción
pesquera marítima podrá elevarse aproximadamente a
1.300.000 toneladas anuales, aproximadamente, cifra
que se considera razonable para el período de los próxi-
mos cinco años.
C.N.: ¿Esta es la cifra que se extrae realmente?
E. B.: No. La producción pesquera marítima argentina
no llega en la actualidad a las 200.000 toneladas anua-
les, pero la extracción por parte de las flotas interna-
cionales en 1966 y 1967 alcanzó cerca de 1.000.000
de toneladas por año, siendo estas capturas casi exclusi-
vamente de peces demersales, lo cual debe considerarse
excesivo. El mar argentino es rico en peces, pero no es
extraordinariamente rico, como se dice tan a menudo.
Regiones del Atlántico Sur donde se lleva a cabo
la pesca comercial en la actualidad y zonas de recursos
latentes. La línea de trazos y puntos representa el
límite de la plataforma continental.
9
Toma de muestras en alta mar.
Naturalmente que en vez de las doscientas mil tonela-
das que se sacan se podrían extraer 6 u 8 veces más,
sin problemas. Pero es necesario proteger adecuada-
mente estos recursos pesqueros. Fundamentalmente de-
bemos utilizarlos extrayendo un mayor volumen de pro-
teínas del mar cada año. Ahora, si la Argentina no se
decide a pescar, entonces tiene que legislar la forma
correcta de explotar estas riquezas. Se debe tener en
cuenta que los recursos pesqueros vivos renovables no
se acumulan indefinidamente y que cada año se pierde
una parte, que al no ser aprovechada se resta como ali-
mento de la humanidad. De todas maneras —yo creo
que es oportuno decirlo— el Instituto de Biología Ma-
rina es una de las pocas instituciones del país que está
haciendo investigación pesquera marina, y lo está ha-
ciendo con métodos modernos y a nivel internacional.
C. ¡V.: ¿Hay institutos similares en otros países latinoa-
mericanos?
E. B.: En Perú hay uno, muy importante En Brasil hay
un Instituto Oceanógrafico, muy bueno, y en Venezue-
la y Chile también. No puedo decir si son superiores o
inferiores; una institución se juzga por dos factores
clásicos: la escuela que forma y el nivel de los trabajos
que publica. En este sentido creo que por nuestras
relaciones y contactos internacionales podemos estar
satisfechos; mucha gente que trabaja aquí fue invitada
a congresos y a dictar cursos en el extranjero, inclusive
tenemos también varios latinoamericanos que están tra-
bajando aquí.
C. N.: ¿Con qué personal docente cuenta el Instituto?
E. B.: En estos momentos hay unos 26 investigadores,
cada uno de los cuales está adscripto a una categoría
10
docente (profesor, jefe, ayudante) y todos hacen do-
cencia; algunos pertenecen, a la Universidad, otros al
CNICT y otros a la Comisión de Investigaciones Cien-
tíficas de la Provincia. Algunos son becarios. Después
tenemos un grupo de técnicos que en su mayoría son
jóvenes marplatenses que hacen cursos ele capacitación
dictados por nosotros.
C. N.: ¿Hay una organización de tipo vertical, hay un
director que decide o tienen un claustro?
E. B.: Una de las condiciones que ha permitido la con-
tinuidad de 10 años de trabajo es justamente el no te-
ner una organización de tipo vertical. El director es
la mayor autoridad, naturalmente, pero todo se decide
de común acuerdo y si bien no hay reuniones formales
hay un permanente intercambio de ideas; en general
todos saben qué pasa y opinan sobre lo que hay que
hacer. Además quiero insistir en ese factor fundamen-
tal: en diez años hemos mantenido al Instituto en ac-
tividad constante y, a pesar de todos los cambios polí-
ticos y universitarios, hemos recibido siempre el apoyo
de todas las autoridades universitarias, lo cual ha per-
mitido que sigamos funcionando y desarrollando nues-
tros programas.
C. N.: Con la intervención de la Universidad en 1966,
¿se fue gente del Instituto?
E. B.: Sí, se fueron dos personas en 1966, pero ahora
tenemos tres veces más gente que en esa fecha. Los
que se fueron eran investigadores de valor y lo lamen-
tamos, pero por suerte el aporte permanente de jóvenes
interesados ha podido reemplazarlos .
Volviendo a la organización, el Instituto tiene un
Consejo Directivo, integrado por representantes de las
entidades que lo forman. Este consejo elige al director,
quien debe pertenecer al Instituto, ser full-time y dure
tres años. Yo ocupo en este momento la dirección en
forma interina. En este momento se está elaborando
el Estatuto definitivo.
C. N.: ¿Cómo es el mecanismo de ingreso al Instituto?
E. B.: Los alumnos que tienen interés en trabajar aquí
lo piden a través de los departamentos de las respecti-
vas facultades. En cuanto a los investigadores, son
designados por cada una de las universidades, es decir,
si alguien tiene interés en venir aquí se lo invita o se
pide un cargo, pero en todos los casos se hacen con-
cursos.
C. IV.: Dr. Boschi, una última pregunta, volviendo a los
planes de investigación del Instituto: ¿trabajan ustedes
comportamiento animal?
E. B.: Por ahora no tenemos a nadie que haga compor-
tamiento. Pero tenemos la idea y el interés de formar
un grupo de fisiología animal y comportamiento, para
estudiar algunos aspectos importantes, como el com-
portamiento de animales aislados y de cardúmenes, la
reacción del pez ante la red de captura, la detección
mediante ecosondas, las reacciones ante la luz y muchos
otros. En fin, esto es algo que todavía debemos desa-
rrollar. O
Calculadora
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Ciencia e ideología
Reportaje a
Gregorio Klimovsky
Gregorio Klimovsky comenzó su carrera docente como
profesor titular de Análisis Matemático en la Facultad
de Ingeniería de San Juan (Universidad de Cuyo),
cargo que desempeñó desde 1954 hasta 1956.
Fue investigador titular con dedicación exclusiva en
el Departamento de Matemática de la Universidad
de Cuyo (Mendoza) desde 1955 a 1956, profesor
titular de Lógica en la Facultad de Filosofía de
Rosario (Universidad del Litoral) desde 1957 a 1959,
profesor de Lógica en la Facultad de Humanidades
de La Plata en el período 1960-1961, profesor
titular del Departamento de Matemática, de Lógica
Matemática y Teoría de Conjuntos de 1957 a 1966.
Además fue profesor titular invitado de Lógica y
Filosofía de la Ciencia, en el Departamento de Filosofía
de la Facultad de Filosofía de la U.N.B.A. desde
1958 a 1966, director del Instituto de Filosofía de la
Facultad de Filosofía de 1964 a 1966, y vicepresidente de
la Agrupación Rioplatense de Lógica y Filosofía
Científica desde 1959 a 1964. Fue asimismo miembro
del Consejo Superior de la U.N.B.A. de 1962 a 1966.
CIENCIA NUEVA: En muchos centros de trabajo e in-
vestigación se discute el problema que plantean las re-
laciones entre ciencia e ideología. Quisiéramos que nos
dé su opinión al respecto; sabemos que hace muy poco
habló sobre este tema en el Centro de Estudios de
Ciencias.
Gregorio Klimovsky: Esa conferencia estuvo fundamen-
talmente destinada a discutir, no tanto el problema de
si hay factores ideológicos que intervienen en la tarea
científica (cosa que creo obvia y evidente), sino más es-
pecialmente una tesis que se está poniendo rápidamente
de moda en algunos círculos político-intelectuales, según
la cual no existiría nada que merezca el nombre de "cien-
cia objetiva", sino que la ciencia, por su esencia, posee
componentes ideológicos enraizados de tal manera que,
según cual sea la posición ideológica en que uno esté,
ella difiere en cuanto a sus apreciaciones, sus resultados
y sus métodos. Y esto es prácticamente negar la tradi-
ción clásica según la cual la ciencia provee de alguna
manera un tipo de conocimiento eterno y firme, un co-
nocimiento que puede corregirse, afinarse, hacerse más
nítido y preciso, que no depende de la mera opinión o
prejuicio personal o grupal y que posee pautas objetivas
para fundamentarse tanto como para criticarse, llegando
a constituir por ello un patrimonio cultural que no debe
destruirse por culpa de escepticismos o relativismos.
Desde ya aclaro que, en mi opinión, tanto esa tesis
como la contraria, según la cual la ciencia es objetiva,
tienen su mérito; conviene por lo tanto ver qué es lo
que pasa según qué aspecto de la actividad científica se
está considerando. En aquella conferencia intenté indicar
en primer lugar qué puede querer decir "ideología"; en
segundo lugar cuáles son los contextos científicos a los
que se puede referir la pregunta y, finalmente, incursio-
nar en temas de carácter metodológico, tomando uno
por uno los aspectos de la actividad científica, para
poder localizar el factor ideológico y su incidencia. De
esa manera se comprueba que a veces su papel es harto
importante, pero en otras es superficial y ha sido
exagerado.
Antes de entrar de lleno en la cuestión quiero decir
que me parece tan peligrosa la posición que defiende la
idea de una ciencia objetiva que esté, por así decir, des-
arrollándose encima de las nubes y para la cual lo que
está sucediendo en la Tierra y la forma de pensar de la
gente no la afecta ni la debe contaminar, como peligrosa
es también la posición según la cual la militancia política
y la ideología se deben infiltrar de tal manera en la cien-
12
cía que aún los resultados de la misma sólo se deben
aceptar o rechazar según factores ideológicos. Temo que
a través de la buena fe de muchísima gente se llegue
fácilmente al fascismo pasando por ese tipo de nociones;
aunque aquí el lobo esté a veces disfrazado de cordero
ultraprogresista . ..
Pienso que hay que separar estas dos concepciones
como extremos un tanto peligrosos y que la solución no
está tampoco en el justo medio sino en poner claramente
los límites de la cuestión.
C. N.i A su juicio, ¿dónde colocaría esos límites?
G. K.: En primer lugar, procuremos ver qué quiere de-
cir "ideología", porque como vamos a encontrarnos con
diversos significados, ello puede llevar a comprender
que, efectivamente, cierto tipo de fenómeno que merece
el nombre de "ideología" interviene de manera inevita-
ble en la ciencia, sin que eso, desde mi punto de vista,
afecte su objetividad, porque no se trata de la misma
entidad que otros denominan con esa palabras. Siguien-
do las discusiones sociológicas acerca del concepto de
"ideología", podríamos decir que en una primera revi-
sión ya es posible encontrar un número muy grande de
definiciones. Examinemos algunas de las más impor-
tantes.
Un primer concepto de "ideología" es el de "conjunto
de conceptos y presuposiciones al que un científico tiene
que recurrir para poder expresar y desarrollar sus teo-
rías". Por ejemplo, si no existiera geometría euclideana
ni tampoco la matemática que de alguna manera ya es-
taba desarrollada en la época de Newton, sería impo-
sible formular una física como la newtoniana. Porque no
habría noción de punto, ni de espacio, recta o longitud,
que pueda Nevar al espacio absoluto que concibe New-
ton, ni existiría un manejo del concepto de número
como para introducir teorías que involucran medición,
magnitud o extensión. Y, si además de las presuposicio-
nes conceptuales no hubiera también presuposiciones
teóricas de carácter geométrico, no habría posibilidad
de demostrar teoremas físicos, porque para ello es ne-
cesario trazar paralelas, examinar trayectorias y ver
qué es lo que ocurre con los ángulos y sus relaciones,
todo lo cual involucra que ya se conozca la verdad o
falsedad de proposiciones geométricas. Es decir, para
construir una teoría como la newtoniana, es necesario
apoyarse en la existencia previa de conceptos de orden
geométrico y también en la admisión de ciertas hipó-
tesis y teoremas que constituyen el cuerpo teórico de
la geometría.
Sin ese tipo de presuposiciones, a veces no es posible
pensar en el desarrollo de una investigación, ni siquie-
ra en su formulación. Esto es lo que vamos a llamar
"ideología" en el sentido de "marco conceptual o teó-
rico"; es el tipo de concepción general previa que un
científico adopta para poder discutir una disciplina o
una teoría. Ella se puede dividir en dos partes; una es
la de las categorías y conceptos que se están utilizando,
otra es la de las teorías que se están presuponiendo.
Una cosa es decir que empleamos la idea de punto, rec-
ta y plano de la antigüedad, y otra cosa es decir que
además de esos conceptos adoptamos las hipótesis eu-
clídeas. Porque podríamos rechazar los axiomas clási-
cos acerca del punto, la recta y el plano de la recta
euclídea y seguir manteniendo en uso el concepto de
punto, recta y plano pero con postulados no euclidea-
nos, como ocurre en gran parte de la física actual. Eso
muestra que hay un primer paso en que son conceptos
lo que la ciencia necesita presuponer, pues de lo con-
trario no podríamos pensar ni proponer hipótesis. Pero
luego hay otro paso, que está dado por las hipótesis o
postulados que pensamos que esos conceptos cumplen.
Y obtenemos así la base dentro de la cual se puede
construir ya una teoría específica; me parece induda-
ble que siempre nos vamos a encontrar con una situa-
ción así.
C. N.: Este es entonces un tipo de "ideología" inevitable.
G. K.: Por ejemplo, si no hay una teoría previa de la
reproducción que hable de gametas y cigotas, no se
puede_ siquiera formular gran parte de la teoría de Men-
del; si no existe un concepto de célula y de partes de
la célula, no se puede efectivamente hacer una genética
citológica. Si no existiera una geometría no existiría
una física; si no hay una lógica matemática no se puede
hacer una axiomática formalizada; siempre ocurre así.
Es totalmente cierta la imposibilidad de hacer ciencia
sin presuponer una ideología de ese tipo. Es indudable
que según cómo hayamos aprendido nuestros conceptos
a través de nuestros maestros, nuestras tradiciones o
nuestros estudios, así estaremos condicionados como
científicos de muy diferentes maneras. Basta considerar
un matemático de la escuela de Cantor y compararlo
con otro de la escuela de Bromver para comprender que
sus marcos conceptuales son distintos y que de ahí de-
riva la notable diferencia entre los tipos de matemática
que cultivan, es decir, parten de una ideología concep-
tual o teórica diferente.
Ahora bien, este tipo de ideología no tiene mucho
contenido político en general, pero está ahí indudable-
mente y es totalmente cierto que un científico que des-
arrolla una investigación, debe partir de numerosas pre-
suposiciones. Uno de los "slogans" que por ahí corren,
según el cual es imposible que se haga ciencia sin qué
exista ideología, ya que ella está en los conceptos y
presuposiciones que el científico está adoptando, es to-
talmente cierto; es algo que ni siquiera se puede dis-
cutir, es la verdad incuestionable. Lo que ocurre es
que todo ello no implica algo que conspire contra la
objetividad de la ciencia; después vamos a discutir este
punto.
C, N.i Usted afirmó antes que existen diferentes signifi-
cados de "ideología". ¿Podría señalar otro?
G. K.: El segundo tipo de ideología es el que hoy se
conoce con el nombre de "ideología según la sociología
del conocimiento". Ella consiste en el hecho de que
toda persona, por estar ubicada en un momento histó-
rico, en un contexto social, en determinado grupo o
clase, tiene una determinada perspectiva para recoger
información o para ver las cosas. Este es el factor por
el cual, aún con el mismo tipo de aprendizaje, en igual
momento y lugar, un científico puede estar mucho más
preocupado, por ejemplo, por investigaciones de geo-
metría aplicada que tengan que ver con urbanismo, con
13
Actitudes científicas
distorsionadas
opiniones, creencias o aún actitudes científicas, muy
distorsionadas. Un caso típico, por ejemplo,^ es el de
una investigación que se hizo acerca de periodistas egre-
sados en un mismo año de una escuela de periodismo
de los Estados Unidos; se vio que cierto porcentaje de
ellos se empleaban en periódicos de sindicatos y otros
en los de entidades patronales. Personas muy parecidas
en su formación y extracción social, reaccionaron de
manera muy diferente según los diarios en que estaban
empleadas, respecto del problema de provocar infla-
ción. Según los periodistas "patronales" la inflación
sería totalmente corrosiva, provocaría desempleo, etc.
Según los otros, originaría un gran consumo y, por con-
siguiente, una reactivación de las fábricas. No importa
quien tendría razón, pero lo que resulta interesante es
que todos venían de la misma escuela y prácticamente
de los mismos grupos sociales. La discrepancia no podía
explicarse por el mero factor de sociología del cono-
cimiento; los periodistas tenían que defender su em-
pleo. En sus opiniones intervenía un factor ideológico
en el sentido espúreo.
diseño industrial o con problemas de geodesia, que
por problemas abstractos como los que tanto preocu-
pan a muchos matemáticos puros. La razón es que,
según donde se está socialmente situado, el mismo pro-
blema puede parecer urgente o no. Indudablemente,
una persona muy rica que esté un tanto apartada de
los problemas nacionales puede desinteresarse por com-
pleto de lo que va a pasar con el desarrollo urbanístico
y humano de la periferia de la ciudad.
C. IV.: Y a esa persona quizá le interese más el álgebra
abstracta...
G. K.: Claro. Y la razón está en que, desde su punto de
vista, el tipo de información que recibe acerca de qué
es la matemática y su función (como la de todas las
verdades científicas en general), puede estar un poco
distorsionada por la forma en que esa persona está^ ubi-
cada en la sociedad actual. El que está ubicado más en
el llano puede comprender que el país necesita solu-
ciones perentorias: lo puede ver desde el lugar, clase
social o grupo de poder donde está situado, con mu-
chísima más claridad y por ello es que se vería incli-
nado a estudiar otros problemas, recurrir a otras teo-
rías, o buscar aplicaciones de los conocimientos abs-
tractos.
Es muy cierto, creo, que la sociología del conocimien-
to es un factor importantísimo, muy digno de tenerse
en cuenta. Lo que no está muy claro es si realmente es
algo más que un mero factor (es decir, si es un obs-
táculo insalvable) o, por el contrario, es superable en
el sentido de que con suficiente adiestramiento y crí-
tica la gente pueda darse cuenta de las limitaciones de
su propia información.
El tercer tipo de ideología es el que encierra un cier-
to sentido despectivo; es el que a veces utiliza Marx y
también Manheim, el sociólogo que quizá sea el res-
ponsable de llamar la atención acerca del ya discutido
segundo tipo de ideología. Este tercer tipo se evidencia
en que muchas personas, en virtud de sus intereses es-
púreos, por razones personales egoístas, manifiestan
C. N.: ¿Esta que acaba de describir sería la ideología
que involucra la autocensura?
G. K.: Sí, pero antes aún que la autocensura, involucra
el interés personal. Conozco muchos profesores que no
tendrían ningún inconveniente, para abrirse camino en
la carrera docente y aprobar un concurso de oposición,
en sostener tesis completamente contrarias a las que real-
mente creen, si dada la composición del jurado esa es
la única manera en que pueden lograrlo. Pero esto no
es todo. Me parece oportuno indicar que los móviles
espúreos que pueden llevar a algunas personas a sus-
tentar ciertas creencias y opiniones no tienen por qué
aparecer explícitamente en la mente de los interesados,
sino que pueden ser algo más escondido, inconsciente
o automático. De todos modos hay que reconocer que
la ideología en el sentido de la sociología del conoci-
miento, aunque puede ser causa de error, es algo que
tiene cierta caracterización de buena fe, que ésta que
estamos analizando ahora, la ideología de tipo "es-
púreo", no posee.
C. N.; Y tendríamos así todos los tipos de ideología que,
en primera instancia, vale la pena distinguir.
G. K.: No, pues en un cuarto sentido de la palabra, no
muy distinto quizá del segundo pero que tiene sufi-
ciente importancia, sobre todo en nuestro medio, ten-
dríamos lo que Lucien Goldman y otros han llamado
"ideología por escasez o imposibilidad de información".
Es lo que ocurre cuando, por el peculiar desarrollo his-
tórico de un lugar determinado, no se ha recibido la
información que en otro lugar ha llegado. A pesar de
que los intereses de una dada clase social sean los mis-
mos en ambos lugares, el hecho de no recibir o no
poseer información hace que a veces no se pueda com-
prender en uno lo que se comprende en el otro. Por
ejemplo, es indudable que nuestra burguesía industrial
posee mucha menos información económica que la bur-
guesía industrial norteamericana. En general, ha reali-
zado menos investigación y está mucho menos actua-
14
lizada con respecto a lo que pasa en nuestro medio (y,
en general, en cuanto a economía y política) que aque-
lla en el suyo. Esto lleva a sus miembros a sostener
con frecuencia tesis tales como la de la libre competen-
cia, la libre empresa, la libertad de mercado o la liber-
tad del régimen aduanero y a sustentar la opinión de
que ellas son lo que define la libertad, la democracia y
la de que el proteccionismo o el estatismo es pernicioso,
totalitario, etc. Esto ocurre evidentemente por falta de
información y no por la forma en que se manejan los
conceptos o por la perspectiva en que ellos están, ni
tampoco debido a intereses espúreos (pues se están
perjudicando a sí mismos al decir eso). Porque efecti-
vamente, falta de proteccionismo, libre empresa, au-
sencia de barreras aduaneras significa, en un país en
situación neocolonial como es el nuestro, el fin liso y
llano de la burguesía industrial. Lo que ellos tendrían
que propugnar es precisamente todo lo contrario. Por
lo cual es evidente que no han recogido información al
respecto o la han recibido de fuentes interesadas. Este
es un tipo de ideología que tiene para nosotros especial
importancia; por ejemplo, mucho de lo que se ha dis-
cutido con respecto a si hay que encarar o no una in-
tensa enseñanza de las ciencias básicas en Argentina,
está tocando esa dificultad.
C. IV.; ¿En qué sentido puede afirmarse que discutir
acerca de la enseñanza de las ciencias básicas esconde,
aspectos ideológicos?
G, K.: Efectivamente, a pesar de que muchos círculos
estudiantiles consideran como "cientificismo reacciona-
rio" toda teoría de que la educación universitaria tiene
que comenzar por centrarse en el desarrollo ele las cien-
cias básicas, desde el punto de vista del desarrollo po-
lítico de nuestro país la realidad muestra todo lo con-
trario; el progreso de los conocimientos y de la tecnifi-
cación por parte del pueblo argentino llena de alarma
a los sectores neocolonialistas, que prefieren que la in-
vestigación científica la hagan las metrópolis imperia-
listas y sólo llegue aquí a través de los concesionarios
y representantes comerciales, o al estrato latifundista de
la población, que teme perder posiciones frente a secto-
res más pujantes en ascenso. Por ello es que la actitud
de ciertos sectores culturales y políticos evidencia un
factor ideológico de falta de información, pues comba-
ten lo que ya es un hecho conocido en casi todo el mun-
do y que en todas partes es considerado una variable
importante (aunque no única) de liberación y progre-
so. Para la parte retrógrada del país, el "cientificismo"
vendría a ser "insurgente" y "terrorista" en virtud de
una concepción ideológica del segundo o tercer tipo.
Para la parte progresista, o para algunos de sus repre-
sentantes solamente (para ser más exactos), en virtud
de un factor ideológico basado en falta de información,
ese mismo "cientificismo" se hace reaccionario. Pero
no hay que asombrarse, pues la falta de información es,
por desgracia, un fenómeno bastante típico de nuestro
desarrollo cultural. Esto no es una exageración: Argen-
tina, aunque pueda tener en Buenos Aires y en algunas
ciudades una élite que está bien informada, no es to-
davía un país que pueda considerarse informado. Basta
observar los órganos de la prensa para darse cuenta que
el tipo de información que puede recibir el argentino
ipedio (sobre todo acerca de nuestros problemas) es
bastante limitada y en general distorsionada.
Defino estos cuatro sentidos de "ideología", sin pre-
tender que la lista esté cerrada, para pasar a otro
aspecto del problema. Dejemos "ideología" por un mo-
mento y preguntémonos por "ciencia". Podemos en-
contrar aquí lo que podríamos llamar tres contextos
diferentes: el contexto de descubrimiento, el de justi-
ficación y el de aplicación.
C. IV.: ¿Cómo definiría esos tres contextos de la ciencia?
G. K.: Un científico puede imponerse ciertas investi-
gaciones para tratar de llegar a ciertos resultados y de-
bido a ello tal vez llegue a formularse ciertas hipótesis
o a considerar ciertas ideas. Se supone que la forma en
que se le han ocurrido esas ideas e hipótesis, como re-
sultado de sus experiencias o de sus predilecciones
estéticas o de encadenamiento de razonamientos, perte-
nece a algo que podríamos llamar sociología, psicología
y hasta política del descubrimiento científico. Pie aquí
el "contexto de descubrimiento". Pero, una vez que se
presentan las ideas podríamos preguntarnos: ¿esas ideas
son correctas?; esas hipótesis, ¿se pueden probar o
refutar? Este sería el "contexto de justificación". Re-
sumiendo, el contexto de descubrimiento inquiere cómo
llega a crearse la hipótesis científica, cómo llega a pre-
sentarse. El contexto de justificación investiga por qué
las tenemos que aceptar: por demostración o por al-
guno de los métodos que ofrece la metodología. El
tercero, una vez que las hipótesis han sido aceptadas,
sería el contexto de la tecnología, de la aplicación. Aquí
ya no se cuestionan los procedimientos para obtener las
hipótesis ni las hipótesis mismas, sino más bien cómo
se pueden aplicar a cuestiones prácticas, cómo nos pue-
den auxiliar a resolver problemas técnicos o sociales.
C. IV.; Tecnología e ideología implican una conjunción
sospechosa...
G, K.: Sí, ese es efectivamente el punto central. Pero
yo quiero separar estos tres aspectos parar mostrar
que el problema es muy distinto en cada uno de ellos.
Tomemos primero el de justificación. Que este con-
texto sea diferente del de descubrimiento es algo que
a muchos llama la atención; creen que el procedimien-
to por el cual a uno se le ocurre una hipótesis ya tiene
de alguna manera que probarla o justificarla. Esta in-
clinación proviene de haber aprendido que el método
científico es un método inductivo y que a las leyes se
llega por atesoramiento de un número suficientemente
grande de observaciones. Es decir, las leyes científicas
—de acuerdo con esta manera de pensar,—, son gene-
ralizaciones de lo observado en los casos singulares y
se basan en la obtención de un número suficientemente
grande de éstos. Por ello, descubrir tales generalizacio-
nes a partir de la observación y atesoramiento, de
hechos particulares parecería coincidir con el procedi-
miento para justificarlas. Todo lo cual es falso, ya que
el método científico es el método hipotético deducti-
vo, el método que esencialmente consiste en formular
hipótesis y testearlas. Las formas por las que pueden
15
El error metodológico
de "autoalimeiitación"
obtenerse las hipótesis son diversas; pueden surgir por
inducción, es cierto, pero también pueden surgir por
analogía, o sugeridas por el fracaso de anteriores, o
creando modelos; hay una cantidad enorme de méto-
dos como éstos. Ciertamente, alguno de ellos no garan-
tizan de ninguna manera la obtención de una buena
hipótesis; por ejemplo el método preconizado por mu-
chas filosofías y que en sociología y psicología todavía
adoptan muchos, es el método intuitivo. Según este
método, tendríamos la facultad de poder aprehender
por intuición una hipótesis así como la verdad de la
misma. Lo cual no es cierto; basta examinar la historia
de la ciencia. Podríamos decir, parafraseando un re-
frán, que el camino del infierno científico está sem-
brado de buenas intuiciones. La cantidad de veces que
la gente se ha equivocado en sus intuiciones científicas
es grande. Admito que puede pasar —y eso desde el
punto de vista de la definición de "ideología" es inte-
resante— que la forma en que se origina una hipótesis
ya informe un poco acerca de su verdad o no (por
ejemplo, en mi opinión, si el diario La Prensa hace
una hipótesis económica sobre el país, puedo inferir
automáticamente que está equivocada). Pero, aún en
esos casos, para estar seguros que sucede así, tenemos
que detectar cuál es, por un lado, la forma en que
aparece la hipótesis y por otro, establecer si hay o no
verdad. Sólo entonces estaríamos autorizados a afirmar
la correlación entre la forma en que la hipótesis surge
y su valor informativo. (En nuestro ejemplo, debemos
diferenciar el hecho de que tal o cual afirmación se
origina en La Prensa •—cosa que concierne al contexto
de descubrimiento— del hecho que esa afirmación no
concuerda con la realidad —lo cual depende de los
criterios del contexto de justificación— de manera que
son dos problemas separados que sólo después pue-
den juntarse para poder sustentar la afirmación de que
ese diario siempre se equivoca.)
C. N.: ¿Cómo vincula los tres contextos con los factores
ideológicos de los que antes habló?
G. K.: Desde el punto de vista del contexto de justifi-
cación podríamos preguntarnos dónde aparece la ideo-
logía. Una teoría científica consiste en las hipótesis que
nuestra experiencia y razón nos sugiere, en los hechos
que se pueden deducir de ellas y en las consecuencias
observacionales con las cuales la teoría es controlada y
donde ella encuentra sus aplicaciones prácticas. Se pue-
de ver que los factores ideológicos que aparecen son
pocos y escasamente molestos.
C. N.¡ Es decir, no existirían aspectos ideológicos e« el
contexto de justificación . . .
G. K.: Yo diría lo siguiente: respecto de las hipótesis,
para el contexto de justificación no existe el problema
de cómo se generan; las hipótesis ya están ahí y sólo
resta probarlas. Un factor ideológico posible —en el
primer sentido de la palabra "ideología"— es el de
cómo se va a poder comunicar esa hipótesis; forjar una
hipótesis en un medio donde la gente no tiene con-
ceptos adecuados es inútil porque no sería posible dis-
cutirlas. Pero desde el punto de vista científico ese no
es un problema para el contexto de justificación. La
hipótesis es aquí algo dado, de manera que lo que se
necesita es, o bien la ayuda de la lógica para extraer
las consecuencias observacionales, o bien lo que se lla-
ma una base empírica, que es el conjunto de datos con
los cuales se puede observar o controlar qué es lo que
realmente pasa.
Ahora bien, los datos los dan los órganos de los sen-
tidos, la práctica directa o la observación lisa y llana,
como puede ocurrir con un botánico mirando la forma
de las hojas, o con un químico observando el color del
papel de tornasol, o utilizando instrumentos, que pue-
den ser de observación, como el microscopio, o de me-
dición, en cuyo caso se dice que el dato está interpre-
tado a la luz de la teoría del instrumento. La base
empírica, o sea el conjunto de los datos que se pueden
observar directamente, puede tomarse epistemológica-
mente, es decir en forma desnuda y en su pleno valor,
o a la luz de alguna teoría presupuesta que constituye
la razón de nuestra creencia en las mediciones o en lo
instrumentalmente visto. Por ejemplo, si observamos
en el microscopio, epistemológicamente lo único que
podemos decir es que estamos viendo una mancha de
color en el ocular; pero un biólogo diría que, presupo-
niendo la óptica del microscopio, lo que vemos es una
célula. Siempre se introduce en forma un tanto disi-
mulada o patente alguna teoría de este tipo, que es la
teoría del dato de observación.
En sociología, por ejemplo, éste es el papel de la
teoría de la encuesta, que nos dice cómo se ha obtenido
el dato y si realmente refleja lo que la gente cree o no
cree. Es sabido que la teoría de la encuesta es muy di-
fícil y controvertida. Por ejemplo, no es buen método
dirigirse mediante una encuesta a las damas de Buenos
Aires para hacer una investigación de mercado con el
fin de averiguar qué crema para el cutis usan. Porque
en general van a tener cierto tipo de reparos en de-
cirlo; seguramente no van a decir la verdad. Es mucho
mejor utilizar métodos disimulados, como por ejemplo
que la compañía ofrezca en obsequio una crema que se
dice se está promocionando, con la condición de devol-
ver el pote vacío de la que están usando, para hacer
luego la contabilidad sobre la cantidad de frascos ob-
tenidos. Todo esto muestra que los datos a veces no
pueden ser tomados por la ciencia así como están y
que hay que emplear alguna presuposición sobre los
factores que de alguna manera están involucrados en lo
que se ha elegido como base empírica. Aquí es donde
pueden penetrar factores ideológicos, pero son factores
del primer tipo, que conciernen a la clase de teoría que
se ha aceptado previamente. Y si se sabe cuáles son esas
teorías y si ellas se han ya testeado a su vez, no hay
ningún inconveniente en cuanto al valor objetivo del
conocimiento obtenido.
C. IV.: Pero los sociólogos afirman que éste es un impor-
tante factor de distorsión.
G. K.; Aunque los sociólogos digan que este factor
de distorsión es bastante grande, no lo es tanto. En
biología, en física, en las ciencias naturales, se reduce
a problemas para los cuales no hay mucha duda, como
el de ver qué color tiene una zona del espectro, el de
si una aguja coincide con una señal de un dial, el de si
una conexión está hecha o no, o el de si hay figuras
en una pantalla de tal o cual forma, todo lo cual no
presenta problemas. De manera que si bien es cierto
que puede haber distorsiones ideológicas en este sen-
tido particular, el primer sentido, no llegan a ser tales
como para que un científico no pueda efectivamente
separar la buena de la mala información. La refutación
de hipótesis o el mantenimiento de buenas hipótesis,
sin duda puede hacerse de este modo, no hay ningún
inconveniente. Por lo cual creo que, en este aspecto, el
problema de la prueba, la justificación o el rechazo en
ciencia no está demasiado "contaminado".
No quiero abandonar el tema sin tocar otras dos cues-
tiones. En primer lugar, hay otros factores ideológicos
a considerar, en los otros sentidos de "ideología"; exis-
te el peligro de que uno no vea más que cierto material
observacional, sin tomar en cuenta otro, olvidando de
este modo considerar aspectos importantes de carácter
empírico. Por ejemplo, supongamos que queremos
hacer una investigación en psiquiatría para ver cómo
puede acentuarse o disminuir la neurosis de la gente
en momentos de inestabilidad social. Indudablemente,
si el que establece esa investigación la va a efectuar
tomando mil personas del barrio de Belgrano, muchas
de las hipótesis que pudo haberse planteado de ante-
mano antes de hacer la investigación pueden dar un
resultado que aparentemente concuerde con lo que se
está observando. Pero no se le ha ocurrido ir a las villas
de emergencia. Tal vez, si lo hubiera hecho, el tipo de
aspectos de carácter psicológico pertinentes para su in-
vestigación que allí observaría, no sería el mismo que
para la clase media de Belgrano. En ese sentido, él tomó
sus datos observacionales dentro de una banda estrecha
del espectro; por consiguiente, lo que él pueda confir-
mar o refutar a través de observaciones está distorsio-
nado. Aquí es el punto donde efectivamente puede
haber un error, una distorsión de carácter ideológico.
Pero no es insalvable, precisamente una buena crítica
metodológica demostraría que existió una delimitación
equivocada de la base empírica. La objetividad y el
valor de la investigación científica no se relativizan, eso
es lo que vale la pena señalar.
C. N.: Dijo Ud. que se referiría a dos cuestiones, pero
discutió sólo una. ¿Hay alguna otra dificultad?
G. K.: Sí, y concierne a un pecado que se comete mu-
chas veces en ciencia y que, usando lenguaje ciber-
nético, podría denominarse "autoaolimentación" de una
teoría. Es muy curioso que algunas personas consideren
este defecto como constituyendo una característica me-
ritoria. Porque si la ciencia o la teoría científica se con-
trolan mediante la base empírica es totalmente inadmi-
sible que los datos de ésta se tomen interpretados a la
luz de la propia teoría que se está queriendo testear o
controlar, pues se llega al círculo vicioso de hacer sus-
tentar el valor de las hipótesis en los hechos empíricos,
pero éstos a su vez se valoran con el auxilio de las
mismas hipótesis de las que estamos dudando.
El dato observacional, el que nos ofrece la experien-
cia, la experimentación o la investigación controlada y
sistemática, es lo que permite corroborar o descartar
teorías; si ese dato a su vez es recogido mediante ins-
trumentos de observación o presuposiciones teóricas, es
importante darse cuenta que la teoría con la cual se
está interpretando la observación no debe ser la misma
que la que se está testeando. Por ejemplo, si quiero
testear una teoría psicoanalítica, para ver si es verdad
que ocurren ciertos tipos de estados internos en algu-
nos procesos psíquicos o durante el desarrollo de una
enfermedad y resulta que para ver si es así observo
la conducta de los enfermos, pero no la describo a ojo
desnudo sino que interpreto lo que estoy viendo en los
pacientes con el lenguaje de esa misma teoría analítica
y con las mismas presuposiciones de las que ella parte,
entonces no pruebo realmente nada. No ignoro que en
Francia son muchos los que creen —especialmente los
seguidores de Bachelard y Althuser— que éste es pre-
cisamente el rasgo definitorio que permite caracterizar
el método científico (creación de su propia base em-
pírica, delimitada por la interpretación que hacen sus
propias hipótesis); si tuvieran razón no cabría la menor
duda de que los factores ideológicos corrompen la obje-
tividad de la ciencia. Pero esto resulta de una total
incomprensión del método científico y creo no equivo-
carme al juzgar que estamos frente a una verdadera
calamidad histórica, de índole cultural, que va a causar
mucho daño y que descansa en un error metodológico
casi infantil.
C. 2V.: ¿Podría darnos un ejemplo de ese error metodo-
lógico?
G.K.: Es el error con el que tropecé una vez leyendo
un texto de física, en el que se afirmaba que la ley de
Boyle y Mariotte es una ley empírica que puede sus-
tentarse en observaciones de carácter experimental (lo
cual es correcto), pero luego indicaba que las pre-
siones se leían utilizando un manómetro en " U " que,
como se sabe, presupone la ley de Boyle y Mariotte.
Este es un error que se comete muy frecuentemente en
sociología y en política. Sin duda, puede haber razones
ideológicas que lleven a caer en ese error. Pero no es un
error inevitable ni mucho menos un rasgo distintivo del
método científico. Es perfectamente superable.
C. IV.: ¿Le da Ud. igual importancia a estas dos difi-
cultades?
G. K.: Creo que de los dos problemas que acabamos ele
discutir, el de delimitación parcial de la base empírica
y el del círculo vicioso intrínseco en la lectura de la
base empírica, el verdaderamente importante como fac-
Los científicos
y el cambio
social
tor ideológico que compromete la objetividad de las
teorías científicas es el primero (mientras que el se-
gundo es un tipo de chapucería que con un poco de
prudencia metodológica nadie cometería). Por ejemplo,
creo que muchas de las limitaciones de la psiquiatría
norteamericana contemporánea se originan en tomar
como indicadores de salud mental factores insuficientes
y discutibles como la capacidad de ascender en cate-
goría y status social. Hipótesis testeadas con datos em-
píricos tan parciales no inspiran mucha confianza.
C. N.: Entonces ¿cuál es la importancia que Ud. final-
mente da a la ideología en el contexto de justificación?
G. K.: Resumiendo, no encuentro aspectos ideológicos
que afecten la objetividad del conocimiento, desde el
punto de vista del contexto de justificación. La crítica
epistemológica puede eliminar errores metodológicos
como los que acabamos de examinar. Los que piensan
que de todas maneras hay un componente ideológico de
naturaleza lógica que relativiza el conocimiento humano
(y, en particular, el científico) caen en un círculo vicio-
so, ya que la tesis misma no poseería verdad absoluta si-
no relativa, y entonces ya no es interesante (salvo si, al
fin y al cabo, la tesis fuera absolutamente cierta, en
cuyo caso eso indicaría que hay conocimiento absoluto y
que el relativismo es falso y autocontradictorio). Es
como la tesis del escéptico absoluto: si el conocimiento
es imposible, eso vale en particular para el de la ver-
dad de las afirmaciones que él hace, y para su propia
posición escéptica. Pero, como dice graciosamente An-
tonio Machado por la boca de una de sus personajes, la
gracia del escéptico absoluto es que ningún razona-
miento le convence.
Aquí podríamos dejar el problema del contexto de
justificación y con esto dar por fundamentado por qué
pienso que no es justa la posición que considera que,
debido a factores ideológicos, la ciencia no es objetiva.
Creo que la ciencia es objetiva, que nos da conocimien-
to y que la expansión de ese conocimiento es incluso
importante arma política porque permite mostrar obje-
tivamente la diferencia que hay entre buenas y malas
políticas y entre justicias e injusticias, de modo que
tomando los mismos argumentos que emplean algunos
18
sectores "ideológicos", diría que hay un cierto carácter
reaccionario en las posiciones contrarias a la concep-
ción "objetivista" de la ciencia.
C. N.: ¿Qué ocurre con los otros dos contextos que antes
definió?
G. K.: Vayamos ahora al contexto de descubrimiento.
Ahora sí que hay que reconocer la existencia de facto-
res de carácter ideológico de todo tipo que pueden
estorbar el desarrollo de la ciencia en un país, por
ejemplo, el nuestro. Y esto por muchas razones. Pues,
si uno se pregunta de dónde puede originarse una hi-
pótesis, se ve que puede venir sugerida por investiga-
ciones análogas que se han hecho en otro lugar, por
modas, por apreciaciones acerca del alcance y valor de
un tipo de estudio (como en el caso de varios mate-
máticos argentinos —confieso que en su momento fui
uno de ellos— que piensan que la verdadera matemá-
tica es la pura y que no debe contaminarse con las
aplicaciones prácticas o técnicas porque eso distorsiona
su verdadera esencia), o por un tipo de experiencia
que no es típica de nuestro medio. Aquí surge toda una
serie de posibilidades que sería largo detallar, pero en
todas ellas la formación de hipótesis parece involucrar
ingredientes ideológicos de toda clase. En el caso de las
modas, v. g., lo que está presente es la ideología del
primer tipo, o sea la manera en que uno recibe sus
conceptos y sus presuposiciones a través de los maes-
tros, colegas, etc. Puede haber factores ideológicos del
segundo o cuarto tipo, que atañen a lo que es posible
o no concebir por estar ubicados en un determinado
momento histórico; evidentemente, en el siglo de la
cibernética podemos pensar de una manera que en el
siglo xix hubiera sido imposible, en lo que atañe a
ciertos problemas políticos o sociológicos. Por otra par-
te, en cuanto a la ideología en el tercer sentido, es
claro que puede suceder que haya razones espúreas en
admitir o no ciertas hipótesis. Si con determinadas hi-
pótesis un terapeuta va a ganar más dinero que con
otras, quizá prefiera aquéllas, porque le puede garan-
tizar una profesión mucho más remunerativa.
Desgraciadamente, este es uno de los cargos que se
han hecho a muchas terapias de carácter psiquiátrico.
C. N.í ¿Nos puede dar otros ejemplos?
G. K.: A fines del siglo pasado, en Italia, Alemania,
Inglaterra se pensaba que un matemático tenía funda-
mentalmente que investigar geometría proyectiva. La
geometría proyectiva, una forma muy elaborada de
la geometría tradicional, presenta problemas dificul-
tosos y muchos de los mejores cerebros de entonces,
Cayley por ejemplo, se pasaron años enteros estudian-
do propiedades de las curvas cuárticas. Después, eso
no sirvió absolutamente para nada, era la moda, como
en otro momento lo fue en Estados Unidos la mate-
mática pura de tipo axiomático y ahora lo será la teoría
de las categorías.
Volvamos ahora al factor sociología del conocimien-
to. Desde el punto de vista de un país en el cual hay
intereses en puja, como lo es el nuestro, es mucho
menos peligroso dedicarse al álgebra abstracta que con-
sagrarse al estudio del cálculo numérico, por ejemplo.
4r
Pues el cálculo numérico toca intereses que atañen a
compañías que importan máquinas, mientras que el
álgebra abstracta apenas si afecta a editoriales que pu-
blican textos matemáticos.
Algunas empresas no han hecho absolutamente nada
para tratar de apropiarse de la carrera de matemática
pura en la Facultad de Ciencias Exactas de Buenos
Aires, pero sí en cambio se posesionaron de la carrera
de computador científico, cambiándola de una carrera
primitivamente destinada a formar matemáticos apli-
cados de muy alto nivel, no sólo en computación sino
en todos los campos del cálculo numérico, en otra que
sólo intenta formar un tipo de individuo que pueda
conocer al dedillo algunas técnicas de programación y
algunos catálogos de máquinas, ya que esto es lo único
que les interesa a estas compañías. Indudablemente,
ellas no van a fomentar la enseñanza de cierto tipo de
cosas que reservan para su central metropolitana ex-
tranjera y no para la colonia que consideran que somos.
Esto se repite constantemente; recordemos cuando Phi-
lips cerró sus labotarios en Argentina el mismo día
que terminó la Segunda Guerra Mundial, al tiempo que
se reabrían los de La Haya: así se acabaron las inves-
tigaciones de Philips en nuestro país. Es indudable
que cuando hay intereses extranjeros de por medio, el
científico puede aquí ser considerado meramente como
un individuo que sólo debe llevar a cabo algunas apre-
ciaciones tecnológicas.
C. IV.: Esto significa, efectivamente, la presencia de al-
gunos tipos de ideología perturbando el proceso de ob-
tención de hipótesis. ¿Y los otros tipos?
G. K.: Otro punto, el de la ideología en sentido es-
púreo, queda bastante ilustrado recordando la visita
que alguna vez nos hizo un experto de la FAO que
vino a hacer investigaciones sobre nuestros problemas
pesqueros. El individuo, un simpático especialista de
nacionalidad japonesa, terminó informando que no
había ninguna necesidad de preocupamos por cues-
tiones que atañen a la explotación de nuestras riquezas
ictiológicas, pues somos uno de los países más ricos del
mundo en proteínas de ganado. Pero después resultó
ser que ese individuo era funcionario de una empresa
pesquera japonesa que posee gran cantidad de barcos
operando en mares territoriales diversos, entre ellos el
nuestro. Finalmente, está el problema de la falta de
información o el de la falta de adecuación de ciertas
técnicas del extranjero a las necesidades locales, aunque
esto corresponde más bien al contexto de aplicación
de la ciencia.
En cuanto a esto, que toca a la enseñanza de las
ciencias, a la formación de investigadores en el país, a
los tipos de estrategia que los científicos tienen que
adoptar para poder hacer aquí algo útil, el problema
ideológico es muy importante. Argentina, como toda
Sudamérica, es un país en cambio que por muchos ca-
minos imprevistos, rápidos o lentos, va a cambiar sus
estructuras y muy probablemente las va a mejorar, in-
fluyendo en ellas con mayor autonomía. Pienso enton-
ces en el tercer contexto, el que atañe a aquellas per-
sonas que deben aplicar la ciencia a algo o encontrar
la solución de problemas prácticos, técnicos o social-
mente^ urgentes. Tengo que decir que no estoy en una
posición tan extrema o escéptica como la de mi amigo
Oscar Varsavsky respecto de hasta dónde se puede
hacer algo útil en este sentido en países neo-coloniales
como el nuestro. Aclaro que no soy un "desarrollista"
ingenuo que cae en los extremos de afirmar que el pro- „
greso autónomo de la ciencia garantiza de por sí líber- :
tad, bienestar y prosperidad. Cualquiera que conozca !
' §
un poco de sociología sabe que esto no es cierto. Hasta i ó
aquí estoy de acuerdo con Varsavsky; pero pienso que • £
de todos modos la actividad de los científicos puede ;
ser muy significativa desde este punto de vista. i . «
; "O
' i
C. N.: ¿Y qué es lo que puede hacerse? i *c
G.K.; El cambio social en Argentina va a requerir téc-
nicos y científicos para organizar y llevar a cabo los ,
nuevos programas. Pero, aún antes, ahora mismo, ne-
cesitamos que señalen los errores que se están come-
tiendo en nuestro país y a sus autores.
La tarea de recopilar información, para denunciar las ^
mistificaciones y las calamidades a las que conducen,
sólo la pueden hacer los científicos; por desgracia no
la cumplen suficientemente. Los errores e injusticias
que se cometen en el campo de la edafología, en la uti- q
lización del riego, en la conservación de los bosques, en
el planeamiento del transporte, en lo relativo a la con-
taminación, en la pérdida de especies por usos inade-
cuados de insecticidas, etc., o algunos aciertos, como
pueden ser, por ejemplo, algunos descubrimientos rea-
lizados por personal del INTA, son cosas que deben
trascender y esta es una primera tarea que aquí sólo
pueden hacer los científicos.
C. IV.: ¿Ve usted otras tareas para nuestros científicos?
G. K.: Otra tarea puede ser, efectivamente, la de con-
tribuir al cambio social. Aquí el científico deberá dar
las indicaciones "tecnológicas" acerca de cómo se puede
contribuir a ese cambio.
Pero además está el problema —al que aludimos
antes— de cómo llevar a cabo los programas económi-
cos, tecnológicos, sociales y educacionales involucrados
por un cambio social. En este momento habrá que
dejarse de declamar "slogans" políticos y se tendrá que
alcanzar soluciones. Los problemas de una sociedad
contemporánea son muy complicados y solamente ver-
daderos especialistas pueden resolverlos. Aquí, otra
vez, nos encontramos, con un papel que toca desempe-
ñar a los científicos. Tengo la impresión de que muchos
dirigentes políticos no ven claro al respecto, y confían
en una especie de Divina Providencia para solucionar
los problemas que se presentan en una coyuntura. Al-
gunas de las formas de esa Divina Providencia no me
satisfacen de modo alguno. Por ejemplo, creo que im-
portar técnicos y científicos de otros países no es buena
táctica. El motivo es que ellos, o bien provienen de
países de concepciones sociales y políticas diferentes, en
cuyo caso los factores ideológicos del segundo o tercer
tipo harían intrusión, o bien se intentaría trasplantar
soluciones ajenas a nuestro medio y a nuestras condi-
ciones de contorno (lo cual es una forma de cometer el
error metodológico de tomar como bien testeadas hipó-
tesis que sólo han sido investigadas en una base em-
pírica diferente o parcial). Lo'mejor es poseer para
ese momento nuestros propios científicos e investiga-
dores. Y éstos deberán ser personas que configuren una
19
A c t i v i r f » a científica y
a c t i v i d ^ * 1 política
alta e f i c a c i a en cuanto a conocimientos, con una visión
clara y n a d a egoísta de su misión en un orden social
justo. P o r ello pienso que cierto tipo de "anticientifi-
cismo'' e s reaccionario también en este sentido. Los
m o v i m i e n t o s políticos deben ser conscientes del papel
de la c i e n c i a y deben preocuparse por la calidad de sus
e q u i p o s d e investigadores y estudiosos.
C . N . : ¿ C u á l es entonces la verdadera dificultad "ideoló-
gica" e n ciencia?
G.K.; C r e o , para resumir, en tres tipos de actividad
para c i e n t í f i c o s e investigadores que atañen a su res-
p o n s a b i l i d a d social y en los que los factores ideológicos
i n t e r v i e n e n de manera esencial. La primera es su papel
de v i g i l a n t e s científicos para descubrir las fallas socia-
les y t e c n o l ó g i c a s actuales y también su papel de denun-
c i a n t e s n o temerosos. La segunda consiste en estudiar
las características, condiciones y factibilidad de un cam-
bio s o c i a l así como los procedimientos técnicos para
l o g r a r l o . La tercera se relaciona con los problemas a
r e s o l v e r luego del cambio y acabamos de discutirla en
d e t a l l e . Pero, para que toda esta actividad pueda tener
éxito, e s preciso que se cumpla una condición y es la
n e c e s i d a d de poseer buenos conocimientos y estudiar
e i n v e s t i g a r con calidad. Por ello, el deterioro de nues-
tra e d u c a c i ó n superior y de nuestros consejos de inves-
t i g a c i o n e s no constituyen meros accidentes políticos;
son v e r d a d e r a s puñaladas políticas atestadas contra el
p o r v e n i r de nuestro país. Por ello es que insisto, y per-
d o n e n cjue lo mencione una vez más, en el carácter
r e a c c i o n a r i o de cierto "anticientificismo".
L a s preocupaciones por la introducción de factores
i d e o l ó g i c o s en ciencia no deben dirigirse a socavar la
" o b j e t i v i d a d " de ésta, sino más bien a señalar el mal
e m p l e o que de ella hacen gobierno y grupos de poder,
0
t a m t s l é n a indicar las deficiencias de los movimientos
p o l í t i c o s en lo que hace a los tres tipos de actividad ya
a l u d i d a s .
De paso sea dicho, creo que se ha comprendido mal
el papel de las ciencias básicas en las carreras cientí-
ficas y profesionales de países subdesarrollados o en
desarrollo. Actualmente, además de equipos interdisci-
plinarios, se necesitan científicos con una visión muy
amplia de la estructura de la ciencia básica contempp-
ránea. Por ello, con relación a las tres actividades ya
discutidas —especialmente la tercera— se necesita una
preparación especial e intensa que anteceda a tareas
especiales o profesionales. En la Segunda Guerra Mun-
dial, graves problemas inesperados no fueron resueltos
por simples especialistas sino por personalidades amplias
como las de Wiener o de von Neumann, por ejemplo. Si.
el ejército y la marina de Estados Unidos subvencionan
investigaciones sobre axiomática del álgebra abstracta, no
es "por el honor del espíritu humano" (como creía Jaco-
bi que se debía justificar el estudio de la matemática)
sino porque saben que problemas muy concretos serán
finalmente resueltos por investigadores con una visión
muy amplia y general adquirida en el campo de las cien-
cias básicas.
Completemos lo anterior con una reflexión pesimista
que concierne a una clase de personas que desarrollan
su actividad científica con la misma despreocupación
con que podrían vender soda o cocaína, si ello garan-
tiza un empleo. Estos serían los burócratas científicos,
contra los cuales dirigen con razón sus dardos los "an-
ticientificistas".
Tengo la convicción de que los cambios sociales en
Rusia, en la India, en Japón, en Latinoamérica pueden
ser de gran brusquedad, pero que a los burócratas no
los toca, quedan siempre en el mismo lugar. Eso ha
pasado reiteradamente y con toda evidencia en nuestro
país: pueden acaecer cambios sociales y políticos, "re-
voluciones" y cuartelazos, y vamos a encontrar casi
siempre a los mismos individuos en las mismas ofici-
nas. Ahora bien, yo no creo que haya que boicotear a
los burócratas porque sean burócratas del gobierno de
hoy, porque estos mismos señores van a ser casi segu-
ramente los burócratas del cambio social. Quizá lo más
inteligente sea planear las cosas para lograr que esos
señores estén suficientemente informados como para
que no entorpezcan el nuevo estado de cosas por in-
competencia
C. N.: Entonces, ¿cómo debe organizar su actividad un
científico argentino consciente de su papel social?
G. K.: Si se me pregunta acerca de la responsabilidad
social del científico, y si el caso del burócrata es exclui-
do, pienso que el ideal podría quedar representado ac-
tualmente y en nuestro medio por algo así como una
persona que dedica el cincuenta por ciento de su tiem-
po para las ciencias básicas y para su investigación como
científico, pero que consagra el otro cincuenta por cien-
to a obtener información de otro tipo, como es saber
qué problemas nacionales existen, cómo se han resuelto
y cómo se podría hacer para que sean enfocados de
otra manera en este momento o en un estado de cosas
diferente. Es decir, qué hacer con el problema antes,
después y durante el cambio. En este sentido creo que
hay una labor muy grande que cumplir, lo cual no im-
plica de ninguna manera el abandono de la labor di-
dáctica ni el de la actividad científica; por el contrario
pienso que un científico encuentra un lugar apropiado
20
para su papel social precisamente en sus tareas, no en
una torre de marfil o apartado del medio cultural, po-
lítico y técnico.
C. N.: ¿Qué relación ve usted entre actividad científica y
actividad política?
G. K.: En aquella conferencia me hicieron una pregun-
ta similar y además me preguntaron si la labor militan-
te de carácter político debe estar consustanciada con
la actividad científica misma. Yo no he penetrado en
este tipo de problemas pero, en primera instancia, ten-
go la impresión de que esto no ofrece beneficios cien-
tíficos ni políticos.
Creo que los cambios políticos que la historia nos
ofrece no han sido realizados por científicos en cuanto
científicos ni por intelectuales ,en función de tales. Y
esto es quizá más válido en nuestros tiempos, en los
que una protesta o una estrategia puede ser delineada
mucho más claramente por un obrero que por un in-
telectual.
De modo tal que no veo el papel político como un
rol especial a desempeñar por intelectuales por el he-
cho de ser intelectuales. Pienso que una cosa es la ac-
ción política y otra la acción científica. Son concep-
tos y tareas que no deben confundirse. Pienso que
la acción política es algo que un científico, en cuanto
persona y ciudadano, debe realizar, bien y mucho. Pien-
so también que para los científicos hay una acción de
carácter ideológico que sí puede estar plenamente jus-
tificada en un país como el nuestro. Es la que puede
resumirse así: un científico debe saber qué es lo que
pasa en su país, los errores que se cometieron, debe
estudiar las condiciones del cambio social y discutirlas
científicamente ya que, por desgracia, mucho de lo
que se llama "la aspiración al cambio social" en nuestro
medio suena más bien a música romántica que a algo
que se sepa cómo y cuándo hacer. Yo he visto en mul-
titud de ocasiones improvisaciones para hacer algo en
lo político que desde el punto de vista sociológico se
sabía bien que era ineficaz, esporádico, sin efecto posi-
tivo duradero alguno.
C. A/.: ¿Quiere agregar algo respecto del problema del
papel de la ideología en ciencia?
G. K.: Volviendo a "ideología", creo que no es un
obstáculo para la objetividad, exactitud y justificación
del conocimiento científico. Sí lo es en cuanto a su di-
fusión, enseñanza o en el contexto de aplicación, en
relación con sus aplicaciones tecnológicas. Para decirlo
brutalmente, no hay factores ideológicos que distorsio-
nen nuestro conocimiento de las propiedades del na-
palm, ni-el de las razones que motivan que esta sus-
tancia se arroje sobre poblaciones civiles. Pero sí hay
razones ideológicas para que la enseñanza de la socio-
logía oculte estos hechos, o no proporcione armas para
comprenderlos e impedirlos.
C. N.í ¿Puede existir una "ciencia nacional"?
G, K.: Respecto de la llamada "ciencia nacional" —de-
nominación que comienza a ponerse de moda con las
mismas ambigüedades que "ideología" y "cientificis--
mo"— me parece conveniente hacer una distinción. Sí
por tal ciencia se entiende métodos especiales para di-
señar investigaciones, "testear teorías" o deducir con-
clusiones a partir de premisas, métodos que correpon-
dan a nuestra idiosincracia y a nuestro "ser nacional",
entonces la idea me parece absurda —como sería decir
que el ajedrez es más criollo que el ludo porque em-
plea la palabra "mate". Y no sólo absurda sino peligro-
sa, como los delirios de Hitler definiendo una "ciencia"
alemana. Pero si "ciencia nacional" quiere decir una
toma de conciencia acerca de nuestros problemas ar-
gentinos, el estudio de técnicas para resolverlos, el
detectar hipótesis y teorías que puedan auxiliarnos,
el ordenamiento racional de nuestra enseñanza, etc.,
entonces la idea que esa denominación expresa coin-
cide con la caracterización del triple tipo de tareas que
creo debe realizar un científico en nuestro medio, si no
es un indiferente o no ha vendido su alma al diablo
(que suele venir disfrazado de empresa foránea o de
ideología transplantada). O
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Ciencianueva10

  • 1. Revista de Ciencia y Tecnología N°10 / 1971 / $ 3.50 ($ 350 m/n.) DIALOGO ENTRE HOMBRES Y MAQUINAS IPM • • | 0 Fisiología del record deportivo COSMOLOGIA Biología marina
  • 2. Elegir un acondicionador es un problema de confianza. Fedders resolvió 8.000.000 de problemas de confianza en todo el mundo. Aquí se llama Fedders/bgh y es el acondicionador de más venta en todo el mundo. Sólo la marca d o un a c o n d i c i o n a d o r p u e d e garantizar c o n f i a n z a ! Y sófo FEDDERS/ B G H puedo citar 8,000.000 de g a r a n t í a s en el inundo e n t e r o ! Su exclusivo sistema d e sub-enfriarniento c a l c u l a d o le o t o r g a el m e j o r r e n d i m i e n t o e n c o n d i c i o n e s extremas d e f r í o / c a l o r . . . Esta es una r a z ó n más p a r a c o n f i a r on la marca FEDDERS/BGH! Fácil instalación por m e n o r superficie f r o n t a l ! Evita roturas excesivas y su chasis desli- z a n t e permite el más r á p i d o a c c e s o p a r a Service. M A S M O D E L O S . . . Y U D . PUEDE LLEGAR A U N O DE ELLOS! H a y un plan de vei.ta!; p u i u U', t < -1 i. así c o m o un n i o d i ' l c p o r o r.adu n e c o s i d u i i . Sólo F e d d e r s / B G H le d a su prestigio i n t e r n a c i o n a l ! Aritos d o c o m p r a r , pienso en los 8.000,000 d o a p a r a t o s v e n d i d o s en l o d o el m u n d o . . . Q u i é n p u e d o decir lo mismo? • C o n muralla d e silencio • S u b - e r i l r i a i n l e n t o c i e n t í f i c a m e n t e c a l c u l a d o • D e s c o n g e l a d o r a u t o m á t i c o en los m o d e l o s ( r i o - c a l o r • Filtra g e r m i c i d a i m p o r t a d o • C o n t r o l e s d e c a l i d a d exclusivos • S e r v i c e d e respuesta instantánea Lo h a c o B G H r t Mu I' ti 1 M I i o- tino.' Km, I bgh ul.i-H. l i l i 29?. ujIm V. - limó. M i t r o ,1 t''.';).'.!!,: 1,1 >|.> f.Vir- i i i . M - S'.i F •- ,j I.- C l i m a d e v i d a feliz , . . aquí y en t o d o el m u n d o ! C o n s u l t e a su a g e n t e FEDDERS,'BGH
  • 3. í •OOO r indo, Los resultados del trabajo científico están condicionados por factores ideológicos, Gregorio Klimovsky explica y discute ese condicionamiento en las páginas 12 a 21. Enrique Boschi Gregorio Klimovsky Roger Bannister D. W. Sciama G. E. C. S. Julio Moreno Luis F. Rocha Manuel Risueño 3 4 5 6 12 27 33 33 3 4 37 3 8 47 5 4 5 8 5 9 60 61 62 63 Revista de ciencia y tecnología Planes que no son tales Congresos a granel La Universidad olvidada Biología marina y recursos pesqueros Ciencia e ideología Fisiología del record deportivo El resurgimiento de la cosmología observacional Respuesta a Metegol N9 5 Metegol N9 6 Ciencia dependiente en la Argentina Humor nuevo Comunicación oral entre hombres y máquinas Novedades de Ciencia y Tecnología 1. Otra "interminable" 2. Gusto eléctrico 3. El primer elemento superpesado 4. Manzanas sin manzanos 5. Calcitonina: Una hormona recientemente descubierta 6. Proteínas primitivas: catálisis por arcillas 7. El diagnóstico de la leucemia Cuadrillas El filtro de las noticias Cursos y reuniones científicas Libros nuevos Comentarios de libros Correo del lector Indice analítico 1970-1971 De las opiniones expresadas en los artículos firmados son responsables exclusivos sus autores.
  • 4. ¡Ilili Año II / N" 1 0 / M a y o 1971 / Buenos Aires Av. Roqne Sncnz Peña 825, 4* piso, Of. 43 - Buenos Aires Tel.! 45-8935 Ricardo A. Ferraro Héctor Abrales Daniel Goldstein Ricardo Schwarcz Hernán Bonadeo Horacio Speratti Lucía Bonadeo Katia Fischer Ana Tedeschi Isabel Carballo Fernando Díaz Julio Moreno Hebe Mitlag María Susana Abrales Caracas: Pascual Llórente Frankfurt: Jan Kovarik Haifa: Eduardo Fischbein Londres: Eduardo Ortiz Nueva York: Roberto Lugo París: Jorge Schvarzer Praga: Jan Rehacek San Pablo: Ricardo Albizuri Santiago de Chile: J. Pablo Schifini New Scientist; Sciences; Science et Avenir; Science-Progrés-Découverte; Science et Vie; Science Journal; Scientific World; Sapere; Cooperaron fechnique; Science Service; Associated Press- APN; TASS; CTK; A D N ; Agencia DAN; ICA press'. Es una publicación de Editorial Ciencia Nueva S.R.L., Av. R. Sdenz Peña 825, 4? P., of. 43, Buenos Aires, República Ar- gentina, Tel.: 45-8935. Distribuidores: en la República Argentina Ryela S.A.I.C.I.F. y A., Paraguay 340, Capital Federal, Tel.: 32-6010 al 29; en Capital Federal, Vaccaro Hnos,, S.R.L., Solís 585, Capital Federal. Impreso en Talleres Gráficos D I D O T SC A., Luca 2223, Buenos Aires. Precio del ejemplar: ley 18.188 $ 3,50 (m$n 350). Suscripciones: Argentina, ley 18.188 $40 (m$n 4.000) por año; exterior, por vía ordinaria, u$s. 15 anual. Registro de la propiedad intelectual n° 1.049.414. Hecho el depósito de ley. Derechos reservados en castellano y cualquier otro idioma para los trabajos originales, y en castellano para colaboraciones traducidas. Director Asesores Secretario de redacción Redacción Diseño gráfico Dibujo Humor Producción Secretaria Corresponsales Servicios del exterior a -Q CS -a -o 1 * ffS c a c £ :2*¡7> 8: § E. ua a> 8: § E. u•C c C i ° U Cu ON11N39HV OZMOO
  • 5. Planes que no son tales La Secretaría del Consejo Nacional de Ciencia y Téc- nica ha elevado a la Presidencia de la Nación un ambi- cioso Plan Nacional de actividades científicas y tecnoló- gicas que comienza por una evaluación de la situación actual en esas áreas. El documento de la SECONACYT, cuyo estudio en profundidad podría estar sólo al alcance de los sectores más específicamente afectados, muestra sin embargo algunas carencias y simplicidades a nivel elemental. , Es evidente y claro que ningún plan puede elabo- rarse que no tenga como punto de partida una ^evalua- ción objetiva de la situación actual y esto es válido en cualquier campo o actividad. Así lo reconoce la orga- nización del citado documento y por ello las críticas que se sitúen sobre la calidad de realización de esta etapa previa, adquieren magnitud fundamental, porque los errores cuestionan la validez de todo el plan que se estructure a partir de este supuesto. El documento de la SECONACYT parece negar im- portancia a esta evaluación previa ya que, en general, no explícita las fuentes y menos aún los mecanismos utilizados para deducir cifras e informaciones sobre la situación actual de la ciencia y la tecnología en el país. Por ejemplo, no surge del informe la distribución entre las distintas disciplinas científicas y técnicas de los equipos y de los recursos humanos que están a disposición y en uso actualmente, información! que parece básica, elemental e indispensable para lanzar toda planificación. En algún momento sostiene —sin fundamentación analítica— que el sistema universita- rio nacional "...facilita la corrección de deficiencias y amplía las posibilidades de crecimiento de todo el sistema". Ni siquiera en ciertos sectores universitarios bien identificados e identificados con la actual conduc- ción universitaria nacional, se podría originar una afir- mación tan temeraria acerca de un sector que es esen- cial al desarrollo científico y que vive en estado de perpetua crisis, agravada por las consecuencias —en el plano profesional y en el ideológico— de la interven- ción violenta de 1966. En resumen y en cuanto a la valoración del sistema ac- tual de ciencia y técnica, el documento no pasa de ser una suma de datos —cuando los hay— que no llega a intentar un verdadero análisis. C r r n M i m En otra parte, el documento de la bhCUJNAL,ii señala dos objetivos para la política científica nacional. Antepone la creación de una adecuada estructura cien- tífica; pone en segundo lugar la orientación de los esfuerzos hacia la aceleración del desarrollo. La planificación a largo plazo de la infraestructura científica no es exactamente un objetivo o, mejor aún, requiere el preestablecimiento de objetivos a cuyo servi- cio estará esa infraestructura y toda la evolución pos- terior que su existencia y funcionamiento condiciona. Hecha esta inversión conceptual que coloca las cosas en su justo lugar, los verdaderos objetivos que deter- minarán el planteo de arranque y el ajuste de esa in- fraestructura, no se mencionan en el referido plan. El segundo objetivo, planificado a mediano y corto plazo —la aceleración del desarrollo— es no sólo previo a la planificación de una infraestructura, sino que ade- más es válido especialmente a largo plazo, si se preten- de que los resultados coincidan con las necesidades del país al que pretenden ser aplicadas c ™ M A r v T La parte programática del plan de la b t C U N A C l x destaca la importancia de alcanzar las metas fijadas en materia de recursos humanos. Pero las estimaciones que aporta en esta materia no pueden siquiera conside- rarse optimistas, son irrealizables. La SECONACYT estima el potencial científico ac- tual del país en 33.315 personas —12.596 calificados como "personal científico"— y pretende alcanzar la cifra de 44.300 investigadores en 1980. Ni las canti- dades ni los plazos parciales están conectados con la realidad cuando se las compara con la producción ac- tual de profesionales universitarios, el necesariamente pequeño porcentaje de ellos que se vuelca a la investi- gación científica y el tiempo inevitablemente necesario ; para la 'formación de estos investigadores. Si la demostración de lo enunciado precedentemente requiere el manejo de cifras que excedería las posibili- dades de este análisis crítico, resulta evidente en cam- bio que el plan no especifica en qué áreas y en que especialidades serán distribuidos estos recursos huma- nos y ni siquiera —y esto resulta especialmente signi- ficativo— qué papel le corresponderá a la universidad en la formación de los postgraduados. Todo esto no : hace sino reafirmar la falta de objetivos concretos de " Tan importante le parece a la SECONACYT la for- mación de recursos humanos que olvida que sin ins- trumental y sin edificios ese potencial humano resulta inútil. Todos los organismos científicos argentinos, casi sin excepción, están limitados en su desarrollo por xa
  • 6. carencia de equipos adecuados y de lugar físico donde desenvolverse. En 1980 —siempre según el plan— ha- brá casi cuatro veces más personal trabajando con esos equipos y en esos laboratorios. ¿Con qué instrumental trabajarán? ¿En qué lugares serán ubicados? ¿En qué plazos se comprarán esos equipos y se construirán o adecuarán esas instalaciones? Son todas preguntas que no tienen respuesta dentro del plan, son interrogantes que sus realizadores no se propusieron. Cómo no pensaron, asimismo, en la formación y ni siquiera en la necesidad de personal técnico auxiliar para los laboratorios, cuya carencia es ya mismo un grave problema en la actividad científica nacional. Otro aspecto del plan que analizamos, se refiere a la transferencia inmediata del producido científico a los sectores económicos correspondientes. Este objeti- vo de índole social que marca la trascendencia esencial del trabajo científico, tampoco ha sido suficientemente elaborado en el plan que aquí analizamos. Es difícil entender, por ejemplo, cómo puede estar dirigido al desarrollo nacional sin prever el concurso y la partici- pación de la industria manufacturera. El plan de la SECONACYT legisla en forma omní- moda sobre el futuro de la investigación científica na- cional y requerirá para ello un enorme esfuerzo econó- mico. Sin embargo fue realizado exclusivamente por la Secretaría del CONACYT sin consulta cqn los orga- nismos de investigación, centros, comisiones, universi- dades y demás entidades directamente afectadas. Claro que siempre la SECONACYT ha procedido así y es ahora una excepción que las conclusiones hayan sido elevadas —una vez finalizado el trabajo— a conoci- miento de los directamente interesados. Es la primera vez que esto sucede. Pero no por ello deja de parecer increible el hecho de que no se haya llamado a la comunidad científica a participar en la elaboración del plan, desde sus formulaciones más elementales. Nuestro propósito no es, por supuesto, realizar un análisis exhaustivo del plan de la SECONACYT, sino marcar algunas de las carencias y contradicciones más evidentes que hacen resaltar la escasa profundidad en el análisis y en el proyecto de la política de desarrollo de un sector de la actividad nacional, cuyo trabajo es fundamental para la proyección futura del país. Tampoco es nuestra tarea proponer respuesta a estos interrogantes a través de un análisis como el que la SECONACYT ha omitido. Pero no dudamos que la comunidad científica argentina tiene esas respuestas y que se brindaría con entusiasmo a su discusión. Sólo es necesario que se reconozca que son prefe- rentemente los científicos a quienes corresponde parti- cipar en el análisis de la problemática y la proyección de su propia actividad. Y es a partir de y juntamen- te con ese análisis que debe integrarse el proyecto en el contexto social, político y económico que otros orga- nismos deben programar para el futuro argentino. O Congresos a granel ¿Para qué sirven los congresos científicos? La eviden- te respuesta no resulta tan evidente si nos guiamos por el cuestionario —y sus respuestas— que la revista norteamericana Industrial Research' presentó a sus lec- tores. La segunda pregunta, por ejemplo, planteada con sangre fría anglosajona, va directamente al grano: ¿Qué es lo que lo impulsa a frecuentar este tipo de reunio- nes? Quizá algunos juzguen insolente la lista de res- puestas posibles que sugiere que se puede ir a un con- greso para hablar u oir hablar de su tema de trabajo, pero también para conseguir un nuevo empleo... o para "otra cosa". La "otra cosa", no lo dudemos, es el turismo. Es inútil negar las evidencias; hace mucho tiempo que los científicos se han dado cuenta que hay una multiplica- ción de congresos en lugares de interés turístico y en las épocas más agradables. La revista francesa La Re- cherche comentaba hace poco la monstruosidad de cier- tas reuniones, por ejemplo el» Octavo Congreso Inter- nacional de Bioquímica que necesitó tres ciudades para su sede. Por supuesto que es necesario favorecer la comuni- cación entre científicos y no creemos conveniente cri- ticar el principio de este tipo de reuniones. Pero hay que evitar aberraciones, aún en el interés de esa misma comunicación y del trabajo de investigación. Por eso mismo Industrial Research pregunta acerca de la limi- tación de participantes y del número de congresos por año. El turismo científico es bueno —eso es evidente, al menos para los científicos—. Para la ciencia es menos evidente. Los congresos, como los dinosaurios, sufren de gi- gantismo. Recordemos lo que les pasó a los dino- saurios. <C> 4
  • 7. La Universidad olvidada i n • j X 1 X El 19 de abril último, el doctor Andrés Santas, de- signado por el Poder Ejecutivo para actuar como rector de la Universidad de Buenos Aires, declaró que "la universidad argentina necesita —y con urgencia— mo- dificaciones substanciales. Si ellas no se producen, será superada por los acontecimientos y desaparecerán las posibilidades de un acelerado desarrollo nacional pol- la ausencia de quien tiene la obligación de promoverlo y dirigirlo". Placiendo caso omiso de la afirmación aristocratizante que implica que el desarrollo nacional debe ser promovido y dirigido por la Universidad, lo cual merecería discusión especial, interesa aquí señalar la "urgencia" repentina de "modificaciones substan- ciales". No se trata tanto de averiguar si la Universidad funciona más o menos bien ahora que antes de julio de 1966. Esto conduce, irremediablemente, a una dis- cusión bizantina y, en definitiva, permite a los actuales responsables de la conducción universitaria admitir, sin mayor dificultad, que es verdad que ahora hay proble- mas pero que antes también los hubo. La cuestión es enteramente otra. Independientemen- te del juicio de valor que permitiría apreciar si era buena o no la Universidad anterior al 66 y de la validez universal de la autonomía universitaria —que aquí y ahora juzgamos imprescindible— lo que ahora interesa es otra cosa. Hasta 1966 había una Universidad gober- nada por representantes de tres claustros. Después de cinco años de tropiezos e ineptitud y andando contra la corriente mundial que ha impuesto en todos los paí- ses la necesidad de incorporar la representación estu- diantil en el gobierno universitario, las actuales autori- dades universitarias tienen como objetivo poner difi- cultosamente en funcionamiento una Ley Universitaria que autoriza al Poder Ejecutivo a nombrar rectores y decanos por otros cinco años, independientemente del consenso de los claustros. Lo peor son los magros frutos de tantos retrocesos. Es verdad que, si se considera "excepciones" —según la definición del ex ministro Cantini, quinto de los hasta ahora seis— a los numerosos grupos de investi- gación que se desintegraron en 1966, hay otros grupos que siguen investigando, pero la sumisión de unos, el sofocado rencor de otros y la apatía de los más, no parece haber creado el clima universitario más propicio. Hay un personaje singular dentro del actual elenco de autoridades universitarias, que permite dar una idea de ese clima. Se trata del geólogo Raúl Alberto Zardini que oficia de decano de la Facultad de Ciencias Exactas. Hace pocas semanas, a raíz de declaraciones formuladas por el ex Rector de la Universidad de Buenos Aires, doctor Julio IT. G. Olivera, el señor Zardini aclaró públicamente que la Universidad no fue intervenida en 1966 y se espantó ante la posibilidad que pudiera du- darse de la legitimidad de los concursos realizados con posterioridad a esa fecha. Pero no se limitan a eso sus extrañas concepciones. Poco después consiguió asom- brar a la opinión pública con sus fantásticos juicios sobre el segundo pabellón de la Ciudad Universitaria de Núñez y el terror que le inspiran los estudiantes. Dijo: "Lo que pasa es que fue hecho (se refiere al edificio que fue proyectado por especializados arquitectos ar- gentinos de renombre internacional) con intenciones po- líticas, por los comunistas, durante el gobierno tripar- tito. Tiene sólo dos entradas para 4 ó 5.000 alumnos y de los 70.000 metros cuadrados que ocupa, más de la mitad se reparten en pasillos y un inmenso patio central que —a mi juicio— tiene un sólo objeto: bien puede servir a concentraciones. Nadie se puede engañar sobre la situación universitaria mundial. No existe control, no es posible en tamaño edificio; es una fantástica concentración de alumnos (como es la Ciudad Univer- sitaria) que se convierte en un lugar ideal para guerri- lleros urbanos. Fíjese que las calderas (el corazón del edificio) están separadas del corredor, al que da una serie de aulas, por sólo un vidrio". No es necesario juzgar al señor Zardini; basta con dejarlo opinar. Y en eso estamos. A 150 años de la creación de la Universidad de Buenos Aires, la opinión pública no logra entender qué se proponen las autori- dades nacionales err el campo de la enseñanza superior. Los funcionarios que ejercen cargos al frente de las universidades salen de su mutismo y expresan sus pre- ocupaciones como si no tuvieran responsabilidad algu- na en lo que ha ocurrido y ocurre. El decano Zardini habla como un alucinado de los propósitos siniestros que inspiraron la construcción de la Ciudad Universi- taria, mientras la comunidad universitaria sigue sin par- ticipar en la elaboración de una salida para esta crítica situación. O
  • 8. Biología Marina y recursos pesqueros Entrevista a Enrique Boschi CIENCIA NUEVA: Doctor Boschi, ¿cuál es la finalidad del Instituto de Biología Marina? Enrique E. Boschi: El Instituto tiene por finalidad la investigación en las ciencias del mar, tanto en el aspec- to puro como el aplicado; aplicado en el sentido de la evaluación de los recursos pesqueros y la explotación racional del mar y puro en la que respecta a los proble- mas básicos de la biología marina en sí, sin relación con una utilización inmediata. El Instituto desarrolla asimismo una labor docente, al mayor nivel que es posible ofrecer, es decir, enseñanza de pos-grado o para alumnos que estén por terminar la carrera. En cuanto a investigación, se ha desarrollado una labor que con- sideramos bastante importante y en estos diez años se han publicado más de 170 trabajos relacionados con diversos aspectos de las ciencias del mar. C. IV.; ¿Con qué fondos cuenta el Instituto y cómo está organizado? E. B.: Los cuatro organismos de los cuales depende contribuyen económicamente, tanto para instalaciones y equipos, como para sueldos y gastos administrativos. La contribución no es igual; en este momento el mayor aporte viene de la Universidad de Buenos Aires. La Comisión de Investigaciones de la Provincia de Buenos Aires también nos alienta mucho, tanto desde el punto de vista económico como moral. Nuestro presupuesto en 1969 fue de 40 millones de pesos moneda nacional y el de 1970 de 60 millones. En cuanto a la organiza- ción, en el cuadro figuran los diversos laboratorios y la función de cada uno de ellos; como verán todos con- vergen a una actividad general. En líneas generales po- Enrique Boschi es doctor en Ciencias Biológicas, egresado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, en cuyo Departamento de Biología es profesor titular. Está especializado en biología marina y biología pesquera, estudió Ciencias del Mar en el Institute of Marine Sciences de la University of Miami. Actualmente está a cargo de las investigaciones camaroneras del Proyecto de la FAO en la Argentina y desde 1966 se desempeña como director del Instituto de Biología Marina al que pertenece desde su fundación. demos decir que estamos estudiando los moluscos, los peces, los crustáceos, su importancia comerdal, su com- posición química, se están haciendo también estudios microbiológicos, especialmente relacionados con las bac- terias que se desarrollan durante el deterioro del pes- cado, así como estudios de los lípidos de ciertos orga- nismos marinos que se alimentan de fitoplancton, estu- dios de la productividad del mar, e inclusive cultivo en laboratorio de algunos organismos del fitoplancton. En especial, se están haciendo estudios del plancton marino en relación con algunos organismos típicos como los copépodos (pequeños crustáceos) y los eufausidos (crustáceos muy importantes en la alimentación de al- gunos peces y otros animales marinos, como las balle- nas). Además se están llevando a cabo estudios sobre el desarrollo gonadal de las especies de interés comer- cial, es decir, se está interpretando su ciclo de repro- ducción. También se lleva a cabo en forma permanen- te el estudio de los desembarques en el puerto de Mar del Plata para lograr información sobre la captura: ta- maños, distribución, sexo, edad, etcétera, de la pobla- ción en explotación. C. N.: ¿Qué relación hay con el Proyecto de Desarrollo Pesquero de la FAO? E. B.: El trabajo que hemos realizado en colaboración con el Proyecto de Desarrollo Pesquero de la FAO ha reforzado mucho nuestra actividad en los últimos años. Este proyecto se inició en 1966 y tiene por finalidad la evaluación de la riqueza pesquera de la Argentina, Nosotros hemos colaborado con la FAO en los aspec- tos biológicos y al hacerlo, tuvimos la ventaja de poder utilizar embarcaciones de pesca y de investigación pes- quera para recorrer el mar en distintas latitudes. No- sotros esperamos disponer dentro de pocos meses de nuestra pequeña embarcación propia. C. N,: La organización del Instituto en diversos laborato- rios, ¿está decidida en base a una planificación con miras a determinados objetivos, o parte del interés de uno o un grupo de investigadores? E. B.: El Instituto comenzó a funcionar —como la ma- yor parte de las instituciones del país— por iniciativa 6
  • 9. de un grupo de interesados en la ciencia del mar. Ese primer grupo de personas organizó los primeros labo- ratorios, de acuerdo con las posibilidades humanas dis- ponibles en ese momento. Pero ahora la investigación se va orientando según una planificación bastante co- ordinada y está dirigida en gran medida hacia lo que es la evaluación de recursos. Si alguien desea estudiar, por ejemplo, la estructura de un pequeño animal ma- rino, podemos pensar que su intención es buena, pero para los fines del Instituto quizás resulta difícil ubicarlo en nuestra actual organización. En este momento el Ins- tituto tiene estos diez laboratorios y tenemos pensado ampliarnos y enfocar otros aspectos, pero siempre den- tro de estos lincamientos generales. C. N.: ¿Quiere decir entonces que el común denomina- dor de todas las actividades es la evaluación de nuestros recursos pescfueros? E. B.: Exactamente, pero sólo en líneas generales, por- que hay otros aspectos que aparentemente no tienen importancia directa pero en realidad la tienen, como el estudio de los organismos que sirven de alimento a los peces o a los crustáceos y tenemos gente estudiando eso. O la composición química de un organismo, o la identificación de otro. Nosotros tenemos bastante am- plitud y permitimos que los investigadores puedan mo- verse dentro de esas líneas un poco de acuerdo con sus propias inquietudes y más de uno —incluyendo los de mi grupo que trabaja en crustáceos superiores— ha- cemos cosas que no tienen importancia directa, como estudiar el desarrollo larval de un crustáceo que no re- viste interés comercial. Pero, naturalmente, se da pre- ferencias al estudio de especies de interés comercial, con el objetivo de conocer sus reales potencialidades. C, IV/: ¿Trabajan por zonas? E. B.: Naturalmente, como el Instituto depende en gran parte de la Provincia de Buenos Aires, tiene como re- comendación particular estudiar en primer lugar el li- toral de esta provincia. Y eso es lo que hemos hecho, porque por otra parte la mayor producción pesquera se lleva a cabo en esta región. Lo cual no significa que no vayamos más lejos: en el caso de los camarones y lan- gostinos, por ejemplo, Rawson ha sido y es un impor- tante centro de producción y allí vamos muchas veces. Con el buque de investigaciones "Cruz del Sur" hici- mos algunas campañas bastante amplias, a latitudes ma- yores. Naturalmente, el grueso de nuestro trabajo se desarrolla en el litoral de la Provincia de Buenos Ai- res, porque nuestra misión es ésta y además porque es la región de mayor captura comercial en la actuali- dad, pero ciertos peces, como la anchoita, a veces mi- gran hacia el norte, a veces hacia el sur, y hay que seguirlos en sus migraciones, aún si sobrepasan los lí- mites marinos de dicha provincia. C. N.: ¿Significa esto que la plataforma submarina de la Provincia de Buenos Aires es la más rica o que es la más explotada? E. B.: Es la más rica en peces, especialmente en el sec- tor entre 200 y 400 m, donde se encqentra el mayor El Instituto de Biología Marina Por acuerdo entre la Universidad de Buenos Ai- res, la Universidad Nacional de La Plata, la Uni- versidad Nacional del Sur y la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires, firmado el 17 de no- viembre de 1960, se creó el Instituto de Biología Marina, con la finalidad de estudiar los problemas del mar en el más alto nivel científico, así como los aspectos tecnológicos y culturales conexos. La Provincia de Buenos Aires, como principal aporte, cedió el edificio que es actual sede del Instituto, ubicado en Playa Grande, Mar del Plata. El pri- mer director del Instituto fue el doctor Santiago R. Olivier. El Instituto de Biología Marina depende de la Universidad de Buenos Aires por intermedio de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, de la Universidad de La Plata por intermedio de la Fa- cultad de Ciencias Naturales y Museo, de la Uni- versidad del Sur por intermedio de su rectorado, y de la Provincia de Buenos Aires por intermedio de la Comisión de Investigaciones Científicas. Su autoridad máxima es el Consejo Directivo, inte- grado por un miembro titular y uno suplente de cada una de las instituciones nombradas, el cual elige al Director del Instituto. Un Estatuto rige las actividades docentes, científicas y administra- tivas. Actualmente trabajan en el Instituto 24 in- vestigadores universitarios con dedicación exclusi- va, muchos de los cuales se han especializado en el extranjero, así como 28 técnicos y ayudantes de laboratorio, y una pequeña organización adminis- trativa. La actividad docente comprende un curso anual de Oceanografía Biológica, además de numerosos seminarios, cursos especiales y traToajos de tesis. La relación con la FAO, con sede en Roma, es muy estrecha: el convenio con el Proyecto de De- sarrollo Pesquero data de 1966. En setiembre de 1970 un investigador del Instituto fue invitado a dictar un curso sobre Evaluación de Recursos Ca- maroneros en México. También hay actividades conjuntas con la UNESCO, como el Curso Latino- americano de Planctología realizado en 1965 y los cursos anuales de ictiología. El Instituto posee una biblioteca especializada que recibe más de 400 re- vistas de todo el mundo, edita como órgano oficial un Boletín, del cual ya se han publicado 20 núme- ros, y un Boletín Informativo. Las contribuciones a revistas especializadas, principalmente del extran- jero, suman más de 170. El director del Instituto de Biología Marina es el doctor Enrique E. Boschi. O , 7
  • 10. INSTITUTO DE BIOLOGIA MARINA U n i v e r s i d a d e s n a c i o n a l e s d e B u e n o s Aires, Ln Plata y d e l Sdt G o b i e r n o de ta Pela. do Bs. As. l a b . Z O O P I A N C T O H L¿b. E C O L O G I A E E N T O M C A Lab. C A R C I N O L O G 1 A Lao. B I O L O G I A DE P E C E S Lab. B I O L O G I A P E S Q U E R A L a b . Q U I M I C A DEL A G U A DE M A R Lab. B I O Q U I M I C A 1 Lab. B I O Q U I M I C A II Lab. H I S T O L O G I A Lab. B I O E S T A O I S T I C A ! 1 ! 1 l i l i 1 1 iiír.tiidio ü(? copé- p o d o s . T a x o n o m í a . Disíribui'.ion Zonacion ¡doral. C o m u n i d a d e s ma- rina'.;. Incrustaciones. p e d o s - B i o l o g í a pesquera. í ' o e r j e o g r a f i a . Biología. E v a l u a c i ó n . üt>sarrollo y a b u n d a n c i a d o h u e v o s y larvas d o peef¡8 c o r n e r - cinlos. e v a l u a c i ó n . B i o l o g í a d e o;;po- ciG3 c o m o r c i a l e s . M e r l u z a . Coba lia. A n c h o i t a . E v a l u a c i ó n . C o m p o s i c i ó n quí- m i c a d e l a g u a d o m a r . N u t r i e n t e s . G a s e s d i s u e l t o s . P r o d u c t i v i d a d . C o m p o s i c i ó n quí- m i c a d o h a r i n a s d o p e s c a d o . Lípidoa. F r e s c u r a d e pas- c a d o . B i o m a s a z o o - p l a n c t ó n i c a . P r o d u c t i v i d a d . D e s a r r o l l o g o n a - d a l d s e s p e c i e s d o p e c e s c o m e r - c i a l e s . C á i c u l o e s t a d í s - t i c o a p l i c a d o a la b i o l o g í a p e s - q u e r a v e c o l o g í a C u r s o s u n i v e r s i t a r i o s y s e m i n a r i o s - C a m p a n o s o c e a n o g r á f i c a s - C o l a b o r a c i ó n c o n i n s t i t u c i o n e s n a c i o n a l e s e i n t e r n a c i o n a l e s { b e c a s , c u r s o s , etc.) - A s e s o r a m i e n t o a e m p r e s a s p e s q u e r a s - C o n v e n i o c o n el P r o y e c t o d e D e s a r r o l l o P e s q u e r o (FAO) en la A r g e n t i n a • D i v u l g a c i ó n c i e n t i l i c a - e x t e n s i ó n c u l t u r a l - rendimiento en peces demersales, que son los que vi- ven cerca del fondo, como la merluza, la castañeta, el abadejo, el róbalo, etcétera. Además hay en esta región una gran riqueza en peces pelágicos, como la anchoíta, la caballa, el bonito y otros, que son muy abundantes desde el norte de la Patagonia hasta la boca del Río de la Plata. Por eso nuestro mayor esfuerzo se lleva a cabo en esta región, especialmente en aguas marinas. C. N.: Para estos estudios, ¿aporta la FAO al Instituto recursos económicos directos? E. B.; En el proyecto en colaboración con la FAO hay un aporte total de unos 3 millones de dólares; nuestro gobierno pone 1.600.000 dólares y el Fondo Especial de la FAO un millón y medio de dólares, aproximadamente. El gobierno nacional ha puesto ade- más las instituciones permanentes, como el Servicio de Hidrografía Naval, el Instituto de Biología Marina y otras. La FAO ha puesto los barcos de investigación y pesca, los expertos y algunos equipos que tenemos aquí en consignación. Los expertos de la FAO tienen su sede aquí en el Instituto. Cada experto tiene su contraparte, según lo establecido en el proyecto; esta contraparte es en cada caso un egresado de nuestras facultades y este sistema ha dado muy buenos resulta- dos. En ciertos casos, como la investigación en crus- táceos comerciales, no hubo necesidad de ningún ex- perto porque había ya expertos en el país. C. ZV.: La información que surge de estos trabajos, ¿es utilizable por la industria pesquera? En otras palabras, los pescadores y las empresas pesqueras, ¿se benefician con estas investigaciones? E. B.: El problema de la industria pesquera es muy complejo. Nosotros ni siquiera tenemos mucha autori- dad para opinar sobre las razones del porqué se consu- me poco pescado. Lo cierto es que la producción pes- quera ha disminuido. ¿Por qué se pesca menos? No necesariamente porque haya menos pescado; se pesca menos porque hay menos demanda. Y hay menos de- manda por muchas razones, sobre todo de tipo econó- mico, de distribución, de buena administración, de competencia con las carnes rojas, de una propaganda correcta, en fin, de una serie de factores. Lo que yo puedo decir es que el Instituto, junto con otras or- ganizaciones, está haciendo un valioso aporte a los co- nocimientos de los recursos pesqueros y ha brindado gran información a nuestra industria pesquera, especial- mente en lo que respecta a localización de cardúmenes, mejores épocas de captura, composición química .del pescado y de la harina con él elaborada, migraciones de diversas especies, etcétera. Ahora ya sabemos con bas- tante certeza cuáles son las características migratorias de la anchoíta, por ejemplo, que es una de las mayores riquezas marinas que tiene el país. Sabemos el compor- tamiento de los camarones y los langostinos, estamos haciendo estudios sobre la reproducción de los peces, se ha estudiado a fondo la almeja amarilla y se comien- 8
  • 11. 44' <8° S2° Sede del Instituto de Biología Marina en Playa Grande (Mar del Plata), donde están ubicados la administración y los laboratorios. za a estudiar la vieira del golfo de San Matías. Claro que para que toda esta información sea útil a la indus- tria pesquera se requiere en muchos casos un proceso lento y complejo, pero esta información es la base de. todo estudio serio sobre la pesca comercial. Esta acu- mulación de datos, ordenados y sistematizados, es lo que quedará y surge de un proceso que podríamos llamar de maduración, que se ve desarrollando día tras día. Porque para poder llevar a cabo la captura racional de un pez, hay que conocer su ritmo de crecimiento, hay que saber cómo migra. Y para estudiar las migraciones hay que marcar los peces (con colorantes, marcas plás- ticas u otros sistemas) y seguirlos adonde vayan. Aho- ra bien, el problema de factibilidad, es decir, si una anchoíta, por ejemplo pescada a los tres o a los seis días de navegación es económicamente útil o no, es un problema que no nos corresponde analizar. C. N.: ¿Existe alguna evaluación de la potencialidad de nuestra plataforma submarina en lo que a pesca comer- cial se refiere? E. B.: Sí, inclusive hay evaluaciones por especies. La anchoíta, como ya he dicho, es una de las especies más importantes; se usa para preparar conservas, salados, consumo en frasco y para fabricar harina para alimento de animales. Se están pescando de 40 a 50.000 tone- ladas anuales de anchoíta y se supone que hay uan ri- queza de unos 8 millones de toneladas, solamente fren- te a las costas de la Provincia de Buenos Aires. Las estimaciones realizadas hasta el momento se basan en una serie de datos —cuya obtención sería muy largo detallar aquí— que son analizados y sistematizados por medio de una computadora con que cuenta el Instituto. Para los recursos demersales se estima, para esta región del Atlántico Sur, una extracción anual entre las 400.000 y^las 500.000 toneladas. En cuanto a los recursos pe- lágicos (que incluyen la anchoíta, la caballa, el bonito, la sardina, el pejerrey, etc.), es razonable estimar una captura de 600.000 a 800.000 toneladas anuales como mínimo y es posible que estas cifras puedan ampliarse, de acuerdo con los nuevos hallazgos. Hay inclusive mu- chas especies interesantes que no se explotan, como la sardina fueguina, por ejemplo. Debemos incluir tam- bién en estas cifras la captura de mariscos, como me- jillón, calamar, langostino, camarón, centolla, vieira, cholga, etcétera, cuya producción actual es de unas doce mil toneladas anuales, pero que podrían llegar fácil- mente a ser 30 o 40 mil. En conclusión, la producción pesquera marítima podrá elevarse aproximadamente a 1.300.000 toneladas anuales, aproximadamente, cifra que se considera razonable para el período de los próxi- mos cinco años. C.N.: ¿Esta es la cifra que se extrae realmente? E. B.: No. La producción pesquera marítima argentina no llega en la actualidad a las 200.000 toneladas anua- les, pero la extracción por parte de las flotas interna- cionales en 1966 y 1967 alcanzó cerca de 1.000.000 de toneladas por año, siendo estas capturas casi exclusi- vamente de peces demersales, lo cual debe considerarse excesivo. El mar argentino es rico en peces, pero no es extraordinariamente rico, como se dice tan a menudo. Regiones del Atlántico Sur donde se lleva a cabo la pesca comercial en la actualidad y zonas de recursos latentes. La línea de trazos y puntos representa el límite de la plataforma continental. 9
  • 12. Toma de muestras en alta mar. Naturalmente que en vez de las doscientas mil tonela- das que se sacan se podrían extraer 6 u 8 veces más, sin problemas. Pero es necesario proteger adecuada- mente estos recursos pesqueros. Fundamentalmente de- bemos utilizarlos extrayendo un mayor volumen de pro- teínas del mar cada año. Ahora, si la Argentina no se decide a pescar, entonces tiene que legislar la forma correcta de explotar estas riquezas. Se debe tener en cuenta que los recursos pesqueros vivos renovables no se acumulan indefinidamente y que cada año se pierde una parte, que al no ser aprovechada se resta como ali- mento de la humanidad. De todas maneras —yo creo que es oportuno decirlo— el Instituto de Biología Ma- rina es una de las pocas instituciones del país que está haciendo investigación pesquera marina, y lo está ha- ciendo con métodos modernos y a nivel internacional. C. ¡V.: ¿Hay institutos similares en otros países latinoa- mericanos? E. B.: En Perú hay uno, muy importante En Brasil hay un Instituto Oceanógrafico, muy bueno, y en Venezue- la y Chile también. No puedo decir si son superiores o inferiores; una institución se juzga por dos factores clásicos: la escuela que forma y el nivel de los trabajos que publica. En este sentido creo que por nuestras relaciones y contactos internacionales podemos estar satisfechos; mucha gente que trabaja aquí fue invitada a congresos y a dictar cursos en el extranjero, inclusive tenemos también varios latinoamericanos que están tra- bajando aquí. C. N.: ¿Con qué personal docente cuenta el Instituto? E. B.: En estos momentos hay unos 26 investigadores, cada uno de los cuales está adscripto a una categoría 10 docente (profesor, jefe, ayudante) y todos hacen do- cencia; algunos pertenecen, a la Universidad, otros al CNICT y otros a la Comisión de Investigaciones Cien- tíficas de la Provincia. Algunos son becarios. Después tenemos un grupo de técnicos que en su mayoría son jóvenes marplatenses que hacen cursos ele capacitación dictados por nosotros. C. N.: ¿Hay una organización de tipo vertical, hay un director que decide o tienen un claustro? E. B.: Una de las condiciones que ha permitido la con- tinuidad de 10 años de trabajo es justamente el no te- ner una organización de tipo vertical. El director es la mayor autoridad, naturalmente, pero todo se decide de común acuerdo y si bien no hay reuniones formales hay un permanente intercambio de ideas; en general todos saben qué pasa y opinan sobre lo que hay que hacer. Además quiero insistir en ese factor fundamen- tal: en diez años hemos mantenido al Instituto en ac- tividad constante y, a pesar de todos los cambios polí- ticos y universitarios, hemos recibido siempre el apoyo de todas las autoridades universitarias, lo cual ha per- mitido que sigamos funcionando y desarrollando nues- tros programas. C. N.: Con la intervención de la Universidad en 1966, ¿se fue gente del Instituto? E. B.: Sí, se fueron dos personas en 1966, pero ahora tenemos tres veces más gente que en esa fecha. Los que se fueron eran investigadores de valor y lo lamen- tamos, pero por suerte el aporte permanente de jóvenes interesados ha podido reemplazarlos . Volviendo a la organización, el Instituto tiene un Consejo Directivo, integrado por representantes de las entidades que lo forman. Este consejo elige al director, quien debe pertenecer al Instituto, ser full-time y dure tres años. Yo ocupo en este momento la dirección en forma interina. En este momento se está elaborando el Estatuto definitivo. C. N.: ¿Cómo es el mecanismo de ingreso al Instituto? E. B.: Los alumnos que tienen interés en trabajar aquí lo piden a través de los departamentos de las respecti- vas facultades. En cuanto a los investigadores, son designados por cada una de las universidades, es decir, si alguien tiene interés en venir aquí se lo invita o se pide un cargo, pero en todos los casos se hacen con- cursos. C. IV.: Dr. Boschi, una última pregunta, volviendo a los planes de investigación del Instituto: ¿trabajan ustedes comportamiento animal? E. B.: Por ahora no tenemos a nadie que haga compor- tamiento. Pero tenemos la idea y el interés de formar un grupo de fisiología animal y comportamiento, para estudiar algunos aspectos importantes, como el com- portamiento de animales aislados y de cardúmenes, la reacción del pez ante la red de captura, la detección mediante ecosondas, las reacciones ante la luz y muchos otros. En fin, esto es algo que todavía debemos desa- rrollar. O
  • 13. Calculadora electrónica con impresión CIFRA 311: Lógica de 3? generación, memoria de 4? generación. CIFRA 311: Mayor potencialidad, diseño expeditivo, costo menor. CIFRA 311: Creada en el país, es la solución más actualizada a las vertiginosas exigencias de precisión y caudal de cálculo de las empresas modernas. Un producto FATE S.A.I.C.I. División Electrónica Comercialización y Ventas: Garay 1, Tel. 34-6034/5/6/7/8.
  • 14. Ciencia e ideología Reportaje a Gregorio Klimovsky Gregorio Klimovsky comenzó su carrera docente como profesor titular de Análisis Matemático en la Facultad de Ingeniería de San Juan (Universidad de Cuyo), cargo que desempeñó desde 1954 hasta 1956. Fue investigador titular con dedicación exclusiva en el Departamento de Matemática de la Universidad de Cuyo (Mendoza) desde 1955 a 1956, profesor titular de Lógica en la Facultad de Filosofía de Rosario (Universidad del Litoral) desde 1957 a 1959, profesor de Lógica en la Facultad de Humanidades de La Plata en el período 1960-1961, profesor titular del Departamento de Matemática, de Lógica Matemática y Teoría de Conjuntos de 1957 a 1966. Además fue profesor titular invitado de Lógica y Filosofía de la Ciencia, en el Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía de la U.N.B.A. desde 1958 a 1966, director del Instituto de Filosofía de la Facultad de Filosofía de 1964 a 1966, y vicepresidente de la Agrupación Rioplatense de Lógica y Filosofía Científica desde 1959 a 1964. Fue asimismo miembro del Consejo Superior de la U.N.B.A. de 1962 a 1966. CIENCIA NUEVA: En muchos centros de trabajo e in- vestigación se discute el problema que plantean las re- laciones entre ciencia e ideología. Quisiéramos que nos dé su opinión al respecto; sabemos que hace muy poco habló sobre este tema en el Centro de Estudios de Ciencias. Gregorio Klimovsky: Esa conferencia estuvo fundamen- talmente destinada a discutir, no tanto el problema de si hay factores ideológicos que intervienen en la tarea científica (cosa que creo obvia y evidente), sino más es- pecialmente una tesis que se está poniendo rápidamente de moda en algunos círculos político-intelectuales, según la cual no existiría nada que merezca el nombre de "cien- cia objetiva", sino que la ciencia, por su esencia, posee componentes ideológicos enraizados de tal manera que, según cual sea la posición ideológica en que uno esté, ella difiere en cuanto a sus apreciaciones, sus resultados y sus métodos. Y esto es prácticamente negar la tradi- ción clásica según la cual la ciencia provee de alguna manera un tipo de conocimiento eterno y firme, un co- nocimiento que puede corregirse, afinarse, hacerse más nítido y preciso, que no depende de la mera opinión o prejuicio personal o grupal y que posee pautas objetivas para fundamentarse tanto como para criticarse, llegando a constituir por ello un patrimonio cultural que no debe destruirse por culpa de escepticismos o relativismos. Desde ya aclaro que, en mi opinión, tanto esa tesis como la contraria, según la cual la ciencia es objetiva, tienen su mérito; conviene por lo tanto ver qué es lo que pasa según qué aspecto de la actividad científica se está considerando. En aquella conferencia intenté indicar en primer lugar qué puede querer decir "ideología"; en segundo lugar cuáles son los contextos científicos a los que se puede referir la pregunta y, finalmente, incursio- nar en temas de carácter metodológico, tomando uno por uno los aspectos de la actividad científica, para poder localizar el factor ideológico y su incidencia. De esa manera se comprueba que a veces su papel es harto importante, pero en otras es superficial y ha sido exagerado. Antes de entrar de lleno en la cuestión quiero decir que me parece tan peligrosa la posición que defiende la idea de una ciencia objetiva que esté, por así decir, des- arrollándose encima de las nubes y para la cual lo que está sucediendo en la Tierra y la forma de pensar de la gente no la afecta ni la debe contaminar, como peligrosa es también la posición según la cual la militancia política y la ideología se deben infiltrar de tal manera en la cien- 12
  • 15. cía que aún los resultados de la misma sólo se deben aceptar o rechazar según factores ideológicos. Temo que a través de la buena fe de muchísima gente se llegue fácilmente al fascismo pasando por ese tipo de nociones; aunque aquí el lobo esté a veces disfrazado de cordero ultraprogresista . .. Pienso que hay que separar estas dos concepciones como extremos un tanto peligrosos y que la solución no está tampoco en el justo medio sino en poner claramente los límites de la cuestión. C. N.i A su juicio, ¿dónde colocaría esos límites? G. K.: En primer lugar, procuremos ver qué quiere de- cir "ideología", porque como vamos a encontrarnos con diversos significados, ello puede llevar a comprender que, efectivamente, cierto tipo de fenómeno que merece el nombre de "ideología" interviene de manera inevita- ble en la ciencia, sin que eso, desde mi punto de vista, afecte su objetividad, porque no se trata de la misma entidad que otros denominan con esa palabras. Siguien- do las discusiones sociológicas acerca del concepto de "ideología", podríamos decir que en una primera revi- sión ya es posible encontrar un número muy grande de definiciones. Examinemos algunas de las más impor- tantes. Un primer concepto de "ideología" es el de "conjunto de conceptos y presuposiciones al que un científico tiene que recurrir para poder expresar y desarrollar sus teo- rías". Por ejemplo, si no existiera geometría euclideana ni tampoco la matemática que de alguna manera ya es- taba desarrollada en la época de Newton, sería impo- sible formular una física como la newtoniana. Porque no habría noción de punto, ni de espacio, recta o longitud, que pueda Nevar al espacio absoluto que concibe New- ton, ni existiría un manejo del concepto de número como para introducir teorías que involucran medición, magnitud o extensión. Y, si además de las presuposicio- nes conceptuales no hubiera también presuposiciones teóricas de carácter geométrico, no habría posibilidad de demostrar teoremas físicos, porque para ello es ne- cesario trazar paralelas, examinar trayectorias y ver qué es lo que ocurre con los ángulos y sus relaciones, todo lo cual involucra que ya se conozca la verdad o falsedad de proposiciones geométricas. Es decir, para construir una teoría como la newtoniana, es necesario apoyarse en la existencia previa de conceptos de orden geométrico y también en la admisión de ciertas hipó- tesis y teoremas que constituyen el cuerpo teórico de la geometría. Sin ese tipo de presuposiciones, a veces no es posible pensar en el desarrollo de una investigación, ni siquie- ra en su formulación. Esto es lo que vamos a llamar "ideología" en el sentido de "marco conceptual o teó- rico"; es el tipo de concepción general previa que un científico adopta para poder discutir una disciplina o una teoría. Ella se puede dividir en dos partes; una es la de las categorías y conceptos que se están utilizando, otra es la de las teorías que se están presuponiendo. Una cosa es decir que empleamos la idea de punto, rec- ta y plano de la antigüedad, y otra cosa es decir que además de esos conceptos adoptamos las hipótesis eu- clídeas. Porque podríamos rechazar los axiomas clási- cos acerca del punto, la recta y el plano de la recta euclídea y seguir manteniendo en uso el concepto de punto, recta y plano pero con postulados no euclidea- nos, como ocurre en gran parte de la física actual. Eso muestra que hay un primer paso en que son conceptos lo que la ciencia necesita presuponer, pues de lo con- trario no podríamos pensar ni proponer hipótesis. Pero luego hay otro paso, que está dado por las hipótesis o postulados que pensamos que esos conceptos cumplen. Y obtenemos así la base dentro de la cual se puede construir ya una teoría específica; me parece induda- ble que siempre nos vamos a encontrar con una situa- ción así. C. N.: Este es entonces un tipo de "ideología" inevitable. G. K.: Por ejemplo, si no hay una teoría previa de la reproducción que hable de gametas y cigotas, no se puede_ siquiera formular gran parte de la teoría de Men- del; si no existe un concepto de célula y de partes de la célula, no se puede efectivamente hacer una genética citológica. Si no existiera una geometría no existiría una física; si no hay una lógica matemática no se puede hacer una axiomática formalizada; siempre ocurre así. Es totalmente cierta la imposibilidad de hacer ciencia sin presuponer una ideología de ese tipo. Es indudable que según cómo hayamos aprendido nuestros conceptos a través de nuestros maestros, nuestras tradiciones o nuestros estudios, así estaremos condicionados como científicos de muy diferentes maneras. Basta considerar un matemático de la escuela de Cantor y compararlo con otro de la escuela de Bromver para comprender que sus marcos conceptuales son distintos y que de ahí de- riva la notable diferencia entre los tipos de matemática que cultivan, es decir, parten de una ideología concep- tual o teórica diferente. Ahora bien, este tipo de ideología no tiene mucho contenido político en general, pero está ahí indudable- mente y es totalmente cierto que un científico que des- arrolla una investigación, debe partir de numerosas pre- suposiciones. Uno de los "slogans" que por ahí corren, según el cual es imposible que se haga ciencia sin qué exista ideología, ya que ella está en los conceptos y presuposiciones que el científico está adoptando, es to- talmente cierto; es algo que ni siquiera se puede dis- cutir, es la verdad incuestionable. Lo que ocurre es que todo ello no implica algo que conspire contra la objetividad de la ciencia; después vamos a discutir este punto. C, N.i Usted afirmó antes que existen diferentes signifi- cados de "ideología". ¿Podría señalar otro? G. K.: El segundo tipo de ideología es el que hoy se conoce con el nombre de "ideología según la sociología del conocimiento". Ella consiste en el hecho de que toda persona, por estar ubicada en un momento histó- rico, en un contexto social, en determinado grupo o clase, tiene una determinada perspectiva para recoger información o para ver las cosas. Este es el factor por el cual, aún con el mismo tipo de aprendizaje, en igual momento y lugar, un científico puede estar mucho más preocupado, por ejemplo, por investigaciones de geo- metría aplicada que tengan que ver con urbanismo, con 13
  • 16. Actitudes científicas distorsionadas opiniones, creencias o aún actitudes científicas, muy distorsionadas. Un caso típico, por ejemplo,^ es el de una investigación que se hizo acerca de periodistas egre- sados en un mismo año de una escuela de periodismo de los Estados Unidos; se vio que cierto porcentaje de ellos se empleaban en periódicos de sindicatos y otros en los de entidades patronales. Personas muy parecidas en su formación y extracción social, reaccionaron de manera muy diferente según los diarios en que estaban empleadas, respecto del problema de provocar infla- ción. Según los periodistas "patronales" la inflación sería totalmente corrosiva, provocaría desempleo, etc. Según los otros, originaría un gran consumo y, por con- siguiente, una reactivación de las fábricas. No importa quien tendría razón, pero lo que resulta interesante es que todos venían de la misma escuela y prácticamente de los mismos grupos sociales. La discrepancia no podía explicarse por el mero factor de sociología del cono- cimiento; los periodistas tenían que defender su em- pleo. En sus opiniones intervenía un factor ideológico en el sentido espúreo. diseño industrial o con problemas de geodesia, que por problemas abstractos como los que tanto preocu- pan a muchos matemáticos puros. La razón es que, según donde se está socialmente situado, el mismo pro- blema puede parecer urgente o no. Indudablemente, una persona muy rica que esté un tanto apartada de los problemas nacionales puede desinteresarse por com- pleto de lo que va a pasar con el desarrollo urbanístico y humano de la periferia de la ciudad. C. IV.: Y a esa persona quizá le interese más el álgebra abstracta... G. K.: Claro. Y la razón está en que, desde su punto de vista, el tipo de información que recibe acerca de qué es la matemática y su función (como la de todas las verdades científicas en general), puede estar un poco distorsionada por la forma en que esa persona está^ ubi- cada en la sociedad actual. El que está ubicado más en el llano puede comprender que el país necesita solu- ciones perentorias: lo puede ver desde el lugar, clase social o grupo de poder donde está situado, con mu- chísima más claridad y por ello es que se vería incli- nado a estudiar otros problemas, recurrir a otras teo- rías, o buscar aplicaciones de los conocimientos abs- tractos. Es muy cierto, creo, que la sociología del conocimien- to es un factor importantísimo, muy digno de tenerse en cuenta. Lo que no está muy claro es si realmente es algo más que un mero factor (es decir, si es un obs- táculo insalvable) o, por el contrario, es superable en el sentido de que con suficiente adiestramiento y crí- tica la gente pueda darse cuenta de las limitaciones de su propia información. El tercer tipo de ideología es el que encierra un cier- to sentido despectivo; es el que a veces utiliza Marx y también Manheim, el sociólogo que quizá sea el res- ponsable de llamar la atención acerca del ya discutido segundo tipo de ideología. Este tercer tipo se evidencia en que muchas personas, en virtud de sus intereses es- púreos, por razones personales egoístas, manifiestan C. N.: ¿Esta que acaba de describir sería la ideología que involucra la autocensura? G. K.: Sí, pero antes aún que la autocensura, involucra el interés personal. Conozco muchos profesores que no tendrían ningún inconveniente, para abrirse camino en la carrera docente y aprobar un concurso de oposición, en sostener tesis completamente contrarias a las que real- mente creen, si dada la composición del jurado esa es la única manera en que pueden lograrlo. Pero esto no es todo. Me parece oportuno indicar que los móviles espúreos que pueden llevar a algunas personas a sus- tentar ciertas creencias y opiniones no tienen por qué aparecer explícitamente en la mente de los interesados, sino que pueden ser algo más escondido, inconsciente o automático. De todos modos hay que reconocer que la ideología en el sentido de la sociología del conoci- miento, aunque puede ser causa de error, es algo que tiene cierta caracterización de buena fe, que ésta que estamos analizando ahora, la ideología de tipo "es- púreo", no posee. C. N.; Y tendríamos así todos los tipos de ideología que, en primera instancia, vale la pena distinguir. G. K.: No, pues en un cuarto sentido de la palabra, no muy distinto quizá del segundo pero que tiene sufi- ciente importancia, sobre todo en nuestro medio, ten- dríamos lo que Lucien Goldman y otros han llamado "ideología por escasez o imposibilidad de información". Es lo que ocurre cuando, por el peculiar desarrollo his- tórico de un lugar determinado, no se ha recibido la información que en otro lugar ha llegado. A pesar de que los intereses de una dada clase social sean los mis- mos en ambos lugares, el hecho de no recibir o no poseer información hace que a veces no se pueda com- prender en uno lo que se comprende en el otro. Por ejemplo, es indudable que nuestra burguesía industrial posee mucha menos información económica que la bur- guesía industrial norteamericana. En general, ha reali- zado menos investigación y está mucho menos actua- 14
  • 17. lizada con respecto a lo que pasa en nuestro medio (y, en general, en cuanto a economía y política) que aque- lla en el suyo. Esto lleva a sus miembros a sostener con frecuencia tesis tales como la de la libre competen- cia, la libre empresa, la libertad de mercado o la liber- tad del régimen aduanero y a sustentar la opinión de que ellas son lo que define la libertad, la democracia y la de que el proteccionismo o el estatismo es pernicioso, totalitario, etc. Esto ocurre evidentemente por falta de información y no por la forma en que se manejan los conceptos o por la perspectiva en que ellos están, ni tampoco debido a intereses espúreos (pues se están perjudicando a sí mismos al decir eso). Porque efecti- vamente, falta de proteccionismo, libre empresa, au- sencia de barreras aduaneras significa, en un país en situación neocolonial como es el nuestro, el fin liso y llano de la burguesía industrial. Lo que ellos tendrían que propugnar es precisamente todo lo contrario. Por lo cual es evidente que no han recogido información al respecto o la han recibido de fuentes interesadas. Este es un tipo de ideología que tiene para nosotros especial importancia; por ejemplo, mucho de lo que se ha dis- cutido con respecto a si hay que encarar o no una in- tensa enseñanza de las ciencias básicas en Argentina, está tocando esa dificultad. C. IV.; ¿En qué sentido puede afirmarse que discutir acerca de la enseñanza de las ciencias básicas esconde, aspectos ideológicos? G, K.: Efectivamente, a pesar de que muchos círculos estudiantiles consideran como "cientificismo reacciona- rio" toda teoría de que la educación universitaria tiene que comenzar por centrarse en el desarrollo ele las cien- cias básicas, desde el punto de vista del desarrollo po- lítico de nuestro país la realidad muestra todo lo con- trario; el progreso de los conocimientos y de la tecnifi- cación por parte del pueblo argentino llena de alarma a los sectores neocolonialistas, que prefieren que la in- vestigación científica la hagan las metrópolis imperia- listas y sólo llegue aquí a través de los concesionarios y representantes comerciales, o al estrato latifundista de la población, que teme perder posiciones frente a secto- res más pujantes en ascenso. Por ello es que la actitud de ciertos sectores culturales y políticos evidencia un factor ideológico de falta de información, pues comba- ten lo que ya es un hecho conocido en casi todo el mun- do y que en todas partes es considerado una variable importante (aunque no única) de liberación y progre- so. Para la parte retrógrada del país, el "cientificismo" vendría a ser "insurgente" y "terrorista" en virtud de una concepción ideológica del segundo o tercer tipo. Para la parte progresista, o para algunos de sus repre- sentantes solamente (para ser más exactos), en virtud de un factor ideológico basado en falta de información, ese mismo "cientificismo" se hace reaccionario. Pero no hay que asombrarse, pues la falta de información es, por desgracia, un fenómeno bastante típico de nuestro desarrollo cultural. Esto no es una exageración: Argen- tina, aunque pueda tener en Buenos Aires y en algunas ciudades una élite que está bien informada, no es to- davía un país que pueda considerarse informado. Basta observar los órganos de la prensa para darse cuenta que el tipo de información que puede recibir el argentino ipedio (sobre todo acerca de nuestros problemas) es bastante limitada y en general distorsionada. Defino estos cuatro sentidos de "ideología", sin pre- tender que la lista esté cerrada, para pasar a otro aspecto del problema. Dejemos "ideología" por un mo- mento y preguntémonos por "ciencia". Podemos en- contrar aquí lo que podríamos llamar tres contextos diferentes: el contexto de descubrimiento, el de justi- ficación y el de aplicación. C. IV.: ¿Cómo definiría esos tres contextos de la ciencia? G. K.: Un científico puede imponerse ciertas investi- gaciones para tratar de llegar a ciertos resultados y de- bido a ello tal vez llegue a formularse ciertas hipótesis o a considerar ciertas ideas. Se supone que la forma en que se le han ocurrido esas ideas e hipótesis, como re- sultado de sus experiencias o de sus predilecciones estéticas o de encadenamiento de razonamientos, perte- nece a algo que podríamos llamar sociología, psicología y hasta política del descubrimiento científico. Pie aquí el "contexto de descubrimiento". Pero, una vez que se presentan las ideas podríamos preguntarnos: ¿esas ideas son correctas?; esas hipótesis, ¿se pueden probar o refutar? Este sería el "contexto de justificación". Re- sumiendo, el contexto de descubrimiento inquiere cómo llega a crearse la hipótesis científica, cómo llega a pre- sentarse. El contexto de justificación investiga por qué las tenemos que aceptar: por demostración o por al- guno de los métodos que ofrece la metodología. El tercero, una vez que las hipótesis han sido aceptadas, sería el contexto de la tecnología, de la aplicación. Aquí ya no se cuestionan los procedimientos para obtener las hipótesis ni las hipótesis mismas, sino más bien cómo se pueden aplicar a cuestiones prácticas, cómo nos pue- den auxiliar a resolver problemas técnicos o sociales. C. IV.; Tecnología e ideología implican una conjunción sospechosa... G, K.: Sí, ese es efectivamente el punto central. Pero yo quiero separar estos tres aspectos parar mostrar que el problema es muy distinto en cada uno de ellos. Tomemos primero el de justificación. Que este con- texto sea diferente del de descubrimiento es algo que a muchos llama la atención; creen que el procedimien- to por el cual a uno se le ocurre una hipótesis ya tiene de alguna manera que probarla o justificarla. Esta in- clinación proviene de haber aprendido que el método científico es un método inductivo y que a las leyes se llega por atesoramiento de un número suficientemente grande de observaciones. Es decir, las leyes científicas —de acuerdo con esta manera de pensar,—, son gene- ralizaciones de lo observado en los casos singulares y se basan en la obtención de un número suficientemente grande de éstos. Por ello, descubrir tales generalizacio- nes a partir de la observación y atesoramiento, de hechos particulares parecería coincidir con el procedi- miento para justificarlas. Todo lo cual es falso, ya que el método científico es el método hipotético deducti- vo, el método que esencialmente consiste en formular hipótesis y testearlas. Las formas por las que pueden 15
  • 18. El error metodológico de "autoalimeiitación" obtenerse las hipótesis son diversas; pueden surgir por inducción, es cierto, pero también pueden surgir por analogía, o sugeridas por el fracaso de anteriores, o creando modelos; hay una cantidad enorme de méto- dos como éstos. Ciertamente, alguno de ellos no garan- tizan de ninguna manera la obtención de una buena hipótesis; por ejemplo el método preconizado por mu- chas filosofías y que en sociología y psicología todavía adoptan muchos, es el método intuitivo. Según este método, tendríamos la facultad de poder aprehender por intuición una hipótesis así como la verdad de la misma. Lo cual no es cierto; basta examinar la historia de la ciencia. Podríamos decir, parafraseando un re- frán, que el camino del infierno científico está sem- brado de buenas intuiciones. La cantidad de veces que la gente se ha equivocado en sus intuiciones científicas es grande. Admito que puede pasar —y eso desde el punto de vista de la definición de "ideología" es inte- resante— que la forma en que se origina una hipótesis ya informe un poco acerca de su verdad o no (por ejemplo, en mi opinión, si el diario La Prensa hace una hipótesis económica sobre el país, puedo inferir automáticamente que está equivocada). Pero, aún en esos casos, para estar seguros que sucede así, tenemos que detectar cuál es, por un lado, la forma en que aparece la hipótesis y por otro, establecer si hay o no verdad. Sólo entonces estaríamos autorizados a afirmar la correlación entre la forma en que la hipótesis surge y su valor informativo. (En nuestro ejemplo, debemos diferenciar el hecho de que tal o cual afirmación se origina en La Prensa •—cosa que concierne al contexto de descubrimiento— del hecho que esa afirmación no concuerda con la realidad —lo cual depende de los criterios del contexto de justificación— de manera que son dos problemas separados que sólo después pue- den juntarse para poder sustentar la afirmación de que ese diario siempre se equivoca.) C. N.: ¿Cómo vincula los tres contextos con los factores ideológicos de los que antes habló? G. K.: Desde el punto de vista del contexto de justifi- cación podríamos preguntarnos dónde aparece la ideo- logía. Una teoría científica consiste en las hipótesis que nuestra experiencia y razón nos sugiere, en los hechos que se pueden deducir de ellas y en las consecuencias observacionales con las cuales la teoría es controlada y donde ella encuentra sus aplicaciones prácticas. Se pue- de ver que los factores ideológicos que aparecen son pocos y escasamente molestos. C. N.¡ Es decir, no existirían aspectos ideológicos e« el contexto de justificación . . . G. K.: Yo diría lo siguiente: respecto de las hipótesis, para el contexto de justificación no existe el problema de cómo se generan; las hipótesis ya están ahí y sólo resta probarlas. Un factor ideológico posible —en el primer sentido de la palabra "ideología"— es el de cómo se va a poder comunicar esa hipótesis; forjar una hipótesis en un medio donde la gente no tiene con- ceptos adecuados es inútil porque no sería posible dis- cutirlas. Pero desde el punto de vista científico ese no es un problema para el contexto de justificación. La hipótesis es aquí algo dado, de manera que lo que se necesita es, o bien la ayuda de la lógica para extraer las consecuencias observacionales, o bien lo que se lla- ma una base empírica, que es el conjunto de datos con los cuales se puede observar o controlar qué es lo que realmente pasa. Ahora bien, los datos los dan los órganos de los sen- tidos, la práctica directa o la observación lisa y llana, como puede ocurrir con un botánico mirando la forma de las hojas, o con un químico observando el color del papel de tornasol, o utilizando instrumentos, que pue- den ser de observación, como el microscopio, o de me- dición, en cuyo caso se dice que el dato está interpre- tado a la luz de la teoría del instrumento. La base empírica, o sea el conjunto de los datos que se pueden observar directamente, puede tomarse epistemológica- mente, es decir en forma desnuda y en su pleno valor, o a la luz de alguna teoría presupuesta que constituye la razón de nuestra creencia en las mediciones o en lo instrumentalmente visto. Por ejemplo, si observamos en el microscopio, epistemológicamente lo único que podemos decir es que estamos viendo una mancha de color en el ocular; pero un biólogo diría que, presupo- niendo la óptica del microscopio, lo que vemos es una célula. Siempre se introduce en forma un tanto disi- mulada o patente alguna teoría de este tipo, que es la teoría del dato de observación. En sociología, por ejemplo, éste es el papel de la teoría de la encuesta, que nos dice cómo se ha obtenido el dato y si realmente refleja lo que la gente cree o no cree. Es sabido que la teoría de la encuesta es muy di- fícil y controvertida. Por ejemplo, no es buen método dirigirse mediante una encuesta a las damas de Buenos Aires para hacer una investigación de mercado con el fin de averiguar qué crema para el cutis usan. Porque en general van a tener cierto tipo de reparos en de- cirlo; seguramente no van a decir la verdad. Es mucho mejor utilizar métodos disimulados, como por ejemplo que la compañía ofrezca en obsequio una crema que se dice se está promocionando, con la condición de devol- ver el pote vacío de la que están usando, para hacer luego la contabilidad sobre la cantidad de frascos ob- tenidos. Todo esto muestra que los datos a veces no pueden ser tomados por la ciencia así como están y que hay que emplear alguna presuposición sobre los factores que de alguna manera están involucrados en lo
  • 19. que se ha elegido como base empírica. Aquí es donde pueden penetrar factores ideológicos, pero son factores del primer tipo, que conciernen a la clase de teoría que se ha aceptado previamente. Y si se sabe cuáles son esas teorías y si ellas se han ya testeado a su vez, no hay ningún inconveniente en cuanto al valor objetivo del conocimiento obtenido. C. IV.: Pero los sociólogos afirman que éste es un impor- tante factor de distorsión. G. K.; Aunque los sociólogos digan que este factor de distorsión es bastante grande, no lo es tanto. En biología, en física, en las ciencias naturales, se reduce a problemas para los cuales no hay mucha duda, como el de ver qué color tiene una zona del espectro, el de si una aguja coincide con una señal de un dial, el de si una conexión está hecha o no, o el de si hay figuras en una pantalla de tal o cual forma, todo lo cual no presenta problemas. De manera que si bien es cierto que puede haber distorsiones ideológicas en este sen- tido particular, el primer sentido, no llegan a ser tales como para que un científico no pueda efectivamente separar la buena de la mala información. La refutación de hipótesis o el mantenimiento de buenas hipótesis, sin duda puede hacerse de este modo, no hay ningún inconveniente. Por lo cual creo que, en este aspecto, el problema de la prueba, la justificación o el rechazo en ciencia no está demasiado "contaminado". No quiero abandonar el tema sin tocar otras dos cues- tiones. En primer lugar, hay otros factores ideológicos a considerar, en los otros sentidos de "ideología"; exis- te el peligro de que uno no vea más que cierto material observacional, sin tomar en cuenta otro, olvidando de este modo considerar aspectos importantes de carácter empírico. Por ejemplo, supongamos que queremos hacer una investigación en psiquiatría para ver cómo puede acentuarse o disminuir la neurosis de la gente en momentos de inestabilidad social. Indudablemente, si el que establece esa investigación la va a efectuar tomando mil personas del barrio de Belgrano, muchas de las hipótesis que pudo haberse planteado de ante- mano antes de hacer la investigación pueden dar un resultado que aparentemente concuerde con lo que se está observando. Pero no se le ha ocurrido ir a las villas de emergencia. Tal vez, si lo hubiera hecho, el tipo de aspectos de carácter psicológico pertinentes para su in- vestigación que allí observaría, no sería el mismo que para la clase media de Belgrano. En ese sentido, él tomó sus datos observacionales dentro de una banda estrecha del espectro; por consiguiente, lo que él pueda confir- mar o refutar a través de observaciones está distorsio- nado. Aquí es el punto donde efectivamente puede haber un error, una distorsión de carácter ideológico. Pero no es insalvable, precisamente una buena crítica metodológica demostraría que existió una delimitación equivocada de la base empírica. La objetividad y el valor de la investigación científica no se relativizan, eso es lo que vale la pena señalar. C. N.: Dijo Ud. que se referiría a dos cuestiones, pero discutió sólo una. ¿Hay alguna otra dificultad? G. K.: Sí, y concierne a un pecado que se comete mu- chas veces en ciencia y que, usando lenguaje ciber- nético, podría denominarse "autoaolimentación" de una teoría. Es muy curioso que algunas personas consideren este defecto como constituyendo una característica me- ritoria. Porque si la ciencia o la teoría científica se con- trolan mediante la base empírica es totalmente inadmi- sible que los datos de ésta se tomen interpretados a la luz de la propia teoría que se está queriendo testear o controlar, pues se llega al círculo vicioso de hacer sus- tentar el valor de las hipótesis en los hechos empíricos, pero éstos a su vez se valoran con el auxilio de las mismas hipótesis de las que estamos dudando. El dato observacional, el que nos ofrece la experien- cia, la experimentación o la investigación controlada y sistemática, es lo que permite corroborar o descartar teorías; si ese dato a su vez es recogido mediante ins- trumentos de observación o presuposiciones teóricas, es importante darse cuenta que la teoría con la cual se está interpretando la observación no debe ser la misma que la que se está testeando. Por ejemplo, si quiero testear una teoría psicoanalítica, para ver si es verdad que ocurren ciertos tipos de estados internos en algu- nos procesos psíquicos o durante el desarrollo de una enfermedad y resulta que para ver si es así observo la conducta de los enfermos, pero no la describo a ojo desnudo sino que interpreto lo que estoy viendo en los pacientes con el lenguaje de esa misma teoría analítica y con las mismas presuposiciones de las que ella parte, entonces no pruebo realmente nada. No ignoro que en Francia son muchos los que creen —especialmente los seguidores de Bachelard y Althuser— que éste es pre- cisamente el rasgo definitorio que permite caracterizar el método científico (creación de su propia base em- pírica, delimitada por la interpretación que hacen sus propias hipótesis); si tuvieran razón no cabría la menor duda de que los factores ideológicos corrompen la obje- tividad de la ciencia. Pero esto resulta de una total incomprensión del método científico y creo no equivo- carme al juzgar que estamos frente a una verdadera calamidad histórica, de índole cultural, que va a causar mucho daño y que descansa en un error metodológico casi infantil. C. 2V.: ¿Podría darnos un ejemplo de ese error metodo- lógico? G.K.: Es el error con el que tropecé una vez leyendo un texto de física, en el que se afirmaba que la ley de Boyle y Mariotte es una ley empírica que puede sus- tentarse en observaciones de carácter experimental (lo cual es correcto), pero luego indicaba que las pre- siones se leían utilizando un manómetro en " U " que, como se sabe, presupone la ley de Boyle y Mariotte. Este es un error que se comete muy frecuentemente en sociología y en política. Sin duda, puede haber razones ideológicas que lleven a caer en ese error. Pero no es un error inevitable ni mucho menos un rasgo distintivo del método científico. Es perfectamente superable. C. IV.: ¿Le da Ud. igual importancia a estas dos difi- cultades? G. K.: Creo que de los dos problemas que acabamos ele discutir, el de delimitación parcial de la base empírica y el del círculo vicioso intrínseco en la lectura de la base empírica, el verdaderamente importante como fac-
  • 20. Los científicos y el cambio social tor ideológico que compromete la objetividad de las teorías científicas es el primero (mientras que el se- gundo es un tipo de chapucería que con un poco de prudencia metodológica nadie cometería). Por ejemplo, creo que muchas de las limitaciones de la psiquiatría norteamericana contemporánea se originan en tomar como indicadores de salud mental factores insuficientes y discutibles como la capacidad de ascender en cate- goría y status social. Hipótesis testeadas con datos em- píricos tan parciales no inspiran mucha confianza. C. N.: Entonces ¿cuál es la importancia que Ud. final- mente da a la ideología en el contexto de justificación? G. K.: Resumiendo, no encuentro aspectos ideológicos que afecten la objetividad del conocimiento, desde el punto de vista del contexto de justificación. La crítica epistemológica puede eliminar errores metodológicos como los que acabamos de examinar. Los que piensan que de todas maneras hay un componente ideológico de naturaleza lógica que relativiza el conocimiento humano (y, en particular, el científico) caen en un círculo vicio- so, ya que la tesis misma no poseería verdad absoluta si- no relativa, y entonces ya no es interesante (salvo si, al fin y al cabo, la tesis fuera absolutamente cierta, en cuyo caso eso indicaría que hay conocimiento absoluto y que el relativismo es falso y autocontradictorio). Es como la tesis del escéptico absoluto: si el conocimiento es imposible, eso vale en particular para el de la ver- dad de las afirmaciones que él hace, y para su propia posición escéptica. Pero, como dice graciosamente An- tonio Machado por la boca de una de sus personajes, la gracia del escéptico absoluto es que ningún razona- miento le convence. Aquí podríamos dejar el problema del contexto de justificación y con esto dar por fundamentado por qué pienso que no es justa la posición que considera que, debido a factores ideológicos, la ciencia no es objetiva. Creo que la ciencia es objetiva, que nos da conocimien- to y que la expansión de ese conocimiento es incluso importante arma política porque permite mostrar obje- tivamente la diferencia que hay entre buenas y malas políticas y entre justicias e injusticias, de modo que tomando los mismos argumentos que emplean algunos 18 sectores "ideológicos", diría que hay un cierto carácter reaccionario en las posiciones contrarias a la concep- ción "objetivista" de la ciencia. C. N.: ¿Qué ocurre con los otros dos contextos que antes definió? G. K.: Vayamos ahora al contexto de descubrimiento. Ahora sí que hay que reconocer la existencia de facto- res de carácter ideológico de todo tipo que pueden estorbar el desarrollo de la ciencia en un país, por ejemplo, el nuestro. Y esto por muchas razones. Pues, si uno se pregunta de dónde puede originarse una hi- pótesis, se ve que puede venir sugerida por investiga- ciones análogas que se han hecho en otro lugar, por modas, por apreciaciones acerca del alcance y valor de un tipo de estudio (como en el caso de varios mate- máticos argentinos —confieso que en su momento fui uno de ellos— que piensan que la verdadera matemá- tica es la pura y que no debe contaminarse con las aplicaciones prácticas o técnicas porque eso distorsiona su verdadera esencia), o por un tipo de experiencia que no es típica de nuestro medio. Aquí surge toda una serie de posibilidades que sería largo detallar, pero en todas ellas la formación de hipótesis parece involucrar ingredientes ideológicos de toda clase. En el caso de las modas, v. g., lo que está presente es la ideología del primer tipo, o sea la manera en que uno recibe sus conceptos y sus presuposiciones a través de los maes- tros, colegas, etc. Puede haber factores ideológicos del segundo o cuarto tipo, que atañen a lo que es posible o no concebir por estar ubicados en un determinado momento histórico; evidentemente, en el siglo de la cibernética podemos pensar de una manera que en el siglo xix hubiera sido imposible, en lo que atañe a ciertos problemas políticos o sociológicos. Por otra par- te, en cuanto a la ideología en el tercer sentido, es claro que puede suceder que haya razones espúreas en admitir o no ciertas hipótesis. Si con determinadas hi- pótesis un terapeuta va a ganar más dinero que con otras, quizá prefiera aquéllas, porque le puede garan- tizar una profesión mucho más remunerativa. Desgraciadamente, este es uno de los cargos que se han hecho a muchas terapias de carácter psiquiátrico. C. N.í ¿Nos puede dar otros ejemplos? G. K.: A fines del siglo pasado, en Italia, Alemania, Inglaterra se pensaba que un matemático tenía funda- mentalmente que investigar geometría proyectiva. La geometría proyectiva, una forma muy elaborada de la geometría tradicional, presenta problemas dificul- tosos y muchos de los mejores cerebros de entonces, Cayley por ejemplo, se pasaron años enteros estudian- do propiedades de las curvas cuárticas. Después, eso no sirvió absolutamente para nada, era la moda, como en otro momento lo fue en Estados Unidos la mate- mática pura de tipo axiomático y ahora lo será la teoría de las categorías. Volvamos ahora al factor sociología del conocimien- to. Desde el punto de vista de un país en el cual hay intereses en puja, como lo es el nuestro, es mucho menos peligroso dedicarse al álgebra abstracta que con- sagrarse al estudio del cálculo numérico, por ejemplo. 4r
  • 21. Pues el cálculo numérico toca intereses que atañen a compañías que importan máquinas, mientras que el álgebra abstracta apenas si afecta a editoriales que pu- blican textos matemáticos. Algunas empresas no han hecho absolutamente nada para tratar de apropiarse de la carrera de matemática pura en la Facultad de Ciencias Exactas de Buenos Aires, pero sí en cambio se posesionaron de la carrera de computador científico, cambiándola de una carrera primitivamente destinada a formar matemáticos apli- cados de muy alto nivel, no sólo en computación sino en todos los campos del cálculo numérico, en otra que sólo intenta formar un tipo de individuo que pueda conocer al dedillo algunas técnicas de programación y algunos catálogos de máquinas, ya que esto es lo único que les interesa a estas compañías. Indudablemente, ellas no van a fomentar la enseñanza de cierto tipo de cosas que reservan para su central metropolitana ex- tranjera y no para la colonia que consideran que somos. Esto se repite constantemente; recordemos cuando Phi- lips cerró sus labotarios en Argentina el mismo día que terminó la Segunda Guerra Mundial, al tiempo que se reabrían los de La Haya: así se acabaron las inves- tigaciones de Philips en nuestro país. Es indudable que cuando hay intereses extranjeros de por medio, el científico puede aquí ser considerado meramente como un individuo que sólo debe llevar a cabo algunas apre- ciaciones tecnológicas. C. IV.: Esto significa, efectivamente, la presencia de al- gunos tipos de ideología perturbando el proceso de ob- tención de hipótesis. ¿Y los otros tipos? G. K.: Otro punto, el de la ideología en sentido es- púreo, queda bastante ilustrado recordando la visita que alguna vez nos hizo un experto de la FAO que vino a hacer investigaciones sobre nuestros problemas pesqueros. El individuo, un simpático especialista de nacionalidad japonesa, terminó informando que no había ninguna necesidad de preocupamos por cues- tiones que atañen a la explotación de nuestras riquezas ictiológicas, pues somos uno de los países más ricos del mundo en proteínas de ganado. Pero después resultó ser que ese individuo era funcionario de una empresa pesquera japonesa que posee gran cantidad de barcos operando en mares territoriales diversos, entre ellos el nuestro. Finalmente, está el problema de la falta de información o el de la falta de adecuación de ciertas técnicas del extranjero a las necesidades locales, aunque esto corresponde más bien al contexto de aplicación de la ciencia. En cuanto a esto, que toca a la enseñanza de las ciencias, a la formación de investigadores en el país, a los tipos de estrategia que los científicos tienen que adoptar para poder hacer aquí algo útil, el problema ideológico es muy importante. Argentina, como toda Sudamérica, es un país en cambio que por muchos ca- minos imprevistos, rápidos o lentos, va a cambiar sus estructuras y muy probablemente las va a mejorar, in- fluyendo en ellas con mayor autonomía. Pienso enton- ces en el tercer contexto, el que atañe a aquellas per- sonas que deben aplicar la ciencia a algo o encontrar la solución de problemas prácticos, técnicos o social- mente^ urgentes. Tengo que decir que no estoy en una posición tan extrema o escéptica como la de mi amigo Oscar Varsavsky respecto de hasta dónde se puede hacer algo útil en este sentido en países neo-coloniales como el nuestro. Aclaro que no soy un "desarrollista" ingenuo que cae en los extremos de afirmar que el pro- „ greso autónomo de la ciencia garantiza de por sí líber- : tad, bienestar y prosperidad. Cualquiera que conozca ! ' § un poco de sociología sabe que esto no es cierto. Hasta i ó aquí estoy de acuerdo con Varsavsky; pero pienso que • £ de todos modos la actividad de los científicos puede ; ser muy significativa desde este punto de vista. i . « ; "O ' i C. N.: ¿Y qué es lo que puede hacerse? i *c G.K.; El cambio social en Argentina va a requerir téc- nicos y científicos para organizar y llevar a cabo los , nuevos programas. Pero, aún antes, ahora mismo, ne- cesitamos que señalen los errores que se están come- tiendo en nuestro país y a sus autores. La tarea de recopilar información, para denunciar las ^ mistificaciones y las calamidades a las que conducen, sólo la pueden hacer los científicos; por desgracia no la cumplen suficientemente. Los errores e injusticias que se cometen en el campo de la edafología, en la uti- q lización del riego, en la conservación de los bosques, en el planeamiento del transporte, en lo relativo a la con- taminación, en la pérdida de especies por usos inade- cuados de insecticidas, etc., o algunos aciertos, como pueden ser, por ejemplo, algunos descubrimientos rea- lizados por personal del INTA, son cosas que deben trascender y esta es una primera tarea que aquí sólo pueden hacer los científicos. C. IV.: ¿Ve usted otras tareas para nuestros científicos? G. K.: Otra tarea puede ser, efectivamente, la de con- tribuir al cambio social. Aquí el científico deberá dar las indicaciones "tecnológicas" acerca de cómo se puede contribuir a ese cambio. Pero además está el problema —al que aludimos antes— de cómo llevar a cabo los programas económi- cos, tecnológicos, sociales y educacionales involucrados por un cambio social. En este momento habrá que dejarse de declamar "slogans" políticos y se tendrá que alcanzar soluciones. Los problemas de una sociedad contemporánea son muy complicados y solamente ver- daderos especialistas pueden resolverlos. Aquí, otra vez, nos encontramos, con un papel que toca desempe- ñar a los científicos. Tengo la impresión de que muchos dirigentes políticos no ven claro al respecto, y confían en una especie de Divina Providencia para solucionar los problemas que se presentan en una coyuntura. Al- gunas de las formas de esa Divina Providencia no me satisfacen de modo alguno. Por ejemplo, creo que im- portar técnicos y científicos de otros países no es buena táctica. El motivo es que ellos, o bien provienen de países de concepciones sociales y políticas diferentes, en cuyo caso los factores ideológicos del segundo o tercer tipo harían intrusión, o bien se intentaría trasplantar soluciones ajenas a nuestro medio y a nuestras condi- ciones de contorno (lo cual es una forma de cometer el error metodológico de tomar como bien testeadas hipó- tesis que sólo han sido investigadas en una base em- pírica diferente o parcial). Lo'mejor es poseer para ese momento nuestros propios científicos e investiga- dores. Y éstos deberán ser personas que configuren una 19
  • 22. A c t i v i r f » a científica y a c t i v i d ^ * 1 política alta e f i c a c i a en cuanto a conocimientos, con una visión clara y n a d a egoísta de su misión en un orden social justo. P o r ello pienso que cierto tipo de "anticientifi- cismo'' e s reaccionario también en este sentido. Los m o v i m i e n t o s políticos deben ser conscientes del papel de la c i e n c i a y deben preocuparse por la calidad de sus e q u i p o s d e investigadores y estudiosos. C . N . : ¿ C u á l es entonces la verdadera dificultad "ideoló- gica" e n ciencia? G.K.; C r e o , para resumir, en tres tipos de actividad para c i e n t í f i c o s e investigadores que atañen a su res- p o n s a b i l i d a d social y en los que los factores ideológicos i n t e r v i e n e n de manera esencial. La primera es su papel de v i g i l a n t e s científicos para descubrir las fallas socia- les y t e c n o l ó g i c a s actuales y también su papel de denun- c i a n t e s n o temerosos. La segunda consiste en estudiar las características, condiciones y factibilidad de un cam- bio s o c i a l así como los procedimientos técnicos para l o g r a r l o . La tercera se relaciona con los problemas a r e s o l v e r luego del cambio y acabamos de discutirla en d e t a l l e . Pero, para que toda esta actividad pueda tener éxito, e s preciso que se cumpla una condición y es la n e c e s i d a d de poseer buenos conocimientos y estudiar e i n v e s t i g a r con calidad. Por ello, el deterioro de nues- tra e d u c a c i ó n superior y de nuestros consejos de inves- t i g a c i o n e s no constituyen meros accidentes políticos; son v e r d a d e r a s puñaladas políticas atestadas contra el p o r v e n i r de nuestro país. Por ello es que insisto, y per- d o n e n cjue lo mencione una vez más, en el carácter r e a c c i o n a r i o de cierto "anticientificismo". L a s preocupaciones por la introducción de factores i d e o l ó g i c o s en ciencia no deben dirigirse a socavar la " o b j e t i v i d a d " de ésta, sino más bien a señalar el mal e m p l e o que de ella hacen gobierno y grupos de poder, 0 t a m t s l é n a indicar las deficiencias de los movimientos p o l í t i c o s en lo que hace a los tres tipos de actividad ya a l u d i d a s . De paso sea dicho, creo que se ha comprendido mal el papel de las ciencias básicas en las carreras cientí- ficas y profesionales de países subdesarrollados o en desarrollo. Actualmente, además de equipos interdisci- plinarios, se necesitan científicos con una visión muy amplia de la estructura de la ciencia básica contempp- ránea. Por ello, con relación a las tres actividades ya discutidas —especialmente la tercera— se necesita una preparación especial e intensa que anteceda a tareas especiales o profesionales. En la Segunda Guerra Mun- dial, graves problemas inesperados no fueron resueltos por simples especialistas sino por personalidades amplias como las de Wiener o de von Neumann, por ejemplo. Si. el ejército y la marina de Estados Unidos subvencionan investigaciones sobre axiomática del álgebra abstracta, no es "por el honor del espíritu humano" (como creía Jaco- bi que se debía justificar el estudio de la matemática) sino porque saben que problemas muy concretos serán finalmente resueltos por investigadores con una visión muy amplia y general adquirida en el campo de las cien- cias básicas. Completemos lo anterior con una reflexión pesimista que concierne a una clase de personas que desarrollan su actividad científica con la misma despreocupación con que podrían vender soda o cocaína, si ello garan- tiza un empleo. Estos serían los burócratas científicos, contra los cuales dirigen con razón sus dardos los "an- ticientificistas". Tengo la convicción de que los cambios sociales en Rusia, en la India, en Japón, en Latinoamérica pueden ser de gran brusquedad, pero que a los burócratas no los toca, quedan siempre en el mismo lugar. Eso ha pasado reiteradamente y con toda evidencia en nuestro país: pueden acaecer cambios sociales y políticos, "re- voluciones" y cuartelazos, y vamos a encontrar casi siempre a los mismos individuos en las mismas ofici- nas. Ahora bien, yo no creo que haya que boicotear a los burócratas porque sean burócratas del gobierno de hoy, porque estos mismos señores van a ser casi segu- ramente los burócratas del cambio social. Quizá lo más inteligente sea planear las cosas para lograr que esos señores estén suficientemente informados como para que no entorpezcan el nuevo estado de cosas por in- competencia C. N.: Entonces, ¿cómo debe organizar su actividad un científico argentino consciente de su papel social? G. K.: Si se me pregunta acerca de la responsabilidad social del científico, y si el caso del burócrata es exclui- do, pienso que el ideal podría quedar representado ac- tualmente y en nuestro medio por algo así como una persona que dedica el cincuenta por ciento de su tiem- po para las ciencias básicas y para su investigación como científico, pero que consagra el otro cincuenta por cien- to a obtener información de otro tipo, como es saber qué problemas nacionales existen, cómo se han resuelto y cómo se podría hacer para que sean enfocados de otra manera en este momento o en un estado de cosas diferente. Es decir, qué hacer con el problema antes, después y durante el cambio. En este sentido creo que hay una labor muy grande que cumplir, lo cual no im- plica de ninguna manera el abandono de la labor di- dáctica ni el de la actividad científica; por el contrario pienso que un científico encuentra un lugar apropiado 20
  • 23. para su papel social precisamente en sus tareas, no en una torre de marfil o apartado del medio cultural, po- lítico y técnico. C. N.: ¿Qué relación ve usted entre actividad científica y actividad política? G. K.: En aquella conferencia me hicieron una pregun- ta similar y además me preguntaron si la labor militan- te de carácter político debe estar consustanciada con la actividad científica misma. Yo no he penetrado en este tipo de problemas pero, en primera instancia, ten- go la impresión de que esto no ofrece beneficios cien- tíficos ni políticos. Creo que los cambios políticos que la historia nos ofrece no han sido realizados por científicos en cuanto científicos ni por intelectuales ,en función de tales. Y esto es quizá más válido en nuestros tiempos, en los que una protesta o una estrategia puede ser delineada mucho más claramente por un obrero que por un in- telectual. De modo tal que no veo el papel político como un rol especial a desempeñar por intelectuales por el he- cho de ser intelectuales. Pienso que una cosa es la ac- ción política y otra la acción científica. Son concep- tos y tareas que no deben confundirse. Pienso que la acción política es algo que un científico, en cuanto persona y ciudadano, debe realizar, bien y mucho. Pien- so también que para los científicos hay una acción de carácter ideológico que sí puede estar plenamente jus- tificada en un país como el nuestro. Es la que puede resumirse así: un científico debe saber qué es lo que pasa en su país, los errores que se cometieron, debe estudiar las condiciones del cambio social y discutirlas científicamente ya que, por desgracia, mucho de lo que se llama "la aspiración al cambio social" en nuestro medio suena más bien a música romántica que a algo que se sepa cómo y cuándo hacer. Yo he visto en mul- titud de ocasiones improvisaciones para hacer algo en lo político que desde el punto de vista sociológico se sabía bien que era ineficaz, esporádico, sin efecto posi- tivo duradero alguno. C. A/.: ¿Quiere agregar algo respecto del problema del papel de la ideología en ciencia? G. K.: Volviendo a "ideología", creo que no es un obstáculo para la objetividad, exactitud y justificación del conocimiento científico. Sí lo es en cuanto a su di- fusión, enseñanza o en el contexto de aplicación, en relación con sus aplicaciones tecnológicas. Para decirlo brutalmente, no hay factores ideológicos que distorsio- nen nuestro conocimiento de las propiedades del na- palm, ni-el de las razones que motivan que esta sus- tancia se arroje sobre poblaciones civiles. Pero sí hay razones ideológicas para que la enseñanza de la socio- logía oculte estos hechos, o no proporcione armas para comprenderlos e impedirlos. C. N.í ¿Puede existir una "ciencia nacional"? G, K.: Respecto de la llamada "ciencia nacional" —de- nominación que comienza a ponerse de moda con las mismas ambigüedades que "ideología" y "cientificis-- mo"— me parece conveniente hacer una distinción. Sí por tal ciencia se entiende métodos especiales para di- señar investigaciones, "testear teorías" o deducir con- clusiones a partir de premisas, métodos que correpon- dan a nuestra idiosincracia y a nuestro "ser nacional", entonces la idea me parece absurda —como sería decir que el ajedrez es más criollo que el ludo porque em- plea la palabra "mate". Y no sólo absurda sino peligro- sa, como los delirios de Hitler definiendo una "ciencia" alemana. Pero si "ciencia nacional" quiere decir una toma de conciencia acerca de nuestros problemas ar- gentinos, el estudio de técnicas para resolverlos, el detectar hipótesis y teorías que puedan auxiliarnos, el ordenamiento racional de nuestra enseñanza, etc., entonces la idea que esa denominación expresa coin- cide con la caracterización del triple tipo de tareas que creo debe realizar un científico en nuestro medio, si no es un indiferente o no ha vendido su alma al diablo (que suele venir disfrazado de empresa foránea o de ideología transplantada). O • c fck > 2 W