Plan Refuerzo Escolar 2024 para estudiantes con necesidades de Aprendizaje en...
CONSTRUYENDO UN MODELO EDUCATIVO PARA LA ACADEMIA
1. CONSTRUYENDO UN NUEVO MODELO EDUCATIVO PARA LA
ACADEMIA
Aunque resulta un
imperativo ético
ineludible, ¿cree usted
que las universidades
estarán dispuestas a
construir la sociedad del
Buen Vivir? Si fuese así,
¿qué cambios deben
introducirse en los
currículos, en las líneas de investigación y en la formación de
la responsabilidad social de los nuevos profesionales?
Otra inferencia que debe obtenerse de las reflexiones anteriores
es que el Buen Vivir va más allá de un movimiento político de
cualquier gobierno. Por desgracia, algunos Estados han
tergiversado varios de los fundamentos del Sumak Kawsay
presentándolo como el trabajo mesiánico de los gobiernos para
llevar una mejor vida o la felicidad a las poblaciones. El pensador
uruguayo Eduardo Gudynas (2014) advierte de modo claro: “Uno
de los frentes más recientes es denunciar que algunos usos del
Buen Vivir, especialmente por los gobiernos, sería contrario a
sus esencias originales. Por ejemplo, muchas organizaciones
indígenas andinas entienden que los actuales gobiernos
progresistas en Bolivia y Ecuador si bien repiten una y otra vez
las palabras Buen Vivir o Vivir Bien, sus acciones concretas y
sus estrategias de desarrollo, son contrarias a esos mandatos.
Esto ha llevado que a que algunos intelectuales y líderes
sociales consideren necesario separar por un lado la idea del
Buen Vivir, para representar esas aplicaciones malogradas y
2. por el otro lado, se reservaría términos indígenas como sumak
kawsay para lo que se entiende es la esencia de la propuesta”.
Queda claro que el Buen Vivir es una filosofía, una ideología, un
nuevo paradigma de civilización que contradice la dominante visión
del modelo occidental configurado por el régimen capitalista que,
como se ha insistido, ha traído al mundo y a sus pobladores
funestos males, pérdida de la dignidad humana y asolamiento a la
Madre Tierra. En consecuencia, el trabajo de la academia será
formar a los nuevos profesionales que construyan la sociedad del
Buen Vivir, expresada en el respeto a la vida, la hermandad de los
seres humanos, la consecución de una vida digna para los
habitantes del planeta y el cuidado de la naturaleza.
También debe estar claro que esta nueva forma de existencia no
ofrece a los jóvenes todo aquel oropel que el sistema asentado en
la codicia les ha impuesto y que ha sido la causa de sufrimientos,
angustias y enfermedades de los habitantes del planeta; es decir,
de su mal vivir. En esta realidad, las relaciones humanas se vuelven
precarias, la gente busca significado a sus vidas, no tiene “anclas”
a los cuales asirse, por lo que debe perseguir cualquier subterfugio
terrenal o celestial que aplaque sus angustias: diversión continua,
sexo sin límites, consumo frenético, adicción a drogas,
espiritualidades exóticas … Parafraseando a Díaz (1999), se puede
decir que este sistema atraviesa todos los espacios posibles del
sujeto e invade su psiquismo, transformándolo en ese ser
altamente competitivo, hiperinformado, inevitablemente
comunicado, en un sujeto depresivo, escéptico y sin proyección
Los síntomas comunes de esta condición van en aumento:
conductas violentas y desafiantes, ataques de pánico, trastornos
de ansiedad, alteraciones de la conducta, trastornos bipolares,
cuadros depresivos, desviaciones de la personalidad, actitudes
3. anómicas, adicciones, déficit atencionales, malestar espiritual,
vida sinsentido …
Igual apreciación tiene el filósofo germano-coreano Byung-Chul
Han quien inicia su libro “La sociedad del Cansancio” con el
siguiente axioma: “Toda época tiene sus enfermedades
emblemáticas”. Esta sociedad en el comienzo del siglo XXI ha
generado enfermedades como la depresión, el síndrome de fatiga
crónica, el trastorno límite de la personalidad, el trastorno de
atención con hiperactividad o el síndrome de desgaste ocupacional,
entre otras, definirían un nuevo panorama patológico determinado
por una concepción neuronal en el que las neuronas se hallan en
violencia dialéctica frente a una nueva sociedad que es la del
rendimiento y que se caracteriza por un empuje a la capacidad sin
límites. Frente a esta presión social por el rendimiento, la
contemporaneidad produciría individuos fracasados, aburridos,
hartos y depresivos debido a una revolución neuronal como
respuesta al exceso de positividad y autoestima condiciones
necesarias para la eficacia estándar. Nos hallamos, pues, quizás,
en el siglo de las enfermedades neuronales como emblemáticas de
la época en contraposición al anterior que fue el de los virus y
bacterias. Pero, aunque el autor sitúa estos males dentro de la
psiquis de los sujetos, exonerando al contexto, debe reconocerse
que dicho malestar solo responde a las poderosas influencias
alienantes del sistema.
Estas referencias nos hacen ver el tipo de hombre y mujer que
ha formado el ansia mercantilista, hacia la cual las
universidades, de modo implícito o explícito, desean conducir a
los nuevos profesionales. Grave responsabilidad: preparar a los
jóvenes para adaptarlos a una sociedad que niega su esencia
humana y lo vuelve ajena de sí misma y de sus congéneres. A
4. las claras, es toda una afrenta para la academia llamada a
cumplir con su máxima misión: vigilante y promotora de los
atributos netamente humanistas.
Delicado dilema también para usted, como nuevo/a maestro/a
universitario/a, el hecho de formar profesionales para un
mundo degradante, en el cual también usted ha sido formado.
¿Cómo salir de este laberinto indescifrable?
La alternativa está planteada: preparar a los nuevos
profesionales para ser edificadores de la sociedad del Buen
Vivir, lo que obliga a los catedráticos a profundizar los
fundamentos filosóficos, antropológicos y axiológicos de esta
nueva opción de vida, para luego conducirse con estos
principios. Así lo confirma Roa (2009): “El Buen Vivir no es
simplemente un discurso bonito, es un reto para asumir
profundas transformaciones en nuestras sociedades, es asumir
un nuevo paradigma civilizatorio, nos implica el reto de
armonizar en la realidad nuestras relaciones con la naturaleza,
nos implica poner en práctica el reconocimiento de los derechos
de la naturaleza, nos reta a escuchar las sabidurías de
nuestros ancestros, nos abre la posibilidad para una
‘descolonización profunda’, a un diálogo con la naturaleza y a
reconocer su dimensión espiritual”.
Además, si se insiste en la búsqueda de esta nueva sociedad
es porque usted tiene una crucial responsabilidad para el
futuro, más que como ciudadano/a, como docente que debe
orientar el espíritu de sus jóvenes discípulos.