El documento describe las 5 fases del duelo ante una pérdida: 1) incredulidad o negación, 2) rabia y agresividad, 3) negociación, 4) tristeza, y 5) aceptación serena de la pérdida. No todas las personas pasan por todas las fases ni con la misma intensidad. Buscar ayuda profesional puede ser útil para evitar quedar estancado en alguna fase.
Presentación realizada por la Dra. Ana María Gómez sobre cómo elaborar el Duelo, en el marco de la Asamblea de Jóvenes Profesionales y Universitarios del MInuto de Dios, Medellín
Presentación realizada por la Dra. Ana María Gómez sobre cómo elaborar el Duelo, en el marco de la Asamblea de Jóvenes Profesionales y Universitarios del MInuto de Dios, Medellín
Presentación realizada por el alumnado de 2º curso de Grado Medio Atención a Personas en situación de dependencia de la Escuela Politécnica Navarra. En ella se explica el proceso de duelo por la pérdida de un ser querido y el enfoque de la relación de ayuda en dicho proceso. Esperamos que os guste.
HE AQUI UNO DE LOS TEMAS A LOS CUALES HE ASISTIDO EN CONFERENCIAS, LA TANATOLOGIA NOS ENSEÑA QUE LA VIDA SOLO ES UN INSTANTE Y QUE DEBEMOS APRENDER A VIVIR EN PLENITUD Y DISFRUTAR TODOS ESO INTANTES BELLOS QUE LA VIDA NOS DA.
El objetivo de esta presentación es que el Medico Familiar adquiera la habilidad para identificar cualquiera de las 5 etapas del proceso de duelo y de esta manera, logre consolidar un diagnostico integral y planifique una intervención psicoeducativa o refiera al paciente y su familia para manejo especializado.
Dr. Ricardo Ramos Martínez
cpeichiapas@gmail.com
El duelo es el proceso psicológico al que nos enfrentamos tras las pérdidas, algo que todos, tarde o temprano, viviremos a lo largo de la vida.
Por definición, la pérdida de cualquier objeto de apego provoca un duelo, si bien la intensidad y las características de éste pueden variar en gran medida en función del grado de vinculación emocional con el objeto, de la propia naturaleza de la pérdida y de la forma de ser y la historia previa de cada persona.
Aunque el duelo se asocia inmediatamente a la muerte, las pérdidas pueden ser muy diversas: rupturas de pareja, cambios de domicilio, cambios de estatus profesional, procesos de enfermedad o de merma funcional, entre otros.
Las fases del duelo
La psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross identifica cinco estadios que tienen lugar, en mayor o menor grado, siempre que sufrimos una pérdida. Aunque pueden darse sucesivamente, no siempre tiene por qué ser así. Cada proceso, como cada persona, es único.
1. Negación
La negación es una reacción que se produce de forma muy habitual inmediatamente después de una pérdida. No es infrecuente que, cuando experimentamos una pérdida súbita, tengamos una sensación de irrealidad o de incredulidad que puede verse acompañada de una congelación de las emociones. Se puede manifestar con expresiones tales como: “aún no me creo que sea verdad”, “es como si estuviera viviendo una pesadilla” e incluso con actitudes de aparente “entereza emocional” o de actuar “como si no hubiera pasado nada”.
La negación puede ser más sutil y presentarse de un modo difuso o abstracto, restando importancia a la gravedad de la pérdida o no asumiendo que sea irreversible, cuando en muchos casos lo es.
2. Ira
A menudo, el primer contacto con las emociones tras la negación puede ser en forma de ira. Se activan sentimientos de frustración y de impotencia que pueden acabar en atribuir la responsabilidad de una pérdida irremediable a un tercero. En casos extremos, las personas no pueden ir elaborando el duelo porque quedan atrapadas en una reclamación continua que les impide despedirse adecuadamente del objeto amado.
3. Negociación
En la fase de negociación, se comienza a contactar con la realidad de la pérdida al tiempo que se empiezan a explorar qué cosas hacer para revertir la situación. Por ejemplo, cuando a alguien se le diagnostica una enfermedad terminal y comienza a explorar opciones de tratamiento pese a haber sido informado de que no hay cura posible, o quien cree que podrá recuperar una relación de pareja ya definitivamente rota si empieza a comportarse de otra manera.
4. Depresión
A medida que avanza el proceso de duelo y se va asumiendo la realidad de la pérdida, se comienza a contactar con lo que implica emocionalmente la ausencia, lo que se manifiesta de diversos modos: pena, nostalgia, tendencia al aislamiento social y pérdida de interés por lo cotidiano. Aunque se denomina a esta fase “depresión”, sería más correcto denominarla “pena” o “tristeza”, perdiendo así la connotación
1. FASES DEL DUELO
La primera reacción ante el fallecimiento suele ser de INCREDULIDAD o
de NEGACIÓN. Aunque no es lo mismo un fallecimiento tras una larga
enfermedad que uno repentino, ni es lo mismo que el difunto sea un
anciano que un niño o un joven, en todos los casos algo en nuestro interior
trata de rebelarse contra la cruda realidad, siendo expresiones de la
misma frases muy corrientes como “esto no puede ser verdad, se han
confundido” o “no es posible, si ayer estaba perfectamente cuando le vi”.
En esta fase existe una cierta incapacidad de mostrar sufrimiento ya que
nuestra mente da prioridad a los aspectos sociales y administrativos,
como la preparación del funeral, la comunicación del fallecimiento a los
familiares, vecinos o amigos.
La segunda fase es de RABIA y AGRESIVIDAD. Incapaces para volver
atrás y resucitar al fallecido, respondemos con emociones de
disconformidad dirigida contra todo y contra todos. Nos sentimos
víctimas de una injusticia (¿por qué me ha tenido que tocar precisamente
a mí?) y vemos a los demás como unos privilegiados por el simple hecho de
estar vivos. Clamamos contra la fatalidad y el destino y nos enfadamos
2. con nuestros dioses, si somos creyentes, o, en ocasiones, contra nosotros
mismos u otros familiares que nos parece que se han implicado poco en el
cuidado del difunto. Es el momento en que nos preguntamos por nuestra
conducta ante el difunto y surgen dudas sobre si le habremos atendido
correctamente, sobre si no hubiera sido mejor hacer tal cosa en lugar de
lo que se hizo, sobre si le manifestamos todo nuestro cariño por encima
de las diferencias, o sobre si hemos sido capaces de perdonarle por
decisiones que nos enfrentaron, o al menos nos distanciaron, de él en el
pasado.
La tercera etapa es de NEGOCIACIÓN. En ella la cabeza nos dice que lo
hemos perdido definitivamente, pero nuestro corazón se resiste a
aceptar la pérdida. En un intento de que la falta no sea tan dolorosa,
podemos sentir la necesidad de acudir a visitar con periodicidad al
difunto al cementerio, de hablar con su imagen plasmada en una foto o de
sentir su presencia en diferentes sitios del domicilio (la cama, su silla…).
Por otra parte, en esta fase la soledad se hace patente y manifiesta
porque las ayudas del resto de la familia, las visitas de acompañamiento…
se van distanciando cada vez más y debe ser uno el que poco a poco vaya
enfrentándose de nuevo y solo a la vida. En ocasiones en un intento de no
3. perder todos los lazos con el difunto las personas se quedan con objetos
del difunto (anillos, prendas de vestir…) o reliquias que tratan de que
persista, a pesar del paso del tiempo, sensación de unión con el fallecido,
es decir, de que sigue con nosotros.
La cuarta fase es de TRISTEZA. Admitir que la pérdida es definitiva, que
se debe seguir viviendo pero sin el difunto, provoca tristeza y falta de
interés por las cosas y por el futuro, apatía y sensación de empeoramiento
de la salud propia. Sin embargo, estos síntomas de tristeza son normales
que aparezcan y en ningún caso son signo de debilidad, sino al contrario,
nos dicen que somos personas de buen corazón y que sentimos de verdad
el fallecimiento del ser querido. Por tanto, estar triste es inseparable del
duelo y no debe alarmar salvo que se manifieste de forma excesivamente
acentuada o produzca pensamientos autodestructivos.
La quinta fase es de ACEPTACIÓN serena DE LA PÉRDIDA. En esta fase
somos conscientes de que, a pesar de la pérdida, aceptamos que la vida
sigue y somos capaces de reintegrarnos a ella recuperando
progresivamente las capacidades física y mental alteradas en las fases
anteriores. Como es lógico se siguen teniendo recuerdos del fallecido,
pero no son atenazantes ni limitantes, ni causan ansiedad o dolor,
4. predominando en el recuerdo lo que de grato tuvo la convivencia mientras
duró.
No todas las personas pasan todas las fases ni todas las personas las
viven con la misma intensidad. Existe, por tanto, una amplia variabilidad en
la forma de vivir el duelo habiendo un amplio margen para que la mayoría
de las conductas sean consideradas como “normales”. Lo que sí es cierto
es que para evitar la prolongación innecesaria de sus dolorosas
consecuencias es necesario realizar un intenso trabajo interior de
asimilación no siempre fácil y para el que puede ser necesaria la ayuda de
profesionales conocedores del tema, como médicos, psicólogos… Esto es
especialmente relevante cuando alguien se queda estancado en alguna de
las fases mencionadas sin dar pasos hacia la resolución y reincorporación
a la normalidad. Esto se complica porque, como se ha dicho, establecer la
diferencia entre lo normal y lo anormal es en ocasiones francamente
difícil, incluso para quienes están acostumbrados a atender a las personas
que han sufrido la muerte de un ser cercano.
¿Podría usted situarse en alguno de los periodos del duelo?, ¿En cuál?