2. Ira.
Es un estado emocional que a varía en intensidad, yendo de la irritación leve a la furia
intensa. Como otras emociones, está acompañada de cambios fisiológicos y biológicos.
Cuando una persona se enfada, su ritmo cardíaco y presión arterial aumentan, al igual que
los niveles de las hormonas adrenalina y noradrenalina.
Causas.
La ira puede ser debida a acontecimientos externos o internos. Podemos enfadarnos con
una persona específica (como un compañero de trabajo o supervisor) o un acontecimiento
(un atasco de tráfico, un vuelo cancelado), o bien la ira puede aparecer al preocuparse y
rumiar problemas personales. Lo recuerdos de acontecimientos traumáticos o que nos
hicieron enfadar pueden también desencadenar este tipo de emociones.
La ira es una emoción totalmente normal y generalmente sana. Pero cuando está fuera de
control y se vuelve destructiva, puede conducir a diversos problemas, como problemas en
el trabajo, en las relaciones personales, y en la calidad general de la vida de una persona. Y
puede dar la sensación de que se está a la merced de una emoción imprevisible y
poderosa.
Localización de la ira en el cerebro.
Un equipo de investigadores argentinos y británicos abrió una rendija en la "caja negra"
de la mente: logró identificar cuál es el área prioritariamente encargada de procesar la ira.
"El cerebro trabaja en red —explica Manes—. Cuando se experimenta una emoción no se
activa una sola área, sino varias, pero generalmente hay una que tiene mayor
protagonismo. En el caso de la ira, esa zona crítica es la región del estriado ventral.
Nuestro trabajo ofrece las primeras evidencias al respecto." Las investigaciones que
intentan identificar regiones cerebrales involucradas en las emociones humanas se
multiplicaron en los últimos años gracias, en parte, a la amplia disponibilidad de nuevas
tecnologías de imágenes, pero también impulsadas por la hipótesis de que éstas pueden
estar reguladas por sistemas cerebrales separados.
Durante mucho tiempo se creyó que todas las emociones se procesaban en un conjunto
de estructuras cerebrales interconectadas conocido como "sistema límbico". Fue Darwin
quien postuló que existen emociones "básicas" (como la tristeza, la alegría o el temor) que
se originan en regiones del cerebro homólogas en las distintas especies y conservadas
evolutivamente.
"Esta hipótesis fue retomada y continuada posteriormente por psicólogos como Silvan
Tomkins, Paul Ekman y Carol Izard —explica Manes—. En los años sesenta y setenta,
Ekman mostró que ciertas emociones, como la alegría, la tristeza, el temor o el disgusto,
3. están asociadas con expresiones faciales distintivas. También postuló que estas emociones
tenían que tener un perfil neuropsicológico sustentado por una red neural prioritaria.
Posteriormente se probó que la amígdala estaba vinculada con el miedo, y la ínsula con el
disgusto. Joseph LeDoux hizo numerosos experimentos en animales, pero en seres
humanos no había muchas regiones identificadas. Otros trabajos mostraron que las
estructuras cerebrales que sirven para reconocer estas emociones en la cara de otras
personas son las mismas que nos permiten experimentarlas; es decir que hay una relación
muy estrecha entre reconocer y sentir."
Los científicos partieron de todo este corpus de conocimiento. Sabían, además, que en
especies animales el núcleo estriado ventral cumple una función importante en la
agresión. Si Darwin tenía razón, cabía esperar que en los seres humanos tuviera una
función similar...
Las pruebas decisivas llegaron a través del análisis de tres tipos de sujetos: unos con
lesiones focalizadas en la región del estriado ventral como consecuencia de un accidente
vascular; otros que habían padecido lesiones posteriores, y otros sanos.
"Cuando se les mostraban rostros con distintas expresiones las personas del segundo y
tercer grupo reconocían bien la ira —detalla el investigador—. Pero los del primer grupo
mostraron un déficit desproporcionado en la codificación de señales de agresión. Los
pacientes reconocían que una cara expresaba miedo, la otra disgusto y la tercera era
neutral, pero no podían identificar la ira. Tampoco podían experimentar esa emoción."
Según el científico, estos resultados ofrecen la primera evidencia de un déficit
desproporcionado en la regulación de señales humanas de agresión, particularmente de
expresiones faciales, tras un daño focal en la región del estriado ventral. En cambio, el
daño en regiones más dorsales de los ganglios basales no tuvo un impacto significativo en
el procesamiento de la ira.
Influencias del aprendizaje.
Las personas para asimilar y procesar información de manera positiva debe encontrarse
en un estado neutral emocionalmente puesto que si se encuentra muy eufórico o molesto
su cerebro no prestara la atención necesaria para almacenar los nuevos conocimientos.
La ira es el sentimiento de desagrado que una persona tiene ante una circunstancia
determinada, que le impide actuar de forma serena produciendo alteraciones de la
conducta que llegan a ser extremas.
Hay quienes opinan que la ira, al igual que otras emociones, es innata y congénita, pero
estudios más recientes apuntan hacia el hecho de que lo único innato y congénito es la
respuesta de los individuos ante las situaciones desagradables que, a través de procesos
4. de maduración y de aprendizaje, se van haciendo diferentes en cada persona.
La ira está muy relacionada con los fracasos, frustraciones y conflictos del hombre. Ahora
bien, hay que tener en cuenta que no existen personas que alguna vez no hayan tenido un
fracaso. Muy por el contrario, estos son necesarios en el proceso de aprendizaje del
hombre.
Modificación y tolerancia.
La ira puede ser suprimida, para poder convertirla o redirigirla. Esto ocurre cuando
dejamos de focalizar nuestro sentimiento de enfado y tratamos de centrarnos en algo
positivo. El objetivo es inhibir o reprimir la rabia y convertirla en un comportamiento más
constructivo. El peligro en este tipo de respuesta es que si no se permite su expresión
externa, la ira puede volverse contra uno mismo. La ira hacia adentro puede causar
hipertensión, presión arterial alta o depresión. También puede crear otros problemas o
expresiones patológicas de la ira, tales como el comportamiento pasivo-agresivo
(vengarse de las personas indirectamente, sin decirles por qué, en lugar de enfrentarlos a
la cara). O una personalidad que parece cínica y hostil. Las personas que están
constantemente molestando a los demás, criticando todo y haciendo comentarios cínicos
no han aprendido a expresar su ira de manera constructiva. Esto hace poco probable que
tengan muchas relaciones exitosas.
Por último, puede calmarse en el interior. Esto significa no sólo controlar su conducta
externa, sino también controlar sus respuestas internas, tomando medidas para reducir el
ritmo cardíaco, calmarse y dejar que los sentimientos desaparezcan.
Trastornos comunes.
El trastorno explosivo intermitente; TEI (en inglés Intermittent explosive disorder IED), que
se caracteriza por pérdida del control emocional y reaccionar de forma exagerada al
estrés, se reconoció por primera vez por la Asociación Psiquiátrica Americana en 1980.
Ahora, cuando el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV),
que es el libro que los psicólogos utilizar para hacer diagnósticos, es objeto de una
evaluación y revisión, algunos (muchos) especialistas están pidiendo renovar los criterios
que deben utilizarse en la identificación de otros trastornos relacionados y las IED.
La furia al volante, el maltrato doméstico y las explosiones de ira o rabia, que implican
tirar o romper objetos pueden ser signos de TEI, según la Clínica Mayo. De acuerdo con
Coccaro y otros investigadores.
5. Tratamiento a estas reacciones.
El tratamiento de TEI puede implicar medicamentos, como el Prozac, y una psicoterapia
para ayudar a controlar los impulsos agresivos. Se ha demostrado que las personas con
este trastorno responden positivamente a una combinación de ambos.
La mejora de los criterios puede incrementar aún más el número de personas
diagnosticadas con este trastorno.
Terapia psicológica para manejar la ira
Si se piensa que la ira está realmente fuera de control, si está teniendo un impacto
negativo en las relaciones y en áreas importantes de la vida de las personas, se puede
necesitar ayuda profesional para manejar mejor estas situaciones. El psicólogo puede
trabajar con la persona para desarrollar una serie de técnicas para cambiar su
pensamiento y comportamiento por otros más constructivos.
A la hora de buscar un terapeuta, la persona debe asegurarse de que su línea de trabajo
no consiste sólo en ayudarla a estar en contacto con sus sentimientos y expresarlos, pues
ese puede ser precisamente su problema y no haría más que agravarse. Con la ayuda de
un psicólogo, una persona intensamente enfadada puede acercarse a una nivel medio de
ira en unas 8-10 semanas, dependiendo de las circunstancias y las técnicas de terapia
utilizadas.
¿Y el entrenamiento asertivo?
Es un hecho que las personas enojadas necesitan aprender a ser asertivas en lugar de ser
agresivas, aunque la mayoría de cursos y manuales de asertividad no son específicos en el
tratamiento con pacientes muy airados, requieren la adecuación que un especialista
puede conseguir a nuestra dificultades concretas. La rabia es un sentimiento que no se
puede eliminar pero si se aborda con una actitud y un manejo adecuado, conseguiremos
que no nos afecte de manera irreversible y nos sentiremos mucho mejor de manera
estable.