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Annals d´Urologia, Vol. 2, num. 3, 2002
Revisió / Revisión
ABORDAJE ANTERIOR DE LA CIRUGIA RENAL
L. Cecchini Rosell
Servicio de Urología. Hospital Germans Trias i Pujol. Badalona.
Barcelona.
La práctica quirúrgica urológica es rica en accesos por
las distintas localizaciones anatómicas de los órganos a tratar. La
regla básica a la hora de escoger un abordaje es que éste debe
permitir una exposición adecuada para realizar la intervención
propuesta y tratar las posibles complicaciones, ya que una mala
exposición aumenta de forma innecesaria la dificultad de la cirugía.
Vamos a tratar el abordaje anterior en la cirugía renal y de
glándula suprarrenal. Es de todos familiar el acceso por laparotomía
media en la cirugía pelviana aunque muchos urólogos optan por la
lumbotomía clásica a la hora de intevenir el riñón. El tipo de
intervención y la patología de base del enfermo puede
condicionarnos el acceso pues puede ser preciso un abordaje
anterior porque el paciente no tolere el decúbito lateral por
insuficiencia respiratoria. Las intervenciones previas y los accesos
utilizados para ellas también pueden modificar esta elección igual
2
que puede existir patología extrarrenal concurrente que precise
tratamiento simultáneo. Al mismo tiempo, la configuración
anatómica específica de un paciente puede facilitar o contraindicar
un tipo de acceso. Así un ángulo subcostal amplio facilitará de gran
manera un abordaje transverso o una gran obesidad limitará el
acceso por laparotomía media. En la cirugía infantil el acceso por
laparotomía media se ve muy facilitado porque el margen costal es
más alto que en el adulto lo que permite una aproximación directa a
los riñones.
El cirujano no debería ser una limitación a la hora de decidir el
tipo de abordaje. El acceso anterior para la cirugía de la celda renal
es una vía útil y debe estar presente en el bagaje del urólogo. El
acceso por vía anterior permite un campo más amplio y facilita el
acceso a los vasos renales a la vez que permite el control de los
grandes vasos si se lesionan. La principal desventaja es el acceso
limitado en los pacientes obesos y el riesgo de crear adherencias
intestinales.
Algunos autores han argumentado sobre las ventajas de tipo
oncológico del acceso por vía anterior en la cirugía tumoral al
permitir un control precoz de los vasos, en concreto del retorno
venoso, antes de la manipulación de la tumoración aunque parece
que una cirugía por lumbotomía con manipulación cuidadosa de la
3
tumoración tiene escaso riesgo de posibilitar una diseminación
hematógena.
Bases anatómicas
La pared abdominal está formada en su parte más anterior por
los músculos rectos abdominales, en número de dos, dispuestos a
ambos lados del ombligo, extendiéndose desde su inserción en el
tercio interno del reborde costal hasta la rama iliopubiana. Están
irrigados por la arteria epigástrica superior, rama de la arteria
subclavia, que discurre por la cara profunda del vientre muscular
desde arriba que se anastomosa con la arteria epigástrica inferior,
rama de la ilíaca externa, de dirección craneal dando ambas
múltiples arterias perforantes.
Lateralmente a éstos se extienden los músculos del flanco, de
superficial a profundo, oblicuo mayor o externo, oblicuo menor o
interno y transverso. Sus vientres musculares se disponen en el
flanco y sus fascias se originan en la columna vertebral y se
extienden en dirección a la línea media por detrás y delante de los
rectos abdominales para unirse con los contralaterales,
conformando las vainas de los rectos. Estos músculos están
ampliamente irrigados lo que permite su sección en cualquier
dirección sin compromiso de su vitalidad. Tampoco existe en su
4
interior ningún vaso de tamaño que impida su sección con
electrobisturí.
Esta conformación permite múltiples incisiones. La única
limitación es debida a los nervios intercostales que discurren entre
el músculo transverso y el oblicuo menor siguiendo un trayecto
oblicuo hacia abajo y hacia delante. En las metámeras por debajo
de las costillas encontramos el nervio iliohipogástrico y ilioinguinal.
La lesión de cualquiera de ellos produce hipotonicidad de la
musculatura inervada con el consiguiente compromiso estético,
aparte de la hipoestesia del dermatoma afectado.
Técnica quirúrgica
El acceso anterior se puede conseguir de varias formas,
compartiendo algunas características entre ellas. Como se ha
comentado, el acceso a través del contenido abdominal tiene
ventajas y desventajas. Permite la exploración de la cavidad
abdominal y su contenido con una exposición del pedículo renal
excelente pero al mismo tiempo posibilita otras lesiones yatrógenas
en el curso de la cirugía y muchos enfermos sufrirán de un íleo
postoperatorio.
En todos los casos se precisa una incisión del peritoneo
parietal lateral al colon (decolación) para rechazarlo medialmente y
5
acceder al espacio prerenal ocupado por una fina capa de grasa.
Debajo está la celda renal cubierta por la fascia de Gerota y
medialmente los grandes vasos. También se puede acceder a los
vasos renales medialmente. En el lado derecho será preciso
practicar una maniobra de Kocher y levantar la segunda porción
duodenal y la cabeza del páncreas para acceder a la vena cava y
renal derecha. En el lado izquierdo la palpación de la aorta y la
abertura del peritoneo que la cubre permitirá identificar la vena renal
izquierda y su arteria ligeramente craneal y más profunda. En
algunos casos será precisa la desinserción de los ligamentos
hepatocólicos o esplenocólicos para un acceso amplio. En el lado
izquierdo, especialmente en cirugía de polo renal superior o
suprarrenal, se aconseja la desinserción de los ligamentos
esplenocólicos de forma precoz para evitar esplenectomías
incidentales.
Tipos de incisiones
- laparotomía media / paramediana
- subcostal simple / ampliada / bilateral
(chevron)
- toracoabdominal
6
Las incisiones verticales son rápidas de realizar y de reparar a
la vez que lesionan menos musculatura. La laparotomía media
suprainfraumbilical permite un buen acceso a la cavidad abdominal
y debe practicarse cuando se plantee la necesidad de valoración de
su contenido o de ambos riñones o suprarrenales en el mismo acto
operatorio. Puede extenderse desde xifoides hasta pubis aunque
para acceder a la celda renal suele ser suficiente una incisión
supraumbilical. Es la incisión de preferencia en traumatismos
renales que precisen de revisión quirúrgica. Se incinde la línea alba,
fácilmente identificable por encima del ombligo, con la precaución al
abrir el peritoneo de desviarse un centímetro hacia la izquierda para
evitar lesionar el ligamento falciforme. El cierre es rápido aunque
debe englobar las dos caras de la vaina de los rectos para evitar
posteriores eventraciones.
Para evitar este problema algunos cirujanos prefieren el
acceso por vía paramediana. Se practica la incisión unos 3 cm
lateral a la línea media y se incinde la vaina anterior del recto, la
cual se separa por disección roma y aguda del vientre muscular.
Separando el músculo hacia el lateral, se incinde la vaina posterior
de forma similar a la anterior para acceder al peritoneo. El cierre
7
posterior es en dos planos que estarán separados por el vientre del
músculo recto anterior.
El acceso subcostal anterior permite un buen acceso a la
parte lateral y al polo renal superior y a la suprarrenal. Obvia la
resección costal por lo que acorta el tiempo quirúrgico. Comparado
con el acceso por lumbotomía ocasiona menos problemas
ventilatorios, menor dolor postoperatorio y consecuentemente
permite una movilización más temprana. El paciente se coloca en
hiperextensión lumbar o con una sábana enrollada debajo de las
últimas costillas. Se incinde la piel dos traveses de dedo por debajo
del margen costal, para facilitar el cierre muscular ulterior, hasta la
punta de la onceava costilla. Se seccionan los músculos oblicuos
mayor y menor, la hoja anterior de la vaina del recto y el propio
músculo. Sobre las fibras del transverso encontramos el décimo
nervio intercostal, que se separa cranealmente y el onceavo
caudalmente, ligando sus vasos si es necesario para una mejor
movilización. Las fibras del transverso son paralelas a la incisión
por lo que pueden separarse de forma roma. Es posible disecar el
peritoneo parietal de la pared abdominal para acceder de forma
extraperitonial a la celda renal, aunque es laborioso y precisa de
disección roma y aguda para evitar desgarros del saco peritoneal,
sobretodo en su parte anterior y alrededor del ombligo. Este acceso
8
proporciona un campo más limitado que la misma incisión con
acceso transperitoneal. Si se quiere acceder vía transperitoneal,
una vez hecha la sección de los planos musculares más
superficiales (oblicuo mayor y menor con la vaina del recto y éste
mismo) se abre el peritoneo en el margen lateral de la vaina de los
rectos, teniendo la precaución en el lado derecho de ligar y
seccionar el ligamento redondo hepático. Una vez abierto,
protegiendo el contenido abdominal con dos dedos, se puede abrir
conjuntamente el resto de pared abdominal con electrobisturí.
Habitualmente esta incisión permite un acceso holgado a la celda
renal. Si fuera preciso, se puede ampliar la incisión por el décimo
espacio intercostal (entre 10ª y 11ª costilla) posteriormente. Al
ampliar de esta forma la incisión se deben cortar cuidadosamente
las inserciones del diafragma a la pared costal y evitar lesionar la
pleura.
En caso de precisar mayor acceso se puede extender la
misma incisión de forma simétrica a nivel subcostal contralateral.
Esta incisión completa se denomina en ‘chevron’ (^) y permite un
acceso magnífico a todo el abdomen, siendo utilizada
habitualmente en la extracción de órganos para trasplante. Tiene el
inconveniente que lesiona inervación bilateral de la pared
abdominal. Para cerrar estas incisiones es preciso aproximar la
9
línea alba y seguidamente confrontar peritoneo, fascia transversalis,
músculo transverso y cara posterior de la vaina del recto en un
plano con una sutura continua reabsorbible y el oblicuo interno,
externo y cara anterior de la vaina del recto en otro plano con
puntos sueltos reabsorbibles.
La incisión toracoabdominal varía el eje respecto la subcostal
para hacerse vertical y se dibuja uniendo un espacio intercostal
(habitualmente el situado por encima de la décima o novena
costilla) con la vertical de la línea alba. Es muy útil en el acceso a
grandes tumoraciones suprarrenales o de polo renal superior o
cuando existen trombos tumorales en la vena cava. En esos casos
permite liberar el hígado de sus inserciones ligamentosas
(ligamento triangular derecho y coronario) para luxarlo
intratorácicamente y abordar la cava retrohepática. Tiene los
inconvenientes de que implica la sección del diafragma y la pleura
parietal y lesiona más inervación abdominal. El paciente se coloca
en una posición semioblicua 30º con una sábana enrollada bajo el
hombro y con la mesa en hiperextensión. La incisión se practica
sobre el espacio intercostal escogido y se curva en dirección caudal
para continuar por la línea media o paramediana. Se seccionan el
dorsal ancho, el serrato posteroinferior y el oblicuo mayor por
encima de la costilla inferior del espacio escogido para seccionar
10
seguidamente los músculos intercostales y la pleura justo en el
margen craneal de ésta. Es prudente incindir la pleura en
inspiración para poder observar el pulmón y evitar su lesión. El
cartílago costal se secciona con tijera o electrobisturí. Se continua
con la sección del diafragma en sentido radial hacia la parte más
periférica del músculo para evitar la lesión del nervio frénico. La
incisión se completa anteriormente con la sección del oblicuo
interno y transverso y la vaina del recto y su vientre muscular. La
mejor entrada al peritoneo es el margen lateral de la vaina del recto
homolateral una vez seccionado éste. El cierre precisa de la
reconstrucción del diafragma con una sutura continua reabsorbible
dejando los nudos por la cara abdominal. Se debe dejar un drenaje
pleural. El drenaje pleural debe ser de un calibre no menor a 20 Ch
y se coloca por una incisión por punción dos espacios intercostales
por encima de la incisión en la línea axilar anterior con el extremo
orientado cranealmente, fijándose a la piel con un punto de seda
grueso. Éste puede retirarse al tercer día si no hay fuga aérea y una
vez comprobada la correcta reexpansión pulmonar. Se aproxima el
cartílago costal con un punto en U. Se cierran los músculos
intercostales junto con la pleura con una sutura continua
reabsorbible empezando desde el margen posterior para anudar
luego el punto del cartílago. La pared abdominal se sutura en dos
11
planos, una continua reabsorbible en el plano profundo que englobe
peritoneo, transverso y oblicuo interno y un plano más superficial
con puntos sueltos reabsorbibles para cerrar el oblicuo mayor en la
parte anterior y el dorsal ancho en la parte posterior de la incisión.
En resumen, el acceso por vía anterior en la cirugía renal y
suprarrenal es una vía excelente para procedimientos mayores de
riñón, uréter y glándula suprarrenal a la vez que útil y necesario en
muchas circunstancias por lo que debe dominarse y practicarse de
forma habitual. En cada caso deben valorarse los pros y contras en
función del paciente y de la enfermedad a tratar para escoger el
acceso idóneo.
Bibliografía
Hinman. Atlas of Urologic Surgery. 2nd
Ed. WB Saunders Company
1998. p.854
Annals d´Urologia, Vol. 2, num 3, 2002
Cas clinic / Caso Clínico
OBSTRUCCIÓN URETERAL SECUNDARIA A LA RECIDIVA
RETROPERITONEAL DE UN ADENOCARCINOMA
GÁSTRICO
C.X. Raventós Busquets, E. Tremps Velázquez, E. Sotelo Burillo, I.M.
de Torres Ramírez, J.A. de Torres Mateos
Servicio de Urología. Hospital General Universitari Vall d’Hebron.
Barcelona.
Resumen
Presentamos un caso de obstrucción ureteral secundaria a la
invasión extrínseca por un tumor retroperitoneal metastásico, en un
enfermo de 70 años, a los veinte meses de ser intervenido de un
adenocarcinoma gástrico. El cuadro se inicia en forma de cólico nefrítico
severo. Los tumores retroperitoneales raramente debutan con dolor
lumbar cólico, y por tanto son una causa poco frecuente de dolor en
dicha localización. No obstante, su diagnóstico debe considerarse en
aquellos pacientes con dolor lumbar rebelde al tratamiento habitual,
particularmente si presentan antecedentes neoplásicos. Existe una
importante fibrosis asociada a la recidiva retroperitoneal, provocando
con más frecuencia un compromiso ureteral. Realizamos asimismo una
revisión de los pocos casos de recidiva retroperitoneal de
adenocarcinoma gástrico publicados hasta hoy.
Caso clínico
Se trata de un paciente varón de 70 años de edad, sin alergias
medicamentosas conocidas y con el antecedente patológico de
tuberculosis pulmonar en la juventud. Operación de Billrroth I al
diagnosticarse adenocarcinoma gástrico antral a los 68 años. Resultado
anátomo-patológico: adenocarcinoma difuso de estómago, que infiltra
hasta serosa, con márgenes de resección libres; invasión ganglionar
linfática(10/20). Colecistectomía por colelitiasis en la misma
intervención. Posteriormente prosiguió controles por el Servicio de
Cirugía General, sin objetivarse recidiva local de la neoplasia en la
última TAC de control al año y dos meses de la intervención. Asimismo
no se observaron adenopatías aumentadas de tamaño ni
intraabdominales ni retroperitoneales. No obstante existía la presencia
de dilatación uréteropielocalicilar derecha, visualizándose uréter hasta
tercio medio donde había un aumento del grosor de la pared del mismo
aunque sin existir imágenes de compresión extrínseca. Hasta este
momento el paciente no había presentado clínica alguna, reflejo de
dicha ectasia.
A las pocas semanas acudió a Urgencias de nuestro centro por
cuadro agudo de dolor cólico derecho que se acompaña de fiebre
termometrada de 38ºC y vegetatismo (náuseas y vómitos). No refería
hematuria ni síndrome miccional, ni cambios en el hábito intestinal.
Exploración física
A su llegada el paciente presentaba un estado general afectado
por el dolor con constantes estables y temperatura de 38,3ºC.
Auscultación cardiorrespiratoria normal. En la exploración abdominal el
abdomen era blando y depresible, sin signos de peritonismo, aunque la
palpación profunda de hemiabdomen derecho era dolorosa. No se
palpaban masas ni visceromegalias y el peristaltismo estaba
conservado. Asimismo, los genitales externos eran normales y en el
tacto rectal la próstata era mediana, no dolorosa, sin nódulos.
Exploración analítica
Bioquímica: glucosa 95 mg/dl, urea 36 mg/dl, creatinina 1 mg/dl,
Na 140 mEqu/L, K 4.7 mEqu/L, amilasa 133 U/L. Hemograma: Hto 47%,
5,08 hematies, 15.7 Hb, 14500 leucocitos con 83% segmentados,
389000 plaquetas. Pruebas de coagulación: Dentro de la normalidad.
Sedimento de orina: 49 hematies
Técnica de imágenes
En el Servicio de Urgencias se realizó radiografía de tórax que fue
normal y de abdomen donde no se visualizó ninguna imagen
radioopaca sugestiva de litiasis ni ninguna alteración de interés.
A las 12 horas del ingreso y tras tratamiento antibiótico y
analgésico el paciente mejoró analítica y clínicamente sin requerir
drenaje urgente de la vía urinaria. Analítica de control a las 12 horas:
10200 leucocitos con 74,1%N, 15,2%L. Urocultivo: positivo a
Pseudomona aeruginosa sensible a todos los antibióticos testados.
Durante el ingreso se realizaron las siguientes exploraciones:
Urografía intravenosa: captación simétrica de contraste; eliminación
derecha con cierto retraso, visualizándose moderada dilatación
pielocalicilar y de uréter proximal: uréter terminal visible; impronta
prostática en suelo vesical; paredes vesicales irregulares con presencia
de un divertículo superior, sugestivo de vejiga de lucha (Figura 1).
Ureterografía retrógrada: uréter distal de aspecto normal;
rectificación del uréter medio con stop a dicho nivel sin visualizarse
paso de contraste a uréter proximal; asimismo el paso del catéter fue
imposible y la exploración tuvo que suspenderse al iniciar el paciente
dolor cólico intenso.
TAC abdómino-pélvico: engrosamiento mural a nivel de area de
anastomosis esofágica con infiltración de la grasa adyacente
perigástrica sin cambios respecto a la TAC previa; hidronefrosis renal
derecha con restos de contraste del intento de ureterografía retrógrada
en pelvis renal y uréter evidenciándose un engrosamiento mural al nivel
de tercio medio ureteral hasta donde llega catéter (Figuras 2 y 3).
Ante estos hallazgos y previo a cualquier procedimiento quirúrgico
se estudió el funcionalismo renal mediante el radiofármaco MAG – 3
marcado con tecnecio, con una correcta incorporación del mismo,
observándose tanto en las imágenes secuenciales como en la curva
renográfica un patrón acumulativo sin respuesta al diurético que
evidenció una clara obstrucción renal derecha. El porcentaje de
captación relativa para cada riñón fue del 42% RD y 58% RI.
Procedimiento terapéutico
Se procedió a la intervención quirúrgica mediante incisión
lumboilíaca derecha subcostal. Tras la apertura por planos se objetivó
uréter derecho de difícil disección proximal por importante fibrosis
retroperitoneal a dicho nivel que lo englobaba. Se observó vaso
arterial polar junto al venoso que lo cruzaba en su porción más
fibrosada. Se realizó disección de los mismos junto a liberación de
todo el uréter desde la pelvis. Asimismo el polo superior del riñón
derecho también fue liberado permitiendo su descenso. Seguidamente
de procedió a resección de todo el segmento ureteral enfermo, de
unos 3 centímetros, remitiéndose al Servicio de Anatomía Patológica
para estudio peroperatorio.
Tras conocerse resultado se optó por realizar anastomosis
ureteral término-terminal que fue posible sin tensión al nivel de los
bordes anastomóticos. Se colocó previamente catéter ureteral “doble
J”.
Anatomía patológica
A pequeño aumento se observa una disminución de la luz
ureteral por la invasión extrínseca de un tejido donde a mayores
aumentos se observa una difusión de células atípicas que infiltran con
marcada desmoplasia asociada con patrón en fila india,
identificándose ocasionalmente células en anillo de sello, vacuoladas.
La invasión es predominantemente adventicial, aunque afecta
focalmente muscular externa ureteral, con una marcada
colagenización y fibrosis asociada a dicho nivel. No se observan
fenómenos de displasia urotelial. Con la tinción de tricrómico de
Masson destacan la amplia fibrosis colágena presente. Asimismo, con
la tinción de las citoqueratinas se demuestra el origen epitelial de la
neoplasia (Figuras 4 y 5).
Diagnóstico final
Invasión extrínseca ureteral por adenocarcinoma escasamente
diferenciado con células en anillo de sello.
Discusión
Un cuadro de dolor lumbar agudo irradiado a zona inguinal es un
síntoma típico de un cólico ureteral y una causa frecuente de consulta
en los servicios de urgencias. Múltiples son las causas que pueden
producir este cuadro clínico. El dolor de origen renal se refiere en el
ángulo costo vertebral y es causado por distensión aguda de la cápsula
renal debido en este caso a una obstrucción. Se conoce que el dolor de
origen retroperitoneal, raramente es cólico, se localiza en el abdomen y
prefiriendo los enfermos, evitar el movimiento y adoptar posturas
antiálgicas, asimismo se irradia con frecuencia hacia al hombro debido
a la irritación del diafragma y del nervio frénico. Otros diagnósticos
diferenciales de un cólico ureteral agudo a ser considerados pueden
ser: apendicitis aguda o perforada, un aneurisma de aorta abdominal o
una pancreatitis. Con las técnicas de imagen observamos una
obstrucción extrínseca al nivel del tercio medio ureteral derecho que
debuta como un dolor cólico. Como hemos comentado, las afectaciones
retroperitoneales no suelen manifestarse como dolor lumbar y por tanto
es una causa infrecuente de dolor a dicho nivel. Bien es cierto que el
paciente presentaba una complicación infecciosa que agudizó la
sintomatología y que se resuelve con tratamiento antibiótico.
Una de las patologías más frecuentes del retroperitoneo es la
fibrosis retroperitoneal. Se trata, tal como lo describió Ormond1
en 1948,
de una placa fibrosa o masa que envuelve a los grandes vasos a nivel
de la aorta abdominal, extendiéndose a veces hasta hilio renal. En su
progresión los uréteres son modificados en su trayectoria
medializándose hacia la aorta provocando un cuadro obstructivo
extrínseco. En su estadio inicial los signos clínicos más frecuentes son
los dolores abdominales inespecíficos junto a un cuadro tóxico
inespecífico, que puede ser producto de la insuficiencia renal.
Como vemos la entidad más frecuentemente identificada con el
retroperitoneo es la fibrosis idiopática. No obstante, también existen
procesos neoplásicos, que pueden afectar el retroperitoneo y que deben
tenerse en cuenta.
Los tumores retroperitoneales primarios son tumores raros con
una frecuencia aproximada entre 0,1 y 0,3%2 - 5
. Sin embargo, el
porcentaje de malignidad es elevado (70-91%)5 - 7
. Es posible que la
incidencia verdadera de estos tumores sea algo mayor, al ser difícil el
establecer muchas veces el origen retroperitoneal de las lesiones. Estos
tumores pueden ser de distintos tipos de acuerdo con el origen celular.
Tres serían según su origen, los principales grupos de tumores
retroperitoneales: los tumores de origen mesodérmico, neurogénico y
los que se originan en restos embrionarios o en la notocorda (Tabla I).
Los tumores más comunes son los linfomas (un tercio de los
casos), seguidos en frecuencia por los neuroblastomas y los
liposarcomas. Se ha descrito
en alguna ocasión la afectación ureteral extrínseca por alguno de estos
tumores concretamente un feocromocitona ectópico8
y el
xantogranuloma retroperitoneal en un niño de 8 años9
.
También existen metástasis originadas en tumores primarios de
cualquier parte del cuerpo que pueden propagarse hacia el
retroperitoneo. Esta afectación puede producirse de dos maneras: 1)
por extensión directa de un cáncer vecino o 2) por metástasis en los
ganglios linfáticos retroperitoneales. Es este tipo de tumores
retroperitoneales los que de manera más frecuente pueden ocasionar
una obstrucción ureteral. En una revisión realizada por Constance
Parkinson y colaboradores, de 49 neoplasias retroperitoneales, solo 6
pacientes presentaban uropatía obstructiva como modo de
presentación, en 5 de los cuales el origen era
metastásico23
. La localización primaria se trataba de una neoplasia de
cérvix en 2 casos, vesical en dos casos y páncreas en 1 caso. Estos
tumores metastásicos con frecuencia invaden el retroperitoneo y los
linfáticos periureterales encastrando
al uréter y provocando obstrucción 11, 12
. Esta i nvasión provoca el
desplazamiento o angulación del uréter. La afectación ureteral puede
ser extensa o un segmento corto10
.
Según Campbell, los cánceres originados en cuello uterino, próstata
y vejiga son los que con más frecuencia, dentro de los tumores
retroperitoneales secundarios, producen una obstrucción ureteral
extrínseca (representan un 70%)24
(Tabla II). Son precisamente estos
tumores los que invaden retroperitoneo por extensión directa y afectan
habitualmente al tercio inferior del uréter. Estos tumores pueden
comprimir la pared ureteral o invadir la serosa, muscular y mucosa
ureteral. Los más frecuentes son junto a los ya mencionados de cérvix,
próstata y vejiga, los de endometrio, sigma y recto. En un 60-70% de los
casos, la obstrucción ureteral tiene lugar en el curso de los dos años
posteriores al diagnóstico primario, pero puede observarse hasta 20 años
después del mismo13
.
Cuales son las manifestaciones clínicas de la afectación del
retroperitoneal: Cuando se trata de tumores retroperitoneales primarios la
mayoría de los pacientes presentan en el momento de la consulta una
masa ocupante en el abdomen y dolor, pero la sintomatología inicial
puede ser muy diversa dependiendo sobretodo de la altura y localización
del tumor. Pueden existir síntomas gastrointestinales o genitourinarios,
así como manifestaciones producto
de la afectación de estructuras neurológicas y vasculares. El carcinoma
de páncreas se inicia a menudo con dolor, pero éste se localiza en la
espalda en menos del 5% de los pacientes, y el dolor severo representa
normalmente invasión retroperitoneal y enfermedad avanzada15
. Los
sarcomas de origen retroperitoneal son raros, siendo menos del 0,2% de
todos los tumores de los adultos. Éstos últimos se asocian
frecuentemente a uropatía obstructiva, y el síntoma inicial puede ser el
dolor en fosa inguinal16
.
Sólo la uropatía obstructiva es el único modo de presentación más
claramente asociado a un grupo histopatológico concreto: la enfermedad
metastásica. Bien es cierto que los síntomas asociados a la obstrucción
ureteral pueden estar enmascarados por los síntomas asociados con el
tumor primario y también con otras metástasis. Como en nuestro caso, el
dolor lumbar, la sepsis y la fiebre pueden anunciar la obstrucción ureteral
extrínseca. Pero solo en un pequeño subgrupo de pacientes es este
cuadro el primer indicio de cáncer. A menudo la obstrucción del uréter no
se sospecha hasta que el paciente desarrolla un cuadro d oliguria anuria
o uremia como consecuencia de la afectación bilateral14
.
Dunning y colaboradores realizan una revisión de 6 pacientes que
inician dolor lumbar cólico irradiado a fosa ilíaca que etiquetados
inicialmente como cólico ureteral y cuyo diagnóstico final fue de neoplasia
retroperitoneal: 3 carcinomas de páncreas, una recidiva de tumor
germinal, adenocarcinoma de yeyuno y un seminoma anaplásico
retroperitoneal. En todos los pacientes el dolor era difícilmente
controlable con la analgesia habitual. Cabe destacar que en los casos
descritos la obstrucción ureteral estaba provocada por adenopatías o
compresión tumoral directa más que por fibrosis retroperitoneal difusa25
.
Thomas y Chisholm describen en su trabajo 19 casos de fibrosis
retroperitoneal maligna, 14 de los cuales presentaron inicialmente dolor
lumbar aunque asociado al mismo tiempo o poco después un cuadro de
uremia14
. Dada la rareza de esta patología es fácil pensar que no sea una
de las entidades a tener inicialmente en cuenta cuando un paciente
acude a Urgencias con dolor lumbar cólico. La pruebas rutinarias pueden
ser normales. Dunning et al, en sus 6 casos con este inicio, tres de los
ultrasonidos realizados y 4 de las urografías eran normales a pesar del
dolor tan severo de los pacientes; tanto es así que en 2 de ellos se
diagnosticó un posible síndrome de Munchausen. La urografía
intravenosa es un estudio diagnóstico útil. El uréter puede estar
desplazado y a veces es posible apreciar una obstrucción ureteral parcial
y completa. El estudio también sirve para valorar el riñón contralateral ya
que en el 25% de los casos la nefrectomía es necesaria para lograr una
resección completa del tumor18
. Como en nuestro caso, la uretrografía
retrógrada puede estar indicada si no se logra una visualización completa
y clara de las vías urinarias superiores. La ecografía y sobretodo la TAC,
proporcionan información valiosa con respecto el tamaño, y la
configuración del tumor, la magnitud de la invasión y la relación con
estructuras vecinas18
. La RN, permite obtener una información similar y
además puede ser útil para determinar el tipo de tumor. En muchos
casos la biopsia transabdominal guiada por TAC o ultrasonografía es útil
en el diagnóstico, con un índice de certeza del 85% para la detección de
invasión de ganglios linfáticos por tumores de origen epitelial. Por otro
lado, Hidai et al describe 9 casos de metástasis en el trayecto de la aguja
tras la punción de un sarcoma retroperitoneal19
.
El diagnóstico histológico de las tumoraciones retroperitoneales
puede ser problemático, sobre todo en aquellas neoplasias metastásicas,
por la importante fibrosis retroperitoneal existente asociada a este origen
tumoral con células malignas esparcidas en el denso magma de
colágeno. La conciencia de este fenómeno provoca el exámen de
numerosas secciones buscando células malignas antes de etiquetar el
caso de fibrosis retroperitoneal primaria, la cual, en su estado no
inflamatorio tiene la apariencia de un tejido fibroso hialinizado20
.
También Constance Parkinson y colaboradores, observan que 9 de
las 12 neoplasias retroperitoneales metastásicas están asociadas a una
densa fibrosis23
.
El tumor metastásico retroperitoneal originario de un carcinoma gástrico
con implicación ureteral es una afección descrita en pocas ocasiones en
la literatura.
Tres son los casos descritos: 1) El primero en 1984 dentro de la serie de
Constance Parkinson 23
, en un varón de 67 años, cuyo modo de
presentación fue hematuria y dolor lumbar. La neoplasia gástrica fue
confirmada de manera concomitante mediante estudio baritado. 2) El
segundo se trata de una mujer de 60 años con una historia dolor cólico
severo de dos meses de evolución, acompañado de un síndrome tóxico.
Como antecedente, se le había realizado una
resección de intestino delgado por adenocarcinoma de yeyuno 18 meses
antes. La recidiva, diagnosticada por TAC, consistía en adenopatías
retroperitoneales 25
. 3) El tercer caso proviene del Japón en una mujer
de 56 años que había sido sometida a gastrectomía parcial distal por
adenocarcinoma gástrico 3 años antes, siendo la cirugía
presumiblemente curativa. El cuadro se inicia con hematuria y dolor
lumbar. Se realizó UIV y uretrografía retrógrada que demostraban la
obstrucción. La biopsia ureteral endoscópica solo mostró cambios
inflamatorios. Al aumentar la hidronefrosis, se realizó ureterectomía
parcial, cuyo análisis confirmó la presencia de adenocarcinoma21
. Los
adenocarcinomas gástricos se localizan fundamentalmente en antro y
píloro y macroscópicamente aparecen como lesiones sésiles, ulcerosas,
polipoides o de carácter difuso. Muchos carcinomas difusos, secretores
de moco, condicionan una notable reacción fibrosa que proporciona un
engrosamiento y una rigidez especial llamada linitis plástica. Según la
clasificación de Lauren, existen 2 tipos principales de adenocarcinomas
gástricos: 1) el intestinal que deriva de áreas de metaplasia intestinal, de
tipo glandular con o sin proyecciones papilares y 2) el tipo difuso,
formado por células pequeñas, con citoplasma PAS +, que forman
glándulas pequeñas, nidos irregulares, o que infiltran aisladamente.
Algunas células pueden tener en el citoplasma, abundante moco que
desplaza el nucleo hacia la periferia, llamándose
células en anillo de sello. Las mitosis son escasas. Dentro de este tipo se
encontraría la linitis plástica cuando la desmoplasia del estroma es
marcada. Esta desmoplasia, que también vemos en la recidiva
retroperitoneal del adenocarcinoma gástrico, es la responsable del
engrosamiento de la pared gástrica en el tumor primitivo y puede ser tan
marcada que la identificación de las células cancerosas sea difícil. Esta
fácil tendencia a la fibrosis se ve reflejada en la descripción de un caso
por Dohmen y colaboradores22
donde existe una importante fibrosis
retroperitoneal tumoral con células en anillo de sello, asociada a un
adenocarcinoma gástrico escirro, que provoca un cuadro de uremia por
hidronefrosis bilateral.
En definitiva, debemos considerar la presencia de patología tumoral
retroperitoneal en aquellos pacientes de inician dolor lumbar rebelde al
tratamiento habitual y sobretodo si presentan antecedentes neoplásicos,
al ser la enfermedad metastásica retroperitoneal la que provoca con más
frecuencia, por sus características histológicas, un compromiso ureteral.
Bibliografía
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compresion by one inflamatory process. J Urol 59: 1072, 1948
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Figura 1. Marcada hidronefrosis derecha en la Urografía intravenosa.
Figura 2. Importante dilatación pielocalicilar con contraste residual de la
uretrografía retrógrada.
Figura 3. Corte que muestra la fibrosis periureteral maligna.
Figura 4. Reducción de la luz ureteral por invasión
extrínseca con marcada desmoplasia.
Figura 5. Células atípicas difusas. Presencia ocasional
de células en “anillo de sello”.
Tabla I
Tumores retroperitoenales primariosTumores de origen mesodérmico
Benignos:
Lipoma, leiomeioma, fibroma, rabdomioma, limfan-gioma, myoxoma,
hemagioma, hemangiopericitoma, xantoranuloma.
Malignos:
Liposarcoma, leiomiosarcoma, fibrosarcoma, rabdo-miosarcoma,
linfoangiosarcoma, mixosarcoma.
Tumores de origen neurogénico
Neurofibroma no capsulado, neurilenoma capsulado, schwamona
maligno, ganglioneuroma, simpaticoblastoma, neuroblastoma,
paraganglioma, feocromocitoma.
Tumores derivados de restos embrionarios
Teratomas malignos y benignos, cordomas.
Tabla II. Tumores retroperitoneales secundarios capaces de provocar
una obstrucción extrínseca (por orden decreciente de frecuencia)
– Cuello uterino
– Próstata
– Vejiga
– Colon
– Ovario/útero
– Estómago
– Mamas
– Ganglios linfáticos
– Páncreas
– Pulmón
– Vesícula biliar
– Testículo
– Intestino delgado
Annals d´Urologia, Vol. 2, num. 3, 2002
Revisió / Revisión
TRATAMIENTO DE LOS CARCINOMAS VESICALES
INFILTRANTES
A. Franco, R. Gutiérrez, P. Carretero
Servicio de Urología. Hospital Clínic i Provincial de Barcelona.
Introducción
El cáncer vesical es una patología frecuente (el quinto en
importancia en nuestro medio), con una incidencia anual de 19,5
casos por 100.00 habitantes1
y una mortalidad anual de 4/100.000.
Sin embargo, la elevada tendencia de los mismos a la recidiva hace
que se trate de una de las patologías más frecuentes para el
urólogo. Es mucho más frecuente en la raza blanca, aunque la
mortalidad en la raza negra sea superior. Afecta
predominantemente a los hombres con una proporción de 3:1
respecto a las mujeres.
La mayor parte de los tumores vesicales tienen su origen en el
urotelio (epitelio transicional), mucosa capaz de ponerse en
contacto con la orina. El cáncer vesical más frecuente es el
carcinoma de células transicionales. En la vejiga podemos
encontrar otros tipos de tumores, como el carcinoma escamoso
(asociado a factores irritativos o a la esquistosomiasis) y el
adenocarcinoma, aunque con una frecuencia mucho menor (6% y
2% respectivamente).
Clasificación
El 80% de los carcinomas transicionales vesicales se
presentan como tumores “superficiales”, esto es, con afectación
parietal exclusiva de la mucosa (estadio Ta) o a lo sumo del tejido
conectivo submucoso que se encuentra por debajo de la misma o
corion (estadio T1). Los tumores en estos estadios se caracterizan
por su tendencia a la recidiva tras la resección transuretral, su
multicentricidad y buen pronóstico si se hace un correcto
seguimiento. La presentación única o múltiple parece estar
relacionada con la tendencia a la recidiva. Así, los tumores
superficiales únicos recidivan en un 30 % los múltiples tienen una
posibilidad de recidiva de hasta un 70 %.
Los tumores vesicales “infiltrantes” presentan un mayor grado
de afectación de la pared vesical. La infiltración de la muscular
superficial (T2), de la musculatura profunda (T3a), de la grasa
perivesical (T3b), o de órganos vecinos como próstata, vagina,
hueso o músculo (T4), confieren lógicamente un peor pronóstico al
tumor. No olvidemos que un 50 % de tumores en estadio T2 han
fallecido a los cinco años a pesar de una correcta cirugía radical o a
la poliquimioterapia. La clasificación TNM evalúa la posible
afectación o no de ganglios linfáticos (N) o la presencia de
metástasis a distancia (M). Un 20% de los tumores vesicales se
presentan de entrada como tumores infiltrantes, con una forma de
crecimiento de tipo “sólido”, es decir, no papilar. Esta forma de
debutar suele asociarse con altos grados de malignidad celular
(GIIl), y presentan una elevada mortalidad a dos años sin
tratamiento. Además, y a pesar de un correcto tratamiento, el 50%
de los mismos muere de metástasis y hasta un 10-15% presentan
recidivas locales. Clínicamente presentan el problema de la
cortedad de la fase preinvasiva, lo que condiciona la posibilidad de
un tratamiento curativo. No hay una explicación lógica para
entender esta forma de presentación. Cabe tanto la hipótesis de
una etapa sintomática muy corta asociada a una invasión y siembra
de metástasis muy precoz, como un posible comportamiento
peculiar de este tipo de tumor, con afectación muscular precoz y
seguidamente invasión de la mucosa. La lesión endoluminal tardía
podría explicar la casi ausencia de síntomas hasta fases
clínicamente avanzadas.
Además de clasificar los tumores según su nivel de invasión
local es necesario conocer el grado de diferenciación celular del
tumor. Lógicamente los estadios más superficiales suelen asociarse
a grados bien diferenciados y los infiltrantes a los menos
diferenciados. Sin embargo, en ocasiones podemos hallar estadios
superficiales con grados de anaplasia elevados (pTl GIII). En estos
casos la actitud terapéutica agresiva temprana puede evitar la
aparición de un tumor infiltrante a corto plazo.
Desde el punto de vista de su presentación los tumores
vesicales pueden aparecer como superficiales (la mayor parte) o
como tumores infiltrantes. Evolutivamente, los tumores vesicales
pueden recidivar sin aumentar su grado o por el contrario progresar
su desdiferenciación, lo que suele llevar consigo un aumento del
estadio. Esto se viene observando en un 10-30 % de los tumores
vesicales superficiales recidivados. Son elementos de alarma
dentro de la evolución de un tumor vesical el cambio de grado de I-
II a II-IV, la recidiva cada vez más rápida y numerosa hasta llegar a
ser difusa (papilomatosis vesical), la constatación de lesiones
inflamatorias alrededor de las recidivas y la pérdida de los
antígenos de superficie de las células uroteliales. A ellos puede
asociarse hoy, aunque aún en el ámbito experimental, la pérdida del
gen supresor p53 y otros marcadores genéticos, tales como
pérdidas cromosómicas, mutaciones del gen Hras y del p53,
expresión aumentada del receptor o del Rb-l, EGF, TGF-alfa y TGF-
beta. etc.
La tendencia a la recidiva es el motivo más o menos
extendido de seguir al paciente y practicar un meticuloso
seguimiento mediante cistoscopias, ecografías y citologías al
menos cinco años tras la última recidiva. Aunque la presentación de
tumores uroteliales en el riñón es relativamente rara, no debemos
olvidar que un correcto seguimiento precisa una meticulosa
evaluación de la vía urinaria superior mediante la pielografía.
Etiología
En el cáncer vesical se han definido un buen número de
factores etiológicos y grupos de riesgo desde que Rehn en 1895
asociara esta patología con los trabajadores de una fábrica de
anilinas. La posibilidad de factores múltiples y la elevada latencia
que alguno de los compuestos podrían tener dificulta una correcta
catalogación de los posibles causantes de esta neoplasia. Se han
descrito asociaciones con trabajadores de pinturas, tintes, cuero,
caucho, textil, maquinaria pesada, conductores, peluqueros,
trabajadores del café, etc.
Diagnóstico
La sintomatología característica de las neoplasias vesicales la
constituye la hematuria total con coágulos oligosintomática. La
presencia de Cis suele ocasionar preferentemente fenómenos
irritativos. Por su parte, los tumores vesicales infiltrantes suelen
debutar con hematuria y sintomatología irritativa, lo que suele
traducir fenómenos de infiltración. La localización del tumor también
se asocia con características patológicas típicas. Una localización
en la zona trigonal puede ocasionar ureterohidronefrosis y si se
localizan en el cuello, obstrucción infravesical.
Para confirmar la sospecha clínica de un tumor vesical
tenemos varias armas diagnósticas. La citología urinaria en manos
expertas puede orientar un cuadro poco definido hacia este
diagnóstico. Sin embargo, su positividad está sujeta a muchos
falsos positivos, por lo que sólo puede ser tenida en cuenta de
modo orientativo. La ecografía vesical muestra claramente la
presencia de masas parietales. Sin embargo no es posible
determinar si se trata de coágulos adheridos o masas neoplásicas.
La cistoscopia constituye un pilar básico en el diagnóstico. La
utilización cada vez más extendida de cistoscopios flexibles permite
hacer más tolerable esta exploración. Además podemos en el
mismo acto tomar pequeñas biopsias con pinza fría de lesiones
sospechosas.
Técnicas como la urografía endovenosa sólo tienen utilidad en
la evaluación de la vía superior. Un tumor de vía precisa una buena
exploración urográfica para sentar una sospecha que permita su
diagnóstico. El TAC y la RM, así como la gammagrafía ósea tienen
su utilidad en el estadiaje del tumor. Una base vital en el
diagnóstico de los tumores vesicales la constituye el estudio
anatomopatológico ya no sólo de la pieza, sino del limite de
resección y de las biopsias vesicales aleatorizadas2
que se suelen
practicar simultáneamente con la RTU. Sólo con este dato
estaremos en condiciones de filiar correctamente el tumor y tomar
decisiones oportunas.
Pronóstico
Los tumores vesicales pueden agruparse en dos grandes
grupos. Aquellos con bajo riesgo de recidiva y progresión (tumores
solitarios, Ta, GI-1I, menores de 3 cm., tumores primarios, con
citología urinaria negativa sin Cis asociado y buena respuesta al
tratamiento a los 6 meses) y los de riesgo elevado de recidiva y
progresión (tumor múltiple, T1 o mayor, Grado III, de más de 3 cm.,
tumor recidivante con citología positiva, con displasia y Cis
asociados y mala respuesta al tratamiento).
La posibilidad de progresión de un Ta es del 4-6 % mientras
que llega a un 29% para los T1, un 40% para un T1GIII y hasta del
60-80% para los que además se asocian a un Cis multifocal3
.
Parece que en los tumores infiltrantes el factor pronóstico más
potente lo constituye la presencia de ganglios linfáticos afectos. Por
supuesto, la presencia de metástasis a distancia tiene un pronóstico
infausto.
Llegados a este punto podemos asegurar que el tiempo de
curación de los tumores vesicales que prevemos van a ser
infiltrantes, es corto. Ello asociado a las bajas tasas de
supervivencia de los tumores tratados con radioterapia o
quimioterapia nos obliga a un planteamiento quirúrgico agresivo
antes de que exista afectación extravesical de la neoplasia.
Tratamiento
Aproximadamente el 80% de los tumores vesicales son
superficiales (Ta, T1), siendo el tratamiento estándar la Resección
Transuretral (RTU) seguida o no de quimioterapia endovesical o
inmunoterapia. Sin embargo, el 15% se convertirán en infiltrantes,
aunque ello va a depender del grado histológico. De los tumores T1
GIII evolucionarán a infiltrantes entre un 30 y un 50%, por lo que
estos tipos de tumores requerirán un tratamiento más agresivo que
los Ta.4
Para los tumores vesicales infiltrantes (T2, T3, T4), el
tratamiento estándar sigue siendo la cistectomía radical.
La RTU es el primer paso para establecer el estadio del
tumor, aunque ésta no puede asegurar con exactitud en todos los
casos el grado de infiltración. Existen series largas que demuestran
que hay un porcentaje variable (23% - 60%)5
donde el estadio
clínico no se corresponde con el estadio patológico.
Cuando con la RTU podamos asegurar que hemos resecado
completamente el tumor, éste puede ser el tratamiento quirúrgico
electivo y estaría indicado en un porcentaje pequeño de pacientes
bien seleccionado, siempre completándose con radio o
quimioterapia. Se han llegado a comunicar supervivencias similares
a las obtenidas con cirugía radical6
.
Otra de las opciones terapéuticas en el tumor vesical
infiltrante es la cistectomía parcial, que tiene la ventaja de que se
conserva la vejiga, pero hay publicadas recurrencias de hasta un
70%7
. Estaría indicada en los tumores localizados en la cúpula
vesical y en un divertículo vesical. Menos de un 15% de los
pacientes diagnosticados de un tumor vesical infiltrante serian
candidatos a la cistectomía parcial8
. Los criterios de selección han
de ser estrictos y el seguimiento muy cuidadoso.
La cistectomía radical sigue siendo el tratamiento estándar del
carcinoma vesical infiltrante. La mejor selección de los pacientes y
los avances en las técnicas quirúrgicas y anestésicas ha significado
un aumento en la supervivencia a los 5 años. La calidad de vida de
los pacientes sometidos a una cistectomía radical, va a depender
en gran medida del tipo de derivación urinaria que se realice. El
paciente estará mas satisfecho si no lleva estomas (no se deteriora
su imagen corporal), si es capaz de orinar cuando lo desee y si es
continente, y esto se consigue realizando una derivación ortotópica
continente.
La destubulización del intestino y reconfiguración del mismo
ha supuesto un gran avance porque se consigue aumentar la
capacidad a partir de un segmento intestinal más corto y reducir las
contracciones intestinales y aumentar la acomodación y la
compliance, con la consiguiente disminución de la presión
intrareservorio, lo que facilita la continencia y el drenaje ureteral al
mismo9
.
Existen muchos diseños de neovejigas utilizando tanto
intestino delgado como grueso. Nosotros realizamos, con alguna
modificación técnica, la descrita por Pagano (vejia ileal padovana),
de la que creemos que con una menor longitud intestinal se
consigue una baja presión relativa10
(vejiga ileal padovana).
Cuando revisamos los resultados de las primeras 63 vejigas
ileales padovanas vimos las complicaciones quirúrgicas inmediatas
(Tabla I) y las tardías (Tabla II). Cuando se compara con lo
publicado en la literatura con otra técnicas no difieren mucho
(Tablas III y IV). Las características de la micción queda reflejado
en la Tabla V.
Tabla I
Complicaciones precoces
Complicación casos % Tratamiento
Evolución
lleo prolongado 2 3,1 alimen. parent. curación
Suboclusión mt. 1 1,5 aliment. parent. curación
Pielonefritis ag. 2 3,1 antibioticoter. curación
Neumonía 1 1,5 antíbioticoter. curación
Linforragia 2 3,1 cede espontan. curación
Sepsis 1 1,5 antibioticoter. curación
Dehiscencia sut. 2 3,1 cirugía cura/éxitus
Fístula urinaria 3 4,7 sonda/cirugía curación
Tabla II
Complicaciones tardías
complic. casos % Trat. Evol.
Esten. uretra. 3 2,3 reimpl cura
Acidosis metabol. 6 5 alcali. cura
Pielonefritis 3 4,7 antib. cura
Tabla III
Complicaciones precoces
Autor año casos ileo sepsis pielonef. fístula urin/intest mort.
Frazier 92 675 5,9% 4,9 % 1,8% 2% 2,5%
Melchor 88 44 - - - 4,5/ 2,2 % 4,5 %
Skinner 91 126 1,5% - 0,7% 0,7/0,7% 1,6%
Hautmann 93 200 4 % - - 9 / 0,5 % 2,4 %
Studer 93 100 3 % - 6,6 % 4/1 % 10 %
Montie 96 45 4,.4% 4,4 % 6,6 % - -
HCP 97 63 3,1% 1,5% 3,1% 4,7/1,5% 1,5%
Tabla IV
Complicaciones tardías
Autoraño casos esten. uréter acidosis met.
est.uretra
Frazier 92 675 7 % - -
Melchor 88 44 9 % 2,2 % -
Skinner 91 126 3 % - -
Hautmann 93 200 3,6 % 3 % -
Studer 93 100 - - 3,3%
Montie 96 45 11% - -
HCP 97 63 2,3 % 9,5 %
-
Tabla V.
Características micción
• Frecuencia diurna 3-4 h
• Frecuencia nocturna 1-3 y
• Continencia diurna 62 p
• Continencia nocturnaparcial
Conclusión
Creemos que el tratamiento de elección de los tumores
vesicales infiltrantes es la cistectomía radical siendo la neovejiga
ileal padovana un método eficaz de sustitución vesical, que permite
una buena continencia fundamentalmente diurna, con una
adecuada preservación del tracto urinario superior, no estando
exenta de morbilidad.
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Abordajes anteriores en cirugía renal

  • 1. 1 Annals d´Urologia, Vol. 2, num. 3, 2002 Revisió / Revisión ABORDAJE ANTERIOR DE LA CIRUGIA RENAL L. Cecchini Rosell Servicio de Urología. Hospital Germans Trias i Pujol. Badalona. Barcelona. La práctica quirúrgica urológica es rica en accesos por las distintas localizaciones anatómicas de los órganos a tratar. La regla básica a la hora de escoger un abordaje es que éste debe permitir una exposición adecuada para realizar la intervención propuesta y tratar las posibles complicaciones, ya que una mala exposición aumenta de forma innecesaria la dificultad de la cirugía. Vamos a tratar el abordaje anterior en la cirugía renal y de glándula suprarrenal. Es de todos familiar el acceso por laparotomía media en la cirugía pelviana aunque muchos urólogos optan por la lumbotomía clásica a la hora de intevenir el riñón. El tipo de intervención y la patología de base del enfermo puede condicionarnos el acceso pues puede ser preciso un abordaje anterior porque el paciente no tolere el decúbito lateral por insuficiencia respiratoria. Las intervenciones previas y los accesos utilizados para ellas también pueden modificar esta elección igual
  • 2. 2 que puede existir patología extrarrenal concurrente que precise tratamiento simultáneo. Al mismo tiempo, la configuración anatómica específica de un paciente puede facilitar o contraindicar un tipo de acceso. Así un ángulo subcostal amplio facilitará de gran manera un abordaje transverso o una gran obesidad limitará el acceso por laparotomía media. En la cirugía infantil el acceso por laparotomía media se ve muy facilitado porque el margen costal es más alto que en el adulto lo que permite una aproximación directa a los riñones. El cirujano no debería ser una limitación a la hora de decidir el tipo de abordaje. El acceso anterior para la cirugía de la celda renal es una vía útil y debe estar presente en el bagaje del urólogo. El acceso por vía anterior permite un campo más amplio y facilita el acceso a los vasos renales a la vez que permite el control de los grandes vasos si se lesionan. La principal desventaja es el acceso limitado en los pacientes obesos y el riesgo de crear adherencias intestinales. Algunos autores han argumentado sobre las ventajas de tipo oncológico del acceso por vía anterior en la cirugía tumoral al permitir un control precoz de los vasos, en concreto del retorno venoso, antes de la manipulación de la tumoración aunque parece que una cirugía por lumbotomía con manipulación cuidadosa de la
  • 3. 3 tumoración tiene escaso riesgo de posibilitar una diseminación hematógena. Bases anatómicas La pared abdominal está formada en su parte más anterior por los músculos rectos abdominales, en número de dos, dispuestos a ambos lados del ombligo, extendiéndose desde su inserción en el tercio interno del reborde costal hasta la rama iliopubiana. Están irrigados por la arteria epigástrica superior, rama de la arteria subclavia, que discurre por la cara profunda del vientre muscular desde arriba que se anastomosa con la arteria epigástrica inferior, rama de la ilíaca externa, de dirección craneal dando ambas múltiples arterias perforantes. Lateralmente a éstos se extienden los músculos del flanco, de superficial a profundo, oblicuo mayor o externo, oblicuo menor o interno y transverso. Sus vientres musculares se disponen en el flanco y sus fascias se originan en la columna vertebral y se extienden en dirección a la línea media por detrás y delante de los rectos abdominales para unirse con los contralaterales, conformando las vainas de los rectos. Estos músculos están ampliamente irrigados lo que permite su sección en cualquier dirección sin compromiso de su vitalidad. Tampoco existe en su
  • 4. 4 interior ningún vaso de tamaño que impida su sección con electrobisturí. Esta conformación permite múltiples incisiones. La única limitación es debida a los nervios intercostales que discurren entre el músculo transverso y el oblicuo menor siguiendo un trayecto oblicuo hacia abajo y hacia delante. En las metámeras por debajo de las costillas encontramos el nervio iliohipogástrico y ilioinguinal. La lesión de cualquiera de ellos produce hipotonicidad de la musculatura inervada con el consiguiente compromiso estético, aparte de la hipoestesia del dermatoma afectado. Técnica quirúrgica El acceso anterior se puede conseguir de varias formas, compartiendo algunas características entre ellas. Como se ha comentado, el acceso a través del contenido abdominal tiene ventajas y desventajas. Permite la exploración de la cavidad abdominal y su contenido con una exposición del pedículo renal excelente pero al mismo tiempo posibilita otras lesiones yatrógenas en el curso de la cirugía y muchos enfermos sufrirán de un íleo postoperatorio. En todos los casos se precisa una incisión del peritoneo parietal lateral al colon (decolación) para rechazarlo medialmente y
  • 5. 5 acceder al espacio prerenal ocupado por una fina capa de grasa. Debajo está la celda renal cubierta por la fascia de Gerota y medialmente los grandes vasos. También se puede acceder a los vasos renales medialmente. En el lado derecho será preciso practicar una maniobra de Kocher y levantar la segunda porción duodenal y la cabeza del páncreas para acceder a la vena cava y renal derecha. En el lado izquierdo la palpación de la aorta y la abertura del peritoneo que la cubre permitirá identificar la vena renal izquierda y su arteria ligeramente craneal y más profunda. En algunos casos será precisa la desinserción de los ligamentos hepatocólicos o esplenocólicos para un acceso amplio. En el lado izquierdo, especialmente en cirugía de polo renal superior o suprarrenal, se aconseja la desinserción de los ligamentos esplenocólicos de forma precoz para evitar esplenectomías incidentales. Tipos de incisiones - laparotomía media / paramediana - subcostal simple / ampliada / bilateral (chevron) - toracoabdominal
  • 6. 6 Las incisiones verticales son rápidas de realizar y de reparar a la vez que lesionan menos musculatura. La laparotomía media suprainfraumbilical permite un buen acceso a la cavidad abdominal y debe practicarse cuando se plantee la necesidad de valoración de su contenido o de ambos riñones o suprarrenales en el mismo acto operatorio. Puede extenderse desde xifoides hasta pubis aunque para acceder a la celda renal suele ser suficiente una incisión supraumbilical. Es la incisión de preferencia en traumatismos renales que precisen de revisión quirúrgica. Se incinde la línea alba, fácilmente identificable por encima del ombligo, con la precaución al abrir el peritoneo de desviarse un centímetro hacia la izquierda para evitar lesionar el ligamento falciforme. El cierre es rápido aunque debe englobar las dos caras de la vaina de los rectos para evitar posteriores eventraciones. Para evitar este problema algunos cirujanos prefieren el acceso por vía paramediana. Se practica la incisión unos 3 cm lateral a la línea media y se incinde la vaina anterior del recto, la cual se separa por disección roma y aguda del vientre muscular. Separando el músculo hacia el lateral, se incinde la vaina posterior de forma similar a la anterior para acceder al peritoneo. El cierre
  • 7. 7 posterior es en dos planos que estarán separados por el vientre del músculo recto anterior. El acceso subcostal anterior permite un buen acceso a la parte lateral y al polo renal superior y a la suprarrenal. Obvia la resección costal por lo que acorta el tiempo quirúrgico. Comparado con el acceso por lumbotomía ocasiona menos problemas ventilatorios, menor dolor postoperatorio y consecuentemente permite una movilización más temprana. El paciente se coloca en hiperextensión lumbar o con una sábana enrollada debajo de las últimas costillas. Se incinde la piel dos traveses de dedo por debajo del margen costal, para facilitar el cierre muscular ulterior, hasta la punta de la onceava costilla. Se seccionan los músculos oblicuos mayor y menor, la hoja anterior de la vaina del recto y el propio músculo. Sobre las fibras del transverso encontramos el décimo nervio intercostal, que se separa cranealmente y el onceavo caudalmente, ligando sus vasos si es necesario para una mejor movilización. Las fibras del transverso son paralelas a la incisión por lo que pueden separarse de forma roma. Es posible disecar el peritoneo parietal de la pared abdominal para acceder de forma extraperitonial a la celda renal, aunque es laborioso y precisa de disección roma y aguda para evitar desgarros del saco peritoneal, sobretodo en su parte anterior y alrededor del ombligo. Este acceso
  • 8. 8 proporciona un campo más limitado que la misma incisión con acceso transperitoneal. Si se quiere acceder vía transperitoneal, una vez hecha la sección de los planos musculares más superficiales (oblicuo mayor y menor con la vaina del recto y éste mismo) se abre el peritoneo en el margen lateral de la vaina de los rectos, teniendo la precaución en el lado derecho de ligar y seccionar el ligamento redondo hepático. Una vez abierto, protegiendo el contenido abdominal con dos dedos, se puede abrir conjuntamente el resto de pared abdominal con electrobisturí. Habitualmente esta incisión permite un acceso holgado a la celda renal. Si fuera preciso, se puede ampliar la incisión por el décimo espacio intercostal (entre 10ª y 11ª costilla) posteriormente. Al ampliar de esta forma la incisión se deben cortar cuidadosamente las inserciones del diafragma a la pared costal y evitar lesionar la pleura. En caso de precisar mayor acceso se puede extender la misma incisión de forma simétrica a nivel subcostal contralateral. Esta incisión completa se denomina en ‘chevron’ (^) y permite un acceso magnífico a todo el abdomen, siendo utilizada habitualmente en la extracción de órganos para trasplante. Tiene el inconveniente que lesiona inervación bilateral de la pared abdominal. Para cerrar estas incisiones es preciso aproximar la
  • 9. 9 línea alba y seguidamente confrontar peritoneo, fascia transversalis, músculo transverso y cara posterior de la vaina del recto en un plano con una sutura continua reabsorbible y el oblicuo interno, externo y cara anterior de la vaina del recto en otro plano con puntos sueltos reabsorbibles. La incisión toracoabdominal varía el eje respecto la subcostal para hacerse vertical y se dibuja uniendo un espacio intercostal (habitualmente el situado por encima de la décima o novena costilla) con la vertical de la línea alba. Es muy útil en el acceso a grandes tumoraciones suprarrenales o de polo renal superior o cuando existen trombos tumorales en la vena cava. En esos casos permite liberar el hígado de sus inserciones ligamentosas (ligamento triangular derecho y coronario) para luxarlo intratorácicamente y abordar la cava retrohepática. Tiene los inconvenientes de que implica la sección del diafragma y la pleura parietal y lesiona más inervación abdominal. El paciente se coloca en una posición semioblicua 30º con una sábana enrollada bajo el hombro y con la mesa en hiperextensión. La incisión se practica sobre el espacio intercostal escogido y se curva en dirección caudal para continuar por la línea media o paramediana. Se seccionan el dorsal ancho, el serrato posteroinferior y el oblicuo mayor por encima de la costilla inferior del espacio escogido para seccionar
  • 10. 10 seguidamente los músculos intercostales y la pleura justo en el margen craneal de ésta. Es prudente incindir la pleura en inspiración para poder observar el pulmón y evitar su lesión. El cartílago costal se secciona con tijera o electrobisturí. Se continua con la sección del diafragma en sentido radial hacia la parte más periférica del músculo para evitar la lesión del nervio frénico. La incisión se completa anteriormente con la sección del oblicuo interno y transverso y la vaina del recto y su vientre muscular. La mejor entrada al peritoneo es el margen lateral de la vaina del recto homolateral una vez seccionado éste. El cierre precisa de la reconstrucción del diafragma con una sutura continua reabsorbible dejando los nudos por la cara abdominal. Se debe dejar un drenaje pleural. El drenaje pleural debe ser de un calibre no menor a 20 Ch y se coloca por una incisión por punción dos espacios intercostales por encima de la incisión en la línea axilar anterior con el extremo orientado cranealmente, fijándose a la piel con un punto de seda grueso. Éste puede retirarse al tercer día si no hay fuga aérea y una vez comprobada la correcta reexpansión pulmonar. Se aproxima el cartílago costal con un punto en U. Se cierran los músculos intercostales junto con la pleura con una sutura continua reabsorbible empezando desde el margen posterior para anudar luego el punto del cartílago. La pared abdominal se sutura en dos
  • 11. 11 planos, una continua reabsorbible en el plano profundo que englobe peritoneo, transverso y oblicuo interno y un plano más superficial con puntos sueltos reabsorbibles para cerrar el oblicuo mayor en la parte anterior y el dorsal ancho en la parte posterior de la incisión. En resumen, el acceso por vía anterior en la cirugía renal y suprarrenal es una vía excelente para procedimientos mayores de riñón, uréter y glándula suprarrenal a la vez que útil y necesario en muchas circunstancias por lo que debe dominarse y practicarse de forma habitual. En cada caso deben valorarse los pros y contras en función del paciente y de la enfermedad a tratar para escoger el acceso idóneo. Bibliografía Hinman. Atlas of Urologic Surgery. 2nd Ed. WB Saunders Company 1998. p.854
  • 12. Annals d´Urologia, Vol. 2, num 3, 2002 Cas clinic / Caso Clínico OBSTRUCCIÓN URETERAL SECUNDARIA A LA RECIDIVA RETROPERITONEAL DE UN ADENOCARCINOMA GÁSTRICO C.X. Raventós Busquets, E. Tremps Velázquez, E. Sotelo Burillo, I.M. de Torres Ramírez, J.A. de Torres Mateos Servicio de Urología. Hospital General Universitari Vall d’Hebron. Barcelona. Resumen Presentamos un caso de obstrucción ureteral secundaria a la invasión extrínseca por un tumor retroperitoneal metastásico, en un enfermo de 70 años, a los veinte meses de ser intervenido de un adenocarcinoma gástrico. El cuadro se inicia en forma de cólico nefrítico severo. Los tumores retroperitoneales raramente debutan con dolor lumbar cólico, y por tanto son una causa poco frecuente de dolor en dicha localización. No obstante, su diagnóstico debe considerarse en aquellos pacientes con dolor lumbar rebelde al tratamiento habitual, particularmente si presentan antecedentes neoplásicos. Existe una importante fibrosis asociada a la recidiva retroperitoneal, provocando con más frecuencia un compromiso ureteral. Realizamos asimismo una revisión de los pocos casos de recidiva retroperitoneal de adenocarcinoma gástrico publicados hasta hoy.
  • 13. Caso clínico Se trata de un paciente varón de 70 años de edad, sin alergias medicamentosas conocidas y con el antecedente patológico de tuberculosis pulmonar en la juventud. Operación de Billrroth I al diagnosticarse adenocarcinoma gástrico antral a los 68 años. Resultado anátomo-patológico: adenocarcinoma difuso de estómago, que infiltra hasta serosa, con márgenes de resección libres; invasión ganglionar linfática(10/20). Colecistectomía por colelitiasis en la misma intervención. Posteriormente prosiguió controles por el Servicio de Cirugía General, sin objetivarse recidiva local de la neoplasia en la última TAC de control al año y dos meses de la intervención. Asimismo no se observaron adenopatías aumentadas de tamaño ni intraabdominales ni retroperitoneales. No obstante existía la presencia de dilatación uréteropielocalicilar derecha, visualizándose uréter hasta tercio medio donde había un aumento del grosor de la pared del mismo aunque sin existir imágenes de compresión extrínseca. Hasta este momento el paciente no había presentado clínica alguna, reflejo de dicha ectasia. A las pocas semanas acudió a Urgencias de nuestro centro por cuadro agudo de dolor cólico derecho que se acompaña de fiebre termometrada de 38ºC y vegetatismo (náuseas y vómitos). No refería hematuria ni síndrome miccional, ni cambios en el hábito intestinal. Exploración física A su llegada el paciente presentaba un estado general afectado por el dolor con constantes estables y temperatura de 38,3ºC. Auscultación cardiorrespiratoria normal. En la exploración abdominal el
  • 14. abdomen era blando y depresible, sin signos de peritonismo, aunque la palpación profunda de hemiabdomen derecho era dolorosa. No se palpaban masas ni visceromegalias y el peristaltismo estaba conservado. Asimismo, los genitales externos eran normales y en el tacto rectal la próstata era mediana, no dolorosa, sin nódulos. Exploración analítica Bioquímica: glucosa 95 mg/dl, urea 36 mg/dl, creatinina 1 mg/dl, Na 140 mEqu/L, K 4.7 mEqu/L, amilasa 133 U/L. Hemograma: Hto 47%, 5,08 hematies, 15.7 Hb, 14500 leucocitos con 83% segmentados, 389000 plaquetas. Pruebas de coagulación: Dentro de la normalidad. Sedimento de orina: 49 hematies Técnica de imágenes En el Servicio de Urgencias se realizó radiografía de tórax que fue normal y de abdomen donde no se visualizó ninguna imagen radioopaca sugestiva de litiasis ni ninguna alteración de interés. A las 12 horas del ingreso y tras tratamiento antibiótico y analgésico el paciente mejoró analítica y clínicamente sin requerir drenaje urgente de la vía urinaria. Analítica de control a las 12 horas: 10200 leucocitos con 74,1%N, 15,2%L. Urocultivo: positivo a Pseudomona aeruginosa sensible a todos los antibióticos testados.
  • 15. Durante el ingreso se realizaron las siguientes exploraciones: Urografía intravenosa: captación simétrica de contraste; eliminación derecha con cierto retraso, visualizándose moderada dilatación pielocalicilar y de uréter proximal: uréter terminal visible; impronta prostática en suelo vesical; paredes vesicales irregulares con presencia de un divertículo superior, sugestivo de vejiga de lucha (Figura 1). Ureterografía retrógrada: uréter distal de aspecto normal; rectificación del uréter medio con stop a dicho nivel sin visualizarse paso de contraste a uréter proximal; asimismo el paso del catéter fue imposible y la exploración tuvo que suspenderse al iniciar el paciente dolor cólico intenso. TAC abdómino-pélvico: engrosamiento mural a nivel de area de anastomosis esofágica con infiltración de la grasa adyacente perigástrica sin cambios respecto a la TAC previa; hidronefrosis renal derecha con restos de contraste del intento de ureterografía retrógrada en pelvis renal y uréter evidenciándose un engrosamiento mural al nivel de tercio medio ureteral hasta donde llega catéter (Figuras 2 y 3).
  • 16. Ante estos hallazgos y previo a cualquier procedimiento quirúrgico se estudió el funcionalismo renal mediante el radiofármaco MAG – 3 marcado con tecnecio, con una correcta incorporación del mismo, observándose tanto en las imágenes secuenciales como en la curva renográfica un patrón acumulativo sin respuesta al diurético que evidenció una clara obstrucción renal derecha. El porcentaje de captación relativa para cada riñón fue del 42% RD y 58% RI. Procedimiento terapéutico Se procedió a la intervención quirúrgica mediante incisión lumboilíaca derecha subcostal. Tras la apertura por planos se objetivó uréter derecho de difícil disección proximal por importante fibrosis retroperitoneal a dicho nivel que lo englobaba. Se observó vaso arterial polar junto al venoso que lo cruzaba en su porción más fibrosada. Se realizó disección de los mismos junto a liberación de todo el uréter desde la pelvis. Asimismo el polo superior del riñón derecho también fue liberado permitiendo su descenso. Seguidamente de procedió a resección de todo el segmento ureteral enfermo, de unos 3 centímetros, remitiéndose al Servicio de Anatomía Patológica para estudio peroperatorio.
  • 17. Tras conocerse resultado se optó por realizar anastomosis ureteral término-terminal que fue posible sin tensión al nivel de los bordes anastomóticos. Se colocó previamente catéter ureteral “doble J”. Anatomía patológica A pequeño aumento se observa una disminución de la luz ureteral por la invasión extrínseca de un tejido donde a mayores aumentos se observa una difusión de células atípicas que infiltran con marcada desmoplasia asociada con patrón en fila india, identificándose ocasionalmente células en anillo de sello, vacuoladas. La invasión es predominantemente adventicial, aunque afecta focalmente muscular externa ureteral, con una marcada colagenización y fibrosis asociada a dicho nivel. No se observan fenómenos de displasia urotelial. Con la tinción de tricrómico de Masson destacan la amplia fibrosis colágena presente. Asimismo, con la tinción de las citoqueratinas se demuestra el origen epitelial de la neoplasia (Figuras 4 y 5).
  • 18. Diagnóstico final Invasión extrínseca ureteral por adenocarcinoma escasamente diferenciado con células en anillo de sello. Discusión Un cuadro de dolor lumbar agudo irradiado a zona inguinal es un síntoma típico de un cólico ureteral y una causa frecuente de consulta en los servicios de urgencias. Múltiples son las causas que pueden producir este cuadro clínico. El dolor de origen renal se refiere en el ángulo costo vertebral y es causado por distensión aguda de la cápsula renal debido en este caso a una obstrucción. Se conoce que el dolor de origen retroperitoneal, raramente es cólico, se localiza en el abdomen y prefiriendo los enfermos, evitar el movimiento y adoptar posturas antiálgicas, asimismo se irradia con frecuencia hacia al hombro debido a la irritación del diafragma y del nervio frénico. Otros diagnósticos diferenciales de un cólico ureteral agudo a ser considerados pueden ser: apendicitis aguda o perforada, un aneurisma de aorta abdominal o una pancreatitis. Con las técnicas de imagen observamos una obstrucción extrínseca al nivel del tercio medio ureteral derecho que debuta como un dolor cólico. Como hemos comentado, las afectaciones retroperitoneales no suelen manifestarse como dolor lumbar y por tanto es una causa infrecuente de dolor a dicho nivel. Bien es cierto que el paciente presentaba una complicación infecciosa que agudizó la sintomatología y que se resuelve con tratamiento antibiótico. Una de las patologías más frecuentes del retroperitoneo es la fibrosis retroperitoneal. Se trata, tal como lo describió Ormond1 en 1948, de una placa fibrosa o masa que envuelve a los grandes vasos a nivel
  • 19. de la aorta abdominal, extendiéndose a veces hasta hilio renal. En su progresión los uréteres son modificados en su trayectoria medializándose hacia la aorta provocando un cuadro obstructivo extrínseco. En su estadio inicial los signos clínicos más frecuentes son los dolores abdominales inespecíficos junto a un cuadro tóxico inespecífico, que puede ser producto de la insuficiencia renal. Como vemos la entidad más frecuentemente identificada con el retroperitoneo es la fibrosis idiopática. No obstante, también existen procesos neoplásicos, que pueden afectar el retroperitoneo y que deben tenerse en cuenta. Los tumores retroperitoneales primarios son tumores raros con una frecuencia aproximada entre 0,1 y 0,3%2 - 5 . Sin embargo, el porcentaje de malignidad es elevado (70-91%)5 - 7 . Es posible que la incidencia verdadera de estos tumores sea algo mayor, al ser difícil el establecer muchas veces el origen retroperitoneal de las lesiones. Estos tumores pueden ser de distintos tipos de acuerdo con el origen celular. Tres serían según su origen, los principales grupos de tumores retroperitoneales: los tumores de origen mesodérmico, neurogénico y los que se originan en restos embrionarios o en la notocorda (Tabla I). Los tumores más comunes son los linfomas (un tercio de los casos), seguidos en frecuencia por los neuroblastomas y los liposarcomas. Se ha descrito en alguna ocasión la afectación ureteral extrínseca por alguno de estos tumores concretamente un feocromocitona ectópico8 y el xantogranuloma retroperitoneal en un niño de 8 años9 .
  • 20. También existen metástasis originadas en tumores primarios de cualquier parte del cuerpo que pueden propagarse hacia el retroperitoneo. Esta afectación puede producirse de dos maneras: 1) por extensión directa de un cáncer vecino o 2) por metástasis en los ganglios linfáticos retroperitoneales. Es este tipo de tumores retroperitoneales los que de manera más frecuente pueden ocasionar una obstrucción ureteral. En una revisión realizada por Constance Parkinson y colaboradores, de 49 neoplasias retroperitoneales, solo 6 pacientes presentaban uropatía obstructiva como modo de presentación, en 5 de los cuales el origen era metastásico23 . La localización primaria se trataba de una neoplasia de cérvix en 2 casos, vesical en dos casos y páncreas en 1 caso. Estos tumores metastásicos con frecuencia invaden el retroperitoneo y los linfáticos periureterales encastrando al uréter y provocando obstrucción 11, 12 . Esta i nvasión provoca el desplazamiento o angulación del uréter. La afectación ureteral puede ser extensa o un segmento corto10 . Según Campbell, los cánceres originados en cuello uterino, próstata y vejiga son los que con más frecuencia, dentro de los tumores retroperitoneales secundarios, producen una obstrucción ureteral extrínseca (representan un 70%)24 (Tabla II). Son precisamente estos tumores los que invaden retroperitoneo por extensión directa y afectan habitualmente al tercio inferior del uréter. Estos tumores pueden comprimir la pared ureteral o invadir la serosa, muscular y mucosa ureteral. Los más frecuentes son junto a los ya mencionados de cérvix, próstata y vejiga, los de endometrio, sigma y recto. En un 60-70% de los casos, la obstrucción ureteral tiene lugar en el curso de los dos años
  • 21. posteriores al diagnóstico primario, pero puede observarse hasta 20 años después del mismo13 . Cuales son las manifestaciones clínicas de la afectación del retroperitoneal: Cuando se trata de tumores retroperitoneales primarios la mayoría de los pacientes presentan en el momento de la consulta una masa ocupante en el abdomen y dolor, pero la sintomatología inicial puede ser muy diversa dependiendo sobretodo de la altura y localización del tumor. Pueden existir síntomas gastrointestinales o genitourinarios, así como manifestaciones producto de la afectación de estructuras neurológicas y vasculares. El carcinoma de páncreas se inicia a menudo con dolor, pero éste se localiza en la espalda en menos del 5% de los pacientes, y el dolor severo representa normalmente invasión retroperitoneal y enfermedad avanzada15 . Los sarcomas de origen retroperitoneal son raros, siendo menos del 0,2% de todos los tumores de los adultos. Éstos últimos se asocian frecuentemente a uropatía obstructiva, y el síntoma inicial puede ser el dolor en fosa inguinal16 . Sólo la uropatía obstructiva es el único modo de presentación más claramente asociado a un grupo histopatológico concreto: la enfermedad metastásica. Bien es cierto que los síntomas asociados a la obstrucción ureteral pueden estar enmascarados por los síntomas asociados con el tumor primario y también con otras metástasis. Como en nuestro caso, el dolor lumbar, la sepsis y la fiebre pueden anunciar la obstrucción ureteral extrínseca. Pero solo en un pequeño subgrupo de pacientes es este cuadro el primer indicio de cáncer. A menudo la obstrucción del uréter no se sospecha hasta que el paciente desarrolla un cuadro d oliguria anuria o uremia como consecuencia de la afectación bilateral14 .
  • 22. Dunning y colaboradores realizan una revisión de 6 pacientes que inician dolor lumbar cólico irradiado a fosa ilíaca que etiquetados inicialmente como cólico ureteral y cuyo diagnóstico final fue de neoplasia retroperitoneal: 3 carcinomas de páncreas, una recidiva de tumor germinal, adenocarcinoma de yeyuno y un seminoma anaplásico retroperitoneal. En todos los pacientes el dolor era difícilmente controlable con la analgesia habitual. Cabe destacar que en los casos descritos la obstrucción ureteral estaba provocada por adenopatías o compresión tumoral directa más que por fibrosis retroperitoneal difusa25 . Thomas y Chisholm describen en su trabajo 19 casos de fibrosis retroperitoneal maligna, 14 de los cuales presentaron inicialmente dolor lumbar aunque asociado al mismo tiempo o poco después un cuadro de uremia14 . Dada la rareza de esta patología es fácil pensar que no sea una de las entidades a tener inicialmente en cuenta cuando un paciente acude a Urgencias con dolor lumbar cólico. La pruebas rutinarias pueden ser normales. Dunning et al, en sus 6 casos con este inicio, tres de los ultrasonidos realizados y 4 de las urografías eran normales a pesar del dolor tan severo de los pacientes; tanto es así que en 2 de ellos se diagnosticó un posible síndrome de Munchausen. La urografía intravenosa es un estudio diagnóstico útil. El uréter puede estar desplazado y a veces es posible apreciar una obstrucción ureteral parcial y completa. El estudio también sirve para valorar el riñón contralateral ya que en el 25% de los casos la nefrectomía es necesaria para lograr una resección completa del tumor18 . Como en nuestro caso, la uretrografía retrógrada puede estar indicada si no se logra una visualización completa y clara de las vías urinarias superiores. La ecografía y sobretodo la TAC, proporcionan información valiosa con respecto el tamaño, y la
  • 23. configuración del tumor, la magnitud de la invasión y la relación con estructuras vecinas18 . La RN, permite obtener una información similar y además puede ser útil para determinar el tipo de tumor. En muchos casos la biopsia transabdominal guiada por TAC o ultrasonografía es útil en el diagnóstico, con un índice de certeza del 85% para la detección de invasión de ganglios linfáticos por tumores de origen epitelial. Por otro lado, Hidai et al describe 9 casos de metástasis en el trayecto de la aguja tras la punción de un sarcoma retroperitoneal19 . El diagnóstico histológico de las tumoraciones retroperitoneales puede ser problemático, sobre todo en aquellas neoplasias metastásicas, por la importante fibrosis retroperitoneal existente asociada a este origen tumoral con células malignas esparcidas en el denso magma de colágeno. La conciencia de este fenómeno provoca el exámen de numerosas secciones buscando células malignas antes de etiquetar el caso de fibrosis retroperitoneal primaria, la cual, en su estado no inflamatorio tiene la apariencia de un tejido fibroso hialinizado20 . También Constance Parkinson y colaboradores, observan que 9 de las 12 neoplasias retroperitoneales metastásicas están asociadas a una densa fibrosis23 . El tumor metastásico retroperitoneal originario de un carcinoma gástrico con implicación ureteral es una afección descrita en pocas ocasiones en la literatura. Tres son los casos descritos: 1) El primero en 1984 dentro de la serie de Constance Parkinson 23 , en un varón de 67 años, cuyo modo de presentación fue hematuria y dolor lumbar. La neoplasia gástrica fue confirmada de manera concomitante mediante estudio baritado. 2) El segundo se trata de una mujer de 60 años con una historia dolor cólico
  • 24. severo de dos meses de evolución, acompañado de un síndrome tóxico. Como antecedente, se le había realizado una resección de intestino delgado por adenocarcinoma de yeyuno 18 meses antes. La recidiva, diagnosticada por TAC, consistía en adenopatías retroperitoneales 25 . 3) El tercer caso proviene del Japón en una mujer de 56 años que había sido sometida a gastrectomía parcial distal por adenocarcinoma gástrico 3 años antes, siendo la cirugía presumiblemente curativa. El cuadro se inicia con hematuria y dolor lumbar. Se realizó UIV y uretrografía retrógrada que demostraban la obstrucción. La biopsia ureteral endoscópica solo mostró cambios inflamatorios. Al aumentar la hidronefrosis, se realizó ureterectomía parcial, cuyo análisis confirmó la presencia de adenocarcinoma21 . Los adenocarcinomas gástricos se localizan fundamentalmente en antro y píloro y macroscópicamente aparecen como lesiones sésiles, ulcerosas, polipoides o de carácter difuso. Muchos carcinomas difusos, secretores de moco, condicionan una notable reacción fibrosa que proporciona un engrosamiento y una rigidez especial llamada linitis plástica. Según la clasificación de Lauren, existen 2 tipos principales de adenocarcinomas gástricos: 1) el intestinal que deriva de áreas de metaplasia intestinal, de tipo glandular con o sin proyecciones papilares y 2) el tipo difuso, formado por células pequeñas, con citoplasma PAS +, que forman glándulas pequeñas, nidos irregulares, o que infiltran aisladamente. Algunas células pueden tener en el citoplasma, abundante moco que desplaza el nucleo hacia la periferia, llamándose células en anillo de sello. Las mitosis son escasas. Dentro de este tipo se encontraría la linitis plástica cuando la desmoplasia del estroma es marcada. Esta desmoplasia, que también vemos en la recidiva
  • 25. retroperitoneal del adenocarcinoma gástrico, es la responsable del engrosamiento de la pared gástrica en el tumor primitivo y puede ser tan marcada que la identificación de las células cancerosas sea difícil. Esta fácil tendencia a la fibrosis se ve reflejada en la descripción de un caso por Dohmen y colaboradores22 donde existe una importante fibrosis retroperitoneal tumoral con células en anillo de sello, asociada a un adenocarcinoma gástrico escirro, que provoca un cuadro de uremia por hidronefrosis bilateral. En definitiva, debemos considerar la presencia de patología tumoral retroperitoneal en aquellos pacientes de inician dolor lumbar rebelde al tratamiento habitual y sobretodo si presentan antecedentes neoplásicos, al ser la enfermedad metastásica retroperitoneal la que provoca con más frecuencia, por sus características histológicas, un compromiso ureteral. Bibliografía 1. Ormond JK. Bilateral ureteral obstruction due to envelopment and compresion by one inflamatory process. J Urol 59: 1072, 1948 2. Pack GT, Tabah GJ. Primary retroperitoneal tumours. A study of 120 cases. Surg Gynecol Obstet 99: 209-231, 1954 3. Swart B, Schäffer A. Symptomatologie und diagnostik der primären retroperitonealen tumoren. Chirug 29: 357-361, 1958 4. Bek V. Primary retroperitoneal tumors. Neoplasma17: 253-263, 1970 5. Wagenknecht LV, Schumpelick V, Winkler R. Urological aspects of primary retroperitoneal tumours. Eur Urol 2: 15-20, 1976 6. Braasch JW, Mon AB. Primary retroperitoneal tumor. Surg Clin North Am 47: 3, 1967
  • 26. 7. Skinner DG. Consideration for management of large retroperitoneal tumors: Use of the modified thoracoabdominal approach. J Urol 117: 605-609, 1977 8. Immergut MA, Boldus R, Kollin CP, Rohif P. Management of ectopic pheochromocytoma producing ureteral obstruction. J Urol 104: 337, 1970 9. Gup AJ. Retroperitoneal xantogranuloma. J Urol 107: 586, 1972 10. Megibow AJ, Mitnick JS, Bosniak MA. The contribution of computed tomography to the evaluation of the obstructed ureter. Urol Radiol 4: 95, 1982 11. Abrams HC, Spiro R, Goldstein N. Metastases in carcinoma. Cancer 3: 75, 1950 12. Kaufman R and Grabstald H. Hydronephrosis secondary to ureteral obstruction by metastasis breast cancer. J Urol 102: 569, 1969. 13.Brin E, Schiff M, Weiss R. Palliative urinary diversion for pelvic malignancy. J Urol 113: 619, 1979 14. Yhomas MH, Chisholm GD. Retroperitoneal fibrosis associated with malignant disease. Br J Cancer 28: 453-458, 1973 15. Sindelar WF, Kinsella TJ, Mayer RJ. Cancer of pancreas. En: Cancer: Principles and Practice of Oncology. Chapter 22, 691-740, 1985 16. van Dam PA, Lowe DG, McKenzie B et al. Retroperitoneal soft tissue sarcomas: a review of the literature. Obstet Gynecol Surv 45: 670-682, 1990 17. Cody HS, Turnbull AD, Fortmer JG, Hajdu SI. The continuing challenge of retroperitoneal sarcomas. Cancer 47: 2147, 1981 18. Karp W, Hafstrom LO, Jonsson PE. Retroperitoneal sarcoma: Ultrasonographic and angiographic evaluation. Br J Radiol 53: 525, 1980
  • 27. 19. Hidai H, Sacuramoto T Miura T et al. Needle tract seeding following puncture of retroperitoneal liposarcoma. Eur Urol 9: 368-369, 1983 20. Mitchinson MJ. The pathology of idiophatic retroperitoneal fibrosis. J Clin Pathol 23: 681-689, 1970 21. Ketayama Y, Katoh et al. A case of metastasic ureteral tumor. Hinyokika Kiyo 36: 343-346, 1990 22. Dohmen K, Mizukami Y et al. Retroperitoneal fibrosis associated with scirrous gastric cancer. Gastroenterol Jpn 25: 699-705, 1993 23. Constance Parkinson M, Chabrel CM. Clinicopathological features of retroperitoneal tumours. Br J Urol 56: 17-23, 1984 24. Resnik MI, Kursh ED. Tumores retroperitoneales secundarios, Campbell Urolog. Capítulo 12, pagina 545, 1992 25. Dunning JJ, Penny JA, Cooksey G, Osborn DE. Retroperitoneal Malignangy Masquerading as Ureteric Colic. Br J Urol 71: 672-674, 1993
  • 28. Figura 1. Marcada hidronefrosis derecha en la Urografía intravenosa. Figura 2. Importante dilatación pielocalicilar con contraste residual de la uretrografía retrógrada. Figura 3. Corte que muestra la fibrosis periureteral maligna. Figura 4. Reducción de la luz ureteral por invasión extrínseca con marcada desmoplasia. Figura 5. Células atípicas difusas. Presencia ocasional de células en “anillo de sello”. Tabla I Tumores retroperitoenales primariosTumores de origen mesodérmico Benignos: Lipoma, leiomeioma, fibroma, rabdomioma, limfan-gioma, myoxoma, hemagioma, hemangiopericitoma, xantoranuloma. Malignos: Liposarcoma, leiomiosarcoma, fibrosarcoma, rabdo-miosarcoma, linfoangiosarcoma, mixosarcoma. Tumores de origen neurogénico Neurofibroma no capsulado, neurilenoma capsulado, schwamona maligno, ganglioneuroma, simpaticoblastoma, neuroblastoma, paraganglioma, feocromocitoma. Tumores derivados de restos embrionarios Teratomas malignos y benignos, cordomas.
  • 29. Tabla II. Tumores retroperitoneales secundarios capaces de provocar una obstrucción extrínseca (por orden decreciente de frecuencia) – Cuello uterino – Próstata – Vejiga – Colon – Ovario/útero – Estómago – Mamas – Ganglios linfáticos – Páncreas – Pulmón – Vesícula biliar – Testículo – Intestino delgado
  • 30. Annals d´Urologia, Vol. 2, num. 3, 2002 Revisió / Revisión TRATAMIENTO DE LOS CARCINOMAS VESICALES INFILTRANTES A. Franco, R. Gutiérrez, P. Carretero Servicio de Urología. Hospital Clínic i Provincial de Barcelona. Introducción El cáncer vesical es una patología frecuente (el quinto en importancia en nuestro medio), con una incidencia anual de 19,5 casos por 100.00 habitantes1 y una mortalidad anual de 4/100.000. Sin embargo, la elevada tendencia de los mismos a la recidiva hace que se trate de una de las patologías más frecuentes para el urólogo. Es mucho más frecuente en la raza blanca, aunque la mortalidad en la raza negra sea superior. Afecta predominantemente a los hombres con una proporción de 3:1 respecto a las mujeres. La mayor parte de los tumores vesicales tienen su origen en el urotelio (epitelio transicional), mucosa capaz de ponerse en contacto con la orina. El cáncer vesical más frecuente es el carcinoma de células transicionales. En la vejiga podemos encontrar otros tipos de tumores, como el carcinoma escamoso (asociado a factores irritativos o a la esquistosomiasis) y el adenocarcinoma, aunque con una frecuencia mucho menor (6% y 2% respectivamente).
  • 31. Clasificación El 80% de los carcinomas transicionales vesicales se presentan como tumores “superficiales”, esto es, con afectación parietal exclusiva de la mucosa (estadio Ta) o a lo sumo del tejido conectivo submucoso que se encuentra por debajo de la misma o corion (estadio T1). Los tumores en estos estadios se caracterizan por su tendencia a la recidiva tras la resección transuretral, su multicentricidad y buen pronóstico si se hace un correcto seguimiento. La presentación única o múltiple parece estar relacionada con la tendencia a la recidiva. Así, los tumores superficiales únicos recidivan en un 30 % los múltiples tienen una posibilidad de recidiva de hasta un 70 %. Los tumores vesicales “infiltrantes” presentan un mayor grado de afectación de la pared vesical. La infiltración de la muscular superficial (T2), de la musculatura profunda (T3a), de la grasa perivesical (T3b), o de órganos vecinos como próstata, vagina, hueso o músculo (T4), confieren lógicamente un peor pronóstico al tumor. No olvidemos que un 50 % de tumores en estadio T2 han fallecido a los cinco años a pesar de una correcta cirugía radical o a la poliquimioterapia. La clasificación TNM evalúa la posible afectación o no de ganglios linfáticos (N) o la presencia de metástasis a distancia (M). Un 20% de los tumores vesicales se presentan de entrada como tumores infiltrantes, con una forma de crecimiento de tipo “sólido”, es decir, no papilar. Esta forma de debutar suele asociarse con altos grados de malignidad celular (GIIl), y presentan una elevada mortalidad a dos años sin tratamiento. Además, y a pesar de un correcto tratamiento, el 50% de los mismos muere de metástasis y hasta un 10-15% presentan recidivas locales. Clínicamente presentan el problema de la
  • 32. cortedad de la fase preinvasiva, lo que condiciona la posibilidad de un tratamiento curativo. No hay una explicación lógica para entender esta forma de presentación. Cabe tanto la hipótesis de una etapa sintomática muy corta asociada a una invasión y siembra de metástasis muy precoz, como un posible comportamiento peculiar de este tipo de tumor, con afectación muscular precoz y seguidamente invasión de la mucosa. La lesión endoluminal tardía podría explicar la casi ausencia de síntomas hasta fases clínicamente avanzadas. Además de clasificar los tumores según su nivel de invasión local es necesario conocer el grado de diferenciación celular del tumor. Lógicamente los estadios más superficiales suelen asociarse a grados bien diferenciados y los infiltrantes a los menos diferenciados. Sin embargo, en ocasiones podemos hallar estadios superficiales con grados de anaplasia elevados (pTl GIII). En estos casos la actitud terapéutica agresiva temprana puede evitar la aparición de un tumor infiltrante a corto plazo. Desde el punto de vista de su presentación los tumores vesicales pueden aparecer como superficiales (la mayor parte) o como tumores infiltrantes. Evolutivamente, los tumores vesicales pueden recidivar sin aumentar su grado o por el contrario progresar su desdiferenciación, lo que suele llevar consigo un aumento del estadio. Esto se viene observando en un 10-30 % de los tumores vesicales superficiales recidivados. Son elementos de alarma dentro de la evolución de un tumor vesical el cambio de grado de I- II a II-IV, la recidiva cada vez más rápida y numerosa hasta llegar a ser difusa (papilomatosis vesical), la constatación de lesiones inflamatorias alrededor de las recidivas y la pérdida de los antígenos de superficie de las células uroteliales. A ellos puede
  • 33. asociarse hoy, aunque aún en el ámbito experimental, la pérdida del gen supresor p53 y otros marcadores genéticos, tales como pérdidas cromosómicas, mutaciones del gen Hras y del p53, expresión aumentada del receptor o del Rb-l, EGF, TGF-alfa y TGF- beta. etc. La tendencia a la recidiva es el motivo más o menos extendido de seguir al paciente y practicar un meticuloso seguimiento mediante cistoscopias, ecografías y citologías al menos cinco años tras la última recidiva. Aunque la presentación de tumores uroteliales en el riñón es relativamente rara, no debemos olvidar que un correcto seguimiento precisa una meticulosa evaluación de la vía urinaria superior mediante la pielografía. Etiología En el cáncer vesical se han definido un buen número de factores etiológicos y grupos de riesgo desde que Rehn en 1895 asociara esta patología con los trabajadores de una fábrica de anilinas. La posibilidad de factores múltiples y la elevada latencia que alguno de los compuestos podrían tener dificulta una correcta catalogación de los posibles causantes de esta neoplasia. Se han descrito asociaciones con trabajadores de pinturas, tintes, cuero, caucho, textil, maquinaria pesada, conductores, peluqueros, trabajadores del café, etc.
  • 34. Diagnóstico La sintomatología característica de las neoplasias vesicales la constituye la hematuria total con coágulos oligosintomática. La presencia de Cis suele ocasionar preferentemente fenómenos irritativos. Por su parte, los tumores vesicales infiltrantes suelen debutar con hematuria y sintomatología irritativa, lo que suele traducir fenómenos de infiltración. La localización del tumor también se asocia con características patológicas típicas. Una localización en la zona trigonal puede ocasionar ureterohidronefrosis y si se localizan en el cuello, obstrucción infravesical. Para confirmar la sospecha clínica de un tumor vesical tenemos varias armas diagnósticas. La citología urinaria en manos expertas puede orientar un cuadro poco definido hacia este diagnóstico. Sin embargo, su positividad está sujeta a muchos falsos positivos, por lo que sólo puede ser tenida en cuenta de modo orientativo. La ecografía vesical muestra claramente la presencia de masas parietales. Sin embargo no es posible determinar si se trata de coágulos adheridos o masas neoplásicas. La cistoscopia constituye un pilar básico en el diagnóstico. La utilización cada vez más extendida de cistoscopios flexibles permite hacer más tolerable esta exploración. Además podemos en el mismo acto tomar pequeñas biopsias con pinza fría de lesiones sospechosas. Técnicas como la urografía endovenosa sólo tienen utilidad en la evaluación de la vía superior. Un tumor de vía precisa una buena exploración urográfica para sentar una sospecha que permita su diagnóstico. El TAC y la RM, así como la gammagrafía ósea tienen su utilidad en el estadiaje del tumor. Una base vital en el
  • 35. diagnóstico de los tumores vesicales la constituye el estudio anatomopatológico ya no sólo de la pieza, sino del limite de resección y de las biopsias vesicales aleatorizadas2 que se suelen practicar simultáneamente con la RTU. Sólo con este dato estaremos en condiciones de filiar correctamente el tumor y tomar decisiones oportunas. Pronóstico Los tumores vesicales pueden agruparse en dos grandes grupos. Aquellos con bajo riesgo de recidiva y progresión (tumores solitarios, Ta, GI-1I, menores de 3 cm., tumores primarios, con citología urinaria negativa sin Cis asociado y buena respuesta al tratamiento a los 6 meses) y los de riesgo elevado de recidiva y progresión (tumor múltiple, T1 o mayor, Grado III, de más de 3 cm., tumor recidivante con citología positiva, con displasia y Cis asociados y mala respuesta al tratamiento). La posibilidad de progresión de un Ta es del 4-6 % mientras que llega a un 29% para los T1, un 40% para un T1GIII y hasta del 60-80% para los que además se asocian a un Cis multifocal3 . Parece que en los tumores infiltrantes el factor pronóstico más potente lo constituye la presencia de ganglios linfáticos afectos. Por supuesto, la presencia de metástasis a distancia tiene un pronóstico infausto. Llegados a este punto podemos asegurar que el tiempo de curación de los tumores vesicales que prevemos van a ser infiltrantes, es corto. Ello asociado a las bajas tasas de supervivencia de los tumores tratados con radioterapia o quimioterapia nos obliga a un planteamiento quirúrgico agresivo
  • 36. antes de que exista afectación extravesical de la neoplasia. Tratamiento Aproximadamente el 80% de los tumores vesicales son superficiales (Ta, T1), siendo el tratamiento estándar la Resección Transuretral (RTU) seguida o no de quimioterapia endovesical o inmunoterapia. Sin embargo, el 15% se convertirán en infiltrantes, aunque ello va a depender del grado histológico. De los tumores T1 GIII evolucionarán a infiltrantes entre un 30 y un 50%, por lo que estos tipos de tumores requerirán un tratamiento más agresivo que los Ta.4 Para los tumores vesicales infiltrantes (T2, T3, T4), el tratamiento estándar sigue siendo la cistectomía radical. La RTU es el primer paso para establecer el estadio del tumor, aunque ésta no puede asegurar con exactitud en todos los casos el grado de infiltración. Existen series largas que demuestran que hay un porcentaje variable (23% - 60%)5 donde el estadio clínico no se corresponde con el estadio patológico. Cuando con la RTU podamos asegurar que hemos resecado completamente el tumor, éste puede ser el tratamiento quirúrgico electivo y estaría indicado en un porcentaje pequeño de pacientes bien seleccionado, siempre completándose con radio o quimioterapia. Se han llegado a comunicar supervivencias similares a las obtenidas con cirugía radical6 . Otra de las opciones terapéuticas en el tumor vesical infiltrante es la cistectomía parcial, que tiene la ventaja de que se conserva la vejiga, pero hay publicadas recurrencias de hasta un 70%7 . Estaría indicada en los tumores localizados en la cúpula vesical y en un divertículo vesical. Menos de un 15% de los
  • 37. pacientes diagnosticados de un tumor vesical infiltrante serian candidatos a la cistectomía parcial8 . Los criterios de selección han de ser estrictos y el seguimiento muy cuidadoso. La cistectomía radical sigue siendo el tratamiento estándar del carcinoma vesical infiltrante. La mejor selección de los pacientes y los avances en las técnicas quirúrgicas y anestésicas ha significado un aumento en la supervivencia a los 5 años. La calidad de vida de los pacientes sometidos a una cistectomía radical, va a depender en gran medida del tipo de derivación urinaria que se realice. El paciente estará mas satisfecho si no lleva estomas (no se deteriora su imagen corporal), si es capaz de orinar cuando lo desee y si es continente, y esto se consigue realizando una derivación ortotópica continente. La destubulización del intestino y reconfiguración del mismo ha supuesto un gran avance porque se consigue aumentar la capacidad a partir de un segmento intestinal más corto y reducir las contracciones intestinales y aumentar la acomodación y la compliance, con la consiguiente disminución de la presión intrareservorio, lo que facilita la continencia y el drenaje ureteral al mismo9 . Existen muchos diseños de neovejigas utilizando tanto intestino delgado como grueso. Nosotros realizamos, con alguna modificación técnica, la descrita por Pagano (vejia ileal padovana), de la que creemos que con una menor longitud intestinal se consigue una baja presión relativa10 (vejiga ileal padovana). Cuando revisamos los resultados de las primeras 63 vejigas ileales padovanas vimos las complicaciones quirúrgicas inmediatas (Tabla I) y las tardías (Tabla II). Cuando se compara con lo
  • 38. publicado en la literatura con otra técnicas no difieren mucho (Tablas III y IV). Las características de la micción queda reflejado en la Tabla V. Tabla I Complicaciones precoces Complicación casos % Tratamiento Evolución lleo prolongado 2 3,1 alimen. parent. curación Suboclusión mt. 1 1,5 aliment. parent. curación Pielonefritis ag. 2 3,1 antibioticoter. curación Neumonía 1 1,5 antíbioticoter. curación Linforragia 2 3,1 cede espontan. curación Sepsis 1 1,5 antibioticoter. curación Dehiscencia sut. 2 3,1 cirugía cura/éxitus Fístula urinaria 3 4,7 sonda/cirugía curación
  • 39. Tabla II Complicaciones tardías complic. casos % Trat. Evol. Esten. uretra. 3 2,3 reimpl cura Acidosis metabol. 6 5 alcali. cura Pielonefritis 3 4,7 antib. cura Tabla III Complicaciones precoces Autor año casos ileo sepsis pielonef. fístula urin/intest mort. Frazier 92 675 5,9% 4,9 % 1,8% 2% 2,5% Melchor 88 44 - - - 4,5/ 2,2 % 4,5 % Skinner 91 126 1,5% - 0,7% 0,7/0,7% 1,6% Hautmann 93 200 4 % - - 9 / 0,5 % 2,4 % Studer 93 100 3 % - 6,6 % 4/1 % 10 % Montie 96 45 4,.4% 4,4 % 6,6 % - - HCP 97 63 3,1% 1,5% 3,1% 4,7/1,5% 1,5%
  • 40. Tabla IV Complicaciones tardías Autoraño casos esten. uréter acidosis met. est.uretra Frazier 92 675 7 % - - Melchor 88 44 9 % 2,2 % - Skinner 91 126 3 % - - Hautmann 93 200 3,6 % 3 % - Studer 93 100 - - 3,3% Montie 96 45 11% - - HCP 97 63 2,3 % 9,5 % - Tabla V. Características micción • Frecuencia diurna 3-4 h • Frecuencia nocturna 1-3 y • Continencia diurna 62 p • Continencia nocturnaparcial
  • 41. Conclusión Creemos que el tratamiento de elección de los tumores vesicales infiltrantes es la cistectomía radical siendo la neovejiga ileal padovana un método eficaz de sustitución vesical, que permite una buena continencia fundamentalmente diurna, con una adecuada preservación del tracto urinario superior, no estando exenta de morbilidad. Bibliografía 1.- Martínez García C. Aproximación a la Epidemiología del cáncer en España. De. JIMS :19. Barcelona. 1988 2.- Sánchez de la Muela P, Rosell D, Agüera L et al. Superficial bladder cancer: Survival and prognostic factors. Eur Urol 20: 184, 1991 3.- Vicente J, Chechile G, Algaba F, Amaral J Jr. Value of random endoscopic biopsy in the diagnosis of bladder carcinoma in situ. Eur. Urol 13: 150, 1987 4.- Thrasher JB, Crawford ED. Minimally invasive transitional cell carcinoma (T1 and T2). En: Current Therapy in Genitourinaiy Surgery, 2 ed. MI Resnick , E. Kursh. St. Louis: B.C. Decker, 1992; p. 74-78 5.- Bosl GJ. Controversies in the management of transitional cell carcinoma of the bladder. American Society of Clinical Oncology Educational Booklet. 1991; p. 73-88 6.-Barnes RW, Dick AL, Had1ey HL, Johnston OL. Survival following transurethral resection of bladder carcinoma. Cancer Res
  • 42. 37: 2895, 1977 7.- FaysaJ MH,, Freiba FS. Evaluation of partial cystectomy for carcinoma of bladder. Urology 14: 352, 1979 8.- Catalona WJ. Bladder cancer. En: Adult and Pediatric Urology. JY Gillenwater, JT Grayhack, SS Howars y JW Duckett. Chicago: Year Book Medical Publishers 1987; vol. 1. chapt, 31, pp. 1000- 1043 9.- Hinman F Jr. Selection of intestinal segments for bladder substitution: physical and physiological characteristics, J Urol 139: 519, 1988 10.- Pagano F, Artibani W, Ligato P. Vessica ileale padovana: A technique for total bladder replacement. Eur Urol 17: 149, 1990