1. ESCRITOR MANOS DE TIERRA Y TINTA.
Somos pueblo y tenemos palabra.
“Porque pocas son las cosas que hablamos con
propiedad muchas las decimos de modo impropio”.
San Agustín.
Lic. Micaela González Delgado.
Escribir es un esfuerzo de reflexión, de análisis y del pensamiento. Pero, más allá de esto, escribir
es un arte. Colocar la escritura como un arte es pensar en la creatividad, en la imaginación, en las
narraciones y sueños de las biografías que relatan una búsqueda de la propia expresión y creación.
Se descarta la repetición de frases, la copia, la composición, el calcado para dar lugar a adueñarse
de la propia palabra en la narración que da vida a la propia vida más allá de lo narrado u omitido. En
el caso de los universitarios y los profesionistas en formación es un ejercicio más que necesario, es
una exigencia y, donde hay alguien que escribe hay alguien que lee, alguien que dice y otro que
traduce en un diálogo por caminos de descubrimiento vibratil. Por ello, la revista estudiantil
Formando-nos al presentarse públicamente permite dar a conocer nuestra palabra para que el otro
pueda leer nuestro mensaje. No hay uno sin el otro. No hay autor sin lector. Comienza esta
experiencia con un permiso, “permiso para soñar” y la termina con una invitación, “que sueñes e
imaginemos nos-otros también”.
Sin embargo, tener la palabra implica un ejercicio de responsabilidad en lo que uno escribe, una
cierta ética y una cierta utopía. Ser escritor manos de tierra y tinta, quiere decir que no sólo estamos
arraigados a una biografía de vida, aun lugar, aun espacio y tiempo, vivimos en colectividad y
reflejamos un cierto capital cultural. Wittgenstein nos dice que los límites de mi lenguaje son los
límites de mi mundo. ¡Cuanta razón en ese pensamiento! En la forma en que escribimos y en la que
redactamos vemos reflejado el capital cultural que poseemos y, al mismo tiempo, la travesía de
desigualdad y circunstancia por la que hemos atravesado. Por ello, es importante enfatizar que
mayor es el compromiso que debemos tener con lo que escribimos y cómo lo escribimos para los
lectores. El lector es una pieza fundamental y al que llegan nuestros mensajes, mensajes que deben
ser claros y con buena redacción. Somos pueblo y tenemos palabra porque la libertad de escribir
permite quitarnos de encima la mordaza del silencio, no sólo para ser disidentes y resistir los
embates del contexto que nos embarga, también para dar cuenta que estamos vivos porque somos
portadores de proyectos y de cultura.
2. Abordar este texto es importante para señalar que todo proyecto es perfectible y que ustedes como
profesionistas con este proyecto adquieren una responsabilidad social e intelectual. No se puede
menospreciar la complejidad del lenguaje en aras de “hacerlo más accesible”. El nivel universitario
exige plantear el problema del coloquialismo de las lenguas que se reproducen, se hablan y se
enseñan en la universidad. Una posición crítica despertó en mi porque no es posible que pueda uno
dejarse tentar por el coloquialismo, hay que tener una lectura responsable frente al rigor profesional
que cada lenguaje profesional posee y que es estructurante de formas de saber, pues importamos
en lo que escribimos una serie de concepciones y de lecturas de realidad que serán traducidos de
formas distintas por los lectores. La universidad no puede ir para atrás, el lenguaje es intercambio,
es político y da cuenta de su forma histórica. Por ello, debemos administrar la autoridad del discurso
desde una mirada de lenguaje sabio y la lengua de la academia. Aprender a usar nuestra jerga es
importante y darle el uso correcto mucho más, si la abandonamos con la excusa de “comunicarnos
mejor y más fácil”. ¿Cómo podemos generar lenguas de intercambio y cómo nos distinguimos de
otras lenguas disciplinarias? Las palabras van más allá de lo pragmático y las “buenas intenciones”
provocan ciertos efectos al usarlas.
Lo cotidiano se puede expresar adecuadamente y la escritura expresa prácticas significantes, según
sea el rol social, la profesión, la inclinación ideológica, etc. Pero, las producciones de sentido del
texto que produce el sujeto son originadas gracias a su diálogo con la sociedad. Así, escribir sería el
acto de leer convertido en producción sabia y académica en la universidad. Pues en un sujeto
cualquiera podrían encontrarse huellas que develan, que se encaminan hacia discursos producidos
por otros sujetos, y estas marcas pueden hallarse en los textos. También nos acerca a la relación
escritor-sociedad, sociedad-texto. De modo tal que la naturaleza social del escritor no impide que
cada uno de ellos tenga una forma particular de realizar su escritura. La diferencia la da
precisamente su manera de seleccionar, combinar y procesar el texto general en la historia y la
cultura y también su grado de captación de las ideas de los sujetos colectivos de los cuales ha
formado parte y su sincretismo de la realidad porque somos pueblo y tenemos palabra con la tinta de
la experiencia y como resultado de la educación.
BIBLIOGRAFÍA
Julia Kristeva. "La palabra, el diálogo y la novela". En: Semiótica 1. (Trad. José M. Arancibia.
España, Editorial Fundamentos, 1978). Pág. 191.
Julia Kristeva. El texto de la novela. (Trad. Jordi Llovet. Barcelona, Lumen, 1974). Pág. 124.
Iglesias, Luis, Confieso que he enseñado. Buenos Aires, Papers Editores, 2004.
Anales de la educación común (2007). Manos de tierra y tinta./ Tercer siglo. año 3. número
6. Educación y lenguajes. Publicación de la Dirección General de Cultura y Educación de la
Provincia de Buenos Aires, Dirección Provincial de Planeamiento. Pp. 183 a 189.