Este documento discute el concepto de autoridad docente y cómo ha evolucionado en la sociedad. Explica que aunque la autoridad es necesaria en la educación, antes se ejercía de forma casi salvaje sin considerar la igualdad. Hoy en día, los conceptos de autoridad se usan de maneras ambivalentes que pueden mantener o desafiar ideas elitistas. Finalmente, argumenta que los docentes deben aprender y respetar los saberes de los estudiantes más que sus propios poderes, para habilitar espacios de igualdad que son fundamentales para la dem
1. Autoridad docente, transformación social y prácticas
Todos sabemos, o, mejor dicho, casi todos que…“no es posible renunciar a ejercer la autoridad
porque el acto educativo implica un acto de autoridad. Educar demanda asumir un lugar
asimétrico”. (Consejo Federal de Educación, 2008)” Ese mismo acto o la acción que de ella se
deriva, en nuestra sociedad actual, de la que la escuela es solo un reflejo, se encuentra morigerada
por una cantidad de consideraciones y atenuantes, que se fueron forjando durante muchísimos
años desde aquello de “la letra, con sangre entra”. En ese perdido mundo positivista, el poder se
ejercía, casi salvajemente, sin despertar culpas o remordimientos de conciencia, porque,
teóricamente, se hacía lo correcto, ya que se trabajaba sobre guías prefijadas de autoridad,
basadas en la acción-reacción (o represión). La consideración casi delictiva del menor (con la
política de minoridad liberal e incluso, con más énfasis, en la neoliberal) se plasmaba en la falsa
verdad del “niño de familia bien”, en ese ser casi perfectamente educado desde la familia, con
conciencia de clase (media o alta), donde las normas de conducta se encontraban prefijadas y
ninguna, o, casi ninguna tenía algo que ver con la igualdad (sea esto real o no, porque ello no
importaba, porque se ponían en juego otras cuestiones vinculadas con las élites, que en estas
tierras nos acostumbramos a glorificar desde la Generación de 80 y su adalid el genocida conocido,
como General Roca). En otras palabras a unos se los consideraba de una forma por su origen y a
otros de otra, por lo mismo. Con mucho esfuerzo fuimos cambiando, no todos, ni en todos los
lugares, pero el trabajo de unos pocos “locos” redundó en el destierro (o casi) de esa educación
elitista.
Por lo anterior, vemos, en la actualidad que se usan conceptos, aparentemente ambivalentes, para
privilegiar políticas, o, mejor dicho, posturas, que pueden pretender, o, no mantener esos
perimidos y anacrónicos conceptos elitistas, donde “…la presencia de figuras de autoridad…con
sus decisiones, intervenciones; habilitan e inauguran determinados espacios; silencian, anulan
otros…” (Tercer Recorrido_ECE) La capacitación o los postulados de la Educación Permanente,
generalmente, en los sectores más necesitados de ella, no tienen efecto, por virtud de ese mismo
dejar hacer, dejar pasar, que ya comentamos antes, que también se aplica en toda la escala
jerárquica de nuestra profesión. En algún momento, alguien me dijo: ¡Pero vos también estas
cerca de la jubilación!, como si a partir de determinada etapa en nuestro transcurrir en el sistema,
ello se transforme en más permisivo, en algo que tiene una importancia relativa, o, pequeña.
Cuando respondo que en lo nuestro debemos estudiar todos los días, automáticamente, se
acuerdan del mote que me pusieron y que yo adopté, en contraposición, de “viejo loco”. Ni
mencionar a los que creen que se trata de una postura y no de un convencimiento, diciendo:
“Todos los profesores recibimos algo de psicología en nuestros cursos, pero este (que viene a ser
el viejo loco) parece creer que sabe más”.
Vimos desde nuestro propio recorrido por la escuela secundaria, que los “castigos grupales” no
sirven para nada, que es más, tienden a reforzar la idea de la inequidad, que no permiten
2. rescatar, defender y ejercer los Valores de Igualdad, no violencia y sentido de pertenencia. En ese
sentido el dilema es: constituirnos en “…habilitadores o no de construcción de legalidades, de
valores de igualdad, de justicia, de respeto...” (Tercer Recorrido_ECE), pero para ello debemos
aprender, para aprehender, a respetar los saberes más que los poderes, sin desconocer que ellos
son los que habilitan o no determinados espacios, pero que son pasibles de esa “igualdad ante la
ley”, que marca nuestro sistema democrático, que no es perfecto, pero que ello depende de todos
y cada uno de nosotros, de cómo nos posicionamos en lo que nos toca hacer, como algo relevante
de nuestra profesión.