Leonardo Bautista era un maestro comprometido con sus estudiantes que vivía el campus de manera libre e imaginativa. Recorría el campus en busca de la verdad y difundiendo la ciencia de manera metafórica. Su enseñanza promovía la libertad de pensamiento y la imaginación sin dejar de lado la corrección. Su legado fue inspirar otras voces y luchar por una universidad como escenario libertario.
1. Recordando al maestro Leonardo Bautista.
Con esa manera de vivir el campus. Y su compromiso personal. Una fuga constante a bordo del
tren mágico. De ver pasar la vida y con la vida misma dentro de su fuero. Una figura parecida a
Giordano Bruno. En esa búsqueda de la libertad. Con su manera de vivir la estadística y sus
proyecciones. Con ese sujeto suyo volantón, libertario. Lo veíamos todos los días. En búsqueda de
la verdad. Imaginándose el universo metido en sus teorías. Comprometido con sus pares. Pero,
fundamentalmente, con los y las estudiantes. En compromiso no veloz. Pero si, en avanzada
limpia, cordial. Lo suyo era el saber presentado como idioma corregido, sin dejar de ver volar la
imaginación.
Con su voz. Se surtieron otras voces: No perdidas, ni cautivas. Una figuración honesta, válida al
momento de inventariar una plenitud de profundidad. Decantándola, en su inicio. Con un final no
preciso. Pero si abierto, sensato. Aun en la rebeldía como floritura hecha potencia. Con el afán que
otorga la necesidad de orientar sin pretender nunca ser vicioso autoritario. Una saber, el suyo,
ungido con las ilusiones de quienes convivimos, en la misma brega. Siendo una metáfora
propuesta, al momento de difundir la ciencia. Como en el día a día,
Con él hicimos fuga contraria a lo confesional. De una trama no arbitraria. Encontrada, más bien,
como legítima esperanza. De hacerse más maestro insumiso. Con el deambular en el espacio y
tiempo. Ahí en el ejercicio de ser hereje. En esa mirada, la suya, del campus como escenario
libertario. La anarquía convertida en letra limpia, más no ligera. Un saber no doctrinal. Más pegada
a la vocería inquieta. Una lucha sublime. No esporádica, pero tampoco lineal. Y, en el mismo vuelo
diferente cada día. Un sentir y vivir como sujeto embriagado de libertad, de saberes aplicados. Ahí
mismo, en donde los entornos eran perspectivas no furtivas. Pero si eje de pasión y de
exponencial. Como haciendo de cada momento, camino heterogéneo, versátil, embeleso.
Y se fue, un día cualquiera. Y vimos elevarse su visión de universidad. Por doquier henchido de
gozo que solo lo dan la vida y la ciencia en ella. Presagiaba, desde ahí, la potencia de lo societario.
Metido en una figura parecida a Copérnico. Una usanza siempre cambiante. Él, era el cambio. En
una sumatoria de mensajes y teorías, no formalidad, ni repetición. Una manera de vivir, viviendo el
pulso. Como similar de ejercicio y proclama del Campus, como escenario convocante. A la
imaginación. Y, porque no, a la ternura.
Una vocería, cada vez más asociada al ímpetu. Haciendo de ella, universo no llano. Más bien en
curvatura, como yendo a la Vía Láctea. Y, tal vez, mucho más allá. Porque las probabilidades las
orientó a tratar de reconocer aquí, esa infinitud de planetas. Todo cruzado por lo humano. En
juntura con las ciencias sociales.
Espero no desertar de su orientación y de su imaginario.