1. Salvar a los ‘NEETs’.
Manfred Nolte
Las irreconciliables posiciones defendidas por los partidarios de las políticas de
austeridad frente a las de estímulo parecen haber iniciado un tímido
desbloqueo. El documento de conclusiones de la Cumbre europea de finales de
la semana pasada(EUCO 23/13) concede igual peso y prioridad a las acciones
comprometidas para combatir el desempleo y las consecuencias sociales de la
crisis que a las ya tradicionales y graníticas de la consolidación fiscal, el
establecimiento de unas finanzas públicas estructuralmente sanas, el
restablecimiento de la actividad crediticia, la modernización del sector publico y
la promoción del crecimiento y la competitividad. Todas las acciones se sitúan al
mismo nivel y todas deben acometerse de forma simultanea.
En particular, su apartado 9 alude con desacostumbrada contundencia al paro,
“el reto social más importante que encaramos”, recordando la „Iniciativa de
empleo juvenil‟ aprobada por el Consejo en febrero pasado y que constituye la
primera medida de la UE específica para combatir las cifras de desempleo
juvenil. La llamada „Garantía juvenil‟ establece que todos los jóvenes menores
de 25 años deben tener, a partir de 2014, una oportunidad de empleo,
formación o prácticas profesionales en un máximo de 4 meses tras terminar sus
estudios o quedar desempleados. El Consejo anima a los Estados miembros a
disponer de los cifras habilitadas en el Fondo Social Europeo hasta 6000
millones de euros.
La jerga económica ha acuñado un nuevo término, „NEET‟(ni empleo, ni
educación, ni training) para describir a este colectivo de gente joven
especialmente castigado por la crisis. La realidad pavorosa es que 7,5 millones
de jóvenes europeos de entre quince y veinticuatro años ni estudiaron ni
trabajaron, ni estuvieron incluidos en un programa de formación en 2011 con
una pérdida estimada para la economía- según Eurofund- de más de 153.000
millones de euros al año, o el 1,2% del PIB Europeo. Según Eurostat, la tasa de
desempleo juvenil se elevó por encima del 54,1 por ciento en Grecia y España
durante 2012, y del 21 por ciento en la UE27, lo que se traduce en 5,5 millones
de jóvenes inactivos. El desempleo juvenil en España es un problema
estructural, que se ha visto agravado por la crisis, y que si atendemos al desglose
de los datos de la Encuesta de población Activa (EPA) para el cuarto trimestre
de 2012, se sitúa en el 74% en el grupo de población compuesto por jóvenes de
entre 16 y 19 años, en el 51,7% entre los jóvenes con edades comprendidas entre
los 20 y los 24 años, y en el 34,4% entre los jóvenes que tienen entre 25 y 29
años.
En respuesta a las recomendaciones europeas, el Ejecutivo español ha
aprobado 100 medidas, 15 de ellas de choque para luchar contra el desempleo
juvenil, que afecta a una de cada dos personas menores de 25 años en situación
activa, dentro de la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven 2013-2016
recogidas, estas últimas, en el Real Decreto Ley 4/2013 de 22 de febrero. A
nivel autonómico, Urkullu acaba de lanzar su plan de estimulación del empleo,
orientado fundamentalmente a los jóvenes, facilitando el emprendimiento e
incentivando el autoempleo.
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2. El Plan de Rajoy dispone de 3.485 millones de euros en cuatro años, está
financiado en un 32% por la Unión Europea y aspira a beneficiar a más de un
millón de jóvenes, de los que 450.000 –según el Presidente del Gobierno- “no
tienen ni trabajo ni oportunidades porque tienen un déficit de formación
educativa”. Las medidas adoptadas en el Real Decreto-Ley pueden clasificarse
en dos bloques: las dirigidas a fomentar el emprendimiento y autoempleo de los
menores de 30 años y aquellas otras encaminadas a estimular la contratación
laboral de los jóvenes. Bajo la primera rúbrica destacan la implantación de una
cuota inicial reducida, la compatibilización de la prestación por desempleo con
el inicio de una actividad por cuenta propia, o la ampliación de las posibilidades
de aplicación de la capitalización de la prestación por desempleo.
Se establece un marco fiscal más favorable para el autónomo que inicia una
actividad emprendedora con el objetivo de incentivar la creación de empresas y
reducir la carga impositiva durante los primeros años de ejercicio de una
actividad. El capítulo III del Real Decreto contiene medidas destinadas a
incentivar la incorporación de jóvenes a las empresas de la Economía Social, así
como estímulos a la contratación de jóvenes en situación de desempleo. Entre
estos últimos, destacan los incentivos destinados a la contratación a tiempo
parcial con vinculación formativa, a la contratación indefinida de un joven por
microempresas y empresarios autónomos y a la contratación en prácticas para
el primer empleo. Además, se promueve la contratación por jóvenes autónomos
de parados de larga duración mayores de 45 años y contratación de jóvenes para
que adquieran una primera experiencia profesional. La exposición de motivos
realiza, agregadamente, una minuciosa disección de la problemática nacional
del paro juvenil.
Llegados aquí, la evaluación de la oportunidad y posible éxito de las medidas
adoptadas pasa desgraciadamente por el tamiz de la obligada distinción entre
condiciones necesarias y suficientes.
La importancia cuantitativa y cualitativa de las Pymes y los autónomos en
nuestro país – y en el mundo entero- está fuera de toda duda. Son estos agentes
los principales motores de la economía y en sus manos descansa la
dinamización del tejido productivo y la creación de valor. Todo lo que sea
arroparles con un marco regulatorio flexible, el acceso a una financiación
razonable, y el reconocimiento de la cultura emprendedora merece el más
cerrado de los aplausos. La medida es por lo tanto, esperada, oportuna y
necesaria. Si hay algo claro en la economía de mercado es que los puestos de
trabajo –propios y ajenos- se crean a través del emprendizaje, aunque se
complemente de forma más o menos activa con la contratación de funcionarios
por parte de los poderes públicos. No existe excepción a esta regla.
Pero tan categórica como la anterior resulta aquella otra afirmación de que la
producción y las ventas –que determinarán el nivel del empleo creado- no
dependen de la voluntad empresarial, ni siquiera de su estructura de precios o
rango de calidad aunque estos sean requisitos determinantes. En su
consecuencia la campaña abordada bajo el slogan de la „garantía juvenil‟ solo
será eficaz si halla una demanda efectiva de los bienes o servicios que los
jóvenes emprendedores desean ofrecer. Con una demanda interna famélica, el
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3. programa „garantía juvenil‟ puede actuar de placebo, despertar la curiosidad y la
capacidad de aprender, financiar la formación y sembrar la semilla de la
innovación abierta a los posibles retos futuros. Bien es verdad que quedan los
mercados exteriores. El impresionante salto de las exportaciones españolas, que
en cuatro años ha pasado a representar el 32% frente al 24% de 2009, apunta a
una clarísima oportunidad que debe ser aprovechada.
No obstante, tampoco bastará por sí sola si no despierta la conciencia de la
solidaridad europea. Rajoy denuncia –y con razón- la asimetría y unilateralidad
de las distintas políticas de la eurozona en la recuperación del equilibrio
perdido. Mientras España y otros países deudores realizan esfuerzos hercúleos
de contención, aquellos que pueden y deben no practican políticas de estímulo
que activarían la demanda exterior europea acortando plazos de recuperación y
sacrificios innecesarios en los deficitarios. Y para los países vulnerables la
demanda de origen exterior es el único camino sostenible para crecer, crear
empleo y reducir sus deudas.
Mientras tanto Alemania hace alarde del superávit previsto en sus cuentas
públicas.
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