El autor describe su evolución como maestro a lo largo de cinco años de experiencia. Inicialmente tenía expectativas optimistas pero irrealistas sobre el trabajo docente, pero con el tiempo ha desarrollado una percepción más crítica y científica. Ahora prioriza objetivos medibles, utiliza investigaciones para mejorar su práctica y mantiene una mentalidad abierta al cambio. El autor también describe algunas de sus estrategias diarias como maestro de grupo, como actividades permanentes para desarrollar habilidades, el uso de materiales manipulables y
2. “Mi percepción docente”
Mi ingreso al servicio docente comenzó el 16 de agosto del 2011, esto con poco más
de un escaso mes de diferencia en cuanto a mi fecha de egreso de la BENMAC, por
lo que el ímpetu de trabajar rápidamente y enfrentarme a aquella temida pero a la
vez anhelada realidad educativa estaba a flor de piel. Fueron tiempos de alegría,
donde yo percibía solamente los grandes beneficios y las enormes satisfacciones que
me iba a llevar con mí recién estrenado trabajo, en donde las situaciones difíciles y
contextos agresivos no tenían cabida. Ahora, ya más entrado en el servicio, puedo
decir que aquella visión era parte del paisaje al que me enfrento día a día, más no
una generalización de lo que significa ser maestro.
Contando el ciclo escolar actual, son ya cinco años al servicio de la niñez mexicana;
al servicio del aprendizaje y la educación, por lo que ahora el paisaje educativo del
que hablo ha hecho que mi percepción cambie y se fortalezca, se haga más crítica,
objetiva y científica. Dicha percepción tampoco ronda solamente sobre los rubros
positivos o exitosos que se pueden obtener con el trabajo diario en la escuela, sino
que se ha diversificado en diversas direcciones, poniendo mira sobre los aspectos
que pueden comprometer nuestro desempeño y obstaculizar la educación de los
niños, la relación entre padres y maestros y otras características que debe poseer
una buena escuela, un buen salón de clases.
Primeramente, creo que esta percepción generalizada sobre quién soy y qué hago
en mi trabajo se ha hecho cada vez más crítica porque he aprendido a anteponer
preguntas sobre los porqués, con qué y para qué hacer tal o cual función. He podido
aprender a priorizar necesidades y hablar sobre mi propio desempeño en
consecuencia con los resultados que se observen; he podido darme cuenta poco a
poco de cómo analizarme a mí mismo para poder verificar si lo que hago está hecho
correctamente o es necesario hacer modificaciones en ello.
Por otra parte, he aprendido a crear objetivos fijos, medibles y alcanzables poco a
poco. Esta es una de las labores que menos fácil ha sido, ya que radica en esa
medición la dificultad de cumplirlos y poder alcanzar metas que insistan en la
creación de otras nuevas. Con el paso del tiempo la manera en que me desenvuelvo
en mi medio de trabajo y respondo a las demandas del mismo también fue
centrándose en cumplir con las exigencias del plan y programa y tratar de optimizar
lo más posible el tiempo efectivo de clase.
3. Por último, ahora puedo decir que mi práctica docente se ha vuelto un tanto más
científica, ya que si bien desde el estudio normalista se nos inculca la curiosidad
científica y el aprecio por la investigación sobre los temas que forman parte del
currículo, no es una costumbre que se pueda generalizar a todo el colegiado docente
de la educación básica; por lo que ahora es más prioritario utilizar investigaciones
rápidas y concisas para esclarecer terminología, comprender mejor un tema,
diversificar fuentes de información, corroborar datos o encontrar herramientas y
dispositivos que ayuden a que el propio docente comprenda más ampliamente el
tema o bien, encuentre formas innovadoras y útiles para aplicarlas en las clases con
los alumnos.
He de mencionar en este punto, que desde que ingresé al servicio docente, me he
mantenido en mi puesto de maestro de grupo, rechazando las varias oportunidades
que se tuvieron para ocupar el cargo de Asesor Técnico Pedagógico o Director
Comisionado. Aquí otro punto a analizar. Los momentos en lo que se rechazó el
cargo de director comisionado o de ATP fueron momentos en donde se ponía ante
toda acción una reacción de miedo e inseguridad. Se buscaba relacionarse lo menos
posible con padres de familia y prácticas específicas que pudieran desencadenar en
algún problema.
Ahora en cambio, aunque ya no se me ha ofertado ninguno de los puestos, se posee
una mentalidad más abierta al cambio y a los retos, no dejando de realizar
actividades nuevas por el miedo al resultado, sino planteando desde el inicio
directrices que nos ayuden a dejar menos margen para el fallo y el error, y
canalizando nuestra energía hacia el éxito.
Todas las sentencias anteriores, y la recapitulación que para escribirlas he tenido que
hacer, me llevan inevitablemente a la reflexión de lo que hasta ahora he logrado y
cómo la autopercepción que tengo se ha modificado, alegremente para bien en su
mayoría. Preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos día a día, para qué lo
hacemos y a dónde queremos llegar nos ayuda indudablemente a enfrentarnos con
nosotros mismos y poder captar el sentido de nuestro trabajo, del servicio que
ofrecemos y la calidad que puede tener el mismo.
Nuestros días de trabajo deben transcurrir tranquilos, pacíficos y agradables, pues el
estrés y el agobio diario modifican enormemente el resultado; al decir tranquilo y
pacífico debemos sobreentender que antes de esa calma hubo un estudio
estructurado sobre el qué y para qué, y que un diseño didáctico adecuado nos
respalda. A continuación paso a describir brevemente en qué consiste uno de mis
días laborales, independientemente del tema a tratar o la estructura curricular del
plan y programas.
4. Primeramente, comienzo mis días con algunas actividades permanentes, que me
garanticen que el alumno adquiere habilidades complejas pero de manera gradual.
Todos los días el primer alumno que lo recuerde y me diga la fecha completa tiene
derecho a pasar al frente y tachar en el calendario grupal la fecha que corresponde
a ese día, así como mencionar si hay cumpleaños o festividades. Esta acción
permanente solo lleva unos minutos
de cada día y actúa benéficamente en el manejo de habilidades tan sencillas pero
valiosas a la vez. Otras acciones que hago son un saludo diverso, cantos para iniciar
bien el día, lectura de algún cuento corto o alguna otra actividad. Por ejemplo, como
los niños ya conocen los días de la semana pero todavía no conocen su orden y
secuencia, repasamos diariamente esta categoría.
Las clases transcurren, según la materia electa para el momento, con algunas
actividades de exploración de conocimientos previos y recuperación de saberes que
los niños ya tengan más arraigados para así comenzar la clase con el nivel que los
niños requieran como base. También trato de proporcionarles (en medida de lo
posible y según los requerimientos de la clase) material manipulable de apoyo
curricular; ya que yo, como lo he mencionado en varios escritos pasados, soy de la
creencia de que un ambiente de aprendizaje apto para la clase se construye en gran
parte con las herramientas que estén a nuestro alance.
Uno de los hábitos que he tratado más fervientemente de apropiarme es el de revisar
actividades complementarias, ejercicios, sugerencias o documentos de apoyo al
tema visto, pues a veces es muy común estar cerrados sólo con una idea para dar
una clase, y se nos dificulta diversificar en material y actividades, por lo que en los
recesos, para que no pasen como tiempo muerto, he hecho costumbre de leer,
revisar o fotocopiar materiales para reforzar el aprendizaje de los niños.
Estas son solamente algunas de las cosas que trato de adaptar diariamente a mi
práctica docente, con el fin de mejorar y superarme día a día y poder ser la mejor
versión de la profesión que elegí. Mi sentir, pensar y actuar siempre girarán en la
misma idea: este es el trabajo que tengo, es lo que me da de comer, me da
estabilidad económica y me da grandes satisfacciones emocionales, por lo que debo
de cuidarlo al máximo en todo momento.