1. METODOLOGÍA CATEQUÍSTICA

2. FIDELIDAD A LOS HOMBRES

4. Objetivo QUE EL CATEQUISTA VISLUMBRE COMO HA DE FORMAR LA INTELIGENCIA, AFECTIVIDAD, VOLUNTAD y la MEMORIA – TODO ELLO EN LIBERTAD - Para lograr un cristian@ formado integralmente. TODO EL “SER” LIBRE EN LA CATEQUESIS

6. ¿QUÉ ES LA FE?

7. LA CATEQUESIS Y LA INTELIGENCIA La mente nos permite elaborar, sintetizar y razonar más allá de lo que vemos. Y la Buena Nueva de Jesús también es un mensaje e invitación a nuestra inteligencia. Esa revelación puede ser sintetizada, hecha comprensible y comunicable por la inteligencia.

8. La catequesis también implica la ejercitación de la inteligencia, pues también es un aprendizaje y un conocimiento claro y capaz de ser expresado. Es enseñanza: Aprendizaje de palabras y conceptos Refutación de prejuicios. Explicación de verdades.

9. Conocimiento de la Historia de la Salvación y de la vida institucional de la Iglesia. Profundización de razones. Comprensión de Doctrina. En este sentido el método ha de tomar en cuenta el desarrollo progresivo de la inteligencia y las capacidades propias de cada individuo.

10. ¡ALERTA! Hay quienes por conocer muchas verdades pueden “parecer” adelantados en su relación con Dios y, sin embargo, su conocimiento de Dios es limitado…

11. Por eso es que en las dimensiones de fe hablamos más de “inteligencia de la fe”. Esta nos orienta al conocimiento personal de Dios y de los demás, a la luz del amor y de la comunicación mutua. Más que erudición, la catequesis apunta a la sabiduría y al conocimiento propio del amor que introduce en el Misterio.

12. Hay que subrayar que la inteligencia humana no puede desentrañar las últimas razones de las cosas de Dios, sino que se inclina hacia la aceptación gozosa y amorosa del misterio revelado por Él en Cristo y en la Iglesia.

13. CATEQUESIS Y AFECTIVIDAD Como hemos hablado en otro momento el fin supremo de la catequesis es la unión de los hombres con Dios en el amor. Ahora bien, los afectos son como la materia prima del amor.

14. El amor no es puramente espiritual, sino que conjuga todas las riquezas de los afectos instintivos y nos permite crecer ordenadamente bajo la guía de las facultades espirituales. Es por eso que debemos prestar mucha atención en nuestra catequesis al fin supremo del amor a Dios y al prójimo, lo mismo que al cuidado y crecimiento de los afectos.

15. Aquí, lo primero que hay que señalar es que el catequista actúa bajo el impulso de ese mismo amor. Es el primero que debe purificar sus afectos: tiene que querer a sus catequizandos con un amor puro y centrado.

16. Por ejemplo, un catequista fácilmente puede caer en un amor posesivo que les lleve a sentir a sus chicos como “de su propiedad” al punto que algunos llegan a resistirse de forma irrazonable cuando uno de su chicos tiene que pasar a otro grupo o piensan que ningún otro catequista los puede formar como lo hacen ellos.

17. El amor del catequista debe llegar a ser para los catequizandos un signo del amor de Dios, así como lo es el amor de sus padres entre sí y para con ellos.

18. La realidad de muchos hogares hoy nos convencen de la importancia de que el amor de los padres esté presente para manifestar el amor de Dios entre sus hijos. La labor del catequista es como la de Juan el Bautista: “Es necesario que Él crezca y yo disminuya” (Jn 3, 30).

19. Además, el amor no es sólo sentimiento desenfrenado, sino opciones inteligentes y sensatas que orienten nuestras capacidades naturales. El amor “se siente”, pero solamente es lo que debe ser cuando está pensado y guiado por el intelecto. El catequista educa en el amor no tanto con lo que dice, sino con su propio testimonio.

20. El catequista tiene que ayudar a crecer y pulir los afectos en todo sentido. Tiene que prestar atención al amor filial de los chicos por sus padres. Esto es un gran reto hoy en un contexto de desunión, divorcio, incomunicación, etc.

21. Tiene que prestar atención también al amor fraternal. Somos llamados a ser hermanos de todos los hombres, por encima de razas y lenguas. Los lazos fraternales nos dan protección, sentido de unión, buen ejemplo, autosuperación, reconciliación, justicia, etc.

22. También tienen que ayudar a los catequizandos a crecer en el amor de amistad. El amigo o amiga, libremente elegidos, hacen vislumbrar el amor de noviazgo y preparan así el amor matrimonial. La amistad predispone al amor universal de todos los hombres, a la donación de sí mismo y al amor que no busca recompensa.

23. LA CATEQUESIS Y LA VOLUNTAD De la educación de los afectos depende en gran medida la firmeza de la voluntad, el equilibrio en la toma de decisiones, la firmeza en la fidelidad y la seriedad de los compromisos.

24. Esta educación inicia en la familia y en la escuela, pero ha de ser reforzada en la catequesis. Ella le da fundamento religioso y la sitúa en el marco de la fe.

25. Por medio de la voluntad, el hombre es capaz de constituirse en responsable de su propia vida y capaz de realizar actos verdaderamente libres. En la catequesis no promovemos el “voluntarismo”, que consiste en considerar que la salvación del hombre está en una voluntad siempre más pura y espiritual.

26. Porque las pasiones y los instintos siguen formando parte del acto humano aún cuando la voluntad llega a un desarrollo pleno y firme. Las fuerzas y las orientaciones de los instintos siguen siendo el material de construcción de todos nuestros actos humanos.

27. LA CATEQUESIS Y LA MEMORIA La memoria fue muy importante en la catequesis del pasado. “Ir a Catecismo” era lo mismo que aprender cosas de memoria. El movimiento renovador borró casi por completo la intervención de la memoria. Sin embargo, ahora se ha puesto mayor atención en la memoria afectiva.

28. Los catequistas se han ido dando cuenta de que el clima afectivo en el cual se estudia el Evangelio es de suma importancia para la retención positiva de lo anunciado. Ese clima es el que tendremos que cuidar en la catequesis.

29. Porque, si el Credo o el Padrenuestro se aprenden de memoria, en un clima de coerción, castigo y reproche, los sentimientos que generó ese clima quedarán pegados y asociados a las oraciones. Por otro lado, la catequesis es memoria del Pueblo de Dios y de la salvación obtenida por Jesús. Es el recuerdo y celebración de la Historia de la Salvación realizados por la comunidad cristiana.

30. Según Juan Pablo II en su encíclica CatechesiTradendae se propone memorizar: Palabras de Jesús. Pasajes bíblicos importantes. Las fórmulas de profesión de fe. Los textos litúrgicos. Algunas oraciones esenciales. Nociones claves de la doctrina.

31. Un método conveniente que recomienda el P. Francisco De Vos para abordar algunas fórmulas teológicas es: Punto de Partida: Escucha a la Palabra de Dios. La experiencia: Personal y comunitaria de esa Palabra. Análisis doctrinal: Donde se convergen y organizan ambas experiencias.

32. Ello mueve a que las fórmulas que se tienen que memorizar sean primero explicadas y comprendidas y entonces puedan ser memorizadas; no como punto de partida, sino como punto de llegada.

33. LA CATEQUESIS Y LA LIBERTAD La libertad es una de las características que los seres humanos tienen en común con Dios. Es la capacidad de hacerse a sí mismo y de construir el propio camino; la vocación de decidir sobre el propio destino y de vivir la vida desde dentro de uno mismo.

34. La libertad también ha de ser educada y desarrollada en todo acto educativo. La libertad es una facultad, una capacidad interior para optar entre dos o más objetos, o para decidir y elegir entre varias opciones. Aunque parezca elemental, no siempre se cuenta con una buena educación en la capacidad de elegir. En ello, el espíritu de Dios nos provee con la virtud de la prudencia y la inteligencia para tomar las mejores opciones.

35. Porque la inteligencia nos predispone a comprender una situación determinada con todas las implicancias y opciones posibles, de modo que cada situación nos presente varios caminos que conducen al bien siguiendo las elecciones de nuestra libertad.

36. ¡ALERTA! Si la catequesis se convierte en un espacio donde no se percibe la alegría de la libertad, no está Orientada adecuadamente. Si la disciplina se tiene que mantener con gritos y amenazas, no es cristiana. Si las grandes obligaciones de la vida cristiana son impuestas de una manera opresora y no suscitadas en un clima de amor y libertad, no son auténticas y no cuadran en el marco del Evangelio.