1. 1
G20 en San Petesburgo.
Manfred Nolte
El Palacio de Constantino en San Petesburgo albergará la octava cumbre de
Jefes de estado y de gobierno de los países del G-20. Las reuniones de los
mandatarios se celebrarán los próximos días 5 y 6 de septiembre. Al conclave
ruso acudirá también España que ostenta, por obra de un difuso consenso, el
rango de „invitado permanente‟. La gran cita llega empañada por la „extrema
decepción‟ sufrida por Estados Unidos ante la decisión rusa de conceder asilo
político a Edward Snowdon, así como por las gélidas relaciones sino-japonesas
derivadas de los reiterados desencuentros en relación a las islas del „mar del
este‟ chino. No estará de más recordar aquí que el G20 representa el 90 por
ciento de la economía mundial y dos tercios de su población.
La primera pregunta que surge a la vista del último capítulo de esta serie de
pomposos eventos es si el G-20 ha estado a la altura de su éxito inicial en 2008
como mecanismo de lucha contra la crisis y de su pretensión de actuar como “el
primer foro mundial para la cooperación económica internacional de sus
miembros”, como se convino en Pittsburgh en setiembre de 2009, estableciendo
las pautas para una nueva era de crecimiento equilibrado y sostenible. Dado que
en este año se cumple el quinto aniversario de la cita de Washington, la
pervivencia del organismo informal conduce también a evaluar los logros
obtenidos hasta el presente e indagar cuales podrá alcanzar en el futuro.
En un mundo necesitado de una voluntad colectiva global y una acción
coordinada para hacer frente a los desequilibrios persistentes y dirigir la
economía hacia un crecimiento sólido, que todavía dista de ser evidente, el
quiebro de las políticas expansivas a favor de las de austeridad surgido de
Toronto en Junio de 2010, ha significado que, para una gran mayoría, el proceso
de cumbres del G-20 se haya alejado significativamente de sus ambiciosas
expectativas iniciales. Los más críticos apuntan a que el grupo informal debería
ser más contundente y al mismo tiempo más transparente y eficaz, mientras los
radicales siguen ahondando en la fisura de su legitimidad reputando al club de
los más influyentes del planeta como un mero show diplomático sin mayor
contenido real.
En principio, la influencia del G20 en este lustro no puede pasarse por alto. De
las pautas proteccionistas seguidas por los diversos bloques en medio de la
vorágine de la crisis pandémica de los mercados financieros en 2008, se ha
pasado a un consenso de coordinación recogido en el programa conocido como
„Marco para el crecimiento sólido, sostenible y equilibrado‟ en el que los países
del grupo cotejan las grandes líneas de sus políticas macroeconómicas. Análogas
consideraciones favorables cabe formular en relación a la recuperación de un
sistema financiero fallido, junto a la „banca en la sombra‟ y las agencias de
calificación. Sin poder cantar victoria de forma definitiva, la red de seguridad
financiera tejida en estos últimos cinco años ha sido decisiva para la
recuperación de los sistemas productivos globales. Basilea III y los nuevos
estándares del Foro de estabilidad financiera que van siendo adoptados por la
mayoría de países, junto a una creciente regulación y supervisión auguran una
mayor estabilidad del sistema financiero. El control de las 30 entidades
2. 2
„sistémicas‟, del sector financiero no bancario y de las agencias de calificación,
apunta igualmente en la buena dirección. Con todas sus limitaciones, el grupo
de los 20 llena el hueco de la nueva gobernanza multilateral en el mundo
posterior a la guerra fría, en el que confluyen los rasgos de una globalización
acelerada, la conciencia creciente de la interdependencia económica y la
ecológica medioambiental, el rápido ascenso de Asia y otras economías
emergentes, la ausencia de una coordinación regulatoria transfronteriza y un
amplio descontento político y social.
Lo anterior no supone que la actuación del G20 venga siendo impecable y que
no existan buenas razones para tildar al lobby global de ineficiente, burocrático
y de limitado en el alcance de resultados. La evidencia de una economía frágil
que no se aleja suficientemente del fantasma de la recesión y de la existencia de
sangrantes bolsas de desempleo con un crecimiento famélico, oscurece el
argumento voluntarista de que sin la cooperación del G20 las cosas hubieran
ido mucho peor.
¿Qué podemos esperar de los líderes reunidos en San Petesburgo? Debemos
descartar resultados significativos o espectaculares y esperar algún progreso en
determinadas líneas directrices y conciliación de estados de ánimo, pero nada
mucho mas concreto.
No obstante, si la reunión de ministros de finanzas celebrada semanas atrás en
Moscú nos sirve de pauta, el „Plan de acción de San Petesburgo‟ bajo el lema
„Crecimiento y empleo‟ avanza los temas ya conocidos en favor del
restablecimiento del equilibrio global, la financiación de la inversión, las
reformas estructurales y el crecimiento sostenible. La declaración de los
ministros se extiende también en mensajes de equidad elemental, tales como la
recuperación de las bases imponibles y el desplazamiento de los beneficios de
las multinacionales, la persecución de la elusión fiscal, la promoción del
intercambio automático de información y la lucha contra las jurisdicciones
fiscales no cooperantes. Este tópico de la erosión de la base fiscal y del
desplazamiento de los beneficios relativos está ganando protagonismo.
Pero la agenda oficial irá sin duda solapada con la oficiosa de otros temas
multilaterales de corto plazo del máximo interés y actualidad.
El primero de ellos se refiere a las políticas monetarias en curso. El punto focal
estará en la forma de minimizar el impacto externo, cuando los principales
países desarrollados abandonen de golpe o gradualmente los programas de
flexibilización cuantitativa, induciendo a flujos de capital volátiles en los
mercados emergentes y presionando sobre sus monedas. Los inversores
comienzan a valorar algo absolutamente impensable tan solo unos meses atrás:
que el Asia emergente pudiera enfrentarse a una nueva crisis financiera. La
posible ralentización del programa de compras de bonos americanos y la
correspondiente subida esperada en sus „tires‟ están provocando una salida de
fondos de países como México, Indonesia, Brasil, Sudáfrica, Turquía, China o la
India. Sus reservas centrales se recortan obligando a estos países a adoptar
agresivas medidas monetarias de corte inflacionista que pueden finalmente
conducir a lo que en la jerga de los mercados se conoce como „sudden stop‟, la
muerte súbita en el flujo de capitales hacia los países citados.
3. 3
En este contexto hay que interpretar la relativa ralentización de la economía
china. Relativa porque aunque provenga de niveles del 9 o 9,5%, crecimientos
como los esperados para este año del 7,5% no pueden ser considerados de malos
o decepcionantes. Aun así, dados los nexos comerciales que unen a la potencia
asiática con el resto de economías emergentes, un recorte de dos puntos
porcentuales reviste un impacto significativo en la economía del resto del
mundo. China por su parte representa el mayor factor de estabilidad entre las
encomias emergentes.
También China será protagonista en una noticia que ha concitado un
extraordinario interés sobre todo en el seno de las instituciones financieras
multilaterales. La creación por parte de los países BRIC de un Banco de
desarrollo dotado con un capital de cincuenta mil millones de dólares que pueda
ser utilizado por cualquiera de sus miembros en caso de necesidad financiera. El
proyecto de banco hace saltar chispas en las altas esferas del FMI pero refuerza
la red de seguridad financiera de los emergentes asegurando.
Junto a la agenda oficial y la oficiosa, dos puntos adicionales merecen una
atención final. El tema de la financiación de la inversión global, en particular de
la financiación de las estructuras relacionadas con el clima, la energía y la
sostenibilidad. E igualmente la siempre pendiente de la financiación del
desarrollo de los países más necesitados, que cobra renovada importancia a la
vista de la terminación en 2015 del programa de los „Objetivos de desarrollo del
milenio‟.