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‘PROCÉS’: INTANGIBLES Y EXPECTATIVAS.
Manfred Nolte
Richard Thaler, Nobel de economía 2.017 ha suturado definitivamente con
manos de cirujano plástico los sinuosos bordes de la economía y la sicología. No
solo por su recordatorio de la estulticia humana cuando adopta decisiones
irracionales apremiado por el corto plazo, ciego para admitir que hay vida más
allá del presente y que vale la pena someterla a la razón. También por traernos a
colación que la razón acepta factores de naturaleza subjetiva no susceptibles de
ser traducidos en una secuencia de eslabones matemáticos, pero cuya influencia
en el campo económico y social resulta ser determinante.
Precedido de este prólogo, el ‘Procés’ catalán muestra ser un caso
ejemplarizante de cómo una serie de elementos extraeconómicos afectan ya de
lleno a nuestro mapa económico y cómo de seguir en la línea emprendida, esos
factores pueden desencadenar unos resultados desastrosos. Nos referiremos en
particular al destrozo producido en determinados intangibles y a la
consolidación progresiva de unas expectativas, inexistentes tan solo unos meses
atrás.
Comencemos con los intangibles. Para la Academia española de la lengua,
intangible es aquellos que no debe o no puede tocarse. En el caso de las
empresas los intangibles se reflejan en el precio de sus acciones. Apple es una de
las empresas más pujantes del planeta con un valor de mercado de 800.000
millones de dólares, pero su valor en libros (activos tangibles reflejados en su
balance) apenas llega al 20% de dicha cantidad. El mercado acepta que el 80%
de diferencia corresponde a intangibles. O sea, la reputación corporativa vale
cuatro veces más que su valor tangible, incluyéndose en aquella aspectos como
el conocimiento, procesos, tecnología, marca, innovación y otros conceptos
similares.
Como lo que no se valora a precio de mercado no existe en términos económicos
otros intangibles no agregan valor al PIB. Los estados de ánimo nos transportan
pero no pueden medirse ni comprarse. La fe para los creyentes mueve
montañas, no tiene precio y es igualmente un intangible. Y así el respeto a las
leyes, la convivencia cordial, la celebración de la alegría. Nadie negará que se
tratan de activos creadores de valor, del efecto catalizador de estos intangibles
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sobre la dinámica de las sociedades y su carácter esencial como elementos de
cohesión social. “Lo esencial es invisible a los ojos” afirmaba con razón el
pequeño príncipe de Antoine de Saint-Exúpery.
Pues bien: nadie puede ponerse la venda en los ojos para negar la fractura social
y el deterioro de la convivencia en tierras catalanas y de rechazo en el resto de
las españolas. La aceptable discrepancia o el celo deportivo han cedido su paso a
la exclusión y a la rotura de relaciones entre personas, entre amigos, entre
familias. Económicamente las diarias relaciones de mercado se han gripado,
alzando los fantasmas del boicot, de la represalia, del temor a la visita pacífica,
de la tristeza frente al ánimo, de la fractura frente a la desunión. Una sociedad
catalana dividida en dos y coros disonantes en las periferias resucitando
fantasmas pasados de lo peor. Podrá no computarse este descomunal siniestro
en el PIB, pero su incidencia y valor de mercado son de primera magnitud.
Luego ha llegado, de la mano de las expectativas, primero confusas y después
deprimentes, la reacción de los mercados. Las expectativas o creencias , que
interpretan subjetivamente el futuro, son el primer factor de decisión de los
inversores, y detrás de ellos un criterio inexcusable de utilización por parte de
las familias. La oferta y demanda de todo tipo de bienes y servicios no varía por
razones de mercado, ya que no hay variación alguna en los precios relativos del
mercado. Oferta y demanda simplemente se trasladan anticipando los estragos
de un órdago político descabellado.
Lo político –o antipolítico si bien se mira- ha creado un estado de indefinición
que ningún mercado, de bienes, servicios, capitales o trabajo, puede admitir. La
inseguridad jurídica ha abierto la esclusa de la incertidumbre y por ella se han
fugado las grandes empresas catalanas y muchas otras de tamaño inferior
mediante la creación de filiales domiciliadas en distintas capitales españolas. El
turismo se resiente. Todos los índices de clima empresarial: industria,
construcción, comercio, hostelería, transporte y resto de servicios cotizan a la
baja en el último trimestre. La agencia de calificación S&P amenaza con la
rebaja del rating y alerta que la situación económica y política “posiblemente
conduciría una fuerte desaceleración, y tal vez incluso a una recesión“.
Lo más grave es que el independentismo radical no asume estos costes que
,obviamente, también inciden sobre la economía española, en particular a partir
de 2.018, en que el PIB bajará sustancialmente según AIREF hasta 1,2 puntos
por debajo de 2,6% anual inicialmente previsto, si el problema catalán se
enquista. Un recorte de 1,2 puntos de PIB suponen mas de 12.000 millones de
euros recortados a partes iguales entre salarios de los trabajadores y excedentes
empresariales. No será así, porque de serlo perderían una vez más los que
menos culpa tienen.