1. La tentación de la Sra. Merkel.
Manfred Nolte
Decía John Kenneth Galbraith que la permanente emancipación de las creencias
constituye la clave de toda reforma, de la que, a su vez, dependen todas las
demás. Atinada consideración que nos lleva a volcar el ‘statu quo’ entre los
bloques europeos, el de los pérfidos deficitarios y los virtuosos acreedores, un
matrimonio ya muy mal avenido que airea constantemente las fatigas y miserias
de su convivencia conyugal. Hartazgo de tanta austeridad en unos y cansancio
en otros de arriesgar su propio bienestar en beneficio de países que no supieron
cumplir con sus obligaciones.
La creencia dominante en esta plataforma mental es que, tras el ineludible
abandono de la zona euro por parte de Grecia, el efecto contagio puede arrastrar
a otros periféricos incluidos España y tal vez Italia, lo que implicaría el
desmoronamiento de la zona euro y una catástrofe sin precedentes descrita ya
en varios informes y cifrada en porcentajes situados en los dos dígitos del PIB
comunitario, con años de padecimiento en la vía crucis de la recuperación.
Emanciparse de esta creencia dominante, como aconseja Galbraith pasa –en
consecuencia- por situarse en las antípodas del vigente equilibrio de fuerzas.
Ahora se trataría de que fuese Alemania quien abandonase de una vez por todas
la zona euro, acuñase de nuevo el marco alemán, y permitiese al resto de la
Unión europea y de la eurozona reconciliarse con el euro.
La aparición de autorizadas tesis en la línea que acaba de exponerse, hace
augurar que la canciller alemana estará analizado los pros y los contras de la
alternativa. ¿Podría la Sra. Merkel caer en la tentación de liberar a sus
ciudadanos de las crecientes zozobras que el apoyo a la periferia le acarrea, -
alentadas recientemente por las dudosas posiciones de Hans Werner Sinn- y
abandonar unilateralmente la zona euro?
La tesis de la secesión germana viene analizada –entre otras- por dos
destacadas figuras del mundo económico, el multimillonario y especulador
George Soros, y el afamado columnista británico Martin Wolf. Ambos coinciden
en que estamos ante una posibilidad improbable, pero real y en cierto modo
creciente de una espantada de la principal economía del viejo continente. A ellos
se une una editorial de ‘The Economist’, encabezada por una fotografía de la
canciller en actitud pensativa sosteniendo en las manos un informe en cuya
portada se lee con nitidez el título:”Como destruir el euro”.
Después de todo para los alemanes no hay muchas razones para quedarse
excepto el temor a que las perniciosas consecuencias del divorcio sobrepasen en
exceso a los beneficios de abordar una nueva vida en libertad. ‘The Economist
valora las primeras en 500.000 millones de euros, el 20% de su PIB.
Sentimentalmente, han tenido que asumir que el Banco Central Europeo no es
la reencarnación del ‘Buba’, el Banco Central alemán, el garante de la
estabilidad de los precios, y no hay nada que un alemán deteste más que la
1
2. inflación. Su presidente, Jens Weidemann, una vez fracasado su pulso
ultraortodoxo con la Canciller, se ha erigido en el portavoz del
euroescepticismo. Alemania aporta o garantiza la parte de león(cerca del 30%)
en el fondo de rescate europeo –aunque sujeto a límites parlamentarios- y en
todos los programas de rescate suscritos hasta ahora con la periferia. Aunque
registra unas astronómicas posiciones superavitarias tanto en la balanza por
cuenta corriente como en la de capitales, su renta personal disponible ha crecido
muy poco desde 1998. Lo mismo puede decirse de su consumo interno. Entre
1999 y 2011 su productividad horaria ha crecido menos que la americana o la
inglesa, con salarios reales congelados, una estricta disciplina fiscal y unos tipos
de interés reales relativamente altos que han atenazado la demanda interna. Si
la cura de los males de la eurozona debe pasar ahora por una mayor inflación y
las transferencias a sus socios del sur no tienen limite aparente, las fronteras del
rechazo total parecen estar cada vez más cercanas.
George Soros es más expeditivo.“Procede persuadir a Alemania para que elija
entre ser un mecenas benevolente o abandonar el euro”. Esta última opción,
salvaría la eurozona, a consecuencia de una depreciación del euro frente al
nuevo ‘Deutsche Mark’, a cuya estela los deudores ganarían competitividad y
Alemania incurriría en unas pérdidas que, a buen seguro, serían dosificadas
hasta restablecer niveles dignos de producción y empleo que no se atisban tras
la actual confrontación de la eurozona.
Este último escenario viene acompañado de tantos interrogantes, que sería
preferible un destello de visión política en la Sra. Merkel –o sea una decidida
provisión de mecenazgo y mutualización de la deuda periférica- que sucumbir a
una tentación de consecuencias tal vez irreparables.
2