El documento discute cómo la globalización puede conducir a un nuevo humanismo social. Señala que la globalización impulsa la identidad individual y el pensamiento holístico sobre lo racional. También menciona teorías sobre el cambio social como el materialismo histórico y cómo autores como Sloterdijk y Touraine han analizado cómo los valores sociales impulsan la acción colectiva y el cambio. Finalmente, argumenta que los desafíos de la nueva era requieren que el hombre abandone el narcisismo y cinismo para buscar el bien común.
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Lectura reflexiva nº 1 el hombre, la sociedad y el humanismo
1. Lectura Reflexiva
El hombre, la sociedad y el humanismo
El hombre busca su interpretación. Es probable –al menos lo queremos creer- que
estemos en las puertas de un nuevo humanismo social. Todos los indicadores apuntan que en
el mundo globalizado la cultura creativa del ser humano prevalecerá sobre otras
consideraciones.
En verdad la globalización acentúa la propia identidad y provoca reacciones frente a lo
puramente racional. Ejerce una presión para decidir cerca de uno mismo e invita al holismo
frente al pensamiento unidisciplinario. Estímulos existen para que seamos optimistas frente a
un proceso de reconsideración social del hombre. El destino indefinido es siempre incierto,
pero la salida siempre pasa por un reconocimiento del sí mismo. Todo proceso de
individuación conlleva a la autoafirmación y ésta, al pensamiento propio. Dicho en otras
palabras, el hombre cínico y nihilista buscará ser protagonista de su propia historia y de la
historia de los demás. Allí debemos dirigir nuestros esfuerzos.
Estamos ante un cambio social, uno crucial, pero uno que debemos mirar en la
multiplicidad de ellos que se han producido. Para mirarlos se recurrió primero a la Filosofía de
la historia y se desplegó una Teoría General de la Sociedad. Luego se introdujo la noción de
evolución social y el materialismo histórico, finalmente, un concepto polémico de desarrollo.
Ahora se asoma la tesis de la homogenización, tal como lo hemos visto. Los escépticos
plantean los eventuales males.
El sociólogo inglés neomarxista T. B Bottomore (Introducción a la sociología) trazó una
diferenciación al colocar las teorías sobre la evolución social en dos vertientes: las lineales y las
cíclicas. Entre las primeras, cita todas aquellas que hablan del cambio acumulativo, como
aumento del conocimiento, de la complejidad y el movimiento hacia la igualdad socio-política.
Entre las segundas aquellas que vuelven a una Filosofía de la Historia. Para él, sin embargo, es
el aumento del conocimiento un factor determinante de un cambio social, tesis que se
corresponde con lo que ahora vivimos.
Alain Touraine (Un deseo de historia) estudió la aparición de los valores y como éstos
impulsan la acción de las colectividades y fijó dos posibilidades para estudiar el cambio:
historicista y evolucionista.
Así saltan expresiones como sociedades de la comunicación incluyentes y equitativas,
el rechazo a expresiones como el de “neutralidad tecnológica”, el apelo a una sociedad
visionaria.
Antes que enumerar teorías, es preferible referirse a la necesidad de una reflexión
filosófica sobre el hombre, sin entrar en distinciones entre filosofía y cosmovisión. En cualquier
caso es menester tener una visión de conjunto sobre el hombre y el mundo en que actúa. Así,
las críticas que hemos advertido sobre la era industrial, con sus conjuntos alienantes - y para lo
cual sirvió estudiar a Marx- nos llevan a bosquejar la globalización como una contrapartida del
hombre-masa. Los fines estrictamente humanos desaparecieron en una sociedad industrial
proclive a fomentar una existencia impersonal. Ese es el hombre que estamos heredando, el
mismo que enfrenta la nueva perspectiva y al cual, creemos, hay que señalarle la imperiosa
necesidad de conformar una voluntad.
Peter Sloterdijk (Esferas) ha trazado una “imagen de pensamiento” que le permita al
hombre ser en el mundo como un espacio de apertura a lo ilimitado. Este es el principio
2. cardinal de estas consideraciones. Tenemos a un hombre dominado por la apatía y el
conformismo con el consecuencial aplastamiento de la idea democrática. Lo que Sloterdijk
busca es un nuevo análisis del dinamismo social (lo cual incluye todas sus facetas) y volver a
definir lo que es real. Esto, es, la globalización carece de sentido si no se observa como objeto
teórico, lo cual implica reconstruir el motivo de la “esfera”. Hay que analizar, en consecuencia,
el enfrentamiento entre la modernidad terminada y la globalización asomada y en vías de
ejecución en una clave espacial, lo que quiere decir que la cultura en este nuevo mundo
abandona un modo unilateral de actuar. Vamos hacia un mundo denso, y así cabe definir
densidad como la posibilidad de un agente de encontrarse a otro sobre el cual actuar. Y he
aquí el elemento que seguramente todos nos planteamos: cómo es la estructura de los
procesos de decisión que hacen pasar la teoría a la praxis. El hombre de la era terminada
actuaba en la incertidumbre, una que continúa, sólo que ahora, el hombre debe pasar a ser
uno que está en capacidad de auto aprovisionarse de razones suficientes para pasar de la
teoría a la práctica. Y ello implica un proceso deliberativo interior, uno que excede a la
aplicación universal de los derechos humanos, por ejemplo, sino más bien de la convicción
pragmática de que significa libertad o moral. Así, la comunicación que sustituye a la
información adquiere un rango ontológico, porque es de esta manera que el mundo podrá
definirse para bien. Y para bien es que esa comunicación sea para poner frente a frente
dimensiones donde los grupos sociales se obligan recíprocamente a desistir de actuar por un
interés unilateral y, en consecuencia, a procurar entre todos el bien común.
Aún así, las palabras crean mundo, conforme al antiguo adagio, y se habla, por
ejemplo, de economías del conocimiento para abrir actividades de valor agregado intangible.
Lo cierto es que cada vez es más notoria la presencia de organizaciones participando en
eventos de definición del futuro lo que hace realidad el entorno habilitador. Así saltan
expresiones como “sociedades de la comunicación incluyentes y equitativas”, se rechazan
expresiones como el de “neutralidad tecnológica”. Se apela a una sociedad visionaria, el
rechazo al desarrollo basado únicamente del rédito económico y surgen nuevos mecanismos
para canalizar los recursos financieros de manera vinculada a la solidaridad social.
Los desafíos que el nuevo mundo plantea son tan abundantes como para retar al
hombre a dejar su narcisismo, su encierro nihilista y su cinismo manifiesto en la era que
termina y en este dominio de acción de incertidumbre conservada.
Preguntas de discusión:
1. ¿De qué manera el cambio social podría influír en las personas que pertenecen a las
organizaciones de nuestra sociedad?
2. ¿Cómo se relaciona la globalización con el humanismo y la construcción de la
voluntad del hombre?
3. ¿Cuáles son los desafíos de las economías del conocimiento?