“Somos lanzados al mundo” de manera prematura y en un estado de dependencia total. No pedimos nacer, pero una vez que estamos-aquí, aspiramos a encontrar cierta orientación, a preveer el futuro, a guiar nuestras acciones y comportamientos, a explicar lo que nos sucede. La autonomía es una “estación de llegada” del ser, por lo que pensar la autonomía como fin-final de la educación, nos enfrenta con la clásica pregunta pedagógica: “¿qué es una persona educada?”. William James sostenía que una persona estaba educada cuando era capaz de liberarse a sí misma, actuando no por medio de respuestas instintivas, sino autodirigiendo su capacidad volitiva. Consideraba que el núcleo de la situación educativa radicaba en el tenso juego que se establecía entre la intencionalidad y voluntad educativa del educador y la libertad y la voluntad del educando. En este trabajo, partiremos de estas y otras consideraciones del pragmatista norteamericano en torno a la educabilidad de la voluntad como aspecto central de una educación favorecedora de la autonomía personal. Una autonomía que presentaremos como proceso de conquista individual y autodeterminación personal, indicando, además, la importancia pedagógica de los usos autorreferenciales y performativos del lenguaje que el educando emplea a lo largo de dicho proceso.