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1. INTRODUCCIÓN
El cansancio, la fatiga y la astenia son sinónimos, y es un motivo de consulta frecuente en
Atención Primaria, con una prevalencia que varía entre el 10-30%, siendo fatiga crónica en
un 5-15% de los casos. Afecta principalmente a mujeres, con una media de edad de
aparición entre 25-45 años. Está definido como sensación subjetiva de debilidad o falta de
energía o agotamiento físico/mental, que aparece antes o nada más de iniciar una actividad,
no superable con una mayor voluntad o intencionalidad por parte del paciente, y que
conduce a una dificultad para realizar actividades habituales.
Al tratarse de una sensación apreciada por el individuo que puede ser expresada o referida
de muy diversas maneras, por lo que la confirmación objetiva y cuantitativa de la fatiga es
difícil, se basa en un interrogatorio dirigido a sus principales características descriptivas y las
situaciones que potencialmente la modifican. De esta manera, resulta primordial conocer al
paciente en su contexto. Aparte de identificar este síntoma, es importante valorar la
repercusión funcional que tiene sobre su vida diaria, el grado de preocupación que genere
en el propio paciente, así como la ausencia de mejoría con el reposo.
Existe una mayor prevalencia en aquellas mujeres que combinan el cuidado de los hijos con
el trabajo, y en los hombres con menor nivel de salud. Además, en algunos estudios
describen una asociación entre el tipo de trabajo, siendo mas frecuente en aquellos que
requieren esfuerzo mental, siendo datos de “burn out” en aquellos puestos que manejan
problemas sociales o patología psicológica.
La astenia crónica tras una enfermedad infecciosa se relaciona con comorbilidad
psiquiátrica, problemas sociales o alteración emocional. Varios estudios comentan que una
astenia menor a 3 meses tiene mejor pronóstico, y factores asociados a peor pronóstico
son: la edad avanzada, enfermedades mentales y la creencia por parte del paciente de que
la causa es física.
Debe diferenciarse claramente la fatiga de la disnea, ya que en la disnea existe una clara
sensación de dificultad respiratoria que no suele estar presente en la fatiga. La astenia es
una sensación de incapacidad o dificultad para realizar las tareas cotidianas, pero que
aparece antes de realizar un esfuerzo y que, al contrario de la fatiga, sería superable. La
debilidad es la pérdida de fuerza total o parcial para realizar una actividad, lo que suele
estar relacionado con la función muscular. En ocasiones, el término fatiga también puede
confundirse o expresarse como desánimo o decaimiento y debe, por tanto, diferenciarse de
la sintomatología depresiva u otros trastornos del estado de ánimo.
En función de la duración de los síntomas lo podemos clasificar en:
● Fatiga reciente: menos de 1 mes de duración.
● Fatiga prolongada: más de 1 mes de duración.
● Fatiga crónica: más de 6 meses de duración.
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2. ANAMNESIS
Como se ha comentado previamente, es necesaria una buena historia clínica, recopilando
antecedentes del paciente e indagando en las características del síntoma principal, pero
también en la búsqueda de síntomas asociados, que nos ayudarán en la orientación
etiológica de la fatiga.
- Alergias a medicamentos conocidas
- Antecedentes personales (médicos, quirúrgicos, psiquiátricos), familiares…
- Revisión del tratamiento farmacológico: antihistamínicos, neurolépticos,
anticonceptivos orales, ansiolíticos, antiepilépticos, antihipertensivos…
- Tiempo de evolución
- Presencia de otros síntomas, especialmente síntomas de afectación sistémica
tales como fiebre, pérdida de peso, o sudoración nocturna.
- Valoración del patrón del sueño: investigar sobre el número de horas de sueño y
si es acorde a la edad, presencia de insomnio, signos sugestivos de
apnea/hipopnea del sueño (ronquidos, apneas, somnolencia diurna, etc)
- Valoración del estado de ánimo incluyendo la presencia de estresores en
distintos ámbitos (estudios, familiar, laboral…), cambios recientes en el día a día,
etc. .
- Valorar si mejora o no con el reposo, posible aumento de la actividad física
habitual (ya sea frecuencia o intensidad).
- Valoración del patrón de alimentación habitual (inclusión de todos los grupos de
macronutrientes, así como número suficiente de ingestas diarias), y posibles
cambios recientes en la dieta, marcadas subidas o bajadas de peso, pérdida de
apetito, disfagia...
- Consumo de tóxicos como alcohol u otras drogas de abuso.
- En mujeres, preguntar sobre el patrón menstrual, sangrado excesivo o
posibilidad de embarazo.
3. EXPLORACIÓN FÍSICA
Tras una adecuada anamnesis, deberemos proceder a una exploración física completa, en la
que deberá constar:
● Toma de constantes: tensión arterial (incluyendo test de ortostatismo), frecuencia
cardiaca, saturación O2, talla, peso y glucemia capilar.
● Exploración de la apariencia general y cutáneo-mucosa: palidez, hiperpigmentación u
otros estigmas sugestivos de enfermedad sistémica (exantemas, dermatomiositis…).
Es importante también realizar una búsqueda de adenopatías patológicas en
aquellos grupos ganglionares accesibles a la exploración.
● Auscultación cardíaca y pulmonar, en búsqueda de soplos, características de la
ventilación, ruidos sobreañadido..así como la palpación de pulsos periféricos,
comprobando su presencia y simetría.
● Exploración abdominal: buscar puntos dolorosos, hepatoesplenomegalia, masas ...
5. 4
● Exploración osteoarticular: incluyendo la valoración de inflamación de articulaciones
o presencia de dolor óseo.
● Exploración neurológica: prestando atención a la valoración de la fuerza y de la
estabilidad y marcha e incluyendo a ser posible fondo de ojo.
4. SIGNOS DE ALARMA
Dentro de los signos y síntomas que presente el paciente, debemos hacer un mayor
hincapié en aquellos que requieran una actuación más amplia o precoz, tales como:
- Pérdida de peso crónica
- Fiebre crónica o sudoración nocturna
- Adenopatías generalizadas
- Dolor o debilidad muscular
- Síntomas graves no relacionados con la fatiga (p. ej., hemoptisis,
hematemesis, disnea grave, ascitis, confusión, pensamientos suicidas)
- La afectación de > 1 sistema de órganos (p. ej., erupción más artritis)
- Cefaleas nuevas o diferentes, o pérdida de la visión, especialmente con
dolores musculares, en un adulto mayor.
5. CÓMO MEDIR LA ASTENIA
La medición de la gravedad de la fatiga y el compromiso funcional es compleja. Aunque no
existe un patrón aceptado, se disponen de varios instrumentos que tienen en cuenta una o
varias características. Entre ellos se encuentran:
● Prueba multidimensional de Edmonton o EFAT (Edmonton Functional Assesssment
Tool): se trata de una herramienta validada que partiendo de 10 variables permite
dar un puntaje a la fatiga. Las variables que considera son: comunicación, dolor,
estado de alerta, tipo de respiración, balance de posición sedente y de pie,
movilidad, locomoción, actividades de la vida diaria, cansancio y motivación.
● Escala de Evaluación Clínica GEF-10 (Grupo de Estudio de la Fatiga): incluye 50 signos
y síntomas agrupados en 10 categorías diferentes que abarcan las esferas
biofisiológicas, de la vida de relación y afectiva. La gravedad de cada ítem se califica
de 0 a 10 y permite definir cuatro grupos (astenia por exceso de trabajo, reactiva,
somática y psicológica
Existen otros métodos validados sobre todo en pacientes oncológicos que evalúan la fatiga
de manera subjetiva, como son la escala visual análoga y numérica, el Brief Fatigue
Inventory y la Piper Fatigue Self-report Scale.
6. 5
6. DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
El cansancio o fatiga es un síntoma que puede aparecer formando parte de una gran
variedad de patologías, por lo que deberemos buscar en función de los antecedentes del
paciente, los síntomas acompañantes y los resultados de las pruebas complementarias, el
origen de dicha fatiga. Dentro de las patologías, diferenciamos la astenia de origen orgánico
y la astenia de origen funcional.
Patología orgánica:
● Infecciosas: Mononucleosis, Tuberculosis, SIDA
● Hematológicas: anemia
● Endocrinas: hipotiroidismo, diabetes mellitus, Insuficiencia suprarrenal
crónica (Enf de Addison)
● Musculares: miopatías, miastenia gravis, alteraciones hidroelectrolíticas
● Digestivas: enfermedad celíaca, hepatopatía, síndrome de malabsorción
● Respiratorias: EPOC, asma
● Neurológicas: esclerosis múltiple
● Iatrogénicas: fármacos (psicofármacos, antihistamínicos, alcohol, tabaco,
productos de herboristería)
● Oncológicas: neoplasias
● Reumatológicas: fibromialgia, LES
Patología funcional:
● Psiquiátricas: trastornos de ansiedad, de conducta alimentaria, depresión…
● Psicosociales: problemas familiares (duelo, separación, jubilación, mudanza)
● Alteraciones del sueño: narcolepsia, SAOS, síndrome de piernas inquietas.
● Embarazo
● Maltrato familiar
● Síndrome de fatiga crónica
7. PRUEBAS COMPLEMENTARIAS
Centrándonos en algunas de las patologías que pueden tener como síntoma principal el
cansancio o fatiga, desde atención primaria podemos y debemos iniciar el estudio de la
misma, empezando por una analítica sanguínea, electrocardiograma (ECG), espirometría,
etc, en función de la clínica, exploración y los antecedentes del paciente.
Analítica de sangre:
● Hemograma y fórmula leucocitaria.
● Metabolismo del hierro
● Bioquímica con:
o Función renal
o Función hepática.
o Proteinograma
7. 6
o Función tiroidea, otras hormonas como Cortisol, ACTH.
o Glucemia, electrolitos (sodio, cloro, potasio), calcio, magnesio
o PCR
o VSG
● Vitamina B12, ácido fólico, vitamina D.
● Básico de orina, iones en orina.
● Serologías: VIH, CMV, Virus Epstein –Barr, Herpesvirus, VHB, VHC, Borrelia
(Enfermedad de Lyme), Brucella, Brucelosis, Toxoplasma, Lúes, etc.
● Marcadores tumorales, en función de la impresión diagnóstica.
● Anticuerpos antinucleares, factor reumatoide, otros anticuerpos…
Otras pruebas complementarias:
● Electrocardiograma
● Radiografía de tórax
● Ecografía abdominal
● Electromiograma
● Biopsia de músculo y/o nervio periférico.
● TC craneal
● RM cerebral
Según los estudios sobre astenia crónica, con una anamnesis, una exploración física
estructurada y una serie de pruebas de laboratorio, se consigue llegar a un diagnóstico
etiológico en un 65-70% de los casos, y tan solo en un 2% se recurre a derivación
especializada para continuar estudio.
8. SÍNDROME DE FATIGA CRÓNICA
Tras el estudio etiológico de la fatiga, en caso de no encontrar una causa clara, deberemos
pensar en el Síndrome de Fatiga Crónica, una entidad hasta ahora poco conocida pero que
ha existido siempre bajo otros nombres, que debe estar en nuestro diagnóstico diferencial
ante un paciente que acude por cansancio crónico.
Se trata de una enfermedad crónica de etiología desconocida, que supone un 1-10% de los
casos de fatiga en Atención Primaria, pero solo un 0.2-0.7% cumplen criterios de Síndrome
de Fatiga Crónica. Durante los últimos años se está viendo un incremento de consultas de
pacientes con fatiga, lo que ha impulsado una necesidad de unificación de criterios para su
manejo diagnóstico-terapéutico.
Se compone por un conjunto de síntomas encabezados por la fatiga, tanto física como
mental durante más de 6 meses, que puede ser intensa, debilitante y grave, y que interfiere
e incluso imposibilita las actividades básicas diarias de los pacientes. Suele iniciarse de
forma brusca, afectando sobre todo a personas entre 20-40 años, siendo más frecuente en
mujeres que en hombres, y en personas que previamente era muy activa. Su curso es
fluctuante (hay periodos en los que rozan la normalidad, pero otros que cursa con claro
empeoramiento progresivo con limitaciones funcionales), empeora con el ejercicio y el
8. 7
estrés físico o psíquico. Puede cursar con otros síntomas como dificultad para la
concentración, insomnio, depresión, sudoración nocturna, cambios en el peso…
El síndrome de Fatiga Crónica es un diagnóstico de exclusión, por lo que importante
descartar causas médicas o psiquiátricas de cansancio que cuenten con un tratamiento
específico y debe cumplir uno criterios bien definidos. Si bien es cierto que no existen signos
patognomónicos ni pruebas diagnósticas específicas, es necesario realizar una anamnesis
precisa, exploración física completa y solicitar aquellas pruebas complementarias oportunas.
CRITERIOS DIAGNÓSTICOS
1. Fatiga crónica persistente (al menos durante 6 meses) o intermitente, inexplicada,
que se presenta de nuevo o con inicio definido y que no es resultado de esfuerzos
recientes, no mejora con el descanso, origina una reducción notable de la previa
actividad habitual del paciente (a nivel personal, profesional, social o educacional).
2. Exclusión de otras enfermedades que pueden ser causa de fatiga crónica.
De forma concurrente, deben estar presentes 4 o más de los siguientes, durante al
menos 6 meses, y ser posteriores a la presentación de la fatiga:
1. Alteraciones de la concentración o de la memoria recientes.
2. Odinofagia
3. Adenopatías cervicales o axilares dolorosas
4. Mialgias
5. Poliartralgias sin signos de flogosis
6. Cefalea de inicio reciente o de características diferentes de la habitual
7. Sueño no reparador
8. Malestar postesfuerzo de duración superior a 24h.
TRATAMIENTO
Actualmente no existe un tratamiento específico con intención curativa de este síndrome,
pero sí disponemos de un abordaje multidisciplinar con múltiples herramientas que
consiguen mejorar la sintomatología y por lo tanto la calidad de vida de estos pacientes ya
que permiten una mayor adaptación personal a las actividades cotidianas e integración
social y familiar, pero que no logran modificar el curso natural de la patología.
- Ejercicio físico progresivo, regular y variado, estableciendo un programa
individualizado a cada paciente. Se recomienda que debe realizarse actividad física
durante 30-40 minutos, unos 3-4 días a la semana.
- Terapia cognitivo conductual que logre un acompañamiento individual durante al
menos 4-6 semanas, para mejorar la adaptación y calidad de vida de estos pacientes.
- Los antiinflamatorios consiguen una mejoría clínica en cuanto a las mialgias,
odinofagia y cefalea. Así mismo, existen estudios que recomiendan el empleo de
corticoides en crisis agudas de la enfermedad (Prednisona 10-15 mg/día).
- Antidepresivos. Deben utilizarse en aquellos casos en los que asocie un trastorno
depresivo reactivo al síndrome. Los más empleados actualmente son Sertralina o
Paroxetina, ambos inhibidores selectivos de la recaptación de Serotonina. Otros con
9. 8
perfil más activador sería la Reboxetina (inhibidor selectivo de la recaptación de
Noradrenalina).
- Ansiolíticos como las Benzodiacepinas, solo deben indicarse para tratamiento agudo
de la ansiedad o insomnio, evitando altas dosis y tratamientos prolongados.
10. 9
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