1. Tras una huella. Evocándolo como sujeto vivo
(Luis Fernando Wolff Isaza)
Sin llegar a ser solo un decir, diré lo que fue su tránsito. En una sociedad como la nuestra, en la cual
el inicio, siempre, adquiere un grado de dificultad casi exponencial. Ante todo, si el o la sujeto que
asume una opción vinculante. Fundamentalmente en eso de entender la vida viva en nexo con la
perspectiva inherente a transformar. Desde ahí. Desde ese día a día en compromiso de ilusionario
cierto. Hasta ese contexto, como proceso que exige compromiso constante.
Y este sujeto fue, ante todo, visionario de viva voz. Conjugando voluntad y comprensión. En una
visual desde la universidad como centro de saber. De empoderamiento. En esa simetría entre el
desarrollo y enriquecimiento del conocimiento; con respecto a la noción de actuación externa.
Siempre en consideración a la necesidad de “estar ahí”. En lo justo no ecléctico. Pero tampoco
panfletario insulso.
Y es que, hablar, en ese comienzo de década de 1970, del nexo entre la acción política y
revolucionaria; con la posibilidad siempre latente de la detención. Inaugurando, tal vez, el hecho
colateral a la tipificación de Rebelión, asociada al trasunto libertario. Y es que configurar el entendido
de preso (a) político(a) y construir una opción colectiva que iba, desde el acompañamiento jurídico y
la asistencia a las familias, hasta la movilidad en la comunicación y ubicación; de tal manera que se
minimizaran las posibilidades de la desaparición forzada, la tortura y el asesinato. Suponía una
actuación centrada en una caracterización precisa del significado del ir yendo revolucionario.
Pero, en la misma perspectiva. Y con el mismo compromiso del iconoclasta que hacía de la terquedad
creativa la razón de ser del universalismo de la ciencia. En la vastedad del imaginario individual y
colectivo que solo es posible en la noción de universidad libertaria. Creativa. Tejiendo, desde adentro,
insumos válidos para la construcción de Nación y de País. No en el vergonzoso y deprimente
espectáculo de los magos e ilusionistas que andan por ahí. Maniatando al Alma Mater. Convirtiéndola
en simple reservorio del oportunismo y del desdecir acerca del verdadero significado que debe
adquirir la lucha reivindicativa. La cual no puede tratar de trascender nunca, el mismo concierto
universitario. De Campus. Y de locomoción constante; hacia su consolidación como referente
libertario, científico y humanista.
Y, en sigue yendo por ahí, este sujeto enarboló la necesidad de la empatía entre ciencia y la
revolucionarización de la vida cotidiana. En ese afán del físico tozudo, por ensamblar un entendido
trascendente. Del movimiento. De la mecánica. De la estática. Del cosmos. De la relatividad. De la
partición del átomo y de su nexo con la generación continua, real y/o potencial de energía en
aplicación benéfica, no destructiva.
Y, este decir, no es soliloquio pantanoso. Es más, un reconocimiento del divertimento libertario y
creativo. De una heterodoxia constante. Anclada en la pasión por lo que se hace. Desde aquí. Desde
este territorio (espacio) y en este tiempo. Que, en sí y por si mismos retrotraen. Rescatan el recuerdo
vivo de los hacedores de universidad pública. Como entendido. Como concepto y como acción
constructiva y permanente. Y, así y por esto, no ha lugar a los aspavientos de los maromeros y
saltimbanquis que, hoy por hoy, van yendo por ahí. Haciendo de la libertad y de la universidad, meros
referentes de minusvalía. Yo sé, íntimamente, porqué ante su muerte hoy; me viene el recuerdo del
2. lúcido precursor universitario de la sociología vinculada con el compromiso cierto, no mezquino. Yo
sí sé por qué, ante su muerte hoy; recuerdo a quien fue muerto tiempo atrás. En este Campus
libertario. Yo sí sé por qué recuerdo al profesor Fredy Marín.