1. Profesora: Xiomara C Rodríguez C
Bachiller: Vásquez L Gabriel E.
CI: 12.913.160.
Expediente: HPS-163-00081V
República Bolivariana de Venezuela
Universidad Yacambu
Facultad de Humanidades
Anzoátegui Julio 2017
2. Es un sentimientos de violencia, enojo, angustia e indignación generados en
torno a situaciones o personas específicas. La ira es para muchos psicólogos y
profesionales un sentimiento de descontrol anímico que puede resultar muchas
veces en diferentes tipos de violencia, especialmente si no está bien canalizada.
Tiene Tres (3) tipos de respuesta:
La primera es una respuesta corporal, en la que nuestro cuerpo se activa para la
defensa o el ataque. Nuestro ritmo cardiaco aumenta al igual que nuestra
respiración se acelera, nuestros músculos se tensan y el flujo sanguíneo se
dispara preparándonos para actuar ante una amenaza percibida.
Cuando este estado de excitación permanece estamos más predispuestos a
actuar de forma impulsiva llegando a emitir conductas agresivas.
3. La segunda es una respuesta cognitiva, es decir, depende de nuestra manera de
interpretar las situaciones. Cuando estamos inmersos en una situación, esta por si sola
no tiene ningún valor emocional, es la valoración personal que hacemos de ella la que le
confiere un significado. De esta manera, las emociones están en función de nuestros
pensamientos, así que cuando interpretamos una situación como un abuso, una
injusticia, una falta de respeto o como un obstáculo para conseguir una meta, sentimos
ira.
La última respuesta de la ira tiene que ver con la gestión conductual en estas
situaciones. La conducta en estas circunstancias está orientada para defendernos de
aquello que se interpone en nuestro camino y para ello se genera una energía interna
que mueve a la "destrucción" del obstáculo. Ahora bien, no debemos confundir la
emoción de la ira con la agresividad, ya que ésta es una de las múltiples maneras de
gestión emocional. Experimentar y expresar la ira a través de la agresividad depende de
las conductas que hayamos aprendido a lo largo de nuestra vida.
4. La inducción de emociones genera cambios profundos en el sistema nervioso autónomo
y en el sistema endocrino. Se altera también la actividad cerebral, en especial en los
lóbulos frontales y temporales.
Así, en el caso concreto de la ira, la respuesta fisiológica se caracteriza por un
incremento de la frecuencia cardiaca y la tensión arterial sistólica, además de un
aumento de la resistencia vascular periférica, de modo que la tensión arterial diastólica
sube (al contrario de lo que sucede con el miedo). En el sistema neuroendocrino, el
efecto de la ira y de la agresión ofensiva (en humanos y en primates no humanos)
supone unos niveles altos de testosterona (hormona vinculada a la conducta agresiva y
dominante), así como niveles bajos de cortisol. Ya en el sistema nervioso central,
destaca la actividad cerebral asimétrica de los lóbulos frontales que se produce cuando
experimentamos emociones.
5. En este contexto, existen dos modelos conceptuales. Por un lado, el modelo de valencia
emocional, según el cual la región frontal izquierda del cerebro se halla implicada en la
experiencia de emociones positivas, mientras que la región frontal derecha se relaciona
más con las emociones negativas. El segundo modelo, de dirección motivacional,
vincula la región frontal izquierda con la experiencia de emociones que provocan el
acercamiento, y la región frontal derecha con las emociones que incitan a la retirada. En
general, las emociones positivas, como la felicidad, se asocian con una motivación de
acercamiento; las negativas, como el miedo o la tristeza, con la retirada. Sin embargo, al
experimentar ira, ambos modelos entran en contradicción.
6. El grado en que los trastornos emocionales (Ira) puedan interferir la vida mental no es
nada nuevo para los profesores. Los alumnos que se sienten ansiosos, enfurecidos o
deprimidos no aprenden; la gente que se ve atrapada en esos estados de ánimo no
asimila la información de manera eficaz ni la maneja bien.
La emociones desagradables poderosas (ira, ansiedad, tensión o tristeza) desvían la
atención hacia sus propias ocupaciones interfiriendo el intento de concentración en otra
cosa. Cuando las emociones entorpecen la concentración lo que ocurre es que se
paraliza la capacidad mental cognitiva que los científicos llaman “memoria activa”, la
capacidad de retener en la mente toda la información que atañe a la tarea que estamos
realizando. La memoria activa es una función ejecutiva por excelencia en la vida
mental, que hace posible todos los otros esfuerzos intelectuales, desde pronunciar una
frase hasta de desempeñar una compleja proposición lógica.
La corteza prefrontal ejecuta la memoria activa y el recuerdo es el punto en el que se
unen las sensaciones y emociones. Cuando el circuito límbico, que converge en la
corteza prefrontal, se encuentra sometido por la perturbación, queda afectada la eficacia
de la memoria activa: no podemos pensar correctamente.
7. La ira puede ser modificada, para poder convertirla o redirigirla. Esto ocurre cuando
dejamos de focalizar nuestro sentimiento de enfado y tratamos de centrarnos en algo
positivo. El objetivo es inhibir o reprimir la rabia y convertirla en un comportamiento
más constructivo. El peligro en este tipo de respuesta es que si no se permite su
expresión externa, la ira puede volverse contra uno mismo. La ira hacia adentro puede
causar hipertensión, presión arterial alta o depresión. También puede crear otros
problemas o expresiones patológicas de la ira, tales como el comportamiento pasivo-
agresivo (vengarse de las personas indirectamente, sin decirles por qué, en lugar de
enfrentarlos a la cara). O una personalidad que parece cínica y hostil. Las personas que
están constantemente molestando a los demás, criticando todo y haciendo comentarios
cínicos no han aprendido a expresar su ira de manera constructiva. Esto hace poco
probable que tengan muchas relaciones exitosas.
Por último, puede calmarse en el interior. Esto significa no sólo controlar su conducta
externa, sino también controlar sus respuestas internas, tomando medidas para reducir el
ritmo cardíaco, calmarse y dejar que los sentimientos desaparezcan.
8. La ira trastorna psicológicamente a la persona y produce alteraciones fisiológicas que
perjudica el sistema circulatorio, eleva a límites peligrosos la tensión arterial, tensa la
musculatura corporal y acelera la respiración, lo que en suma, menoscaba la salud por el
estrés extremo que impulsa. Emergen trastornos del sueño como el insomnio y
perturbaciones en la alimentación y digestión. Todo ello sin mencionar el perjuicio que
les infringe a los demás con sus acometidas verbales o físicas.
El ataque de ira, o ataque explosivo intermitente, se caracteriza por episodios coléricos
y violentos, en los que la persona no puede controlar estos impulsos de ferocidad y de
pérdida del control mental y emocional, comprometiendo la seguridad de otros,
insultándolos o lesionando, o dañando todo a su alrededor sin medir las consecuencias.
El control de la ira comienza al tomar conciencia de que se tiene un problema y se
busca ayuda p rofesional.
9. La terapia se centra en reorganizar la forma de pensar, aprendiendo a hacerlo de forma
positiva y abandonando los pensamientos negativos. Asimismo, se busca dotar a la
persona de herramientas y mecanismos que le permitan proporcionar los hechos acorde
a su justa dimensión, con razonamientos lógicos. Se le enseña al paciente a mantener el
control emocional de manera permanente y a suprimir, con técnicas de pensamiento y
respiración, el momento explosivo.