Este documento discute la necesidad de desarrollar una nueva estrategia que incorpore múltiples perspectivas y realidades, en lugar de aferrarse a ideas establecidas. La modernidad y la razón ilustrada ya no son viables debido a que el mundo es cada vez más complejo y diverso. Se necesita una estrategia que considere puntos de vista contrarios, la multiculturalidad y la participación ciudadana, en lugar de excluir a ciertos grupos. Los medios de comunicación también deben servir para mediar entre diferentes realidades, en lugar de
1. La estrategia como un replanteamiento del yo<br />Por: Paloma Botero<br />“Conviene elaborar un saber dionisíaco que este lo más cerca posible de su objeto. Un saber capaz de integrar el caos, o al menos de concederle el lugar que le corresponde”. <br />La modernidad como un programa cultural, social, económico y político se tambalea y con ella el imperio de la razón. Se tambalean las costumbres, los moralismos, las ideas sobre las que se edificó, que posteriormente se transformarían en leyes incuestionables. El plan estratégico de la razón cae en un paradigma protagonizado por un hombre- máquina, deshumanizado, olvidado de su entorno, lejano, esquivo, asustadizo que huye a esconderse de sí mismo en la desesperación de lo desconocido, de lo incierto.<br />Este hombre desesperado, ausente y extraño desconoce el contexto que habita. Entonces, su única estrategia consiste en aferrarse con toda sus fuerzas a la comodidad de lo establecido, de lo cierto, de los patrones que antes alguien ha fijado, ha delimitado, porque lo conocido es siempre lo más viable “Es fácil, en efecto, ceder ante las facilidades mediáticas, o tomar en consideración construcciones teóricas de las que ya se conoce límites”<br />Pero el problema de lo conocido es que tiene caducidad y, ciertamente, comienza a envejecer. Las ideas sobre las que el pensamiento occidental se sentó durante alrededor de 6 (seis) siglos comienzan a olvidarse y, como consecuencia, la seguridad comienza a desquebrajarse. Es, entonces, cuando llega el momento de usar la sabiduría popular de naturaleza relativista; la cual, consiste en tomar en consideración todas las opiniones para así generar un saber relativo. Un saber que difícilmente caduca porque la seguridad desaparece. Es por eso que conviene elaborar un saber, una estrategia, que incorpore los contrarios, la multiculturalidad, la pluridimensionalidad, los europeísmos con el mestizaje y el sabor latino, una estrategia que asuma la humanidad del ser. Que resalte la comunicación por encima de la mera información. Y a vez, “que satisfaga la exigencia de incorporar la comunicación participativa y dialógica”.<br />La dificultad se supone en la sociedad porque las realidades multifacéticas que transitan por las calles se encuentran en su gran mayoría al margen de esos ciudadanos ilustrados académicos que piensan las consideraciones que asumen como pertinentes. Por su parte, los que no se consideran como ciudadanos, ni mucho menos como ilustrados quedan relegados a su supervivencia y a su vez, una gran parte de esa población está sumida en una medievalidad descontextualizada bajo el yugo de necesidades, creencias y diferencia social. Que les expropian su capacidad de criticar y juzgar el escenario que los rodea.<br />Entre tanto, los medios de comunicación pasaron de ser mediadores y entidades neutrales para convertirse en galerías de estilos, vitrinas de cuerpos hiperestesiados, almacenes de ilusiones. Escenarios dedicados al espectáculo de su propia humanidad, lugares dedicados a la farándula del morbo y especializados en el escarnio a la oposición. Es así como cada día pierden más su noción de mediadores de la verdad y se transforman en aparatos privados, enajenados y olvidados de esas realidades polisémicas que transitan por las calles. Lugares con apariencia de cárceles de alta seguridad, que más que proteger la verdad y velar por los intereses colectivos. Están más ocupados protegiendo intereses privados de cemento.<br />La estrategia sustentada desde el paradigma de una razón envejecida, comienza a caer ante nuestras miradas perplejas. En el escenario de un mundo convulsionado que poco quiere saber de sí mismo. Un mundo posguerra posmoderno que sueña con paraísos perdidos en la inmensidad, donde la tecnología remedie las acciones de un pasado demasiado reciente, un pasado del que todavía no logramos despojarnos completamente en el contexto de un mundo en gestación, en efervescencia aquejado por la pobreza, la violencia, el destierro, la ignorancia, huellas indelebles inherentes a la necesidad inminente de un cambio de paradigma, a la necesidad emergente de una reconfiguración del yo colectivo. <br />