TIPOLOGÍA TEXTUAL- EXPOSICIÓN Y ARGUMENTACIÓN.pptx
7
1. D I A 7 DE M A Y O
S. ESTANISLAO DE CRACOVIA
O B IS PO Y M A R T IR (1030 - 1079)
H
A C IA fines de! siglo X vivía en Sezepanow, cerca de Cracovia, en
el reino de Polonia, una fam ilia virtuosa y santa: los esposos
W ielislao y B ogna, descendientes de noble estirpe y poseedores
de inmensas riquezas y extensos dominios. W ielislao, tan v a -
leroso guerrero como fervoroso cristiano, se había distinguido en varias
cam pañas en la guerra de los polacos contra los rusos. Sin em bargo, más
que luchar contra los hom bres, procuraba m antener viva la guerra contra
Satán, el gran enem igo del género hum ano, pues decía, y con razón: «Q u e
aunque esta lucha es más larga, el triunfo es tam bién más brillante y du-
radero». Consecuentes con sus ideas W ielislao y su esposa practicaban con
nrdiiniento los consejos evangélicos. A m bos esposos trocaron los bienes de
Iii tierra en moneda celestial, pues con ellos com praron los eternos tesoros
del cielo; su casa era refugio seguro en donde las viudas, los pobres y los
huérfanos, hallaban en todo tiempo alivio y consuelo.
T an grandes eran sus ansias de piedad y anhelos de virtud, que, en su
propio palacio, hicieron construir una capilla donde se celebraban los divi-
nos oficios, a los que asistían siempre con devoción ardentísim a. G ran parte
del día lo pasaban en comunicación directa con D ios, porque la oración era
2. su ejercicio predilecto. Los habitantes de la región decían que eran verdade-
ros frailes, tan m ortificada era la vida que llevaban. P or lo cual decían a
cuantos viajeros pasaban cerca del castillo de su residencia: «A llí viven como
solitarios el señor W ielislao y su esposa B o g n a».
Acontecía, empero, que eran ya de avanzada edad y no tenían hijos. D u -
rante más de treinta años suplicaron al cielo que atendiera a sus deseos, mas
parecía sordo a su clam or. ¿Morirán sin sucesión? N o , porque Dios se dignó
bendecir este m atrim onio, estéril durante tanto tiempo, y les concedió un
hijo. Estanislao nació el 26 de julio del año del Señor 1030, en circunstancias
milagrosas.
L a misión a que Dios destinaba al joven Estanislao requería el desprecio
y apartam iento absoluto de las cosas de la tierra. P ara ello se preparó
desde la prim era edad, pues desde entonces su única preocupación fué
agradar a Dios. Practicaba de continuo la caridad, el ayuno y la m ortifi-
cación. G ustaba de dorm ir en el suelo y sufrir los fríos más rigurosos. E l di-
nero que sus padres le enviaban para legítimos gustos y placeres, lo em plea-
ba en limosnas que repartía a los pobres. Así prepara Dios para el com bate
a los escogidos.
SACERDOTE Y CANÓNIGO
C
U A N D O Estanislao cum plió la edad requerida, sus padres le hicieron
estudiar las artes liberales y la Filosofía y, para perfeccionarse en
en los estudios filosóficos, le enviaron a la ciudad de Gniezno, donde
radicaba, a la sazón, la escuela m ás floreciente de Polonia.
D e Gniezno, pasó probablem ente a un monasterio de Lorena para estudiar
Teología. A llí permaneció siete años, durante los cuales se granjeó el cari-
ño y la am istad de todos sus condiscípulos, y perfum ó el am biente de la es-
cuela con el buen olor de sus virtudes.
Durante su permanencia en Lorena, se apartó aun más del m undo y de
sus vanidades. N o pensaba sino en el claustro, para poder servir m ejor a
Dios, lejos del m undanal ruido y del hum ano tum ulto. «P ero — dice San
Francisco de Sales— . Dios odia la paz de los que han sido hechos para la
guerra», y esperaba el momento determ inado por su gracia para adueñarse
de Estanislao. A l volver a Polonia, habiendo m uerto y a sus padres y h a-
llándose dueño de una fortuna considerable, la repartió toda a los pobres.
Desde entonces, sólo aguardaba ocasión propicia para realizar sus piadosos
deseos, cuando Lam berto, obispo de Cracovia, le llam ó, ordenóle sacerdote
y le nom bró canónigo de su catedral en 1062.
Los habitantes de Cracovia aplaudieron la elección y designación de Es-
3. iiimshio para la canonjía. Éste tem blaba al considerar el peso abrum ador
■ini tan pronto se le había echado sobre los hom bros, por lo cual se des-
i’iriidió de cuanto podía estorbarle para el perfecto cum plim iento de cargo
i.m im portante. Asiduo al coro y a la oración, em pleaba gran parte del día
ni rl estudio de la Sagrada Escritura, de los Santos Padres y de la Teolo-
i ; i >i . (iracias a este trabajo continuo y a su inteligencia poco común, en corto
itempo adquirió tanta ciencia, que de todas partes acudían a solicitar sus
i niiscjos y a tomarle como árbitro en los litigios.
Atendía con m ansedum bre y am abilidad a las exigencias de todos en
lumia tal, que muchos salían m aravillados de su casa, diciendo: «E ste hom-
Ihi o s adm irable, es un verdadero santo».
OBISPO DE CRACOVIA
A
la muerte de Lam berto, acaecida en 1072, Estanislao fué elegido por
el clero y pueblo para sucederle. E sta vez, el piadoso canónigo se
resistió, y no quiso ceder hasta recibir del papa A lejandro I I la or-
ilcn expresa, que acató como si emanase del mismo Dios.
Creíase tan indigno del nuevo cargo que le habían conferido, que redo-
l«ln la austeridad y el fervor de sus virtudes, para merecer del cielo la fuer-
/ii necesaria para desempeñarlo. Vistió un cilicio que llevó hasta la muerte.
S ii caridad inagotable aum entaba día a día. Los pobres eran numerosos en
i racovia; el santo obispo m andó que hiciesen un recuento exacto de todos,
ordenó a un fam iliar suyo que no negase nada a nadie. P or lo dem ás,
<1 mismo presidía, a m enudo, la distribución de las limosnas, dando, al
propio tiem po que el pan m aterial que alim enta el cuerpo, el pan espiritual
ipu- sustenta al alm a. E n tales circunstancias aparecía tan hum ilde y tan
■■i¡luso, que todos aquellos desgraciados lloraban de alegría por haber encon-
trado semejante padre.
A pesar de tanta bondad. Estanislao fué varias veces víctim a de las in-
pirias más escandalosas; pero su virtud era superior a todas las pruebas.
Invitóle un noble cierto día a consagrar una iglesia en una de sus pro-
piedades. Consintió en ello el obispo con alegría. Llegado el día prefijado,
11 obispo con su séquito se encam ina a la finca de dicho señor y llega a
l.is puertas del castillo. Preséntase el noble y, sin saber por qué, le trata con
increíble insolencia y le arroja de su casa llenándole de injurias. E s más,
nli;unos criados se lanzan sobre los clérigos que rodean al pontífice y los
muelen a golpes. Estanislao no opone la m enor resistencia, y se retira con
m i séquito a un prado inm ediato. P o r toda venganza dirige a Dios la si-
guiente plegaria: «Señor, y a que me im piden bendecir el lugar que debía
4. consagrar, dad vuestra bendición al sitio en que me hallo». Y pasa la noche
sufriendo el ham bre y el frío en aquel prado, que se llam ó más tarde «p rad o
ben dito», nom bre que aun conserva en la actualidad.
Algunos días después, avergonzado el noble, pidió perdón al obispo y le
prom etió reparar su falta, llevando en adelante una vida m ás cristiana;
como prenda de su sinceridad, donó el referido prado a la Iglesia de C ra-
covia.
SAN ESTANISLAO ANTE EL IMPIO BOLESLAO
P
O L O N I A estaba gobernada a la sazón por el im pío Boleslao II, rey
desde 1077. Este príncipe, que se había m ostrado valeroso en la guerra
contra los rusos y lleno de liberalidad con sus súbditos, em pañó la
gloria pasada con acciones vergonzosas e inicuas. Los escándalos de su
vida, secretos en un principio, no tardaron en salir a la luz, y llenaron de in-
dignación a todos sus vasallos. Sin em bargo, nadie se atrevía a reconve-
nirle. Sólo Estanislao, con el valor que dan la oración y la gracia divina,
se atrevió a presentarse ante el m onarca culpable y , con un lenguaje ins-
pirado por la caridad y la firm eza apostólicas, condenó sus desórdenes y
le exhortó a hacer penitencia. T rató de hacerle ver que los pecados de los
reyes son mucho m ás feos que los de los particulares, tanto por la m ayor
v obligación que tienen con Dios, como por el m ayor daño que se sigue para
toda la nación.
E l tirano, lleno de furor contra el siervo de Dios, le colmó de injurias.
— ¿Acaso — le dijo— tengo yo que recibir consejos de un hom bre vil
como vos, indigno del episcopado y que mereceríais ser arrojado como pasto
a los puercos?
— Príncipe — respondió noble y tranquilo el obispo— , conozco el respe-
to que debo a vuestra autoridad, y creo no haber faltado en este punto a
mi deber; pero tam poco olvido que la dignidad apostólica de que estoy
investido es m uy superior a la de los reyes. E s de institución divina, y el
rey y los dem ás príncipes deben someterse a la jurisdicción espiritual del
obispo, aunque éste proceda de linaje menos noble que el suyo. P o r tanto,
si cuidáis de la salvación de vuestra alm a, debéis escuchar mis consejos y
advertencias. Sólo así podréis vivir en paz con Dios y reinar con gloria
sobre vuestros vasallos.
Estas palabras, lejos de enm endar al rey, enfureciéronle m ás aún contra
el que se presentaba como el m édico m ás bondadoso de su alm a y como
el m ejor de sus am igos, y determ inó perseguirle, hacerle callar m al de su
grado y echarle de su iglesia.
5. S
AN Estanislao, con el testigo recién resucitado, se presenta ante
el rey y los grandes y jueces de la Corte, y les dice: — uHe aquí
a Pedro, el que me vendió la heredad. Preguntadle si es verdad
que yo le pagué enteramente lo que para la Iglesia me vendió».
6. VENGANZA DE BOLESLAO
E
S T A N IS L A O había com prado a un hom bre rico, llam ado Pedro, un
cam po, en Piotraw in, para am pliar su iglesia, y había pagado escru-
pulosamente el precio convenido. Sin em bargo, fuese por descuido,
o por exceso de confianza, no había exigido la firm a al vendedor, pues el
trato se hizo ante varios testigos. Boleslao llam ó a éstos, les intimó con
promesas y am enazas a que dijeran lo que a él le convenía y, por desgra-
cia, las cosas le salieron a pedir de boca. Pedro había m uerto hacía tres
años y, según las instrucciones del rey, sus sobrinos declararon que la pro-
piedad de Piotraw in había sido usurpada por el obispo.
A l saberlo el Santo, declaró que estaba seguro de confundir a sus ca-
lumniadores por la declaración de los testigos. Pero, desgraciadam ente, éstos
le traicionaron hablando contra su conciencia, y el obispo perdió la causa
sin remedio. N o pudiendo soportar semejante injusticia y lleno de santa
indignación, pidió un plazo de tres días.
— Transcurrido este tiempo — dijo— , os presentaré como testigo de la
verdad al mismo Pedro, aunque hace tres años que esta enterrado.
U n a carcajada burlona acogió estas palabras. Boleslao concedió el plazo
solicitado, creyendo encontrar en esto una nueva ocasión para hum illar al
siervo de Dios.
DECLARACIÓN DE UN RESUCITADO
E
L prelado, con algunos clérigos y seglares fervorosos, se retiró a la
iglesia edificada en P iotraw in; ayunó, veló y oró con lágrim as a N u es-
tro Señor, suplicándole que, ya que era causa suya, £1 la defendiese.
Im puso tam bién a los suyos un ayuno riguroso. Llegado el tercer día, y
celebrado el Santo Sacrificio, el obispo se reviste con los ornamentos epis-
copales, y avanza procesionalmente hacia la tum ba de Pedro. U n a vez allí,
m anda quitar la losa del sepulcro, cavar la tierra y poner a la vista el
cuerpo, que estaba casi enteramente reducido a polvo. Estanislao se pone
de rodillas y renueva sus instancias ante el Señor en prolongada oración.
A cabad a ésta, toca el cadáver con la m ano y dice:
— Pedro: en nom bre del Padre, y del H ijo , y del Espíritu Santo, te or-
deno que salgas de la tum ba para dar testimonio de la verdad, que ha
sido negada por los hijos de los hombres.
Inm ediatam ente, ¡oh prodigio!. Pedro se levanta lleno de vida; el obispo
le tomó por la m ano y los asistentes quedaron sobrecogidos de espanto.
7. S A N E S T j N I S L A O D E C R A C O V I A 77
Algunos emisarios corren a anunciar el m ilagro a Boleslao, que se halla en
pleno tribunal. Éste no quiere creerlo, pero pronto llega Estanislao acom -
pañado del resucitado, a quien lleva de la m ano y, presentándole al rey:
— Príncipe — le dice— , aquí está el testigo más irrecusable de la verdad
ultrajada por V'uestra M ajestad y por vuestros cómplices.
E l tirano enmudece lleno de espanto. Pedro entonces, elevando la voz,
exclama:
— H abéis de saber que Dios om nipotenté. m ovido por las súplicas de su
siervo Estanislao, me envía a la tierra para dar testimonio de la verdad
ante este tribunal. E n presencia de todos, declaro que yo vendí el terreno
al obispo y a su Iglesia y recibí el precio convenido. Declaro adem ás que
mis sobrinos no tienen ningún derecho sobre él; sólo la calum nia ha podido
determinarlos a hacer esta falsa reivindicación.
Vuélvese luego hacia ellos y les dice:
— ¿Qué locura ha podido induciros a cometer semejante crimen? ¿Ha
sido malicia?, ¿ha sido timidez? Si no hacéis pronto penitencia. Dios des-
cargará sobre vosotros su brazo vengador en esta vida y en la otra.
Forzado por tan irrecusable como extraño argum ento, el déspota liber-
tino declara que el derecho está de parte del santo obispo. Pero su furor,
lejos de dism inuir, se encendió y acrecentó todavía más.
A l salir del tribunal, la m ultitud se apiñó alrededor del resucitado para
hacerle variadas y encontradas preguntas, a las cuales respondió lo menos
que pudo:
— Pues — decía— estoy aquí para hablar solamente de lo que me m ande
Kstanislao.
Éste le condujo de nuevo a su sepulcro, y allí, en presencia del pueblo
del clero, le hizo esta pregunta:
— Pedro, ¿quieres que. en acción de gracias al Señor por el beneficio que
acaba de concedernos, le pida que te deje aún algunos años más con
nosotros?
— Santo P adre — respondió— , ¿qué haría yo en esta vida miserable de
la tierra, que antes debe llamarse muerte que vida? Os suplico que no me
impidáis gozar de la vida verdaderam ente feliz, donde se ve a Dios cara
a cara. H asta el presente he estado en las llam as del purgatorio, de donde
i-spero salir m uy pronto. Dignaos, pues, rogar al Señor por mí para que esta
esperanza se realice lo más pronto posible o, si se opone a ello la justicia
divina, para que mis penas dism inuyan y se acorten.
E l prelado no insistió y prometió orar mucho por él; Pedro bajó de nuevo
a la tum ba y, saliendo su alm a del cuerpo, volvió a la eternidad. E l clero
y el pueblo rezaron las oraciones por los difuntos, cubrióse de nuevo la
tosa, y todos se retiraron m aravillados, al par que resueltos a llevar vida
8. ejem plar en los años que les quedaban de vida, para alcanzar la felicidad
de que Ies había hablado el testigo resucitado.
¿A quién no convirtiera un m ilagro tan ilustre y evidente como éste?
¿Qué pecho tan duro y em pedernido puede haber que no se ablande y en-
miende al ver a un hom bre resucitado, que quiera antes tom ar a m orir que
vivir en esta frágil y m iserable vida? M as el corazón del rey estaba tan
abrazado con sus vicios y tan encarnizado en sus deshonestidades y cruel-
dades, que todo esto no bastó para reducirle y rendirle a Dios; antes, como
era una fiera, se relam ía en la sangre inocente de sus súbditos, y como
anim al inm undo se revolcaba en el cieno de sus torpezas, con notable es-
cándalo de su reino.
EL ALTAR ENSANGRENTADO
P
A R A curar esta llaga tan encancerada del rey, Estanislao usó al prin-
cipio de medios suaves y blandos; pero, viendo que todo era en
vano, le apartó de la comunión de los fieles m ediante la excom u-
nión, con lo cual se endureció más, y, cansado de tantos avisos, dijo:
— B asta ya; hay que hacer desaparecer a este im portuno.
L a m uerte del Santo fué discutida y decretada en consejo secreto.
A pesar de las prevenciones tom adas para m antener oculta esta sentencia,
fué conocida del pueblo. Estanislao se alegró inmensamente cuando supo
la noticia, pues hacía tiempo que deseaba la palm a del m artirio.
Sin em bargo, el 11 de abril de 1079, día señalado para el crimen, quiso
el obispo celebrar la misa en lugar seguro y se retiró a la iglesia de San
M iguel, m uy venerada por los polacos.
E l rey le siguió de cerca con sus sicarios. Cuando llegaron, el obispo
había comenzado ya la misa. E l tirano aguardó unos instantes a la puerta
hasta que terminase, pero Estanislao celebraba más despacio que de cos-
tum bre. L o s asesinas se im pacientaban y Bolcslao envió algunos soldados
para que le matasen en el mismo altar. Entraron decididos; pero, apenas lle-
garon al pie del altar, una fuerza divina los derribó en tierra. N o les era po-
sible dar un paso; sólo lograron salir de la iglesia medio arrastrándose con
trabajo por el suelo. E l rey se resiste a creer lo sucedido. Dos veces más
los asesinos intentan cometer el crimen, y otras tantas son derribados.
P or últim o, el misino Boleslao se resuelve a cometer al asesinato. Se
encam ina hacia el altar y m ata de una estocada al santo obispo. Árm ase
luego de un cuchillo y , cogiendo por la cabeza el cuerpo que aun palpita,
le corta las orejas, la nariz y las mejillas. B árbaro hasta lo increíble, Jo
entrega a la brutalidad de los soldados. Éstos, obedeciendo al monstruo co-
ronado, descuartizan el cuerpo del m ártir y tiran los pedazos por el cam po.
9. SEPULTURA MILAGROSA
U A T R O días después, el rey y sus consejeros fueron a visitar el
luj¡ar donde habían sido esparcidos los m iem bros del obispo m ártir,
creyendo que habrían sido devorados por los perros o las aves de
i 11•i■i.t. V ieron entonces con asom bro que cuatro potentes águilas revolo-
i' I i . i i i en torno de aquellas reliquias, para defenderlas contra cualquiera
•Id* intentase robarlas.
I ¡i noche siguiente, algunos cristianos virtuosos vieron sobre cada parte
.11 cuerpo una luz viva y brillante que desde m uy lejos se veía. Anim a-
.1 por estos prodigios e indignados por la cobardía de los parientes del
''.m ío. que no se atrevían a infringir la prohibición de Boleslao, los canó-
iiii .•> de Cracovia, acom pañados de algunos seglares, recogieron durante la
Muelle las reliquias veneradas. P o r un nuevo prodigio, que una vez más
|.i ... Limaba la santidad del obispo, apenas juntaron aquellos preciosos res-
ir . recobró el cuerpo su form a ordinaria, sin que quedase la m enor cica-
in/. tal como si el prelado hubiese m uerto de m uerte natural.
lu e enterrado en la iglesia de San M iguel. E l rey no se atrevió a turbar
li14 funerales con un nuevo crimen. P o r lo dem ás, la hora de la divina
w usanza había sonado ya. E n 1081, mientras todos los polacos bendecían
l • memoria de San Estanislao, Boleslao, excom ulgado y depuesto del trono
!>•>• el papa Gregorio V I I , aborrecido de todos y atorm entado por el ver-
ilm ■> eruel de su conciencia, tuvo que huir a H un gría, donde m urió en el
un.misterio de Ossiac, en 10S3, después de severa penitencia, que terminó
una muerte dichosa, alcanzada — según dicen— por intercesión de su
n i una.
Sun Gregorio V I I m andó a los obispos polacos, que sin su licencia no
••••"¡i-sen ni coronasen a nadie por rey.
Honró Dios al santo obispo con varios m ilagros m uy notables, y fué ca-
nonizado por Inocencio IV', el 17 de septiem bre del año 1253, y en 1595,
•ii ' I pontificado de Clemente V I I I , fué inscrito én el m artirologio rom ano,
• 1 de m ayo. Este mismo P ap a m andó que se celebrase con rito doble en
inilii la Iglesia católica.
I .as reliquias del Santo fueron trasladadas desde el Skalkat — nom bre
ili- la colina coronada por la iglesia de San M iguel, cerca de la cual fué
■i ■sitiado Estanislao— a la catedral de Cracovia, donde se conservan en
iin.i magnífica urna de plata colocada en un altar en el centro del crucero.
I ti cabeza se guarda en un precioso relicario de oro.