Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
Fin y nuevo comienzo
1. Fin y comienzo
Y sí que estaba ella, en el escampado. No había encontrado refugio. Absolutamente nadie le tendió
la mano. Y yo con esa impotencia bárbara. Por lo que era otro náufrago, al garete. Algo en mí latía
muy hondo. Como diciéndome ¡no la dejes sola! Benjamín. Como soportados en balineras, mis
pasos me llevaron. Y la palpé. Siendo, ella, niña como la que más. La sin familia, me dijo que se
llamaba. Y, en sus ojos, hice su inventario de vida. Empezando en el por allá en bajo Guaviare. En
ese entonces río empecinado en hacerse grande. Y las aguas bifurcadas, lentamente llegaban hasta
él. Y territorio expandido. Bravo. 1966, recién empezado. De Guayabero bajaban los itinerantes. Los
mismos que habían visto y vivido la batalla. Ya, la Gran Travesía, se había hecho. Desde ese Tolima
grande. Desde los surcos vivos del Meta. Territorio que había visto crecer todas las rabias juntas. Y
del Sumapaz territorio de altanería y subversión. Ellos y ellas habían sentido, ahí no más la avanzada
de la soldadesca. Y de sus generales, capitanes y mayores, blandiendo las armas. En defensa espuria
de una patria asolada. Matada por ellos mismos. Y los titanes campesinos. De mirada fija, amable,
solidaria. Caminando pantanos y abismos. Algo parecido a la columna mosaica de la que habla la
Biblia Católica y el Torá. En esa dupla enhebrada desde Abraham y que generó el crecimiento de
opciones diferenciadas, pero soportadas en las mismas y recurrentes historias.
Cuando la matanza cuajaba. Ellos y ellas. Con sus niños y niñas, resistieron. Sin inmolarse en pasivo.
Más bien con esa fuerza de vida pendiente por vivir. Abriendo brechas. Instalando fundos en
diferentes lugares. Haciéndole el quite al hambre. Sembradíos de yuca, plátano, maíz…buscando una
felicidad cada vez más esquiva. Todo el piedemonte llanero, severo y áspero. Y las familias, todas,
en trabajo punzante. Exhibiendo el entusiasmo que solo es posible encontrar en quienes, como ellos
y ellas, ven la vida. Viviéndola en el anchuroso horizonte. Hasta allá abajo. Caquetá, Arauca. Guainía…
Y “La sin familia” no paraba de enviar palabras con sus ojos. Diciendo “a mi familia la mataron
hace tanto tiempo que casi no lo recuerdo”. “Fui violada y avergonzada. Ahí no más en las Sabanas
de la Fuga. Cerquitica a Puerto Lleras. En el entorno mismo de San José del Guaviare”. “Y vagué por
todos los caminos posible. Si no los había, mi imaginario los construía. El machete y la rula. Al lado
de Arcadio Buen Hombre. Esquivo como el que más. A sus ochenta años recorrió, conmigo, enojadas
plantas que se cruzaban como largas culebras quietas. Por ensanchadas aguas desafiantes. Por el
borde mismo de la Macarena que ya había sido violentada por supuestos lingüistas, bajo la fachada
del Instituto Lingüístico de Verano. Obviamente avalados por los acorazados forjadores del Frente
Nacional. Gobernantes de mierda.
Acaricié sus labios. Su frente altanera. Sus ojos que, aunque expeliendo toda la tristeza del mundo,
dejaban verse en la negritud más que azabache. Y miré los trapos empantanados que le servían de
vestido. Y que, a pesar de todo, la hacían ver ese cuerpo de adolescente adulta. Potente hechura de
piernas y de pechos.
Yo no sabía que decirle. Simplemente le susurraba el joropo lejano, azotando las cuerdas del harpa
milenaria. En empatía con absoluta con los pobladores, aparejados con etnias casi perdidas. Y todo
se volvió remolino. Vientos de fuerza inédita. Ella y yo en abrazo no solemne. Ni premeditado. Fuimos
ascendiendo. Y vimos la Tierra allá abajo. En visión ajena. Como si, ella y yo, estuviéramos
decantando lo humano habido. Como si todo comenzara. Ahí, en ese escenario puntual. Siendo, los
dos, debutantes en ciernes en la gran comedia no inédita; pero si escrita con otra letra.