La hipertensión es la elevación anormal de la tensión arterial. Puede ser esencial cuando la causa es desconocida o secundaria cuando es debida a otra causa identificable. El riesgo de apoplejía o ataque al corazón es mayor en personas con tensión arterial alta, por lo que el tratamiento busca reducir este riesgo. El diagnóstico requiere mediciones repetidas de la tensión arterial y exámenes complementarios. El tratamiento incluye medidas no farmacológicas como dieta y ejercicio, y posiblemente medic
1. hipertension
Hipertensión, tensión arterial alta. Frecuentemente se trata de una hipertensión esencial,
primaria o idiopática, cuando la etiología es desconocida. La hipertensión secundaria es
aquella debida a alguna causa fácilmente identificable. Los individuos con tensión arterial
alta tienen más riesgo de sufrir una apoplejía o un ataque al corazón. El tratamiento de la
hipertensión reduce este riesgo.
Se cree que tanto los factores ambientales como los genéticos contribuyen a la hipertensión
esencial. La tensión arterial tiende a elevarse con la edad. Es también más frecuente que
aparezca si la persona es obesa, tiene una dieta rica en sal y pobre en potasio, bebe elevadas
cantidades de alcohol, no tiene actividad física y sufre estrés psicológico. Aunque está claro
que la tendencia a la hipertensión puede ser heredada, se desconocen en gran medida los
factores genéticos responsables de la misma.
El diagnóstico de la hipertensión casi nunca es directo. El diagnóstico se realiza en base a
las cifras de tensión arterial tomadas con un esfigmomanómetro, preferiblemente de
mercurio. Se mide tanto la presión arterial sistólica o máxima, como la presión arterial
diastólica o mínima. Es importante seguir una serie de consejos previos a la toma de la
tensión arterial, ya que de lo contrario se puede estar realizando una sobrevaloración de la
medición. Hay que evitar realizar ejercicio antes de la medición; es mejor que la toma de la
tensión sea matutina y en ayunas; hay que descansar antes un mínimo de 10 minutos; no se
debe tomar café ni fumar al menos media hora antes de la toma de la tensión arterial; y en
el momento de la medición se debe estar relajado, con el brazo situado a la misma altura
que el corazón y sin cruzar las piernas.
Dentro de la población general hay individuos con tensión arterial baja, algunos con tensión
arterial normal y otros que son diagnosticados como hipertensos, pero el punto que
determina que una persona sea hipertensa no es fácil de definir. En general se puede decir
que la hipertensión arterial consiste en un aumento desproporcionado de las cifras de la
tensión arterial en relación con la edad del individuo. La mayoría de las guías sugieren que
si una persona tiene una tensión diastólica superior a 90-100 mm Hg y una tensión sistólica
superior a 140-160 mm Hg debería recibir tratamiento para disminuir la tensión arterial. Por
lo general, la tensión arterial se mide varias veces antes de realizar el diagnóstico. Al
mismo tiempo se analizan muestras de sangre y de orina, y se realiza un electrocardiograma
para estudiar si existe una repercusión a nivel cardiaco.
El objetivo del tratamiento es reducir la tensión arterial para que el riesgo de apoplejía y de
infartos de miocardio disminuya. El tratamiento lo prescribe por regla general el médico de
familia. Puesto que la pérdida de peso disminuye la tensión arterial es beneficioso para el
paciente llevar una dieta pobre en sal, alcohol y grasas totales, y rica en contenido de
potasio, calcio, grasas poliinsaturadas, magnesio y fibra. El aumento de la actividad física
puede también reducir la tensión arterial. Aunque el fumar no afecta a la tensión arterial,
aumenta el riesgo de apoplejía o de infarto de miocardio.
Cuando las medidas no farmacológicas no han conseguido bajar las cifras de tensión
arterial puede ser necesario comenzar con un tratamiento farmacológico que incluye los
diuréticos, que facilitan la excreción renal de agua y sal reduciendo el trabajo que el
2. corazón debe realizar para bombear la sangre; los betabloqueantes, que reducen el tono
cardiaco y favorecen la vasodilatación
Anemia
Anemia (del griego, 'sin sangre'), enfermedad de la sangre caracterizada por una
disminución anormal en el número de glóbulos rojos (eritrocitos o hematíes) o en su
contenido de hemoglobina. Los hematíes son los encargados de transportar el oxígeno al
resto del organismo, y los pacientes anémicos presentan un cuadro clínico causado por el
déficit de oxígeno en los tejidos periféricos. Existen diversas situaciones clínicas en las que
están disminuidas las cifras de hemoglobina o la cantidad total de glóbulos rojos, sin que se
pueda hablar de anemia: por ejemplo en situaciones en las que aumenta el volumen
plasmático circulante como ocurre en el embarazo, en esfuerzos físicos intensos, o en
situaciones de deshidratación.
Las anemias se pueden clasificar en dos grandes grupos: las anemias arregenerativas que se
deben a una disminución en la producción de las células precursoras de hematíes o a una
alteración de componentes fundamentales de los glóbulos rojos, como es la hemoglobina; y
las anemias regenerativas o periféricas, debidas a una pérdida excesiva de glóbulos rojos o
a un aumento en la destrucción de estas células, como ocurre en las anemias hemorrágicas o
en las anemias hemolíticas por destrucción de eritrocitos por tóxicos o infecciones.
La anemia ferropénica es la más frecuente y se debe a un déficit de hierro, lo que origina
una alteración de la síntesis de hemoglobina. La llamada anemia de los trastornos crónicos
es la segunda en importancia y se produce en el transcurso de diversas enfermedades como
el SIDA o la artritis reumatoide y se da sobre todo en pacientes hospitalizados. Por último,
destacar la llamada anemia megaloblástica debida a un déficit de vitamina B12 (anemia
perniciosa) y/o ácido fólico, en la que se ve alterada la formación de glóbulos rojos.
La sintomatología depende de la magnitud de la anemia, velocidad de instauración y
situación clínica previa del enfermo. Una instauración gradual de la anemia es mejor
tolerada que la brusca (por ejemplo en situaciones de sangrado masivo o de destrucción
rápida de hematíes por un tóxico). Ancianos o enfermos del corazón a veces presentan
síntomas clínicos con cifras de hemoglobina no excesivamente bajas.
Los síntomas más comunes de la anemia son síntomas generales como decaimiento físico y
psíquico, síntomas cardiorespiratorios como fatiga y palpitaciones, síntomas
gastrointestinales como vómitos, diarrea o estreñimiento, síntomas neurológicos como
cefalea, acúfenos, mareos o vértigo y alteraciones genitourinarias como amenorrea o
pérdida de la libido.
Los hallazgos más frecuentes que se observan al explorar al enfermo son la palidez de la
piel y de las mucosas, que guardan una relación proporcional con la intensidad de la
3. anemia. Cuando la situación es grave se observa una taquicardia, así como la aparición de
soplos a la auscultación cardiaca.
Para realizar un diagnóstico adecuado es necesario realizar una historia clínica detallada del
enfermo (indagando sobre posibles etiologías como la existencia de un sangrado previo,
una dieta vegetariana o la toma de algún medicamento), una exploración física exhaustiva y
un estudio analítico (estudiándose entre otros parámetros el número de glóbulos rojos, la
cantidad de hemoglobina y el tamaño de los eritrocitos).
La transfusión de sangre o de hematíes concentrados es el tratamiento de elección utilizado
en las anemias graves (habitualmente en las anemias agudas por sangrado). El tratamiento
de algunas anemias producidas por exceso de destrucción de hematíes conlleva la
extirpación del bazo, principal órgano de eliminación de los eritrocitos. Las anemias
ferropénicas deben tratarse con suplementos de hierro y las perniciosas con inyecciones de
vitamina B12. La eritropoyetina (hormona producida por el riñón que estimula la
producción de glóbulos rojos), sintetizada de forma artificial, se está utilizando en algunos
casos muy especiales de anemia. Otros enfoques terapéuticos se centran en la corrección de
los déficit nutricionales u hormonales.