La ética aristotélica de las virtudes y su aplicación a la gerencia política
1. La Ética Aristotélica de las virtudes y la
gerencia política de la sociedad
Enrique R Acosta R. 1998 Revista DEBATE Apuco Bqto.Lara.Editado 2016
Aunque el tema centralque nos proponemos esbozar en este diminuto ensayo, tal como lo podemos
inferir de su título, gira alrededor de la política y de los planteamientos que al respecto hace
Aristóteles en su Ética a Nicomáco, nos permitimos comenzar citando algunas frases y/o párrafos,
tomados textualmente de La República de Platón, libro VIII, sobre las sociedades imperfectas:
“Cuando los pobres ganen, instituirán una Democracia en la que cada cual podrá hacer lo que desee,
y cuando lo desee,sin prestar atención a las leyes ni a los dictados de los tribunales. La Democracia
no se ocupa de las costumbres ni de la educación de sus políticos, con tal que estos se muestren
amigos del pueblo”
Señala aquí Platón, el libertinaje, la impunidad, la incultura política, y el populismo. Más adelante,
se lee: “El demócrata se permite cuanto desean sus apetitos”. Aquí reclama contra la intemperancia
moral de tal clase política. Luego remata con este lapidario párrafo:
“En una Democracia hay tres clases:Los ricos, demasiado ocupados en enriquecerse,para ocuparse
de la política, los campesinos, que a pesar de ser la clase más numerosa, está también muy ocupada
en sus asuntos, y una tercera clase,semejante al zángano de las abejas, que sin contribuir al bien
común, vive del trabajo ajeno: será la clase que se adueñara de la política...”
Aunque el concepto de Democracia,tiene en Platón un sentido peyorativo (reaccionario, dirían
otros), muy diferente de la significación política-social del término en la actualidad, para el tema
que nos ocupa, y aunque se pueda argumentar que se trata de frases sueltas, fuera de su contexto y
de su significación histórica real, estas con algunas objeciones, “vienen al dedillo”, sobre los
mecanismos actuales del escalamiento socio-económico( a través de la política), inserto dentro de
un sutil entramado de complicidades, corrupción, e intereses mezquinos, y encajan perfectamente
dentro de la matriz de opinión pública, forjada en ese sentido, a causa de la actuación de los
protagonistas del liderato político venezolano en los últimos años de nuestro degradado sistema
democrático vigente.
A pesar de toda objeción, nuestra intención no estriba en desacreditar a la Democracia (en su
concepción actual) como sistema de organización política de la sociedad, sino en resaltar aquí una
crítica eminentemente pedagógica, sobre la necesidad insoslayable e impostergable de desarrollar
una cultura política, entendida esta como la educación de los ciudadanos, y en especialmente de la
clase dirigente, basada en el conocimiento y la práctica de las virtudes de servicio, anhelantes del
bienestar común, y de la construcción de una sociedad más igualitaria, ordenada y justa.
Es Aristóteles, el gran filósofo estagirita quien distanciándose 180 grados de su idealista antecesor
y maestro (Platón), da cuerpo a una concepción de la filosofía que se ocupará sobre todo del
hombre, de su acción y de sus motivos psicológicos. Es dentro de esta antropología filosófica
aristotélica, que se concibe al político como el paradigma ético del ciudadano común, y a la
2. gerencia política, esencialmente como la gerencia de la sociedad ejercida con una ética basada en la
virtud moral. Y aunque hoy el enfoque sobre tales cuestiones deberemos plantearlo quizá dentro del
concepto y la óptica de los valores y los derechos humanos basados en razones morales, no por esto
la esencia moral de la ética aristotélica deja de tener un profundo significado de realización humana,
sustentada en la praxis de ese binomio bien-acción autotransformadora, para el hombre y por el
hombre, en la búsqueda de una realidad posible de alcanzar, siempre perfectible. Conceptúa
Aristóteles al respecto que el saber moral, es saber de la acción (virtuosa), en la que el hombre hace
y se hace a sí mismo.
Comienza la argumentación aristotélica con el planteamiento fundamental o piedra angular de la
ética, al interrogarse: ¿Qué es el bien?. A lo cual contesta el filósofo de manera axiomática: El bien
es el fin por el cual se realizan los actos y se hacen las cosas,o dicho de otro modo:
“Todo arte,toda investigación, y del mismo modo toda acción y elección parecen atender a algún
bien”
Sin entrar a analizar la validez estadística implícita en el parecer utilizado en tal afirmación, en ella
aparecen tres elementos fundamentales interrelacionados sólidamente (independientemente de la
objeción tradicional sobre la falacia naturalista): El fin, La acción (o la obra), y la libre elección. El
resultado de plantearse un objetivo racional y llevar a cabo la acción para alcanzarlo dentro de una
plena libertad de elección, tiene para Aristóteles, un sentido de legitimidad intrínseco (un deber ser),
propio de la naturaleza humana de la acción, y como por tal naturaleza, el hombre es también un ser
esencialmente social, el bien inherente a la acción humana particular, debe supeditarse al fin
colectivo: el fin político.
Esta definición del bien, desde luego no es suficiente para determinar lo que es el hombre bueno,
porque no se trata del hombre que realiza en la acción un bien descarnado de otros atributos
humanos. Comienza entonces a explicarnos que el hombre es un ser de razón, y que la razón es la
actividad del alma que nos permite el discernimiento, y que la función específica del hombre bueno,
es la actividad del alma según la razón, en base a la excelencia y la virtud.
Después de una larga disquisición sobre las diferencias entre los fines de cada acción, y de
establecer los criterios para su jerarquización, concluye Aristóteles por dos vertientes
complementarias: Por una, el razonamiento, la experiencia y el parecer conducen a establecer que la
felicidad es el fin supremo, anhelado y buscado por los hombres, por sí mismo (por su propio valor
y no por otra cosa o fin), pero no se trata aquí de una entelequia o de un ideal, sino de una felicidad
terrenal, humana, posible y realizable por el hombre virtuoso, y aunque no pretendemos discurrir
sobre qué es la felicidad, o sobre la idea que de ella tiene Aristóteles, porque ello sería motivo para
un tratamiento exclusivo y aparte,el cual por razones de brevedad y continuidad de la exposición,
no conviene incluir aquí, si podemos sintetizar sus conclusiones al respecto: nos dice que la
felicidad consiste en vivir toda una vida conforme a la razón y a la virtud, y aunque en esencia esta
no depende de las vicisitudes de la fortuna, será un bien aún mayor si esta nos aleja los males y nos
acerca la prosperidad, como un instrumento útil a tales fines. Pero es nuestra intención retomar y
retornar la exposición al cause o la vertiente que conecta a la felicidad y a la virtud ciudadana con
la política, y sus grandes corolarios éticos de nobleza y justicia.
3. Para Aristóteles, este fin óptimo (la felicidad) pertenece a la facultad principal y eminentemente
directiva de la vida social: La Política. Dice al respecto:”El que se propone aprender acerca de las
cosas buenas y justas, en suma de la política, haya sido bien conducido por las costumbres, porque
es el punto de partida de “El qué”, y el qué de la política es la acción moral y justa, y si “El qué“está
suficientemente claro, no habrá necesidad del Porqué”
Podríamos definir el hombre como un ser político, y a la política como el mejor medio para alcanzar
la felicidad, ya que el fin de la política es dotar a los ciudadanos de cierto carácter y de hacerlos
buenos y capaces de acciones nobles. El político debe ocuparse de la felicidad, pues la República
quiere hacer a los ciudadanos, buenos y obedientes a las leyes, y la felicidad es una actividad del
alma según la virtud perfecta. Elpolítico deberá conocer sobre las cosas del alma en vista de estos
argumentos, y en medida suficiente para poder alcanzar lo que buscamos (la felicidad expresada
como el bien común).
Ojalá, logremos ver en este pequeño resumen de citas y breves comentarios interpretativos, que la
concepción aristotélica y el fundamento teórico de la política descansa en una conceptualización
racional y autonómica ,de una ética que permite considerar al hombre (medida de todas las cosas) y
a la sociedad, como un proyecto de vida, como algo inacabado, lo cual implica que la existencia
misma es modificable a través de la voluntad, y que la política y la conducta del hombre está
ineluctablemente ligada a un “deber ser” de una manera y no de otra, y a una irrenunciable
responsabilidad ética por su propia realización , y por la de todos los demás hombres.
Por otra parte,este llamado se propone recordar que existe una jerarquía de valores que debemos
colocar por encima de aquellos centrados en el individualismo, el hedonismo y el materialismo, so
pena de degradarnos como sociedad, y alienarnos como esclavos de la producción, el consumo, la
posesión y la acumulación de bienes materiales, a costa del ejercicio pleno de la virtud, norte rector
de nuestras acciones.
La importancia que le atribuimos a estos planteamientos con respecto a los fundamentos éticos
sobre los que descansa la acción política, como actividad nodal de la sociedad, estriba en la
esperanza de que la lectura reflexiva sobre estos, pueda contribuir en alguna medida a la toma de
conciencia por parte del individuo común, y sobre todo por parte del colectivo “político”, sobre la
necesidad ineludible e inmediata de rescatar ,los valores éticos personales , la conciencia ética-
social, y la moral pública de la praxis virtuosa, como elementos fundamentales necesarios para
elevar nuestra dignidad y autoestima como individuos ,y como prioridades de una sociedad
necesitada de una nueva y profunda cultura de la honestidad.
Enrique R. Acosta R. 1998