Un euro digital haría que el dinero digital del banco central fuera universal partiendo de la posibilidad de que todos los residentes en el área euro pudiesen tener cuentas de depósito, directa o indirectamente, en los libros del BCE.
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(665LAS MONEDAS DIGITALES DE LOS BANCOS CENTRALES
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LAS MONEDAS DIGITALES DE LOS BANCOS CENTRALES.
LA BUENA MONEDA: EL EURO DIGITAL
Manfred Nolte
Los sonados escándalos que han acompañado en los últimos años a algunas casas
de contratación de criptoactivos, así como la extrema volatilidad inherente al
propio concepto del ‘token’ o criptoactivo, no deben ocultar un importante
movimiento financiero encabezado por los bancos centrales de los principales
países del planeta, para el diseño y lanzamiento de sus respetivas ‘divisas
digitales’ arropadas con todos los atributos de la legalidad, de la viabilidad técnica
y del respaldo de las economías que lo promueven.
Al criptoescepticismo o desconfianza hacia los gadgets y las empresas que las
utilizan como base para su negocio, se contrapone la seriedad de un proyecto
institucional de índole global, de largo aliento, y provisto de la máxima tutela y
garantías para los administrados. Los criptoactivos son fundamentalmente
diferentes del dinero del banco central: carecen de curso legal, sus precios son
muy volátiles porque no tienen valor intrínseco y no tienen una Institución
confiable que los respalde ni normativa alguna para la protección de sus
inversores. Son, en consecuencia, meros activos especulativos de altísimo riesgo.
Un sistema de pagos confiable, eficiente y seguro es la base para que nuestras
economías funcionen de manera efectiva. El dinero cumple, entre otras, esa
función esencial de medio de pago. Al día de hoy, en las economías avanzadas
disponemos de dos clases de dinero, ambas de curso legal. De curso legal significa
que el acreedor está obligado legalmente a aceptar tales medios de pago para la
redención y liquidación de las deudas contraídas con él por el deudor. Se trata de
un lado del dinero fiduciario con representación facial, formado por los billetes
del banco central y la moneda fraccionaria en manos de la ciudadanía (dinero
público). De otra parte, se encuentra la moneda contable o escritural, concretada
en los saldos de los depósitos a la vista abiertos en las entidades bancarias (dinero
privado). Esta última forma representa alrededor del 87% del total del stock de
dinero en circulación. A setiembre de 2022, el total de dinero existente en la
eurozona era de 11,7 billones de euros, equivalente al 80% de su último PIB. La
clave de este modelo híbrido es que los ciudadanos pueden convertir dinero
privado en dinero público a la par, lo que garantiza que todas las formas de dinero
puedan usarse indistintamente para pagos en toda la economía.
Pero este modelo confiable de pagos está experimentando en la actualidad una
transformación potencialmente disruptiva, liderada por tres acontecimientos.
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Primero, las personas pagan cada vez más con medios digitales en lugar de usar
efectivo. Casi la mitad de los consumidores de la zona del euro afirman que
prefieren pagar con tarjetas. Y la tendencia es a acrecentar la referida preferencia.
En segundo lugar, en ausencia de un anclaje público, la aparición de nuevos tipos
de activos digitales puede generar inestabilidad y confusión entre los ciudadanos
sobre lo que es dinero y lo que no lo es. En tercer lugar, la entrada de las grandes
tecnológicas en el circuito de los pagos podría aumentar el riesgo de dominación
del mercado por las tecnologías de pago extranjeras, con consecuencias
importantes para la autonomía estratégica de Europa. Actualmente, más de dos
tercios de las transacciones de pago con tarjeta en Europa están a cargo de
empresas con sede fuera de la Unión Europea. Según el BCE, diseñando una
forma de dinero público digital, Europa puede adelantarse a estos riesgos y
garantizar que se mantenga la confianza en un sistema monetario propio e
innovador.
Para proseguir en esta línea el Parlamento europeo deberá definir el equilibrio
entre distintos objetivos potencialmente sustitutivos contenidos en de Tratado de
la UE. El primero es la privacidad. En las consultas realizadas por el BCE, el 43 %
de los encuestados calificó la privacidad como el aspecto más importante del euro
digital, muy por delante de otras características. Por tanto, está claro que, si se
quiere que el euro digital sea atractivo, debe diseñarse de forma que satisfaga las
expectativas de privacidad de las personas. Obviamente privacidad no cabe
confundirse con el anonimato, que impediría importantes funciones de
normalización y lucha contra el blanqueo de capitales. El segundo aspecto es el
estatus de moneda de curso legal. Si bien la obligación de aceptación para
redención de deudas debe sopesarse con principios como la libertad contractual
y la competencia, debemos tener en cuenta que es una característica
constitucional del efectivo, como dinero del banco central, ser moneda de curso
legal. Y no tendría precedentes emitir dinero del banco central para pagos
minoristas sin poseer el estatus de moneda de curso legal, solo porque circula
electrónicamente.
Un euro digital haría que el dinero digital del banco central fuera accesible para
todos, partiendo de la posibilidad de que todos los residentes en el área euro
pudiesen tener cuentas de depósito, directa o indirectamente, en los libros del
BCE. Proporcionaría acceso a un medio de pago digital sencillo, gratuito, sin
riesgos y fiable que se aceptaría en toda la eurozona. Un sistema de pagos
electrónico, minorista, instantáneo y paneuropeo. Esta puede ser una definición
suficiente del euro digital. Solo faltaría agregar que el euro digital rodaría en
tecnología blockchain.
Los usuarios podrían acceder al euro digital directamente en el BCE o mediante
intermediarios supervisados, esto es mediante la red de bancos privados. Si los
usuarios tuviesen acceso directo, el BCE necesitaría proporcionar al usuario
servicios tales como identificación y asistencia, extremo que no sería necesario si
los clientes accediesen al euro digital de forma indirecta. Pero en este caso, la
autoridad central debería asumir el control del cumplimiento de la normativa en
campos tales como la prevención del blanqueo de dinero, la lucha antiterrorista
o la provisión de información fiscal.
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La introducción de un euro digital también plantea desafíos. Dejando de lado los
técnicos relativos a la capacidad de proceso o la protección de la privacidad y
algunos otros de diversa índole, el más relevante se refiere al impacto
concurrencial que la nueva moneda tendría en el sistema financiero tradicional,
una red vital al día de hoy para la financiación de la economía real.
Y para los más conservadores una puntualización: como destaca en su última
memoria anual, el BCE espera que los billetes en euros continúen utilizándose
ampliamente hasta 2030 y después. El efectivo seguirá siendo importante en el
futuro, y no hay proyecto alguno para su desmantelamiento y desaparición.
ANEXOS: VER PAGINAS SIGUIENTES (FUENTE: BANCO DE PAGOS
INTERNACIONALES).