1. JOEL
Joel (hebr. Yoel—que es como debería pronunciarse) significa: «Yah—Jehová—es
Dios», y es un nombre bastante frecuente, pues se cita 15 veces en el Antiguo
Testamento. Entre ellos está el primogénito de Samuel. De su vida, es decir, de este
profeta Yoel, sólo sabemos el nombre de su padre, pues se nos dice (1:1) que era hijo de
Petuel.
Parece ser que Yoel procedía del reino del sur, de Judá, puesto que su predicación se
concentra sobre Judá y Jerusalén. Es muy difícil poner fecha a su ministerio. El texto
sagrado no dice nada a este respecto. Mientras Feinberg opina que es uno de los
primeros profetas menores (también L. Wood), sin atreverse a dogmatizar, Buck—con
otros exegetas modernosse inclina por una fecha posterior al exilio. Los argumentos
principales a favor de esta segunda opinión son tres: (A) Toda la profecía se centra en
Judá, Jerusalén y Sion. (B) Ni una sola vez se alude a Samaria. (C) Tampoco se
mencionan los grandes y terribles enemigos de Israel: Asiria y Babilonia.
El libro se divide en dos partes: La primera abarca desde 1:1 hasta 2:27, y puede
llevar por epígrafe LA PLAGA DE LANGOSTAS. La segunda parte abarca el resto del
libro, aunque hemos de tener en cuenta que 2:28–32 forma, en la Biblia Hebrea, el
capítulo 3, mientras que el capítulo 3 de nuestras Biblias es el capítulo 4 en la Biblia
Hebrea.
Sobre el estilo del libro dice F. Vigouroux, citado por Buck: «Su estilo es elevado
por la sublimidad, superior a los otros profetas, si exceptuamos a Isaías y Habacuc. Une
la fuerza de Miqueas, la ternura de Jeremías y la vivacidad de colores de Nahúm. La
descripción de la invasión de las langostas es un admirable trozo literario». En cuanto al
mensaje doctrinal, el tema principal lo constituye el Día de Jehová. Sobre este tema,
dice Ryrie: «Se pueden discernir tres facetas del Día de Jehová: (1) La histórica, la
intervención de Dios en los asuntos de Israel (Sof. 1:14–18; Jl. 1:15) y de las naciones
paganas (Is. 13:6; Jer. 46:10; Ez. 30:3); (2) la ilustrativa, donde un incidente histórico
representa un cumplimiento parcial del escatológico Día de Jehová (Jl. 2:1–11; Is. 13:6–
13); (3) la escatológica. Este “día” escatológico incluye el tiempo de la Gran
Tribulación (Is. 2:12–19; 4:1), la segunda venida de Cristo (Jl. 2:30–32) y el Milenio
(Is. 4:2; cap. 12; 19:23–25; Jer. 30:7–9)».
La primera parte se puede subdividir así: (A) Plaga y lamentación (1:2–12). (B)
Exhortación al arrepentimiento (1:13–20). (C) Alarma en el pueblo ante la cercanía del
Día de Jehová (2:1–11). (D) Llamamiento urgente al arrepentimiento (2:12–17). (E)
Respuesta de Jehová (2:18–27).
CAPÍTULO 1
I. La desolación causada por una plaga de langostas (vv. 1–7). II. Todos los
estamentos del pueblo son invitados al duelo y al arrepentimiento (vv. 8–13). III. Ante
el cuadro de tan tremenda desolación, se exhorta a todos a elevar los ojos a Dios y a
humillarse delante de Él (vv. 14–20).
Versículos 1–7
1. El autor sagrado comienza con el anuncio que va a pronunciar (v. 1) una palabra
de Jehová, es decir, un mensaje de parte de Dios. Este mensaje es de gran importancia,
como lo da a entender el énfasis que el profeta (v. 2) pone en que se le escuche: «Oíd
esto, vosotros los ancianos, y prestad atención todos los moradores de la tierra». Dice
Buck: «Anciano dice generalmente dignidad y nobleza más que edad avanzada. Aquí,
sin embargo, el término designa más bien la edad de la vida, puesto que se apela a una
larga experiencia (cf. Dt. 32:7). Nadie puede acordarse de semejante catástrofe», es
decir, de algo semejante a esto (v. 2b).
2. 2. El suceso debe ser transmitido oralmente (v. 3) de generación en generación. Se
trata de una terrible invasión de lo que alguien llamó «la encarnación del hambre»—
como un incendio voraz—. Cuatro son (o parecen ser) los voraces insectos (v. 4) que se
suceden el uno al otro en esta tremenda destrucción del campo: gazam (el cortador),
arbéh (el destructor), yéleq (el saltador) y jasil (el descortezador). Según Buck, dichos
insectos corresponden a lo que en castellano se llama, respectivamente, la caballeta, la
langosta, el saltón y el langostón. Pero Feinberg asegura que no son cuatro insectos
diferentes, ni aun cuatro fases del desarrollo de un mismo insecto, sino que se trata de
un nombre real con tres sinónimos poéticos, y sólo quiere expresar que hay sucesivas
oleadas de langosta.
3. Como la devastación afecta al reino vegetal, comienzan aquí (v. 5) a mencionarse
los productos dañados (comp. con Is. 5:11, 22, 23; 24:7–9; 28:7, 8 y Am. 6:1–6 sobre la
ebriedad en el país). Hay dos palabras distintas para designar el vino (hebr. yáin) y el
vino nuevo (hebr. asís), que designa el mosto o el vino nuevo en proceso de
fermentación. El vocablo asís procede de la raíz sas, prensar. La plaga, no sólo asoló (v.
7) las viñas, sino que también descortezó las higueras. Las ramas de las higueras
quedaron blancas, pues apareció el color blanco al ser despojadas de la corteza. La
plaga es literal, pero es también símbolo de una nación, un pueblo fuerte e innumerable
(v. 6, comp. con 2:2), que va a caer sobre la tierra, es decir, sobre Palestina. Para seguir
de algún modo con el símil de la langosta, se dice (v. 6b) de este pueblo que tenía
dientes de león y muelas de leona (comp. con Ap. 9:7, 8).
Versículos 8–12
1. La desolación no se ha detenido en el campo, sino que ha causado también
estragos entre el pueblo (v. 8) y en el santuario (v. 9). Yoel se dirige a toda la
comunidad, a la que Jeremías llama «la hija de mi pueblo» (Jer. 6:26; 14:17), al aludir a
la doncella vestida de cilicio (mejor, de saco o sayal) por el marido de su juventud,
«porque lamenta la muerte del esposo, al cual amaba con la ternura de la juventud»
(Buck). También los sacerdotes (v. 9) están de duelo porque han cesado la ofrenda y la
libación, al ser devorados por la plaga los productos (harina, vino y aceite) necesarios
para dichas ofrendas.
2. Los versículos 10–12 nos ofrecen una detallada descripción de la desolación
llevada a cabo en el campo. Nótense las elegantes imágenes: «… se enlutó la tierra» (v.
10), «se marchó avergonzada la alegría de entre los hijos de los hombres» (v. 12, al
final).
Versículos 13–14
Los sacerdotes, aunque ya estaban de duelo (v. 9) por falta de productos que ofrecer
en el santuario, han de ser los primeros en dar buen ejemplo de arrepentimiento,
pasando la noche en saco (v. 13b), es decir, vestidos de áspero sayal en señal de duelo y
penitencia. Se les ordena (v. 14) proclamar (lit. hacer santificar—hebr. quiddeshú—)
ayuno como expresión de humillación personal en oración (comp. con Hch. 13:3—aquí,
como prueba de completa dependencia en Dios—). Todos estos signos exteriores no
valen nada sin la genuina disposición del corazón (v. 2:12, 13), pero el texto sagrado
pone aquí cierto énfasis en las manifestaciones exteriores, las cuales son buenas como
testimonio y como ejemplo con el que se puede influir en los demás y hacer que se
glorifique a Dios; sólo son malas cuando encubren hipocresía. Es bueno que tomemos
buena nota de esto, ya que, por un motivo o por otro, es muy fácil irse a uno de los dos
extremos.
Versículos 15–20
1. Esta porción se abre con un «¡ay!» impresionante (v. 15): «¡Ay de ese día!,
porque cercano está el día de Jehová» (comp. con 2:1, 11, 31; 3:14; Is. 13:6; Ez. 30:3;
3. Abd. v. 15 y Sof. 1:7). Ese día—añade el profeta—vendrá como devastación (hebr.
shod) de parte del Shadday (nótese el juego de palabras: shod, que procede del
Shadday), esto es, del Todopoderoso o, mejor, del Todosuficiente (v. el comentario a
Gn. 17:1).
2. Yoel ve en la plaga de langostas un presagio y un símbolo profético del Día de
Jehová (comp. con Am. 5:18–20). Dice Buck: «El día del Señor es una noción muy
compleja, un día nefasto y de tinieblas, pero también un día de luz y de promesas». En 1
Corintios 4:3, Pablo habla de un «día humano», en contraste con el «Día» de 1
Corintios 3:13. El primero es el día de hoy, cuando el hombre juzga y gobierna. Este día
del hombre tocará a su fin cuando venga el día de Jesucristo (Fil. 1:6), en el que
ocurrirá el arrebatamiento de la Iglesia. Tras de ese día comenzará el día de Jehová, que
comprenderá el período de la Gran Tribulación—la septuagésima semana de Daniel
9:27—y, con la Segunda Venida de Cristo, el Milenio (v. Is. 2:1–21; Am. 5:18; Sof.
1:14–2:2). Todo eso está comprendido en la expresión «el Día de Jehová». Al final de
ese Día de Jehová puede decirse que comienza el día de Dios (el día octavo) en que los
elementos se fundirán (v. 2 P. 3:10 comp. con 1 Co. 15:28 y Ap. 20:11 y ss.). Ese día
durará por toda la eternidad.
3. A la plaga acompaña (vv. 16–20) una tremenda sequía, que es como otro incendio
(nótese la repetida mención del fuego en los versículos 19 y 20) que acaba con todo lo
que aún quedaba (v. 19). Así, los animales sufren también las consecuencias («toda la
creación gime a una»—Ro. 8:22—). «Con razón se dice—hace notar Buck—que la
Biblia es zoófila» (v., por ej., Jer. 3:24; 14:3–6; Hab. 3:16, 17; Sof. 1:3). «Hasta las
bestias del campo—dice el profeta—jadean tras de ti», esto es, de Jehová (v. 1:18; Sal.
42:1; 104:21; 145:15; 147:9). Las bestias jadean porque no pueden orar, deben hacerlo
por ellas los moradores de la tierra (v. 14) y, especialmente, el profeta mismo (v. 19):
«A ti, oh Jehová, clamo», frase que era ya una fórmula litúrgica tradicional (v. Sal.
28:1; 30:9; 86:3, etc.).
CAPÍTULO 2
I. Se describe con mayor detalle la futura desolación que se llevará a cabo el Día de
Jehová (vv. 1–11). II. Exhortación al arrepentimiento en vista de la desolación (vv. 12–
17). III. Promesa de liberación misericordiosa (vv. 18–27). IV. Promesa de la efusión
del Espíritu de Dios sobre toda carne (vv. 28–32). Como ya dijimos en la Introducción,
los vv. 28–32 forman en la Biblia Hebrea el capítulo 3 de este libro.
Versículos 1–11
1. El profeta arranca (v. 1) ahora de la situación existente tras de la invasión de las
langostas, para pintar con vivos colores el gran Día de Jehová. Según Números 10:1, 2,
9, era deber de los sacerdotes tocar las trompetas en ciertas ocasiones. Shophar era el
cuerno curvado de carnero. Taqá, que se suele traducir por «tocar» o «sonar», significa
literalmente empujar. El toque daba el aviso de inminencia de un peligro (Ez. 33:3, 6;
Os. 5:8; Am. 3:6). «Sion» y «monte santo» son sinónimos del templo, lugar de la
shekináh o «morada» de Jehová, y centro del culto nacional.
2. El Día de Jehová debe hacer temblar a todos (v. 1b). Es un día (v. 2) de oscuridad
superlativa (v. Is. 8:22; 60:2; Jer. 13:16; Am. 5:18; Sof. 1:15). Las tinieblas son símbolo
de pecado y castigo, pero en este contexto son figura de peligro, apuro, miseria. Cuanto
más densas son las tinieblas, más impenetrable es la barrera que marca los confines de
la majestad inaccesible de Jehová. La velocidad con que se extiende el alba (v. 2b) es
una figura de la rapidez de la invasión. Isaías 10 y Daniel 11 apuntan a una invasión de
Israel desde el norte en los últimos días.
3. Desde el punto en que se da el toque de alarma, un testigo de vista (v. 3) describe
la invasión de langostas y la sequía posterior como fondo para la predicción del Día de
4. Jehová. La invasión de las langostas va acompañada del fuego que consume, donde
algunos ven el jamsín, el viento solano, asolador y abrasador. La devastación será tal
que, «pareciéndose al huerto del Edén antes de la invasión, la tierra de Palestina quedará
reducida después a un desierto asolado» (Ryrie).
4. En su figura, en el ruido que producen y en su orden como las falanges
macedónicas en perfecta formación (v. Pr. 30:27), las langostas se parecen tanto a los
caballos (comp. con Ap. 9:1–12), que los italianos las llaman cavalette (caballitas), y los
alemanes las llaman Heupferde (caballos del heno). Conforme a Isaías 8:13; Nahúm
2:10, «todos los rostros se tornan ardorosos» (v. 6b. Lit.), es decir, se sonrojan por la
emoción y el pánico.
5. Los versículos 7–10 pueden hacer referencia—dice Ryrie—«a los demonios
langostas descritos en Apocalipsis 9:1–12 y/o a la invasión del rey del norte (Ez. 38:15;
Dn. 11:40)». Lo cierto es que avanzan de un modo irresistible y no rompen sus filas.
Como dice Calvino, «se saben bien el camino». Así será en el Día de Jehová. El
versículo 10 compara el ruido y la densa nube de langostas con el estremecimiento de
cielos y tierra y el oscurecimiento de los astros (comp. con vv. 30, 31). Son señales
apocalípticas, que marcan una intervención extraordinaria de Jehová (v. Éx. 19:16, 18;
Hch. 2:19, 20; Ap. 6:12, 13; 8:12). Por el versículo 11 vemos que, en realidad, son
ejército de Jehová. Dice Mahoma: «No mataréis las langostas, porque son el ejército de
Dios Omnipotente». «Y Jehová da Su voz»—dice literalmente la primera frase del
versículo 11—. Dios va delante, como general en jefe, y Él es quien da la voz de
mando, la orden de ataque. ¿Quién podrá hacerle frente? «¿Quién será tan valiente que
pueda soportar el Día de Jehová?» (v. 11, al final).
Versículos 12–17
1. En vista de la inminente desolación, vemos aquí una exhortación al
arrepentimiento (vv. 12, 13). Dios no quiere la muerte del pecador y, por tanto, avisa
con todo esto a fin de traer a todos a un sincero arrepentimiento, que se conozca por
«sus frutos» (comp. con Mt. 3:8): ayuno, llanto, duelo; especialmente, contrición de
corazón y volverse a Dios (v. 13: «Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y
convertíos—hebr. shubu, volved—a Jehová vuestro Dios»), disposiciones interiores
que no pueden ser sustituidas por cosas exteriores. Hay que «convertirse a Dios de todo
corazón» (v. 12), con un rotundo sí.
2. «¿Quién sabe—dice el profeta (v. 14)—si se volverá (hebr. yashub, el mismo
verbo que se emplea para expresar la conversión del pecador) y se arrepentirá (hebr.
nijam—curiosamente, este verbo se usa en el Antiguo Testamento, casi exclusivamente,
con referencia a Dios—), es decir, se volverá de su determinación de destruir, y dejará
bendición tras de sí?» Si hay, por parte del pueblo, arrepentimiento sincero, habrá
también perdón seguro, y bendición consiguiente (comp. con Jon. 3:9). Por la pregunta
de Yoel al comienzo del versículo 14 (¿Quién sabe …?), podría deducir alguno que el
profeta duda de la buena disposición de Dios a perdonar, pero, como dice Calvino, «el
profeta no duda, sino que quiere sacudir el torpor del pueblo».
3. De nuevo se repite (v. 15) el toque de trompeta de los sacerdotes para convocar
asamblea solemne, a la que todos han de acudir (v. 16), incluso los exentos de
obligaciones públicas (v. Dt. 20:7; 24:5). La culpa es masiva; también ha de serlo la
reunión. Los sacerdotes deben (v. 17) dirigir las manifestaciones penitenciales entre el
atrio de los sacerdotes y el altar de los holocaustos. Este versículo 17 se solía (¿se suele
aún?) cantar en las rogativas de lluvia, cesación de epidemias, etc., que se hacían en la
Iglesia de Roma. Sobre el ayuno, dice Calvino que es un «medium opus», es decir,
moralmente indiferente.
5. 4. La oración que vemos en el versículo 17b es semejante a la primera parte de la
oración de Moisés en Éxodo 32:11, 12. Dice Buck: «Si Jehová dejase caer a su pueblo
(su propiedad personal) en las manos de las gentes, esto sería el oprobio de Israel y
haría de Israel un objeto de befa entre los pueblos (cf. Jer. 24:9). Los enemigos se
burlarían del pueblo escogido al verlo desprovisto de la protección de su Dios (cf. Sal.
79:10; Mi. 7:10)». Con oraciones parecidas a éstas, y con la proclamación valiente del
mensaje de Dios, los apóstoles volvían el mundo de arriba abajo. ¿Por qué ahora no?
Versículos 18–27
1. Ante esto, Jehová, lleno de celo (v. 18), desnuda su brazo y responde
favorablemente (v. 19) a Su pueblo: Perdona, restaura, bendice—¡hasta con vino!—; ya
no volverá a desamparar a Su pueblo. Y, como prueba de que es Él quien salva a Su
pueblo, inflige (v. 20) un severo castigo al ejército invasor, «al del norte», con
referencia específica a una invasión de enemigos, pues del norte le venían a Israel las
incursiones y los ataques de asirios y babilonios—las langostas no vienen del norte, sino
del este o del sur—. La tierra seca y desierta es Arabia. El mar oriental (v. 20b) es el
mar Muerto, y el occidental es el Mediterráneo. Esto significa que el ejército enemigo
será dividido antes de ser aniquilado; esto último se describe (v. 20, al final) con la
imagen de los cadáveres ya en la fase de putrefacción.
2. El profeta invita a todos (vv. 21–24) a que se regocijen, porque la prueba ha
pasado, y Dios ha hecho—y hará—grandes cosas. La lluvia temprana es, sin duda, la
de otoño (septiembre a noviembre) y la tardía la de primavera (marzo-abril). La primera
es llamada en hebreo moréh; la segunda, malqosh. Ambas harán que Israel abunde en
toda clase de productos del campo. El texto hebreo dice en el versículo 23b: «porque os
ha dado el guía para la justicia», aunque es más probable que el hebreo moréh, como
ya hemos dicho, signifique la lluvia temprana, con lo que la versión más probable es:
«porque os ha dado la lluvia temprana para justicia, esto es (como traduce la New
American Standard Translation), para vuestra vindicación».
3. Efectivamente, Jehová (vv. 25–27) dará cosechas ubérrimas, «hará maravillas»
(v. 26b). El vocablo para «maravillas» procede del verbo palá, que significa, como dice
Buck, «hacer cosas demasiado difíciles para los hombres, pero no para Dios, a quien
nada, por difícil y extraordinario que sea, es imposible (cf. Gn. 18:14; Éx. 3:20; Jer.
32:17, etc.)» El versículo 26 habla de beneficios materiales; el 27, de beneficios
espirituales. El nombre de Jehová es la sola necesaria y suficiente garantía de que todo
esto será una realidad. Ante esto, se repite (vv. 26 y 27, al final): «y mi pueblo nunca
jamás será avergonzado».
Versículos 28–32
1. «Y después de esto» (v. 28); como comenta Ryrie, «después del futuro
arrepentimiento y restauración de Israel (Zac. 12:10; 13:1) en conexión con la segunda
venida de Cristo, según es atestiguada por los portentos del versículo 30… Entonces
será derramado el Espíritu Santo sobre todas las clases de Israel que pertenecen al
remanente fiel (v. 32)». Esta expresión («Y después de esto»), de tono escatológico, se
halla, en forma parecida, en Isaías 2:2: «en lo postrero de los tiempos», en Oseas 3:5:
«Después … en el fin de los días», y en Hechos 2:17: «en los últimos días».
2. En cuanto a lo de «derramaré mi Espíritu sobre toda carne», es de notar que: (A)
es una figura tomada de la lluvia (comp. con el v. 23); (B) se demuestra así que el
Espíritu Santo desciende del cielo, (C) se da en abundancia y sobre todos; (D) se da de
los tres modos mencionados en Números 12:6: sueños, visiones y profecía, pues en
dicho versículo 28 leemos: «profetizarán … soñarán sueños … verán visiones». En
cuanto a la cita que de este versículo 28 hace Pedro en Hechos 2:17, 18, dice Feinberg
que, en Hechos, esta promesa fue cumplida en parte (ingl. prefilled), no del todo (ingl.
6. fulfilled), puesto que Pedro no dijo que «así se cumplía», sino «esto es lo dicho por el
profeta Joel» (Hch. 2:16). Además, lo sucedido el día de Pentecostés no agotaba en
modo alguno los detalles que aquí figuran en la efusión del Espíritu de Dios.
3. No es ésta la primera vez que las Escrituras mencionan la efusión del Espíritu
Santo, ni será la última (v. Is. 32:15; 44:3, 4; Ez. 36:27, 28 37:14; 39:29; Zac. 12:10).
Pero ese día (vv. 30, 31) traerá ira y juicio sobre los incrédulos, e irá acompañado de
grandes transformaciones en el cielo y en la tierra. Lo que en Éxodo 7:17; 9:24; 19:18
eran fenómenos localizados ahora serán cósmicos. La versión de Bover y Cantera dice:
«No hay que excluir la posibilidad de que esta descripción aluda a guerras exteriores y
civiles que aterrarán los últimos días del hombre».
4. Junto al castigo de los incrédulos está (v. 32) la salvación para los creyentes (Ro.
10:13). El propio Buck opina que esto afecta primeramente a los súbditos de la teocracia
judía. Es de notar el doble uso del verbo llamar: (A) llamar a Dios comporta liberación
y salvación: «Y todo aquel que INVOQUE el nombre de Jehová se pondrá a salvo»,
que también se halla en Jeremías 33:3; Hechos 2:21 y Romanos 10:13. (B) Ser llamado
por Dios. Dice el final del versículo 32: «y entre los supervivientes estarán los que
Jehová llame»; éstos son los que forman el remanente de Abdías versículo 17; Sofonías
3:12 y Zacarías 14:1–5, los cuales serán una bendición para toda la tierra. Los que
tienen mayor conocimiento del pecado y de la gracia son los que más han de ejercitar el
arrepentimiento y la fe.
CAPÍTULO 3
Este capítulo, que, repetimos, es el capítulo 4 en la Biblia Hebrea, puede dividirse
en tres partes: I. Dios llama a cuentas a los enemigos de Su pueblo (vv. 1–8). II. Dios
juzga a todas las naciones cuando han llenado la medida de sus iniquidades (vv. 9–17).
III. Dios tiene reservada a Su pueblo una abundante provisión de bendiciones (vv. 18–
21).
Versículos 1–8
1. Ningún profeta del Antiguo Testamento ha tenido acerca de los últimos días una
revelación tan importante como la que vemos en este capítulo. La fecha del juicio que se
nos describe en los versículos 1–3 será la que la omnipotencia de Dios (v. Jer. 23:1–8)
haya marcado para hacer volver de la cautividad al pueblo de Jehová, lo cual se
cumplirá a tres niveles: (A) próximo, cuando vuelvan del exilio en Babilonia; (B)
intermedio, en la forma en que ya se viene cumpliendo, especialmente desde la
constitución del Estado de Israel el año 1948; (C) escatológico, en los últimos días.
2. El fondo histórico del versículo 2 lo hallamos en 2 Crónicas 20:12–26. Josafat
(que precisamente significa «Jehová juzga») derrota a Moab, Amón y Edom. La
tradición localiza dicho valle en el del Cedrón, que ya ha venido en llamarse «el valle de
Josafat». Allá por la década de los 50, recuerdo haber recibido, entre mis honorarios de
canónigo, un billete de cien pesetas sobre el que una mano, probablemente femenina,
había escrito: «Adiós, hasta el valle de Josafat», señal de que no creía que volvería a ver
en este mundo dicho billete. El versículo 14 del presente capítulo habla repetidamente
del «valle de la decisión», es decir, del veredicto final, para referirse al «valle de
Josafat» de los versículos 2 y 12.
3. El sentido escatológico de dichas expresiones («valle de Josafat», «valle de la
decisión») está claro cuando se compara con lugares como Isaías 29:1–8; Zacarías 12:1–
3, 9; 14:2–4 y, sobre todo, Mateo 25:31–46; Apocalipsis 14:14–20; 19:15. Nótese en el
versículo 2 la repetición del posesivo mi: «… mi pueblo … mi heredad … mi tierra»,
que puede compararse con el «… mis hermanos» de Mateo 25:40.
4. El gran pecado de las naciones (v. Abd. v. 11; Nah. 3:10) será cometido en el
«tiempo de angustia para Jacob» (Jer. 30:7). Las gentes y naciones que persiguen a
7. Israel por lo que significa desde el punto de vista religioso, no se dan cuenta de la forma
en que incurren en la ira especial de Dios. Dice Buck: «La razón por la cual Dios tratará
duramente a las naciones es que ellas no se han cansado de perseguir y atormentar a su
pueblo escogido». Cuenta Flavio Josefo que, en las guerras de Roma contra los judíos,
el enemigo escogía los mozos más altos y apuestos para llevarlos en triunfo; a los que,
del resto de la multitud, eran mayores de 17 años, los encadenaban y los enviaban a las
minas de Egipto; y a los menores de 17 años los vendían como esclavos.
5. Al llegar a los versículos 4–6, el profeta hace memoria a los lectores de lo que
leemos en 2 Crónicas 21:16, 17. ¿Creen los fenicios y los filisteos que podrán aplicar la
ley del talión? No será así, pues Jehová les mostrará que es Soberano absoluto. Será
precisamente Dios (vv. 7, 8) quien pagará con la misma moneda a los enemigos de
Israel. Los sabeos (v. 8b) eran un pueblo del sur de Arabia, en lo que actualmente es el
Yemen (v. 1 R. 10:1–3; Jer. 6:20; Ez. 27:22). Aparecen en la Biblia como proveedores
de incienso, oro, especias y piedras preciosas. La frase final del versículo 8, «porque
Jehová ha hablado», significa que la decisión de Dios es irrevocable.
Versículos 9–17
1. Irónicamente, las naciones son invitadas (vv. 9 y ss.) a proclamar (lit. santificar
¡guerra santa!) guerra y hacer todos los preparativos para un gran conflicto contra Dios
y contra Su pueblo. Es, dice Ryrie, «una descripción de la campaña de Armagedón (Ap.
16:14)». Los judíos se preparaban para la guerra con purificaciones cultuales; de ahí
está probablemente prestado el verbo santificad con el que empieza el versículo 9. Buck
hace notar que en los versículos 9–14 hay nada menos que 15 imperativos. El versículo
10 es el reverso de Isaías 2:4; Miqueas 4:3. La razón obvia es que la porción que
comentamos se refiere al conflicto armado de Armagedón, cuando es natural que se
convoque a las armas, mientras que Isaías 2:4 y Miqueas 4:3 se refieren al pacífico reino
milenario que ha de venir cuando los enemigos hayan sido completamente derrotados.
Hasta los débiles sacarán fuerzas de flaqueza (v. 10, al final) para dicho conflicto.
2. En los versículos 11–13 vemos que Jehová está impaciente y excita a los
enemigos a la lucha (comp. con Sal. 2:1–3). Yoel, entretanto (v. 11b), pide a Dios que
haga descender a sus fuertes (o valientes), esto es, a sus huestes celestiales (comp. con
Ap. 19:14). El versículo 13 resume lo que detallan lugares como Isaías 63:1–3; Mateo
25:31–46; Apocalipsis 14:14–20; 19:15. Los enemigos, «la mies» (v. 13), ya están
maduros para el juicio. «El lagar está lleno»—dice—. La decisión mencionada en el
versículo 14 se describe con frases emocionantes y tremendas en Mateo 25:34, 41:
«Venid, benditos … Apartaos de mí, malditos» (comp. con Gn. 12:1–3; 27:29b).
«Multitudes y multitudes» (v. 14) es una expresión que pone de relieve lo numeroso,
incontable, de las masas que comparecerán al juicio. Como en 2:10, 31 (entre otros
lugares), a la intervención extraordinaria de Jehová se asocian los fenómenos
meteorológicos de tono apocalíptico.
3. El León de Judá (vv. 16, 17) ruge (v. Am. 1:2, comp. con Ap. 5:5) y reinará en
Sion (Sal. 132:13, 14). Ya no pasarán más por ella los extranjeros (v. 17, al final), si no
es para adorar al Dios de las huestes (Zac. 8:20–23). Sobre la primera frase del versículo
17 («Y conoceréis …»), dice Calvino: «Conoceréis por fe y por experiencia». No
pasarán por Sion extranjeros, porque todos se tendrán por nativos en aquel tiempo
(comp. con Sal. 87:46; Is. 35:8; 52:1; Nah. 1:15; Zac. 14:21).
4. Tras del juicio de las naciones se mencionan (vv. 18, 19) las bendiciones del
Milenio (comp. con Ez. 47:1; Am. 9:3, Zac. 13:1). El valle de Sitim (v. 18, al final), en
el límite entre Moab e Israel, más allá del Jordán, y famoso por su aridez, será un vergel
bien regado, mientras que (v. 19) Egipto y Edom se habrán convertido en un desierto
asolado (comp. con Abd. v. 10). Jehová terminará (vv. 20, 21) de vindicar las injurias
8. hechas a Su pueblo. La última frase dice literalmente: «Y Jehová mora en Sion». El
verbo shakán, que es el que tenemos aquí en el hebreo, y de donde se deriva el vocablo
shekináh (tan conocido de nuestros lectores), está en participio; y es precisamente con
el participio y un sujeto explícito (ya sea nominal o pronominal) como se forma en
hebreo el tiempo propiamente presente.
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Henry,Matthew; Lacueva,Francisco: Comentario Bı́blico De Matthew Henry.08224
TERRASSA (Barcelona) :Editorial CLIE,1999, S.988