2. El domingo pasado veíamos la escena cuando Jesús
prometía el primado o la principal responsabilidad en la
Iglesia a san Pedro, ya que había tenido la valentía,
inspirado por Dios, de proclamar que Jesús es el Mesías,
el Hijo de Dios.
3. Aunque san Pedro había respondido bien, que Jesús era el
Mesías, en el fondo seguía creyendo que ser Mesías era
algo muy grande en el sentido terreno. San Pedro amaba
mucho a Jesús y seguro que estaba dispuesto a hacer lo
que le pidiera el Maestro. Pero ese amor y ese seguimiento
estaba envuelto demasiado en lo material. Y sucedió la
declaración de Jesús que no esperaba.
4. Hoy es la continuación de aquella parte del evangelio de
san Mateo. Jesús va a explicar qué significa ser Mesías.
Veamos la reacción de san Pedro y las palabras desconcer-
tantes de Jesús contra él. Así dice el evangelio:
5. En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus
discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí
mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y
escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al
tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
«¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Quítate de mi vista,
Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los
hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera
venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue
con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la
perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De
qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina
su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo
del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su
Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»
6. Lo primero y esencial
que Jesús quiere
explicar a los
discípulos es que ser
Mesías no es triunfar
en la vida material,
sino entregarse y
sacrificarse por
aquellos a quienes
quiere salvar.
Jesús habla de ser
ejecutado, aunque al
tercer día resucitará.
7. Definitivamente que san Pedro no había entendido qué
era el ser Mesías. Bajo una inspiración de Dios había
dicho que Jesús era el Mesías; pero él pensaba como los
hombres:
Seguía
teniendo
metido en
la mente y
en el
corazón
que la
grandeza
del Mesías
era terrena.
8. San Pedro, dentro de su cabeza, se quedó con lo de «ser
ejecutado». Aquel momento no era como para pensar o
pedir explicaciones sobre el «resucitar al tercer día».
San Pedro pensó
que habría que
hacer algo. Siempre
era el primero en
hablar; mucho más
ahora que había
recibido de parte de
Jesús una cierta
autoridad o
responsabilidad
sobre los
compañeros.
9. Tiene la delicadeza de no decirlo muy en público,
porque estaba mal visto que un discípulo fuese contra
su maestro. Por esto «Pedro se lo llevó aparte y se puso
a increparlo: «¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede
pasarte».»
10. Ese acto para Jesús era como una tentación y en ese
momento san Pedro está haciendo las veces del
tentador.
11. Jesús había venido
para salvarnos
viviendo con
nosotros en la
pobreza y en el
servicio por amor.
San Pedro aquí hace
de tentador
mostrando a Jesús
el camino del triunfo
humano. Es lo que
quería el demonio
tentador en el
desierto.
12. Y por eso Jesús debe rechazar ahora la tentación de
Pedro, como había rechazado la tentación de Satanás.
13. En nuestra vida nosotros tenemos muchas tentaciones
de muchas clases y hacia todo tipo de vicios. Continuas
son las tentaciones de orgullo, vanidad, soberbia,
egoísmo.
Tentaciones
que
provienen
de nuestra
inclinación
al mal.
14. Por eso debemos pedir al Señor que no nos deje caer en
la tentación y nos libre del mal, como rezamos en el
padrenuestro
19. Después de decirles Jesús cómo debe ser el Mesías,
sacrificado por el bien de todos, les dice y nos dice a
nosotros qué debemos hacer si queremos ser discípulos
suyos.
20. Lo primero que pide
es que quien quiera
ir con Él debe
“negarse a sí
mismo”.
Negarse a sí
mismo es poner
en primer lugar la
voluntad de Dios,
por encima de la
nuestra.
21. Y como Jesús va a
lo práctico, él se
pone como modelo:
debemos seguirle.
Los evangelios
acentúan este
caminar de Jesús
por delante en lo
físico simbolizando
el ir por delante en
el espíritu.
22. Debemos seguir a Jesús cargando con nuestras cruces.
Cruces todos tenemos en la vida y todos cargamos
nuestra cruz. La diferencia esta en cargarla siguiendo a
Jesús o no.
Siguiendo a
Jesús significa
cargarla con
amor hacia
Dios y hacia los
demás;
cargarla
siguiendo
haciendo el
bien a todos.
23. Y continúa Jesús diciendo unas palabras un poco
enigmáticas: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá;
pero el que la pierda por mí la encontrará.”
A veces nos
parecen muy
raras y hasta
contradictorias
porque damos
diferente sentido
a vida, a pérdida
y a ganancia.
33. Algunas veces se
presenta todo esto
como si el cristiano
buscase el dolor por
el dolor, lo que se
llama ser masoquista,
como si negase la
realización del bien. El
cristiano carga con la
cruz de su deber
negando su egoísmo,
porque imita a Jesús,
que siendo Dios, se
hizo hombre, tomando
la forma de siervo,
hasta morir en cruz.
34. Esto va en
contra de lo
que piensa la
mayoría de la
gente que
busca el
menor
esfuerzo, la
comodidad,
el placer, el
egocentrismo,
el poder y el
dinero.
35. El hecho es que todos
buscamos la felicidad. Lo
malo es cuando se pone el
punto de mira para la
felicidad en los valores que
se pasan y no nos fijamos
en los bienes que
perduran. La negación
cristiana no es un cruzarse
de brazos ante el dolor
propio o ajeno, sino en
buscar la cruz, pero
haciendo el bien a los
demás.
36. Cuando uno sigue las
enseñanzas de Jesús
podrá concluir como
decía san Pablo que
hay mayor felicidad
en dar que en recibir;
y que ganar la vida de
manera egoísta es
echarla a perder. Esto
es porque estamos
hechos para amar.
37. La gran diferencia en
los valores vitales de
unos y de otros es el
contemplar nuestra
existencia sólo para la
vida actual terrena o
saber ensancharla
hasta la eternidad.
Cambia totalmente la
vida. Si uno sólo tiene
la mirada terrena, la
mayoría de las cosas
no tienen sentido,
cuando todo se acaba.
38. Si miramos al infinito que nos prepara nuestro Padre,
debería hacernos vibrar en el alma lo que hoy nos dice
Jesús: «¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo
entero, si arruina su vida?»
39. Mientras estamos
en esta vida Dios
nos va dando
pruebas para que
podamos crecer en
su gracia y en su
vida, que es
preparación para la
eterna. Dios
siempre nos va
exigiendo más, no
porque Dios sea
malo, que es el
Padre más bueno
que podemos
pensar, sino porque
nos quiere dar más.
40. Hoy en la 1ª
lectura se nos
presenta un
caso
maravilloso del
antiguo
testamento, el
del profeta
Jeremías, que
para muchos es
el personaje
más parecido a
Jesucristo.
41. Dios llamó a
Jeremías desde
joven y él se
entregó a la llamada
de Dios. Se entregó
de una manera total,
de modo que para
vivir de una manera
más total esa
entrega, decidió
vivir en celibato, sin
mujer e hijos. Pero
Dios le iba pidiendo
más; claro que para
luego darle más.
42. Llega un momento
terrible en la vida del
profeta que por seguir la
inspiración de Dios,
debe ir contra todas las
instituciones de los que
gobernaban. Y en cierto
sentido también contra
el pueblo, pues tenía
que profetizar maldades
para ese pueblo. Y la
gente lo que quería es
que profetizase cosas
buenas. Y le hicieron la
vida imposible.
43. Entonces Jeremías,
que seguía
confiando en Dios, le
gritaba diciendo:
“Señor, ya no quiero
vivir más”. Pero
sentía que la palabra
de Dios estaba en su
alma, que le comía y
que era como un
fuego ardiente en
sus entrañas. Y así lo
leemos hoy en la 1ª
lectura:
44. Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me
forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreir
todo el día, todos se burlaban de mi. Siempre
que hablo tengo que gritar: «Violencia»,
proclamando: «Destrucción.» La palabra del
Señor se volvió para mí oprobio y desprecio
todo el día. Me dije: «No me acordaré de él, no
hablaré más en su nombre»; pero ella era en
mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los
huesos; intentaba contenerlo, y no podía.
Jr 20, 7-9
45. Nunca trata de evadir
esta gran
responsabilidad,
como se ve en otros,
por ejemplo en
Jonás. Confía en
Dios, porque sabe
que Dios está con él;
pero ante la gran
dificultad le dice a
Dios: “Me sedujiste”,
pero no en un sentido
de atracción como
seducción.
Jeremías siente quizá más que ningún otro profeta la
responsabilidad de ser oráculo de Dios.
46. El “me sedujiste” de
Jeremías es como el de una
muchacha que es
“seducida”, arrastrada hacia
el mal con lisonjas y
engaños, que es rodeada de
trampas aprovechándose de
su ingenuidad. En este
sentido gritaba el profeta a
Dios: Señor, tu me has
seducido o fascinado, pero
me has engañado, te has
aprovechado de mi. Has
conseguido lo que querías y
después me has
abandonado exponiéndome
al desprecio de todos.
47. Era como la “noche
oscura” de los
santos. Podemos
decir aquí también
que “Dios aprieta,
pero no ahoga”.
Dios sabe a quién le
puede apretar más
para luego darle
mucho más. En
algunos momentos
de la vida tendremos
que gritar a Dios y
quizá decirle como
Jeremías:
55. Jeremías nunca
ponía dudas de
que había sido
llamado por Dios.
Y buscaba cada
vez servirle mejor.
Ojalá nosotros
sintamos esos
deseos de buscar
la verdadera
palabra del Señor y
que lleguemos a
entregarle todo
nuestro ser.
56. Hay personas que,
cuando se habla de
entregar nuestro ser al
Señor para que Él
disponga según su
voluntad, tienen cierto
miedo como si Dios
nos fuese a llenar de
desgracias. No
piensan que Dios es la
misma bondad. Dios
es Padre y Madre.
Y si uno le da todo, como los santos, Dios
nos dará inmensamente mucho más.
57. Esto significa felicidad, si la conducta ha sido buena. Y
no sólo para el cielo, que es muy cierto y definitivo,
sino ahora aunque a veces es difícil verlo. Dios siempre
es bueno, necesariamente bueno, y es justo con quien
practica la justicia.
Hoy el
evangelio
termina
diciendo
que Jesús
pagará a
cada uno
según su
conducta.
58. Vamos a terminar con
el salmo responsorial,
que es una respuesta
meditada a la 1ª
lectura. La solución a
los problemas
espirituales no está
tanto en “quitar el
mal” cuanto en “poner
mayor bien”. Si
creemos que Dios nos
abandona acojámonos
más a Él.
59. Y si pensamos que la
palabra de Dios se
nos hace vacía y no
nos dice nada, o que
Jesús parece que se
esconde, deseémosle
con tal ansia como
cuando uno tiene una
gran sed. Esto es lo
que significa negarse
a sí mismo y cargar
con la cruz siguiendo
a Jesús.