1. Deflación encubierta.
Manfred Nolte1
Algunos datos recientestales como el vigorosoretorno de la inversión extranjera,
el superávit de la balanza por cuenta corriente, el cambio de tendencia en la
destrucción de empleo o el simbólico crecimiento del 0,1% anotado por el PIB
en el tercer trimestre del año después de nueve trimestres decontracción invitan
a augurar una incipiente salida de la recesión de la economía española.Sin
embargo, este manojo de noticias que dibujan un horizonte de optimismose
concilia a duras penas con la publicaciónde otro indicadoroficial, a saber, el
registro negativo del -0,1% fijado por el índice adelantado de precios al
consumo(IPC), en tasa interanual, al cierre de octubre.
El Instituto Nacional de Estadística(INE), en su nota de prensa del 30 de
octubre pasado, señalaba que a octubre de 2013 el IPC se redujo 4 décimas
desde el 0,3 por ciento de septiembre.
Este comportamiento se debeprincipalmente–siempre según la nota oficial- a la
caída de los precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas y a que la
enseñanza universitaria registra una subida inferior a la de octubre de 2012.
Análisis privados agregana las causas anteriores el agotamiento del efecto base
derivado de los precios de la energía y al efecto escalón de las fuertes subidas del
IVA del período anterior. Aunque el INE divulgará el dato definitivo de octubre
a mediados de noviembre, el preliminar invita aformular algunos comentarios y
1Manfred
Nolte es Profesor de DEUSTO BUSINESS SCHOOL de la Universidad de
Deusto.
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2. advertencias sobre el flancosubyacente de nuestra economía, más relevante si
cabe por la escasa atención que se le presta. Naturalmente, el dato adelantado es
congruente con el raquitismo mostrado por el ‘deflactor del PIB’, y con el
valorigualmente negativo del resto(aparte del IPC) de sus principales
componentes: el IPRIX (índice de precios a la exportación), el índice de precios
industriales, el índice de precios de la construcción y otros.
Aunque revista la apariencia de un mero accidente puntual, la reciente inflexión
en terreno negativo del indicador de precios minoristas constituye en realidad
una punta de iceberg invertida, el badén en una senda relativamente
estacionaria seguida por el país desde el inicio de la crisis en curso. La evidencia
más patente se produjo en los comienzos de la recesión, cuando el IPC encadenó
ocho meses de porcentajes negativos con un mínimo del -1,4% en julio de 2009.
Recordemos que2008 cotizaba una base de altos precios de las materias primas,
referencia que volveremos a subrayar. Que luego la serie de precios negativos
hayadesaparecido se debe a una serie de factores no difíciles de identificar. Así
las cosas, y la evidencia juega a favor de la tesis, España estaríainmersaen un
soterrado proceso deflacionario del que costará años rehacerse, una senda de
deflación subyacente o encubierta pero no por eso de menor incidencia en la
marcha de la recuperación. El fenómeno, como es lógico suponer, no ha sido
exclusivo de nuestro País.
Dos informes del FMI apoyan estos postulados de partida. El primero se refiere
a los plazos previstos para la recuperación de los niveles macro anteriores a la
crisis.El organismo multilateralha señalado en su ‘World
Economic
Outlook’(WEO,2012)que tomando como base el PIB de 2008 (índice 100)
España no recuperará dicho registro hasta pasado 2017(98). Holanda e
Irlanda(106), Francia (107), y Alemania (109) habrán consolidado su
crecimiento holgadamente a igual fecha.
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3. En segundo lugar el WEOpresenta anualmente la evolución del ‘Índice de
vulnerabilidad de la deflación’ en el que España queda definida como un país de
bajo riesgo hasta 2009 para convertirse en país de riesgo deflacionario
moderado hasta 2011 y adentrarse en la zona de riesgo alto a partir de esa fecha,
situación en la que permanece.
La naturaleza de esta deflación, que se resiste a emerger a la superficie y
codearse con la batería estadística al uso es doble. De una parte obedece al
colapso sostenido de nuestra demanda interna apenas endulzada por el
comportamiento del sector exterior. De otra resulta de lo que Irving Fisher
bautizó como ‘deflación por deuda’ y que tiene su fenomenología peculiar.
En el primer caso consumidores y empresas reducen la compra de bienes y
servicios ante la expectativa de que los precios caigan aún más. Esto provoca
una caída de los márgenes de las empresas, causando despidos lo que
multiplica el círculo vicioso al desplomarseaun más el consumo. La deflación
desalienta el gasto y el endeudamiento, los dos resortes que una economía
deprimida precisa para arrancar. Sinconsumo ni inversión la economía se
paraliza.
Pero en España, un peligro adicionalradicaenuna caídade los precios inducida
por unas posiciones totales de deuda pública y privada desmesuradas. Según
Fisher, tras el estallido de una burbuja en un escenario de alto endeudamiento
público y privado se produce una secuencia de acontecimientos que conducen a
una ‘deflación por deuda’. El sobreendeudamiento exige de forma inmediata
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4. al ’desapalancamiento’, esto es la venta y liquidación de activos, con una
sobreoferta enfrentada a una demanda retraída o inexistente. El efecto alarma
incrementa el atesoramiento de los particulares que incide en una disminución
de los depósitos bancarios y en una ralentización de la velocidad de circulación
del dinero, lo que implica nuevas depreciaciones del valor de los activos,
confusión, ausencia de contrapartidas en los mercados con horquillas compraventa desmesuradas y transacciones raquíticas. La mayor morosidad de la
Banca y la caída de los beneficios empresariales conducen a quiebras en el
segundo caso y a la reducción perniciosa del crédito en el primero, con la
expulsión de trabajadores del mercado y la caída de salarios nominales.
Mientras los tipos nominales caen, los tipos reales suben, de manera que la
política monetaria de tipos cero apenas tiene incidencia en la actividad,
situación conocida como la ‘trampa de la liquidez’. Los precios caen, la
confianza se sustituye por el pesimismo lo que a su vez conduce a un mayor
atesoramiento y a una nueva reducción de la velocidad de circulación en un
círculo vicioso que se autoalimenta. Entretanto, el valor real de la deuda ha
aumentado.
¿Cuál es entonces la razón para que un mal de tal calibre no muestre sus
síntomas mas claramente en el indicador del nivel de precios?¿Porque no caen
más agresivamente los precios y cuando caen lo hacen episódicamente y con
gran timidez? Veamos.
El economista William Phillips diseñador de la celebre curva que lleva su
nombre demostró que inflación y desempleo se comportaban habitualmente con
correlaciones negativas,de manera que cuando el desempleo es bajo, la inflación
tiende a ser alta y viceversa . Pero en presencia de rigideces estructurales, la
curva de pendiente negativa y bien comportada se desplaza, –fenómeno
conocido como ‘estanflacion’- mostrando simultáneamente mayores
combinaciones de paro e inflación hasta alcanzar un nivel máximo de
paro(NAIRU) independiente del nivel de precios. Esta anomalía de los
mercados es la que convierte una deflación primaria yapreciable en una
deflación benigna o emboscada, desfigurando el auténtico rostro de la
coyuntura. Los factores estructurales son los causantes de una ‘estanflación’
subrepticia que combina una crisis profunda con un nivel de precios
distanciados de su espacio ‘natural’.
Tres son los factores estructurales –costes agregados- que han minimizado en
precios el efecto depresor de la caída de la demanda en España desde el inicio de
la crisis. El primero se refiere al ‘efecto escalón’ de los precios de las materias
primas, en particular el petróleo y otros componentes energéticos.Los precios
iniciales están hinchados y así se evidencia en un momento ulterior deflactando
el índice. Un segundo elemento de inflación de costes se halla en los impuestos,
tasas, copagos y precios públicos en determinados períodos base. Setiembre
pasado nos ofrece un botón de muestra, al ser el primer mes que computa el
efecto escalón de la subida del IVA en 2012. El IPC de setiembre crecía al 0,3%
en tasa interanual, pero a impuestos constantes caían un -0,5%, un indicador de
su estado ‘natural’.
En tercero término, la esclerosis estructural de gran parte de la oferta
productiva que hace del nuestro un país comparativamente caro e ineficiente, en
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5. particular las rigideces derivadas de un mercado de trabajo poco distributivo y
sobrevalorado con una actividad sindical de corte decimonónico, un mercado de
bienes y servicios obsoleto plagado de bolsas de subsidios y privilegios, unas
administraciones publicas mastodónticas deslegitimadas por la ciudadanía y
unas entidades financierascuajadas de líderes incompetentes y en parte
corruptos, que han conducido al sector a la ruina precisado incluso la irrupción
en nuestro país de las ayudas europeas. Pueden citarse más, -la débil y cara
posición que España ostenta en todos los frentes del conocimiento- pero los
aludidos bastan para comprender que el resultado ha sido artificial hasta el
punto de desviarla verdadera trayectoria ‘natural’ de los precios.
Todo lo dicho hasta ahora no representa una invitación al desánimo. El
endeudamiento privado sigue una pauta de reducción razonable para llegar al
150% del PIB en 2015. Viene del 230% y actualmente se sitúa en el 178% del PIB.
Lamentablemente el Estado viene compensado el desendeudamiento privado
endeudándose por un importe equivalente.
En la medida en que el proceso de desapalancamiento progrese, la devaluación
interna se consolide y la demanda interna pase a tasas positivas, apoyada en la
recuperación exterior y la creciente inversión extranjera en nuestro país, el
peligro de la deflación se diluye. Pero para ello hay que seguir con las políticas
de oferta y de reformas estructurales. Sin bajar la guardia y armados de una
paciencia inquebrantable.
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