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4 razones para evitar que los niños duerman con los padres
1. 4 RAZONES PARA EVITAR QUE LOS NIÑOS DUERMAN CON LOS
PADRES
Cuando un niño duerme con los padres,
trastoca la intimidad de la pareja
Debemos crear las condiciones para que el
niño tenga su propio espacio de descanso
1. La importancia de la “separación nocturna”: es más que trascendental, de
cara al sano desarrollo del niño, que se ubique en una posición específica
dentro del entorno familiar.
Lo anterior, por cuanto el pequeño podrá (y deberá) empezar el proceso de la
estructuración de su “yo” o, lo que es casi lo mismo, de su individualidad.
2. El niño debe entender las jerarquías: el hecho de que el pequeño duerma y
permanezca en su propio espacio, le ayudará a entender que, en el seno del
hogar, existen jerarquías.
De esa manera, el chico no se confundirá y podrá entender e interiorizar
quién o quienes ostentan el poder en la familia, aclarando, eso sí, que por
“poder” no debemos entender abuso de autoritarismo sino, más bien, una
sana obediencia.
Preservar la intimidad, es demasiado importante en términos de pareja. Así
las cosas, cuando entra un tercero (el niño, por supuesto), no podrán disfrutar
de su vida íntima, lo que es bien importante para la armonía familiar.
3. La importancia del respeto: los niños tienen una especie de “lógica
primitiva”, por decirlo de alguna manera. Entonces: si él duerme en la misma
cama, ve la misma televisión y usa el mismo baño que sus padres,
interpretará que tiene el mismo poder de ellos.
En tal virtud, aparecerán los problemas de obediencia a las instrucciones de
los padres y, más aún, a las directrices de los profesores del colegio.
Cuando sea adulto, encontrará dificultades para negociar con sus iguales.
Podría convertirse en un rebelde o, peor aún, en un pedante que nada acepta
de los demás.
4. La figura de los Modelos Claros: los pequeños no alcanzan a comprender
la diferencia entre lo que es una “pareja de padres” y lo que es una “pareja de
esposos”. Por tanto, cuando un niño duerme con los padres, se podrá
confundir en la adolescencia y, más aún, cuando ya sea un adulto.