1. VÍNCULOS Y PALABRAS EN UN
GRUPO MULTIFAMILIAR
Manuel Martínez García de Castro
Juan Antonio Fernández Gil
Francisca Perles Roselló
Hospital de Día de Salud Mental Axarquía (Vélez Málaga)
2. Grupo Multifamiliar
Grupo Multifamiliar en el hospital de día.
Badaraco: GMF
Eje Multifamiliar
Nosotros lo adoptamos como un formato de grupo
que nos parece útil para trabajar aspectos
relacionales de los pacientes con sus familiares.
Intención de este trabajo
Desde el modelo analítico vincular
Reflexiones sobre el juego transferencial en estos grupos
Situaciones tipo
Manuel Martínez García de Castro
Juan Antonio Fernández Gil
Francisca Perles Roselló
3. Planteamiento
El Grupo Multifamiliar: Psicosis y Trastornos de
personalidad graves. Características transferenciales
preedípicas.
Los grupos internos de estos pacientes y de sus
familiares estarán llenos de vínculos patológicos
que serán proyectados en el Grupo Multifamiliar.
Fracaso de función alfa (contención y significación): Déficit
y Objetos persecutorios o enloquecedores introyectados.
Situaciones simbiótica (interdependencia patógena)
cargadas de angustia y de agresión mal canalizada y
mantenida a través de la identificación proyectiva.
También hay vínculos sanos en pacientes y familiares.
4. Estos vínculos aparecerán
en la situación grupal. Pero
allí, formando parte del
Grupo Multifamiliar, están
también las personas reales
con las que se han ido
formando esos vínculos: el
grupo interno coexiste con
el “grupo externo” cuya
introyección lo originó.
5. ¿Qué ocurre con el juego de transferencias?
Los terapeutas actúan como familia sustitutiva, agentes de
la experiencia vivencial correctora.
Pero junto a ellos aparecen los agentes del daño previo, las
interdependencias patógenas se proyectan sobre el equipo
terapéutico pero también se muestran en el escenario del
grupo con las figuras parentales reales.
El equipo terapéutico es también familia sustitutiva para
los familiares, somos madres y padres también para las
madres y padres de nuestros pacientes.
Imagen de abuelos: a modo de grandes padres y madres con los
padres como hijos de los terapeutas y hermanos de otros padres, los
hijos como nietos de los terapeutas y como primos entre sí.
6. Heterodoxia
Los conflictos entre paciente y familia que aparecen en el
grupo multifamiliar no son transferenciales sino reales.
Desde una perspectiva psicoanalítica estricta no hay
distancia, lo mismo ocurre en las terapias unifamiliares. La
intertransferencia se tiñe de incesto.
Badaraco: en particular en el campo de las psicosis, este
concepto ha sido superado por la experiencia clínica.
Confrontar con los objetos reales de su historia familiar los
conflictos internalizados de su infancia y así hacer experiencias
emocionales correctoras.
“Neutralizar el poder patógeno de la familia” al incluirla en el
trabajo terapéutico.
7. Nuestro enfoque teórico y técnico
Estamos de acuerdo con García
Badaraco en la utilidad del
abordaje multifamiliar. Pero
creemos que la confrontación de
objetos reales y conflictos internos
y la neutralización de la patogenia
de aquellos, se hacen a través de
la función materna que
desempeñan los terapeutas. Esta
es la función preferente, con
mucho, en nuestros grupos
multifamiliares abordada desde la
vertiente transferencial más
actual.
8. Nuestro enfoque teórico y técnico
La función materna implica una menor distancia
que la clásica función analítica paterna:
Establecer una corriente empática con el paciente.
La interpretación es escasa siendo más utilizados la
confrontación y el señalamiento.
Interpretaciones no clivadas.
La transferencia para el psicótico es un acto
creador más que una reviviscencia, una nueva
vinculación actual a través de una función materna
correctora del déficit de función materna que tiene
el paciente.
9. Nuestro enfoque teórico y técnico
Situaciones en las que algún miembro del grupo (paciente o
familiar) proyecta sobre el terapeuta la angustia y la agresión:
La labor terapéutica será contener a esa persona al estilo de la terapia
individual pero con la ayuda del contexto grupal.
Pero lo más frecuente es que se presente la diada madre-hijo
enlazados con su identificación proyectiva habitual y actual. En
este caso, la identificación proyectiva, como mecanismo
bipersonal y exclusivo, no puede dirigirse al terapeuta porque ya
está ocupada en el vínculo paciente-familiar.
Los terapeutas actuamos aquí como conciliadores,
apaciguadores, para que puedan escucharse sin tanto odio. Es
esta una función materna de contención parecida a la de una
madre con dos hermanos que rivalizan o se envidian.
10. Diferencias con Badaraco
“El terapeuta tiene que intervenir par evitar que el
paciente sucumba nuevamente a la introyección del
objeto interno que proyectan en él… y reconstruye
plenamente qué papel debe haber jugado la ausencia
psicológica de la función paterna, función que él está
desempeñando positivamente ahora”.
Los terapeutas no pueden hacer función paterna en una
situación cargada de regresión como es esta, sino función
materna a través de la cual la madre puede contener su
angustia y no tener que proyectarla en el hijo
11. Diferencias con Badaraco
«Cuando, a través de las interpretaciones, la madre se ve
desimbiotizada del paciente, suele comenzar una
discusión con el terapeuta…. en estas condiciones el
terapeuta puede tomar conciencia, por la percepción
contratransferencial, de aspectos por los que el padre
aparece como ausente para evitar la reactivación de este
tipo de conflictos en la relación de la pareja parental”.
Nosotros entendemos que el padre está ausente porque la madre no
le da entrada, no lo presenta al hijo. Una madre inmadura anula al
padre como tal y lo desacredita como pareja y, frecuentemente, ese
padre si no es un ausente real actúa como tal y se hace cómplice de
la simbiosis madre-hijo.
12. Diferencias con Badaraco
De todas formas, la disensión es, seguramente, teórica y
terminológica y no necesariamente técnica. Llamar
función paterna o materna es poco importante si en
realidad estamos conteniendo. Hablar de interpretación
en vez de señalamiento o confrontación es irrelevante si
estamos intentando dar sentido a la rabia y al miedo que
sienten los pacientes y sus familiares.
En todos estos desarrollos terapéuticos el grupo arropa al terapeuta,
es un gran generador de función alfa. Otros pacientes y familiares
actúan como coterapeutas en la contención y el propio grupo, como
un todo, representa una madre contenedora que apoya y calma.
14. Personajes tipo
Llamaremos madre inmadura a la figura materna (o paterna) con
escasa capacidad de contención, suele tener patología mental del
tipo de los trastornos de personalidad, a veces son personalidades
límite.
Madre contenedora: capacidad para contener al hijo y, en algunas,
también para soltarlo, estas madres (y algunos padres) suelen ser,
personas comprometidas con el tratamiento de su hijo, que asisten
con regularidad y que actúan de coterapeutas.
Paciente esquizoide: se nos muestra inhibido, más callado y
aislado, clínicamente presentará síntomas más bien negativos que,
en muchos casos, son expresión de un predominio del déficit.
Paciente paranoide: actitud más productiva, no ya en cuanto a
síntomas psicóticos necesariamente sino en cuanto a su interacción:
expresando daño recibido y manifestando también agresión hacia
su familia o hacia los terapeutas; en ellos suponemos un
predominio de la identificación proyectiva.
15. Madre inmadura, hijo esquizoide
La madre suele expresar su angustia a través de reproches al hijo, a
otros miembros de su familia, los terapeutas u otras personas.
La tarea terapéutica se centrará en la contención de esta madre
invitándole a que escuche al hijo y a otros miembros del grupo que
lo conocen.
Al paciente esquizoide, que suele estar callado o con tímidas
intervenciones, le invitamos a que diga cómo se siente, que pueda
responder a la crítica de la madre en un contexto más protegido.
Siempre en esta situación contamos con la colaboración de las
madres contenedoras y del grupo en general que devolverá a la
madre inmadura una imagen distinta de su hijo, más valorizada.
Es frecuente que una madre tan agresiva genere el rechazo del
grupo y reciba ataques simétricos. Nuestra contratransferencia,
fácilmente negativa con una persona así, debe ir más allá y adivinar
en ella otra víctima de sus propios objetos enloquecedores internos.
16. Madre inmadura, hijo paranoide
Asistimos a la presentación grupal de una escena bipersonal: una
madre que lanza sus angustias y sus críticas hacia el hijo y consigue
dañarlo donde más le duele y la respuesta simétrica del hijo que
deviene en mayor angustia y rabia de la madre. La identificación
proyectiva los enlaza en un círculo de agresión.
La impresión de los terapeutas es que hay que intervenir con urgencia pero no se
nos escucha.
Contención de ambos y actuando en los niveles transferenciales más cercanos al
aquí y el ahora.
Fundamental la ayuda del grupo, la participación de madres que tienen
capacidad de contener y colaboran en la tarea.
La elaboración, una vez calmada la pelea, deberá centrarse en hacer
posible una visión distinta, poder ver también cosas buenas del hijo
para la madre y viceversa. Acercarse a una posición más
ambivalente, más realista y, a partir de aquí, poder abordar el tema
de la separación; sólo ahí y no antes, el papel del padre puede
reconstruirse.
17. Madre contenedora, hijo esquizoide
Las madres exhortan a sus hijos a que se porten
bien (drogas, inactividad, aislamiento)
poniendo a los terapeutas como testigos y
buscando, en mayor o menor medida, su apoyo.
Pero eso sirve de poco, aunque confesamos que caemos en
esa solución de paño caliente con cierta frecuencia.
Con las madres, ahora sí desde una
transferencia más neurótica, elaborar la
dificultad que tienen en poner límites o en
distanciarse de la preocupación excesiva.
Con los hijos insistir en los contenidos de otras
actividades terapéuticas: contener miedos
básicos y ofrecer otras posibilidades de mayor
satisfacción.
18. Madre contenedora, hijo paranoide
Un hijo, generalmente con patología límite de personalidad, ataca a
la madre o a otro miembro del grupo.
En este caso las madres contenedoras no son sino un eco de la suya
y, por tanto, insuficientes. En cambio la intervención de otros
pacientes que puedan identificarse con él pueden ofrecerle una
respuesta distinta.
Quizá en esta escena los terapeutas y el grupo en general pueden actuar a modo
de institución o de ley y representar una cierta función paterna cuya falta es
manifiesta en estos casos.
Hay casos de madres aparentemente contenedoras pero apocadas
que fracasan en su capacidad de poner límites. En el decir de
Winnicott, serían madres buenas pero no suficientemente buenas.
Hay que trabajar con la madre este aspecto y los miedos que subyacen: la
agresión del hijo, el abandono de éste, la culpa.
A la par que se elabora con la madre en esta línea, se va poniendo en evidencia la
actitud dependiente y sádica del paciente y cómo los dos forman una simbiosis.
19. Los padres
Vienen menos que las madres y, en general son de dos
tipos:
Los inhibidos que actúan como ausentes o son ninguneados.
Los que aparentan capacidad parental:
a veces acompañan a madres inmaduras y parecen ejercer ellos la
función materna.
cuando acompañan a una madre contenedora están en el papel de
función paterna, lo que supone una familia que aparentemente reúne
requisitos para un desarrollo de nivel neurótico de los hijos aunque
no sea así.
Cuando a las madres las calificamos de contenedoras,
con frecuencia existe una ausencia paterna. Groso modo
diríamos: si no falla la madre, será el padre, si no falla
ninguno en su función la psicopatogénesis será más
biológica.
20. Los huérfanos
Pacientes cuyos familiares nunca vienen. Unos realmente
no tienen familia o, más frecuentemente, están muy
distanciados de ésta; otros conviven con padres o
familiares que no pueden o no quieren venir.
Dos papeles en el grupo según los califiquemos de:
Esquizoides: callados, a veces notoriamente aburridos, otras atentos;
en ocasiones una madre contenedora los acoge, otras veces somos
los terapeutas los que les pedimos opinión, les preguntamos qué han
sentido con lo que se ha dicho.
Paranoides: con cierta frecuencia nombran a sus familiares ausentes
y lo común es la crítica a éstos.
Si son otros familiares los que intentan contenerlos, suelen proyectar
sobre ellos los reproches inicialmente dirigidos a los suyos. Más bien
somos los terapeutas los que tenemos que calmar y mostrar al grupo
y al hospital de día como un nuevo escenario donde establecer nuevos
vínculos más seguros.
21. El grupo como un todo
Hemos visto distintas viñetas unifamiliares en donde el
grupo actúa como amortiguador y generador de función
alfa.
Un grupo grande pone de manifiesto los aspectos más
regresivos y, si se consigue un ambiente general
contenedor, las angustias primitivas pueden enjugarse.
Las lecturas grupales de los climas nos resultan un
recurso útil para grupalizar a todos, y propiciar nuevas
asociaciones de otros miembros que
enriquezcan el tema o lo cambien
evolucionando la dinámica grupal.
22. Los terapeutas
De forma espontánea desarrollamos la coterapia, sin ninguna
figura principal ni explícita ni implícitamente, por tanto
actuamos en igualdad o eso nos creemos.
En la práctica desempeñamos tres papeles:
uno de nosotros realiza de preferencia un papel más cercano al apoyo e
incluso a recursos de estilo didáctico.
otro juega un papel más cuestionador, recurriendo a intervenciones
grupales y a técnicas más abiertas.
el tercero se mantiene menos participativo verbalmente, probablemente
representa la parte inhibida del equipo terapéutico y complementa y
apoya a los otros.
Estos rolles son dados por las personalidades de cada uno de
nosotros mucho más que por otros motivos de formación u
orientación académica, y son permanentemente evaluados en
el espacio de elaboración postgrupo cuyo mantenimiento nos
parece imprescindible.